Capítulo 8

—¿Estás despierto? —susurró Nesta por la mañana, acostada junto a Cassian, quien la cuidó toda la noche. Se arrastró hacia el pecho de Cassian sin mirarlo al rostro, recostando su cabeza en su amplio pecho. El brazo de Cassian, que la envolvió, fue su respuesta incluso antes de que él hablara.

—Sí.

—Lo siento… y gracias —susurró ella.

—Estoy aquí para ti, Nesta, no estás sola. —Ella asintió, relajándose al escuchar el latido rítmico del corazón del macho ilyrio. La mano de Cassian frotó círculos en su espalda, ayudándola a relajarse. Permanecieron en silencio por un largo rato, simplemente disfrutando de la compañía.

—¿Odias a Feyre y a Elain? —preguntó Cassian al fin, rompiendo el silencio. Nesta agradeció no poder ver su rostro, porque eso le permitía hablar con más sinceridad.

—No, no las odio. Las amo tanto que me duele, las amo tanto que siento que pierdo toda cordura cuando estoy cerca de ellas. Las amo tanto que quiero encerrarlas en una caja con cuatro candados para que nadie pueda verlas ni lastimarlas. Las amo tanto que, a veces, siento como si quisiera destruirlas para que nadie más las lastime. Las amo tanto que es enfermizo, y siento que aflora una parte de mí que me da miedo —susurró. Sintió cómo Cassian se tensaba antes de abrazarla con más fuerza. —Lo siento, soy un monstruo —susurró, porque así se sentía, siempre había sido un monstruo en este mundo, donde se concentraban los peores rasgos de su personalidad para proteger su otro mundo.

—No lo eres, Nesta. Lo haremos juntos, lo lograremos juntos —le susurró Cassian con un deje de desesperación. Nesta finalmente levantó la cabeza para mirarlo a los ojos. Cassian era la imagen perfecta de la belleza. Se inclinó y lo besó, porque lo deseaba.

—Ámame —le pidió en un suave susurro contra sus labios—. Sosténme y no me dejes ir, tengo miedo de romperme en mil pedazos, Cassian —porque en ese momento se sentía frágil, vulnerable. Y cuando Cassian la besó, cuando la llevó contra las sábanas con adoración y pasión, Nesta sintió que, por largos momentos, no podría romperse nunca.

No llegaron hasta el final, no porque no quisieran, sino porque el cantor de sombras los interrumpió mientras ambos se entregaban a la pasión.

Nesta y Cassian realmente odiaron la interrupción.

-o-o-o-

Nesta sabía que Cassian estaba comiendo con Azriel, así que prefirió tomar su comida en la biblioteca para darles a los dos hermanos tiempo juntos, mientras ella se relajaba con un buen libro y una taza de chocolate caliente. Cuando Cassian vino a buscarla y le dijo que irían a la Casa del Río, Nesta lo miró con absoluta traición en los ojos.

—No puedo verlas, Cassian, no quiero verlas —dijo, sintiendo un nudo en el pecho.

—Es necesario, Nesta —Cassian se veía devastado cuando se acercó y la abrazó—. Te protegeré, estaré contigo.

—No, Cassian, no lo entiendes, las voy a lastimar.

—No, yo no te lo permitiré, Nesta. Confía en mí. No te soltaré, nunca te soltaré.

Nesta lo miró a los ojos antes de dar un salto de fe y asentir.

—No me decepciones, Cassian —le susurró, recostando su cabeza en su pecho.

-o-o-o-

—Será rápido —le prometió Cassian, sosteniendo su mano mientras aterrizaban en la Casa del Río. Nesta asintió sin decir una palabra. Lo acompañó dentro, concentrándose en respirar hondo para mantener la calma, ignorando las pinturas y la decoración a su alrededor que no podían importarle menos, incluso cuando Cassian hizo un comentario sobre una de ellas.

Cuando entraron al estudio, el mismo donde la habían condenado a elegir entre el destierro o la prisión, vio a la gente dentro, y su mano apretó con más fuerza la de Cassian por reflejo. Rhys y Feyre estaban sentados frente al sofá zafiro. Nesta quiso llorar al verla, porque no podía evitar pensar en Elena y Fernanda muertas cada vez que veía a Feyre y a Elain allí. Y aunque sabía que sus hermanas habían vivido una vida plena y larga, aun así, su pecho dolía tanto que el dolor era casi físico. Síndrome del corazón roto. Le dolía tanto que no le sorprendería colapsar ahí mismo. Pero Elain no estaba allí, ni Morrigan. Eso fue un pequeño respiro. Amren estaba acurrucada en una silla. Azriel había llegado con ellos.

La mirada de Feyre era cautelosa, incluso fría, pero Nesta no lo notó porque se negó a mirarla. Siguió a Cassian hacia el asiento en el que él se sentó, y sin importarle en absoluto lo que los demás tuvieran que decir, se acomodó en el regazo del guerrero, acurrucándose, usándolo como un escudo para envolver sus emociones. Cassian no solo lo permitió, sino que la envolvió con sus brazos, ignorando las miradas que todos les daban.

—Hola, Feyre, te ves radiante —Cassian asintió hacia su buena amiga y Alta Dama, pero se centró en tranquilizar a Nesta, acariciando su espalda de forma circular. Les advirtió con la mirada que no dijeran nada, y afortunadamente, todos captaron la indirecta.

Azriel comenzó a contar lo que había descubierto sobre Briallyn, Koschei y los tesoros del miedo. Nesta soltó una risilla sin mirar a nadie, con los ojos fijos en una ventana, y susurró desde el pecho de Cassian:

—Las reliquias de la muerte —parecía una broma para sí misma, porque sonreía divertida. Cassian casi sonrió por reflejo, pero se contuvo y siguió escuchando mientras frotaba la espalda de Nesta tranquilamente. No solo la relajaba a ella, también lo relajaba a él—. Máscara, arpa y corona, en lugar de varita, piedra y capa —siguió susurrando Nesta.

Mencionaron el Caldero, y escuchó la voz de Feyre, tan parecida a la de Fernanda, decir: "lo igual llama a lo igual".

—Nesta —la voz de Feyre fue suave al llamarla. Nesta se tensó, pero tras unos segundos se volteó y la miró. Cassian se sintió orgulloso de ella, de su valiente chica—. ¿Qué sucedió exactamente en el Caldero?

—¿Eso importa? —preguntó Nesta. Estaba rígida, así que Cassian siguió frotando círculos en su espalda para ayudarla a relajarse.

—Nos ayudaría a comprender mejor —admitió Feyre. Nesta ladeó la cabeza, como si pensara en algo. Cassian no la presionó ni dejó que nadie más lo hiciera. La paciencia tuvo su recompensa: después de un minuto, Nesta volvió a hablar.

—No estoy muy segura. Me enoja que me obliguen a hacer cosas en contra de mi voluntad. Y el Caldero me transformó contra mi voluntad, así que tomé de él. Sentía que no quería que las tuviera, pero no me importó y se las arrebaté —confesó, volteando su mirada hacia Cassian—. Cuando siento que me acorralan... no soy precisamente una buena persona —le explicó por qué lo había hecho—. Lo siento dentro de mí, sea lo que sea que tomé sigue aquí, y es cálido y agradable. Puede que el Caldero no quisiera dármelo, pero... yo le gusto y él me gusta —admitió, tocándose el pecho, ajena a cómo todos, excepto Cassian, la miraban—. Es mío —aseguró.

—Es muy posible que el Caldero no pudiera infundir en Briallyn la habilidad de rastrearlo —habló Feyre, para que todos dejaran de mirar a su hermana—. Lo único que pudo hacer probablemente fue darle la capacidad de rastrear las cosas que él hizo, una débil sombra del poder que dio a Elain o que Nesta le arrebató.

Cassian le sonrió, orgulloso, y Nesta le devolvió la sonrisa.

Siguieron hablando, haciendo planes, y Nesta se contentó con simplemente escuchar, al menos hasta que mencionaron cómo iban a rastrear el tesoro del miedo.

–Usándome –con esas palabras, Elain anunció su entrada. Nesta saltó del regazo de Cassian y la miró a ella, luego a Feyre, sintiéndose incrédula y furiosa a partes iguales.

–¿Tú? ¿Tienes idea de lo peligroso que es? ... No, claro que no la tienes, tú, que vives con la cabeza metida en cuentos de hadas. Eres la más débil físicamente de las tres, y sobre mi cadáver te permitiré acercarte al Caldero o a cualquier otro peligro.

–Esto te incluye a ti –Elain la miró con una chispa en los ojos. Nesta recordó cómo la había sacado de la biblioteca tirándole del pelo.

–Soy la hermana mayor, lo que me hace la excepción, me da un pase por lluvia –se negó a pensarlo demasiado o a sentir remordimientos–. Además, si no quieres, no te acerques a mí, yo no te invité allá arriba. –Sí, estaba siendo una total perra, negándose a admitir que agredir a otro no estaba bien, pero en ese momento no estaba de humor para ser razonable; estaba demasiado furiosa ahora mismo–. Pero ese es otro tema, en este te lo digo claramente: No te permitiré hacerlo.

–Esto es decisión de Elain, Nesta –intentó intervenir Feyre. De más está decir que su intervención no fue apreciada.

–Tú cállate, eres la menor. Sé bonita y obediente a un lado, en silencio.

–Soy tu Alta Dama –estalló Feyre antes de que Rhys, que parecía a punto de explotar como un petardo, pudiera decir algo.

–Me limpio el culo con tu título –le aseguró Nesta con un bufido–. Soy vuestra hermana mayor, no me importa cuánto me odien, no voy a sentarme sobre mi culo y verlas marchar a su muerte porque las dos sean demasiado estúpidas. –Había algo irónico en saber que iba por el camino equivocado, en saber que estaba dejando que la ira sacara lo peor de ella y, aun sabiéndolo, no poder detenerse, como si la pequeña voz en su mente que le decía "cálmate" no pudiera hacer nada contra el mar de furia que rugía en sus venas.

–He salvado este mundo ya un par de veces.

–Sí, porque tu compañero es un inútil que necesita que tú hagas el trabajo –asintió, sintiendo cómo hasta Cassian se tensaba. Cassian odiaba cuando hablaba mal de Rhys, pero Nesta odiaba a ese palurdo que ni siquiera podía proteger a su hermana y se atrevió a casarse con ella. Ese maldito asaltacunas que se metió con una niña de 20 años cuando él tenía más de 500... Nesta ignoró espectacularmente la voz que le recordaba que Cassian tenía la misma edad... pero ella tenía 85 años, no era una niña como Feyre o Elain–. Vuelve a jugar con tus flores y no te metas en esto, Elain.

–No puedes decirme qué hacer.

–Si ustedes pueden votar impunemente por encerrarme en una puta casa con un carcelero, obligarme a entrenar para hacerme soldado y obligarme a trabajar en una biblioteca con mujeres altamente traumatizadas sin remuneración alguna, como si fuera una esclava sin voz ni voto –las acusó–, yo también puedo votar impunemente y decirles qué hacer. Lo que es igual no es trampa, Elain. Si ustedes pueden decidir arbitrariamente sobre mi vida con la excusa de que soy la hermana de Feyre, yo también puedo decidir arbitrariamente sobre la vida de ustedes. O sacamos todas las narices de la vida y decisiones de las otras, o todas metemos las narices por igual en las decisiones ESTÚPIDAS de las otras.

–Basta, Nesta. Yo también estuve en el Caldero, lo sabes. Y me secuestró. Y, sin embargo, de alguna manera, lo único en lo que piensas es en cómo mi trauma te afectó a ti –gritó Elain–. Búscame cuando quieras comenzar –le dijo a Feyre, dándose la vuelta para salir. Pero, antes de que alguien pudiera detenerla, Nesta ya había llegado hasta ella en dos zancadas y la agarró del pelo, impidiéndole salir.

–¡He dicho que no!

Todos se movieron a la vez, seguramente para proteger a Elain de la "malvada" Nesta, pero ella no lo permitiría. Sintiendo el fuego en sus venas, supo que simplemente podía hacerlo, y sin pensarlo, todo se congeló. Nesta no permitiría que nadie se metiera; estas eran sus jodidas hermanas. Llevaba 85 años de su vida protegiéndolas, incluso si era de una forma retorcida, seguían siendo sus hermanas. Los sintió a todos en sus venas, sintió su desesperación y su miedo al no poder moverse ni liberarse de sus poderes, incluso Rhys. Vio el pánico en los ojos del macho, luego miró su mano en el cabello de Elain y, finalmente, se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

–Lo siento, Elain –soltó su cabello, casi sin voz por el horror–. No quise ponerme física, no sé qué me pasa, estoy perdiendo el control de mí misma –retrocedió, mirando sus manos con horror. Era una anciana; sí, se había peleado a patadas y con jalones de pelo con sus hermanas cuando era niña, pero a su edad actual, esto era injustificable. Sabía que era su condición, pero aquí no había ningún medicamento psiquiátrico que pudiera tomar.

Parpadeó y su poder liberó a sus dos hermanas, pero a nadie más, ni siquiera a Cassian. De alguna forma, sabía que no debía soltarlos. Elain se dio la vuelta y Feyre se acercó a ella.

–Nesta... ¿Esto lo hiciste tú? –preguntó Feyre, jadeando.

Nesta miró a todo el mundo congelado, incluso el fuego no se movía.

—Yo… no sé cómo… solo pensé que no quería que nadie se metiera entre nosotras —susurró, desconcertada.

—Nesta… te perdono —le dijo Elain, acercándose hacia ella con cautela, pero sin miedo; era más como si temiera asustarla. Dulce y tierna Elain, con el mismo corazón que siempre había estado dispuesta a ser la primera en perdonar.

—Lo siento, Elain —Nesta envolvió sus brazos alrededor de ella y la abrazó, sollozando en su hombro. Elain y Feyre nunca la habían visto llorar... nunca, ni siquiera cuando se estaban muriendo de hambre en aquella destartalada cabaña mientras eran humanas. Elain se apresuró a abrazarla y desde el otro lado sintió a Feyre también. Nesta las envolvió a ambas, enredando sus dedos en sus cabellos, esta vez con suavidad, con una caricia casi maternal, que llevó a las otras dos casi al borde de las lágrimas—. Quédense fuera de esto, ya han hecho suficiente, no tienen que hacer más —susurró en una súplica.

—Mucha gente puede salir lastimada si no hacemos nada, Nesta.

—No me importa, los demás no son ustedes, los demás no son mis únicas dos hermanas. Que se jodan todos —murmuró Nesta, porque así de egoísta era en el fondo. Mientras lo que ella quería estuviera a salvo, podía mirar hacia otro lado mientras el mundo ardía. Era una verdad que le gustaba esconder, pero que era real—. Tú lo sabes, Feyre —tomó el rostro de su hermana menor y lo acarició sin que el escudo de Rhys pudiera detenerla. Besó su frente—. Me desesperas, porque eres tan fuerte, de una manera que incluso yo no lo soy, pero siempre lo has sabido: o eres tú o soy yo… nunca Elain —susurró.

—¿Por qué? ¿Por qué ella es digna de que la protejas, pero yo no? —Feyre estalló, su voz se quebró mientras la miraba a los ojos, preguntando lo que nunca se había atrevido a preguntar, sus ojos llenos de lágrimas de dolor.

—Oh, Fey —susurró Nesta, con el corazón roto al mirarla a los ojos con amor—. Es porque eres la más fuerte de las tres. Yo moriría por ti, Fey, en un suspiro, sin dudarlo, daría mi vida por ti, igual que por Elain. Casi lo hice. Fui hasta ese muro por ti, y si hubiera encontrado la forma de cruzarlo, lo habría hecho sin dudarlo dos veces, incluso si hubiera terminado muriendo. Estaba decidida a cruzar el muro para ofrecerme en tu lugar, para que volvieras a casa. Pero siempre lo supe: no soy ni la mitad de fuerte que tú. Tú, Fey, siempre has sido la más fuerte de las tres...

»Y siempre estuve furiosa por eso, por no poder protegerte como protegía a Elain, porque sabía que no tenía esa capacidad. Cuando estaba deprimida y furiosa con nuestro padre por no luchar, por rendirse, tú tomaste las riendas. Nuestro padre nos dejó todo sobre los hombros y yo no estaba dispuesta a permitirlo. No quería que Elain interviniera... pero tú... ni siquiera soñaba con controlarte. Tomaste un arco y saliste a cazar, porque si nuestro padre no iba a cuidarnos, lo harías tú. Estaba furiosa contigo por hacerlo, pero también aterrada de que murieras. Traté de aprender a cazar, pero no pude, y me enfurecí aún más porque tú podías cuidar de nosotras y yo no podía cuidar de ti. Pero al mismo tiempo, estaba orgullosa de ti, con un orgullo lleno de ira. Entonces lo comprendí: no era la más fuerte. Tú lo eras, Feyre. Siempre lo has sido».

Nesta apoyó su frente sobre la de Feyre y susurró:

—No se trata de que no seas digna de que te proteja, Feyre. Se trata de que no necesitas que yo te proteja. Eres mi hermana. Este mundo no es digno de ustedes, a mis ojos. Yo soy el tipo de persona egoísta que no le importa si otros la ven como una villana, pero quemaría este mundo sin dudarlo por ustedes dos. Sacrificaría a tu esposo, a Amren, a Mor, a Azriel, a todos en Velaris, si eso significara salvarlas. Y sé que eso me hace una persona horrible, pero no me importa… porque es lo que soy, Feyre: una persona egoísta.

Dejando ir a todos, incluso recuperando su autonomía corporal, Rhys, Cassian, Azriel e incluso Amren no se movieron. Sabían que este era un momento que las hermanas necesitaban.

—Moriría por ti, Feyre, pero no soy tonta ni ciega. Aunque quiera parecer fuerte, no tengo ninguna capacidad para protegerte. Tú siempre has sido la espina dorsal de nuestra familia, y Elain siempre ha sido el corazón. Yo soy la que nunca encajó.

—No digas eso —intervino Elain, con una ferocidad que nunca antes habían visto en ella—. Eres nuestra hermana mayor. Si Feyre es la espina dorsal y yo el corazón, tú eres el cerebro entre nosotras. Te amamos, aunque pienses que eres una villana, porque yo también lo soy —dijo, con lágrimas en los ojos—. Sacrificaría a todos por ustedes dos. Les abriría la garganta con mis propias manos si fuera necesario —juró.

—No soy el cerebro entre nosotras, Elain —Nesta le acarició la mejilla, enternecida, en lugar de horrorizada por el estallido de Elain. Era como ver a un cachorro intentando ser valiente—. Soy más como la lengua venenosa que no puede controlar su ira la mitad del tiempo —susurró, repitiendo las palabras que había dicho a los quince años en la cocina de su casa.

—Te amamos, aun con todas tus espinas, Nesta. Nunca lo dudes. No necesito que seas una heroína ni valiente o moralmente correcta, solo quiero ser tu hermana pequeña —le aseguró Feyre, llorando igual que Elain, sin soltarla.

—Es cierto que estás llena de espinas, pero eso es porque las flores más hermosas siempre tienen espinas, Nesta —susurró Elain—. Solo queremos a nuestra hermana, con espinas y todo —suplicó Elain.

—Entonces no vayas, Elain, por mí. Te lo suplico, te lo suplicaré de rodillas si quieres, pero no lo hagas —le pidió Nesta.

—Pero Feyre no puede hacerlo… está embarazada —le confesó Elain con un susurro. Nesta miró con los ojos muy abiertos a Feyre, y Feyre asintió sin ocultarlo, sintiendo los brazos de Nesta tensarse. Vio la mirada desolada en sus ojos. Nesta miró de una a otra con un pesado suspiro antes de soltar la tensión de su cuerpo, acariciando ambas mejillas, una en cada mano.

—Entonces lo haré yo —tomó la decisión. —Lo haré yo. Si alguien va a morir por la locura de todos estos imbéciles… el ciclo natural de la vida es que las hermanas menores entierren a la mayor —aseguró.

—No digas eso, vamos a estar bien las tres —le dijo Feyre con dureza, sin querer oír hablar de su propia muerte.

Nesta tarareó, pero no se comprometió con esas palabras.

—Quédate, Nesta, aquí con nosotras, déjanos ayudarte —le pidió Feyre. Elain asintió. Ambas anhelaban tener a su hermana, y si a alguien no le gustaba… bien, la puerta era grande, podían marcharse. Y eso incluía a Rhys; su esposo tendría que aprender a amar y a respetar a Nesta, incluso si Nesta no le gustaba, porque Feyre amaba a su hermana, con amargura, ira y agresividad. Nada de eso le importaba a Feyre porque amaba a Nesta y a Elain y siempre lo haría.

—No puedo —suspiró Nesta, depositando suaves besos en la coronilla de ambas—. No hasta que aprenda a controlar mi ira. Ella solo estalla contra ustedes al menor de los estímulos… en tu condición… no puedo quedarme aquí, Feyre. Necesitas paz y tranquilidad, y yo no puedo ofrecerte eso en este momento. Ni siquiera creo que pueda estar demasiado tiempo cerca de ustedes sin lastimarlas —confesó—, y eso no es bueno para ninguna de las dos. No es lo que deseo para ninguna de las dos —le aseguró. Podía estar mentalmente jodida, pero no tenía ningún deseo de arrastrar a sus hermanas al mismo agujero de ira que a veces la devoraba a ella. —Pero tal vez… podamos tratar de cenar en la Casa del Viento SOLO nosotras tres la próxima semana y ver cómo va —ofreció, una rama de olivo, viendo la esperanza brillar en el rostro de sus dos hermanas menores. —Tu marido puede quedarse fuera de la Casa del Viento con Cassian —agregó, sabiendo que el macho fae no se separaría de Feyre, pero hablaba en serio cuando decía, solo ellas tres, sin los machos, sin Amren o Mor, solo ellas. —Sé que esta es la familia que tú escogiste, Feyre, puedo respetar eso… incluso que Elain también lo hiciera, pero… se sienten como tu familia, no como la mía —confesó—. E incluso si llegara a sentirme igual que ustedes acerca de ellos, creo que a veces solo necesitamos un momento para nosotras, solo las hermanas, nada ni nadie más —susurró, insegura de si querían aceptar o no.

—Sí, suena bien —se apresuró a asentir Elain.

—Estoy orgullosa de ti, Nesta —le aseguró Feyre con el corazón hinchado porque Nesta al fin confesara sus problemas. Si amaban a Nesta con todo y espinas, no entendía de dónde venía toda esa ira que había dentro de su hermana, pero podía trabajar con ella.

—No más de lo que yo estoy de ustedes cada vez que las veo —aseguró Nesta.

—¿Incluso de mí? —susurró Elain insegura. —¿Incluso si no soy tan fuerte como ustedes?

—La bondad es una fortaleza rara, Elain, muy rara —aseguró Nesta—. Así que eres fuerte, de una manera en que en este salón nadie más lo es, ni la deslumbrante Mor, ni la vieja Amren, ni los poderosos Rhysand, Cassian o Azriel, ni yo o Feyre. No eres inútil, solo tus fortalezas son diferentes a las nuestras. Así que sí, estoy orgullosa de ti, de la forma en que puedes traer paz a todos a tu alrededor, de la forma en que es tan fácil para todos amarte —le dijo suavemente.

—Felicidades por tu bebé, Feyre. Eres tan joven a mis ojos, tan niña, que quiero pegarle a Rhys por hacerte esto —confesó, ya que estaba siendo sincera. Incluso miró a Rhys y lo fulminó con los ojos entre sus hermanas—. En este momento estoy furiosa con él. Los embarazos no son un juego, y tú eres tan joven, deberías viajar y divertirte, pero te siento como un niño a punto de tener otro niño —susurró con pesar. —Y a pesar de todo sé que serás una madre espectacular, Fey. Este bebé tiene suerte de tenerte —aseguró—. Y si todos tenemos suerte —agregó mirando a Rhys con malicia—, se parecerá a ti y no a él —aseguró, sin poder contener el impulso de meterse con ese bastardo que embarazó a Feyre mientras relajaba un poco el ambiente.

Rhys bufó, pero no dijo nada. También le gustaría que el bebé se pareciera a Feyre. Rhysand dudaba que alguna vez Nesta le gustara, había demasiado de él en ella para eso, pero sabía cuánto Feyre la amaba, así que supo que era mejor guardar silencio, sobre todo después de semejante explosión de sentimientos entre las tres mujeres. Todos eran como intrusos en ese momento de ellas.

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sto no estaba planeado. Nesta iba a ser más fría, acusando a Rhys de utilizar a Elain para obligarla a hacerlo, y iba a ser bastante cruel con Elain, ya que, personalmente, Elain me parece un poco mosca muerta. Pero las hermanas Archeron simplemente tomaron el control de la escena e hicieron lo que quisieron, ajenas a mis planes. Supongo que aquí comienzan las hermanas a sanar su propio camino y su propia hermandad. Siendo realista, siento que esto es algo que hacía falta en los libros. Mucho IC, IC, pero a veces es necesario un momento simplemente entre hermanas, sin Rhys, sin Amren, sin Mor, sin Azriel o incluso sin Cassian (nuestro ML en el último libro). Simplemente Feyre, Elain y Nesta abriéndose las unas a las otras, con defectos y virtudes, con amor y con rabia. Pero no, siempre había un metido entre ellas y nunca tuvieron su momento de catarsis entre las tres, tan necesario para comenzar una sanación.

También sé que hay gente que no puede perdonar a Nesta por no ser una buena hermana, pero honestamente ese es tu problema, no el de Feyre. Siento que la gente quiere usurpar el dolor que es únicamente de Feyre y hacerlo suyo, tal como lo hace Rhys. Ese dolor y ese trauma pertenecen a Feyre, y solo ella decide cómo manejarlo y qué hacer con él. Si ella quiere perdonar y amar a su hermana, esa es SU DECISIÓN, y nadie debería decirle que no debería hacerlo. Si tú no lo harías en su lugar, está bien, pero si Feyre ha decidido hacerlo, también está bien. Es una de las cosas que veo mucho entre los fans de Freysand que odian a Nesta e insisten en que Nesta no merece perdón. La única persona que puede decidir eso es Feyre, y ella lo dio libremente. Aunque no me gusta cómo Feyre manejó muchas cosas con Nesta, y cómo la manejó, Feyre ama y perdonó a su hermana, y lo ha hecho mucho antes de los eventos de Silver Flames, le guste o no a la gente.

Además, en mi opinión personal, dejar embarazada a Feyre con solo 25 años fue una gran ridiculez. Feyre ni siquiera sabe gobernar; ha sido un hada por menos de 5 años; su hijo y ella están menos separados en edad que Eris y Lucien, y son HERMANOS. Me pareció una decisión ridícula. Feyre debería estar aprendiendo a gobernar y viviendo su mejor vida, como ser una gran dama, pero en cambio, se ve exactamente como lo que no quería ser con Tamlin: solo una consorte sin poder real. Entonces, como esto es un fanfic, lo haré a mi maldita manera, dándole a Feyre algo de poder real, incluso si no puedo cambiar el hecho ridículo de su embarazo casi adolescente en este mundo.