XI. CONFESIÓN


Cuando la profesora se acercó a él, con las manos entrelazadas en su vientre y el rostro decidido, Axel tensó el cuerpo entero y sintió cómo las facciones de su rostro se endurecían.

Tenía dolor de cabeza y necesitaba tomar un poco de aire fresco, solía elegir alguna azotea de los edificios de Raimon que no estuviera ya ocupada por un profesor fumando y quedarse unos minutos hasta sentirse mejor. No esperaba verla aparecer, ni que se le acercara tanto como si estuvieran en un lugar pequeño.

—Blaze, creo que ya sabes qué te voy a decir.

—Lo sé, no era necesario que me siguieras.

El rostro de la profesora se tiñe de rojo, parecía avergonzarse con sus palabras.

—No te estoy interrumpiendo, ¿verdad? —le preguntó, preocupada.

—No, no mucho.

Axel prefiere mirar hacia el campo. La clase de deportes es la única utilizando el exterior. Sabe que es grosero ignorar a la persona frente a él, pero no quiere oírla.

—¿Tanto te molesta verme?

—No me molesta verte.

—Entonces, ¿por qué no me miras?

—No deberíamos estar aquí.

—Al menos respóndeme una cosa antes de irnos —la señorita se acerca más a él, casi hasta cortarle el paso—: Hay rumores entre los maestros, Blaze, por eso estoy aquí: ¿Es verdad lo que dijiste, que no te intereso de ningún modo?

—Si lo dije, debe ser verdad.

Ya no quería seguir allí, y al intentar irse sintió la mano ajena tomar la suya, tirando suavemente de él en su dirección para que la mirara.

—Axel, ¿de verdad no crees en el flechazo repentino?

—No soy autoridad en ese tema —Axel apartó su mano con rapidez. Él ni siquiera estuvo pensándolo, esa no era su manera de razonar. No cree en el amor a primera vista ni en los flechazos repentinos.

—Evades mis preguntas, ¿no crees que pueda pasar o no crees que te pueda pasar? Pareciera que te rehúsas a creer que puedes verme de otra forma. ¿Crees que es tonto? ¿Crees tú que soy tonta?

—No, claro que no.

Axel habla con un tono tranquilo, sus respuestas cortas la desesperan.

—Axel, no hablo de un flechazo que te lleve al compromiso así de rápido, solo de algo que podamos disfrutar en el momento. ¿Por qué no lo intentamos? Toma lo que te ofrezco ahora y juntos veremos lo que viene en el futuro.

—¿Y qué me ofreces ahora? —le preguntó, receloso.

—Mi persona, cuando necesites a alguien, estaré para ti, o solo cuando quieras que esté contigo, no tiene que haber una razón. Darte del derecho a mí y de escuchar todo lo que me tengas que decir. Compartir gustos y conocernos mejor. Actuar como actúa cualquier pareja normal, construir memorias ahora para recordar en el futuro con una sonrisa. Solo eso, y entonces sabremos si queremos más recuerdos juntos.

Es demasiado.

Y no lo quiere.

—Escucha, yo no…

Axel y la profesora de arte miraron hacia la puerta de la azotea en cuanto un golpe metálico llegó a ellos, una sombra se dejó ver a través del vidrio templado, ambos corrieron a abrirla, solo para encontrar a la jefa de los maestros de pie en la puerta. No se veía a contenta a pesar de estar sonriendo.

—Fue una linda confesión, señorita, tienes una bonita forma de expresarte, eres una gran artista, una excelente maestra de arte —El cumplido que debía ser agradable congeló a la profesora, su voz expresaba desagrado a pesar de sus halagos —Quédate un momento, quiero hablar contigo, una charla amistosa, nada más.

Esa misma actitud la dirigió a Axel. La acritud en la mirada de la mujer mayor le hizo aguantar la respiración.

—Blaze, ¿no te mueve el corazón? Es una lástima, ¿o quizás estás esperando a que todas las maestras se te declaren para elegir una? Siempre que hay un rumor así, estás involucrado. Yo te sugiero que si te gusta tanto la atención de las profesoras, ofrécete fuera del colegio, ¿quieres? Ve al campo de fútbol, el entrenador te ha estado buscando.

Axel apretó la mandíbula, sentía el rostro quemarle, no supo si era debido a la vergüenza o a la cólera, pero se sentía ofendido. La mujer mayor lo ignora y comienza a hablar con la señorita, una forma de decirle que no pensaba oírlo.

Cuando regresa al salón de maestros después de hablar con el entrenador, encuentra a la jefa en el medio, terminando de hablar, y a todos los docentes con la cabeza baja.

—Reglamento, señores, estoy cansada de cubrirles las espaldas. Hagan lo que quieran siempre y cuando sea fuera del colegio. ¡Se lo digo especialmente a ustedes dos!

Celia casi se estrella contra su escritorio al intentar sentarse cuando la señala a ella y al profesor de matemáticas, y cuando pudo abrir un libro para disimular su vergüenza, la jefa le lanza una dura mirada de advertencia y abandona el salón.

Celia se hunde más en su libro cuando Axel le clava la mirada, no quería hablar con él. Poco a poco los maestros se fueron poniendo de pie para irse con diferentes excusas, el ambiente era incómodo. Cuando Celia intenta irse, Axel la mira con una expresión que la obligó a sentarse de nuevo.

—Todos lo saben, Hills, le gustas.

—¡Pero a mí no me gusta él! ¿Por qué dicen cosas que no son? ¿Nos están observando cada vez que hablamos?

—No, pero estoy seguro de que tú y los demás me espían cuando una profesora me habla.

—¡Cómo crees! Y para que lo sepas, yo solo vi las tres primeras confesiones, la cuarta ya es aburrida. Si la quinta no funcionó, la sexta no lo haría.

—Mentirosa.

Celia ignoró su acusación para concentrarse en calificar los trabajos de sus alumnos. Piensa en el rostro indescifrable de Axel cuando alguien le confesaba sus sentimientos, ¿Blaze seguiría firme en rechazar a la profesora o en algún momento caería? La respuesta le parece incierta, él era una persona que valoraba el trabajo duro y el esfuerzo constante, ¿aplicaría también en los asuntos del corazón? Celia se sintió ridícula por pensar así, pero la curiosidad llenaba su cabeza. Lo mira de soslayo, su rostro serio y discreto aumentan sus dudas y una nueva pregunta llega a su mente:

¿Cómo sería Axel Blaze estando enamorado?

—Blaze, ¿de verdad ella no te gusta?

La repentina pregunta de Celia lo distrae de su lectura.

—Si ella me gustara, no la estaría rechazando.

—Entonces, si ella te gustara un poco, un poquito, así —Celia levanta la mano y junta sus dedos pulgar e índice hasta dejar un espacio minúsculo, como el tamaño de un arroz—. Si te gustara así de poco, ¿Le dirías que sí?

—Sí.

Celia lo mira como si le hubiera revelado el secreto del universo. Ella pega la espalda en respaldo de su asiento y clava la mirada hacia adelante. De repente tenía una sonrisa extraña. Axel frunce el ceño por su irregular reacción.

—¿Qué tienes?

—¡Ah, es que es tan gracioso! Pobre de ti, o pobre maestra mejor dicho, no te gusta ni un poco. Tu requisito es mínimo y aún así ella no lo alcanza, no puede hacer que le gustes. Tengo otra pregunta, ¿Si la señorita no se rinde, Mark tendrá razón y habrá buenas noticias el próximo año?

—¿Desde cuándo te interesa mi vida privada?

—Desde que estaba en la secundaria, la información tuya vendía muy bien —Aunque Axel ha hablado de forma hosca, Celia parece inmune—. ¿De dónde crees que salió la cámara nueva que usé para tu graduación?

Axel miró al cielo.

—Presidente, no te molestes. Es más, espero que la reunión del viernes vaya bien. No puedo esperar.

Axel la mira de forma inquisitiva, ¿a qué se refería Hills con eso? Celia no tenía que asistir y, si lo hiciera, las reuniones informativas son normalmente tediosas y largas. No entiende qué le causa tanta ilusión.

—¿Por qué te emociona tanto?

—Porque ese día voy a comer trufas de miel.

—¿Por qué?

—¿Desde cuándo te interesa mi vida privada?

Touché.

Celia regresa a revisar los trabajos y guarda silencio. De tanto en tanto, Axel la escucha reír entre dientes y la ve ocultar el rostro entre sus manos mientras sus hombros subían y bajaban como si estuviera llorando, pero al mostrarse, está enrojecido por el sofoco y la risa.

Lo que le faltaba, Celia estaba enloqueciendo.


La reunión en la asociación resultó un desastre.

Axel no había querido sermonear a todos los supervisores, sus palabras educadas se fueron transformando en un cúmulo de críticas sin que él mismo lo notara. Jude lo miraba reprendiéndolo por su actitud y por respeto a él decidió acabar la reunión. Las despedidas incómodas y los apretones de mano débiles solo le confirman una vez más que los integrantes del programa no lo soportan. A Blaze ni siquiera le preocupa, ya está acostumbrado a que lo odien sin conocerlo.

—Axel, necesito hablar contigo.

Darren se le acerca y le sonríe de forma simpática, Axel, por alguna razón, no puedo devolverle la sonrisa.

—¿Qué necesitas?

—Tengo que regresar al equipo nacional. Quiero dejar Fauxshore en manos de otro supervisor.

—¿Te vas?

Su malestar se disipa por completo, la repentina renuncia de Darren activó sus pensamientos y su mente empieza a crear escenarios, ¿qué haría él con Fauxshore? Solo confiaba en Darren para proteger ese instituto. Muchos de los mejores integrantes del programa procedían de allí y si cometía el error de elegir a alguien incorrecto, arriesgaría al equipo.

"Quizás debería trasladarme a Fukuoka".

Darren vuelve a hablar cuando Axel no le responde.

—Cuando acepté ser supervisor, fue para ayudarte, pero solo sería hasta que tuviera que regresar a mi equipo. La temporada inicia el próximo mes.

—Lo entiendo. Veré qué puedo hacer. Gracias por ayudarme, LaChance.

—Gracias por confiar en mí.

Axel se regañó mentalmente por dejarse sofocar por su ánimo torcido y por fin fue capaz de sonreírle de verdad. No se lamentaría por la despedida.

Aun así, decir adiós siempre es un poco triste.

Antes de intentar decir algo, el teléfono del futbolista suena y con un gesto se excusa para contestar.

—¿Ya estás afuera? Salgo en un momento… Sí, aquí esta… Te lo pasaré.

Darren le alcanza el teléfono y Axel lo recibe sin saber qué esperar.

—¿Sí?

—¡Blaze, habla Celia! Por fin, no contestabas mis mensajes desde las dos. ¿Mañana vas a ir al entrenamiento de control?

Axel parece muy confundido.

—No, tengo que salir de la ciudad.

—Está bien. Nos vemos el lunes.

—¿Saldrás con Hills? —Axel pregunta apenas Celia cuelga la llamada.

—Sí, iremos juntos a Mateo's

—¿La cafetería? —Axel frunce el ceño.

—¿Conoces el lugar?

—Es la cafetería del distrito comercial donde fuimos a tomar café juntos. Ella me invitó hace unos meses.

—Entonces por eso me lo recomendó. ¿Sabías que el menú añadió trufas de miel y bizcocho con flores de azúcar? Me ha dicho que quiere probarlas. ¿Por qué no vienes con nosotros? Mientras seamos más, mejor.

—Estoy ocupado.

—Ah, claro. Nos vemos el martes.

Axel lo ve irse y suelta el aire que no sabía estaba reteniendo. ¿Por eso Hills había rechazado su invitación, para salir con Darren?

Todo tenía sentido ahora.

La emoción de Celia no era por la reunión, sino por su salida a comer dulces. Ya le resultaba extraño que esperara tanto esa fecha.

Necesitaba un macchiato.

Sus pensamientos se dirigen ahora a la partida de Darren. El portero de la selección japonesa le haría falta, pero no puede depender de su presencia. LaChance debía seguir con su carrera futbolística. Axel siente una punzada en el corazón, ¿en dónde estaría él si hubiese seguido jugando fútbol? ¿Se hubiera quedado en Japón o estaría en alguna parte del mundo? ¿Ganaría mucho dinero?, ¿sería famoso?, ¿tendría un contrato millonario como los miembros de su antiguo equipo?, ¿se hubiera ya casado igual que Mark, Kevin y próximamente Erik?

—"No vale la pena" —se dice a sí mismo mentalmente. Él nunca se aferra a las fantasías, ver a sus antiguos compañeros triunfando es satisfactorio y aunque se siente un poco patético por soñar despierto, sabe que es lo único que tiene ahora. Había sacrificado su carrera para proteger al fútbol y le hacía feliz ver jugar a los demás, aunque él ya no pudiera.

Ahora sí que necesitaba un macchiato.

Axel se asoma por la gran ventana de su oficina, ve a Darren y a Celia charlando frente al edificio y reconsidera la invitación, siente que no le hace bien estar allí encerrado.

—"Pero ya lo rechacé" —se recuerda un poco arrepentido—. "Además, Hills no me invitó, yo me sentiría muy incómodo si aparezco así".

Axel sabe que su reacción pasada ha sido infantil. Fue estúpido decepcionarse por el rechazo de Celia, ella no tenía por qué salir con él ni cancelar su salida con Darren para tener una nueva. De igual forma, estaba cien por ciento seguro que LaChance era una persona más agradable que él para mantener una charla con alguien tan parlanchina como ella, y no la había hecho llorar, a diferencia de él.

Axel todavía recuerda la noche del viernes en la que Celia le gritó por llamada y al ir a buscarla la encontró llorando. Aún no sabía el motivo exacto y no quiere sacar conclusiones. Si pensaba en todo lo que ha hecho trabajando con ella, no encuentra nada que justifique esa reacción. Entonces comprende que no conocía nada de su asesora, apenas algunas cosas básicas que había aprendido trabajando juntos. Estaba seguro de que Celia conocía muchas más cosas de él. Cuando ella le habló de una relación laboral, le pareció tan innecesario, pero estar con Hills era agradable; con el tiempo comenzó a verla como alguien cercana y descubrió que a él le gusta admirarla cuando estaba feliz, como si Celia fuera capaz de encontrar lo emocionante en todo. Sus ojos tomaban un brillo especial y se convertían al color que querían, y desde que descubrió que eran grises, le gustaba mirarla a los ojos.

Axel por fin se decide. No cometería el mismo error dos veces, comenzaría a interesarse en Celia y una vez que la conociera mejor sabría qué hacer y qué no hacer y eso mejoraría el ambiente laboral para ambos. Ella estaría feliz y él también, era un buen plan y una buena forma de desarrollar su relación laboral.

—Trufas de miel… ¿También venderán parfait?

Ahora necesitaba un macchiato y algo dulce.

Axel se aparta rápido de la ventana cuando ve que Darren está mirando hacia su dirección. No sabe que el chico se siente intranquilo por haber aceptado su negativa tan rápido, ni siquiera sospecha que él ya ha oído de su extraño comportamiento por parte de Celia y que, al verlo tan inflexible en la reunión, solo comprobaba que era cierto, su ex compañero de equipo no era el mismo de siempre.

Darren sabe que no logrará nada preocupándose, prefiere centrarse en el momento, es algo que ha aprendido conforme el paso de los años, y su momento ahora se llamaba Celia Hills.

Cuando la volvió a ver, no solo le pareció que Celia se había convertido en una mujer realmente bonita, sino que era obvio su cambio de actitud. Celia continuaba siendo amable y entusiasta, pero su energía y chispa ya no estaban. Era comprensible que sea mucho más prudente y menos impulsiva, era una mujer adulta con una gran responsabilidad como maestra, con una frágil reputación frente al consejo estudiantil y el cuerpo de docentes. Era mucho más sensata.

Pero había algo en ella que no se sentía bien. Celia había cambiado, mejor dicho, la habían cambiado, y quería que volviese a ser como antes, drástica en su manera de ser y tomando decisiones mientras sacaba el mejor partido posible de las cosas.

Darren sabe que Celia no hablaría de sus sentimientos tan a la ligera, los mantenía guardados porque odiaba la lástima. Necesitaba sentirse segura y entonces hablaría, en esos momentos lo más efectivo para animarla eran los postres. Celia estaba contenta comiendo trufas y se veía menos tensa, a pesar de estar hablando de un tema delicado para ella.

—¿Eso es lo que piensas, Celia?

—Sí, a veces creo que no me gusta ser maestra, cuando me doy cuenta, solo pienso en qué momento iré al club de fútbol o me distraigo pensando en los entrenamientos o en los partidos de control.

Es extraño ver a Celia tan estresada por sus propias decisiones. Darren no era como ella, era más paciente, por lo que reunió toda la paciencia que pudo para hablar correctamente, no quería hacerla enojar, de cierto modo le asustaba verla enojada.

—Vamos a ver, Hills, examina serenamente la situación en que te encuentras y verás que, lo que pasa, es que te importa más el programa y el club por todo lo que viviste con el equipo de fútbol, y eso no significa que no te guste ser maestra, solo no puedes ni pudiste disfrutarlo porque, desde tu ingreso, el Sector Quinto te tuvo amarrada de pies y manos.

Los ojos de Celia lo ven con un brillo ansioso.

—Darren, ¿solo estaré confundida porque trabajé desde el inicio con la presión del Sector Quinto?

—Lo único que sé, Celia, es que el Sector Quinto ya no existe. No tienes que sentir que todo lo que haces puede salir mal. ¿Quizás hayas descubierto algo más mientras enseñabas? No creo que solo te guste ser asesora del club de fútbol. Ya casi cumples cuatro años siendo profesora, ¿qué has aprendido?

—Creo que la labor de un maestro es mostrarles a los chicos cómo tener un buen futuro. Ayudarlos a crecer y a tomar decisiones es la mejor parte de enseñar.

—Siempre te ha gustado ayudar, eres buena en eso, dices las cosas como son. Te queda muy bien ser maestra, es la profesión perfecta para ti.

Celia lo mira con un gesto dudoso, pero sonríe de inmediato, parece satisfecha con la explicación.

—Lo que es perfecto para mí son los bonos—ella se ríe sola de su propio chiste y cambia el tema de conversación—. Las flores de azúcar se ven muy bien.

—Me da tanta pena comerlas. Quizás me las lleve.

—No las puedes tener guardadas para siempre.

—Podría intentarlo.

—Las hormigas intentarán comerte. ¿Qué se sentirá ser comido por una hormiga?

—Eh… ¿qué?

Darren intenta reírse, pero la expresión de Celia indica todo menos que estaba bromeando. Ella estaba seria, demasiado seria.

—¿Alguna vez lo has pensado? ¿Crees que dolería?

—Ah, bueno, ¿sí? No lo sé. Quizás, como tienen esas pinzas en la boca… yo… ¿supongo?

Celia sonrió. Axel reaccionó igual la primera vez que ella le hizo una pregunta tonta, pero él le siguió el juego, en cambio Darren siempre terminaba sintiéndose incómodo..

Qué diferentes eran ambos hombres a pesar de ser igual de introvertidos.

Se aclara la garganta, esperaba no pensar en Axel y lo estaba haciendo. Últimamente todo le recordaba a él. Mira sus dedos manchados de chocolate y una sonrisa adorna su rostro.

—Le llevaré a Blaze unas trufas.

—Es una buena idea. También cómprale un café irlandés.

—¿Qué es café irlandés?

Darren pide el café y cuando llega, acerca la taza a Celia para que pueda disfrutar su aroma. Ella, de inmediato, retira su rostro con una mueca asqueada.

—¡Agh! ¡Whisky! ¿Tú también tomas esa cosa horrible?

—No, pero a Axel le gusta, seguro que también le gusta el café irlandés.

Darren toma un sorbo y hace una mueca de estar sufriendo para tragarse el líquido. Luego masticó la trufa y sonrió con gusto.

—No estoy acostumbrado al whisky, pero la combinación con las trufas es increíble, le gustará.

—¿Estás seguro? A Blaze le gusta el macchiato y las bebidas energéticas. Nunca lo vi tomar este café.

—Inténtalo. El dulce puede animarlo, hoy ha estado de muy mal humor.

—Ha estado así desde hace tiempo. Me preocupa, Darren, a veces lo veo bien y en otras parece tan agotado. He intentado hacer de todo para animarlo, pero siento que nada funciona. Es extraño, entre más intento ayudarlo, lo veo más sombrío. Creo que solo lo estoy ahogando en lugar de animarlo.

El futbolista la observa unos segundos antes de llenar de aire sus pulmones y enderezar la espalda.

—"Celia Hills hace en una noche lo que ustedes no pueden en una semana" —Darren habla como si estuviera enojado —. ¿Soné igual que Axel?

El rostro perplejo de Celia agranda su sonrisa.

—¿Él ha dicho eso?

—Sí, nos regañó. Creo que fue muy duro, soy futbolista, no profesor. Supongo que tenía con quién compararnos, Axel piensa que tus informes son los mejores y creo que eso ya es ayudarlo mucho.

Celia parece escéptica y su amigo suspira, no logra hacerla sentir bien cuando se trata del presidente.

—La gente es muy complicada, Celia, tiene muchas facetas. Para todos, Axel Blaze no es más que el presidente de la asociación de fútbol, pero, para nosotros, es un compañero que pasó por muchas complicaciones. Creo que deberías preocuparte por él sin presionarlo a que se sienta bien. Axel siempre ha sido bastante independiente, estoy seguro que solo está pasando por un mal momento y que lo resolverá. Confía en él.

Celia solo escucha. Ella no suele actuar de forma pasiva, esperando a que todo se resuelva, pero están hablando de Axel Blaze, el hombre que entregó su vida por el bien de la revolución. Si algo lo caracterizaba, era su capacidad de sobreponerse a sus problemas él solo; incluso si le estuviera doliendo, él ocultaría su dolor y seguiría adelante, con la frente en alto.

"Hills, no voy a romperme". Es lo que él había dicho.

Tenía que ser así.

—¿Crees que enviarle dulces le incomode o se sienta muy invasivo?

Darren le extiende el café de nuevo y Celia lo bebe sin pensar. El sabor le asquea.


—Axel.

—Te lo advierto, Jude, solo dormí tres horas.

Jude cruza los brazos sobre el pecho para mantenerse cauto, no es normal ver a su amigo así de irritado.

—¿Y ese genio? Trataste a todos como si fueran inútiles.

—No había querido hacerlo.

—"Celia Hills hace en una noche lo que ustedes no pueden en una semana", interesante, no sabía que el trabajo de Celia te gustara tanto.

—Claro que me gusta, me facilita demasiado las cosas.

—De todas formas, contrólate. ¿Ahora entiendes por qué insistí en quitarte el control del programa? No hubieras soportado tú solo.

Axel lo ignora y saca de un frasquito dos pastillas blancas que se mete a la boca. Jude enarca una ceja.

—Axel, ¿estas enfermo?

—No lo sé.

—¿Cómo que no lo sabes? ¿Qué estas tomando?

—Son para el dolor de cabeza. Estas hablando muy fuerte, baja la voz, por favor.

Jude niega con un movimiento de cabeza, Axel actúa como si todo lo incomodase, es demasiada sensibilidad para alguien que normalmente luce impávido. Lo había sentido lleno de recelo desde que comenzó el programa, pero su manera de actuar como si estuviera desorientado y en alerta, casi paranoico cuando se trataba de los integrantes del programa de fútbol, no es normal.

—"Axel, ¿qué te ha pasado?"— Jude sospecha lo que ocurre, pero sabe que no es adecuado sacar el tema, no en esos momentos.

Tres toques en la puerta llaman la atención de ambos hombres y escuchan la voz de la secretaria. Axel la deja entrar, ansioso por tomar el café que pidió hace unos instantes. En su lugar, la señorita coloca sobre su escritorio una bolsa de papel. Ambos lo observan con confusión, Axel por el logo de la cafetería y Jude por la nota pegada.

—Es la letra de Celia —Jude señala en voz alta. Axel toma el papel y lo lee en silencio:

«Darren me dijo que te invitó a nuestra salida, pero que no pudiste venir porque estabas ocupado, te perdiste de esto. Ojalá te guste».

Cuando abre la bolsa, el olor a chocolate se siente con fuerza.

—¿Trufas de miel? —Jude frunce el ceño—. ¿Tendrías que estar en Mateo's con Celia y Darren?

—No, ambos ya habían planeado ir. ¿Cómo sabes que están allí?

—Celia me invitó, pero tuve que rechazarla.

Jude se preguntó si Celia también le enviaría algunas trufas. Mejor aún, iría a alguna pastelería francesa a comer Mont Blanc. El deseo aumenta cuando ve la expresión encantada de Axel tras dar el primer bocado al dulce.

—Jude, esto sabe muy bien, por eso Hills estaba tan emocionada con probarlas.

—Celia ama los dulces, era de esperarse.

Axel le alcanza una trufa y Jude, tras darle una a mirada crítica, la muerde con especial cuidado. Parece hechizado cuando la eleva y la observa en el aire.

—Para ser nuevo en el menú, han logrado que tenga un buen concepto de él. La textura es suave y el sabor de la esencia del azafrán no es invasivo, la masa no es pegajosa y por el modo en el que se deshace en mi boca evita que sea empalagoso. Los trozos de…

Axel deja de escucharlo y toma el vaso de cartón, al destaparlo, puede sentir el aroma de la fusión del whisky, el café y la crema. Combinado con la trufa, el sabor es tan bueno que le hace suspirar.

—"Hills debió pensar que me gusta el café irlandés por el whisky" —Axel siente que quiere reír. Toma una fotografía con su teléfono a la bolsa de papel y se lo envía a Celia junto a un pequeño mensaje dándole las gracias.

La respuesta es inmediata, Celia le envía un emoticón alegre junto con un pequeño texto:

«También tienes que probar el bizcocho con flores de azúcar».

Celia le contagia su emoción. Axel vuelve a escribir:

«Voy a hacer una pequeña fiesta de postres con Julia el domingo, compraré ambas».

«¿Te gustó el café? A mí no, el whisky sabe horrible».

«No sabe horrible».

—Axel, ¿qué te pasa?

—¿Mhm?

—Tienes una sonrisa rara.

—Ah, lo siento.

—¿Al menos escuchaste lo que he dicho?

—Sí lo hice.

Axel mira el mensaje de Celia y recuerda el almuerzo de hace unos días.

—Te perdiste un gran almuerzo, Jude.

—¿Por qué lo dices? —Jude enarca una ceja.

—La semana pasada Hills cocinó para ti.

—¿Para mí? No lo sabía, ¿ella te lo dijo?

Axel siente que la sonrisa en su rostro desaparece. No entiende, ¿Celia le había mentido?

—Axel, de nuevo luces perdido... ¿Estás durmiendo bien?

—Estoy bien, creo que he confundido fechas.

—¿Fechas? Celia me envió el almuerzo el mes pasado —Jude frota el puente de su nariz—. No, no estas bien, deberías irte a casa temprano y descansar.

—Sí, tal vez debería.

La misma pregunta se queda en su mente y rumia sin dejarlo en paz. No tenía sentido, ¿por qué Celia tuvo la necesidad de mentirle?

Cuando llega el lunes y se encuentran solos en el salón del club, Axel siente el impulso de preguntar y quitarse esa duda, pero entre que decide sus palabras, Celia ya ha comenzado a hablar por él.

—¿Qué tal? Me contaron que regañaste a todos durante la reunión.

—¿Te lo dijo Darren?

—Y mi hermano. Supe que estaba exagerando algo cuando dijo "Axel Blaze relució su profesionalidad tratando a los supervisores con paciencia y suavidad".

—Sí, justo eso, fui suave, suave como una boa.

—No te molestes con ellos, presidente, solo están preocupados por ti. ¿Ya te sientes bien?

—Sí.

—No lo parece.

—Te fijas en todo, ¿eh? —soltó con sarcasmo, sin mirarla.

Axel no espera respuesta y en su lugar sale del recinto sin explicaciones. Celia se llena de culpa, aunque Axel no hablara mucho, en su voz se notaba un tono ronco que mostraba siempre que sentía algún dolor, y no precisamente físico. Su conversación con Darren le recuerda que esta tratando con Axel Blaze y que debía tener cuidado, él no hablaría fácilmente de su persona ni de sus problemas, presionarlo lo alejaría de ella, pero la preocupación que siente por él es muy pesada. Al menos quería quitarle el dolor que le había producido su insistencia y sus preguntas, esperaba que sus disculpas sean suficientes.

Axel regresa con dos latas de limonada y le entrega una bajo la confundida mirada de la chica, él tiene una sonrisa tenue en sus labios.

—Gracias por las trufas de miel y el café —dice en voz baja—, necesitaba algo dulce después de la reunión.

Celia recibe la lata con alegría.

—La próxima vez tienes que venir con nosotros, Blaze, por favor.

—"No habrá una próxima vez" —Axel vuelve a sentir dudas, ¿Darren no le ha dicho a Celia que se iría? Aprieta los labios, no quiere pensar; si LaChance había decido no hacerlo tendría sus razones, a él no le correspondía decirle o no—. Lo pensaré.

—Es una manera de decir que no —su forma decepcionada de murmurar llama la atención de Axel.

—Pareces inquieta, Hills. ¿Por qué?

Celia se enfada por su pregunta, al darle la impresión de que Axel también podía saber cuándo ella estaba bien y cuándo no, pero que a diferencia de ella, él sí tenía derecho a preguntar y no le parece justo. La limonada pierde sabor y sin controlarse, Celia cruza los brazos sobre el pecho y le lanza una mirada desdeñosa.

—No me gusta ese pañuelo rojo que usas en la solapa —contesta, tontamente. Axel abre la boca por la sorpresa—. ¿Por qué te lo pones? No deberías ponértelo.

Él hizo un ruidito como de reírse entre dientes y, después, bajó la cabeza para mirar y tocar la prenda en su pecho.

—No me gusta mucho. Lo uso porque me lo regaló mi hermana.

—Entonces, ¿eres el tipo de persona que hace a menudo cosas porque cree que debe hacerlas, no porque quiera realmente?

—Es una buena pregunta —Axel sonríe de forma extraña y se acomoda en uno de los asientos del club, cruza las piernas sin dejar de mirarla.

—¿Lo eres o no?

—Hills, ¿por qué me mentiste?

—¿De qué hablas?

—Sobre el almuerzo. No era para Jude, ¿verdad?

Celia siente que todo el fastidio abandona su cuerpo y en su lugar tiene ganas de huir. Sabía que tarde o temprano sería descubierta y esperaba ya tener su explicación, pero es evidente que con Axel no era bueno andarse por las ramas, así que dejó a un lado la timidez y lo miró directamente a los ojos.

—Me atrapaste. No era para Jude, era para ti. ¿Te molesta que te mintiera?, porque tenías un buen semblante después de comer.

—No es eso. ¿Por qué no me dijiste que habías cocinado para mí?

—Porque no quería comprometerte, y aun así te ofreciste a intercambiar almuerzos conmigo. Si te hubiera dicho que lo hice para ti, ¿no crees que hubiera sido un poco extraño? Y tampoco quería abrumarte.

—¿Abrumarme?

—Blaze, lo siento, quiero ayudarte a sentirte mejor, pero creo que solo estoy metiéndome en tu vida privada contra tu voluntad; el almuerzo, la salida a tomar café, las trufas, siento que te estoy obligando a aceptar todo eso. No quiero que pienses que siento lástima por ti —Celia añade con energía—, o que te estoy forzando a sentirte bien.

Axel la mira sin saber cómo sentirse. Estaba acostumbrado a que las personas se acercaran o hicieran cosas por él —incluso a las muestras de afecto— a cambio de algo, las pocas excepciones eran Julia y Austin, pero si intenta averiguar qué es lo que quiere Celia obtener de él, no halla una respuesta.

—No acepté nada de eso porque me obligaste, lo acepté porque quise.

—¿Y por qué parece que te incomoda tanto estar conmigo fuera del trabajo?

—No me quedé porque sentía lastima por ti al verte llorar, Hills —Axel le recuerda aquella noche del viernes y la vergüenza la obliga a bajar la vista—, me quedé porque quería quedarme. ¿Es así como te sientes?

—Hago lo que pienso que es correcto, nada más.

—Yo también, ¿eso responde a tu pregunta?

—Sí y creo que te entiendo, pero diferencia de mí, parece que tú intentas que nadie sepa que algo te ocurre aunque sea tan obvio. ¿Te preocupa tanto tratar de no involucrar a nadie en tus problemas? ¿No crees que si alguien pregunta, es porque de verdad te quiere ayudar?

Axel no quería hablar de él, se siente incómodo y trata de olvidar el tema concentrándose en beber la limonada. Celia se había acercado mucho para observar sus ojos, esa parte de él tan reveladora qué jamás mentía, pero él los bajó para ocultarlos, y volvió a mirar el pañuelo.

—¿De verdad odias mi pañuelo?

—No me gusta.

—Sabes que no dejaré de usarlo, ¿verdad?

—Lo sé y eso me habla bien de ti. Esta junto a tu corazón, no es necesario que expliques que por Julia harías cualquier cosa. Eres un buen hermano, Blaze, Julia tiene suerte de tenerte.

—¿Dices buenas cosas de mí mientras estas enojada conmigo?

—En realidad, no sé qué siento cuando te miro. No diferencio si estoy preocupada, triste, enojada, no sé.

—Hills, ya te he dicho que no te preocupes por mí.

—Entonces, ¿qué se supone que voy a hacer? ¿Ignorarte?

—No se trata de eso, estamos trabajando, no hablando de nosotros.

—Trabajamos todo el tiempo, solo estoy intentando que…

Axel la atajó poniéndose de pie. Él nunca se dejaba llevar por sus emociones, pero le estaba costando bastante calmarse. Podía soportar el altruismo exagerado de Celia solo por un tiempo limitado, y aquel día no era el más adecuado para presionarlo excesivamente.

—No hagas nada, no quiero que hagas nada.

Celia se sintió demasiado atónita para replicar, sus palabras le han dolido. A pesar de que Axel no ha levantado la voz, su mirada era álgida, exigente, y hacía que pareciese un hombre distinto del que conocía. Le recordó tanto a Travis que percibió cómo su corazón se aceleraba, frenético.

—Entiendo —Fue todo lo que ella dijo.

Axel reacciona cuando la ve inexpresiva. El arrepentimiento le corta la respiración. Esperaba que Celia alzara la voz, que le gritara y se defendiera, que le exigiera que dejara de ser tan testarudo o cualquier cosa insultante, pero no lo hizo. Lo único que Celia hizo fue tomar sus cosas tranquilamente y salir del club.