Cortó la llamada y comenzó a temblar, ¿de verdad acababa de decir aquellas palabras? ¿de verdad le había pedido a Inuyasha que regresara a su lado?

- No puede ser. - murmuró, al mismo tiempo en que se ponía de pie y su respiración comenzaba a agitarse. - ¿Qué hago? ¿Qué debo ponerme? ¿Lo recibo así? ¡No! ¿Qué pensará si me ve de esta manera?

Pensará que quiero que...

Sus mejillas ardieron, mientras su risa resonaba en el lugar.

- ¿Qué me sucede? Es Inuyasha... estoy reaccionando peor que la primera vez que hablamos.

Recuerdo aquella vez... la pequeña punzada en mi pecho cuando pronunció mi nombre, mientras esperaba que la clase de Sota finalizara, sin embargo, por alguna razón, esto se siente mil veces peor, es decir, parece que mi corazón va a salirse de mi pecho.

- ¿Qué pasará mañana cuando despertemos? - miró la cama. - ¿Seguiremos presos de este deseo o nos ganará el raciocinio y continuaremos separados? - suspiró, llevando sus manos a sus cienes. - ¿Y si esta es nuestra última noche juntos?

Sobre piensas demasiado las cosas.

Aquella voz resonó nuevamente en su mente.

- Lo se, pero... tengo miedo.

La ansiedad potencia tus miedos, haces un mar de un vaso de agua...

- Dios, ¿por qué tiene que ser tan difícil? - volvió a suspirar. - Bien, estoy hablando sola, definitivamente me estoy volviendo loca.

No, sólo necesitas ayuda para controlar todo esto.

Antes de que pudiese decir algo, el timbre de la casa sonó, dejándola inmóvil.

- ¡¿Qué?! - miró su celular. - ¡¿De verdad perdí tanto tiempo?! - miró la hora en su móvil, notando que llevaba alrededor de 20 minutos dándole vueltas al asunto. - ¡Ni siquiera me cambié!

El sonido insistente de aquella melodía provocó que corriera a la entrada, resignándose a que ya no tenía tiempo de cambiarse.

Abrió la puerta, encontrándose con el dorado de sus ojos, los cuáles la observaban con aquella gran intensidad, la misma que profesaba desde aquellos días en donde sólo eran una pareja primeriza.

- Inuyasha. - murmuró. - Yo... - miró su toalla. - Lamento recibirte de esta manera...

Antes de que pudiese continuar, los brazos del peliplata la envolvieron, dejándola sin aliento.

- No tienes idea... de lo mucho que te extrañé, pequeña.

Sus ojos castaños se llenaron de lágrimas al instante, mientras replicaba aquella acción, encerrando su torso con sus brazos.

- Yo también... - murmuró. - Te extrañé mucho... me... me sentí muy sola estos días.

- Perdóname... no debí irme.

- No. - se apartó. - Si no hubieras tomado esa decisión, las cosas hubieran empeorados.

No quiero que lleguemos a odiarnos.

- Yo... yo tampoco quería que llegáramos a odiarnos.

- De igual manera... siento que te abandoné.

- Hiciste lo mejor para los dos, Inuyasha. - sonrió, acariciando su mejilla. - Y te agradezco por eso.

- Kagome. - sus lágrimas habían comenzado a rodar por sus mejillas también.

Sostuvo su rostro con ambas manos, mientras apoyaba sus labios sobre los labios de ella. Aquel beso estaba cargado de añoranza, miedos e ilusiones, sus bocas danzaban suavemente en una marea de incertidumbre cuyo final era claro, sin embargo, el camino era imposible de descifrar.

Él colocó su mano en la unión de su cintura y su cadera, provocando que los bellos de sus brazos se erizaran.

- ¿Estas bien? - murmuró, mirándola fijamente sus ojos.

- Si... - respondió en el mismo tono. - ¿Hace cuanto... no me tocabas de esa manera?

- Más tiempo del que debió pasar.

Su mano descendió hasta la parte superior de su muslo, elevando un poco su toalla.

- Inuyasha. - chocó su frente contra su hombro.

- Tu piel... es tan suave... - la palma de su mano comenzó a recorrer el camino de su piel desnuda, desde sus muslos, pasando por sus brazos y finalizando en sus hombros. - Me encanta.

Ella se apartó un poco, tomando la parte inferior de su playera negra, al mismo tiempo en que él elevaba sus brazos, facilitándole el que ella se la quitara. Sus ojos castaños emitieron un intenso brillo al volver a ver aquel torso desnudo y el deseo de pasar la yema de sus dedos por el, no fue reprimido.

Él la observaba fijamente, sintiendo como su cuerpo reaccionaba favorablemente a sus caricias, deseando ir y sentir más allá. Colocó sus manos en su espalda, descendiendo su contacto hacía la altura de su trasero, el cuál sostuvo con firmeza, arrancándole un suspiro.

Sus labios se posaron sobre su cuello, dejando un intenso beso, el cual provoco que ella clavara sus uñas en su espalda desnuda. Mientras su boca tomaba como prisionera aquella zona, llevó sus manos hacia la parte externa de uno de sus muslos, elevándolo. Ella comprendió la señal y, de un pequeño salto, en envolvió su pelvis con su cuerpo.

- ¿Estas seguro de esto? - preguntó, mientras él comenzaba a caminar hacia la habitación.

- Jamás lo dude.

Llegaron a su objetivo y él la alojó sobre la cama, contemplando su cuerpo semidesnudo, el cuál se veía adornado por su largo cabello azabache, que aún seguía mojado.

- Perfecta. - susurró, mientras ella sonreía.

Sin esperar más, abrió la toalla, liberando completamente su desnudez, mientras mordía su labio inferior. Observó la anatomía femenina en todo su esplendor, la misma que había observado y poseído durante los últimos 9 años y medio, sin embargo, esta vez se sentía diferente, casi como la primera vez.

Si inclinó sobre ella, dejando estelas de besos que fueron desde su cuello hasta sus pechos, en donde se detuvo, besándolos con devoción.

- Inuyasha... - susurró, arqueando su espalda, mientras él se sumergía en una danza embriagante entre su lengua y la piel sensible de ella.

Con sus manos abrió sus piernas, continuando su camino hacia su intimidad, en donde una pequeña lamida entre sus pliegues, bastó para llevarla al borde de la locura.

- Tan deliciosa como te recuerdo. - sonrió.

- Inu... - un gemido abandonó sus labios, mientras él la besaba con suavidad, deleitándose con su humedad.

Ella apretó las sábanas con ambas manos, elevando sutilmente su cuerpo. anunciando que su liberación se aproximaba, por lo que él se detuvo y ascendió nuevamente, esta vez, dejando pequeños besos en sus piernas, pasando por su vientre, en donde estuvo a punto de detenerse, temeroso de la reacción de ella, sin embargo, al no notar nada, continuó, llegando a su boca.

- ¿Cómo te sientes? - murmuró, observándola directamente a los ojos.

- Yo... me encanta. - sonrió. - Pero... te necesito.

- ¿Qué? - sonrió ante sus palabras.

- Qué... te necesito.

- ¿Dónde?

- Inuyasha...

- Dilo...

- Te necesito... dentro de mi.

Sin más, llevó sus manos a su pantalón, desabotonándolo rápidamente. Tomó su miembro y lo posicionó en su entrada.

- ¿Me extrañaste, pequeña? - la intensidad de su mirada, provocaba que su pecho se apretara de ansias de volver a sentirlo.

- Cómo a nadie... - llevó sus manos a sus mejillas.

- Eres mía. - la seriedad en su tono de voz la sorprendió. - Nunca vas a dejar de ser mía.

- ¿Qué quieres decir?

- ¿Recuerdas lo que prometimos aquella noche?

Inicio del flashback.

Se elevó, besándola apasionadamente, mientras la tomaba en sus brazos, y la colocaba contra la pared, volteándola, elevando sus brazos y jalando su cabello con su mano derecha, provocando que su cabeza chocara con su hombro y, con su mano izquierda, acomodaba su pene en su entrada, rozándolo contra ella.

- Con una condición - gruñó contra su oído

- Dime - gimió.

- Qué seas sólo mía.

- Te escucho.

- Yo, debo ser el único que pueda besarte - mordió el lóbulo de su oreja - Yo, debo ser el único que pueda tocarte - masajeó sus pechos con su mano izquierda - Yo, debo ser el único que pueda penetrarte - introdujo la punta de su miembro, emanando un suspiro de deseo - Yo debo ser el único, que pueda provocar tus gemidos.

- Acepto tus condiciones, sólo si tú, aceptas las mías - volteó, colocando sus manos en su torso.

- ¿Ah si? - sonrió, arqueando una ceja - Te escucho, pequeña.

- Yo debo ser la única que pueda probar tus labios - se elevó un poco, mordiendo su labio inferior, mientras avanzaba y él retrocedía - Mis pechos deben ser los únicos que puedan entrar en contacto con tu torso - se pegó a su cuerpo, aumentando el deseo de él - Yo debo ser la única que pueda sentarse sobre ti - lo empujó, lanzándolo a la cama mientras se subía, comenzando un vaivén sobre el tronco de su miembro, mientras él mordía sus labios, pasando sus orbes dorados por su cuerpo desnudo y sus manos apretaban las sabanas - Sólo mi calor puede abrazarte.

Colocó sus manos sobre la cadera de ella, elevándola sutilmente y volviendo a penetrarla de una sola estocada, generando un leve grito de su parte.

Fin del flashback.

- Como olvidarlo...

- Tú eres mía sólo mía.

- Sólo si tu eres mío.

- ¿Tienes alguna duda?

La penetró sin más, arrancándole un gemido mientras él ahogaba un gruñido.

Inuyasha.

Se siente como un sueño, uno del que no me quiero despertar jamás. Comencé mi día con la sola idea de ir a terapia y regresar a continuar con la planificación de mis clases, sin embargo, el volver a verla puso mi mundo de cabeza.

¿Qué si imaginé volver a encontrarla y estar dentro de ella en este momento? ¡Para nada! Pero eso es lo hermoso de la vida, ¿no?

Sentir su humedad abrazándome nuevamente es algo que no puedo explicar con palabras, simplemente no existe ninguna que se adecue a lo que significa todo lo que siento. Sus gemidos mientras me adentro en ella, una y otra vez, sólo incrementan mi deseo de finalizar rápido, sólo para volver a comenzar a hacerla mía.

Si, porque ella es mía y de nadie más. Hace casi 10 años ambos nos prometimos eso y, hasta ahora, lo hemos cumplido a rajatabla y es que no podría... por más que lo intentara, se que no existe ni existirá alguien capaz de borrar sus caricias de mi piel o arrancar de mi pecho todo lo que ella me ha hecho sentir a lo largo de nuestra relación.

- Inuyasha... - mi nombre en sus labios se siente delicioso, lo que me lleva a aumentar el ritmo de mis estocadas.

- Kagome. - respondo en el mismo tono, mientras ella abre más sus piernas. - Eres... jodidamente perfecta.

- Mi amor... - aquel agudo gemido me llevó a morder su cuello, conteniendo mis ganas de terminar en ese momento. - Te extrañaba tanto.

- Pequeña... - me alejé un poco, deleitándome con el vaivén de sus pechos, los cuales danzaban al ritmo de mis penetraciones. - Dios, no puedo... - la tomé por las caderas, girándome con ella para dejarla sobre mi. - Te amo...

- Yo también te amo.

Instintivamente comenzó a saltar sobre mi, de la misma y hermosa manera en la que siempre lo hacía, llevándome al borde de la locura en cada movimiento.

Apreté mis dedos sobre la parte interna de sus muslos en el mismo momento en que ella llevó su cabeza hacia atrás y su deliciosa liberación me envolvió por completo.

- ¡Inuyasha!

Ahogué su grito en mis labios, elevándome y abrazándola con fuerza, mientras mi excitación se unía a ella, en los últimos alocados movimientos y posteriores espasmos de nuestros cuerpos.

El silencio reinó un momento, mientras nuestros labios reducían su intensidad, negándose a separarse.

- Te amo. - murmuró, aferrándose a mi espalda, como si sintiese miedo de que pudiese ponerme de pie en ese momento e irme. - Te amo demasiado.

- Kagome. - interrumpí el beso, fundiéndome al cien por ciento en aquel abrazo que mantenía unidas nuestras figuras desnudas. - Eres el amor de mi vida.

Pude sentir como el cuerpo de ella se distendió ante mis palabras y una sonrisa se formó en mis labios. Sin buscarlo, nos habíamos reencontrado y, esta vez, no la iba a dejar ir tan fácilmente.