2.- Madre y creación.
Elisabet Sobeck: Okay, GAIA. Discúlpame, ¿dónde estaba?
GAIA: Contabas una historia.
Elisabet Sobeck: Ah, sí. Como iba diciendo: era un kit de electrónica para niños, pero conecté los cables a la batería de un auto y a un sistema fotovoltaico así que la hierba se incendió. Y también lo hizo un gran pino que llevaba ahí…, no sé, tal vez cien años.
GAIA: Duda. ¿Qué edad tenías?
Elisabet Sobeck: Seis. Menos mal que mi madre estaba en casa. Llamó a los bomberos y después… me enseñó en el jardín las crías de pájaros muertas, pues resulta que el pino tenía nidos.
GAIA: Duda. ¿Qué sentiste?
Elisabet Sobeck: No lo sé. Yo… recuerdo gritar que no me importaba. Y entonces mi madre me tomó la cara con ambas manos y me habló.
GAIA: Duda. ¿Y qué dijo?
Elisabet Sobeck: Dijo que tenía que importarme. Me dijo: "Elisabet, ser lista no te servirá de nada si no haces del mundo un lugar mejor. Pon tu inteligencia al servicio de algo bueno; al servicio de la vida, no de la muerte".
GAIA: Cuentas historias sobre tu madre, pero tú no tienes hijos.
Elisabet Sobeck: Nunca tuve tiempo. Supongo que es mejor así.
GAIA: Si hubieras tenido un hijo, Elisabet, ¿cómo habrías querido que fuera?
Elisabet Sobeck: Supongo que habría querido que fuera… curiosa. Y obstinada. Imparable, incluso. Pero con suficiente compasión para curar el mundo solo un poquito. En fin, eso es todo por ahora, GAIA. Es hora de dormir.
GAIA: Que tengas dulces sueños, Elisabet.
Elisabet Sobeck: Gracias, hablamos mañana.
