Capítulo 4

Nesta se tomó el tiempo de darse un baño, cambiarse, comer algo rápidamente y luego correr con sus músculos gimiendo hacia la biblioteca. Llegó tarde, pero Clotho, la pobre y sufrida Clotho, no le reprochó nada. Solo le asignó su trabajo del día. Nesta le dio una sonrisa de disculpa que pareció sorprender a la otra mujer mientras se apresuraba a comenzar su trabajo.

Tal vez dos horas de ejercicio con Cassian fue exagerado; debió quedarse en los 15 minutos que hizo al inicio, porque sus piernas le dolían como si hubiese corrido la maratón de Boston en tiempo récord. Bueno, era el sacrificio que tocaba por haber pasado dos horas con el hombre de sus sueños. Ahogó sus quejidos, alegrándose de haber superado los sueños de ser bibliotecaria a los 15 años. Sí, por mucho que le gustara leer, lo de ser bibliotecaria no era para ella. Aunque haber imaginado una biblioteca que también fuera un santuario para mujeres maltratadas… ojalá hubiese podido hacer algo así de hermoso en el mundo real. Incluso había imaginado en este lugar a un monstruo aterrador en sus profundidades que solo estaba ahí en realidad para proteger a estas mujeres.

Nesta se puso de puntillas tratando de empujar un libro a su lugar con la punta de los dedos. El estante estaba demasiado alto.

—Ah, eres tú…

Nesta tardó un rato en recordar esa voz… era Gwyn, la bonita sacerdotisa joven y enérgica, una de las últimas personas que su imaginación había creado en este mundo. Alguien que probablemente imaginó para que fuera su amiga, porque incluso en un mundo de fantasía necesitaba alguien que fuera suyo, su amiga, no de Feyre, la pequeña hermana que emulaba a su querida y brillante Fernanda.

—¿No puedes usar magia para ponerlos en los estantes? —preguntó Gwyn al verla.

—No, no sé usar la magia, no nací fae, me crearon —le recordó y se recordó a sí misma con un suspiro. Era solo una representación del descontrol de su preadolescencia. Por eso tenía tanto poder y no sabía usarlo, lo había entendido con los años e incluso temía a ese poder. Obvio que ya no temía el poder que había creado para sí misma en este mundo, porque era su creación al fin y al cabo.

—¿Quieres decir que has estado guardando todo a mano?

—Bueno, si no sé usar la magia, es la única forma en que puedo hacerlo.

—Pero tienes poder, ¿no?

—Mucho, no lo pedí, lo tomé cuando me crearon —dijo con firmeza, asintiendo.

Gwyn la miró como si la analizara y no la entendiera. Nesta también la miró; era obvio que era tan infantil que, aun siendo hadas milenarias las que su imaginación creó, no eran maduras, eran como niñas, como ella misma había sido en aquel entonces.

—¿Sucede algo, Gwyn? —le preguntó con tono maternal y amigable.

—¿Has visto el volumen siete de La Gran Guerra de Lavinia?

No había forma de que Nesta recordara, incluso si lo hubiese visto. Demasiados años desde que soñaba con este lugar.

—No, lo siento, no recuerdo haberlo visto —dijo con sinceridad—. ¿Lo buscaste en su lugar?

—Sí, pero no está en su estante.

—Entonces, probablemente alguien lo tiene —dijo Nesta pensativa—. ¿Por qué?

—Trabajo para alguien que es muy exigente.

—Parece no gustarte mucho —dijo tratando de no dejar que un deje de diversión se mostrara en su voz. Como directora primero del área de Cirugía y Neonatal y luego del hospital, esa mirada había estado dirigida a ella varias veces. Cuando se era la directora y se daban las órdenes… a veces podías llegar a ser algo impopular.

—Honestamente, considero que estas hembras son mis hermanas. Pero aun así, hay algunas que no son lo que yo consideraría agradable.

—Es normal, los seres hum… los seres vivos no somos criaturas homogéneas, venimos de todas formas, eso hace que muchos no nos sean agradables —asintió hacia Gwyn comprensiva—. La diversidad hace que algunas personas nos agraden y otras no. Solo hay que respetar y ya, cada quien con su camino mientras no dañe a otros.

—¿Tú sabes por qué estamos aquí? —Las sombras aparecieron en los ojos de Gwyn y el pecho de Nesta dolió por la chica. Sí, lo sabía y le dolía no poderles quitar el dolor. Como doctora, aprendió que el cuerpo era mucho más fácil de curar que el alma de una persona—. Todas nosotras hemos soportado… Detesto siquiera hablar mal de cualquiera de mis hermanas aquí, pero Merril es… desagradable. Incluso para Clotho.

—Tal vez Merril tiene problemas, demasiado dolor aún, y eso le impidió ser buena con otros o con ella misma. Y eso no es tu culpa ni tendrías por qué soportarlo, pero comprenderlo hace que sea más fácil lidiar con sus comportamientos desagradables —suspiró, resistiendo el impulso de abrazar a Gwyn para confortarla como había hecho innumerables veces con sus sobrinos y sus nietos-sobrinos. Ella sabía bien de lo que estaba hablando, en su tiempo, no fueron ni uno ni dos pacientes los que tuvo que estaban amargados, tan heridos que atacaban incluso a quienes solo trataban de ayudarlos o no tenían nada que ver con su sufrimiento; tristemente, eran más pacientes de los que podía contar.

—Es posible, pero me asignaron a trabajar con ella y he cometido un pequeño error.

—¿Qué error?

—Se suponía que ayer le entregara, con otros libros, el volumen 7 de La Gran Guerra , pero acabo de notar que me equivoqué y le entregué el 8. Se pondrá furiosa.

—No es para tanto, Gwyn. Un error lo comete cualquiera, solo dile y podemos buscar el volumen correcto —se ofreció.

—No la conoces, ella odia los errores —se removió Gwyn inquieta. Nesta también los odiaba; en su trabajo, un error podía significar la muerte de un paciente, así que no los toleraba. Pero un simple libro equivocado no era el fin del mundo—. Me va a matar —aseguró.

—Gwyn… ¿Alguna vez has salido de aquí? —se le ocurrió preguntarle. A pesar de lo que había vivido, Gwyn era muy inocente, como si viviera en una burbuja.

—No. Una vez que entramos, no nos vamos a menos que sea el momento de partir, de volver al mundo secular. Aunque algunas de nosotras nunca nos vamos de aquí.

—¿No has vuelto a ver la luz? ¿A sentir el aire libre? —Sintió que el pecho se le apretaba de dolor. Había creado una prisión para estas mujeres.

—Tenemos ventanas en nuestros dormitorios. Tienen el encanto de la vista de la ladera de la montaña. Solo el Alto Lord sabe de ellas ya que son sus hechizos, y ahora tú, supongo.

—Pero tú… personalmente tú, Gwyn… ¿no sales?

—No, no hacemos esas cosas.

—¿Y qué haces cuando no estás aquí? —preguntó con suavidad.

—Soy una sacerdotisa —le recordó Gwyn—. Honramos a la Madre y al Caldero y a las fuerzas que existen. Tenemos un servicio al amanecer y al anochecer y todos los días sagrados. Esa no era la idea de diversión de Nesta, pero por ejemplo, su sobrino diácono sí habría disfrutado de una vida así. Algo debió mostrarse en su cara porque Gwyn resopló.

—No es tan aburrido como parece. Los servicios son hermosos, las canciones son la mejor parte, son hermosas, más que cualquiera que puedas escuchar en un concierto —eso sí era interesante. Nesta amaba la música, era uno de sus modos favoritos de relajarse, la música era la mejor forma de dejar fluir los sentimientos—. Disfruto los servicios vespertinos —continuó Gwyn—. La música siempre fue mi parte favorita. Yo era una sacerdotisa, una acólita todavía… antes de venir aquí… en Sangravah.

El nombre removió algo, pero Nesta no pudo recordar qué… demasiado tiempo había pasado.

—Te ayudaré a buscarlo —dijo Nesta en cambio, cerrando los ojos. Esta era su casita mágica, como la de los Madrigal en Encanto . —Casita —llamó suavemente a la casa y lo sintió; era una pausa en el polvo y la penumbra, la casa sabía que le estaba hablando—. ¿Puedes hacerme un favor? —le pidió con los ojos cerrados, sintiendo a "Casita"—. ¿Puedes conseguirme el volumen siete de La Gran Guerra de alguien llamado Lavinia? —Un momento después oyó el golpe de un libro caer a su lado sobre otra pila de libros. Nesta sonrió—. Gracias, Casita —susurró alegremente, abriendo los ojos y mirando a Gwyn, que la miraba con la boca abierta, con total incredulidad—. ¿Qué? —preguntó desconcertada, sin entender la mirada de Gwyn.

—¿Cómo hiciste eso?

—Yo no hice nada, fue Casita —aseguró—, ella siempre está dispuesta a ayudar.

—¿Casita...? ¿Te refieres a la casa? ¿ La casa te obedece? —preguntó Gwyn, con los ojos saltones por la impresión.

—No diría que me obedece, solo… parece que le caigo bien y me ayuda —se encogió de hombros Nesta, tendiéndole el libro a Gwyn—. Bueno, ahora necesitamos un plan para cambiarlo con el 8, sin que Merrill lo note —le sonrió a Gwyn, cómplice—. ¿Cómo lo hacemos?

—¿Me ayudarías?

—Por supuesto —rió Nesta—, no me lo voy a perder. Hagamos un plan —dijo, acercándose a Gwyn y envolviendo su brazo en el de la otra hembra.

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Tanto Gwyn como ella casi fueron atrapadas, pero lo lograron. Intercambiaron miradas de triunfo mientras Nesta se iba como si hubiera sido un error confundir la oficina de Merrill con la de otra sacerdotisa. Y Merrill era hermosísima, más que cualquier otra Fae que hubiese visto, mucho más incluso que Mor; su mal carácter no asustó a Nesta.

Nesta volvió a su trabajo, y horas después Gwyn regresó a su encuentro.

—Gracias, gracias, salvaste mi vida —Gwyn la abrazó con fuerza y Nesta rió, devolviéndole el gesto.

—Para eso son las amigas —le aseguró. Gwyn se apartó asombrada y la miró confundida.

—¿Somos amigas?

—Bueno, si tú quieres… a mí me gustaría, no tengo ninguna amiga aquí —confesó.

—Sí, sí me gustaría —saltó la chica, asintiendo.

—Entonces es oficial —bromeó, tendiéndole la mano. Gwyn la estrechó con entusiasmo—. ¿Puedo preguntar qué investiga Merrill?

—Muchas cosas. Es horrible, pero es brillante. Estudia de todo, desde teorías sobre la existencia de diferentes reinos y mundos. Mundos y reinos que vivían uno encima del otro sin siquiera saberlo. Un montón de cosas que a duras penas entiendo —confesó Gwyn.

—Parece interesante.

—Lo es. Algunos filósofos creen que hay once mundos así, y otros que hay más de 27, y el último sería el tiempo mismo… Honestamente, busqué algunas de sus primeras investigaciones y mis ojos sangraron al leer sus teorías y fórmulas.

Nesta rió por el dramatismo de la pequeña.

—Puedo imaginarlo. ¿Aún investiga eso?

—No, ahora investiga otra cosa gracias al Caldero. Está haciendo una minuciosa investigación de las Valquirias.

—¿Valquirias? —exclamó Nesta con entusiasmo. Las legendarias guerreras de la mitología nórdica. Ellas elegían y buscaban a los guerreros más valientes para escoltarlos al salón de los héroes de Odín. Oh, y también estaban las Valquirias de Record of Ragnarok , armas letales. Había estado obsesionada con ellas hacía muchos años. Y ahora en este mundo se mencionaban; obviamente, sus obsesiones influyen fuertemente, pensó divertida.

—Eran un clan de mujeres guerreras de otro territorio. Incluso eran mejores luchadores que los Illyrios. Sin embargo, el nombre de Valquiria era sólo un título; no eran una raza como los Illyrios. Ellas procedían de todos los tipos de Faes, y solían ser reclutadas desde el nacimiento o la primera infancia. Tenían tres etapas de entrenamiento: Novatas, Espadas y, finalmente, Valquiria. Convertirse en una de ellas era el mayor honor en su tierra. Su territorio ha desaparecido, al ser incorporado a otros.

—¿Y las Valquirias? ¿Qué pasó con ellas?

—Desaparecieron —Gwyn suspiró—. Las Valquirias existieron durante milenios. Pero la Guerra -la de hace quinientos años- acabó con la mayoría de ellas, y las pocas supervivientes eran ancianas y se desvanecieron rápidamente en la vejez. Dicen que, en realidad, murieron de la vergüenza. Se dejaron morir antes que afrontar la vergüenza de su batalla perdida y de sobrevivir cuando sus hermanas no lo habían hecho.

—Así son las Valquirias, valientes guerreras —asintió Nesta.

—¿Has escuchado de ellas? —preguntó Gwyn, asombrada.

—Muy poco —negó con la cabeza, quitándole importancia—. Cuéntame más —le pidió.

—La historia y el entrenamiento de las Valquirias eran, en su mayoría, orales, por lo que los relatos que tenemos son a través de lo que escribían los historiadores, los filósofos o los comerciantes que pasaban por allí. Son sólo fragmentos, dispersos en varios libros. No hay fuentes primarias más allá de unos cuantos pergaminos preciosos. A Merrill se le metió en la cabeza hace años empezar a recopilarlo todo en un volumen. Su historia, sus técnicas de entrenamiento.

—Sería maravilloso… ¿lo imaginas? Traer las tradiciones y a las Valquirias de regreso —dijo soñadora.

—¿Te estás imaginando como una? —bromeó Gwyn.

—Oh, sí. Imagínate a mi lado —la tentó—, siendo fuertes, protegiendo a otras mujeres como nosotras. Teniendo ese poder. También nos veríamos geniales y seríamos capaces de patear a cualquiera —le guiñó un ojo a Gwyn, haciéndola reír—. Uhmm… tal vez podamos seguir hablando del tema luego, quién sabe, tal vez entre nosotras revivamos a las Valquirias —bromeó Nesta.

—Claro, claro —rió Gwyn.

—Pensé que tal vez un día te gustaría venir a cenar conmigo… me refiero aquí mismo en la casa —dijo, sabiendo que ellas no salían ni de la biblioteca. No pensaba llevarla a Velaris, pero tal vez podrían comenzar con la casita. Cuando Gwyn menos se diera cuenta, ya estarían en los jardines, luego tal vez entre las dos, los escalones mortales, y luego Velaris… un paso a la vez.

—Yo no…

—No tiene que ser ahora. Y te prometo que no habrá nadie más, solo tú y yo, una cena y una noche de chicas —le aseguró apuradamente. Echaría a Azriel y a Cassian en un suspiro o los haría encerrarse si era por Gwyn; no se negarían si es que llegaban a estar allí—. No hay prisa… cuando estés preparada, ya sea mañana, en un mes, o incluso en un siglo… tenemos toda la eternidad —le aseguró comprensiva.

—Me gustaría… algún día —admitió Gwyn, asintiendo con una sonrisa temblorosa—. Después de todo, así podemos hacer nuestros planes secretos para volvernos Valquirias.

—Todo un ejército de Valquirias —bromeó Nesta, haciendo reír nuevamente a Gwyn.

-o-o-o-

Esa noche, Nesta durmió el sueño de los muertos de tan profundo que durmió por lo cansada que estaba. Al otro día, aún despertó en su mundo de fantasía y comenzó a pensar que tal vez este era "su cielo," que así era su más allá. Bueno, estaba bien, lo que fuera, tenía una eternidad para corregir este mundo.

Pero lo que por ahora no tenía corrección era el dolor que la estaba matando; sus piernas no cooperaban, casi se tuvo que arrastrar para salir de la cama. Demonios, ni cuando tenía artritis la cosa había sido tan mala. Se permitió lloriquear de dolor.

—Casita, Casita, me duele todo —lloriqueó porque no tenía a nadie más por ahora. No hasta que lograra sacar a Gwyn de donde estaba o lograra encamarse con Cassian, cualquiera de las dos cosas sería bienvenida. O una mejor amiga o el hombre más sexy del mundo.

Casita se apiadó de ella, apareciéndole un gran desayuno que comió. Luego rogó a Casita por un bastón, y sin miedo ni dignidad usó el bastón para caminar y arrastrarse a su entrenamiento matutino. Este cuerpo necesitaba acostumbrarse a servir para algo una vez más. La risa de Cassian la recibió al verla, y Nesta tuvo que contenerse para no hacerle un gesto grosero.

—Debería haberme dado cuenta.

Aunque la voz del macho se escuchaba divertida, Nesta también pudo sentir cierto alivio en las palabras del macho. No entendió por qué; poco sabía Nesta que era por el hecho de que fue a entrenar.

—Vamos, Nes, tú puedes.

Había algo entrañable en que el gran guerrero la llamara como el legendario monstruo del lago Ness; le resultaba divertido.

Dos horas después, habiendo olvidado que solo serían 15 minutos esta vez, Nesta ya no encontraba tan divertido a Cassian. Ese hombre quería matarla, sería un excelente terapista físico, era tan desalmado como todos esos bastardos sin corazón.

—¿Cuándo dejaré de sentir dolor? —gimió sin poder ni querer moverse, dormiría aquí mismo en el piso, estaba decidiendo.

—Nunca —aseguró Cassian. Nesta lo fulminó con la mirada, y el macho sonrió.—Bueno, algo mejora —le comentó divertido. —¿Puedo? —preguntó el macho agachándose a los pies de Nesta.

—¿Vas a darme un masaje? —preguntó esperanzada. Debió haberlo sabido mejor; ese demonio desalmado, como cualquier terapista físico en el hospital, hizo esas cosas de terapista físico que ayudaban pero dolían como mil demonios. Aun así, Nesta cooperó; toda una vida de ser doctora le había enseñado que a veces la salud dolía y que tocaba cooperar.

—El dolor se hace más tolerable cuando ganas más resistencia —le dijo Cassian trabajando con una de sus piernas—. Aunque hay días en los que apenas puedo caminar. ¿Y después de una batalla? Necesito una semana para recuperarme.

—Lo sé —asintió con tranquilidad, tal vez con un deje de tristeza—. Quiero decir… te vi. En la guerra.

La guerra era horrible incluso en este mundo que creó. Lo recordó, lo recordó casi muerto, con los intestinos colgando. Lo vio en el cielo cuando solo el grito de ella lo había salvado. Lo vio roto y sangrando cuando el Rey de Hybern casi los mataba a los dos. Luego recordó a la infinidad de soldados del mundo real, rotos física y mentalmente, que había atendido. Los humanos parecían hacer un deporte de hacer la guerra. Nunca paraban, siempre había un conflicto nuevo, y a su país le gustaba meter las narices en la mayoría de ellos.

El rostro de Cassian se suavizó como si supiera lo que sentía Nesta en ese momento, en lo que pensaba.

—Soy un soldado, Nesta. Es parte de mis deberes. Parte de lo que soy.

Ella asintió, mirándolo con un deje de tristeza.

—Lo sé, solo lamento que incluso aquí haya guerras, haya necesidad de soldados y que, aun habiendo todo eso, haya mujeres sufriendo como Emerie o las mujeres de la biblioteca —suspiró—. Cassian… ¿qué pasó con las sacerdotisas de Sangravah durante la guerra contra Hybern?

Notó la expresión de él cambiar, y fue un poco inquietante. Pero cuando le habló, Cassian lo hizo con voz tranquila.

—¿Por qué preguntas?

—Obviamente porque quiero saber —dijo mirándolo directo a los ojos para saber si podía seguir presionando o debía retroceder. Pero aunque su boca se tensó, Cassian le respondió.

—Hybern buscaba el Caldero por aquel entonces, sus patas más precisamente. Una de ellas estaba escondida en el templo de Sangravah, y su poder se utilizaba para alimentar los dones de sus sacerdotisas durante milenios. Hybern lo descubrió y envió una unidad de sus guerreros más mortíferos y crueles para recuperarlo. —Una rabia fría llenó su rostro—. Mataron a la mayoría de las sacerdotisas por deporte. Y violaron a las que encontraron de su agrado.

El horror, gélido y profundo, hizo que Nesta sintiera el estómago pesado. Gwyn había… oh, su pobre y dulce Gwyn, sabía que si estaba ahí era porque había sufrido maltrato, pero esto… deseó poder tener una pistola y dispararle a cada maldito violador en las pelotas, aunque eso fuera imposible. Esperaba que hubieran muerto como perros en la guerra contra Hybern.

—¿Conociste a una de ellas? —preguntó Cassian seguramente notando su expresión—. ¿En la biblioteca?

Ella asintió, incapaz de encontrar las palabras en ese momento.

—Oí que Mor había traído a una. Azriel fue el que llegó primero y mató a los soldados que quedaban, pero para entonces… —Se estremeció—. No sé qué fue de las otras supervivientes. Pero me alegro de que una acabara aquí. A salvo, quiero decir. Con gente que entiende y quiere ayudar.

—Yo también, ella es mi amiga, y la protegeré. No merece lo que le pasó —aseguró con firmeza, perdiéndose la mirada de asombro de Cassian cuando dijo "ella es mi amiga"—. De hecho, eso me lleva a un asunto —dijo mirando a Cassian de nuevo—. La invité a cenar… aún no está lista, pero le dije que me dijera cuando lo esté, y le prometí también que seríamos solo nosotras. Así que cuando ese momento llegue, tendremos una cena y una noche de chicas, solo ella y yo… tú y Azriel pueden ir a dar un paseo o lo que quieran fuera de la casa —le advirtió—. Si tus tareas de carcelero no te lo permiten, entonces permanece encerrado en tu habitación, al menos hasta que ella se sienta cómoda. No sé si la cercanía de más guerreros… yo… —Nesta no supo cómo continuar, pero sabía que Cassian entendería, no era estúpido.

Cassian pareció querer decir algo, tal vez una protesta, pero luego parpadeó como si lo pensara mejor y asintió de acuerdo. Nesta sonrió con alivio.

—Gracias, Cassian. Es importante para mí —le dijo con sinceridad.

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Aunque saco muchas cosas del canon, es obvio que esto va a divergir del canon. Me encanta y me da mucha gracia que Nesta crea que todo esto es producto de su imaginación, que este es el mundo "de su muerte," algo así como "su cielo." Y bueno, tiene lógica. Nesta pasó dos años como Hada, incluso si queremos contar su tiempo como humana en Prythian, solo fueron 25 años a lo mucho. En cambio, vivió 85 años en nuestro mundo… 75 si quieren descontar por el hecho de que despertó teniendo 10 años.

Así que, como este es su "cielo," Nesta cree que puede traer de vuelta a las Valquirias y que se vería genial ella misma como una Valquiria poderosa, y está tratando de reclutar a Gwyn para su causa. Ella ve a Gwyn como una niña, al igual que a todo el mundo. Cree que sus 85 años la hacen una ancianita y que las edades de 500+ de Cassian y los demás son solo un número, mientras el pobre Cassian cree que el golpe no dejó a Nesta delulu XD.

Mucho de lo que pasó en este capítulo (y en futuros) son cosas casi textuales del libro porque quiero mantenerlas en esta historia, solo aceleré un poco la amistad de Nesta y Gwyn. La hermandad entre Nesta, Gwyn y Emerie fue una de las pocas cosas que disfruté del libro Silver Flames.