Capítulo 12
En el palacio con hermosos pilares de piedra lunar sobre la ciudad Tallada, Nesta descansaba, o eso se suponía, cuando Rhysand, Cassian, Azriel, Amren y Feyre regresaron de lidiar con los prisioneros de la Corte de Otoño. La encontraron de pie junto a la mesa, mirando fijamente la máscara cubierta con una tela.
—¿Cómo entraste aquí? —la interrogó Rhys, la noche arremolinándose a su alrededor. Él mismo había colocado barreras impenetrables en la puerta.
—La máscara me llamó, susurra mi nombre —rió Nesta suavemente—. Ella abrió la puerta, no le agradas —le dijo a Rhys, levantando la mirada hacia él—. Siente que nos quieres separar.
—¿La máscara te abrió la puerta? —preguntó Amren, alarmada.
—Sí —asintió Nesta, tocándola y quitando la tela que la cubría para llevarla contra su pecho—. Es mía —les dijo, mirándolos a todos con calma.
—Nesta, no es tuya. Es un tesoro del terror —se adelantó Feyre, hablándole con suavidad.
—No, en realidad es mía. La Madre la creó para que yo pudiera jugar —dijo Nesta, ladeando la cabeza mientras miraba a Feyre con curiosidad. Fue entonces cuando notaron que los ojos de Nesta habían cambiado: ya no eran su usual gris azulado, sino plata, pura plata, como un fuego líquido.
—Lady Death... —susurró Amren, con un deje de miedo.
—¿Sí? —preguntó Nesta con una voz cantarina y alegre.
Cassian se acercó, inseguro, y esos ojos plateados se volvieron hacia él de inmediato.
—Mi Lady... —recordó a la Dama de la Muerte que había visto en aquel pantano, y llevó una rodilla al suelo para estar a la altura de la mujer sentada—. ¿Nesta está ahí?
Nesta asintió.
—Descansa, está cansada —le explicó a Cassian, tendiéndole la máscara como si quisiera compartirla con él.
—Está bien, es tuya —la tranquilizó Cassian, intercambiando miradas con los demás.
—Sí, es mía, es divertida —sonrió Nesta—. ¿Quieres jugar con nosotras? —preguntó de pronto a Feyre, girándose hacia ella y colocando con firmeza la máscara en sus manos.
Nesta… o Lady Death no entendía el poder que su simple juguete tenía sobre los demás. Amren y Rhys gritaron, avanzando hacia ellas, pero antes de que dieran un solo paso, Feyre ya se había puesto la máscara en la cara.
El cambio fue inmediato. Todos se congelaron mientras Nesta aplaudía con una risa infantil y alegre. Saltó de su asiento y rodeó a Feyre con los brazos, entusiasmada.
—¿Los sientes? ¿Sientes a todos los muertos bajo nosotras? —le preguntó con emoción.
Feyre asintió.
—¿Quieres invocarlos? Podemos invocarlos. Te enseñaré cómo, dulce hermanita —prometió, besando su mejilla.
Esta no era Nesta, sino Lady Death, y para ella no había diferencia entre la máscara como juguete o Feyre como uno. Rhys sintió cómo sus entrañas se apretaban. No fue el único; Amren sintió un frío auténtico de miedo. Cassian y Azriel intercambiaron miradas inquietas.
—Tal vez no sea lo mejor ahora. Jugar con los muertos antes de que des a luz podría ser un mal augurio —comentó distraídamente. Entonces, con suavidad, llevó los dedos a la cara de Feyre y le quitó la máscara.
Feyre parpadeó, como si hubiera despertado de un largo sueño sin aliento, mirando de la máscara a Nesta.
—Gracias. Tal vez podamos jugar luego —asintió Feyre, como si hablara con una niña.
Recibió una enorme y hermosa sonrisa a cambio.
—Death… ¿podrías dejar que Nesta despierte? Me gustaría hablar con ella.
—Pero somos una —dijo Death, sin comprender—. Yo soy Nesta y Nesta soy yo. Oh... —exclamó, como si hubiera comprendido—. Te refieres a la otra parte de mi personalidad, la que está dormida ahora.
—Exacto —asintió Feyre.
—De acuerdo —aceptó Nesta, y su cuerpo se desplomó. Feyre y Cassian se apresuraron a sostenerla.
Cuando Nesta abrió los ojos un momento después, ya no eran plateados; habían vuelto a ser el gris azulado tan similar al de Feyre.
—¿Estás bien? —preguntó Nesta, mirando a Feyre—. No quería hacerte daño… Ella solo quería jugar —susurró, frunciendo el ceño.
—Nesta... —Rhysand se acercó con cautela—. ¿Puedes darme la máscara?
—No creo que sea buena idea. Si lo hago, ella volverá a salir... le gusta demasiado —respondió Nesta, no muy segura de cómo lo sabía, pero lo sabía.
—¿Nesta... ella es como una posesión? —susurró Amren, insegura.
Nesta negó con la cabeza.
—No… ella es yo y yo soy ella. No sé cómo explicarlo —admitió, mirando a Cassian, cansada.
—Está bien, Nesta. Pero la máscara tiene un efecto diferente en nosotros —intervino Azriel—. ¿Podrías convencerla de que solo queremos guardarla?
Nesta se recostó en Cassian y cerró los ojos, meditando unos momentos antes de abrirlos de nuevo.
—Está bien —dijo, extendiendo la máscara hacia Azriel con manos temblorosas.
—No puedo tocarla directamente como tú… ¿Puedes envolverla? —le pidió Azriel con suavidad.
Nesta asintió. Tomó el pedazo de tela, envolvió la máscara y se la entregó a Azriel. Mientras él se alejaba, los ojos de Nesta lo siguieron. La única razón por la que su cuerpo no lo siguió también fue porque Cassian la sostuvo, frotándole la espalda de forma tranquilizadora. De algún modo, eso le gustaba más a la muerte que la máscara misma. Poco a poco, Lady Death quedó dormida, y Nesta volvió a ser ella misma.
—Apesto mucho —comentó Nesta después de unos momentos, frunciendo la nariz—. Huelo como si hubiera traído el pantano entero encima… quiero un baño —pidió.
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—Está durmiendo —susurró Nesta, relajándose en la piscina—. No va a volver por ahora —aseguró tranquilamente mientras Feyre se movía y comenzaba a lavarle el cabello en el agua—. ¿Tu marido te dejó estar aquí? Pensé que estaba asustado de esa otra parte de mí.
—No le pregunté —dijo Feyre encogiéndose de hombros—. Eres mi hermana, no te tengo miedo... Creo que hasta le caigo bien a Lady Death —bromeó.
Nesta cerró los ojos, disfrutando del masaje que Feyre le daba en la cabeza al lavarle el cabello.
—Eso es porque Lady Death y yo somos un solo ser. Eres hermana de ambas, parte de mí, no solo de una. Jamás te haría daño —aseguró, abriendo los ojos para mirarla desde abajo. Feyre estaba desnuda, aprovechando la oportunidad de bañarse juntas, algo que no habían hecho en mucho tiempo.
—Lo sé. No le tuve miedo... Me sentí segura con ella. Cuando me puso la máscara, me estaba compartiendo algo que amaba —susurró con asombro.
Nesta asintió.
—Sí. ¿Cómo se sintió? —preguntó con curiosidad.
—Es extraño, pero... fue como una serenidad extrema, una calma y paz profundas, como si nada pudiera alterarme —le confesó Feyre.
—Sí, así se siente —asintió Nesta—. Pero es solo un juguete, no debería usarse demasiado —advirtió—. No busques la máscara sin mí; no obedecerá a otros.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Feyre mientras enjuagaba el cabello de su hermana.
—No lo sé, solo... lo sé —admitió Nesta, girando la cabeza para mirarla. Feyre asintió en silencio.
