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episodio 10
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No quería ser una idiota. No quería ser una ingenua. Aunque parte de su interior continuaba allí, en el bosque, con Jacob aferrada a ella. Pero Leah sabía perfectamente que eso no tenía ningún sentido; Jacob estaba enamorado de Bella y probablemente eso había sido puro despecho, o simple desesperación, pillándola a ella en medio.
Había recorrido casi 100 kilómetros de absoluto bosque, una región que no era la suya, pero que conocía bien. Iba allí a menudo cuando la angustia no la dejaba respirar.
Disminuyó la velocidad con la que corría y frenó abalanzándose contra un pino con sus garras clavándose en la corteza. Tenía calambres en los músculos de sus patas debido al sprint, cosa que no hizo más que empeorar cuando volvió a su forma humana.
Agudizó el oído, deseando que no la hubiera seguido. Rezaba para que tampoco nadie de su manada se hubiera transformado durante el tiempo que había pasado corriendo, le horrorizaba pensar que hubieran oído toda la escena con Jacob, o sus sentimientos y su confusión al respecto; ni mucho menos quería imaginar que el propio Jacob la hubiera escuchado. ¿Podía acaso ir a peor?
Tranquila. Intentó respirar profundamente a la vez que se giraba, apoyando su espalda contra el áspero tronco del pino. Tenía una de sus manos apoyadas sobre el esternón, intentando recordar a sus pulmones cómo funcionar. Inhaló suavemente, entrecortada por hipidos. Acabo de tener un ataque de ansiedad delante de Jake. Apretó los dientes. Mientras me besaba. Pateó el suelo. Volvió a sollozar levemente entre lágrimas, dejándose resbalar. Jadeó de dolor cuando la corteza del árbol le laceró la espalda, pero al menos eso la ayudó a dejar de hiperventilar. El dolor que le rayó la espalda, ahora humana, le vació de aire los pulmones.
Jacob apenas recordaba cuán lejos estaba la mansión de los Cullen de la reserva Quileute, ya que acostumbraba a desplazarse hasta allá transformado.
En el salón de los Cullen todos se irguieron alarmados al detectar el olor a hombre-lobo.
—Es Jacob —los tranquilizó Edward en cuanto escuchó sus pensamientos, devolviendo la calma al hogar.
—Seguro que no se fía de Sam todavía y viene a vigilar que estemos bien —le justificó Bella ante su nueva familia y salió a su encuentro, ya que sabía que Jake se sentía más seguro en el exterior.
Edward miró de reojo discretamente a Jasper, y ladeó el rostro hacia la calle, interrogante. Su hermano apartó la vista disimulando, igual de tenso que Edward, ambos lo estaban sintiendo. No estoy influyendo en él, es genuino. ¿Hace falta?
—No hay peligro —aclaró Edward a su familia en voz alta, como si estuvieran preocupados por Sam, como si no supieran ya que Edward estaba hablando en secreto con alguno de ellos.
—¿Has venido andando, Jake?
—Sí, no me apetecía tener a la manada dentro de mi cabeza.
—Ya, pero... Tienes una moto, ¿recuerdas? — rio Bella.
—Oh —musitó Jacob sorprendido. Vaya, si que... Carraspeó incómodo ante la mirada escrutadora de Bella y la atajó —¡Hay una nueva loba en la manada! Una niña de la reserva, Kyla, se está adaptando muy bien.
Bella apartó la vista de su amigo para dejarle espacio, para darle la falsa seguridad de que no era evidente que ocurría algo.
—Ah, vaya, ¿se ha transformado por lo de Leah?
—No, ¿L-leah? No pasa nada con Leah —se aceleró, tensando todo el cuerpo. ¿Cómo sabía-
—Ah, pensé que como se había ido sería una especie de sustitución o... —intentó, sin entender qué le pasaba a Jake, estaba muy raro, muy agitado.
—Eh... ha vuelto. Leah, digo. Kyla ya estaba —intentó tragar saliva, se le había secado la garganta.
—¿Ha dejado el trabajo? —comentó Bella, agradeciendo por primera vez que Edward pudiera meterse en la cabeza de su amigo.
—¿Qué?
—Bueno, la vi hace un mes trabajando en el taller de artesanía —al ver que Jacob la interrogaba con la mirada, sin entenderla—. En el pueblo al lado de Port Ángeles, ya sabes. La vi cuando fuimos a caz... La vi muy a gusto, no pensé que lo dejaría. Me refiero a Leah, claro —bromeó.
Jacob se puso de pie tan de prisa que Bella pensó que recordarle su dieta le había crispado los nervios. Y sin embargo...
—¿Estos meses que nadie sabía dónde estaba ha estado trabajando... en un taller? —masculló. Cálmate. Se obligó a sí mismo, y fingió que estiraba las piernas antes de volver a sentarse.
—Eh... sí —lo observó de reojo Bella. Algo estaba pasando con Leah y se le escapaba totalmente. Acostumbraba a ver el fastidio en Jake cada vez que Leah estaba cerca pero eso era... diferente.— Tallaba figuras de madera, como el lobo que... que me hiciste tú —al ver la conmoción con que le escuchaba su amigo no supo mucho más que decir—. Creo que le enseñó Harry, ¿no? Me lo dijo Charlie.
Jacob asintió. También le había enseñado a él. Tragó saliva.
