CANDY CANDY Y LA LEYENDA DE KEEPLER

PROLOGO.


Las luces rojas parpadeaban frenéticamente, mientras la alarma resonaba con estruendosa urgencia. La escotilla principal de la nave se abrió y la tripulación corrió hacia la entrada, blásters en mano, listos para defender el Bermellón y a su capitana. Un campo de atracción magnética los había atrapado, arrastrándolos hacia un viejo y temido destructor estelar.

En el compartimento de carga, una mujer elegante de oscuros cabellos y profundos ojos marrones caminaba con paso firme. Su capa roja ondeaba tras ella, portando con orgullo la insignia del Alba Escarlata. Junto a ella, un joven de cabello rubio despeinado y ojos azules la miraba con desconcierto. Era alto y delgado, pero su complexión revelaba la fuerza oculta en sus músculos.

—Tienes que salir de aquí —dijo la mujer en un tono firme y apresurado—. Nos han atacado y es prioritario que escapes con vida. Si hay suerte, puedes llegar hasta los compartimentos. Te irás en un caza TIE que logramos capturar.

—¿Y qué hay de ti? —preguntó el joven, negándose a abandonarla—. No puedo dejarte.

—Estaré bien, mi deber es quedarme —replicó ella, intentando sonar convincente.

El joven la observó fijamente, conociéndola demasiado bien.

—Me mientes —susurró.

La mujer contuvo el aliento. Él la había leído como un libro abierto, pero no podía permitirse dudar.

—No te preocupes por mí. Tienes que irte… y encontrar a tu familia.

El rubio frunció el ceño.

—¿Por qué haces esto? —suplicó.

La mujer titubeó un instante. Sabía lo que sentía por él, aunque nunca pensó volver a sentir algo así después de Han.

—Porque tienes un propósito. Yo… yo nunca conocí a mi familia. Mi único hogar fue el hombre al que amé, pero tuve que dejarlo ir… para salvarlo. —Su voz tembló al recordarlo, pero se mantuvo firme—. Él encontró la felicidad junto a una princesa, y tú… tú también la encontrarás. Ahora, vete, Albert.

—Qi'ra, no… —protestó, pero ella lo interrumpió, sellando sus labios con los suyos.

El beso fue intenso, desesperado. Albert la sostuvo con fuerza, queriendo arrastrarla con él, huir juntos y dejar atrás la guerra. Pero sabía que no podía.

Cuando se separaron, la nave tembló con otro impacto.

—No hay tiempo —dijo ella, obligándose a mirar hacia otro lado—. Sigue las luces hasta la escotilla trasera, pasando por la mazmorra. Allí encontrarás el compartimiento donde está escondido el caza. Suerte, mi príncipe…

Sin más, Qi'ra giró sobre sus talones y se lanzó al combate. Su bláster derribó a varios enemigos mientras lágrimas ardían en sus mejillas. Una vez más, había dejado a alguien atrás. Primero a Han, ahora a Albert. Pero lo hacía por su bien.

Albert avanzó por los pasillos con el pecho oprimido. Su mente apenas procesaba lo que había ocurrido cuando un grito lo sacó de su ensimismamiento.

—¡Por favor, ayúdame!

Se detuvo. En una celda, un hombre herido jadeaba de dolor. Llevaba la insignia de la Nueva República en su ropa.

—¿Quién eres? —preguntó Albert, observando la quemadura láser en su abdomen.

—Por favor… mi hermana… —susurró el prisionero con dificultad.

Albert sintió un escalofrío. Él también tenía una hermana en algún lugar de la galaxia. Sin dudarlo, levantó su bláster y disparó al candado magnético, liberando al hombre y cargándolo sobre sus hombros. Con esfuerzo, lo llevó hasta la escotilla del caza TIE y lo acomodó en un asiento antes de activar el sistema de liberación. Un estruendo anunció su escape.

A bordo del destructor, Qi'ra exhaló un suspiro de alivio. Albert estaba a salvo.

Pero la batalla había terminado. Las fuerzas invasoras tomaron el control de la nave. Y con ellas, un hombre avanzó con la calma de un depredador. Su piel azulada, sus ojos rojos como llamas infernales, y su porte imponente lo delataban: el Gran Almirante Thrawn. Su voz, elegante y calculadora, resonó en el silencio que le precedía.

—¿Dónde está él? —preguntó sin levantar la voz.

Qi'ra sonrió con desafío.

—Lejos de ti.

Thrawn inclinó levemente la cabeza, evaluándola.

—Espero que tu sacrificio haya valido la pena —murmuró con una sonrisa gélida antes de dar media vuelta.

Qi'ra sintió cómo la sujetaban y la arrastraban al interior del destructor estelar. Se negaba a bajar la cabeza. En su interior, aún albergaba esperanza.

Albert había escapado. Y eso significaba que la historia aún no había terminado.