- ¿Qué estas haciendo aquí? - preguntó, completamente anonadada, mientras él se acercaba, sin perder la sonrisa.
- Bueno, creo que debería decirte que te encontré de casualidad, pero... la realidad sería que, inconscientemente, vine aquí.
- ¿Inconscientemente?
- Salí a despejarme un momento y bueno... vine hasta aquí.
- Pero... ¿Querías verme?
- ¿Cómo te encuentras? - omitió su pregunta, sin embargo, su mirada le dio la respuesta que esperaba.
- Bueno... - sonrió levemente. - Estaba camino al trabajo, pero...
- No me mientas. - interrumpió, pasando la yema de su dedo debajo de sus ojos. - Tal vez puedas ocultarlas de todos, menos de mi.
- Lo se. - desvió su mirada. - Yo... ya tengo que irme o perderé el tren.
- Pues... - miró por sobre su hombro. - Creo que también te extraña.
También.
Su sonrisa se amplió ante aquella imperceptible palabra que había pronunciado de manera espontanea, sin siquiera darse cuenta.
- Bueno... supongo que extraña a su piloto favorita.
La risa de él resonó en su interior, llenando de calidez su corazón y, al mismo tiempo, haciéndole saber lo mucho que había extrañado escucharla.
- Sin dudas, eras su consentida. - comenzaron a caminar en dirección del auto. - Al menos contigo nunca se rompió.
- Eso sucede porque siempre supe revisarlo antes de usarlo. - le sacó la lengua, al igual que en los viejos tiempos, mientras ambos ingresaban.
Cerró la puerta, se colocó el cinturón y se quedó mirando fijamente hacia el frente, con su corazón latiendo a mil por segundo.
- ¿Estas bien? - preguntó él, mientras encendía el motor.
Realmente estoy sentada en el mismo auto que compartimos durante tanto tiempo, pero...
- Si... si, lo estoy. - desvió su mirada hacia la ventanilla, intentando disimular sus ganas de llorar.
- ¿Cómo has estado estos días? - preguntó, sintiendo las manos temblar sobre el volante. - Nunca respondes mis mensajes luego de los buenos días.
- Bueno... se supone que así debe ser, es decir, ya... ya no somos pareja. - suspiró. - Bien... un poco solitaria, la casa se volvió grande de repente.
- Comprendo. - su pecho se apretó ante sus palabras. - Supongo que mi ausencia se ha hecho notar. - trató de sonar gracioso, pero la realidad fue otra.
- Así es... sobre todo en el orden. - miró al frente. - Ahora cada cosa esta en su lugar... y a veces me abruma.
- Kag...
- ¿Qué hay de ti? - lo interrumpió, tratando de controlar sus emociones. - ¿Cómo están Toga e Izayoi?
- No puedo mentirte. - sonrió. - Vivir con mis padres es una pesadilla... a veces siento que he vuelto a ser un adolescente al escuchar los regaños de mi madre.
- Inuyasha, si quieres podemos vend...
- Ni lo menciones. - su expresión se tornó seria. - Ambos trabajamos mucho por esa casa y no pienso entregársela a alguien más. - la miró. - Es tu hogar, Kagome.
Nuestro hogar... se suponía que esa casa iba a ser... de nuestra familia.
Apretó las manos sobre sus rodillas, al mismo tiempo en que los recuerdos invadían su mente.
Inicio del flashback.
- Ya... ¿por qué haces esto? - se quejó, mientras él la guiaba por la acera.
- Tú sólo dime si es demasiado para ti.
- Lo seria si no hubiese ido a terapia, amor.
Luego de los sucesos con Kirinmaru y compañía, comencé a sentir un terror absoluto hacia la oscuridad, sobre todo si ésta iba acompañada con la idea de cubrir mis ojos. Cada contacto que interrumpiera mi visión, me llevaba a aquella noche en la que, por un momento, pensé que iba a morir.
- Listo, aquí estamos. - la tomó de los brazos, provocando que girara en una determinada posición. - No abras tus ojos, ¿bien?
- Bien... - sonrió, mientras él comenzaba a quitar los nudos de su venda. - ¿Qué habrás hecho esta vez?
A través de sus pasos, pudo notar que se había vuelto a posicionar frente a ella.
- Puedes mirar.
Abrió sus ojos, encontrándose con el brillo intenso de sus dorados, lo cuál provocó que su sonrisa se ampliara.
- ¿Tú eres la sorpresa?
- Se que soy genial, pero no... no soy yo. - se hizo a un lado, dejando ver el lugar del que ella se había enamorado.
- Inuyasha... - murmuró.
Frente a sus ojos se elevaba aquella pequeña casa, la cuál se situaba en un barrio modesto pero tranquilo, demasiado a pesar de estar a unas calles del centro de la ciudad. La delgada puerta de madera contrarrestaba con el color nude de sus paredes, ni hablar del gran ventanal que se erguía a su lado. A su derecha, la puerta del garaje, en color blanco, generaba una armonía perfecta y simple.
- Mañana debemos ir a firmar los papeles. - elevó el móvil, mostrándole los mensajes del agente inmobiliario.
Cubrió su mano con su boca, mientras sus ojos se humedecían.
- Amor...
- Es nuestra, Kag... es nuestra casa.
- Yo... no se que decir. - lo abrazó, apretando fuertemente su cuerpo, mientras él la rodeaba por su cintura.
- Amo verte feliz, mi pequeña.
Fin del flashback.
- Oye...
- ¿Qué? - lo miró, regresando a la realidad.
- Te quedaste muda de repente.
- Oh... claro, bueno... es que... - tragó saliva, volviendo a desviar su mirada hacia la ventanilla.
- Relájate. - unió su dedo anular con el suyo, elevando su mano.
- Inuyasha... - murmuró, cerrando sus ojos, mientras las lágrimas comenzaban a escaparse, a sabiendas de lo que significaba ese gesto.
Inicio del flashback.
- Respira... sólo... respira. - pronunció, abrazándola con fuerza, mientras el agua de la ducha los empapaba a ambos.
- No puedo más... - sentía que el aire se rehusaba a ingresar a sus pulmones, provocando aquel chillido ensordecedor para sus tímpanos. - Inuyasha... no puedo...
- Si que puedes. - murmuró. - Estoy contigo Kag... sólo es un ataque de ansiedad... no hay peligro, ¿si?
Ella asintió. Los segundos pasaban y la fría aguan continuaba azotando sus cuerpos, los cuales estaban cubiertos por sus uniformes de trabajo.
- Perdón... - susurró, mientras su cuerpo temblaba sin parar.
- Nunca te disculpes por esto. - respondió en el mismo tono, mientras acariciaba su cuerpo.
Alrededor de 10 minutos después, un suspiro abandonó los labios de la morena, al mismo tiempo en que su cuerpo se relajaba completamente y su mirada se encontraba con la mirada dorada de su amado.
- Lo siento.
Él beso sus labios suavemente, mientras el manto de agua continuaba envolviéndolos. Llevó su mano izquierda, particularmente el dedo anular izquierdo, envolviendo el de ella, uniendo los tatuajes que ambos se habían realizado en honor a su pequeño ángel.
- Siempre estaremos juntos, los tres... somos una familia.
Fin del flashback.
- No lo hagas... ya no somos...
- Siempre lo seremos, Kag... lamento no poder tomarte con esta mano. - respondió, sin dejar de observar el camino. - ¿Has pensado en regresar a terapia?
- No es necesario... me siento mejor. - mintió.
- Kag... - la miró, suplicando con la mirada.
- No crees esto. - apartó su mano. - O terminaremos discutiendo como los últimos años, es lo que menos deseo luego de no verte en un mes.
- Comprendo, pero quiero que sepas, que lo necesitas... - regreso su vista a la carretera. - Tu mirada pide a gritos ayuda, ¿por qué no logras escucharte?
- Ya no sigas, por favor.
Un suspiro de frustración abandonó sus labios, por lo que, el resto del viaje, se desarrolló en silencio. Momentos después, llegaron al hospital, en donde ella se quedó observando la entrada.
- ¿Estas bien?
- Si. - lo miró y no pudo evitar sonreír. - Gracias por traerme.
- No tienes que agradecerme. - le devolvió la sonrisa. - Oye... - aclaró su garganta. - Hace mucho que no hablamos... es mi noche libre...
- Lo siento, pero iré a la casa de Rin esta noche. - desvió su mirada, sorprendida y sonrojada por lo que, sabia, él estaba por preguntar. - Al parecer, tu hermano...
- Keh... Sesshomaru es un idiota, al parecer, el haber terminado su relación con Kagura, por el mismo motivo, no le alcanzó para comprender lo que hacia mal.
- Lo se... Rin esta embarazada, no es fácil para ella.
- Me imagino que no. - el silencio reinó durante unos segundos. - Supongo que deberé invitar a Miroku, ¿sabes que él y Sango...?
- Si, ella me lo contó. - suspiró. - Kikyo y Naraku también tienen problemas.
- Vaya... que ironía... ninguno de nosotros esta pasando por un buen momento.
- Tú lo dijiste, son momentos. - se desprendió el cinturón y descendió. - Muchas gracias de nuevo... que tengas un buen día.
Le sonrió y, posteriormente, cerró la puerta del carro.
Maldición, no puedo...
Descendió y corrió tras ella sin pensarlo dos veces.
- ¡Kagome! - gritó, mientras ella volteaba.
- ¿Qué sucede? - sin responder, la abrazó, aferrándose fuertemente a su cuerpo, al mismo tiempo en que apretaba sus ojos cerrados. - Inuyasha. - comenzó a llorar, mientras correspondía su abrazo.
- Te extraño mucho, amor. - murmuró y se alejó, observándola con detenimiento. - Volviste a usar el collar.
- ¿Recién te diste cuenta? - sonrió.
- No iba a decirte nada...
Permanecieron mirándose a los ojos unos segundos, mientras las lágrimas de ella seguían recorriendo sus mejillas. Dudó un momento, pero aquel deseo le ganó, por lo que, en un rápido movimiento, tomó su cintura y besó sus labios, los mismos que había extrañado durante el último mes.
Extra: Tiempos turbulentos.
- ¡Mamá! - gritó Kin, mientras Gyn le lanzaba uno de los bloquecitos con los que estaba jugando.
- Niñas. - suspiró, mientras terminaba de preparar el desayuno.
Los llantos rápidamente fueron en aumento y, antes de que pudiese notarlo, una se encontraba sobre la otra, en una pequeña lucha por vaya a saber que motivo.
- ¡Suficiente! - gritó, saliendo se la cocina y tomando a Gyn, la colocó al otro lado de su tapete de juegos. - Tú juegas ahí y tú, Kin, quédate ahí, ¡no quiero volver a oírlas pelear!
- Sango, ¿no te parece demasiado temprano para gritar? - pronunció, ingresando a la sala.
- ¿Quiere jugar con ellas mientras hago el desayuno? No puedo estar en dos lugares a la vez.
- Lo siento, Sanguito, pero sólo tomaré un café rápido y me iré, traigo prisa.
- Su primera clase, en la universidad, comienza a las 9. - arqueó una ceja.
- Lo se, lo se, pero... ya sabes, el tiempo, la preparación, ¿sabes que? lo mejor sería que desayunara de camino... lamento no poder quedarme más. - tomó su bolso. - Nos veremos al rato, adiós niñas.
Pronunció sin más, al mismo tiempo en que cerraba la puerta y ella se quedaba observándolo.
- Descuide... después de todo, nunca está presente. - suspiró, tragándose sus lágrimas y regresando a la cocina.
Se sentía sola y agotada, después de todo, el hecho de tener que ocuparse de las necesidades de las gemelas, sin ayuda, mantener su casa en orden y tratar de ser buena esposa/madre, la consumía día a día.
Esta no es la vida que imaginaba.
Pensó, volteando y observando a las niñas, quienes se encontraban armando pequeñas construcciones, completamente concentradas.
Pero vale la pena por ellas.
Sonrió y, mientras esperaba que el té estuviera listo, tomó su móvil y le envió un mensaje a su mejor amiga.
- Buenos días, Kag, espero no molestarte en este momento, pero... me siento sola. - borró aquella última frase. - Pero... quiero verte, si tienes tiempo, quisiera invitarte a tomar el té en casa.
El sonido de la tetera provocó que enviara el mensaje con rapidez y la tomara, vertiendo un poco en los vasos de las gemelas y uno en su taza.
- Niñas, a sus lugares, el desayuno está listo...
Extra: Noticias.
Se encontraba parada en el mirador de la plaza Rosa dels Vents, España, al mismo tiempo en que la fresca brisa, producto de la llegada del otoño, mecía su lacio y largo cabello negro. Sus ojos castaños perdidos en la inmensidad del mar, el cual se elevaba frente a ella, ocultaba muy bien el desastre emocional que llevaba por dentro.
- Hay riesgo... - murmuró, mientras el recuerdo de la visita a su doctor, pasaba por su mente.
Inicio del flashback.
- Lo siento mucho, señorita Kikyo. - pronunció, con un dejo de tristeza en su voz.
- No tiene que tenerme lástima. - sonrió, mientras observaba el resultado de los análisis. - Con que es esto...
- Si, al parecer, esa alteración en su sangre es la causante de que no pueda concebir.
¿Será por esa maldita sangre dayokai?
Pensó, sin emitir una sola palabra al respecto.
- Entonces... nunca podré tener hijos. - sus ojos comenzaron a humedecerse.
- Yo no lo sentenciaría de esa manera. - aquellas palabras provocaron que lo observara, visiblemente sorprendida. - Posibilidades hay... pero... es un proceso riesgoso y...
- Comprendo. - dobló los resultados y los guardó en su bolso. - Si logro quedar embarazada, mi vida y la del bebé estarán en riesgo.
- Exactamente.
Desvió su mirada, reservándose su opinión.
- Muchas gracias, Gregorio. - sonrió. - Me voy... esta noche debo regresar a la guardia.
- ¿Segura que estas bien, Kikyo?
- No te preocupes, lo estaré.
Fin del flashback.
Mi sangre dayokai... esa maldita mierda que no pedí... es lo último que me une al bastardo de Magatsuhi y, aún así, sigue fastidiándome la vida.
- Kikyo. - volteó, encontrándose con los ojos rojos de su futuro esposo. - Hola.
- Naraku. - sonrió, apoyando su cabeza sobre su hombro, mientras él se posicionaba a su lado, observando las pequeñas olas danzar.
- ¿Cómo te fue con el doctor?
- Al parecer, ya tenemos las respuestas.
- ¿Algo que bueno que decir? - ella meneó la cabeza. - Entonces podemos hablarlo al regresar a casa.
- Naraku. - intervino, desviando el tema. - ¿Qué opinas... de regresar a Tokio?
Sus miradas se encontraron, observándose en un pequeño silencio, uno que a ella la ponía más nerviosa de lo usual.
