La tensión se sentía en el auto mientras emprendían el camino al hotel, sin embargo, eso no impidió que las primas se mostraran risueñas, hablando sin parar en el asiento trasero del auto.
- Kikyo. - volvió a abrazarla. - Gracias al cielo que estas aquí.
- Lo mismo digo, Kag. - sonrió. - Ya quiero ponerme al día contigo.
- Te prometo que mañana, ni bien salga del trabajo, iré a buscarte para charlar, después de todo, hace más de dos años que no nos veíamos.
- Lo se... lamento mucho el no haber podido estar aquí cuando...
- Kikyo. - Inuyasha la miró por el retrovisor. - Este es el hotel, ¿verdad?
Ambas miraron a través de la ventanilla.
- Si... llegamos bastante rápido.
Los cuatro descendieron en la entrada y, nuevamente, las jóvenes se fundieron en un abrazo.
- Mañana tendremos más tiempo.
- Descuida, Kag. - se apartaron. - Nos escribiremos. - volteó hacia el peliplata. - Muchas gracias por traernos, Inuyasha.
- No tienen que agradecerlo, Kikyo... descansen.
Se despidieron, ingresando nuevamente al auto mientras ellos ascendían las escaleras del hotel y, nuevamente, el silencio fue el principal protagonista.
- ¿No vas a hablarme? - preguntó, con la vista fija en la carretera.
- No tengo nada para decirte.
- ¿Segura? Porque creo que es todo lo contrario.
- Y aún si así fuera, ¿Qué ganaría? - lo miró. - Sólo discutiriamos sin sentido... no vas a dejar de trabajar allí de todos modos.
- Oye, me sorrpendes. - sonrió. - Hace un mes me hubieses hecho un escándalo.
- Hace un mes no había tenido tanto tiempo de reflexionar.
Sobre todo cuando la csa se encontraba en absoluto silencio.
- Bien... entonces, ahora que tengo la misericordia de que no me regañes, supongo que puedo preguntarte si irás a la fiesta de Sesshomaru.
- ¿La fiesta de Sesshomaru?
- Si, por sus 40 años, ¿Rin no te lo dijo?
- Si, pero aún faltan días para ella...
- Kag, es mañana...
- ¡¿Qué?! ¡¿Mañana es viernes?!
- ¿No te diste cuenta? - la preocupación era evidente en su tono de voz.
- Bueno... - suspiró. - Ha sido una semana bastante intensa en el trabajo, además no he dormido bien y bueno... regresar contigo sin dudas era algo que no me esperaba.
- Lo dices como si fuese algo malo...
- Oye, yo no...
- Kag, es una broma.
- Eres un tonto. - sonrió.
Estacionó frente a la casa y ambos descendieron.
- ¿Quieres quedarte? - preguntó ella, apoyada frente a la puerta del auto, mientras él la rodeaba por la cintura.
- Quisiera, bonita, pero tengo que trabajar por la mañana. - apoyó su frente en la de ella.
- Claro, lo habia olviado. - lo empujó sutilmente. - Olvidé que tienes que ir a ver a tu amada. - pasó por su lado.
- Pues, no es necesario. - la tomó, colocándola sobre el capot del auto. - Porque ya la estoy viendo en este momento.
Sus labios se unieron, mientras ambos se rodeaban con sus brazos, aferrandose al cuerpo del otro. Rápidamente ella cayó sentada sobre el vehículo, mientras él se colocaba entre sus piernas.
- No podemos... - susurró.
- Sólo un poco...
- Inuyasha, estamos en la calle. - sonrió.
- ¿Y? - le devolvió la sonrisa, tomando sus muslos y elevandolos un poco. - ¿Me dejaras así?
Mordió sus labios al sentir la dureza del joven entre sus piernas, sin embargo, luego de un último beso, lo alejó, acomodandose la ropa.
- Eres cruel...
- Lo se. - le sacó la lengua.
- Y me vengaré por eso.
- También lo sé. - caminó hacia la puerta, volteando. - Te escribiré mañana.
- Te amo, pequeña. - pronunció, apoyado en el auto.
- Yo también. - ingresó, apoyando su espalda en la puerta, sin dejar de sonreir.
Inuyasha... casi que se siente como cuando recién éramos novios.
Caminó hacia su habitación y, luego de colocarse su pijama, metió la mano en el bolsillo de su uniforme, tomando aquella pequeña llave. La miró unos segundos, mientras decidía que hacer.
¿Quieres verme?
Cerró sus ojos, al mismo tiempo en que comenzaba a caminar hacia su habitación. Ingresó, fijando la mirada sobre la cuna y los peluches.
- Miyuki. - murmuró, acercándose y apoyando sus manos sobre el barandal de aquella pequeña cama. - ¿Polvo?
Es verdad... ni siquiera recuerdo la ultima vez que limpie aquí.
- Lo siento... he descuidado mucho tu lugar.
Tomó el primer peluche que le habían comprado, el cuál consistía en un pequeño oso panda sonriente y se sentó en el suelo, acariciándolo suavemente, mientras sonreía.
- Todavía recuerdo el día en que lo vimos...
Inicio del flashback.
- ¡Keh! No entiendo porque no quisiste venir en el auto...
- Porque no se disfruta de la misma forma, Inuyasha, además... a bebé le hará muy bien caminar.
- Pero esta demasiado frio. - pasó sus manos por sus brazos.
- Y esa es la magia del invierno. - sonrió, tomando su mano. - Sólo relájate y disfrutalo.
Caminaron tomados de la mano por las transitadas calles de Tokio, hasta que ella se detuvo frente a una juguetería, fijando la mirada en aquel peluche.
- ¿Te guste? - sonrió el peliplata.
- Me encanta. - murmuró, sonriendo. - Es muy lindo... y quedaría hermoso sobre su cuna.
- Bien. - se acercó a la puerta. - Para él será entonces...
Fin del flashback.
- ¿Sabes? Tenía la esperanza de que fuese tu mejor amigo... en mi mente ustedes estarían juntos todo el tiempo.
De hecho, en mi corazón así es.
Abrazó aquel osito con fuerza, mientras trataba de no llorar.
- Hoy estuvimos con papá... estamos tratando de nuevo, ¿sabes? - hizo una pausa. - Ambos te extrañamos mucho, amor. - suspiró. - Y... de verdad tengo la esperanza de que esta vez funcione. - sonrió. - ¿Dónde estarás en este momento?
¿Habrás crecido? ¿Serás feliz? ¿Estarás en paz?
Se puso de pie, volviendo a colocar aquel juguete sobre el colchón de la cuna, mientras limpiaba sus mejillas.
- Cuando tenga un día libre limpiaré tu cuarto... e iré a visitarte, lo prometo... te amo hijo, buenas noches.
Besó la palma de su mano y la llevó al peluche, despidiéndose lentamente.
Regresó a su habitación y tomó su móvil, al mismo tiempo en que se sentaba en la cama.
- ¿Qué? - murmuró, encontrándose con un mensaje con un número privado. - ¿Un video? - tocó el mensaje. - ¿Yura?
Esa es la recepción de la escuela de Sota.
Pensó, mientras se observaba a la pelinegra, vestida con una camisa blanca y un jeans negro, ingresar a la oficina y cerrar la puerta.
- ¿Inuyasha?
Segundos después, vio como el peliplata ingresaba, cerrando la puerta a sus espaldas.
- Maldición. - frunció el entrecejo, tecleando una respuesta.
Si vas a enviarme estas cosas, al menos muestra tu cara, maldito cobarde.
Envió el mensaje, al mismo tiempo en que dejaba el móvil sobre la cama y masajeaba sus cienes.
- De no ser porque Inuyasha me contó que habló con ella, este video hubiese calado en lo profundo de mi corazón...
Odio el saber que estuvieron los dos solos en un pequeño espacio, pero... eso no es lo importante ahora, si no, ¿Quién se encarga de enviarme estas cosas?
A la mañana siguiente.
- ¿Están seguros?
- ¡Siii! - gritaron los niños al unísono.
- De acuerdo, tienen quince minutos para jugar. - lanzó el balón de básquet. - Considérenlo un premio por su comportamiento el día de hoy.
- ¡Muchas gracias, señor Taisho!
Él se dirigió a las gradas, mientras observaba como sus estudiantes ponían en práctica la teoría de las clases anteriores. En ese momento, la morena ingresó, llevando en su mano unos permisos.
- Buenos días, Inuyasha. - sonrió.
Maldición... y yo que pensé que iba a poder evitarla.
- Yura, buenos días. - respondió, sin apartar la mirada de los alumnos.
- Vengo a traerte estos permisos, el señor Goshinki dijo que debía entregártelos.
- Oh, si. - los tomó. - Son autorizaciones para llevarlos a recorrer el campus de la universidad.
- Seguro que será una experiencia maravillosa para ellos. - sonrió, observándolos.
- Eso espero.
- Oye, ¿tienes un minuto? es que... quisiera hablar contigo.
La miró con desconfianza, sin embargo, su clase terminaría pronto, por lo que no veía muchas opciones para desligarse de la situación.
- Puedes hacerlo ahora, tengo unos minutos antes de despedir a los niños.
- Yo... quiero decirte que puedes estar tranquilo, realmente no tengo malas intenciones, sólo... quiero tener una vida tranquila en esta ciudad.
- ¿Por qué regresaste? - preguntó sin más, ella suspiró.
- Tú no tienes idea de lo que es vivir con mis padres. - sonrió.
- Recuerdo que eran muy amables.
- Tal vez contigo... pero, ellos son personas complicadas, sobre todo cuando se trata de dinero.
Además, cuando supieron todo lo que sucedió con Bankotsu, se encargaron de hacerme la estadía imposible en aquel país... de no ser por mi terapeuta, la cuál veía a escondidas, probablemente ya no estaría en este mundo.
- Entonces... me regresé con Abi... ella está trabajando como recepcionista del hotel Royal Place, asique pudo alquilar un lugar más amplio y recibirme en su casa.
Maldición... todo parece estar conectado.
- Pero, ¿por qué no regresaste antes?
- Mis padres me cortaron todo el efectivo, así como cualquier posibilidad de conseguir un trabajo... sólo dependía de ellos. - hizo una pausa. - Hasta que el año pasado conseguí un trabajo en un local de comidas rápidas y me quedé ahí, hasta que junté para pagarme el boleto hasta aquí.
Por alguna razón... su palabras no me convencen...
- Entonces... hace dos años, ¿estabas en Canadá?
- ¿He? - se sorprendió. - ¿Por qué preguntas?
- Por nada... - desvió la mirada. - ¿Y no temes que tus padres vengan por ti?
No es necesario que sepas todo lo demás, Inuyasha.
- Y si es así, sólo espero que ese día no llegue jamás.
- No comprendo.
- En fin. - sonrió, tomando su mano. -Sólo quiero decirte que no tienes nada de que preocuparte, no tengo malas intenciones.
- Inuyasha...
Los dos voltearon, encontrándose con el rostro de Kagome, el cual emanaba una furia bastante notoria.
- Kag...
- ¡Kagome! - sonrió ella, acercándose. - ¡Estas idéntica a como te recordaba!
- Yura... - respondió con una sonrisa forzada. - Ha pasado tiempo...
- Kag, ¿Qué haces aquí?
- Nada. - respondió con desdén. -Sólo vine a saludar a MI pareja, ¿esta mal?
- No, por supuesto que no lo esta. - respondió la morena, sin perder la sonrisa.- Y yo los dejo para que hablen tranquilos. - la miró, tomando su mano. - Me alegra verte de nuevo, Kag.
¿He?
- I...igualmente, Yura.
La joven se retiró, mientras el peliplata observaba la hora en su reloj de muñeca.
- Bien, niños. - tocó el silbato. - Ya terminó la clase, pueden ir por sus cosas. - volteó hacia la joven. - Dame unos segundos, ¿si? - ella asintió. - Bien, jovencitos, acérquense por favor. - comenzó a extenderles las hojas. - Estos son los permisos para asistir a la universidad la semana siguiente, por favor, no olviden de traerlos firmados, ¿de acuerdo?
Los alumnos respondieron a coro, mientras se retiraban del lugar.
- Vaya, es increíble. - pronunció, sonriendo.
- ¿Qué cosa?
- Que hace 10 años estabas aquí, dándole clases a mi hermano.
- Es cierto. - sonrió. - A veces siento que el tiempo se fue demasiado rápido.
- Pienso lo opuesto. - suspiró. - Desde hace dos años todo transcurre de otra manera para mi.
Un pequeño silencio se instaló entre los dos, hasta que él decidió romperlo.
- ¿Qué haces aquí?
- Sólo pasé a saludarte...
- ¿Segura? - arqueó una ceja. - Llámame loco pero... tu mirada al ver a Yura, no fue la más amable que digamos.
- Estaba sosteniendo tu mano, ¿Qué esperabas?
- No te recuerdo así de... celosa. - su sonrisa se amplió.
- ¿Celosa? - cruzó sus brazos. - Oye... es de ella de quien estoy desconfiando.
- Lo se. - alborotó su cabello, mientras iba en busca de sus cosas.
No es necesario que le mencione sobre el video que me llegó anoche... ¿o si?
- ¿Vas al hospital? ¿Quieres que te lleve?
Antes de que ella pudiese responder, Yura ingresó nuevamente.
- Lamento interrumpirlos. - tapó su cara con la mano. - Inuyasha, Goshinki quiere verte.
- De hecho... - los tres voltearon ante la voz del hombre. - Necesito una reunión con los dos.
- ¿Ahora? - la cara del peliplata parecía molesta. - Pero...
- No te preocupes por mi. - intervino su novia. - Ve... iré en el tren.
- ¿Estas segura? - ella asintió. - Te escribiré...
- Claro... señor Goshinki, Yura... - pasó a su lado, saliendo del gimnasio, al mismo tiempo en que cerraba sus ojos y un inaudible suspiro abandonaba sus labios.
Extra: Futuro incierto
Ingresaron al hotel y, luego de registrarse, subieron hacia su habitación. El silencio reinó durante aquellos segundos, sin embargo, fue roto al ingresar al cuarto.
- Es hermosa. - pronunció Kikyo, lanzándose a la cama.
- Veo que te agrada. - sonrió, sentándose a la orilla.
- Te luciste. - se acercó, besando sutilmente sus labios.
- ¿Extrañabas estar aquí?
La sonrisa de la morena se borró al instante, mientras se acomodaba a su lado.
- ¿Tú no?
- Sólo a mi hermana... pero como ella iba a visitarnos con frecuencia, digamos que no sentí su ausencia.
- Entiendo...
Supongo que no es el momento de decirle que pedí el traslado al hospital de aquí...
- ¿Estas bien? - se puso de pie, quitándose su abrigo. - Te callaste de repente.
- Si... es sólo que... me da pena que solo estés aquí una semana...
- No te preocupes por eso, Kikyo... tu regresarás luego, ya hablamos de eso.
- Si, lo se...
Pero... la realidad es que yo no quiero regresar.
Él regresó a su lugar, tomando el rostro de la mujer en sus manos, mientras ella se recostaba y él se colocaba entre sus piernas.
- ¿Qué deseas? - sonrió.
- Lo mismo que hacemos cada vez que llegamos a un nuevo lugar. - sonrió.
Ella le devolvió la sonrisa, acariciando su mejilla mientras lo observaba con un dejo de melancolía e incertidumbre en sus ojos, sin embargo, decidió reemplazarla por la lujuria, en el mismo momento en que sus labios abrazaron los de su pareja.
