1 mes después.

Kagome

El cantar de los pájaros me indicó que el amanecer estaba cerca. Podía saberlo por mis propios medios, con sólo correr las pesadas cortinas, sin embargo, la luz del sol era algo que ya no deseaba ver.

Otra noche sin dormir y van...

Me senté en la cama y restregué mis ojos, a sabiendas de que mi cara debía parecerse a la de una persona que se encuentra al borde de la muerte. Lo corroboré al observarme en el espejo del baño, en donde pase las yemas de mis dedos por mis pronunciadas ojeras, las mismas que maquillaba todas las mañanas.

Regresé a la habitación y no pude evitar mirar la cama, la misma en la que llevaba durmiendo sola un mes, luego de haberla compartido por 8 años con él. Mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar nuestra última charla, aquella en la que decidimos despedirnos para siempre.

Inicio del flashback.

La tarde en el trabajo había sido bastante estresante y no precisamente en el sentido negativo, ya que había asistido a dos partos y presenciado la manera en la que una de las madres recibía la noticia de que su beba, la cual se encontraba en neonatología, había evolucionado favorablemente, aún así, mi energía negativa me había hecho contrapeso durante las horas encerrada allí.

Ingresé a la casa y lo encontré sentado en el sofá, con tres maletas y un par de bolsas a su lado.

¿Realmente va a irse?

Increíblemente la idea de una separación no pasaba por mi mente, aún cuando nuestras peleas eran diarias y, algunas semanas, sólo nos veíamos un par horas o minutos, dependiendo el día, jamás pensé que realmente él se marcharía.

- ¿Qué haces? - el tono de sorpresa era evidente en mi voz.

- Dijiste que me fuera. - respondió seriamente, poniéndose de pie.

- Si, pero...

Se acercó a mi y pude notar que, el brillo que normalmente iluminaba sus ojos, estaba apagado. Su expresión denotaba tristeza en cada rasgo, una que me generaba un vacío en el pecho, ya que yo era la culpable de ello.

- Kagome. - tomó mis manos, sin embargo, odiaba que pronunciara mi nombre completo. - Ya no podemos seguir... ya no más.

Desvié mi mirada, sabiendo que tenía razón pero... ¿separarnos? ¿de verdad?

- ¿No me amas más? - las palabras abandonaron mis labios antes de que pudiese si quiera pensarlo.

Sus brazos me rodearon, atrayéndome hacia su cuerpo, al mismo tiempo en que mi mejilla se encontraba con la calidez de su pecho, el mismo que me había reconfortado durante los últimos 9 años de mi vida.

- ¿Cómo puedes decir eso? - su agarré me apretó un poco y pude notar que estaba temblando. - Eres el amor de mi vida, Kag.

¿Entonces? ¿Por qué?

- Pero... ya no es vida... para ninguno de los dos.

- Inuyasha. - murmuré, correspondiendo su abrazo mientras nuevas lágrimas emergían. - Yo no quiero...

- Yo tampoco quiero, pero tampoco quiero que lleguemos a odiarnos.

- ¡Jamás podría odiarte! - me aparté de golpe, suplicándole con la mirada.

- Kag...

- ¡Maldición, Inuyasha! ¡Tú me conoces! - elevé la voz de manera automática.

- Tienes que regresar a terapia. - pronunció con firmeza, la cuál se intensifico en sus manos sobre mi piel. - No estas bien y lo sabes.

- No. - moví la cabeza frenéticamente. - No quiero revivir todo eso.

- Pasaron casi dos años...

- ¡¿Y crees que eso hará que el dolor desaparezca?!

- ¡Por supuesto que no! - se apartó, dándome la espalda mientras sus dedos peinaban su cabello. - Es por eso que debes regresar... el dolor jamás se irá si no te ayudas a ti misma.

- Tú no lo entiendes...

- ¡También era mi hijo, Kagome! - me miró y su dolor se unió al mío. - También quería conocerlo... también...

- Ya no sigas...

- También... me sentí morir cuando aquello sucedió.

- ¡Para! - cubrí mi rostro, ahogando un chillido, mientras él regresaba a contenerme. - No quiero recordarlo... ya no...

- Tienes que hacerlo... tienes que enfrentarlo todo. - depositó un beso en mi cabeza y mis piernas flaquearon. - Yo también tengo que hacerlo... también tengo que lidiar con esto.

Mis rodillas tocaron el suelo y él imitó esa acción, sin soltarme, mientras sus manos acariciaban mi espalda.

- No te vayas. - supliqué entre sollozos.

- Esta noche no lo haré... pero... mañana iré a lo de mis padres.

- ¿Me dejarás sola?

- Nunca lo haré... lo sabes.

- ¿Entonces? - lo miré, buscando la respuesta inmediata.

- Entonces lo mejor será que nos vayamos a descansar... mañana hablaremos de esto.

- No... - acaricié su mejilla. - No podré dormir sin saber lo que pasará con nosotros.

- Te amo. - por un instante, aquel brillo emergió. - Te amo con locura, pero ya no puedo estar contigo, no así...

- ¿Te hago daño? - su silencio me dio la respuesta. - En ese caso. - lo solté y quité sus manos de mi cuerpo. - Sólo te pediré... que lo hagas mientras esté en el trabajo, no quiero...

- Comprendo... yo tampoco quiero despedirme.

- Esta es la despedida, Inuyasha. - aquellas palabras quemaron mi garganta, pero fue imposible no escupirlas. - Necesito irme a dormir, lo siento.

Fin del flashback.

Tomé mi celular y, como cada día del último mes, él me había enviado sus buenos días, además de preguntarme como me encontraba. Inevitablemente sonreí, sin embargo, ya no éramos pareja, por lo que también me dolía el seguir el hecho de que siguiéramos en contacto, pero... ¿realmente podría dejar de hablarle?, es decir, es el amor de mi vida, olvidarlo sería como tratar de olvidar mi propia vida... simplemente, es imposible.

Suspiré, respondí y me preparé mentalmente para irme a la ducha. Últimamente, lo que antes era rutinario, ahora se había vuelto pesado e incluso molesto por momentos.

A veces sólo desearía quedarme a dormir todo el día.

Pero... soy una mujer adulta responsable y, aunque mi trabajo esté conectado directamente con aquel profundo dolor en mi corazón, el estar con todas esas mamás y sus bebes, también me transmitía fuerzas y energías, sobre todo en aquellos momentos en los que la oscuridad primaba.

Logré relajarme brevemente y, al salir, me dirigí hacía el armario, en dónde busqué mi blusa, sin embargo, mis ojos se llenaron de nostalgia al encontrarme con aquel objeto que había guardado en lo profundo de aquel lugar.

- La Perla de Shikon. - sonreí levemente al tomar el collar y ponerlo a la altura de mis ojos.

Instantáneamente, por mi mente pasó aquel recuerdo en el que Inuyasha me lo regalaba, contándome aquella hermosa leyenda. El brillo que tenía en aquel momento aún cautivaba mi corazón, a pesar de que eso sucedió hace casi 10 años.

- Izayoi.

Era inevitable... no podía no pensar en su sonrisa y la manera en la que reaccionó al verlo en mi, en aquella lejana cena. Me pregunto, ¿Cómo se habrá tomado la noticia? después de todo, hacía más de dos meses que no nos veíamos.

Otro rostro traspasó mi mente en aquel instante.

- Hikari... ¿habrás logrado encontrar el descanso eterno?

No había vuelto a sentir su presencia desde aquella fatídica noche en la que Kikyo y yo casi morimos en manos de Magatsuhi, tampoco la he soñado, mucho menos a él, asique supongo que puedo asegurar al cien por ciento, que aquello terminó en su momento.

Por un segundo, estuve a punto de volver a guardarlo, sin embargo, el deseo de volver a usarlo me consumió en ese mismo instante y, antes de que me diera cuenta, se encontraba colgado en mi cuello, una vez más.

- Es hermoso. - sonreí. - ¿Qué tiene de malo que lo use? a fin de cuentas... hace un mes que no veo a Inuyasha, hoy no será la excepción.

Tomé mi bolso, mi celular, mis auriculares y salí rumbo a la estación de trenes. El aire fresco acariciando mi rostro era una de las sensaciones más placenteras que había redescubierto, ya que, en los últimos 5 años, Inuyasha era quién solía llevarme al trabajo en su auto o yo me iba en el. De una u otra manera, podía sentir una pequeña sensación de libertad.

El sol resplandecía y, a pesar de que el invierno estaba cerca, el frio aún no había azotado la ciudad, por lo que el andar entre la gente no se sentía tedioso, por el contrario. Una pequeña sonrisa se formó en mi rostro, sin motivo aparente, sin embargo, se esfumó al oír su voz, al mismo tiempo en que mis ojos se encontraban con los suyos.

- ¡Kagome!

- ¿Inuyasha?


Inuyasha

El sonido de la alarma me indicó que mi día debía comenzar. La apagué al instante, maldiciéndola como cada mañana. Me desperecé y suspiré profundamente.

Nuevamente esta habitación.

No podía mentir, me desesperaba la idea de haber regresado a la casa de mis padres teniendo 34 años, pero, por el momento, no podía rentar un departamento y mucho menos exigirle a Kagome que me entregara la mitad de lo que pagamos por la casa, después de todo la habíamos comprado entre los dos y ella la necesitaba más que yo.

Aunque... no puedo negar lo mucho que extraño todo lo relacionado a ese lugar, incluyéndola a ella.

Cada despertar, de los últimos 30 días, había luchado internamente con el deseo de enviarle un mensaje y asegurarme de que estuviera bien, deseo que siempre había ganado con creces sobre mi raciocinio, el cuál me decía que no era la mejor idea, mucho menos si nuestra intención era alejarnos definitivamente.

Tomé el móvil y teclee lo más rápido que pude.

- Buenos días, Kag, ¿Cómo te encuentras? ¿Pudiste dormir bien anoche?

Lo dejé sobre la mesa, rogando internamente que su respuesta tardara en llegar y, de esa forma, estaría seguro de que habría podido conciliar el sueño, algo que le costaba demasiado estos últimos meses. Lamentablemente, su respuesta llegó de inmediato, provocando que mi pecho se apretara un poco.

- Buenos días, Inuyasha, estoy bien, espero que tengas un buen día.

- No dormiste nada, ¿verdad?

No volvió a responderme y supe que, efectivamente, estaba en lo correcto.

Maldición... ¿Cómo puedo ayudarla?

Me senté, soltando un suspiro de frustración, la misma que me estaba consumiendo el último año y medio. Permanecí a su lado en todo momento desde aquella tarde en la que la tragedia se presentó frente a nosotros, arrebatándonos todo lo bueno que teníamos, los sueños, las esperanzas, nuestra paz mental, nuestra pareja, nuestra familia. Sin embargo, ¿ese había sido el motivo definitivo de nuestra ruptura? No, sólo fue el comienzo, ya que, desde ese momento, todo se vino en picada, los días se volvieron grises, nuestras peleas aumentaron y, aunque se que su dolor supera con creces el mío, la convivencia bajo el mismo techo se volvió insostenible.

¿Deje de amarla? Sería incapaz de hacerlo... como le dije a Miroku en aquel momento, es con ella o no es, pero... en este instante, la vida no me aseguraba nada y eso significaba que cualquier cosa podía pasar en este camino incierto que habíamos comenzado a transitar, uno en el que ambos estábamos sin el otro.

- ¡Inuyasha! - la voz de mi madre me sacó de mis pensamientos. - ¡El desayuno!

Me vestí y salí de la habitación rumbo a la cocina, en donde me senté frente a mi padre, quién se mantenía leyendo el periódico.

- Buenos días, hijo. - la sonrisa de mi madre era lo único que agradecía ver día a día. - ¿Cómo te encuentras?

- Bien, madre. - respondí, tomando mi taza de café.

El silencio reinó en el aire los suficientes segundos como para darme cuenta de lo que Izayoi deseaba saber, pero no se animaba a preguntar.

- Ella esta bien. - pronuncié sin más. - Recién hablamos.

- ¿Cuánto tiempo más piensas seguir así? - la pregunta de mi padre me tomó por sorpresa. - No puedes vivir el resto de tu vida fingiendo que las cosas van a solucionarse solas.

- Querido, no es tan sencillo. - por suerte, mi madre era más comprensiva con la situación. - Kagome lleva un gran dolor consigo.

- ¿Tengo que recordarte todo lo que vivió con los engendros que la secuestraron? - mi tono se volvió duro. - ¿Tienes idea de cuanto tiempo le llevó superar el miedo de volver a caer en sus manos?

- Eso sin contar que ese otro hombre jamás fue encontrado. - suspiró. - Por fortuna no ha vuelto a presentarse, pero aún así, puedo asegurarte que su fantasma todavía ronda su mente. - hizo una pausa, dudando de si continuar o no. - Y... no importa cuanto tiempo tenía cuando perdió a su hijo... ese dolor jamás desaparece, Taisho.

- No me refiero a eso. - pude notar la tristeza en los ojos de mi padre. - Quiero decir que... ellos se aman, deberían continuar este camino juntos.

- Padre. - mi voz estaba a punto de quebrarse. - Lo intenté... créeme que hice todo lo que estaba a mi alcance. - mis ojos comenzaron a humedecerse, mientras muchos recuerdos atravesaban mi mente.

Inicio del flashback.

Me desperté y, a juzgar por la iluminación de la habitación, supe que aún era de noche. Voltee, buscándola, sin embargo, no estaba. Me puse de pie inmediatamente y salí, temeroso de que hubiese sido capaz de hacer cualquier cosa, incluso atentar contra su propia seguridad.

Nuestra casa era pequeña, por ende, no había muchos lugares en donde podía estar. Caminé por el pequeño pasillo, hasta llegar a la sala, en donde la encontré sentada al frente del sofá, abrazando sus piernas mientras sus dientes estaban clavados sobre sus rodillas, ahogando todos los sollozos que profesaba.

- Kag... - murmuré.

- Perdón. - respondió sin mirarme. - No quise despertarte.

- ¿Qué dices? - me senté a su lado, rodeándola inmediatamente con mis brazos, mientras su rostro buscaba esconderse en mi pecho. - ¿Crees que podrías molestarme?

- A veces... prefiero llorar sola.

- No quiero que lo hagas. - apreté el agarre sobre su cuerpo. - Yo estoy a tu lado, mi amor... no tienes que pasar esto sola.

- Tú también estas sufriendo, Inuyasha.

- Si, pero... cuando estoy contigo... todo duele menos.

- Amor... - murmuró, alejándose y besando su mejilla, mientras las lágrimas recorrían las suyas. - No se que haría sin ti.

- No lo pienses... nunca te dejaré... no importa lo que pase.

Fin del flashback.

Y ahora nos encontrábamos en esta situación de mierda, una en la que me remordía los labios, aguantando las ganas de ir a buscarla y regresar a sus brazos.

Me puse de pie sin decir una palabra y tomé las llaves de mi auto, dispuesto a salir a despejar mi mente o eso fue de lo que traté de convencerme. Manejé por las calles repletas de personas, las cuales iban en todas direcciones y, antes de darme cuenta, pasé frente a nuestra casa, la misma que estaba repleta de recuerdos y momentos hermosos. Pensé en detenerme, sin embargo, el hecho de hacerlo solo complicaría más las cosas, por lo que decidí seguir.

No puede ser...

Unos metros más adelante logré divisarla entre las personas. Estabas de espalda a mi, pero eso no impidió que no pudiese reconocerla y es que la manera en la que se desplazaba sobre la acera... tan bella y sensual, simplemente era perfecta. No pude aguantarme, por lo que me estacioné a unos metros.

- ¡Kagome! - grité, esperando que me oyera.

- ¿Inuyasha? - mi corazón se detuvo en el mismo momento en que sus ojos castaños se encontraron con los míos e, inevitablemente, una sonrisa se formó en nuestros labios.

Mi amor...