Capítulo 8: "La locura de Scar."


La jungla era muy tranquila por la noche. Un día sin hacer nada podría quitarle mucho a alguien y era hora de terminar con más nada.

Así que Simba descansó con Timón y Pumba en medio de su claro, relajándose bajo las estrellas mientras aparecían en el cielo nocturno. No se oía mucho sonido de la jungla por la noche, nada más que ruidos de pájaros nocturnos y gritos de grillos.

Y luego, de la nada, Simba dejó escapar un gran eructo.

"¡Whoa!" Timon comentó con una sonrisa. "Bien hecho, Simba."

"Gracias." dijo Simba con una sonrisa. "Chicos, estoy lleno. Deben haber sido las termitas."

"O los grillos." agregó Pumba. "¡Comí como cerdo!"

Simba se rio por lo bajo. "Pumba, eres un cerdo."

"Oh... Correcto." Pumba aseguró con una mirada de disculpa.

Entonces los tres suspiraron profundamente, al unísono decidiendo simplemente mirar las estrellas. Los tres animales suspiraron profundamente y se recostaron contra la hierba fresca, mirando hacia el cielo.

"Timón." llamó Pumba, mirando al suricata. "¿Alguna vez te has preguntado qué son esos puntos brillantes allá arriba?"

Timón se burló suavemente. "Pumba, no me lo pregunto; lo sé."

"Oh." Pumba parpadeó. "¿Y qué son?"

"Son luciérnagas." adivinó Timon, señalando al cielo. "Luciérnagas que, uh... quedaron atrapadas en esa gran cosa de color negro azulado."

Pumba asintió en comprensión. "Oh... Supongo que tiene sentido. Siempre pensé que eran bolas de gas quemándose a miles de millones de millas de distancia."

Esa vez, Timon rodó sus ojos. "Pumba, contigo todo es gas."

Simba por su parte guardó silencio sin saber que responder ante todo eso. Parecía casi similar a lo que su padre le había dicho años atrás.

"¿Qué crees que son, Simba?" Timón le preguntó al león.

"Bueno..." Simba se detuvo un poco antes de sacudir la cabeza. "No lo sé."

Ante eso, los otros dos se sentaron y comenzaron a pedirle que lo hiciera, suplicando.

Finalmente, Simba dio su respuesta, manteniendo sus ojos en las estrellas. "Bueno, alguien me dijo una vez que los grandes reyes del pasado nos observan y nos cuidan desde arriba."

"¿De verdad?" Pumba preguntó. Su tono, para algunos, podría significar curiosidad o un tono burlón.

"¿Quieres decir que un grupo de tipos reales muertos nos están mirando?" Timon agregó.

Y luego, él y Pumba comenzaron a reír. Sus risas partieron la noche, ahogando los ruidos de grillo. Timón rodó y Pumba se agarró los costados mientras reían. Solo que Simba realmente no se unió en ese momento.

"¡Esa es buena!" Pumba se rio. "¡Eso es una locura!"

"¡No estás bromeando! ¿Quién te dijo algo así, Simba? ¿Quién inventó eso?" Timón raspó por la risa. "¡En serio, amigo, sé real! ¿Por qué esos «reyes» nos querrían? ¡Somos marginados!"

"Sí... es bastante tonto, ¿eh?" Simba respondió con una risa débil.

Aún así, no pudo evitar sentirse triste. Sabía que Timón y Pumba no querían ofenderlo o dañarlo, pero eso solo despertó malos recuerdos de la vida que había dejado atrás. Pero los dos no habían terminado. Lo que dijeron a continuación incluso le erizó el pelo.

"¡Hombres muertos reales! ¡Ojalá no se caigan del cielo!" Timon se rio, golpeándose la rodilla. "¡Espera, Majestad!"

"¡Sí, espera! ¡No te sueltes ahora!" Pumba se rio.

Fue entonces cuando Simba les lanzó un gruñido y los hizo callar. Por lo general, le gustaban sus travesuras, pero esa era una que no le gustaba en absoluto, especialmente porque trajo a la luz su pasado. Incluso le recordó una vez cuando Timón casi había caído sobre una cascada, con Simba casi demasiado paralizado por el horror como para salvarlo. Había salvado a Timón, pero el evento todavía lo sacudía; Le había recordado cómo murió su padre Mufasa.

Con un suspiro, rodó sobre sus patas y abandonó el claro. "Lo siento, muchachos. Me tengo que ir." dijo por encima del hombro. "Voy a buscar algo de comer."

Tan pronto como Simba se fue, Timón y Pumba compartieron miradas inquietas, el suricato culpable y el jabalí confundido.

"¿Fue algo que dije?" Timon preguntó compartiendo miradas de culpabilidad esa vez. No había querido ser así con Simba. "No tenía la intención de herir sus sentimientos... Solo quería reír, divertirme un poco."

"¿Qué tal si le hacemos las paces mañana?" sugirió Pumba. "Buscaremos sus golosinas favoritas."

"Tengo una idea mejor que eso." respondió Timón. "Saldremos a la selva y buscaremos sus golosinas favoritas."

Pumba gruñó con confusión cuando Timón se atribuyó su idea antes de simplemente asentir. Eso era lo que iban a hacer mañana: buscar las comidas favoritas de Simba para comer.


Mientras tanto, Simba llegó al borde de la selva, mirando hacia el cielo nocturno.

No estaba realmente enojado con Timón y Pumba por lo que dijeron y no estaba enojado consigo mismo. Si estaba siendo honesto... se sentía triste.

"¿Dónde estará tu luz? Ya se fue el Sol..." comenzó a cantar en voz baja. Los recuerdos de su vida en las Tierras del Reino, desde jugar con Nala hasta jugar con Zazu e incluso pasar tiempo con sus padres, le habían impedido disfrutar plenamente del estilo de vida de Hakuna Matata. "¿Cómo volver a mi hogar?"

Sin embargo, todos en su antiguo hogar probablemente se habrían olvidado de él de todos modos. Las leonas estarían cazando, Zazu estaría informando las noticias a su madre, Scar se enfurruñaría como siempre, y Nala se habría mudado a un nuevo compañero de juegos.

"Siento que me perdí, y al despertar..." alzando la mirada se fijó en el cielo nocturno. "Padre, no estás junto a mí... Juraste que siempre vendrías a mi señal... Tu estrella se oscureció, no sé ver tu luz." con ojos llorosos escondió su rostro mirando al suelo. "Intento ser fuerte, intento escuchar tu voz... Salir de la confusión de este sueño."

Estaba seguro de que la voz de Mufasa sonaba en el fondo de su mente, solo que débilmente. "¿Cuándo va a amanecer? Noche sin fin..." sacudiendo su cabeza comenzó a caminar por la ladera.

"Sueño correr junto a ti... No puedo caminar si tú no estás." con tristeza volvió a mirar hacia el cielo. "Padre, no sé dónde ir... Juraste que siempre vendrías a mi señal... Tu estrella se oscureció, no sé ver tu luz."

Mientras que Timón y Pumba estaban felices de no hacer nada en todo el día, la voz seguía diciéndole que tenía que levantarse y hacer algo. Sin embargo, no estaba seguro de qué hacer. Quería que su padre apareciera de algún modo a su lado, para aconsejarlo y consolarlo.

"Intento ser fuerte, intento escuchar tu voz

Salir de la confusión de éste sueño..."

"(La noche tendrá un final... Pronto amanecerá...)"

Esa era la voz que Simba sentía escuchar en su interior.

"(Pronto amanecerá... Las nubes se alejarán... Y el Sol podrá brillar... Y el Sol podrá brillar)"

"La noche tendrá un final..." Simba hizo eco sin dejar de mirar hacia el cielo.

"(La noche tendrá un final)"

"Pronto amanecerá..." Simba entonó.

"(Pronto amanecerá)"

"Pronto amanecerá." Simba asintió con seguridad. "Las nubes se alejarán... Y el Sol podrá brillar."

"(Las nubes se alejarán, y el Sol podrá brillar)"

"Y el Sol podrá brillar."

"(Y el Sol podrá brillar)"

"¡Lo sé!" Simba gritó hacia la noche corriendo por el pastizal.

"(La noche tendrá un final)"

"¡Ya lo sé!"

"(Pronto amanecerá)"

"¡El Sol saldrá!" Simba se detuvo mirando hacia la distancia con convicción de que su tristeza algún día terminaría.

"(Pronto amanecerá)"

"¡Sí, lo sé!"

"(Las nubes de alejarán)"

"¡Lo sé!" renovando su paso, corrió y corrió sin detenerse.

"(Y el Sol podrá brillar)"

"¡La luz vendrá!"

"(Y el Sol podrá brillar)"

"¡Y la noche tendrá un final!"

"(La noche tendrá un final)"

"¡El Sol llegará a brillar!"

"(Pronto amanecerá)"

"¡Ahora te quiero escuchar...!" pidió Simba deteniéndose en el borde de un acantilado.

"(Pronto amanecerá, las nubes se alejarán, y el Sol podrá brillar)"

"¡Las nubes se marcharán!" con sus ojos llorosos hacia el cielo, suplicó internamente por alguna señal de su padre.

"(Y el Sol podrá brillar)"

"¡Sé que la noche se irá!"

"(La noche tendrá un final, pronto amanecerá)"

"¡Y el Sol... El Sol saldrá!"

"(Pronto amanecerá, las nubes se alejarán)"

"El Sol podrá brillar." Simba terminó en un susurro de tristeza.

'Prometiste que estarías allí, papá, cuando te necesitara.' pensó dejando correr las lágrimas de sus ojos. 'Solo necesito escuchar tu voz. Una palabra, solo una palabra, servirá.'

Pero nadie le respondió.

Con decepción se limpió las lágrimas. No era nada después de todo... Los grandes reyes del pasado no eran reales.

Eran simplemente luciérnagas atrapadas en una gran nada de color negro azulado.

Con un suspiro se dejó caer sobre la cornisa, su peso soplando el alga de algodón al viento.


Por su parte en las Tierras del Reino Rafiki se sentó en la rama más alta de su árbol baobab, mirando cómo la tierra debajo de él se convertía en ruina. Los días oscuros estaban de hecho en las Tierras del Reino. Lamentablemente, no había nada que pudiera hacer al respecto. Cuando se negó a permitir que Scar desmantelara las fronteras de las Tierras, éste lo había desterrado de la Roca del Rey.

El viento agitaba su pelaje gris oscuro y su barba gris claro; Sin embargo, en la estación seca, el viento caliente no trajo alivio. Pero algo se sentía extraño en el viento, como si los espíritus le estuvieran diciendo algo. Levantando una mano tomó un poco de hilo de algodoncillo del viento, y luego los olió. Su corazonada era correcta... Había un sentimiento extraño pero familiar sobre eso.

Teniendo una idea, saltó de su percha y llegó al centro del baobab, donde hizo su trabajo. Agarró un viejo caparazón de tortuga que usó para mezclar hierbas en remedios y dejó caer el hilo dental en él. Mientras los enrollaba juntos en el caparazón, tarareó para sí mismo antes de decidirse a comer algo. Un pequeño bocadillo nunca le hacia daño a nadie, pensó mientras sacaba una fruta y la abría.

Entonces, mientras comía casualmente, trató de estudiar el patrón, preguntándose a qué se debía aquello.

De repente, sus ojos se abrieron cuando la señal se hizo más clara. Echó un vistazo más de cerca al hilo dental... no podía ser. Pero fue entonces cuando levantó la vista y puso los ojos en la pintura de... "¿Simba?" se preguntó con asombro.

La señal era aún más clara ahora. Por eso el viento había soplado el hilo dental; Los grandes reyes del pasado le decían algo: buenas noticias. Su corazón se llenó de éxtasis cuando se dio cuenta de la verdad.

"Está vivo..." gruñó, alegría y esperanza comenzando a revitalizar sus viejos huesos. "¡Está vivo! ¡Por los reyes del pasado, vive!"

Él gritó y gritó de alegría mientras corría para sumergir sus dedos en pintura rojiza antes de volver corriendo a la pintura de Simba. Con una fuerte carcajada de alegría y lágrimas corriendo por sus mejillas, pintó una nueva adición a la pintura: una melena roja. "Llegó la hora." declaró antes de levantar los ojos hacia el cielo azul y rezar. "¡Gracias, espíritus, muchas gracias! ¡Simba vive! Bendice mi viaje para encontrarlo y llevarlo a casa." con eso, comenzó a juntar hierbas viajeras y su bastón, preparándose para su viaje.


Mientras tanto en las Tierras del Reino, una Sarabi que tomaba tranquilamente agua de uno de los últimos pequeño pozos de toda la basta llanura, fue interrumpida por dos hienas que le gruñeron para alejarla del pozo.

Sin embargo con lo que no contaban fue con la presencia de Nala quien había estado cerca acompañando a la leona mayor... De un salto la joven leona salto y se interpuso en el medio con un gruñido que las obligó a retroceder.

"¡No te metas, Nala!" gruñó una de las hienas.

Ignorando su advertencia Nala miró hacia Sarabi. "Adelante Sarabi... continúa bebiendo." regresando su atención a las hienas les dió otro gruñido amenazante.

"Cometiste un gran error, Nala..." dijo la hiena dando un paso atrás junto a las demás. "Deja que Shenzi se entere de ésto." con eso se retiraron, dejando a ambas leonas en paz por el momento.


Dentro de la Roca del Rey, Scar estaba teniendo una seria crisis existencial.

Ése mismo día después de haber despertado con un sobresaltó debido a una pesadilla, mandó a buscar la presencia de Zazú, quien llegó después de un tiempo parándose cautelosamente cerca de la entrada de la cueva. "¿Qué sucede... majestad?" preguntó después de un tiempo sacando al león negro de sus pensamientos.

"¿Zazu? ¿Por qué no soy... amado?" Scar dijo tan pronto miró al pájaro. "A las leonas, ¿por qué no les gusto?" con eso pensó en Sarabi que aún con Mufasa muerto, le rendía pleitesía. "¡Con mis crines negras, debo ser irresistible! ¡Y soy un rey! ¿Qué más podrían querer? ¿Qué tenía mi hermano que yo no tengo?"

"Bueno, ¿por qué crees que no eres amado?" el cálao habló, para molestia de Scar, con un tono sabio.

Según Scar, el pájaro sonaba igual que su padre, o como Mufasa. No quería que se lo recordaran una y otra vez. Tenían todo cuando eran reyes, mientras que en el reinado de Scar todo se ponía negro, literalmente...

Enseguida la mente de Scar comenzó a correr con conversaciones en su interior todas diciéndole algo distinto.

'Soy venerado.' dijo una de sus voces.

'Soy vilipendiado.' coreo la otra voz más atrás.

'Soy idolatrado.' continuó la primera voz.

'Soy despreciado.' la segunda apareció.

"¡Me estoy volviendo loco!" Scar se dijo a sí mismo sin notar que caminaba hacia una pila de huesos.

'¡Sí lo estás!' dijo la primera voz nuevamente con sorna.

'¡No es verdad!' gritó la segunda voz.

"¡Sí, no, sí, no! ¿Con quién estoy hablando?" Scar se interrumpió al darse cuenta de que en realidad estaba hablando con una calavera de ñus. Enseguida tiró la cosa a la basura. "No sé lo que estoy haciendo..."

"¡Oh, cálmate, señor! ¡O tendrás otro de tus dolores de cabeza!" Zazu dijo en un intento de evitar para él mismo, un dolor de cabeza.

"¡Demasiado tarde!" Scar respondió. "¡Quizás deberías cantar algo para mí!"

"Oh, no tengo muy buena voz para cantar, señor." respondió Zazu con suspiro. "Yo, nunca tuve que hacer ésto con Mufasa-"

En un abrir y cerrar de ojos, Scar se levantó bruscamente. "¿Qué dijiste? ¡Conoces la ley!" gritó provocando que Zazu se tapara la cara con las alas. "¡Nunca digas ese nombre!" molesto se volteó dándole la espalda al cálao. A menudo se preguntaba si todavía lo tenía en él. Las leonas, las hienas, Zazu, ¿qué tan en serio seguían sus órdenes como rey? Sabía que se reían a sus espaldas. ¿A dónde fue el espeluznante león que había asesinado a... Mufasa. Con un suspiro regresó su atención al ave. "Zazu, por segunda vez pregunto... ¿Qué tenía mi hermano que yo no tenga?" un poco dramáticamente dejó que su pata se deslizara sobre su frente. Escuchar aquellas palabras provenientes de su propia boca era difícil.

"¿Quieres la lista corta o la larga?" el cálao le dio a Scar una respuesta que al león seguramente tampoco le gustaría escuchar.

"Lo que sea Zazu." Scar hizo una mueca.

"Bueno, él respetaba a tu especie... Y tenía súbditos adoradores..." Zazu comenzó a enumerar las muchas cualidades de Mufasa. "Una familia amorosa... una reina devota..."

Donde Scar esperaba recibir una aburrida predicación de la mala personalidad que tenía, el pájaro simplemente citó las cosas físicas que había perdido en su vida. ¡Qué gran giro de eventos! Y ni siquiera tuvo que mencionar el tema él mismo. Una reina, una familia... No, ahora podía dejar que el pájaro pensara que había plantado aquello en su mente. ¡Siempre supo lo que necesitaba! ¡Y eso era exactamente lo que estaba planeando hacer! Ya que Sarabi lo había rechazado tendría que buscar a otra leona con la que pudiera lograr esa parte de su vida. "¡Eso es! ¡Necesito una reina!" dijo antes de hacer una mueca hacia el pájaro. "¡Zazu, tengo que admitir que eres un genio!"

"¿Una qué?" preguntó Zazu confundido.

"¡Una reina Zazu!" dijo Scar con entusiasmo. "¿No lo entiendes? Con una reina tendré cachorros... Cachorros sanos. Ella gobernaría a mi lado."

"Oh, no... Todavía puedo tomar este, pero dos de esos insoportables... ¡Cielos!" Zazu lamentó sus propias palabras.

"No hagas que me arrepienta de haberte llamado genio, Zazu." Scar supo de inmediato a quién se refería. "¿Por qué debería cometer el mismo error dos veces, cuando tengo un montón de leonas más bonitas para elegir?" frunciéndo el ceño continuó su juego. "¡Una reina! Sin una reina, ¿qué soy yo? Un callejón sin salida, sin línea, sin descendientes, sin futuro. Con una reina, tendré cachorros sanos... ¡Un heredero adecuado! ¡La inmortalidad será mía!"

"Entonces, ¿qué vas a hacer?" Zazu preguntó con un poco de sarcasmo en su tono. "Escogeras a la suerte, ¿o simplemente elegirás la primera que entre en ésta cueva?"

Obviamente, Scar ya tenía la respuesta, pero no tuvo tiempo de compartirla con el cálao.

"¡Oye, jefe!" Banzai llamó al león cuando él, Shenzi y Ed saltaron. "¿Hablas con el pájaro tonto otra vez?"

¡Ah sus amigos! Bueno, 'amigos'... ¿Desde cuándo llamar a un amigo 'jefe' era algo común? De vez en cuando, a Scar no le importaría deshacerse de ellos. Él entrecerró los ojos a los tres. Shenzi, la líder femenina, que según él, al menos poseía un pequeño cerebro. En su opinión Banzai no era más que un pedazo de basura y el último, Ed, quien además de reír y asentir carecía de cualquier tipo de comunicación, pensó que estaba completamente más allá de la redención. Rodó sus ojos mientras inspeccionaba a todos a su alrededor. "Estoy rodeado de idiotas otra vez..."

"¡Bueno, gracias!" cuando Shenzi respondió de inmediato, no había necesidad de que Scar dudara si eso era solo un pensamiento o no. "¿Qué te pasa últimamente? ¡No eres el único que se ve obligado a saltear el desayuno!"

"¡Suficiente!" Scar intentó usar su voz para eclipsar su risa, algo que calificó como muy molesto.

"Que alguien atrape a Zi..-" Banzai tosió cuando Shenzi le dio un codazo al instante.

"Basta, ¿quieres?" Shenzi le susurró a su compañero. "Demasiado pronto..."

"¡Ustedes criaturas no saben nada sobre el amor!" replicó Scar molesto.

De repente, Banzai y Shenzi se miraron, sonriendo. "Eso no es cierto." se rió Shenzi.

"¿Qué, ustedes dos?" a Scar no le gustó la expresión de confirmación en sus caras y luego Banzai asintió. Scar se dio cuenta de que debería haber sabido que los dos terminarían el uno con el otro tarde o temprano. Con eso frunció el ceño cuando miró en dirección a Ed. Era algo acerca de la mirada en la cara de la hiena que parecía sospechosa según el león. "¡No, no puede tener un compañero!"

"¿Ed? ¡Él es realmente popular entre las damas!" dijo Banzai. Quizás era bastante obvio que si las hienas se hacían amigos de los leones, se volverían muy populares entre sus propias especies. Desafortunadamente para Scar, viceversa, tuvo el efecto contrario.

"¿No puedes ni siquiera tener un poco de simpatía por mí?" Scar actuó como si su orgullo fuera tocado. "No confundas el color de esta pequeña cosa paliza aquí dentro de mí con el color de mis crines." dramáticamente sostuvo su pata sobre su pecho, justo en el lugar de su corazón.

"Aquí vamos de nuevo..." murmuró Shenzi, no divertida.

"¡Díganme que soy adorado!" Scar cantó. "¡Por favor, díganme que soy adorado!"

Banzai estuvo a punto de estallar en carcajadas nuevamente. "¿Una puerta?"

Scar respiró hondo. Declaró estar cargado con el público equivocado. Se cubrió los ojos con la esperanza de que cuando bajara la pata de nuevo, todos esos objetos circundantes extraños hubieran desaparecido. Su visión actual no era la que visualizó y pensó que se inscribió hacía tantos años.

Una vez más en lo profundo de su mente abarrotada, sus muchas voces internas comenzaron a reflejarse a sí mismo, su período de gobierno y todo incluído: las leonas, a quienes la mayoría no temía mostrar lo que realmente pensaban de él. A las hienas, que aparentemente en lugar de seguir sus órdenes les gustaba reproducirse. Rápidamente, descubrió sus ojos y escapó de un suspiro de alivio cuando no notó ningún cambio en el comportamiento de Zazu. Si hubiera dicho ese pensamiento en particular en voz alta, el cálao probablemente ya se estuviera volviendo loco. Afortunadamente para el león, ese no había sido el caso.

En un vistazo redujo su enfoque en las tres hienas frente a él nuevamente. Ed, ahora rodando por el suelo riendo, hizo ruidos que Scar ni siquiera podía reconocer. Como resultado, la hiena se puso aún más nerviosa ahora. Lleno de ira, arremetió con su garra y le dio a la hiena un fuerte golpe en la cara. Por un momento, cuando presenció el lento intento de Ed de levantarse de nuevo, incluso se sorprendió a sí mismo. ¡Aún lo tenía!

"Amigo, ¿no estás exagerando un poco?" Shenzi reaccionó en voz alta mientras se aseguraba de que Ed estuviera fuera del alcance del león.

Scar se recordó a sí mismo el hecho de que las hienas nunca lo visitaban sólo por diversión. Por mucho que les gustara reírse de sus fracasos, o cualquier otra razón que tuvieran para ello, siempre necesitaban algo del león. Por supuesto, se debía decir lo mismo de él. "¡¿Qué es lo que quieren ésta vez?!" habló en voz alta e irritada.

"Tenemos un hueso que recoger contigo." dijo en broma Banzai.

"Me encargaré de ésto..." Shenzi se volvió hacia Banzai. Inmediatamente, para disgusto de Scar, se hizo cargo de la rueda de su compañero. Shenzi dio un paso adelante. "No hay comida, no hay agua..."

Como siempre, Scar no estaba de humor para sus quejas. "Oh... comanse a Zazu." dijo burlonamente mientras apuntaba con su pata al cálao.

"¡Oh, no me querrían!" Zazu respondió sorprendentemente. "¡Mi piel es dura y sin sabor!"

"Zazu, no seas ridículo..." bromeó Scar. "Todo lo que necesitas es un poco de ajo."

"En serio Scar, ¡ese canalón podrido no resolverá ningún problema!" Shenzi le lanzó a Zazu una mirada de aversión.

Scar estaba cerca de perder los estribos, de nuevo. "¡Es todo culpa tuya! ¡Han estado cazando demasiado!" el respondió. "¡Trabajen con Nala!"

"Bueno, ahí está el problema." Shenzi dirigió cuidadosamente la conversación al siguiente nivel. "Nala simplemente no es la leona adecuada para el trabajo."

"No tienes la autoridad para juzgar una decisión que tome." Scar respondió con un tono tranquilo, pero ligeramente amenazante. "¿Estás cuestionando mi forma de liderar?"

"Y pensé que teníamos problemas con Mufasa..." suspiró Banzai.

Inmediatamente Scar saltó delante de la hiena. "¿¡Qué dijiste!?"

Banzai se tensó visiblemente con miedo. "Dije...-"

Rápidamente Shenzi le dio un codazo de nuevo. Evitar que Banzai repitiera nombres de la lista de nombres prohibidos de Scar parecía ser su trabajo de tiempo completo en la actualidad.

"Dije, eh... ¿Que con mostaza?" Banzai finalmente respondió al león de crin negro.

Scar escuchó lo suficiente y dio la espalda a las hienas. "Bien, y ahora váyanse."

Mirando a la pared de la cueva, Scar frunció el ceño, todavía sintiéndolas detrás de él.

"¡Pero todavía no tenemos comida!" Banzai confirmó el pensamiento de Scar.

"¡Dije que se fueran!" rugió Scar. Por suerte esa vez, las hienas habían captado la indirecta. Con una sonrisa, echó un vistazo hacia atrás y vio un último vistazo de ellas corriendo. "Zazu, ¿dónde estábamos antes de que entraran esos tres mendigos?"

"¿Me dejarás responder eso sin estallar sobre mí otra vez?" Zazu respondió.

"Bueno, entonces, Zazu..." Scar le dió una mirada leve antes de comenzar a cantar nuevamente. "Dime que soy adorado... ¡Por favor dime que soy adorado!"

Zazu suspiró. "¿Es esto realmente necesario?"

"¡Bien! ¡No eres divertido de todos modos!" ligeramente decepcionado, Scar se dejó caer sobre la roca.

Justo en ése momento, con un poco de vacilación y sin que Scar la notara, Nala había entrado en su cueva. "¿Scar?" ella habló con una voz que apenas era audible.

Scar, todavía sintiéndose irritado carecía de cara para ver quién decidiera molestarlo ésa vez. "¡¿Estoy dirigiendo una casa de huéspedes en la que pueden seguir vagando todo el día o qué?!"

"¡Oh Nala, no podrías haber escogido un peor momento para venir aquí!" dijo Zazu cuando notó a la joven leona.

¿Nala? ¿Cómo podría confundir a Nala con una hiena? pensó Scar para sí mismo. Ligeramente sorprendido y sin dudarlo, se dio la vuelta. "Oh Nala... Que sorpresa verte otra vez. ¡Como has crecido!"

"¡Sabía que ésto era una mala idea!" Nala se dijo suavemente a sí misma. Dudando pensó demasiado en sus posibilidades de retirarse.

"Ah, Nala... No, en realidad, tu momento no podría haber sido más perfecto." contestó Scar con voz dulzona. "Por favor, acepta mis disculpas. Es solo que todavía no estoy familiarizado con tu voz."

"¡Scar! ¡Tienes que hacer algo!" comenzó Nala entrando por completo a la cueva. "Ya no hay comida en las Tierras del Reino, ¡todo se ha ido! ¡Toda señal de vida!"

"Sé mi invitada, Nala." Scar lanzó un suspiro decepcionante. "Estoy fuera de ellos."

"Es por eso que vine a hablar." Nala prosiguió. "Scar, tienes que hacer algo... Nos obligan a cazar de más. Las hienas...-"

"Oh si, he escuchado que has tenido cierta fricción con nuestros amigos." Scar la interrumpió.

"«¿Nuestros amigos?»" Nala frunció el ceño con incredulidad.

"Ah-hmm, bueno, la verdad es que son mis amigos." aclaró Scar. "Y debes aceptarlos como tal o ser... mi enemiga." acercándose se encogió. "Y si soy sincero esperaría mucho más viniendo de ti... ¡Oh, dulce Nala, no te desesperes, pronto tendrás la mejor posición de todas estas leonas inútiles!" se rió antes de recitar parte de su canción. "Es exquisita ésta leona."

"Tú eres el Rey." Nala dijo omitiendo por completo el canto de Scar. "¡Controla a las Hienas!"

"Mía tendrá que ser." dijo Scar algo misterioso ahora moviéndose alrededor de ella.

Nala, no divirtiéndose con el talento vocal de Scar, lo interrumpió nuevamente. "¡Estás destruyendo la Llanura Real!"

"De sangre Noble y muy sensual." Scar enderezó la espalda y tensó los músculos alejándose un poco de ella.

"¿Y si paramos?" Nala expuso poniéndose un poco incómoda con la extraña actitud del león. "¿No lo ves?"

"Con actitud Real." dijo Scar dándole la espalda por unos segundos.

Nala dió un paso hacia él con desespero por su actitud evasiva. "¡Todavía podemos arreglar las cosas!"

"Tú destino yo puedo asegurar..." Scar se dió la vuelta y acercándose a Nala presionó su cabeza contra su cuello, empujándola un poco hacia atrás.

"¿Qué estás haciendo?" Nala frunció el ceño molesta. "¿Siquiera me estás escuchando?"

"Cachorritos hay que... ¡Procrear!" Scar le mostró una sonrisa codiciosa a la jóven leona mientras lograba su objetivo de guiarla más cerca de las paredes.

"¿De qué estás hablando?" preguntó Nala con miedo en sus ojos. Lo menos que había esperado al entrar a aquella cueva era enredarse en una situación tan incómoda.

"¡Piensa en ello Nala!" Scar continuó cortándole el camino a la joven leona cuando intentó esquivarlo. "¡Tú me adorarás!"

"¡Aléjate de mí!" Nala siseó con rabia.

"Imagínate el gobernar el reino juntos." Scar continuó acosando a la joven leona asustada.

"¡No hablaras en serio!" Nala gritó.

"Nunca he hablado más en serio." Scar sonrió maliciosamente.

En pánico, Zazu se cubrió los ojos. "Señor, por favor no presione lo que no puede tener..."

"¡Argh! ¿Por qué no cierras el pico?" Scar gritó agresivamente hacia el cálao que dió un brincó hacia atrás. Más sin embargo no se fue volando, temeroso por la joven leona que había cuidado desde pequeña.

Por su parte Scar regresó su atención a Nala bajando las patas delanteras cerca de su cabeza para sujetarla por completo entre él y las paredes. "¡Tú me adora... Ay!"

Su canto se vió interrumpido cuando instintivamente Nala azotó su garra al león codicioso frente a ella y lo había golpeado con fuerza, lo suficiente como para que perdiera el equilibrio y se tambaleara hacia atrás.

"¡Tú puedes ser el rey, pero no tienes derecho a tratarme de ésta manera!" Nala replicó furiosa sin importarle que aquello pudiera traerle consecuencias luego.

Scar se frotó la mejilla y luego se echó a reír. Solo para sí mismo, admitió que merecía la bofetada que Nala le había dado. "Ooh, Nala... Sabes que aunque odio la violencia, hay algo en tu ira interna que me atrae aún más... De una forma u otra, serás mía."

"¡Jamás Scar!" gritó Nala antes de salir corriendo de la cueva con Zazu volando detrás de ella. Sólo el eco de su voz pudo escucharse a medida que se alejó. "¡Jamás!"

Por su parte la sangre de Scar todavía fluía por sus venas como destellos de energía. Aún así una sonrisa satisfecha afloró en su rostro mientras se frotaba la parte herida. "Eres para mí..." continuó la canción en un susurro, terminandola entre risas siniestras. "¡El mundo es para mí!"

Y finalmente, según Scar, él fue el único con la última y única risa dentro de aquella cueva solitaria.


Cuando Nala salió disparada de la entrada de la cueva, la ira llenó su corazón al igual que el miedo.

Cada miembro se esforzaba poderosamente para encontrarse con el suelo en su largo paso mientras corría por la cresta de la Roca del Rey y giraba hacia la parte de atrás. No iba a detenerse por nada, ni por una hiena de obstáculo.

Su corazón latía rápidamente y sus oídos zumbaban mientras dibujaba alrededor de la parte posterior de la gran roca.

Al instante, las cabezas de las otras leonas se enderezaron ante el sonido de uno de los pasos pesados de los suyos. Rápidamente, se pusieron de pie y se acercaron a Nala cuando ella se detuvo.

Los costados de la joven leona subían y bajaban rápidamente, ya que incluso a corto plazo estaba debilitada. La falta de comida y agua podía tener un gran impacto incluso en un cuerpo más fuerte.

Sarafina saltó al lado de su hija, instantáneamente sabiendo que algo horrible había sucedido con solo mirar a Nala a los ojos. "¿Qué pasa?"

"Scar." la leona pálida habló jadeando. "Se ha vuelto verdaderamente loco." su voz, a pesar de su naturaleza rota por la aspiración del aire brilló con ira y odio. "Él me quiere..." no pudo terminar su declaración, tan enferma por la idea que el rey había puesto en su cabeza. En cambio, dejó caer la cabeza y trató de recuperar el aliento.

Sarabi se detuvo junto a su amiga y la leona más joven, con una expresión preocupada en su rostro. La misma expresión que las otras leonas estaban usando actualmente mientras intercambiaban miradas entre sí.

Nala finalmente se enderezó, lanzando su mirada de ojos brillantes a todos y cada una de sus compañeras. "Debo irme de aquí."

Un grito ahogado surgió de un puñado de su manada cuando todas se apiñaron alrededor, seguidas por un repentino muro de murmullos.

"Deben entender." Nala continuó mirándo suplicante a Sarabi y luego a su madre. "No puedo quedarme aquí..." les suplicó suavemente, sintiendo un nudo crecer en su corazón. Tenía que hacerles entender. "Debo encontrar a alguien que nos ayude."

Antes que ninguna pudiera objetar o decir nada, la voz de Scar resonó desde el promotorio de la Roca del Rey, ordenandoles a toda la manada que fueran a su encuentro. Con reticencia Nala fue junto con las demás, aún con sus pensamientos puestos en que tenía que irse de allí y buscar ayuda en otra parte.

Mientras tanto Scar que esperaba desde un lado del promotorio vió desde lejos a algunas leonas, incluída Nala. Por supuesto, también estaban presentes muchas hienas. Esperó hasta que todos estuvieran presentes para dar lo que el momento requería, un discurso. "¡Escuchen leonas! ¡Acabo de nombrar a Nala como mi reina!" sus palabras resonaron en su «audiencia» y en unos momentos también comenzaron los chismes. "¡Silencio! ¡Éste es mi reino! ¡Mis reglas!"

Molesta Nala dió un paso al frente. "¡Bien claro te dije, que jamás sería tú reina!"

La expresión de Scar cambió a una siniestra. "Bueno Nala, me temo que si no accedes a ser mi reina, ¡serás desterrada de las Tierras del Reino!"

"¡No puedes hacer eso!" Sarafina se acercó rápidamente a su hija, respaldandola.

"¿No puedo que?" Scar alzó sus cejas con incredulidad, antes de dar un paso adelante. "Les recuerdo que soy su rey... Y por lo tanto, Nala me pertenece... ¡Todas me pertenecen!" sus ojos se entrecerraron cuando el resto de las leonas se acercaron a Nala y Sarafina claramente apoyándolas y rebelandose a su decisión de exiliar a la jóven leona. "Oh, así que sólo veo insubordinación ante su rey."

"Es hora de que todas sean presentadas como cazadoras del personal ejecutivo de su gobernante." Scar comenzó a cantar cuando al mismo tiempo algunas de las hienas cercanas al pequeño grupo de leonas se acercaba a ellas enseñándoles los dientes. "Les deseo suerte cazando la comida para ellas, ya qué una hiena jamás está satisfecha."

"Nos gustaría asegurarles que la carne roja ya no es nuestro escenario..." corearon las hienas alrededor de las leonas que se agazaparon listas para cualquier ataque repentino. "El que nunca estemos satisfechas... ¡Es solo el gen de un ancestro!"

"¡Es tiempo que tomen una desición!" continuó Scar terminando de subir a la cima del promotorio. "¡Se acabó el tiempo de la insubordinación!"

Las hienas asintieron y gruñeron hacia las leonas logrando que se alejaran un poco de Nala. "¡Acepta o alimentenos! ¡Es una simple desición!" con ésto rodearon a la jóven leona obligandola a dar varios pasos cerca del promotorio donde Scar la miraba desde la punta del mismo. "¡Tenemos todos los ases!"

"¡Así que no intentes sacudir mi jaula!" dijo Scar sin dejar de mirar a Nala quien intentó alejarse de las hienas que la rodeaban. "¡A un lado me hacían y no me querían! ¡Seré respetado amado alabado! ¡Por el gran portento que soy!"

"¡Oh, imagina si alguien se atreviera!" corearon las hienas, al mismo tiempo que de las sombras surgieron más de ellas mostrando también sus dientes hacia la manada de leonas. "¡Listos ya!" corearon todas al mismo tiempo con tono siniestro.

"Y mis sueños al fin llegarán..." Scar cantó sonriendo cuando las hienas rodearon a toda la manada de leonas. "¡Listos ya!" con eso terminó con un rugido que resonó por los alrededores de la Roca del Rey.


Horas más tarde, después de aquel suceso incómodo, Nala esperó a que todas las leonas de la Roca del Rey durmieran. En las sombras de la cueva, Sarafina todavía estaba acurrucada en una esquina. Aunque sus costillas se veían a través de su pelaje rojizo, parecía relajada mientras dormía.

Aun así, Nala sintió que sus ojos se llenaron de lágrimas. Incluso ella y los amigos de Simba, los cachorros con los que crecieron, se habían dividido: sus amigas (Kula y Tama) habían sido reclutadas en los cazadores de Scar, mientras que los machos (Chumvi, Ni, Malka y Tojo) habían sido expulsados de la manada una vez que se convirtieron en adultos, algo que los leones en otras partes de África solían hacer.

Día a día, las leonas sufrían, recogiendo sólo las sobras que las hienas dejaban. Los restos que se encontraron fueron entregados primero a los cachorros. Por supuesto, ya que Scar no era la cabeza de la Guardia del León tampoco ayudó. Había aprendido un truco para usar el Rugido de los Ancianos en las nubes oscuras para hacer que lloviera de ellos, por lo que si todavía tuviera el Rugido, habría convocado algo de lluvia duradera para ayudar a sanar la tierra. Por desgracia, no podía, e incluso si pudiera, no lo haría. Menos ahora que ella había rechazado su propuesta de ser su reina, por lo cual había sentenciado a su manada a otra tiranía injusta del mismo... Ser prácticamente las esclavas de las hienas.

Había propuesto irse de allí para buscar ayuda por otro lado, pero la mayoría de ellas, en especial su madre se habían negado, diciendo que encontrarían una solución a todo aquello. Sin embargo ella sabía en el fondo de su corazón que no había ninguna salida... No mientras siguieran allí sin hacer nada.

Por eso, esa misma noche decidió abandonar la Roca del Rey, no sólo para escapar de la insinuación de Scar de convertirla en su reina, sino también para buscar ayuda.

En esa noche, Sarabi estaba despierta, con los ojos nublados por el dolor, mientras observaba cuánto daño habían hecho Scar y las hienas. No hubo ruidos esa noche en las Tierras del Reino. No había ruidos de pájaros nocturnos, no había grillos chirriando, ni siquiera un elefante retumbando. De hecho, no quedaba mucha vida en las Tierras del Reino. Los únicos animales que vivían allí eran los leones, hienas, Zazu y algunas otras almas valientes que se atrevían a hacer un hogar allí.

Nala se acercó para pararse junto a Sarabi, que la miró a su alrededor. "¿Estás segura de que no hay forma de convencerte para que te quedes?" le susurró a la leona más joven.

Nala respondió con un movimiento de cabeza. "Tengo que encontrar ayuda para nosotros, Sarabi... Ya no sirve de nada esperar."

La leona mayor asintió. "Sé que lo haces." murmuró ella. "Solo deseo que tengas cuidado."

"Dile a mi madre que no se preocupe." susurró Nala. "Estaré bien... Y volveré con ayuda pronto, lo prometo."

Sarabi se inclinó hacia adelante y presionó su nariz contra la frente de Nala una vez más. Y ésa vez, ella estaba rezando.

Nala cerró los ojos y rezó con ella. Rezó a los grandes reyes para que le dieran fuerzas, para ayudarla a encontrar a alguien que ayudara al orgullo a salvar su hogar.

"Lleva esta oración contigo." declaró Sarabi, alejándose de Nala. "Y buena suerte... Que los reyes del pasado te vigilen y te guíen. Y adónde te lleve el viaje, recuerda siempre a tu manada."

Nala asintió y presionó su hocico contra el hombro de Sarabi, mientras ésta regresaba a la cueva.

"(Fatshe leso lea halalela... Fatshe leso lea halalela)"

"Tierra gris... Las hojas caen..." Nala comenzó a cantar mirando tristemente a su alrededor por quizás la última vez. "La tierra gris fue nuestro hogar... Se nos secó el agua, el suelo... Me debo ir... Me debo ir."

Guiando su mirada a la distancia, negó con temor con lo que se toparía allá afuera. "Y a donde el viaje me envíe, me guiará su oración." mirando hacia la cueva donde estaba su manada, pensó en su madre. "Dejo a mi pueblo y seguiré... Sin olvidar mi honor... ¡No tengo opción! ¡Lo tendré que hacer! ¡Lea halalela!"

Apartando su atención de la cueva se movilizó para marcharse. "¡Su oración me llevaré! ¡Lea halalela...!"

Sin embargo, hubo un gran problema cuando salió: Scar y sus hienas patrullaban la Roca del Rey todas las noches.

Cuando Mufasa era rey, nadie necesitaba ser monitoreado.

Eran leones libres, relajados día y noche en los días buenos. Pero ahora que Scar estaba cerca, las hienas deambulaban constantemente en busca de alborotadores o traidores a Scar. Y esa noche, Scar y un par de hienas estaban haciendo rondas en el fondo de la gran masa de roca.

Nala se agachó en un grupo de arbustos muertos, rezando para que él no captara su aroma. Las hienas tenían un buen sentido del olfato, casi tan fuerte como el olfato de un rinoceronte. Se presionó contra la tierra, con la esperanza de poner algo de eso en su piel para que su aroma quedara cubierto. Estaba terminando cuando Scar y sus hienas pasaron, su olor era asqueroso con el hedor a carne podrida.

De repente, Scar se detuvo justo en frente del arbusto. Sus ojos verdes se entrecerraron y olisqueó una o dos veces. Un siniestro gruñido se formó en su hocico y sus hienas se alinearon a su lado, chillando y riendo. Él les gruñó y las hienas murmuraron antes de acercarse a su escondite. Nala se preparó para que todos saltaran, la encontraran y la atacaran.

Pero antes de que Scar pudiera acercarse, Zazu voló repentinamente frente a él. El cálao debía haberla visto tratando de escabullirse, ya que ahora estaba extendiendo sus alas como si la estuviera protegiendo de la vista de Scar. "¡Hermosa noche, señor!" dijo con una risa débil. "Qué noche tan maravillosa para pasear y todo eso."

Scar rodó sus ojos verdes con fastidio. "¿Qué quieres, Zazu? Necesito terminar de monitorear la Roca del Rey y a todos los que viven aquí, así que hazlo rápido."

Mientras Nala se deslizaba silenciosamente junto a ellos, Zazu comenzó a contarles historias sobre su primo confundiéndose con un pájaro carpintero. Scar y las hienas comenzaron a aburrirse, al menos hasta que Zazu comenzó a cantar. Al principio cantaba sobre problemas, solo para que Scar le dijera que "cantara algo con un poco de rebote". Así que Zazu, con una sonrisa, cantó algunas canciones que a Scar no le gustaron, canciones que algunas se llamaron "It's A Small World" y "Libre soy." Cuando Scar se opuso, Zazu comenzó a cantar sobre los cocos todos de pie en una fila.

"Grandes, pequeños, algunos tan grandes como tu cabeza." Zazu terminó de cantar, exhausto. "Como dije antes, nunca tuve que hacer eso por Mufasa."

Pero Scar lo escuchó y su rostro terminó retorciéndose de ira. "¡¿Qué?!" rugió, haciendo que Zazu saltara de miedo. "¿Qué dijiste? ¡No te atrevas a mentirme!" gruñó cuando el cálao intentó cubrir lo que dijo. "¡Te dije a ti y a todos los demás que nunca mencionaran ese nombre en mi presencia! ¡Yo soy el Rey!"

"¡Nunca dijiste nada por el estilo!" Zazu retrocedió, perdiendo la paciencia. "Acabas de inventar esa regla en el acto. ¿Estás molesto por el nombre de Mufasa?"

Detrás de Scar, algunas de las hienas se echaron a reír y mencionaron el nombre de Mufasa una y otra vez. El pelaje oscuro de Scar se erizó hasta que, de repente, se dio la vuelta y golpeó a las hienas en la cara. Las hienas gimieron y retrocedieron, prometiendo no volver a decir el nombre de Mufasa nunca más.

"¡Eso es!" Scar gruñó, entrando en la cara de Zazu. "¡Por la presente te expulso de la Roca del Rey de por vida! ¡Si te veo de nuevo, te comeré yo mismo!"

Deslizó sus garras hacia Zazu, quien rápidamente se alejó volando de las garras agitadas y hacia el cielo nocturno.

Zazu definitivamente no quería ser atrapado por esas garras nuevamente, no como lo que sucedió años atrás.

Nala observó cómo el cálao volaba sobre ella, dirigiéndose hacia donde estaba el árbol de baobab de Rafiki. Ella no había querido meter a Zazu en problemas con Scar, pero aún estaba agradecida por su ayuda.

"(Y a donde el viaje te envíe... Llevas nuestra oración...)" sin Nala saberlo en la distancia, una Sarabi la observaba con tristeza en su corazón. "(Deja a tu pueblo y seguirás, sin olvidar tu honor... Fatshe leso...)"

"¡Lea halalela!" Nala miró hacia las estrellas en el cielo, esperando que los grandes reyes corrieran con ella esa noche.

"¡Y a donde el viaje me envíe! ¡Me guiará su oracion!" de nuevo pensó en su manada, lo que hizo que el temor se transformara en determinación. "¡Dejo a mi pueblo y seguiré sin olvidar mi honor! ¡Giza buyabo! ¡Giza buyabo!" llorando en silencio, prometió que regresaría con ayuda. "¡Yo volveré! ¡Yo volveré! ¡Beso bo!"

"¡Yo volveré!" prometió mientras corría hacia la noche sin disminuir nunca su paso por mucho que protestara su cuerpo mientras esquivaba la maleza por las arenas del desierto. "¡Giza buyabo! ¡Oh, giza buyabo! ¡Beso bo!"

Sin saberlo, seguía el mismo camino que otro había recorrido muchos años antes que ella.

"Mi pueblo... Beso bo..."