III. Deberá permanecer atado y aislado.

«Cuando una contradicción es imposible de resolver salvo por una mentira, entonces sabemos que se trata de una puerta.»

Simone Weil.

Febrero de 2025.

Todo había ocurrido tan rápido, que algunos temieron haberse quedado dormidos y estar sufriendo una pesadilla.

Sin embargo, para Alphonse todo estaba resultando, más o menos, como él había previsto. Era terriblemente certero deduciendo las reacciones de la gente, habilidad que había adquirido en su infancia, muy a su pesar, con el único fin de sobrevivir.

¿Alguien tiene alguna pregunta?

Kyoushirou Tokugawa, sabía, era una persona justa, así que no le sorprendió el que hablara en esa ocasión con severidad y un deje de irritación. El asunto no le estaba gustando y Alphonse no podía culparlo. Seguramente habría llevado a cabo el plan sin reparos de no haberlo propuesto un muchacho de diecisiete años.

¿Cómo podemos asegurarnos de que se cumplirán las condiciones?

La pregunta vino de Ellen Highsmith, lo que enseguida causó una mueca de repulsión en Astrid Trueblood y su rubia parabatai, Brunhild Sølvtorden.

Esta clase de sentencia se ejecuta con ciertas Marcas —respondió Kyoushirou, de repente mostrándose ofendido—. Hablas como si no fuéramos a tomar las medidas pertinentes.

Ellen se sonrojó y asintiendo con la cabeza, no volvió a hablar.

Para tranquilidad de todos los presentes, las Marcas serán impuestas aquí, ante todos, aunque antes se les concederá a ambos media hora para despedirse. A continuación, deberán marcharse, o serán víctimas del efecto negativo de las mencionadas Marcas. Por favor, que pasen tras ellos sus respectivas familias a la sala contigua. Alec, guíalos.

Solo estando a solas, sin miradas indiscretas, fue que Alphonse tuvo que enfrentarse a algo que también tenía previsto.

¡Exilio! ¡Esto no podemos permitirlo! —Livia Blackthorn hacía gala de su indignación.

Alphonse, a mí nadie me quita de la cabeza que sabías lo que pasaría, ¿nos puedes explicar por qué demonios lo permitiste? —espetó Kit Herondale, cruzado de brazos en claro signo de no querer sacar un arma.

No nos obligues a ir con Kyoushirou a impugnar esta decisión —añadió Tiberius, con una seriedad gélida y apenas dedicándole una mirada.

A unos pasos, Alphonse distinguía fragmentos de lo que Rafael escuchaba de parte de su familia, que eran, sobre todo, reclamos de sus tíos Simon y Jace. Debido a que estuvieron presentes en la exposición del plan, Magnus Bane y Alec Lightwood estaban conteniendo la lengua, pero sabía que eso no podía durar, no si quería evitar el menor daño posible.

Oye, Al, ¿podrías echarme una mano?

Esa era su señal. Alphonse tomó aire lentamente, ordenando sus ideas a toda velocidad, antes de alzar una mano para detener la siguiente frase de una enojada Livia.

Tienes razón —comenzó, dirigiéndose a Kit, quien de la sorpresa, descruzó los brazos y abrió al máximo sus penetrantes ojos azules—, pero necesito que me presten atención. Todos. Rafe, ¿podrías pedirles a tus tíos que se acerquen para…?

¿Ahora qué hiciste, niño? —Quiso saber Jace Herondale, ladeando la cabeza con un inconfundible aire de curiosidad.

¡Tío! ¡Deja que Al lo explique!

Es algo digno de ti, rubio, así que atiende —indicó Magnus, que sonreía levemente pero, al mismo tiempo, no se veía en absoluto conforme.

Gracias, Magnus. ¿Podría encargarse del sonido, por favor?

El brujo asintió, chasqueó los dedos y una pequeña llama azul se elevó y desapareció.

Estamos ganando algo de tiempo —indicó, paseando la mirada, por turnos, en su familia adoptiva, en la de su parabatai y al final, en Rafael, quien lo animó con un gesto de cabeza—. En primer lugar, deben saber que arrière–grand–père no está muerto.

¿Thorwyn está vivo? —Livia se quedó de piedra—. ¿Después de una herida como esa?

Alphonse asintió, a sabiendas de que ella, más que nadie, sabía que el hecho era casi imposible, pero aquellas no eran circunstancias normales y no tenía tiempo de dar más detalles.

Mientras lo atendían, les he dicho que podíamos usar el escándalo a nuestro favor —miró a Alec y Magnus, quienes asintieron en silencio—. A varios les parecerá bien que me sentencien en nombre de arrière–grand–père, no es la primera vez que la Clave hace algo así —Kit dejó escapar un bufido, claramente sintiéndose aludido, pero no interrumpió—, por eso me atreví a proponerlo. Los términos del exilio me dejarán ir de un lado a otro, donde el Cónsul cree que podríamos tener más pistas de las criaturas que Simone y Antoine ayudaron a crear, y en cuanto arrière–grand–père se recupere, tiene su propia misión en Feéra.

¿Va a regresar allí? —eso sí que logró que Tiberius mirara a Alphonse a los ojos, de manera interrogante y, curiosamente, también con un destello de temor—. ¿No es lo mismo que haberlo ejecutado nosotros?

No, porque le han concedido la amnistía y según lo que nos contó, era la única forma de que le permitieran regresar a la Corte Noseelie sin que lo maten.

Las hadas pueden ser terriblemente engañosas, pero la gran mayoría debe cumplir su palabra —señaló Magnus—. Más aún, lo que pesa sobre Thorwyn es una sentencia dictada por su rey. Algo me dice que su hermano sabrá más de esto que nosotros. Tiberius, Livia…

¿Quién, Mark? —Livia frunció el ceño, hasta que su rostro se iluminó debido a la comprensión—. Le enviaremos un mensaje de fuego —acotó, asintiendo con la cabeza.

Por favor, necesitamos que desde donde estén, sigan de cerca el rastro de cualquiera que actúe de manera sospechosa contra los mestizos y los mundanos con Visión. Si estoy en lo correcto, que esas criaturas atacaran los Mercados de Sombras fue para ponernos contra ellos y los demás subterráneos. Es cosa de Simone, podría jurarlo. Quiere que peleemos unos contra otros, que hagamos el trabajo sucio por ella, con tal de venir luego a darnos alguna solución que le vamos a agradecer con todos los honores.

Las miradas intimidaron a Alphonse por un momento, pero enseguida se dijo que era normal atraer tanta atención. Seguramente pensaban que no era posible que alguien como él hubiera deducido todo eso, pero tenía razones de sobra para confiar en su juicio.

Si alguien sabía cómo actuaba Simone cuando creía tener todo bajo control, era él.

¿A dónde irás primero? —Inquirió Tiberius—. ¿Kyoushirou ya te asignó tu primer destino?

No, pero espero que me conceda una petición al respecto.

¿Lyon?

Alphonse asintió, sonriendo con timidez. Era increíble que Tiberius lo hubiera adivinado.

No estaría mal que fueran a Lyon —indicó Alec, apoyando una mano en el hombro de Rafael—. Escuché que tienen problemas con su Instituto. Si ya presentaron una queja oficial, Kyoushirou debe tenerla y si no la considera una misión peligrosa, apoyaremos que vayan.

De pronto, Magnus dio un respingo y volvió a chasquear los dedos. Al segundo siguiente, oyeron aporrear la puerta, al tiempo que una voz conocida decía, a un volumen muy alto.

¡Por favor, quiero hablar con Alphonse!

—¡Por el Ángel! Esa chica sí que tiene pulmones —Rafael arrugó la frente, dando un paso hacia la puerta, antes de detenerse de golpe y mirar a su parabatai—. Al, ¿deberíamos…?

Sí, creo que ayudará. Que pase.

Rafael asintió y fue a abrir la puerta, haciéndose a un lado justo a tiempo para no ser arrollado por Suzette Longford, que lucía entre angustiada y furiosa. Alphonse se puso en alerta al verle en la diestra su puño americano.

¡Alphonse Edward Montclaire! —exclamó ella, enarbolando su arma en alto.

Suzzy, por favor, si me permites…

¡No te atrevas a darle con eso a Al! —Rafael, tras cerrar la puerta, se fue a interponer entre la recién llegada y Alphonse.

¿A quién le pegaste, Suzzy? Tu puño tiene sangre.

La aludida hizo un mohín de fastidio, bajando la mano, pero ya todos habían constatado que Alphonse estaba en lo cierto.

Una parte es mía, pero no te preocupes, Günther ya me puso una iratze —Suzette hizo un ademán para restarle importancia al asunto, antes de fijar en Alphonse sus brillantes ojos verdes—. Ahora quiero que sepas que no pienso permitir que ejecuten esa sentencia, ¡es absurdo! En ese caso, debieron sentenciarme a mí cuando Antoine y Simone se escaparon.

Esto es un caso especial, Suzzy. Te lo juro.

¡No me vengas con eso! Te conozco, seguro vas a cargar tú solo con algo que no te corresponde, ¡pero no tienes qué hacerlo!

¿Qué soy yo, el vecino mundano de enfrente? —Soltó Rafael, sarcástico.

¡Cierra la boca, Lightwood!

Lightwood–Bane, Verlac.

Soy Longford ahora, Lightwood.

¿Los dos quieren parar? Suzzy, necesito que nos hagas un favor.

La nombrada, tras dedicarle una última mirada de fastidio a Rafael, vio a Alphonse y asintió.

Tienes que decirle a Günther que averigüe cómo fue que el Escolamántico consiguió hacer la lista de mestizos para el censo. También debe averiguar cuántos de sus colegas están a favor de los mestizos y cuántos están en contra. Por último, debe hacer un registro en Múnich.

Eso último nadie se lo esperaba. Suzette no fue la única en poner expresión de pasmo.

¿Por qué en Múnich? —Preguntó Tiberius, el primero en recuperarse de la impresión.

Alphonse suspiró. Esperaba que lo que iba a decir fuera suficiente para todos.

—Arrière–grand–père dijo que no confiáramos en Múnich bajo ninguna circunstancia. Creo que es una pista, porque no se refirió a una persona, sino a la ciudad.

Suzette frunció el ceño, claramente meditando lo recién oído, para enseguida asentir con la cabeza con toda firmeza.

Se lo diré, no te preocupes. Solo promete que volverás sano y salvo, Alphonse.

El muchacho no supo cómo contestar. No era solo que le conmoviera que Suzette volviera a preocuparse por él, sino porque jamás se había sentido cómodo haciendo promesas que tal vez no pudiera cumplir. Se preguntó si no sería ese un rasgo heredado de Thorwyn, pues había visto que Alwyn, cuando juraba algo, lo hacía con la misma solemnidad de un hada pura y su madre, las pocas veces que había prometido algo en su presencia, pronunciaba las palabras como si estuviera firmado un contrato irrompible.

Voy a intentarlo, Suzzy —dijo al final, sin atreverse a mirarla.

Ella, en respuesta, asintió en silencio y se acercó a darle un rápido beso en la mejilla, antes de dar media vuelta y dirigirse a la puerta.

Más te vale que lo cuides, Lightwood–Bane.

Más te vale a ti ayudarlo como te ha pedido, Longford.

Con oír aquello, que en ellos era una especie de tregua, Alphonse supo que Rafael y Suzette estaban en buenos términos, lo cual lo tranquilizó un poco. Vio salir a su amiga y de nuevo, debió hacer un esfuerzo por no sentirse cohibido al recibir la atención de tantas personas.

Si necesitan algo, cualquier cosa, no duden en enviarnos un mensaje de fuego —indicó entonces Simon Lovelace, aparentemente resignado a lo que estaba por suceder.

No vamos a poder. El exilio nos prohíbe la comunicación con cazadores de sombras de nuestros respectivos Enclaves.

Creo que nunca había oído de alguien que supiera los términos de su exilio mucho antes de que los dicte el Cónsul —se burló Jace, ganándose una mirada malhumorada de Kit.

No podremos comunicarnos de modo normal, pero hallaremos el modo. Lo prometo.

Estaremos esperando, entonces —aseguró Tiberius, quien al segundo siguiente, lo rodeó con los brazos y lo estrechó con fuerza.

Eso dejó a Alphonse anonadado. Tiberius era poco dado a esas muestras de afecto, aunque eso no significaba que jamás se las hubiera dedicado. Simplemente, formaba parte de su personalidad el ser un poco distante, físicamente hablando. Que lo abrazara entonces solo demostraba lo preocupado que estaba y que deseaba demostrarle cuánto lo quería, aunque no hallara el modo de complementarlo con palabras.

Solo por un momento, Alphonse dejó ver parte del conflicto interno que estaba librando y correspondió al abrazo sin contenerse, apenas percatándose cuando a un costado, Kit los rodeó a los dos musitando algo de que lo estarían esperando de una pieza.

Fugazmente, agradeció el no poder despedirse de Getty y de Liam, o jamás podría irse.