Se quedó observándola mientras se perdía detrás de la gran puerta giratoria. Por un momento tuvo la esperanza de que voltearía y le regalaría una hermosa sonrisa, sin embargo, no sucedió. Suspiró y regresó a su auto, en donde reclinó la cabeza sobre el asiento.
Ven conmigo esta noche...
- No debí haber dicho eso. - murmuró. - Mucho menos después de que es la primera vez que nos vemos en un mes.
Pero... no puedo soportar estar lejos de ella.
Meneó su cabeza, tratando de quitarse de encima el deseo de ir a buscarla, aunque eso no logro borrar su sonrisa, la misma que había surgido ante los recuerdos de la calidez de sus labios sobre los de ella. Tomó su movil y marcó el número de su mejor amigo.
- Miroku.
- Buenos días, coqueto, ¿Cómo te encuentras?
- ¿Qué estas haciendo?
- Estoy camino a la universidad, tengo clases a las 9
- Pero... ¿no es demasiado temprano para eso?
- Tal vez, pero... necesitaba estar solo.
- ¿Otra vez con eso? - arqueó una ceja.
- Tú no entiendes, Inuyasha...
- Bien, ¿estas libre esta noche? quiero salir a tomar unos tragos.
- Por supuesto, mi querido cabecita blanca.
- Pero, ¿Sango estará de acuerdo? No quiero que ella se moleste.
- No te preocupes por ella, yo me encargaré.
- Bien... sólo avísame si ella te asesina antes.
- Descuida, me encargaré de que mi fantasma vaya a visitarte, tenlo por seguro.
Soltó una pequeña risa antes de cortar. Puso en marcha el auto y salió, no sin darse cuenta de que ya se le estaba haciendo tarde.
Estacionó frente al pequeño edificio y descendió, adentrándose en aquella acogedora sala, donde la misma secretaria lo estaba esperando.
- Buenos días, Inuyasha.
- Buenos días, Kinori.
- La señora Urasue lo llamará en un momento, le indicaré que está aquí.
- Gracias. - asintió, al mismo tiempo en que colocaba sus manos en los bolsillos de su pantalon y caminaba por el pequeño espacio, observando con tranquilidad aquellas paredes rosa pastel, adornadas con pequeños cuadros de diferentes diplomas y certificados.
Un par de minutos después, la señora Urasue, una mujer entrada en años, abrió la puerta de su consultorio y pronunció su nombre. Sonrió, mientras ingresaba a aquel nuevo y acogedor lugar, en donde tomó asiento en aquel sofá negro, mientras ella se sentaba frente a él.
- Buenos días, Inuyasha. - tomó su pequeño tabloide con sus notas. - ¿Cómo te encuentras hoy?
- Buenos días, señora. - suspiró. - Iba a decir que bien, pero... la realidad es que, en este momento, siento una marea de sensaciones.
- De acuerdo, es nuestra tercera sesión, ya hablamos sobre tu familia y, muy amenamente, de tu ex novia y bueno, lo que sucedió... ¿crees que estés listo para profundizar en ello?
- ¿En Kagome? - ella asintió. - Bueno... si, creo que estoy listo para hablar sobre ella.
- ¿Quieres comenzar tú o prefieres que te pregunte?
- No... no, esta bien. - sonrió. - Kagome... ella... ella es la primera mujer que me interesó luego de la separación de mi primera novia y, la manera inusual en la que nos conocimos, me hizo darme cuenta de no sería una más, para nada...
Comenzó a relatarle todo lo vivido, desde aquella mañana en el tren, en donde su aroma había sido el causante de que se encontrara envuelto en el deseo de saber más sobre aquella desconocida que, en poco tiempo, se volvió lo más importante de su vida, hasta aquella otra mañana, transcurrida con un mes de anterioridad, en la que abandonó la casa.
- ¿Cuanto tiempo estuvieron juntos?
- En unos meses cumpliriamos 10 años.
- Vaya. - sonrió. - Eso es mucho tiempo.
- Si... - le devolvió una triste sonrisa. - Desearía... que estuvieramos juntos ese día.
- ¿Cómo te sentiste durante el tiempo que viviste con ella?
- Puedo asegurarle con toda seguridad, señora Urasue, que fui el hombre más feliz del mundo, hasta que... bueno. - hizo una pausa. - Perdimos a nuestro hijo. - sus ojos se humedecieron en ese instante.
- Si no estas listo para hablar sobre ese suceso en particular, puedes continuar hablando de, ¿Kagome? - asintió. - Puedes comentarme sobre la mejor o peor etapa de tu relación, como lo prefieras.
- La mejor. - sonrió. - Ella era una mujer tan llena de luz y energía... sonreía desde el amanecer hasta el atardecer, aún después de todo lo que tuvo que vivir...
- Un momento ahí, me dijiste que había sufrido un secuesto y posterior abuso, ¿verdad? - nuevamente asintió. - Antes de que continues, quiero que me digas, ¿cómo fue aquel proceso?
- Muy duro... ella comenzó a sufrir de ataques de pánico en cualquier momento del día o la noche... además de una especie de paranoia, miedo a que ese bastardo volviera y se la llevara. No quería estar sola, si yo no podía llevarla al trabajo, ella buscaba la manera de irse con alguien de confianza, de lo contrario, mantenerse en contacto conmigo hasta llegar a un lugar seguro. - suspiró. - Durante casi dos años no pudo volver a dormir con la luz apagada... todo le recordaba a... eso.
- Sin embargo, pudieron sortearlo.
- Ella fue a terapia por tres años y, por suerte, logró superar aquel trauma.
- ¿Y tú como lo viviste? asumo que no debió ser sencillo...
- No, no lo fue... de hecho, muchas de esas noches en las que ella conciliaba el sueño en mis brazos, solía quedarme despierto una hora más, contemplándola, mientras lloraba... lloraba en silencio, rezando para que volviera a brillar.
- ¿Tú no sufriste de esos episodios? - meneó la cabeza. - Déjame decirte que eso es algo inusual, es decir, cualquier persona que pase por una situación similar, es propensa a tener episodios de ansiedad o estrés post traumático.
- Supongo que me concentré demasiado en ser su pilar.
- ¿Sientes que te guardaste demasiadas cosas en ese momento?
- Bueno... no lo se, es decir, trataba de que mis problemas se mantuvieran lejos de Kag. Si en algún momento me sentía mal o triste, iba a lo de mis padres o hablaba con mi mejor amigo.
- Bien, digamos que podías canalizar tus emociones, independientemente de con quien. - asintió. - Tal vez fue eso lo que logró salvarte de una situación más compleja, siempre ten presente que el guardar nuestras emociones negativas sólo genera problemas.
- Lo se...
Lo veo en Kagome hasta el día de hoy.
- Continuemos, ¿Cómo fueron sus vidas cuando ella superó aquella etapa?
- Cómo le dije... fue maravillosa. - su sonrisa se amplió, al mismo tiempo que una pequeña risa abandonaba sus labios. - De hecho... nos divertíamos mucho, una vez...
Inicio del flashback.
- Voy a matarte. - se quejó, mientras aspiraba una gran bocanada de aire.
- Por favor. - la miró por sobre su hombro. - No me digas que eres tan débil.
- ¡No me dijiste que escalaríamos hasta la cima!
- Sabía que no querrías... ¿quieres que te cargue?
- ¿Te crees tan fuerte? - arqueó una ceja. - Bien, sólo porque tú te lo buscaste.
Él se puso de cuclillas, mientras ella se subía a su espalda y continuaban su viaje. Momentos después, pudo notar como la velocidad del peliplata descendía.
- Ya no es tan fácil, ¿verdad Taisho?
- ¿Me desafías? - la miró por sobre su hombro, sin perder la sonrisa.
Antes de que pudiese responder, comenzó a subir la parte más empinada de la montaña, corriendo de manera veloz, mientras ella se aferraba, temerosa de aquella sensación de caída que se había apoderado de su pecho.
- ¡¿Qué haces?! - gritó.
- Shhh, sólo disfruta.
- ¡Vamos a caernos!
- Si, claro... - aumentó su velocidad.
- ¡Maldigo a tu sangre dayokai, que te da más fuerza de la normal!
Su risa resonó en el lugar, al mismo tiempo en que llegaban a la cima y la descendía.
- ¿Mejor?
- Cállate.
- Eres una cobarde.
- ¡Te dije...! - elevó su dedo índice.
- Mira. - la tomó de la mano, girándola al frente.
- Vaya... - murmuró, abriendo sus ojos de par en par. - Es hermoso... - su mirada estaba fija en las nubes que se encontraban por debajo.
- ¿Valió la pena?
- Si, bueno... es hermoso.
- No tanto como tú. - murmuró, besando su mejilla.
- Inuyasha. - una pequeña risa abandonó sus labios ante aquella caricia.
Fin del flashback.
- Hicimos muchos viajes como ese y... en todos siempre quedaba alguna anécdota divertida para contarles a nuestros amigos o familia...
- A juzgar por tu sonrisa y el brillo en tus ojos, puedo notar lo mucho que disfrutabas de su compañía. - Urasue también sonrió. - Pero... no me has mencionado nada sobre casamiento, a pesar de que estuvieron juntos tantos años ¿nunca hablaron de ello?
- Si, de hecho, estaba en nuestros planes... el casarnos en algún momento.
- ¿Y por qué no lo hicieron?
- Seré honesto. - suspiró. - Todos los años lo pensaba y todos los años lo posponía... no había un motivo, simplemente... le dábamos prioridad a otras cosas, pero. - hizo una pausa. - Cuando supe que ella estaba embarazada, me decidí por fin y compré el anillo. - sonrió tristemente. - Iba a dáselo... la misma tarde en la que bueno... - miró su tatuaje. - En la que supimos que él ya no estaba.
- Inuyasha. - sus ojos se encontraron con los de la mujer, mientras trataba de no llorar. - Si en algún momento deseas hablar sobre eso, puedes hacerlo.
- Lo sé, gracias,
Pero... aún no estoy preparado.
Esa misma noche.
Ingresó a su casa, lanzando su mochila de trabajo a un costado, al mismo tiempo en que se dirigía a la cama y se zambullía en ella. Suspiró, tratando de desestrezarse, después de todo, su tarde en el trabajo había sido bastante pesada, al igual que su visita tanto a Sango como a Rin, ya que las dos mujeres se encontraban con los mismos ánimos que ella.
¿Es que acaso todos se pusieron de acuerdo para comportarse como unos idiotas?
- Inuyasha. - murmuró. - ¿Por qué tenías que aparecer tan repentinamente?
Ven conmigo esta noche...
- Basta... necesito olvidarme de todo esto de una vez.
Todo sería más sencillo si sólo aceptaras ir a terapia de una maldita vez.
Aquella voz, que ella había catalogado como la voz de la razón, estaba dando su opinión en el interior de su mente una vez más y, aunque ella sabía que estaba en lo correcto, por alguna causa desconocida, le estaba huyendo al tema.
Se despojó de su ropa e ingresó a la ducha, en donde decidió permanecer un rato debajo de aquella cortina de agua, la cual la ayudó a relajarse. Alrededor de media hora después, salió y se dirigió a su habitación, mientras su ondulado cabello aún goteaba y su cuerpo sólo estaba cubierto por su toalla. Ingresó y se sentó en la cama en el mismo momento en que su celular sonó.
- ¿Inuyasha? - se sorprendió.
¿Videollamada?
Atendió, encontrándose con sus ojos dorados y una amplia sonrisa.
- Inuyasha. - pronunció con aquel tono de sorpresa. - ¿Qué sucede?
- Vaya... - se mordió los labios al instante. - Buenas noches, Kag.
- ¿Qué... qué sucede? - preguntó, sonrojándose al instante.
- Yo... quería escucharte... verte, mejor dicho.
- Inuyasha... yo...
- Te extraño mucho, mi amor.
- Yo también, pero...
- ¿Y si volvemos a intentarlo? - pronunció sin más.
- ¿Qué? - murmuró, sorprendiéndose ampliamente con aquellas palabras.
- Yo... no puedo más, Kagome... te necesito a mi lado.
- Yo también Inuyasha. - sus ojos se llenaron de lágrimas. - No puedo estar más sin ti. - una sonrisa se formó en los labios del peliplata. - Ven conmigo... - sentenció, con la idea de no darle muchas vueltas al asunto.
- ¿Qué?
- Ven... a casa.
- ¿De... de verdad? Kagome, si esto no es una broma, en este instante estoy tomando las llaves del auto.
- Tómalas. - sonrió. - Quiero que estés aquí, conmigo...
Extra: Cumpleaños sorpresa.
El timbre sonó y la castaña se puso de pie de inmediato, a sabiendas de quién se trataba.
- ¡Kag! - sonrió, abrazándola fuertemente. - ¡Al fin vuelvo a verte!
- Rin. - sonrió, cerrando sus ojos. - Lamento haber estado tan ocupada. - se apartaron. - ¿Cómo te encuentras? - colocó su mano sobre su vientre. - Oye, pero esto es enorme. - rio. - ¿Segura que sólo será un bebé? es decir, es demasiado para que sólo sean 4 meses.
- La semana que viene iré a hacerme otra ecografía, allí sabremos su sexo y como van las cosas... ven, pasa.
Ambas se dirgieron a la lujosa cocina, en donde la morena se sentó, mientras la castaña comenzaba a preparar el café.
- ¿Estas sola?
- Si... bueno, Hanna está durmiendo, ella se levanta mucho antes que yo, por lo que le he pedido que comience a dormir más temprano, necesita reponer fuerzas.
- ¿Y Sesshomaru?
- Trabajando, supongo.
- ¿Supongo?
- Si. - suspiró. - No es el tipo de hombres que saldría con otras mujeres, eso lo se, pero... si es del tipo que se aisla demasiado.
- ¿Todavía no le has dicho como te sientes? - recibió la taza de café.
- No es tan sencillo. - suspiró, sentándose frente a ella. - Yo... tengo miedo de que esto sea el comienzo del fin.
- Rin, pero si lo planteas de esa manera...
- Me refiero a que no quiero que, una de las pocas veces que hablamos, se convierta en una pelea.
- Rin... estas esperando un hijo... si no se comunican, entonces, ¿Cómo se supone...?
- Kag. - la miró con ojos de súplica. - Por favor...
- Bien. - elevó sus manos. - Pero después no digas que no intenté ayudarte.
- Lo se. - sonrió. - En realidad, te pedí que vinieras por un motivo especial.
- ¿Qué sucede?
- Sabes que Sesshomaru cumplirá 40, este sábado.
- Si. - sonrió pícaramente. - ¿Acaso este aislamiento tendrá que ver con la crisis de la mediana edad?
- ¡Kag! - soltó una carcajada. - Eres terrible, en fin... le haré una fiesta sorpresa.
- ¿De verdad? Eso suena bien.
- Por supuesto que estas invitada, será en el Royal Place.
- ¿Ese no fue el mismo hotel en el que él y Bankotsu organizaron esa fiesta, aquella vez?
- Así es, pero... bueno, se convirtió en un lugar especial. - se sonrojó, a sabiendas de que aquel lugar se había convertido en uno de sus sitios favoritos, en aquellas noches de pasión, de sus primeros años de matrimonio. - ¿Iras?
- Bueno...
En aquel lugar se encuentra la habitación en la que Inuyasha y yo... nos conocimos un poco más, en esa extraña fiesta de compromiso, pero...
- Déjame pensarlo. - bebió un sorbo.
- Estas loca. - imitó su acción. - Como mi prima y futura madrina de mi bebé, te exijo que vayas.
La morena sonrió, mientras asentía, dando su respuesta final.
