- Oye, espero que no te hayamos generados mucho problemas con Miroku. - pronunció Kagome, dejando sus cosas sobre la mesa de la cocina.
- Descuida, ya le pediré disculpas cuando regrese. - sonrió, sentándose frente a ella.
- Ustedes deberán disculparme. - pronunció Rin. - Pero yo quiero ver a las niñas, asique...
- Alguien está emocionada por ser madre. - sonrió la morena.
- No creas que todo es color de rosa, Rin. - suspiró. - Pero... vale la pena cada segundo.
- Oigan, entiendo lo que me dicen y es por eso que ya quiero ver lo que me deparara el futuro.
- Yo te acompaño. - Kikyo se puso de pie. - No podrás traerlas a ambas por tu cuenta.
La castaña asintió y ambas se perdieron en el pasillo.
- Realmente no puedo creer que estemos todas juntas de nuevo.
- Yo tampoco, Sango y, si tengo que ser honesta, desearía que fuese así para toda la vida.
- Pero sabes que no importa donde estemos, siempre estaremos la una para la otra.
- Lo se.
Sango elevó una mano, mostrando 3 de sus dedos y murmuró:
- Tres, dos... uno.
- ¡Tíaaaaas! - los gritos de las niñas resonaron por toda la casa. - Han despertado a las pequeñas yokais. - bromeó.
- Lo bueno es que dijeron que iban a hacerse cargo. - rio. - Descuida, te ayudaremos a que se duerman.
- Gracias.
- Adivinen a quienes traemos por aquí... - la voz de Rin se acercaba por el pasillo.
- Nos encontramos a una hermosas princesas. - Kikyo se sumó e inmediatamente ambas aparecieron, cada una llevando a una gemela en sus brazos. - Aunque están un poco despeinadas.
- Dame, Rin. - Kagome extendió sus brazos.
- Oye, ella es mía. - elevó su mano, deteniendo a la morena.
- ¡Quiero ir con la tía Kag!
- ¿Cómo dijiste pequeña traidora? - todas rieron mientras la joven recibía en brazos a la pequeña.
- Que bonitas se ven con niñas, chicas. - pronunció Sango, apoyando su mentón sobre la palma de la mano.
- ¿Verdad que si? - Kikyo se puso al lado de Kagome y las cuatro sonrieron.
- Esto merece una foto. - Rin tomó su teléfono y, sin dudarlo, inmortalizó aquel momento.
- ¿Saben algo, niñas?
- ¿Qué pasa tía Kikyo?
- ¡Hoy tendremos una noche de pijamada!
- ¡Siiiii! - gritaron al unísono.
- Y eso significa una cosa...
- ¡Cuentos!
- Y palomitas, ¿verdad mami Sango?
- Bueno, si insisten...
- Ah no. - Rin la detuvo. - tú sólo quédate sentada que esta noche nosotras nos encargaremos de todo, ¿de acuerdo?
- Chicas, no es necesario...
- ¿Cómo que no? - Kag respondió. - Hoy nosotras consentiremos a estas princesas. - rozó su nariz con la de Gyo, quién rio ante su contacto.
Mientras tanto, en un bar alejado...
- Mira. - Inuyasha le extendió el móvil a su amigo, quién sonrió de inmediato al ver la foto. - Rin la subió a las redes.
- Se ven hermosas. - aquel brilló en sus ojos representaba a la perfección sus emociones. - Aunque mis princesas son las más hermosas.
- Iba a decirte que eso es gracias a Sango, pero no quiero que pienses mal.
- ¿Por qué lo dices, coqueto? La señorita Kagome también es una mujer muy hermosa.
- Oye, yo no soy tú, a mi si me molestan esos comentarios.
- Eso es porque eres un idiota. - rio.
- Como digas. - miró a un costado y, sin buscarlo, sus ojos se encontraron con los violetas de Yura, quién sonrió de inmediato. - Maldición. - susurró.
- ¿Qué sucede?
- Buenas noches, muchachos. - sonrió la morena. - Lamento mucho el haberlos hecho esperar, pero como verán, hay demasiada gente.
- No te preocupes, Yura. - Inuyasha aclaró su garganta. - Veo que todos los empleados están ocupados.
- ¿Quieren algo de comer o sólo de beber?
- Yo sólo quiero una cerveza por favor.
- Me sumo a su pedido. - pronunció el castaño.
- De acuerdo, enseguida se las traigo. - les dedicó una última sonrisa y se retiró.
- Juro que no la vi. - se quejó. - De haber sabido que trabajaba esta noche, hubiésemos ido a otro lugar.
- ¿Por qué? ¿La señorita Kagome se enojaría?
- Bueno... - sonrió, recordando las palabras que le había pronunciado antes de bajar del auto.
Y si van al bar de Yura...
- Le dije que me sacaría los ojos antes de mirarla.
- ¿Quieres que te ayude? Mejor que lo haga yo y no ella.
- Feh... que chistoso. - permanecieron en silencio unos segundos antes de que el castaño volviera a pronunciarse.
- Ya dime, ¿Qué es lo que te tiene tan preocupado?
Sus ojos se encontraron y un ligero suspiro le siguió. Procedió a la relatarle lo sucedido con Kagome esa mañana.
- Creo que es demasiado evidente que no fue un sueño... fue una especie de regresión, recuerdo vivió, flashback... llámalo como quieras.
- Inuyasha, lamento decirte esto pero... ¿Qué esperabas? - desvió sus ojos. - ¿Acaso no recuerdas lo que dije en ese momento?
Inicio del flashback.
Años atrás.
- ¿Cómo se encuentra? - preguntó Sango, poniéndose de pie al ver a Inuyasha acercarse.
- Tuvieron que volver a sedarla... ahora está dormida.
- ¿Sabes algo de Kirinmaru? - Miroku se pronunció.
- Sesshomaru se está encargando de eso, por el momento necesito que mi mente se concentre sólo en Kagome y en su recuperación.
- Inuyasha... - la mujer se acercó y lo abrazó. - Entiendo que quieres ser fuerte, pero también era tu hijo.
Los ojos dorados del joven se cristalizaron ante sus palabras, pero contuvo su llanto.
- Gracias, Sango. - correspondió su abrazo unos segundos. - Ya tendré tiempo para pensar en mi hijo, ahora necesito estar fuerte para Kagome.
- Inuyasha, sabes que cuentas con nosotros, con tus padres, con la familia de ella, con tu hermano, Rin, Kikyo...
- Gracias, chicos. - su semblante se ensombreció de golpe. - Hay algo que tengo que decirles. - ambos asintieron. - Ella no recuerda nada de lo que sucedió.
- ¿Qué? - pronunciaron al unísono.
- El psicólogo me explicó que, con toda probabilidad, su mente decidió bloquear lo que pasó con Kirinmaru, de lo contrario...
- Entiendo. - pronunció el castaño. - Esta situación debe ser sumamente traumática para cualquiera.
- Lo es, no tengo dudas de eso. - hizo una pausa. - Por nada del mundo hay que mencionárselo, ¿de acuerdo? Según entendí, su mente implantará otro recuerdo menos doloroso... y será mejor así.
Sango y Miroku compartieron una mirada de preocupación, sin embargo fue él quién decidió emitir palabra.
- Inuyasha, ¿estas seguro de que es lo mejor?
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Tienes garantía de que ella nunca recordará aquel momento? - no respondió. - En un escenario eventual en el que si lo haga, ¿Qué crees que pasará?
- Miroku, no es momento... - Sango trató de intervenir.
- Quizás no lo sea, pero él tiene que saber lo peligroso de ocultar algo tan importante como esto, ¿Cómo crees que se sentirá la señorita Kagome al enterarse de que todos lo sabíamos menos ella?
- Ya te lo dijo Sango, Miroku. - respondió con seriedad. - No es el momento para discutir esto.
Fin del flashback.
- No voy a mentirte. - tragó saliva. - Eso es algo en lo que no he dejado de pensar en todos estos años... siempre tuve miedo de que ella recordara todo y... volviera a esos días oscuros.
- ¿Has hablado con Urasue al respecto?
- Aún no pero... cuando llegue el momento lo haré.
- ¿Tampoco se lo platicaste a la psicóloga a la que ella asistió? - meneó la cabeza. - Inuyasha...
- Lamento la tardanza. - Yura los interrumpió. - Aquí tienen sus cervezas, espero que estén lo suficientemente frías y que las disfruten.
- Gracias, Yura.
- Muchas gracias, señorita.
- Que tengan una buena noche. - les sonrió una última vez y se alejó.
- Disculpa por lo que voy a decir, Inuyasha, pero yo no veo malas intenciones en Yura. - bebió un sorbo. - O es una gran actriz o verdaderamente ha cambiado.
- Espero que sea lo segundo. - imitó su acción. - Pero, si tengo que decir la verdad, yo tampoco veo malas intenciones en ella.
Al menos no veo nada que se pareciera a su actitud hace diez años.
Casa de Sango.
- Entonces el pozo se cerró. - pronunció Rin, la encargada de contar la historia, provocando que las niñas se taparan las bocas. - Pero... ella volvió.
- ¡Siiii! - gritaron al unísono.
- Y se reencontró con él, quién nunca dejó de esperarla. - sonrió, sentándose al pie de la cama. - Y entonces, fueron felices por siempre y tuvieron una hermosa hija, tan hermosa como ustedes. - colocó sus manos en su pecho. - Y ese, mis niñas, es el cuento mágico de La Perla de Shikon.
Todas aplaudieron ligeramente, haciendo el menor ruido posible.
- Y ahora... a dormir. - pronunció Sango, poniéndose de pie.
- Ohhh, no... mami. Queremos otro cuento.
- Pues, yo veo en sus ojitos un poco de sueño. - dijo Kag, acariciando una de sus mejillas. - Yo puedo quedarme con ustedes si lo desean.
- ¡Siii, tía Kag! - Kin la tomó del brazo, causando su sonrisa.
- Vayan chicas, yo me quedaré hasta que se duerman.
- ¿Segura, Kag? - asintió.
Las tres jóvenes se acercaron y depositaron pequeños besos en las frentes de ambas niñas, quienes se despidieron con el ademán de sus manos.
- Oigan, ¿y en que momento ustedes organizaron esto? - preguntó Sango mientras se dirigían a la cocina.
- Antes de la fiesta del señor Sesshomaru. - sonrió. - Y no fue difícil convencerlas.
- Creo que todas necesitábamos una noche de chicas. - se sumó Kikyo. - Sobre todo tú, Sango.
- Bueno, me apena admitirlo pero si... a veces la vida puede ser un poco... dura.
- Al parecer todas estamos pasando por etapas complicadas. - murmuró la morena, sentándose.
- Ya no somos jovencitas. - sonrió Rin.
- Y que lo digas, créeme que dos niñas absorben la juventud.
- Pero es lo más hermoso del mundo.
- Lo es, Kikyo.
Permanecieron en silencio unos momentos hasta que Kagome regresó sigilosamente.
- Definitivamente el sueño las estaba consumiendo. - rio.
- Esas niñas, por momentos parece que nunca se cansan.
- Creo que eso se debe a que estas muy sobre cargada, Sango. - se sentó a su lado. - ¿No has pensado en contratar a alguien que los ayude?
- ¿Cómo crees? Sólo son dos niñas.
- Oye, no está mal pedir ayuda si realmente la necesitas, no importa si son dos, tres, incluso una.
- Si quieres... - intervino Rin. - Yo puedo venir a hacerte compañía un par de veces a la semana.
- ¿Qué? - se sorprendió. - Pero, Rin... tu embarazo ya está un poco avanzado, ¿crees que...?
- Ni se te ocurra decir ¿Crees que será una buena idea? porque si lo creo, además... me vendría bien un poco de practica y... cuando Sesshomaru está en el trabajo me siento demasiado sola en casa.
- ¿Aún no han hablado sobre eso?
- Bueno... no tuvimos mucho tiempo.
- Creo ya saber porque...
- ¡Kikyo! - sonrió, apenada. - ¿Qué hay de ti? ¿Hablaste con Naraku?
- Oh, definitivamente ellos no hablan mucho que digamos. - bromeó Kagome, provocando las risas de todas.
- No, aún no le he dicho que me quedaré aquí pero...
- ¿Crees que se lo tomará bien? - preguntó Sango. Ella meneó la cabeza.
- Él tiene un buen empleo allá y dudo mucho que quiera dejarlo.
- Kikyo... no quiero que te enfades con lo que voy a decirte pero... ¿no crees que te estás precipitando un poco?
Kagome siempre había sido quién más confianza tenía con la morena y, por ende, la única que se animaba a preguntar cosas que sus amigas jamás preguntarían.
- ¿Precipitando?
- Si, es decir, tomaste una decisión que cambiará la vida de los dos pero... sin consultarlo con él primero.
- Lo se. - suspiró. - Pero... les juro que necesito estar aquí, ya no tengo deseos de regresar a España.
- Kikyo, espero que no tomes a mal lo que voy a preguntarte. - intervino Sango. - Pero, ¿lo haces por que supiste que no puedes tener hijos?
La morena permaneció en silencio unos minutos, tal vez meditando su respuesta.
- ¿Sabes? Creo que aún si pudiera quedar embarazada elegiría regresar y estar con mi familia.
- Tranquila. - Kagome se acercó, abrazándola. - Estamos para ti, además... se que encontraran una manera apropiada de resolver esto.
- Eso espero. - suspiró, correspondiendo su acción.
- Oigan, ¿quieren saber algo que sucedió en los últimos días y que no tuve tiempo de contarles? - todas la observaron con atención. - Yura está trabajando en el mismo lugar que Inuyasha.
- ¿Qué? - pronunciaron las tres al unísono.
- Si, por alguna razón comenzó a trabajar como secretaria en la escuela en la que él da clases. - suspiró, tomando asiento al lado de Kikyo. - Y eso no me agrada para nada.
- ¿Y él que te ha dicho al respecto? - preguntó Rin.
- Lo de siempre, ya saben... que me quede tranquila, que ella ya no es la misma, pero...
- Comprendemos, además luego de todo lo que sucedió yo también desconfiaría de ella.
- Pero, amiga, sabes que Inuyasha sería capaz de engañarte. - sonrió la castaña.
- Si, lo se, por eso él no es quien me preocupa.
- Lo mejor será que mantengas tus ojos alerta pero sin volverte loca. - respondió Kikyo.
- Concuerdo. - Rin se sentó frente a ella.
Permanecieron unos segundos en silencio antes de que Sango volviera a tomar la palabra.
- Bueno... yo también tengo algo que decirles. - sonrió, sonrojándose un poco. - Miroku y yo renovaremos los votos matrimoniales.
Todas gritaron mientras ella asentía y sus ojos volvían a llenarse de lágrimas.
- Sango. - Kagome fue la primera en ponerse de pie y abrazarla con fuerza. - Estoy demasiado feliz por ti.
- Todas lo estamos. - Kikyo y Rin se sumaron a aquel apretado abrazo. - Y eso significa que debemos comenzar a planear la boda.
- ¿Has pensado en algo?
- Oigan, tranquilas. - rio. - Esto apenas fue anoche y, teniendo en cuenta que casi lo echo de casa antes de que llegaran...
- Estoy segura de que algo se te viene a la mente al pensar en una nueva boda. - sonrió Rin, apoyando su mentón sobre su mano.
- Bueno... quizás me encantaría revivir lo que fue nuestra primera unión.
- No se diga más. - pronunció Kagome. - Cuentas con nosotras para todo.
- Gracias, chicas.
- ¿Y que hay de ti, Rin? ¿Algo nuevo para contar? - la miró Kikyo.
- Nada nuevo, sólo que esta semana iremos a saber el sexo del bebé. - acarició su vientre. - Y obviamente ustedes serán las primeras en saberlo.
- Yo voto porque serán dos.
- Pienso lo mismo que Kagome.
- Hazles caso, Rin, recuerda como predijeron a las gemelas.
Todas rieron.
- En ese caso, ustedes tendrán que ayudarme a conseguir las cosas.
- Trato hecho. - la castaña extendió su mano, la cual ella tomó. - ¿Película y más palomitas?
- Tú si sabes, Sango. - sonrió Kagome, poniéndose de pie. - Rin y yo nos encargaremos de las palomitas, tú y Kikyo escojan la película, como en los viejos tiempos. - sonrió.
