Salieron del lugar en el momento en que la fiesta estaba en su punto máximo.

- Vaya, todos están muy animados. - pronunció él, pasando la mirada por la pista. - ¿Quieres bailar, mi hermosa?

- Me leíste la mente, sarnoso. - ambos miraron al frente. - Creo que ya pasaste suficiente tiempo con ella, ahora es mi turno.

- Keh ¿y quién crees que eres para decirme cuanto tiempo puedo pasar con mi mujer?

- Tú lo dijiste, rabioso, tienes toda una vida. - extendió su mano. - ¿Me permites este baile?

Kagome sonrió y miró a Inuyasha, quién entrecerró sus ojos.

- Sólo serán unas piezas. - él gruñó.

- Bien. - respondió entre dientes. - Pero te estaré vigilando, pulgoso.

- Haz lo que quieras, no te estaré prestando atención. - sonrió mientras tomaba la mano de Kagome y se dirigían a la pista.

Llegaron al centro del salón en el momento en que una melodía un poco más suave comenzaba a sonar. Ella rodeó su cuello con ambas manos mientras él lo hacía en su cintura.

- Me disculpo por Inuyasha, Koga.

- No te preocupes, hermosa. - sonrió. - Ya lo conozco desde hace tiempo.

- ¿Cómo ha sido tu vida en estos años?

- Complicada. - suspiró, sonriendo. - Tuve muchos altos y bajos.

- ¿Lo dices por Ayame?

- En general, Kag. - un dejo de tristeza emergió en sus ojos. - Al poco tiempo de que tú despertaste, con ella decidimos que lo mejor era irnos.

- ¿Por qué no te despediste? - él sonrió.

- Quizás no me lo creas, pero todo se dio de la noche a la mañana.

Inicio del flashback.

- ¿Sucede algo? - preguntó el moreno al ver a la pelirroja con una expresión de seriedad.

- No, ¿Por qué preguntas? - se acostó a su lado.

- Porque te conozco lo suficiente, Ayame. - sonrió. - ¿Qué te inquieta?

- ¿De verdad lo quieres saber? - él asintió. - Quiero irme de aquí.

- ¿Irte?

- No soporto más esta ciudad. - suspiró, colocando su mirada en el techo.

- ¿Se puede saber por qué?

- No hay un porque. - sonrió. - Sólo... quiero irme.

Fin del flashback.

- Y así fue como, a los dos días, ya estábamos lejos.

- Algo de eso nos dijo Naraku. - sonrió. - Estabas muy enamorado para tomar una decisión como esa.

- Si. - respondió levemente. - Estaba muy enamorado de Ayame.

Sin embargo...

Inicio del flashback.

- ¡Ya no te soporto! - gritó, poniéndose de pie y caminando hacía la puerta de la salida.

- ¡Entonces vete y ya no regreses!

- ¡¿Acaso estas loca?! - volteó, mirándola fijamente. - ¡Yo estoy pagando este lugar! ¡¿Por qué mejor no te vas tú?!

La mirada de la pelirroja se tornó fría en aquel instante.

- Koga. - pronunció con seriedad. - Si me voy... jamás volverás a verme.

- Has lo que quieras.

Dio un portazo y salió sin más.

Fin del flashback.

Pero... al regresar ella ya no estaba y ya nunca pude contactarla. No importó cuanto la busqué... ya no supe de Ayame.

Meneó la cabeza, apartando aquel recuerdo.

- Pero... ya no quiero hablar sobre mi, mejor cuéntame sobre ti antes de que el pulgoso venga a llevarte. - aquel comentario la hizo reír.

- Bueno, nuestra vida fue maravillosa... aunque... - desvió su mirada.

- Oye. - la interrumpió. - Ya se a lo que te refieres y quiero pedirte disculpas.

- ¿Disculpas?

- Yo... bueno, Kikyo me comentó lo que te sucedió. - aclaró su garganta. - Ya sabes... yo le pregunté de ti y bueno...

- Descuida. - sonrió levemente. - No tienes que disculparte por nada, ni siquiera ella debería hacerlo.

La primera pieza finalizó e inmediatamente comenzó la segunda.

- Yo... hubiese deseado el estar a tu lado en aquel momento. Se que Inuyasha es bastante hostil pero tú y yo nos conocemos desde hace años.

- Koga... eres un gran amigo, a pesar de la distancia que nos separó estos años, yo te sigo viendo como aquel amigo con el que compartí tantas cosas en la preparatoria.

- ¿Te acuerdas de esos días? - rio.

- ¿Cómo olvidarlo?

Inicio del flashback.

La voz del profesor se oía cada vez más lejos, lo que le indicaba que, con toda probabilidad, el sueño la estaba consumiendo.

- ¡Higurashi! - aquel susurro y el revés en su cabeza hizo que se sobresaltara. Por suerte, no llamó la atención del profesor.

- ¡Koga! - respondió en el mismo tono, pegando su espalda a la silla. - ¡¿Por qué hiciste eso?!

- No es momento de dormir. - rio. - ¿Vamos por un helado a la salida?

- De acuerdo, pero no me molestes.

- Trataré. - jaló levemente su cabello mientras ella quitaba su mano.

Finalmente la campana sonó y todos se dispusieron a salir del instituto. Koga, como siempre, se quedó en la entrada esperando a quien era su mejor amiga.

- Kag.

- ¿Listo? - preguntó ella, descendiendo los escalones.

- Siempre.

Comenzaron a caminar en dirección de la heladería más cercana y, luego de realizar sus pedidos, se sentaron en una de las mesas del exterior.

- ¿Estas listo para la prueba de matemáticas?

- Ja, ¿tengo cara de que no?

- No has estudiado nada, ¿verdad?

- Se que me darás las respuestas. - guiñó su ojo.

- Si claro. - rio. - Sin dudas.

- Eres una... malvada. - colocó un poco de crema sobre la punta de su nariz.

- Oye... - sonrió. - Idiota.

- Pero me soportas y eso es porque me quieres.

- Eres mi mejor amigo, por supuesto que lo hago.

Fin del flashback.

- Hemos compartido demasiadas cosas juntos. - pronunció él.

- ¿Recuerdas la fiesta de graduación?

- ¿La noche en la que me fui con Asuka sólo porque Koshõ me rechazó? Como olvidarlo. - Kagome comenzó a reír a carcajadas. - Oye, ¿Qué fue lo tan gracioso?

- "Kag, por favor ayúdame, Koshõ esta afuera, creo que me metí en problemas."

- Maldita seas. - su risa se unió a la de ella. - De no ser por ti, hubiese sido hombre muerto.

- Kagome Higurashi siempre al rescate.

- Es verdad. - se quedó observándola con aquel brillo en sus ojos. - Así fue, siempre fuiste mi salvadora desde la secundaria... es por eso que... lamento mucho el no haber estado a tu lado estos años.

- Oye, Koga, no te tortures más, sabes que el cariño que te tengo es para siempre.

- El mío igual, Kag. - la abrazó fuertemente al mismo tiempo en que cerraba sus ojos. - Yo te quiero muchísimo Kag, que nunca se te olvide.

Se quedaron así durante unos momentos, sin embargo fueron separados repentinamente.

- Ya pasaron tus dos piezas, sarnoso. - gruñó. - Y agradece que no te estoy golpeando por ese abrazo.

- Ja, me alegra saber que mi presencia te sigue incomodando, idiota.

- ¡¿Qué dijiste?!

- Ya, Inuyasha, no es necesario que hagan un escándalo por nada.

- Hazle caso, Kagome siempre es la voz de la razón. - guiñó su ojo mientras ella le sonreía.

- No te pases de listo conmigo. - elevó su dedo.

- Tranquilo, si viera alguna mínima oportunidad con ella, ya te la hubiese robado.

- ¡Koga! - intervino. - No hagas estas cosas.

- Sólo es una broma, bonita, espero que pasen una hermosa noche por si no vuelvo a verlos.

- Muchas gracias Koga, prometo que seguiremos en contacto.

- Espero que así sea. - tomó su mano, besando el dorso de la misma y se perdió entre quienes bailaban.

- Keh. - comenzó a caminar.

- ¿Inuyasha? ¿A donde vas? - no respondió. - No me digas que te molestaste... Inuyasha.

Lo siguió a través de la pista mientras repetía su nombre, sin embargo él no volteó ni se detuvo. Abrió la puerta que conectaba al jardín y salió.

Ay no puede ser.

Suspiró, tapando su rostro con ambas manos. Él atravesó parte de aquel jardín, sentándose en uno de los banquillos.

- ¿Estas molesto? - preguntó, sentándose a su lado.

- ¿Qué esperabas?

- Inuyasha... es Koga.

- ¿Sabes lo que él siente por ti?

- Hemos sido amigos desde la secundaria.

- No respondiste mi pregunta.

- Inuyasha...

- Kagome, él te ama. - la miró, sonriendo levemente.

- Él esta enamorado de Ayame, de hecho estuvimos hablando de ella la mayor parte del baile.

- No me interesa lo que él te haya dicho o lo que tú pienses que siente, te ama y no hay manera de que pueda disimularlo.

- Sólo estas hablando por celos. - suspiró frustrada al mismo tiempo en que desviaba la mirada.

- Kag. - tomó su mano, provocando que ella lo mirara. - La gente puede decir mil cosas, pero los ojos no mienten... y sus ojos dicen que sienten muchas cosas por ti.

Inuyasha... ¿acaso estás inseguro?

- ¿Qué te sucede? Hablas como si Koga fuese una amenaza para ti.

- Feh, ese imbécil no es una amenaza para nadie. - sonrió, desviando su mirada. - Pero... es extraño saber que otra persona te ama de la misma manera en la que yo lo hago.

- ¡¿De que demonios estas hablando?! - gritó, soltando sus manos y tomando su rostro. - ¡¿Cómo puedes decir que él me ama de la misma manera en la que tú lo haces?!

Él sonrió, disfrutando de la calidez de sus palmas sobre sus mejillas.

- Cuando yo te conocí, él ya te conocía desde mucho tiempo antes.

- ¿Y eso que? Los últimos 10 años de mi vida los pasé contigo, Inuyasha. - sonrió, quitando sus manos. - Él sólo es un amigo.

No lo entiendes, Kag, no estoy dudando de tu amor, pero...

- ¿Quieres que te diga algo?

- Dime.

Se puso de pie, metiendo la mano en su bolsillo, del cual sacó una pequeña caja de terciopelo.

Inuyasha.

Su corazón comenzó a palpitar rápidamente al mismo tiempo en que llevaba sus manos a sus labios. Un leve temblequeó se apoderó de su cuerpo en el mismo momento en que sus ojos se encontraron con aquella intensa mirada dorada y su perfecta sonrisa emergía.

- Esto... - se arrodilló frente a ella, abriéndola. - Lo compré cuando supimos que íbamos a ser padres.

Inicio del flashback

- Tiene que ser una broma. - pronunció el menor. - ¡La joyería Shikon No Tama es la más cara de la ciudad!

- ¿Querías algo memorable? - respondió Sesshomaru, apagando el auto. - Entonces el precio debería ser lo de menos.

- ¡Lo dices porque eres millonario, idiota! - se quejó. - Voy a tener un bebé, ¿tienes idea de cuanto dinero voy a necesitar?

- Inuyasha. - lo miró fijamente. - Se que el dinero no es lo que te importa, asique te pediré que te comportes como un adulto y abandones estas estrategias, no voy a regalarte el anillo.

- Al menos tenía que intentarlo. - se encogió de hombros. - Sólo espero que no quieras que te devuelva el dinero de una sola vez.

- Depende de como te portes. - sonrió levemente mientras descendían del auto.

Fin del flashback.

- Pensaba dártelo antes de los 6 meses pero... - un destello de nostalgia se apoderó de su mirada. - Ya sabes.

- Si, entiendo.

- Y... luego nuestra vida comenzó a irse por la borda.

- Vivimos momentos muy difíciles...

- Y nos separamos. - una lágrima recorrió la mejilla de ella. - Y, a pesar de que el futuro se veía incierto... había una sola cosa de la que estaba seguro.

- ¿Cuál? - murmuró.

- De que... es contigo o no es con nadie, Kag.

- Inuyasha...

- Se que no es el momento... sé que aún faltan muchas cosas para mejorar y que eso nos llevara mucho tiempo pero... necesitaba que supieras que... casarme contigo es mi mayor deseo.

- Amor. - su voz se quebró mientras la palma de su mano tapaba su boca.

- Quiero que sea un momento especial para los dos...

- Inu. - tomó su rostro entre sus manos y lo besó profundamente. - No tienes que explicarme nada. - susurró, separándose y apoyando su frente en la de él. - Estoy segura de que vas a encontrar el momento perfecto para pedirme matrimonio. - sonrió. - Y te agradezco tanto por decirme esto, yo... creía que no deseabas casarte conmigo. - rompió en llanto.

- Tonta. - la abrazó, pegándola fuertemente contra su cuerpo. - ¿Cómo pudiste pensar algo como eso?

- Es que nunca hablaste de matrimonio. - sus lágrimas mojaban su hombro.

- Lo siento... pero jamás encontré el momento. - se apartaron y sus manos borraron aquellas lágrimas. - No puedo esperar a que seas mi esposa, bonita.

- Seré la mejor esposa. - sonrió, provocando su risa.

- No tengo dudas. - besó suavemente sus labios. - Prometo que tendrás la boda soñada, mi amor.

- Se que lo harás, mi vida. - volvieron a abrazarse. - Tenemos toda una vida para planearla.

- Gracias, Kag. - susurró él, mientras cerraba sus ojos.


Extra: Emociones

El sonido de la puerta se intercaló con el de las llaves que cayeron al suelo.

- Al parecer están dormidos. - pronunció Miroku, levantándolas.

- Shhh. - su tierna carcajada resonó en el silencio. - Los despertará.

- ¿De que te ríes? - preguntó entre risas.

- Es que creo que tomamos demasiado jijiji.

- Te ves tan hermosa cuando sonríes, Sango.

Hacía demasiado que no veía esa hermosa sonrisa.

- Shhh, no hagas ruido. - la tomó de la cintura mientras avanzaban.

- ¿Cree que fue una buena idea el habernos ido antes?

- ¿Piensas que alguien va a extrañarnos en ese lugar?

- Tiene razón jijiji. - tropezó. - Ups, lo siento.

- Tranquila, preciosa. - sonrió. - Además... quería estar a solas contigo.

- ¿Si? - le devolvió la sonrisa, pasando sus brazos por su cuello mientras él la abrazaba por la cintura.

- ¿Hace cuanto que no pasamos una noche solos los dos?

- Demasiado. - suspiró. - ¿Puedo hacerle una pregunta?

- Claro, dime.

- ¿Usted extrañaba estar así conmigo?

- ¿Por qué preguntas eso, Sango? Por supuesto que lo extrañaba.

- Es que... - sus ojos se llenaron de lágrimas. - Últimamente estaba muy distante.

- Sango. - la abrazó fuertemente mientras ella comenzaba a llorar. - Lo siento, fue un idiota... no supe manejar la situación y me aleje. Jamás me imaginé todo el daño que te estaba causando. - se alejó, acariciando sus mejillas. - Tú y las niñas son lo más valioso que tengo.

- Miroku. - murmuró.

Se besaron suavemente mientras las palmas de sus manos borraban todo rastro de las lágrimas que aún quedaban en ella.

- ¿Sabes que más extraño, Sanguito? - sonrió.

- ¿Qué cosa?

- A ti. - desvió sus labios a su cuello, al mismo tiempo en que la la apretaba contra su cuerpo.

- ¿Seguro que quiere hacerlo en la sala?

- Donde sea, querida. - sus manos se deslizaron por su espalda, tomando el cierre de su vestido, el cuál descendió sin problemas.

Ella se apartó levemente dejando caer la prenda, revelando su perfecta figura la cuál sólo estaba cubiertas por sus bragas. Los ojos azules del joven se dilataron ante aquella imagen y una sonrisa se formó en su rostro. Llevó su mano a su cabello, desatando la cola de caballo que sostenía su lacia marea castaña, la cuál cayo cuan cascada al costado de su rostro.

- Ven. - tomó su mano.

- ¿He?

Regresaron sobre sus pasos en dirección del espejo de cuerpo completo que se encontraba colocado en la pared izquierda, a unos pocos centímetros de la puerta de entrada. Se detuvieron frente a el.

- Dime, Sango, ¿Qué es lo que ves?

- ¿Qué veo? - murmuró.

Sus ojos castaños se miraron de arriba a abajo. Su largo y lacio cabello cubría sus pechos, sin embargo él lo quitó, dejándolos expuestos. Aquella zona de la casa sólo estaba iluminada por la luz de la luna, la cual se colaba por el ventanal sobre la puerta, pero eso no era impedimento para que pudiese distinguir su figura. Su rostro aún mantenía el maquillaje, al menos el delineado, sombreas en sus ojos y el rubor en sus mejillas.

Hacía mucho tiempo que no me... arreglaba. Supongo que me veo, ¿bien?

- ¿Puedo responder antes de que tú lo hagas?

- Miroku. - lo miró por sobre su hombro.

Tomó su mentón, llevando nuevamente su rostro en dirección del espejo.

- Yo veo... - sus miradas se encontraron a través del espejo. - Los ojos más profundos que vi en mi vida. - unas nuevas lágrimas se asomaron en su mirada. - Un rostro suave y angelical, un cabello hermoso. - deslizó las yemas de sus dedos por el contorno de su cara, descendiendo por su cuerpo hasta la altura de sus pechos. - Un cuerpo perfecto... la figura más excitante que jamás imaginé. - murmuró la última frase.

- Miroku. - susurró.

- Yo... lamento mucho que no te hayas sentido hermosa en este último tiempo. - deposito un beso sobre su hombro. - Seguro pensabas que no te deseaba como mujer... como mi mujer. - ella cerró sus ojos, dejándose embriagar por aquellas cálidas caricias. - ¿Recuerdas la promesa que nos hicimos el día de nuestra boda?

- Como olvidarla... - sus manos masajeaban sus pechos con suavidad.

- Te amo para siempre, mi hermosa Sango.

La volteó, besándola profundamente mientras ella envolvía sus brazos en su cuello. Rápidamente la tomó por la parte externa de sus muslos y, sin dudarlo, ella envolvió sus piernas en su cadera. Sin abandonar sus labios, atravesó la sala hasta quedar frente a la mesa, en donde la deposito.

- Déjame verte. - ella apoyó las palmas de sus manos sobre la fría madera, reclinándose levemente mientras él la observaba. - Perfecta.

Aquel brillo que observaba en su mirada azulada, la encendía aún más. No recordaba cuando había sido la última vez que él la había mirado con deseo.

- ¿Le gusta?

- ¿Quieres saberlo? - sonrió, elevando una ceja. Ella asintió.

Se inclinó, llevando sus labios a sus pechos, introduciendo uno de sus pezones en su boca. Ella arqueó su espalda, emitiendo un leve suspiro ante aquel contacto. Las manos de él se clavaron en su cintura mientras el ritmo de su lengua aumentaba. Ascendió a su cuello al mismo tiempo en que ella se deshacia de su saco y comenzaba a desabotonar su camisa. Un gruñido escapó de los labios de él.

- Shhh, no queremos despertar a Kohaku y las niñas. - murmuró.

- Es muy dificil contenerse contigo, mi vida. - tomó su mano, llevandola a su entrepierna. - ¿Comprendes? -

Sango sonrió, apretando ligermante aquella zona y luego, llevando las manos a los botones de su camisa, la deslizó por sus brazos, soltandola en el suelo. Sus dedos se apoyaron en los botones de su pantalón en el mismo momento en que él rompía sus bragas.

- Oiga... - rio.

- Tienes más de donde vinieron esas. - sonrió. Ella liberó su miembro, acariciandolo suavemente. - Sango. - gruñó, mordiendo suavemente su hombro.

- ¿Qué es lo que desea? - susurró, besando su cuello.

- A ti...

- ¿A mi? - gimió.

- Maldición, Sango... - tomó su mentón, besandola con hambre mientras ella posicionaba su miembro en su entrada.

- Yo lo quiero... a usted.

Sin esperar más, la penetró de una sola estocada.

- Sango. - gritó, inclinándose sobre ella.

- No se detenga. - suspiró.

- No lo haré.

Comenzó a adentrarse en su interior de manera intensa, tratando de no hacer mucho ruido. Ella enredó sus piernas en su cadera, deslizando su espalda sobre la madera hasta llegar al límite. Las manos de él se posaron a ambos lados de su torso mientras la observaba directo a los ojos.

- Te amo.

- Y yo lo amo a usted.

La elevó sin salir de su interior y se dirigió al sofá, sentándose.

- Soy tuyo, preciosa.

Ella sonrió picaramente al mismo tiempo en que comenzaba a subir y bajar lentamente, obteniendo pequeñas respiraciones entre cortadas a modo de respuesta. Lo abrazó fuertemente mientras aceleraba sus movimientos, meneandose en un vaivén delicioso, el cuál provocaba que el castaño llevara su cabeza hacía atras.

- ¿Lo disfruta?

- Como no te imaginas. - murmuró.

Un pequeño gemido abandonó sus labios al sentir como las manos de él la sujetaban con fuerza, profundizando sus penetraciones.

- ¡Miroku!

- Shh... - mordió sus labios en el mismo instante en que sentía que su calor lo abrazaba por completo, recibiendo en su boca aquel ahogado grito de placer. Desvió su boca a su cuello en el momento en que se liberaba, llenándola por completo.

Permanecieron abrazados, tratando de regular sus respiraciones. Ella se alejó levemente, apoyando su nariz sobre la suya y sonriendo.

- ¿Se encuentra bien?

- Mejor que nunca. - susurró.

- Será mejor que vayamos a la habitación... no quiero que las niñas despierten y nos encuentren así.

- ¿Tienes prisa?

- Podemos seguir allá...

Ambos se sonrieron, fundiéndose en un tierno beso que prometía una larga noche de placer.