Capítulo 9

—¿Entonces… cómo lo haremos? —suspiró Nesta, mirando al fin a los demás en la habitación, aún manteniendo a Feyre y Elain en sus brazos, después de largos minutos en los que los presentes se habían mimetizado con el entorno para no estorbar a las hermanas. Nesta habría apreciado más que salieran de la habitación, pero suponía que el hecho de que los hubiese congelado durante buena parte de su estallido no ayudaba a ese propósito precisamente.

—Adivinación es la mejor forma, muchacha —le dijo Amren, hablando al fin y recordándole a Nesta su presencia. Nesta suspiró y sus brazos se tensaron alrededor de Elain, sobre todo recordando la última vez que usó ese método aquí. Elain había acabado secuestrada, con Azriel y Feyre yendo a una misión suicida de la que escaparon por los pelos gracias a las inesperadas ayudas de Jurian y de Tamlin.

—Bien… pero no podemos permitir que lo que pasó vuelva a ocurrir. Quiero a Lucien aquí. Sé que, si algo pasa, Rhys priorizará a Feyre por sobre todas las cosas. El problema es que Cassian y Azriel harán lo mismo… Necesito a alguien que priorice a Elain y su seguridad por sobre todo si voy a hacer esto —decidió con firmeza.

—Yo puedo proteger a Elain —aseguró Azriel con voz serena.

—Puedes, pero ella nunca será tu prioridad por sobre Feyre —Nesta lo entendía, no era algo personal de parte de ninguno. Feyre era la Alta Dama de la Corte de la Noche, y Cassian y Azriel eran integrantes de dicha corte que debían priorizar a su jefa. Feyre era su responsabilidad; todos los demás eran secundarios a dicha responsabilidad. Pero eso no le servía. Ella necesitaba a alguien que pudiera priorizar a Elain incluso por sobre su propia vida—. Así que solo lo haré así, quiero a Lucien aquí —insistió, y no le importaba estar siendo alarmista. Prefería pecar de precavida y que no fuera necesario, a que fuera necesario y ella no hubiese tomado precauciones. Sabía que ni ella ni Feyre podrían vivir con eso.

—Yo podría hacerlo, si eso te tranquiliza; quedarme con Elain —se ofreció Amren.

Nesta la miró confundida y ladeó la cabeza, observando a la mujer chaparrita de arriba a abajo. Incluso parpadeó.

—No quiero ofender, pero eres casi una inútil. Lo único que podrías hacer sería morir con ella. No tienes ningún poder mágico para protegerla y, físicamente, a riesgo de estar juzgando por apariencias, pareces tener la fuerza de un pollo incapaz de luchar —se negó Nesta con vehemencia—. Digo, antes eras muy poderosa y todo eso, pero ambas sabemos que después de Hybern tu única aportación son tus increíbles conocimientos, no tu fuerza —trató de ser conciliadora. No quería antagonizar a Amren, pero no le confiaría la seguridad de Elain. En la condición actual de Amren, después de la guerra contra Hybern, dudaba que la hembra fuera incluso capaz de protegerse a sí misma ahora—. Algo me dice que, en combate, eres incluso más inútil que nosotras tres —dijo con sinceridad, aunque la mirada ofendida que le dio Amren le dejó saber que no había logrado su propósito de ser sincera sin ofenderla—. Ahora eres solo una alta fae más, sin entrenamiento en la guerra —aseguró, porque, por mucho que no pretendiera ofenderla, sus sentimientos comparados con la seguridad de Elain eran irrelevantes para Nesta. En su lugar, miró a Rhys—. Hazlo volver y haremos la adivinación en ese momento, ni un momento antes.

—Nesta… —trató de protestar Elain. Nesta negó con la cabeza.

—Es urgente —trató de convencerla.

—Bien, entonces que lo haga venir de forma urgente —se encogió Nesta de hombros sin ceder ni un solo paso. Rhysand dio un suspiro pesado pero asintió. 500 años le habían enseñado al Alto Lord que había guerras que no valía la pena luchar. Si traer al macho de vuelta para que sentara su culo junto a Elain mientras Nesta hacía una adivinación les ahorraba todo el drama, él mismo iría personalmente a buscar al otro macho, por mucho que apenas lo tolerara.