Abrió sus ojos y notó que los primeros rayos de sol se estaban asomando. Tomó su móvil y al ver la hora supo que eran las 06:00 am, amén de la cantidad de mensajes que tenía de Inuyasha.
Bueno, ya que ninguna de ustedes responde, Miroku y yo nos iremos a nuestra casa.
- ¿He? Pero... ¿acaso él no tenía llave? - murmuró.
- No... de hecho, lo eché tan rápido que ni tiempo tuvo de tomarlas.
- Sango. - se sobresaltó al verla salir de la cocina. - ¿Qué haces despierta tan temprano?
- Las gemelas se despertarán en un rato. - sonrió. - Es hora de que comience con el desayuno.
Kagome miró a ambos lados del sofá y notó que Rin estaba sentada a su lado, completamente dormida, mientras Kikyo se encontraba en el suelo, con su espalda en el sofá.
Nos quedamos dormida mientras mirábamos la película... como en los viejos tiempos.
- Algunas cosas nunca cambian. - se puso de pie. - Te ayudo con el desayuno.
- Gracias. - ingresó a la cocina, prendiendo la tetera. - Como en los viejos tiempos, ¿recuerdas? - pronunció, quizás materializando los pensamientos de la morena. - Nosotras siempre fuimos las primeras en despertar.
- Si. - tomó los elementos para comenzar a cocinar. - Sólo que esta vez fuiste tú quién se levantó primero.
- ¿Mami? - ambas giraron ante la tierna voz que llegó a sus oídos y se encontraron con la pequeña Kin, con su manta en la mano y restregando sus ojos. - ¿Por qué las tías Rin y Kikyo están durmiendo en el sofá?.
- Buenos días, pequeña. - sonrió la morena, acercándose y tomándola en brazos. - ¿Acaso te caíste de la cama?
- Ojalá ese fuera el caso. - sonrió su madre. - Te dije que se levantarían pronto.
- Entonces... ¿a esta hora comienzas los días? - asintió. - ¿Y Miroku?
- Bueno, sus días comienzan un poco más tarde, alrededor de las 7:30, luego sus clases comienzan cerca de las 9:00.
- Entiendo, no es mucha la diferencia pero si mucho lo que tienes que hacer. - miró a la niña. - ¿Haremos el desayuno juntas?
- ¡Siii! - aplaudió efusivamente.
- Iré a ver a Gyo.
Sango salió de la cocina mientras Kagome sentaba a la pequeña sobre el mesón.
- Bien, ¿Qué quieres comer?
- Mmmm, ¡Arroz!
- Bien, ¿arroz y verduras?
- ¡Siii!
- El desayuno es la comida más importante del día, pequeña. - ambas giraron hacia la puerta y le sonrieron a la joven.
- ¡Tía Kikyo! - extendió sus brazos mientras la morena la tomaba y besaba su mejilla.
- Buenos días, princesa.
- Tú si que te caíste del sofá. - sonrió Kagome, al mismo tiempo en que prendía la cocina. - Siempre eras la última en despertar.
- Supongo que el embarazo de Rin tiene algo que ver en el hecho de que esté cansada.
Dejó a la niña en su silla y se apoyó sobre la mesa, mostrando una cara que a su prima le llamó la atención.
- ¿Todo bien?
- Nada. - sonrió levemente. - Sólo lo que les comentaba anoche.
- Tranquila, estoy segura de que Naraku y tú llegarán a un acuerdo y será lo mejor para los dos.
- ¿Y si él decide separarse?
- ¿He?
- Las relaciones a distancia no son fáciles, Kag. - respondió con un dejo de preocupación en su tono de voz. - No se si nosotros estamos listos para esto.
- Ninguna relación es fácil. - Sangro ingresó con Gyn, quien rápidamente le dio los buenos días a las jóvenes y se sentó al lado de su hermana. - Y creo que nosotras somos la prueba viviente de ello.
- Es verdad. - suspiró Kagome, cortando las verduras. - Inuyasha y yo estuvimos un mes separados porque la convivencia se había vuelto imposible. - su semblante se ensombreció al recordar aquellos momentos.
- Yo también estuve a punto de... - miró a sus hijas. - Ya saben. - no quiso continuar para que ellas no escucharan. - Por momentos su falta de interés era agobiante.
- Incluso Sesshomaru tuvo errores. - resaltó la morena. - Rin pasó parte de su embarazo casi en soledad... y eso que él ya había tenido una mala experiencia en su relación con Kagura.
- Chicas, no me den tantas esperanzas. - pronunció en un tono de broma.
- Lo que queremos decir... es que todo saldrá bien para los dos. - intervino Sango. - Además, recuerden que tenemos una boda que planear.
- ¿Boda? - preguntó Kin.
- Ups, creo que me había olvidado de ese pequeño detalle. - sonrió. - Bien, mientras la tía Kikyo va a despertar a la tía Rin, mamá les contará una noticia, ¿de acuerdo?
Mientras tanto, en la casa de Inuyasha...
El peliplata salió de su habitación, con la intención de preparase el desayuno.
- Buenos días, coqueto. - sonrió su amigo, sirviendo el café.
- Feh, ¿acaso te caíste del sofá?
- Debo confesar que no es el lugar más cómodo y acogedor en el que he dormido, pero te agradezco por haber dejado que me quedara hoy.
- Bueno, teniendo en cuenta que Kagome no respondió ninguna llamada...
- Estoy seguro de que se deben haber quedado dormidas.
- ¿Las cuatro?
- ¿Acaso no lo hacían cuando solíamos juntarnos a ver películas?
Sonrió, recordando aquellos momentos en los que sólo eran unos jovencitos con muchos sueños y expectativas por delante.
- Eran buenos días, ¿no crees?
- ¿Qué sucedió, coqueto? ¿Te invadió la nostalgia?
- Un poco. - se desperezó. - A veces sólo quisiera volver a cuando éramos dos estudiantes, sin complicaciones, sin problemas, sin nada de lo terrible que vivimos. - ambos se quedaron en silencio unos momentos. - ¿Qué hay de ti? ¿No tienes clases a las 9?
- Así es, pero no puedo llegar viéndome así. - bebió un sorbo de su café, extendiéndole su taza a Inuyasha.
- Y supongo que no podrás cocinar más que esto. - se acercó a la estufa, dejando que su amigo tomara asiento.
- Lo lamento, pero no soy yo quien suele encargarse de los desayunos en casa. - se encogió de hombros.
- Keh, ¿Por qué no me sorprende?
- Agasájame como si fuese la señorita Kagome. - cruzó sus piernas, sonriendo.
- ¿Sabes? A veces tus chistes hacen que comience a dudar de ti.
- Ya quisieras, mi querido cabecita blanca.
- Sólo cállate si no dirás nada importante.
Antes de que pudiese responder, el timbre sonó, provocando que ambos miraran en dirección de la puerta.
- ¿Esperabas a alguien? - el peliplata negó.
Se acercó y abrió, sorprendiéndose.
- ¿Qué haces aquí?
- Rin no respondió mis llamadas. - ingresó sin pedir permiso y sus ojos dorados se encontraron con los de Miroku. - Y veo que no fui el único que se quedó esperando.
- Buenos días, Sesshomaru. - sonrió el castaño. - De hecho, Sango no me dio tiempo de tomar las llaves y aquí estoy.
Posó sus ojos dorados sobre su hermano, ya que sabía que ahí sólo había una cama matrimonial.
- ¡Durmió en el sofá! - gritó, comprendiendo las intenciones de aquella mirada.
- ¿Hay algún motivo por el que sientas que tienes que ponerte a la defensiva?
- Si, tú y tus silencios escandalosos. - pasó por su lado. - Además de que deberé hacer otro desayuno.
- Lamento ser una molestia para ti, querido hermano. - tomó asiento. - Pero no he venido sólo por esto.
El cuerpo del joven se tensó de inmediato, ya que las veces que Sesshomaru había pronunciado una frase similar, cosas bastante complejas habían sucedido después. Miroku descendió su taza y se quedó observándolo, preso de la misma sensación.
- Habla. - sentenció el peliplata. - Sin rodeos.
- Yura está limpia.
Volteó, completamente sorprendido.
- ¿Cómo sabes...?
- Todos sabemos que desde que sucedió lo de Kirinmaru... - hizo una pausa. - Decidí reforzar un poco la vigilancia sobre la familia y, aunque sea en contra de mi voluntad, eso te incluye, Inuyasha.
Sesshomaru, ¿acaso todavía te sientes culpable por lo que sucedió en aquel momento?
Pensó, meditando como responder ante aquella revelación
- ¿Estas completamente seguro de lo que dices?
- Si. - fue firme. - Al parecer, luego de casi morir en las manos de Bankotsu, regresó a Canadá y permaneció allí los siguientes diez años, estudiando y trabajó en un lugar de comidas rápidas hasta que, hace no mucho tiempo, regresó e ingresó a trabajar en la misma escuela que tú.
- ¿Tienes idea de como ingresó?
- ¿A que te refieres?
- A que si sabes si se presentó al puesto por iniciativa propia o si alguien la llevó hasta allí.
- No lo sé, ¿Para que quieres esa información?
- Para terminar de despejar las dudas sobre si realmente trama algo o no.
- ¿No te alcanza con mi palabra?
- No es lo que quise decir, pero siempre es mejor tener más información a tener poca, ¿no crees?
El mayor se quedó en silencio, desviando la mirada, ya que no soportaba darle la razón.
- Yo digo que puedes estar tranquilo. - intervino Miroku. - Yura no se ve malintencionada esta vez. Supongo que, a pesar de todo, lo mejor será confiar.
No lo sé... verdaderamente no se que pueda ser mejor últimamente.
Extra: Tú, mi recuerdo más doloroso
Koga
Se removía en su cama, sintiéndose completamente inquieto. Sus ojos cerrados se apretaban con fuerza, al igual que sus puños. Su cuerpo había comenzado a sudar, hasta que por fin su mirada se abrió y logró sentarse en la cama.
- Maldición. - murmuró, restregando sus manos sobre su rostro. - Otra vez ese sueño. - se dejó caer sobre la cama, intentando calmar el repiquetear de su corazón. - ¿Por qué tengo que soñar con ella?
Desde que se fue, no he dejado de atormentarme con su recuerdo.
Inicio del flashback.
El día había transcurrido increíblemente lento, mucho más teniendo en cuenta que había iniciado con aquella pelea con la pelirroja, la tercera en sólo tres días. La convivencia no les había resultado como esperaban y, si bien no era nuevo cuando se mudaron, la realidad era que el estar en la ciudad en donde ambos habían nacido, de alguna manera aliviaba aquellos malos momentos.
Regresó a su casa, con todas las intenciones de hablar y ver si podían llegar a un acuerdo, así como siempre lo hacían. Ingresó, dejando las llaves en su lugar, junto con su chaqueta.
- Ayame. - la llamó. - ¿Podemos hablar de lo que pasó hoy? - comenzó a caminar, dirigiéndose a su habitación, en donde se detuvo frente a la puerta. - Oye... se que ambos no estamos muy bien que digamos, a decir verdad, yo también soy bastante molesto a veces. - sonrió. - Pero se que no hay nada que no podamos superar si estamos juntos. - se quedó en silencio, esperando una respuesta que nunca llegó. - ¿Ayame?
Ingresó a la habitación y notó que estaba vacía. La confusión se apoderó de su rostro al notar que el armario estaba abierto y sólo su ropa estaba allí.
¿Qué demonios?
Comenzó a recorrer cada rincón de la casa mientras repetía su nombre, pero sólo obtuvo el eco de su voz como respuesta. Volvió a la habitación en busca de alguna pista que le indicara algo y sólo se encontró con una pequeña nota sobre la mesa de noche.
Lo siento mucho. Espero que algún día encuentres ese amor bonito y tranquilo que tanto deseas.
- Pero, ¿Qué dices? - la culpa lo invadió de inmediato. - Soy un imbécil.
Se sentó sobre la cama y marcó su número de inmediato.
El número al que intenta comunicarse...
- ¡No! - gritó, lanzando el móvil. - Ayame... ¿Por qué? ¿De verdad te marchaste?
Fin del flashback.
- Lo siguientes días te busqué por todos lados... - susurró. - Hospedajes, hoteles, incluso hospitales... recorrí cada rincón de la ciudad, no me importaba que me llevara meses. - cerró sus ojos. - Y ni así te encontré. ¿Dónde te metiste, mi querida Ayame?
