Esa misma noche

- ¿Seguro que podrás llevarlo? - preguntó mientras se acercaba a la puerta de salida. - Son la las 10 tenemos que estar en su casa.

- Tranquila, bonita, ¿Cuándo yo no pude convencer a Miroku de salir un domingo por la noche?

- Bueno, mañana deben regresar al trabajo, supongo que... - salió del hospital y se detuvo, observando fijamente al frente. - Tiene que ser una broma. - sonrió.

- ¿Qué?

- ¿De verdad? - cortó la llamada y se acercó al auto en donde él la estaba esperando. - ¿Por qué no me dijiste que vendrías?

- Supongo que quería darte una sorpresa. - la abrazó mientras ella descansaba su mejilla en su pecho. - ¿Hice mal?

- Jamás. - se puso de puntillas, besándolo levemente. - ¿Me llevarás a casa?

- A NUESTRA casa, querida. - respondió Inuyasha, abriendo la puerta del copiloto.

- Vaya, ¿entonces si vas a regresar? - ingresó.

- Por supuesto que lo haré. - se sentó a su lado, tomando el volante. - Pero no olvides nuestro trato.

- Claro que no, además... - colocó su mano sobre su pierna. - A veces se siente como cuando éramos novios y vivíamos separados.

- ¿Acaso quieres portarte mal? - sonrió, elevando sus cejas.

- No tenemos tiempo.

- ¿Quién dice? - encendió el auto y salió.

- ¿Qué planeas hacer?

- Nada... - la miró de reojo. - Que tu no quieras hacer.

- Inuyasha... tengo que ducharme y cambiarme, además tienes que hablar con Miroku...

- Y tenemos dos horas para todo eso, ahora dime, ¿Cómo te fue ene el trabajo?

Los siguientes quince minutos los pasaron charlando amenamente sobre sus respectivos días, los cuales habían sido tranquilos para los dos. Los ojos de Kagome se abrieron ampliamente al notar a donde se estaban dirigiendo.

- ¿Recuerdas este lugar? - preguntó él.

- Como olvidarlo... - sonrió, observando los diferentes árboles que adornaban las orillas de aquel camino de tierra, el mismo que desembocaba en la entrada de un campo que poseía la vista soñada de las estrellas.

Lejos de todas las luces artificiales, lejos de los ruidos de la gran ciudad.

- Nuestra primera noche con el auto... - continuó él.

Inicio del flashback.

- ¿Seguro que quieres salir a gastar gasolina?

- Kag. - la miró. - Relájate y disfruta de nuestro primer auto.

- De acuerdo. - sonrió, mirando por la ventana. - ¿A donde iremos?

- Hay un lugar del que Miroku me habló una vez... uno al que llegó cuando se perdieron en la carretera.

- ¿Se perdieron?

- Si, el idiota quiso mostrarle a Sango su lado aventurero y se salió del camino, pero me dijo que valió la pena.

- ¿Y tú confías en él?

- En algunas cosas. - la cara de ella no parecía convencida. - Tranquila, vas conmigo, nada te sucederá.

- ¿Y quien me asegura que el peligro no eres tú?

- Eso ya lo veremos... - ambos sonrieron y continuaron su pequeño viaje hasta que llegaron a aquella zona en la que el silencio reinaba. - Bueno, al parecer tenía razón, es un lindo lugar.

- Es precioso. - murmuró Kagome, completamente sorprendida ante aquella vista.

Inuyasha detuvo el auto y ambos descendieron, fijando sus ojos en el manto estrellado que se elevaba sobre ellos.

- ¿Ves por qué tienes que confiar en mi?

- En quien no confío es en Miroku. - respondió sin apartar su mirada del cielo. - Pero si... el lugar es mágico.

Fin del flashback.

- ¿Hacía cuanto que no veníamos por aquí?

- ¿Más de un año? - estacionó y ambos descendieron.

Kagome caminó hacía el frente del auto, sentándose sobre el capot y cerró sus ojos, dejándose embriagar por el aire fresco y el silencio que predominaba.

- ¿Mejor? - se posicionó a su lado.

- Si. - sonrió. - No sabía que necesitaba tanto alejarme un momento.

- Yo también. - con sus ojos dorados fijos en las estrellas, tomó su mano.

Permanecieron en silencio durante unos momentos, quizás sumergidos en sus propios pensamientos hasta que ella tomó la palabra nuevamente.

- ¿Te imaginabas todo esto en aquel momento?

- No. - fue sincero. - Creo que estábamos lejos de si quiera imaginar todo lo que estaba por suceder.

- Aunque... también pasamos cosas que parecerían de películas de terror antes de esto...

- ¿Te refieres a Magatsuhi y Kirinmaru?

- Si.

- ¿Hay algo de lo que te gustaría hablar? - la miró y ella meneó la cabeza. - ¿Estas bien?

Sus ojos se encontraron y él pudo sentir como su corazón repiqueteaba sin parar.

- Siempre que estoy contigo estoy bien.

- Kagome. - le devolvió la sonrisa y, sin pensarlo dos veces, tomó su rostro entre sus manos, besándola.

Rápidamente aquella acción escaló a un nuevo nivel y él la abrazó, colocándose entre sus piernas mientras ella apoyaba su espalda en el auto.

- ¿Qué te sucede? - preguntó, entrelazando sus dedos en su cabellera suave.

- Me vuelves loco en todos los sentidos de la palabra. - rozó su nariz con la suya.

- Dijiste que teníamos 2 horas... - mordió su labio inferior, encendiendo su deseo inmediatamente.

- Odio cuando haces eso. - sus labios buscaron su cuello sin dudarlo, haciéndole emitir un suspiro.

- Juraría que te gusta... - se burló.

Las manos de él comenzaron a acariciar su cuerpo de manera suave y delicada mientras ella hacía lo mismo con su melena. Su entrepierna presionó contra su centro, arrancando un ligero gemido, el cual provocó que él apretara un poco su agarre sobre su cintura.

- Si que sabes como desarmarme, mujer.

- Soy tu debilidad...

- Y mi mayor fortaleza. - sin demasiada suavidad, abrió los botones de la camisa de la joven y elevó su playera, llevando sus manos a sus pechos, los cuales masajeó con lentitud.

- Y tú si que sabes como desesperarme.

- ¿Qué deseas? - presionó aún más su miembro contra ella.

- Esto. - susurró, deslizando su mano sobre su pantalón y apretando con fuerza su entrepierna.

Un pequeño gruñido abandonó los labios del peliplata, quién comenzó a devorar los labios de ella mientras torpemente desprendía su pantalón, permitiéndose jadear al sentir el contacto de su piel sensible con la cálida mano de la mujer.

Mientras ella masajeaba suavemente aquella zona, él descendió su pantalón, acariciando suavemente su entrepierna sobre sus bragas.

- ¿Me deseas, Kagome? - murmuró, mordiendo su labio inferior.

- Hazlo. - gimió.

Aquel agudo sonido fue el detonante para que liberara sus más oscuros deseos. Rápidamente, terminó de descender el pantalón de la joven, corrió su ropa interior y se adentro en ella, haciéndola gritar su nombre.

- No seré suave. - pasó su lengua por su mejilla en el mismo instante en que ella se arqueaba, gustosa de recibirlo.

- No lo seas. - dejó caer toda su espalda sobre el auto.

Abrió sus piernas en la máxima extensión permitida, causando que las penetraciones de él se sintieran más profundas. Ambos posaron sus ojos en la zona en la que se volvían uno, dejándose embriagar por el sonido delicioso de aquella escena.

- Eres perfecta. - susurró, desviando su mirada hacía ella.

Sonrió al notar aquel destello rojizo que aparecía en su mirada producto de la excitación. Sabía perfectamente que decirle para llevarlo a la locura.

- Soy tuya.

- Maldición.

Dejó caer su cuerpo sobre el suyo, volviendo a besar sus labios con devoción mientras ella enredaba sus piernas alrededor de sus caderas, uniéndose más de lo que ya era posible.

- Inuyasha... - su nuca chocó contra el auto. Sintió sus colmillos rozar la piel de su cuello y sus gemidos se intensificaron. - No puedo...

- Hazlo.

Sus manos se clavaron en aquella cabellera plateada mientras la explosión de su orgasmo la estremecía por completo, acompañada de aquella sensación que recorría su interior, sabiendo que ambos habían llegado al clímax juntos.

- ¿Estas bien? - preguntó él, desviando aquel mechón de pelo que cubría el rostro de ella.

- Mejor que nunca. - lo besó. - Te amo.

- Y yo a ti.

- Debemos irnos o verdaderamente no vamos a llegar.

- Mmm, me quedaría fallándote aquí toda la noche.

- Podemos anotarlo en la lista de cosas por hacer. - sonrió.

- Anotado. - mordió su labio y salió de su interior para que ambos acomodaran su ropa y regresaran a su hogar.

Alrededor de una hora más tarde.

- Será mejor que le digas a Rin que se apresuren. - murmuró el peliplata. - Miroku me dijo que Sango esta furiosa.

Estaban estacionados a una calle de distancia, aguardando que Rin y Sesshomaru se hicieran presentes.

- Y no es para menos. - respondió Kikyo desde el asiento trasero.

- Oye, ¿y yo por qué tengo que traerte a ti también? ¿Acaso Naraku no tiene auto? - bromeó.

- Inuyasha... - Kagome lo miró fijamente.

- Te recuerdo, querido Inuyasha, que nuestras cosas están en España y eso incluye el auto, asique ya no me molestes. - golpeó su nuca.

- Kagome, dile a tu prima que se controle, no vaya a ser cosa que le salga el demonio de adentro.

Aquello provocó la risa de ambas jóvenes.

- Créeme que podría darte una paliza si enfrentáramos nuestras sangres demoníacas.

- ¿Quieres que hagamos la prueba?

- Ya basta ustedes dos, ya demasiada sangre puede correr si Inuyasha no va a buscar a Miroku antes de que Sango explote oficialmente.

- ¿Y si mejor le enviamos un mensaje diciéndole que vamos a su casa?

- Ahí llegó. - los tres miraron hacía atrás, viendo las luces del auto de Sesshomaru.

- Ya era hora. - el peliplata tomó su móvil y le envió un mensaje a su amigo. - ¿Ustedes bajan aquí?

- Si. - Kikyo tomó las cosas y las de Kagome y descendió.

- Muchas gracias, mi amor. - le dio un beso.

- Te voy a extrañar esta noche.

- Tenemos toda la vida para pasar las noches juntos... diviértanse y, si van al bar en el que trabaja Yura... - entrecerró sus ojos.

- Me sacaré los ojos antes de mirarla.

- Tonto. - rio, descendiendo. - Eres un exagerado.

- Tranquila, todo estará bien, que se diviertan.

Encendió el auto y se detuvo frente a la casa de Sango, en donde en cuestión de segundos, Miroku ingresó y partieron. Momentos después, Rin descendió del auto, sosteniendo sus cosas y, con un ademán de sus manos, las tres saludaron a Sesshomaru, quien no se iba a disponer a marcharse hasta que las viera ingresar a la casa señalada.

- ¿Todo bien? - preguntó Kagome al abrazarla.

- Si, todo más que bien, estoy emocionada. - sonrió.

- Oye, ¿se va a quedar ahí? - pronunció Kikyo, observando el auto por sobre su hombro mientras caminaban.

- Ya conocen al señor Sesshomaru... es obvio que no se alejará a menos que estemos seguras.

- Error, a menos que tú estés segura.

- Las tres. - las abrazó. - Chicas, no se dan una idea de lo mucho que extrañaba estar con ustedes.

- Créame que yo también. - sonrió Kikyo. - Fue muy duro tenerlas lejos.

- Pero... ahora estamos todas juntas y tenemos que disfrutarnos. - sonrió Kagome.

Llegaron frente a la puerta de la casa de Sango y esperaron a que ella saliera. Un par de segundos después se encontraron con sus ojos castaños llenos de lágrimas.

- No puede ser. - susurró, tapando su boca con ambas manos. - No me digan que todo esto fue su idea.

- Sorpresaaaa. - pronunciaron las tres al mismo tiempo.

- Y creo que le debes una disculpa al joven Miroku. - rio Rin.

- Por dios, chicas, estuve a punto de echarlo de la casa. - secaba sus lágrimas.

- Ya no será necesario. - Kikyo la abrazó. - Porque esta noche disfrutaremos de una noche de chicas.

- No tienen una idea de lo feliz que me han hecho. - comenzó a llorar.

- Ohhh, Sango. - Rin y Kagome se unieron a aquel abrazo fraternal. - ¿Dónde están las gemelas? - preguntó la castaña al apartarse. - Tienes que enseñarme esto de la maternidad, después de todo ya falta menos.

Las cuatro ingresaron a la casa.

- Recuerda mis palabras, querida. - pronunció Kagome. - Serán dos bebés.

- Y eso sería un problema ya que tenemos las cosas para un solo hijo/a.

- Pues, vete preocupando porque estoy de acuerdo con ella.

- Estas en problemas Rin. - sonrió Sango. - Las doctoras han hablado. - rieron. - Vengan, las niñas están en la habitación.

Mientras tanto, en la carretera.

- Oye, dile a la señorita Kagome que le agradezco mucho esto que hicieron por Sango, estoy seguro de que ella las necesitaba.

- Bien, le diré... ¿Qué hay de ti? ¿Están las cosas mejores?

- ¿Acaso estas preocupado por mi? Coqueto, hacía mucho no me sentía tan querido.

- ¿Quieres que me arrepienta de haberte traído? - entrecerró sus ojos.

- Sólo estoy bromeando. - sonrió. - ¿Qué crees? Voy a volver a casarme.

- ¿Qué? - lo miró, verdaderamente sorprendido.

- Así es... anoche en la fiesta le pedí a Sango que renováramos nuestros botos. - le mostró su nuevo anillo. - Asique supongo que las chicas lo sabrán esta noche.

- Me alegro por ustedes aunque eso signifique tener que asistir a otra tediosa fiesta.

- Noto un ligero tono hostil en tus respuestas y eso lo haces cuando quieres decirme algo pero no quieres ser tú quien ponga el tema sobre la mesa.

- Cuando lleguemos al ver te contaré. - respondió, pensando en lo que había vivido con Kagome esa misma mañana al escuchar que había tenido una pesadilla.

Una que más bien se parecía a un recuerdo que él no deseaba que recordara.

Extra: Encuentro de hermanos.

- No puedo negar que me sigue impresionando el que hayas decidido pasar la noche del domingo con tu hermana mayor. - Kagura sonrió, regresando al pequeño living con dos tazas de café en la mano.

- Supongo que la distancia causa ese efecto. - respondió Naraku, recibiendo su bebida.

- Yo también te extrañé, si eso es lo que intentas decirme. - sonrió, bebiendo un sorbo. - ¿Cómo se encuentran allá?

- Kikyo quiere regresar.

- ¿Qué?

- Eso me ha dado a entender.

- ¿Y tú que piensas?

- Que no es una buena idea. - su semblante serio acompañaba a la perfección sus palabras. - Ya no hay nada aquí para nosotros.

- Eso es lo que tú crees, Naraku, pero sus familias estamos aquí, ¿no crees que ella realmente los extraña?

Se quedó en silencio, recordando el momento en que ella le había dicho que, con toda seguridad, no podrían tener hijos y sólo entonces las palabras de su hermana cobraron un nuevo sentido.

- Tal vez lo mejor sea que ella regrese sola.

- Tienes que estar bromeando. - dejó la taza en la pequeña mesa. - ¿Crees que Kikyo querrá estar sin ti? - nuevamente se quedó sin responder. - ¿Y tú? ¿Soportarás estar sin ella?

Antes de que alguno de los dos volviera a emitir una palabra, el celular de Kagura sonó y ella lo tomó, frunciendo el entrecejo al leer el mensaje.

¿Cómo consiguió mi número?

Pensó, dejando el móvil en su lugar y sonriendo levemente.

- ¿Quién es?

- Nadie que te interese. - la sonrisa de su hermano se unió a la de ella.

- ¿En que andas, Kagura?

- Repito, en nada que te interese...