Capítulo 6

—Creo que estamos listos para el próximo paso —le dijo Cassian con una sonrisa esa mañana. Nesta lo miró, con dudas, de él a las colchonetas.

—¿Qué planeas? —le preguntó curiosa.

—Tu zona media, es hora de comenzar con los abdominales. —Nesta no pudo evitar fijarse en los abdominales de Cassian cuando él mencionó la palabra.

—Bien, estoy lista —asintió.

No, Nesta no estaba lista. Lloriqueó y maldijo abiertamente para diversión de Cassian.

—Eres un demonio sin corazón —dijo con el cabello sudoroso pegándose a su frente—. Es muy pronto para esto —jadeó—. ¿Qué pasa con el buen y clásico cardio mejor? —casi suplicó.

—Cinco más y terminamos —le aseguró.

—No puedo hacer ni una más —aseguró Nesta.

—Cinco, Nesta.

—Uno, uno más y acabamos.

—Cuatro —negoció con ella.

—Dos, ni uno más —ella se aferró a regatear. Tres, terminaron a medio camino. Nesta se desplomó después del tercero, sin notar la mirada de orgullo de Cassian.

—Nunca voy a entender cómo ustedes, los machos, hacen esto por placer —aseguró Nesta, tomando agua jadeante.

—Nací de una mujer soltera —le dijo Cassian, de repente su voz sonó incómoda—, en un asentamiento que hace que Windhaven parezca un paraíso tolerante y acogedor. La rechazaron por tener un hijo fuera del matrimonio y la obligaron a darme a luz sola en una tienda de campaña en pleno invierno.

Nesta lo miró con horror. Dedicó la mayor parte de su vida a la neonatología; hacerle algo tan cruel a una mujer... Sintió que el pecho se le apretaba de rabia al imaginarlo. Extendió su mano antes de darse cuenta y tomó la de Cassian, apretándola. Él la miró impresionado, como si no esperara ese gesto de ella. Sí, Nesta era dura, un tanto venenosa de vez en cuando, pero no era un monstruo y era capaz de sentir empatía, incluso si evitaba que esa empatía la consumiera por su propia salud la mayor parte del tiempo.

—¿Y tu padre? —preguntó tentativamente.

—¿Te refieres al pedazo de mierda que la forzó y luego regresó con su esposa y su familia? —Cassian dejó escapar una risa fría que ella rara vez escuchaba—. No hubo consecuencias para él.

—Casi nunca las hay —dijo con desagrado. Incluso en su mundo, con todas las leyes que había, era increíble la cantidad de veces que los cerdos abusivos se podían salir con la suya, o el infierno que tenía que pasar una mujer cuando se atrevía a buscar justicia. La culpa siempre trataban de echársela a ellas, por cómo vestían, por cómo hablaban, por cualquier razón o motivo.

—Aquí hay —gruñó Cassian, como si intuyera la dirección de sus pensamientos. Señaló la ciudad abajo, oculta por la montaña y la Casa que bloqueaba la vista—. Rhys cambió las leyes. Aquí, en la Corte Oscura y en Iliria —Su rostro se endureció aún más—. Pero aún se requiere que el sobreviviente se presente. Y, en lugares como Iliria, hacen que la vida sea un infierno para cualquier mujer que lo haga. Lo consideran una traición.

—Sí, siempre es así y siempre tratan de culpar a la víctima, desde cómo vestía hasta por qué simplemente lo miró, y algún imbécil decidió que eso era una invitación —asintió, entendiendo bien lo que quería decir Cassian.

—Sí —suspiró el macho ante la verdad de sus palabras—. El cambio llega lentamente para nosotros. Lo que los humanos logran en décadas, a nosotros nos lleva siglos. Más, si vives en Iliria.

—Entonces, ¿por qué te molestas con ellos? —preguntó curiosa. Sabía que los ilirianos eran importantes para el macho que era su general.

—Porque luché como un demonio para demostrarles mi valía —Sus ojos brillaron—. Para demostrar que mi madre trajo algo bueno a este mundo.

—¿Dónde está ella ahora? —preguntó, pensando que esa pobre mujer merecía algo bueno en la vida.

—Me separaron de ella cuando tenía tres años. Arrojada a la nieve. Y, en su supuesto estado de desgracia, se convirtió en presa de otros monstruos. —El estómago de Nesta se retorció con cada palabra—. Hizo su trabajo agotador hasta que murió, sola y... —Su garganta trabajó—. Para entonces ya estaba en Windhaven. No era lo suficientemente fuerte como para volver a ayudarla. Para llevarla a un lugar seguro. Rhys aún no era el Alto Lord, y ninguno de nosotros podía hacer nada.

Nesta sintió que su corazón se encogía ante la historia de Cassian, la impotencia de un niño que no pudo salvar a su madre. Nesta se puso de rodillas antes de darse cuenta y abrazó a Cassian, queriendo confortar al niño solitario en el interior del guerrero. Cassian se sorprendió, se sorprendió muchísimo, pero con un suave suspiro envolvió sus brazos alrededor de ella y aspiró el aroma de su cabello.

—Lo siento tanto, Cassian. Ella no merecía eso, no fue tu culpa —le aseguró con voz suave. Permanecieron abrazados por varios minutos. Nesta no rompió el contacto, dejando que fuera Cassian quien decidiera por cuánto tiempo necesitaba este consuelo. Ella lo abrazaría tanto como él lo necesitara. Eventualmente, el macho la soltó. Nesta se sentó sobre sus pies, mirándolo, y Cassian carraspeó.

—Lo que quería explicar con esto es que, a través de todo, a través de cada cosa horrible, el entrenamiento me centró. Me guio. Cuando tuve un día de mierda, cuando me escupieron o golpearon o rechazaron, cuando dirigí ejércitos y perdí buenos guerreros, cuando Rhys fue raptado por Amarantha... a través de todo eso, el entrenamiento permaneció. El otro día dijiste que la respiración te ayudaba. A mí también me ayuda. Ayudó a Feyre.

Ella observó el muro que se levantaba en sus ojos, palabra tras palabra. Y no entendió por qué. ¿Él realmente creía que ella era tan cruel como para usar la historia de una pobre mujer en su contra? Vaya, hablando de tener una mala imagen en la cabeza de los demás. Se encogió de hombros, sabía que no podía controlar cómo los demás la veían, solo cómo se veía ella misma.

—Muéstrame otra serie de movimientos —le dijo, desviando la conversación para la comodidad del macho. Cassian la miró en silencio, pero finalmente asintió y le enseñó algunos otros movimientos. Nesta lo miró con una sonrisa, disfrutando la fluidez con la que este hombre, construido como un tanque, era capaz de moverse.

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Ese día en la cena, Nesta se sentía adolorida. No era solo por su entrenamiento con Cassian, sino también por su trabajo en la biblioteca y sus clases de defensa personal con Gwyn. Aunque estaba comenzando a comer mejor y hacer ejercicio, su cuerpo, en el estado en que se encontraba, no se recuperaría de la noche a la mañana, así que estar adolorida era simplemente natural.

Nesta inició la conversación, llevando a Cassian a hablar un poco más de su trabajo como guerrero. Tenía que admitir que el hombre que había llegado a ser era profundamente admirable, aunque nunca comprendería por qué había tenido que sufrir tanto en su vida. Cassian le habló de Lanthys y de Lubia, algunos de los monstruos que había llevado a la prisión.

Eventualmente, la conversación fluyó hacia otros temas, hasta que Cassian preguntó:

—¿Cómo están tus poderes? —Su voz sonaba claramente incómoda, como si esperara que la pregunta provocara un ataque de Nesta. Nesta parpadeó, desconcertada; parecía que este hombre casi vivía asustado de ella, pensó divertida.

—Bien, no es como si estuvieran dando problemas ni nada de eso. Descansan, pero los siento aquí, cálidos, pero a la vez fríos. No podría explicártelo —se encogió de hombros. Y Cassian casi boqueó, desconcertado por su respuesta, como si no esperara que Nesta respondiera. A Nesta le pareció divertido.

—Tus poderes necesitan actividad y entrenamiento…

—Pensé que actividad y entrenamiento era lo que estábamos haciendo juntos —bromeó Nesta, apoyando su codo sobre la mesa ahora vacía y recostando su cabeza sobre su mano para mirarlo fijamente.

—No ese tipo de entrenamiento. Me refiero al tipo de entrenamiento que… tenías con Amren. ¿Qué pasó entre ustedes?

Nesta tuvo que rebuscar en sus recuerdos para recordar. Se encogió de hombros.

—Diferencias de opinión —le dijo simplemente.

—¿Qué diferencias de opinión podrían ser? —preguntó Cassian, tentando. Obviamente, Cassian no entendía mucho de sutilezas sociales y no sabía cuándo detenerse, pero a Nesta no le molestó viniendo de él.

—Siendo sincera… quiero mis propios amigos, no los amigos de Feyre, que son amigos de Feyre para quienes yo soy la hermana de Feyre. Quiero mis amigos, los míos, amigos que vean a Nesta Archeron y para quienes Feyre solo sea la hermana de Nesta. Además, hacer que una mujer que acaba de perder todo su poder tenga que entrenar a alguien con un poder como el mío… es cruel —le explicó. Cassian la miró sin entender. —Déjalo así; no podrías entenderlo.

—¿Porque soy un bruto? —preguntó Cassian con tono ácido.

—Porque eres un macho —lo pinchó, encogiéndose de hombros—. Lo de ser bruto te viene como a todos los machos; no te preocupes tanto por eso —Nesta no pudo evitarlo, fue automático. Una casa dominada por mujeres le había enseñado una o dos cosas sobre meterse con los chicos. Cassian gruñó y ella sonrió divertida. —Ya, ya, solo es broma, bebé gruñón; quita esa cara —dijo divertida.

—Has cambiado… y me gusta, aunque no entiendo por qué cambiaste tanto de la noche a la mañana, pero aún lo siento, el miedo en ti, Nesta.

Nesta no entraría en ese baile. Sabía reconocer a un macho buscando pelea, había visto a muchos así en el hospital. Se levantó de la mesa tranquilamente.

—Ya es tarde, Cas, me retiro a descansar. Que duermas bien. Te buscaré si me siento mal —le aseguró y se marchó sin notar al macho que dejaba completamente desconcertado porque Nesta le hubiese llamado Cas.

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-Vamos, Nes, esto es ridículo. Te pedí que sostuvieras esa postura solo treinta segundos -protestó Cassian entornando los ojos. Si Nesta hubiese tenido algo a mano, se lo habría arrojado al gran bruto.

-Discúlpame por no haber tenido quinientos años para tener el cuerpo de un tanque como tú -dijo, tratando de recuperar el aliento-. Esto es una tortura -decidió-. Mejor ve y haz todo lo que me acabas de ordenar tú.

-Un niño ilyrio de 10 años podría hacer esto en unos pocos minutos.

-Pues bien por ellos, les daré un aplauso cuando los vea. Yo no soy ni un niño ni soy ilyria. Soy simplemente una mujer, que si tenemos en cuenta que soy una inmortal que va a vivir una eternidad, puede reclamar que mis veintipocos años son los de una niña. Se me permite tener la fuerza de un pollo -aseguró sin pena alguna-. Así que mejor muéstrame tu fuerza, gallo, fanfarronea un poco para mí -lo provocó.

Y para su sorpresa, Cassian la complació, haciendo su misma rutina con mucho más peso y más complicada, aunque Nesta no prestó mucha atención a eso; estaba muy ocupada devorándolo con la mirada. ¿Qué? El hombre estaba divino, y ella no era ciega.

-¿Qué?

-No pesques halagos, querido. Tu ego ya está suficientemente inflado sin ellos -sonrió Nesta, mirándolo de arriba abajo y guiñándole un ojo al ver cómo el pecho del macho se ensanchaba con orgullo-. ¿Por qué no hay unidades de combate femeninas entre los ilyrios? Las mujeres tienen sus propios elementos y ventajas que las hacen útiles tanto en las fuerzas del orden como en las fuerzas de la batalla -comentó.

Entonces Cassian le explicó por qué. Y Nesta sintió el impulso de golpear a todos los ilyrios machos con un bate en la cabeza solo para meterles algo de sentido común y respeto por la mujer en esos duros cráneos. Luego, Cassian le contó del rito de sangre y todo dentro de Nesta quería protestar por la práctica bárbara, pero se mordió el labio a tiempo. Algo le dijo que sus protestas sobre derechos humanos, salud y ética no eran adecuadas en ese momento.

Se quedaron en silencio unos momentos y, finalmente, Nesta habló.

-¿Entrenarías hembras no ilyrias?

-Te estoy entrenando a ti, ¿no?

Nesta entornó los ojos.

-Sabes a lo que me refiero. Estoy pensando… en las sacerdotisas. Si invitara a algunas de ellas a entrenar con nosotros -dijo pensando más precisamente en Gwyn; sabía que lo que ella le podía enseñar era limitado, solo sabía algo de defensa personal, no mucho más-. Aquí, donde es privado y seguro. ¿Las entrenarías?

Cassian parpadeó sorprendido, mirándola como si Nesta fuera algo que él no pudiera entender ni un poco.

-Sí, claro -dijo después de unos momentos, al darse cuenta de que se había quedado mirándola en silencio más tiempo del adecuado-. Pero, Nesta… muchas de las hembras de la biblioteca no quieren estar... cerca de los machos otra vez.

-Lo sé, y sé que es una posibilidad remota, solo quería saber si… se me ocurriera invitarlas, si… podría contar contigo. Tal vez, para que se sientan más seguras, podrías pedirle a una de tus amigas que se uniera a nosotros. Mor o cualquier otra que se te ocurra -Amren y Mor no eran sus amigas, pero sí de Cassian, y respetaba eso.

-Incluso así, puede que quizás no sean capaces de soportar que yo esté presente.

-Tal vez, pero creo que ellas pueden darse cuenta de que tú nunca las dañarías de esa manera, no tú -dijo con toda seguridad. Y los ojos de Cassian se suavizaron ligeramente.

-No se trata de eso para ellas. Se trata del miedo, del trauma que soportan. Aunque sepan que nunca les haría eso, puede que les traiga recuerdos que son difíciles para ellas.

-Lo sé, y no digo que va a pasar mañana, pero tal vez… más adelante -susurró esperanzada.

Cassian la miró fijamente y asintió finalmente, haciendo sonreír a Nesta.

-Si alguna quiere venir, las entrenaré con gusto. Mor está lejos, pero puedo pedirle a Feyre...

-No, Feyre no -Nesta se negó de inmediato con un estremecimiento. No podía, no podía ver a Feyre, a Feyre que su mente había creado como una copia de su querida Fernanda, una copia retorcida y diferente. No, ver a Feyre significaba pensar que su hermanita también había muerto y Nesta no podía soportar esa idea ni remotamente. -Yo sólo… ella no -dijo llevándose las manos al pecho, como para mantenerse unida.

-Bien, Feyre no -Cassian habló en voz baja, como un hombre tratando de calmar a un animalito pequeño al que había asustado-. Pero tengo que avisarle a ella y a Rhys. Probablemente deberías preguntarle a Clotho para el permiso, también. -Una mano cálida le tomó el hombro y lo apretó-. Me gusta esta idea, Nes. -Sus ojos color avellana brillaron-. Me gusta mucho.

Nesta sonrió al descubrir lo mucho que significaba que Cassian la apoyara en esto.

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Clotho le dijo que sí. Nesta puso un papel para que cualquiera se pudiera anotar. Aunque sabía que tomaría mucho tiempo, no tenía prisa; tenía toda la eternidad por delante.

-Yo… lo siento, Nesta -Gwyn se disculpó por no unirse, no estaba lista.

-No pasa nada -la abrazó Nesta. Gwyn cada día estaba más cómoda con el contacto físico con ella-. No hay prisa, no quiero presionarte ni a ti ni a nadie. Tenemos la eternidad, así que, incluso si toma dos milenios que estés lista, está bien -le aseguró-. Además, antes de eso, aún estoy esperando que estés lista para una noche de chicas conmigo -le recordó en broma.

Gwyn sonrió con claro alivio.

-¿Realmente seríamos solo tú y yo?

-Solo tú y yo -asintió Nesta.

-Yo… me gustaría ir a cenar contigo -susurró Gwyn, y Nesta no pudo evitar chillar y abrazarla con fuerza.

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Cassian las dejó solas, prometiendo volver al mediodía del día siguiente, cuando Nesta se lo pidió. Nesta vibraba de emoción y la Casita la ayudó a preparar la cena perfecta para tener con su amiga, ni siquiera en la mesa, sino en un fuerte de mantas. Nesta quería una pijamada con Gwyn. Fue a buscarla a la biblioteca personalmente, y juntas caminaron de la mano hacia el salón donde les esperaba la comida. Gwyn se aferraba con fuerza a Nesta, y para ella significó un mundo entero la confianza de Gwyn. A lo largo de la noche, Gwyn se relajó, disfrutó de la cena con Nesta, rió con ella e incluso se unió a Nesta en varios bailes tontos con música que Gwyn no conocía, pero que Nesta traía de su mundo. Cantaron solo para ellas dos canciones divertidas mientras saltaban y bailaban, haciendo sinceramente el ridículo, pero estaban solas, así que no importaba. Era muy entrada la noche cuando Nesta la llevó de vuelta y la abrazó con fuerza, besando su mejilla.

-Gracias, gracias por confiar en mí, por dejarme mantenerte segura. Eres mi mejor amiga, Gwyn -susurró mientras la abrazaba. Luego sintió algo cálido en su mejilla: la otra hembra lloraba. No dijeron más, solo se abrazaron largo rato hasta que Gwyn se separó de ella. Gwyn se alejó, y Nesta volvió a su habitación, sintiéndose más ligera y feliz que en mucho tiempo.

-Gracias por ayudarme a tener una noche tan maravillosa, Casita -susurró cuando se metía entre sus sábanas esa noche. Nesta podría jurar que sintió la respuesta de la Casita suavemente en sus huesos.