Kagome
Sus manos acarician la parte externa de mis muslos y juro que podía sentir el deseo en la yema de sus dedos. Su boca y la mía estaban unidas en una danza que no deseaba parar. Mi centro estaba en contacto constante con su entrepierna, la cual se sentía demasiado grande y deseable.
A este paso, terminaré antes de comenzar.
No entendía porque, pero era como si el estar en este lugar hiciera que todo se potenciara.
Te sigo deseando como la primera vez.
Sus palabras resonaron en mi mente y provocaron que mi locura fuera en aumento, después de todo, me sucedía exactamente lo mismo.
Un leve gemido escapó de mis labios al sentir como chocaba su sexo contra el mío y sus manos apretaban con fuerza el limite entre mi cadera y mi trasero. Nuestros labios se separaron y un ronco gruñido acarició el lóbulo de mi oreja, clara señal de que estábamos en igualdad de condiciones.
Mis manos rodearon su espalda mientras él apoyaba su boca sobre mi hombro, presionando aún más su miembro contra mi.
- ¿Estas bien? - pregunté en un tono sugestivo.
- Me vuelves loco. - respondió sobre mi piel.
- ¿Si? - enredé mis piernas en su cadera y ese fue el detonante.
Me tomó por el trasero y me cargó, dejando mojados besos en mi cuello. Me lanzó a la cama y se colocó entre mis piernas, al mismo tiempo en que sus manos comenzaban a masajear uno de mis pechos.
Sin embargo, lo que él aún no sabía, era que estaba dispuesta a cumplir el deseo que, diez años atrás, no había logrado cumplir. Yo tendría el control, al menos durante la primera parte de este encuentro.
Inuyasha.
Estaba al límite. Si seguía besándola de esa manera, probablemente ni siquiera podría avanzar. Fue por ello que me aparté y la presioné contra mi, dejando mi boca pegada a su hombro. Sentí sus manos acariciar mi espalda y eso me tranquilizó un poco, sin embargo, su siguiente acción me hizo entender que, si no me apresuraba, esto iba a ser más esporádico de lo que hubiese pensado.
- ¿Estas bien? - el tono en el que hizo esa pregunta, hizo que mi pecho se apretara levemente.
- Me vuelves loco. - fueron las únicas palabras que logré articular.
- ¿Si? - envolvió sus piernas en mi y ya no pude más.
La tome y nos lancé a la cama. Rápido y sin esperar, me acomodé entre sus piernas mientras mis manos se unían a sus pechos. Mi idea era comenzar de inmediato, sin embargo, ella tenía planeado algo más.
Sin previo aviso, volteó, dejándome de espaldas y ella sobre mi. Aquel destello de lujuria en su mirada provocó que una sonrisa emergiera en mi rostro, sin embargo me contuve, a la espera de que fuese ella quien diera el siguiente paso.
- ¿Qué planeas? - pregunté, mientras pasaba mis manos por el contorno de su cintura.
Se inclinó, dejándome sentir el peso de sus pechos sobre el mío.
- ¿Quieres saber lo que quería hacer aquella noche?
El tono de su voz provocó que apretara su vestido, despegándolo levemente de su cuerpo.
- Con gusto...
La expresión de su rostro era una que hacia demasiado tiempo no veía, aquella que me indicaba que, en ese momento, el resto del mundo había dejado de importa para ella, sólo estábamos nosotros dos y los recuerdos de la noche en la que supimos que éramos el uno para el otro.
Desprendió mi saco y, posteriormente, mi camisa, mientras pasaba sus cálidas yemas por cada parte de mi piel descubierta. Comenzó un vaivén lento, pero seguro, sobre mi ya latiente miembro, provocando que mordiera mis labios y elevara su vestido, observando con detenimiento su ropa interior. Traté de llevar mi mano hacia su sexo, sin embargo, me detuvo.
- Es mi turno, Inuyasha.
Maldición, esta mujer va a matarme.
Su mano apretó con firmeza mi entrepierna, con el pantalón aún como obstáculo e incline mi cabeza hacia atrás, chocando contra el colchón.
- Se siente grande ahí abajo.
- ¿Quieres ver?
Desprendió mi pantalón y me elevé levemente, ayudando a que lo descendiera junto con mi ropa interior. Volví a estremecerme cuando su mano volvió a tomar mi miembro, acariciándolo con suavidad. Mis ojos se posaron en su rostro y la manera en la que se relamió los labios me hizo casi imposible el mantenerme en esa posición.
Quería penetrarla en ese instante... quería hacerla mía nuevamente.
Nuestras miradas se encontraron nuevamente durante un milisegundo antes de que su boca abrazara mi miembro. Mi mano fue la encargada de ahogar el gruñido que profesé, uno que, de no ser por la música que resonaba en la pista, hubiese sido audible para todos los presentes.
Su lengua comenzó a juguetear con mi piel, lamiendo de manera peligrosamente deliciosa. Sabía perfectamente como llevarme a la locura. La manera indescriptible en la que sus ojos se posaban sobre aquella zona de mi cuerpo, sumado a los movimientos de su manos, los cuáles acompañan a la perfección el vaivén de su boca, estaban a punto de arrancarme un sonoro gemido del centro del pecho.
Perdí la noción del tiempo, dejándome llevar por su lengua, la cual me estaba llevando al cielo.
- ¿Esto es lo que deseabas? - pregunté, tomando su cabello con fuerza. - ¿Querías mi miembro en tu boca esa noche?
- Lo quería... en mi. - me miró y mordí mis labios en respuesta.
Comencé a embestirla, mientras tiraba de su cabello y ella, gustosa, me recibía en su boca.
Segundos después, se apartó, ascendiendo y colocándose sobre mi, elevó su vestido y me miró. Una sonrisa se formó en nuestros rostros y tomé mi miembro, acomodándolo en su entrada, con su ropa interior aún en el medio.
- ¿Me quieres dentro? - pregunté, a sabiendas de que aquellas preguntas la excitaban.
Llevó sus manos a su sexo, elevándose un poco y corriendo la traslucida tela, otorgándome la respuesta que anhelaba. Su cabeza se fue hacia atrás en el mismo momento en que me perdí en su interior, y un quejido abandonaba mis labios.
- Maldición. - murmuré. - Estas completamente mojada.
- Como te gusta. - suspiró.
- Me encanta.
Comencé a moverme, sin embargo, colocó una mano sobre mi pecho, deteniéndome.
- Dijiste que podía hacer realidad lo que deseaba aquella noche, ¿verdad? - asentí. - Entonces... quédate quieto.
- ¿Vas a follarme a mi?
- ¿Te opones?
- Muéstrame que tan buena eres.
No necesitaba que me lo mostrara, ya lo sabía. Las veces en las que ella tomaba el control, terminaba siendo yo quién rogaba porque se detuviera, ya que de lo contrario terminaría antes de lo que deseara.
Subía y bajaba con suavidad, con sus manos en mi pecho para estar más cómoda. Su cabeza volvía a inclinarse hacia atrás por momentos y la vista que se presentaba frente a mis ojos era más que deliciosa. Sus mejillas levemente sonrojadas, el brillo intenso en su mirada, la cuál cerraba de a ratos, sus pechos rebotando con suavidad y su cabello alborotado, si la palabra "lujuria" fuese una persona, sería ella, sin ninguna duda.
- Amor... - gruñí. - Si sigues así...
- ¿Qué? - comenzó a acelerar sus movimientos, mientras su rostro se enterraba en mi cuello. - ¿Qué harás?
Clavé mis manos en su cadera, sintiendo el sonido de la piel de sus muslos chocar con la mía.
- Ya jugaste demasiado, pequeña. - sonreí. - Es mi turno.
Kagome
Segundos después de que pronunciara aquella frase, mi pecho chocó contra la cama, mientras sus manos elevaban mi trasero y mi falda. Mordí mis labios a sabiendas de lo que venía, después de todo, era mi posición favorita.
Amaba profundamente la manera en la que él ejercía su control sobre mi cuerpo. Su dominación me llevaba a la locura en poco tiempo, por supuesto que también me gustaba tener el control, pero mi placer culposo era ser penetrada violentamente en aquella postura.
Sentí el leve crujido de las bragas y supe que las había despedazado. No me importó, cualquier obstáculo entre nuestros sexos debía ser eliminado sin remordimiento, aunque eso implicara que me sentiría un poco desnuda el resto de la fiesta.
- ¿Qué quieres? - nuevamente tomó mi cabello, llevando mi nuca cerca de su rostro.
- A ti. - murmuré con mis ojos cerrados.
Sentí su miembro jugando con mi trasero y no pude hacer más que jadear de deseo.
- ¿Quieres que te penetre con fuerza?
- Inuyasha...
- Dilo. - se posicionó en mi entrada.
- Quiero sentirte dentro de mi, ahora.
Un sonoro grito abandonó mis labios al momento en el que una sola embestida bastó para llenarme por completo. Sus bruscos movimientos eran producto del deseo que había estado conteniendo durante los últimos minutos (o tal vez, durante el último mes en los que no habíamos sabido nada del otro, después de todo, la otra noche habíamos tenido un momento sexual más romántico que intenso)
- ¿Tienes... idea... de como quería... follarte... esa noche? - su respiración agitada era todo lo que estaba bien en mis oídos.
- ¿Esto? - mi mejilla se apoyó sobre la almohada, mientras él profesaba un nuevo gruñido.
El sonido de su palma estrellándose en mi trasero provocó que ahogara un grito en la cama.
- ¡Maldita sea! Eres deliciosa...
Rodeó mi cintura con mis manos, levantándome, lo cuál me desconcertó un poco. Segundos después, me sentó sobre el mueble de madera, abriendo al máximo mis piernas.
Bajó el escote de mi vestido y comenzó a lamer, chupar y morder, no sin antes regresar a mi interior de una sola estocada.
- ¡Inuyasha! - grité en el vaivén de aquella fogosa danza, en la cual mis muslos se deslizaban sobre aquella superficie helada.
- Grita mi nombre, mi amor. - gruñó contra mi piel. - ¿Lo recuerdas? Sólo yo puedo follarte de esta manera.
- Sólo... tú. - mis gemidos se entremezclaban con los suyos y aquel hormigueo se estaba haciendo incontrolable.
- Sólo yo puedo poseer tu cuerpo... - abandonó mis pechos, tomándome por la cintura y me atrajo al borde del mueble, profundizando aún más sus entradas. - Eres mía, Kagome Higurashi... sólo mía.
- Soy tuya. - pronuncié, apoyando mi cabeza contra la pared mientras él me embestía como un animal en celo.
- Dilo...
- Soy...
- ¡Grítalo!
- ¡Soy tuya! - aquel grito fue acompañado de aquella hermosa, cálida y placentera sensación, la cuál me llevo a moverme intensamente, disfrutando de cada corriente eléctrica que atravesaba mi cuerpo en ese momento.
Sentí su miembro crecer en mi interior y su posterior liberación, lo cuál lo volvió doblemente placentero. Sus labios abrazaron los míos, mientras nuestras fosas nasales reclamaban por un poco de aire y nuestros movimientos se desaceleraban.
- ¿Estas bien? - murmuré, mientras sonreía y acariciaba su nuca.
- Mejor que nunca. - siempre me daba la misma respuesta y siempre provocaba la misma sensación.
Nos apartamos unos centímetros, besándonos suavemente. Él salió de mi interior y no pude contener un pequeño suspiro ante esa acción.
- Debemos regresar. - pronuncié.
- No creas que escaparas tan fácil de mi. - me sonrió, abrochando su pantalón. - Sólo haremos acto de presencia y continuaremos con esto.
- ¿No estas satisfecho? - acomodé mi vestido.
- ¿Qué es esa pregunta? - me sonrió. - ¿Tengo que recordarte que pase un mes sin ti?
- Entonces... supongo que deberé esconderme. - sonreí, acercándome y acomodando el cuello de su camisa.
- Lo lamento por ti. - arqueé una ceja. - Porque no está en mis planes el volver a dejarte ir.
- Inuyasha. - sonreí, abrazándolo con fuerza, como si sintiera que, al soltarlo se iría sin más.
- Te amo, Kagome. - susurró, apoyando su rostro en mi cuero cabelludo. - Te amo más que a mi propia vida.
Mi agarre se intensificó un poco y me contuve por no llorar, mientras mi rostro se mantenía escondido en su pecho, sintiéndome total y completamente segura entre sus brazos.
Extra: Recuerdos de jardín
La cena entre ellos había transcurrido con total normalidad. Sango se había mantenido bastante entretenida hablando con Kikyo y Kagura, mientras que Miroku, sorprendentemente, había pasado un buen momento con Koga y Naraku.
Cuando las luces bajaron y la música se apoderó del lugar, todos dirigieron su mirada a la pista principal, en donde el cumpleañero y su esposa estaban realizando su primer baile.
- Se ven tan lindos juntos. - Kagura apoyó su mentón en sus manos.
- Realmente te admiro, ¿sabes? - Sango se pronunció. - ¿Cómo lo haces? es decir, estas aquí, después de haber estado en una relación con él y eres tan amable con Rin...
La morena rio y redirigió sus ojos a la pista
- Sucedió hace tanto tiempo que ya ni lo recordaba... no lo sé, simplemente sucedió. - se encogió de hombros. - ¿Qué hubiésemos ganado con enredarnos en una disputa sin sentido? Rin es una niña muy dulce y eficiente en su trabajo. Sesshomaru no es una mala persona, ¿Por qué arruinarlo todo?
- Kagura... - Kikyo suspiró. - Tienes una templanza que es digna de admiración.
Antes de que la morena pudiese responder, una cálida mano se posó sobre su hombro, provocando que girara.
- Buenas noches. - sonrió.
- Gatenmaru. - murmuró, visiblemente sorprendida.
- Señorita Kagura, ¿quisiera concederme esta pieza?
La morena lo observó dubitativamente, sin embargo extendió su mano, tomando la del joven.
- ¿Sango? - el castaño hizo lo mismo.
- ¿Qué? ¿De verdad? - se sonrojó mientras él asentía.
Ambos se dirigieron a la pista, en donde el hombre la rodeó con sus brazos y apoyó su mentón sobre su hombro.
- ¿Cómo te sientes? - susurró en su oído.
- Estoy bien. - sonrió. - Gracias por preguntar.
Hizo que diera un pequeño giro para volver a quedar frente a frente, en el mismo momento en que sus miradas se cruzaban con la de Kagome y les provocaba una sonrisa.
- No perdieron el tiempo. - rio ella.
- De hecho... - nuevamente aprisionó su mano con la suya y comenzó a caminar entremedio de las parejas que ya habían copado la pista.
- ¿Qué hace? ¿A donde vamos?
No respondió, sin embargo, grande fue su sorpresa al salir al jardín del hotel.
- ¿Recuerdas? - la miró, sin perder su sonrisa.
- ¿Qué cosas dice? - descendió los pequeños escalones, observando con detenimiento todo el ancho y extenso verde que se elevaba frente a sus ojos. - ¿Realmente cree que podría olvidarlo?
Si aquí fue donde usted y yo hablamos por primera vez.
- Y si mal no recuerdo, usted se sentía orgulloso de ser un mujeriego. - frunció el entrecejo, volteando.
Sus manos cubrieron su boca en ese mismo instante, al mismo tiempo en que sus ojos se llenaban de lágrimas.
- Miroku. - susurró.
El joven se encontraba arrodillado frente a ella, sosteniendo una pequeña caja negra. El temblor en sus manos denotaba un nerviosismo evidente, sin embargo, el brillo en sus ojos emanaba seguridad.
- Sango. - sonrió. - Mi adorada Sango, sé que no he sido un buen esposo, mucho menos un buen padre. - sus mirada se entristeció. - No he sido capaz de estar para ti... en ningún sentido.
- Oiga...
- No te merezco, Sango y creo que en el fondo tú también lo sabes, sin embargo... no me imagino la vida sin ti y las niñas. - abrió la caja, dejando ver un hermoso anillo. - Sango, ¿querrías volver a casarte conmigo?
Las lágrimas rodaban sin parar por sus mejillas, sin embargo, eso no fue impedimento para que se arrodillara frente a él y tomara sus manos.
- Si... claro que quiero.
- Sango. - la abrazó, apretando fuertemente su cuerpo contra el suyo. - Prometo que seré mejor... lo prometo, mi vida.
- Gracias. - susurró, envolviéndolo en sus brazos.
Segundos después se apartaron, besándose suavemente.
- Te amo. - pronunció, colocándole el anillo.
- Es hermoso. - rio, observando el nuevo elemento que cubría su dedo.
- Lo mejor para ti, mi amor. - besó su frente.
- Hace un poco de frio. - se elevó. - Deberíamos regresar.
Inmediatamente se quitó su saco, envolviéndola con el y tomando su mano, comenzaron a caminar nuevamente hacia los pequeños escalones.
- Tengo una sorpresa más. - susurró en su oído. - Pero esa te la daré en casa.
- Entonces... - palmeó su trasero. - No podré esperar.
- Ay Sango... esas manitas traviesas...
Nuevamente rieron, mientras reingresaban a la fiesta.
Extra: Fiesta de dos
Habían quedado solos en la mesa, ya que Koga se había puesto de pie e ido en busca de alguna mujer con la que pudiese terminar la noche.
Ambos mantenían sus ojos en el otro y, particularmente él, poseía una sonrisa lujuriosa. Ella, por el contrario, se mostraba con un dejo de preocupación, tal vez debido al futuro incierto que se les avecinaba, sin embargo, logró disimularlo muy bien.
Naraku se puso de pie y comenzó a caminar entre la multitud, ella sonrió, poniéndose de pie y siguiéndolo.
Como la primera vez, ¿verdad?
Las parejas que colmaban la pista eran bastantes más de las que parecían desde su asiento. La espalda del moreno se mantenía visible hasta que desapareció detrás de aquella puerta. Todo se sentía como si estuviese viviendo nuevamente aquel momento. Traspasó la puerta, deteniéndose en el medio del pasillo, observando su mirada de fuego, la cuál se perdió al ingresar en aquella habitación. Sonrió, continuando su camino.
Cerró la puerta a sus espaldas y fue sujetada por aquellas frías manos que conocía tan bien. Sus labios envolvieron los de él antes de que fuese consciente de sus acciones.
Como la primera vez.
Aquella frase daba vueltas en su mente mientras rememoraba, en todo sentido, aquella lejana noche. Su espalda chocó contra la cama mientras él se colocaba entre sus piernas y comenzaba a besar su cuello.
Como la primera vez.
Abrió sus ojos y lo empujó, quitándoselo de encima y subiéndose sobre él.
- ¿Señorita Kikyo? - sonrió, pasando sus manos sobre su muslos.
- ¿Quieres recordar?
- Quiero lo que usted desea.
Las mismas palabras de aquella noche. Sonrió, comenzando a moverse lentamente sobre su entrepierna, la cuál ya se elevaba sobre su pantalón. Sus manos comenzaron a ascender por por el abdomen de ella, capturando sus pechos, masajeándolos con una tensa calma.
- Te quiero... ahora.
- ¿Tan rápido? - su sonrisa lujuriosa la encendía aún más.
- ¿Lo recuerdas?
- ¿Cree que podría olvidarlo, señorita Kikyo?
Señorita Kikyo... aquella palabra que hacía tanto tiempo que no escuchaba y que había sido el comienzo de todo.
Con un toque de desesperación en sus manos comenzó a desabotonar su pantalón, liberando su miembro y colocándolo en su entrada. Corrió sus bragas y, antes de que ella misma realizara el siguiente movimiento, él elevó sus caderas, introduciéndose de una sola estocada.
- Naraku... - llevó su cabeza hacía atrás, mientras mordía sus labios.
- ¿Se siente bien? - comenzó a penetrarla suavemente, mientras ella correspondía sus movimientos de la misma manera.
Pronto su ritmo aumentó y ella enterró su rostro en el cuello del joven, al mismo tiempo en que sus manos desabotonaban su camisa como podían.
- Como la primera vez. - murmuró contra su su cuello.
- ¿Eso desea? - sus dedos comenzaron a elevar su vestido, sin dejar de moverse.
- Si... quiero... recordar.
Su rostro se enterró en la almohada mientras él tomaba el control de la situación, ingresando en ella con movimientos acelerados y profundos. Sus gritos le demostraba que estaba disfrutando.
- ¿Esto era lo que quería?
- ¡Si! - sus manos se aferraron a las sábanas.
Sus manos se aferraban con fuerza a sus caderas mientras sus estocadas iban en aumento.
- ¡Naraku!
Salió, girándola y abriendo sus piernas aún más.
- Déjeme ver esa hermosa expresión mientras nos volvemos uno, señorita Kikyo.
- No me hables de esa manera o no podré...
No logro terminar la frase, ya que un sonoro gemido ocupó el lugar destinado a sus palabras.
- No podrá, ¿qué?
- Aguantar.
- No lo haga. - se elevó, mientras la penetraba sin parar. Sus ojos rojos destilaban un brillo hipnotizante, mientras su mirada iba entre el movimiento de sus pechos y el rostro de la morena. - Mi hermosa señorita Kikyo.
- Si... tuya, amor.
- ¿Por siempre mía?
- Por siempre.
Cerró sus ojos, dejando que el clímax se apoderara de ella mientras él se liberaba en su interior. Segundos después, apoyó su mejilla sobre sus pechos, sintiendo el latir de su corazón.
- Como la primera vez. - pronunció.
- Como la primera vez. - respondió ella, acariciando su largo cabello.
Extra: Danza
Se dirigieron a la pista y, rápidamente, él rodeó su cintura con su brazo, atrayéndola contra su cuerpo.
- No se confunda, Gatenmaru. - se alejó sutilmente. - Sólo acepté por cortesía.
- Oh, descuide, señorita Kagura. - sonrió, bailando al ritmo lento de la música. - Sólo quería aprovechar el momento para conocerla mejor.
- ¿Qué es lo que pretende saber?
- Sólo... un poco de quien es la persona con la que voy a trabajar. - la hizo girar, volviendo a quedar frente a frente, mientras le sonreía. - Ya conozco a la señora Kagura. Prestigiosa abogaba, mujer fuerte y valiente... ex pareja del señor Sesshomaru...
- Y eso es todo lo que tienes que saber de mi.
- Quiero conocer a la persona detrás de todos esos títulos.
- No es necesario, Gatenmaru. - nuevamente giró, sin embargo, esta vez quedó de espaldas a él, mientras su mano rodeaba su abdomen. - Sólo ha llegado a esta firma para ser socio, no amigo.
- ¿No cree que podría ser ambos?
- Los amigos no van de la mano de los negocios.
- Es usted una mujer muy atractiva.
Su corazón comenzó a latir con fuerza en ese momento. ¿Hacía cuanto tiempo que su cuerpo no era tocado por unas manos masculinas?. Si, había salido con tipos y tenido sexo con algunos, sin embargo, no había vuelto a pensar si quiera en la idea de volver a enamorarse o formar una familia. Sus últimos años había estado enfocada en su trabajo y volverse mejor día a día y, aunque se sentía cómoda en ese lugar, aquellas palabras despertaron un fuego que creía extinto.
- Le agradezco el cumplido. - se alejó y volteó, quedando frente a frente con él. - Pero no es necesario que lo diga... gracias por el baile.
Él tomó su mano, besándola con sutileza mientras volvía a sonreír.
- El agradecimiento es mío, señorita, espero seguir viéndola en la fiesta.
- Que tenga una buena noche.
Volteó y se alejó hacia las mesas tratando de calmar su agitada respiración.
Extra: Habitación para dos.
La pista se llenó rápidamente, por lo que encontró el momento perfecto para huir. Luego de un pequeño giro, la tomó de la mano y atravesaron la multitud hasta la parte que conectaba con el hall.
- Señor Sesshomaru, ¿Qué hace?
Fiel a su costumbre, no respondió ni se detuvo. Subieron al ascensor y ella comprendió de inmediato lo que sucedía.
- ¿Estas bien? - preguntó, observándola a través del espejo del elevador.
- S... si, ¿por qué pregunta? - respondió, tratando de mantener la calma, sin embargo, el rosa de sus mejillas la delataban.
Llegaron a uno de los pisos superiores, en donde las puertas se abrieron y, nuevamente, él tomó su mano, guiándola por aquel sobrio pasillo, hasta llegar a la habitación indicada. No necesitaba permiso, autorización o algo que se le pareciera, después de todo, había comprado ese espacio tiempo antes de su boda.
Aquella suite, la cual había sido testigo de la mayoría de sus encuentros pasionales, escapadas del trabajo y planes del futuro, se encontraba iluminada tenuemente, dejando que las luces de la gran ciudad, las cuales se colaban por el gran ventanal, terminaran de iluminarla.
El sonido de la puerta cerrarse, provocó que volteara.
Rin
- Señor Sesshomaru. - murmuré, encontrándome con su mirada dorada, la cuál me observaba con gran intensidad.
Era increíble, pero aún después de casi 10 años, miles de momentos compartidos, una boda y un hijo en camino, todavía me seguía poniendo nerviosa como las primeras veces.
Dio un paso hacia mi y, casi de manera automática, retrocedí.
- ¿Estas bien? - preguntó, tomándome de la mano y así evitando que me siguiera alejando.
- Si. - respondí, mirándolo fijamente.
Su mano se poso sobre mi vientre, el cual acarició levemente.
- ¿Está bien? - sonreí, siempre sonreía cuando preguntaba por nuestro bebé.
- Si. - asentí.
Antes de que pudiese pronunciar una nueva palabra, me rodeó con sus brazos, pegándome completamente a su cuerpo. Mi rostro se escondió en su pecho de manera inmediata y lo escuché susurrar un leve lo siento.
¿Acaso sabía lo que estaba sintiendo? De mi boca era imposible, ya que yo sólo me había ocupado de poner mi mejor cara y hacer de cuenta de que nada sucedía. Entonces, ¿Cómo...? ¿Kagura tal vez? Después de todo, ella era muy directa y sincera con él.
Nuestras miradas volvieron a cruzarse y, con la delicadeza de quien toca una muñeca de cristal, tomó mi mentón y me besó. Su suaves y cálidos labios unidos a los míos, mientras comenzamos a avanzar hacía la cama. Un momento... ¿hacía cuanto que no lo hacíamos?.
No logré responderme, ya que mi espalda se recostó sobre el colchón mientras él se colocaba suavemente sobre mi, tomando todos los cuidados necesarios.
- Sesshomaru... - murmuré contra su boca. Rara vez lo llama de manera tan informal. - La fiesta...
Su mano comenzó a masajear mi pecho, dándome su respuesta. Sonreí internamente, ya que yo también sentía el deseo de ir más allá. Mi mano se deslizó por su abdomen hacia su entrepierna, la cuál ya había crecido. Un leve gruñido escapó mientras lo tomaba entre mis manos.
Los siguientes movimientos fueron rápidos, después de todo, estábamos en el medio de un evento importante (sobre todo ahora que su socio era presentado formalmente ante los clientes, colegas y demás).
Su mano se coló por debajo de mi falda, acariciando con deseo mi entrepierna, arrancándome un suspiro.
- Rin. - mi nombre en su voz se oía tan deliciosa. - ¿Quieres...?
- No es necesario que lo pregunte. - rodeé su cuello con mis brazos mientras sonreía y una minúscula sonrisa se formaba en sus duras facciones.
Desabotonó su pantalón, liberando su miembro. Sus labios se posaron sobre los míos mientras se introducía lentamente en mi. Arqueé mi espalda al sentirme invadida por completo mientras su boca descendía hasta mis pechos, besándolos por sobre la tela. Sus movimientos eran suaves y cuidadosos, casi como si no deseara hacer algo que pudiese provocar alguna mala reacción en mi. Sabía que esto se debía al miedo, después de todo, mis 4 meses de embarazo eran algo nuevo para los dos.
Su respiración agitada retumbaba en mi oído y no podía sentirme mejor. Aún me encantaba el saber que alguien tan hermoso como él se ponía de esa manera conmigo, sólo conmigo.
- Más. - murmuré al notar que se controlaba demasiado para no acelerar sus movimientos.
- ¿Estas segura?
- Si. - enredé mis piernas en su cintura, profundizando sus entradas.
Mis gemidos resonaban por toda la habitación mientras nos bamboleábamos al ritmo de sus estocadas. Un cosquilleó comenzó a asomarse en mi vientre bajo, por lo que apreté con fuerza su cabello. Su nombre se pronunció en mi voz agitada mientras lo sentía venirse conmigo. Si, habíamos tenido sexo mientras casi cien personas se encontraban disfrutando de una fiesta en la que el invitado ya no estaba.
Se apartó, besando mi frente mientras se ponía de pie y me ayudaba a incorporarme. Acomodé mi vestido y me lancé a sus brazos, besándolo con ternura.
- Lo amo, señor Sesshomaru.
Acaricio mi mejilla, sonriendo levemente. Me ofreció su brazo, el cuál tomé para regresar y terminar la noche como si esta pequeña escapada no hubiese sucedido.
