El silencio seguía ahí.
Pesado. Denso.
Por primera vez en días, Nami se permitió bajar la guardia.
No lo apartó. No lo regañó. No se movió.
Se quedó ahí, dejando que él la sostuviera.
Pero entonces, como un balde de agua fría, su mente reaccionó.
Se separó de golpe.
No fue brusco, pero sí lo suficientemente rápido como para que Luffy notara la diferencia.
Nami se enderezó, aún con los puños cerrados sobre la tela de su camisa, como si su cuerpo no quisiera soltarlo del todo.
Su corazón martilleaba con fuerza.
No podía mirarlo. No ahora.
¿Qué demonios acababa de hacer?
¿Qué demonios acababa de permitir?
Su respiración se sintió inestable, y el calor en su rostro le indicó que probablemente estaba más roja de lo que le gustaría admitir.
Luffy, por su parte, parpadeó.
No dijo nada, no hizo ningún comentario extraño. Solo la miró con una calma que no ayudó en nada a su estado.
Porque él no parecía confundido.
No parecía molesto.
Parecía... en paz.
Y eso la ponía más nerviosa.
—Lo siento.
Luffy parpadeó.
—¿Eh?
Pero Nami no dijo nada más.
No explicó de qué se disculpaba.
Por llorar. Por abrazarlo. Por evitarlo tanto tiempo. Por acercarse a él cuando se suponía que no debía.
Ni ella misma lo sabía.
Todo estaba enredado dentro de su cabeza.
Lo único que sabía era que no podía quedarse ahí.
Se giró con intención de irse, pero sintió un leve tirón en su muñeca.
Luffy la había sujetado.
No con fuerza. No con urgencia. Solo lo suficiente para que se detuviera.
—Quédate.
Nami apretó los labios.
—No puedo.
Su propia voz sonó más inestable de lo que le hubiera gustado.
Luffy no dijo nada al instante. Sus dedos aún rodeaban su muñeca, con la misma presión suave pero firme de antes. No la retenía con fuerza, pero tampoco la soltaba.
Por un momento, Nami temió que insistiera.
Que le preguntara por qué.
Que no la dejara ir.
Porque si lo hacía… si le pedía quedarse una vez más… si la miraba con esos ojos sinceros que nunca sabían de dudas…
Tal vez no sería capaz de irse.
Pero al final, Luffy la soltó.
Nami sintió el aire regresar a sus pulmones… pero no la calma.
Sin decir nada más, salió de la enfermería con pasos rápidos, como si el suelo le quemara los pies.
Y Luffy, de pie en mitad de la enfermería, se quedó mirando la puerta por la que ella había desaparecido.
Esta vez, no sintió ese vacío incómodo en su pecho.
Esta vez, sintió algo completamente distinto.
No podía ponerle un nombre.
No entendía qué significaba.
Pero por primera vez, sintió que la había alcanzado.
Solo un poco.
Y, sin saber por qué, una pequeña sonrisa asomó en su rostro.
Nami, por su parte salió a la cubierta del barco, dejando que el aire nocturno la golpeara de lleno.
El barco se balanceaba suavemente con las olas, la brisa marina revolvía su cabello, y la luna derramaba su luz pálida sobre la cubierta. Todo seguía igual que siempre.
Excepto ella.
Sus pasos eran rápidos, como si pudiera escapar de la sensación que aún la quemaba por dentro. Como si pudiera dejar atrás la presión en su pecho y el calor persistente en su piel.
Pero no podía.
Cada vez que cerraba los ojos, lo sentía de nuevo.
El peso de su abrazo.
El calor de su cuerpo contra el suyo.
El sonido de su voz diciéndole que se quedara.
Y lo peor de todo: la forma en que su propio cuerpo había reaccionado.
Apretó los labios con fuerza, sintiendo una punzada de frustración y vergüenza a la vez.
No podía estar pasando esto.
Era ridículo.
Era una tontería.
Y sin embargo… ahí estaba, sintiéndose herida.
Celosa.
Traicionada.
Sabía que no tenía derecho. No le debía nada. No le había prometido nada.
Sí, se habían besado… pero eso no significaba que fueran algo más que capitán y navegante.
Se lo repitió como un mantra.
Pero por más que lo hacía, algo en su pecho dolía.
Porque, aunque nunca habían hablado de lo que pasó entre ellos, aunque nunca se había atrevido a preguntarle qué significaba para él, en el fondo siempre había pensado que…
Que ella era diferente.
Que, si bien Luffy no entendía del todo las relaciones, si bien nunca había mencionado el amor o algo parecido, ella tenía un lugar especial en su vida.
Pero ahora no estaba tan segura.
La imagen de aquella mujer a su lado volvió a su mente.
Sonriéndole con dulzura, incluso en la distancia. Tan devota como para llenarlo de notas, diciendo que lo esperaría, sin importar el tiempo. Hablando de un amor que, hasta donde ella sabía, Luffy nunca había rechazado.
Sintió su estómago revolverse.
No podía ignorarlo más.
Esto le molestaba.
La asfixiaba.
Y lo peor de todo…
…era que cuando estaba cerca de él, cuando él la miraba con esa sinceridad desarmante, no podía controlar su propia reacción.
No podía ignorar el latido acelerado en su pecho.
No podía evitar la forma en que sus ojos lo buscaban sin darse cuenta.
No podía fingir que no quería más.
Y eso la volvía loca.
Llevó una mano a su frente, exhalando pesadamente.
Ni siquiera sabía si quería alejarse de verdad…
O si lo que realmente quería era todo lo contrario.
—Necesito tranquilizarme.
Lo dijo en voz baja, pero el silencio de la noche lo hizo resonar más fuerte de lo que pretendía.
Un gruñido molesto se escuchó a pocos metros de distancia.
—Tch… ¿Puedes dejar de hablar sola?
Nami se sobresaltó y giró la cabeza de golpe.
Allí, tirado en la cubierta con una botella medio vacía a un lado y su espada apoyada contra el mástil, Zoro parpadeó con expresión somnolienta.
—¿Qué haces despierta? —preguntó con voz ronca.
—¿Qué haces tú dormido? —replicó ella, cruzándose de brazos.
Zoro resopló, sin molestarse en moverse de su posición.
—Estoy de guardia.
—¿Ah, sí? Pues qué gran trabajo estás haciendo.
—Estaba descansando los ojos.
—Ajá, claro.
El espadachín bostezó y se estiró antes de apoyar el antebrazo en su frente, observándola con el ceño levemente fruncido.
—En serio, ¿qué haces aquí? Te ves peor que yo después de beber demasiado sake.
Nami suspiró, mirando hacia el mar.
—Solo… tengo muchas cosas en que pensar.
Zoro la observó por un momento, pero no insistió.
En lugar de eso, volvió a cerrar los ojos y resopló con una media sonrisa.
—Siempre pensando demasiado.
El tono burlón hizo que Nami chasqueara la lengua.
—Es porque no soy un idiota como tú.
Zoro sonrió de lado, sin molestarse en abrir los ojos.
—Tal vez. Pero al menos yo no evito mis problemas por pensar demasiado.
Nami entrecerró los ojos.
—¿Qué se supone que significa eso?
Zoro se acomodó contra el mástil, estirando los brazos detrás de la cabeza con aire relajado.
—Que siempre haces lo mismo. Siempre buscas la mejor manera de evitar los enfrentamientos. Cuando luchas, nunca te lanzas de frente. Siempre piensas en cómo esquivar, cómo engañar, cómo ganar sin arriesgar demasiado.
Nami cruzó los brazos, sintiendo un leve escalofrío de irritación recorrerle la espalda.
—Eso se llama estrategia, idiota.
—Tch. No cuando lo usas como excusa.
Nami frunció el ceño.
—¿Disculpa?
Zoro abrió un ojo, mirándola con la misma calma exasperante de siempre.
—Digo que por eso no eres tan fuerte.
El comentario le cayó como un latigazo.
—¡¿Qué dijiste?!
—Lo que oíste. —Zoro bostezó, como si estuviera diciendo algo de lo más trivial—. Peleas bien, eres rápida, inteligente… pero nunca te quedas en un combate cuando se pone difícil. Siempre buscas la salida más conveniente.
Nami apretó los puños.
—¡Porque no soy una bestia cabeza hueca que solo sabe cortar cosas!
Zoro se encogió de hombros.
—Tal vez. Pero si estás aquí, a media noche, hablando sola y con la cara de alguien que acaba de recibir una paliza, supongo que esta vez no puedes escapar tan fácil, ¿no?
La mandíbula de Nami se tensó.
Porque Zoro tenía razón.
Y eso la enfurecía.
Porque no tenía una respuesta.
Porque no sabía qué hacer.
Porque…
Porque no quería huir.
No de esto.
Pero tampoco sabía cómo quedarse.
—Cierra la boca y vuelve a dormir —masculló, dándose la vuelta.
Zoro resopló, apoyando la cabeza contra la madera.
—Tch. Haz lo que quieras.
Nami se alejó con pasos firmes, tratando de convencerse de que sus palabras no le importaban.
Pero sabía que no era cierto.
Porque ahora, más que nunca, la idea de estar huyendo la carcomía por dentro.
La puerta de su habitación se cerró con un leve chasquido tras ella.
Nami se apoyó contra la madera y dejó escapar un suspiro lento, sintiendo el peso de su propio cuerpo de golpe.
La oscuridad era densa, apenas interrumpida por la luz de la luna que se filtraba por la ventana.
Robin dormía en la cama de al lado, respirando con la tranquilidad de alguien que no tenía tormentas internas.
Nami la envidió por eso.
Se dejó caer sobre su colchón, con la vista fija en el techo.
Pero no importaba cuánto se obligara a cerrar los ojos.
Las palabras de Zoro seguían ahí, rondando su mente como una maldita maldición.
"Siempre haces lo mismo. Cuando las cosas se complican, en vez de pelear hasta el final, buscas la forma de escapar."
Apretó los labios, sintiendo la frustración arder en su pecho.
Porque tenía razón.
No podía mentirse más a sí misma.
Había huido.
No solo esta noche, no solo después de ese abrazo.
Llevaba mucho tiempo escapando.
Pero, ¿desde cuándo?
¿Cuándo fue que sus sentimientos por Luffy empezaron a cambiar?
Era imposible saberlo con certeza.
Tal vez fue en el momento que él la salvó sin pensarlo dos veces, como si su vida importara más que la suya propia.
Tal vez fue en esas pequeñas cosas que hacía sin darse cuenta, en la forma en que siempre la buscaba primero cuando algo pasaba, en cómo nunca la había dejado sola.
Tal vez fue cuando se dio cuenta de que él la miraba diferente.
Porque ahora, en retrospectiva, lo hacía.
Podía recordar perfectamente esos momentos en los que sus ojos se detenían en ella con algo que no era solo amistad, algo que en su momento prefirió ignorar porque admitirlo habría sido demasiado.
Porque, si lo admitía… tendría que enfrentarlo.
Y si lo enfrentaba, existía la posibilidad de que él no sintiera lo mismo.
Así que hizo lo que mejor sabía hacer: lo evitó.
Se convenció de que no había nada allí.
Que solo era su imaginación.
Que no valía la pena pensar en eso.
Pero ahora, mirando atrás, la verdad era evidente.
Había huido de algo que había estado justo frente a ella todo este tiempo.
¿No había sido una tontería?
Había desperdiciado la oportunidad de aclararlo todo.
Porque, si sus sentimientos eran correspondidos…
Si Luffy realmente la había mirado de esa forma…
Entonces, ¿qué demonios estaba haciendo?
Su pecho se sintió más apretado de lo que debería.
Cerró los ojos, sintiendo el ardor en su garganta.
Pero no encontró paz en la oscuridad.
Porque sabía que no podía seguir huyendo.
Luffy despertó con el sonido lejano del océano y el murmullo amortiguado de la tripulación moviéndose en la cubierta.
Parpadeó un par de veces, acostumbrando su vista a la luz tenue que entraba por la ventana de la enfermería.
Por primera vez en días, su cuerpo no se sentía pesado.
Se estiró con un bostezo largo y se incorporó en la cama, rascándose la cabeza.
Se sentía bien.
No solo físicamente, sino… en general.
Esa extraña sensación de vacío, la incomodidad persistente que lo había estado molestando últimamente, ya no estaba.
Lo único que quedaba era la certeza tranquila de que todo estaba bien.
Pensó en Nami.
Por un momento, recordó el calor de su cuerpo contra el suyo, la forma en que había sentido su respiración, el leve temblor de sus dedos aferrándose a su camisa.
Pero más que eso, recordó lo que pasó justo antes de que se fuera.
Recordó la forma en que sus manos habían tardado en soltarlo.
Cómo sus dedos se aferraron a su camisa un segundo más de lo necesario.
Cómo su voz sonó temblorosa cuando dijo que no podía quedarse.
Pero si de verdad no quería…
¿Por qué sintió que su cuerpo le decía lo contrario?
Luffy ladeó la cabeza.
No entendía bien lo que significaba, pero sí entendía una cosa:
Lo que sea que estuviera mal, podían arreglarlo.
No tenía dudas.
Con esa certeza renovada, se levantó con su energía habitual y salió de la enfermería sin perder más tiempo.
Cuando llegó, encontró la mesa ya puesta y a la tripulación reunida para el desayuno.
—¡Luffy! —exclamó Usopp al verlo entrar—. ¡Pensé que seguirías durmiendo todo el día después de lo de ayer!
Luffy se dejó caer en su silla con una gran sonrisa.
—¡Tengo hambre!
Sanji chasqueó la lengua.
—¡Eso ya lo sabemos, idiota!
Franky soltó una carcajada.
—¡JAJAJA! Bueno, si ya estás bien como para gritar que tienes hambre, entonces definitivamente no hay de que preocuparse.
Luffy se rio, agarrando pan de la mesa antes de que Sanji pudiera reclamarle.
Todo se sentía como siempre.
Todo estaba bien.
Entonces la vio.
Nami entró en la cocina junto a Robin, con una expresión relajada, su andar confiado y la misma postura de siempre. Desde fuera, parecía como si nada estuviera fuera de lugar.
Pero cuando sus miradas se cruzaron, Luffy notó el pequeño cambio.
No apartó la vista de inmediato.
Por un breve instante, sostuvo la mirada.
No fue desafiante, ni tampoco particularmente significativa. Solo un segundo de reconocimiento, lo suficiente para que él supiera que lo había visto.
Pero luego, la desvió.
Sin prisas, sin aspavientos, como si solo fuera casualidad.
Luffy ladeó la cabeza.
No entendía sus reacciones, pero esto era mejor que la forma en la que lo había estado ignorando antes.
Nami tomó asiento justo frente a él, mientras Sanji, con su sonrisa de siempre, ya estaba sirviéndole café.
—Buenos días, Nami-swan, Robin-chwan~.
—Gracias, Sanji-kun —respondió Nami con una sonrisa tranquila.
Robin tomó su taza con la misma elegancia de siempre.
—Parece que el capitán finalmente ha resucitado.
Luffy le dio un gran mordisco a su pan y sonrió con la boca llena.
—¡Shi! ¡Me shiento geeenial!
—Traga antes de hablar, estúpido —le regañó Sanji, dándole un golpe en la cabeza con la cuchara de madera.
Luffy ni se inmutó. Solo tragó de golpe y se sirvió más comida.
—No parece que te hayas dado cuenta de que casi te mueres ayer —comentó Usopp, cruzándose de brazos.
—Pero no me morí —replicó Luffy con una sonrisa confiada.
—¡Eso no lo hace menos preocupante, idiota! —intervino Chopper con una mezcla de enojo y alivio—. ¡Tragaste demasiada agua de mar!
—¿Eh? Pero ya estoy bien.
—¡No es la cuestión!
Robin sonrió detrás de su taza.
—Al menos su capacidad de recuperación sigue siendo impresionante.
Franky soltó una carcajada.
—¡Sí, pero algún día no va a ser así!
—Entonces me preocuparé ese día —dijo Luffy con simpleza, llevándose otro trozo de carne a la boca.
—Eres incorregible… —bufó Nami, rodando los ojos antes de llevarse la taza de café a los labios.
Luffy la miró por un segundo y sonrió.
No fue una sonrisa burlona ni demasiado llamativa. Solo esa pequeña curvatura en sus labios, relajada y sincera, como si en lugar de una queja hubiera escuchado un halago.
Como si estuviera feliz de oírla hablarle de nuevo.
Nami no reaccionó de inmediato.
No desvió la mirada, pero tampoco sostuvo la suya por demasiado tiempo.
Simplemente siguió como si nada, volviendo su atención al desayuno que Sanji había servido.
Pero algo en el ambiente cambió.
Fue sutil, casi imperceptible, pero ahí estaba.
El aire ya no se sentía tan denso.
Las tensiones invisibles de los últimos días parecían aflojarse un poco.
Y por primera vez, Luffy sintió que lo que fuera que había estado mal entre ellos estaba empezando a acomodarse.
No completamente.
No todavía.
Pero estaba mejor.
Aún con un trozo de carne en la boca, Luffy apoyó un codo en la mesa y observó a Nami de reojo, sin que ella lo notara.
No tenía idea de qué se suponía que debía hacer ahora.
Él no era alguien que pensara demasiado en las cosas.
Pero esto…
Quería arreglarlo.
Más tarde, cuando el sol estaba alto y la brisa marina se sentía cálida contra su piel, Luffy se encontró sentado en la cabeza del Sunny.
Era su lugar favorito del barco.
Podía ver el océano extenderse hasta donde alcanzaba la vista, sentir el vaivén del barco con cada ola, escuchar el sonido del viento agitando las velas.
Pero hoy, su mente no estaba en el horizonte.
Seguía pensando en Nami.
En el desayuno, en cómo había reaccionado, en cómo sus palabras no sonaban tan duras como antes.
En cómo, aunque no lo mirara mucho, tampoco lo estaba ignorando.
Eso era bueno, ¿no?
Sí.
Pero todavía no sabía qué significaba.
Luffy apoyó los antebrazos sobre sus rodillas y miró el agua con una expresión pensativa.
Las últimas veces que había intentado hablar con ella, las cosas no habían salido bien.
Primero, la había hecho enojar.
Luego, había terminado llorando.
No le gustaba cuando Nami lloraba.
Pero aún no sabía que decir.
Porque ella siempre se las ingeniaba para alejarlo.
Incluso si era ella la que le pedía quedarse por las noches.
A la mañana siguiente le decía que lo olvidara.
Si era ella quien lo había besado.
Luego decía que no quería hablar de ello.
Y hasta cuando lo miraba, no le sostenía la mirada demasiado tiempo.
Era molesto.
Y lo peor de todo…
Es que él no sabía cómo detenerlo.
Luffy dejó caer la cabeza sobre sus brazos con un suspiro largo y frustrado.
Resolver problemas no era lo suyo.
Las peleas eran más fáciles.
No tenía idea de qué hacer, y pensar demasiado en ello solo lo fastidiaba más.
Necesitaba moverse.
Hacer algo.
Cualquier cosa que no fuera quedarse allí sin respuestas.
Con un salto ágil, se puso de pie y, sin pensarlo mucho más, se dirigió al taller de Franky.
El sonido del metal resonaba con fuerza cuando entró.
Franky estaba inclinado sobre una de las placas del Sunny, ajustando tornillos y revisando el mantenimiento con la energía de siempre.
—¡Este barco siempre necesita verse SUPER!
Luffy ladeó la cabeza y lo observó en silencio por unos segundos.
Franky ni siquiera se dio cuenta de que tenía compañía hasta que sintió la presencia del capitán junto a él.
—¡Oh! —exclamó, girándose con una sonrisa—. ¡Sombrero de Paja! ¿Qué haces aquí?
Luffy se encogió de hombros.
—Nada.
Franky arqueó una ceja.
—¿Nada?
—Nada.
—Hmmm.
Franky lo observó con sospecha.
No era raro que Luffy apareciera de la nada cuando se aburría, pero había algo en su expresión hoy…
No parecía su usual "voy a tocar cosas que no debo" o "voy a preguntar cómo funciona esta máquina y luego no escuchar la respuesta".
Era más bien como si estuviera… distraído.
Como si tuviera algo en la cabeza.
Franky no dijo nada al principio.
Simplemente siguió ajustando un par de pernos, dejando que el sonido metálico llenara el silencio entre ellos.
Luffy, sentado en una de las cajas del taller, tamborileaba los dedos contra su rodilla.
Por una vez, no estaba tratando de tocar nada.
Y eso ya era bastante raro.
—¿Qué pasa, capitán? —preguntó Franky con su usual tono despreocupado.
—Nada —respondió Luffy de inmediato.
Franky sonrió.
—Hmmm. Ya veo.
El ciborg siguió con su trabajo, tarareando entre dientes, dejando que Luffy se relajara.
No era un tipo que presionara por respuestas.
Pero sí era un tipo que sabía cuándo su capitán tenía la cabeza en otro lado.
Luffy se quedó en silencio un rato más, observando cómo Franky trabajaba con facilidad.
Luego, como si fuera la cosa más casual del mundo, preguntó:
—Oye, Franky.
—¿Hmmm?
—¿Qué haces cuando Robin se enoja contigo?
Franky se detuvo un segundo.
Parpadeó.
Y luego, sonrió.
—¿Robin?
—Sí.
Franky se cruzó de brazos, fingiendo pensarlo por un momento.
—Bueno… Robin no suele enojarse conmigo.
Luffy ladeó la cabeza.
—¿No?
—No, para nada.
Franky volvió a girarse hacia su trabajo, pero su sonrisa no desapareció.
—¿Por qué la pregunta, capitán?
Luffy abrió la boca.
Y luego la cerró.
Tardó un par de segundos en responder.
—Por nada.
Franky soltó una carcajada.
—¡Sí, claro!
—Es en serio.
El ciborg dejó las herramientas a un lado y se cruzó de brazos con una sonrisa de lado.
—Mira, capitán. Si realmente fuera curiosidad, lo habría entendido. Pero… —ladeó la cabeza con diversión— Nami-oneesan no tiene el mismo carácter que Robin.
Luffy frunció el ceño.
—No es por Nami.
Franky arqueó una ceja.
—Oh, claro que no.
—No.
—Para nada.
—Ajá.
Franky lo observó fijamente con una expresión que claramente decía "no te creo nada".
Luffy intentó mantener su cara seria, pero su ceño fruncido, sus mejillas infladas y la forma en que desvió la mirada lo delataron por completo.
Franky rio más fuerte.
—¡Ja! Eres el peor mentiroso que he visto en mi vida.
—¡No estoy mintiendo!
—¡Claro que sí!
Luffy chasqueó la lengua y se cruzó de brazos, fastidiado.
Franky dejó de reír y apoyó un codo sobre la mesa de trabajo, mirándolo con una sonrisa más relajada.
—Escucha, Sombrero de Paja. Las mujeres no se molestan tanto por las cosas que haces como por las cosas que no haces.
Luffy ladeó la cabeza.
—¿Eh?
Franky suspiró, dándose cuenta de que iba a tener que explicarlo mejor.
—A ver… no se trata de lo que hiciste o no hiciste ayer, o la semana pasada. A veces se molestan porque esperaban algo de ti y no lo hiciste.
Luffy frunció los labios.
—Eso es raro.
Franky soltó un resoplido.
—¡Bienvenido a la vida, hermano!
Luffy se quedó pensativo, jugando con la banda de su sombrero.
"Esperaban algo de ti y no lo hiciste."
Eso…
Eso lo confundía.
Nami siempre lo regañaba por lo que hacía, no por lo que no hacía.
Siempre era porque rompía algo, porque gastaba su dinero, porque se lanzaba sin pensar.
Pero esta vez…
Esta vez, ella se había alejado.
Y tal vez, solo tal vez…
Era porque había esperado algo de él que nunca hizo.
Luffy apoyó los codos en sus rodillas y dejó caer la cabeza, fastidiado de no poder entenderlo del todo.
Franky le dio un par de palmadas en la espalda con una risa baja.
—Relájate, capitán. Lo resolverás.
Luffy salió del taller de Franky con el ceño fruncido, rascándose la cabeza mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar.
"Esperaban algo de ti y no lo hiciste."
¿Qué demonios significaba eso?
No tenía idea.
Pero si quería respuestas, solo había una persona a la que podía preguntar.
Sus pasos lo llevaron automáticamente hacia la biblioteca.
Sabía que Nami estaba ahí.
La puerta de la biblioteca estaba entreabierta.
Se asomó con curiosidad.
Nami estaba de espaldas, inclinada sobre la mesa con un compás en una mano y una pluma en la otra.
Su cabello caía sobre un lado de su rostro, parcialmente ocultando la expresión concentrada que tenía.
Luffy se quedó ahí un momento, observándola sin hablar.
Parecía tranquila.
Parecía como siempre.
Pero entonces recordó la noche anterior.
Cómo se había aferrado a su camisa.
Cómo había enterrado el rostro en su pecho por un instante antes de darse cuenta y alejarse.
Cómo se había disculpado sin explicar por qué.
No quería que lo evitara.
Así que hizo lo que siempre hacía cuando quería algo.
Entró cerrando la puerta tras de sí.
—¡Nami!
El sonido de su voz rompió el silencio de la biblioteca.
Nami se sobresaltó y el compás resbaló de sus dedos, golpeando la mesa con un leve clank.
Giró la cabeza rápidamente con el ceño fruncido.
—¡Luffy! ¿Qué te pasa?
—Nada —respondió con su usual despreocupación, acercándose a la mesa y dejándose caer en la silla frente a ella.
Nami parpadeó, confundida por su repentina presencia.
—¿Entonces qué quieres?
Luffy apoyó los brazos sobre la mesa y la miró fijamente.
—¿Qué fue lo que no hice?
Nami frunció el ceño.
—¿Ah?
—Eso —repitió él, inclinándose un poco hacia adelante—. ¿Qué fue lo que no hice para que ahora estés molesta?
Nami lo miró como si acabara de decir la cosa más extraña del mundo.
—No sé de qué hablas.
—Sí sabes. —Luffy apoyó las manos en la mesa, inclinándose hacia ella—. Si me dices qué es lo que no hice, puedo arreglarlo. Así las cosas, volverán a ser como antes.
Nami parpadeó, sorprendida.
—¿Como antes?
Nami lo observó en silencio, su expresión endureciéndose. Normalmente hubiera evitado esa conversación, no solo porque se trataba de Luffy y aún no se sentía cómoda junto a él, sino porque todo el tema le resultaba tan absurdo que era casi molesto.
Pero las palabras de Zoro hicieron eco en su cabeza: "Siempre buscas la mejor manera de evitar los enfrentamientos."
—¿Cómo eran las cosas antes? —preguntó, su tono tan serio que Luffy se enderezó en su asiento.
—Antes… no me ignorabas. —Luffy entrecerró los ojos, sin desviar la mirada—. No te ibas cuando llegaba. Ni ponías esa cara de querer golpearme solo por estar cerca.
Nami sintió una punzada de culpa, pero se obligó a mantener la mirada desafiante.
—Eso no es cierto.
Luffy la miró como si acabara de decir una locura.
—Sí lo es.
—No. —Nami cruzó los brazos, tensando los hombros—. Yo siempre te he ignorado. Te ignoré cuando me pediste que fuera tu navegante. Y lo seguí haciendo, siempre que me molestaba contigo.
—Pero después dejaste de hacerlo. —Luffy se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en los de ella—. El día que te desmayaste en el acuario, después de eso no volviste a ignorarme.
Nami sintió una corriente fría recorriéndole la espalda.
El acuario.
Recordaba ese día con demasiada claridad. Recordaba los destellos danzantes del agua, el peso del daft green en su cuerpo, y, sobre todo, la razón por la que había perdido la conciencia.
Apretó los puños sobre la mesa.
—Eres un cínico.
Luffy parpadeó, visiblemente confundido.
—¿Eh?
Nami sintió una punzada de furia al verlo tan despreocupado.
—¿De verdad vas a hacer como si no supieras? —su voz tembló con una mezcla de frustración y algo más profundo que no quería nombrar—. ¿Después de lo que pasó allí?
Luffy ladeó la cabeza.
—Nos besamos —dijo sin rastro de vergüenza, como si estuviera afirmando que el sol salía por las mañanas.
Nami sintió que algo dentro de ella crujía.
—¡Exacto! —soltó con fuerza—. Pero para ti no es nada importante.
Luffy la observó en silencio, como si tratara de descifrar lo que realmente quería decir.
Nami sintió que su pecho se oprimía. Sus emociones estaban al límite, y si no lo decía ahora, probablemente nunca lo haría.
—Tal vez deberías conformarte con las mujeres de Amazon Lily. - exclamó con amargura.
Listo, lo había sacado de su pecho. Sus manos dejaron de temblar, pero su corazón seguía latiendo con fuerza, como si hubiera corrido una maratón. Respiró hondo, sintiendo que el peso en su pecho se aliviaba, aunque la angustia aún se aferraba a sus costillas como una sombra persistente.
Luffy parpadeó, sorprendido por el veneno en sus palabras.
—¿Qué tienen que ver ellas?
Nami apretó los labios, sintiendo cómo la rabia y la vergüenza se mezclaban en su pecho.
—Todo. —Su voz salió más baja de lo que esperaba, casi temblorosa—. Si todo esto no significa nada para ti, entonces deberías seguir con ellas.
Luffy la miró como si estuviera tratando de armar un rompecabezas particularmente complicado.
—No pasó nada con ellas.
Nami alzó la vista, incrédula.
—¿Nada?
—Nada. —Luffy apoyó los codos en la mesa, inclinándose hacia ella—. Ni siquiera entiendo por qué te molesta eso.
Nami desvió la mirada, sintiendo su garganta cerrarse. Quería decirlo. Quería gritarle que no soportaba la idea de que él pudiera fijarse en otra persona, pero eso la haría quedar demasiado expuesta.
—No me gusta... —susurró, con la voz trabada.
—¿No te gusta qué? —Luffy inclinó la cabeza, genuinamente confundido.
Nami se mordió el labio, sintiendo la desesperación aflorar.
—Que otras mujeres te llamen la atención —soltó antes de poder detenerse.
Luffy parpadeó, sorprendido por la intensidad en su voz.
—Pero no lo hicieron —insistió con la misma naturalidad de siempre.
Nami soltó una risa breve, incrédula.
—¿Ah, no? ¿Entonces qué fue todo eso? —alzó las manos, exasperada—. Volviste con regalos, notas de amor y, además, lo que dijiste sobre la emperatriz…
Se interrumpió, mordiéndose la lengua. No quería admitirlo, pero la sola idea de que Luffy hubiera visto a la emperatriz desnuda, echaba a andar su imaginación de la peor manera.
—No puedo sacármelo de la cabeza —confesó, bajando la voz sin darse cuenta.
Luffy la miro sin saber de lo que estaba hablando.
—¿Qué dije?
Nami apretó los puños.
—¡Lo de la emperatriz! —espetó, sintiendo cómo la frustración se mezclaba con el calor en sus mejillas.
Luffy ladeó la cabeza, claramente en blanco.
—¿Lo de la emperatriz?
Nami inhaló hondo, cerrando los ojos por un segundo antes de soltarlo de una vez.
—Dijiste que la viste desnuda un par de veces.
Luffy soltó un "ah" de reconocimiento, como si de pronto lo recordara, pero sin darle mayor importancia.
—Sí, creo que sí.
Nami sintió un latigazo de irritación.
—¡¿Y eso es todo lo que tienes que decir?!
Luffy frunció el ceño, confundido por su reacción.
—Bueno, también te he visto desnuda a ti.
El aire se le atoró en la garganta.
—¡¿Qué?!
—Sí, en Arabasta —dijo con la misma naturalidad de quien habla del clima.
Nami lo recordaba.
También recordaba la expresión de su capitán cuando la vio en Arabasta, ese par de segundos en los que se quedó mirándola como si no supiera qué hacer, para después caer de espaldas por la sorpresa. Y ahora hablaba como si ambos sucesos tuvieran el mismo impacto en él.
Sintió la molestia bullir en su pecho, dispuesta a soltarle algo más, pero antes de que pudiera decir una palabra, Luffy continuó con un tono pensativo.
—Aunque es raro —murmuró, poniendo una mano en su mentón—. Porque cuando te vi a ti se sintió diferente.
Nami sintió que su estómago daba un vuelco.
—¿Diferente cómo?
Luffy se quedó en silencio unos segundos, rascándose la mejilla con expresión confusa.
—Es que… sentí algo raro.
Nami frunció el ceño.
—¿Raro cómo?
Luffy apoyó los codos en la mesa, mirando hacia otro lado, como si tratara de encontrar la manera de explicarlo.
—No sé. Fue como… un calor extraño. Como cuando nos besamos antes, pero diferente.
El estómago de Nami se encogió.
—¿Qué…?
—Eso no me pasa con nadie más —continuó Luffy sin mirarla, aún sumido en sus pensamientos.
Nami sintió su corazón latir con fuerza, pero no logró decir nada antes de que Luffy soltara una risa corta, algo frustrada.
—Le pregunté a Rayleigh —confesó de pronto.
Nami parpadeó.
—¿Qué?
Luffy asintió, volteando a verla al fin.
—Le pregunté qué significaba, pero lo único que hizo fue decirme que hablara contigo.
Nami sintió su garganta secarse.
—¿Y por qué no lo hiciste?
—Porque me estabas ignorando, y cuando intenté hablar contigo te enojaste.
Nami sintió una punzada de indignación.
—¡Me enojé porque llegaste diciendo tonterías sobre Amazon Lily en vez de hablar conmigo!
Luffy parpadeó, sorprendido por su reacción.
—Pero…
—¡Estuve esperando para verte en Sabaody! —lo interrumpió Nami, sintiendo que el enojo le apretaba el pecho—. No, esperé dos años sin quejarme, ¡creí que al menos te importaría volver a verme, pero en vez de eso te pusiste a hablar de la emperatriz!
Luffy frunció el ceño, como si estuviera procesando sus palabras.
—¿Eso fue lo que no hice?
De repente, el consejo de Franky tenía más sentido.
Nami sí esperaba algo de él.
Volvieron a verse después de dos años y no dijo nada.
En medio del caos, la algarabía del reencuentro, la conversación que tenían pendiente se había aplazado. Y luego ella se había molestado.
Ahora lo entendía. Pero…
—Tú me pediste que no dijera nada —soltó, confuso.
Nami se quedó en silencio por un momento.
—... ¿Qué?
—Me dijiste que lo guardara en secreto. No podía solo hablar contigo sobre eso en frente de todos.
El enojo de Nami vaciló un instante.
Nami apretó los labios, su enojo tambaleándose por un instante.
Era cierto.
Le había pedido que guardara todo en secreto.
Y aunque seguía sintiendo que su enojo era justificado después de escucharlo hablar sobre la isla de las mujeres como si nada, nunca le había dado la oportunidad de explicarse.
Se dejó llevar por los comentarios del resto de la tripulación, por las bromas y las risas, por la frustración de verlo actuar como si nada hubiera pasado entre ellos.
Pero ahora, viéndolo frente a ella, frunciendo el ceño con esa expresión de sincera confusión, entendió que Luffy no la había ignorado a propósito.
Simplemente… no supo qué hacer.
Tal vez, al final, ninguno de los dos supo.
Nami exhaló lentamente, sintiendo cómo su enojo se disipaba poco a poco, dejando solo un cansancio extraño en su lugar.
Luffy la miraba con intensidad, como si al fin hubiera conectado todas las piezas del rompecabezas que intentaba resolver.
—Entonces… —murmuró él, apoyando los brazos en la mesa y ladeando la cabeza—. ¿Ya no estás enojada?
Nami entrecerró los ojos, cruzándose de brazos.
—No lo sé —admitió, porque en realidad no estaba segura de cómo se sentía ahora.
Luffy se quedó en silencio unos segundos y luego sonrió de lado.
—Pero ya no vas a ignorarme como antes.
—¿Por qué piensas eso?
—Porque ahora estamos hablando.
Nami chasqueó la lengua.
—Así no es cómo funciona.
—¿No? —Luffy parpadeó, inclinándose un poco hacia ella—. Entonces dime cómo funciona.
Nami suspiró, apoyando los codos en la mesa mientras masajeaba sus sienes.
—No se trata solo de hablar de cualquier cosa, Luffy.
Él parpadeó.
—¿No?
—No —repitió, bajando las manos y mirándolo con seriedad—. Todavía hay cosas que tengo que aclarar.
Luffy la observó en silencio por un momento. Luego, como si su mente hiciera clic en ese instante, soltó la pregunta sin titubear:
—Entonces… ¿qué significa ese calor raro que siento cuando estamos juntos?
Nami sintió un vuelco en el pecho.
Sus dedos se crisparon sobre la mesa, y por un momento, deseó haber seguido ignorándolo.
-000-
Al fin tenemos capítulo 16, les juro que cuando lo escribí estaba convencida de que era más largo, redactar conversaciones es agotador, pero por fin estos dos se están arreglando, me gustó mucho hacer la interacción con Franky y si alguien se lo pregunta, si, metí un poquitín de FroBin, jajaja. Estoy muy feliz con la recepción que ha tenido mi historia, cada día hay un seguidor nuevo y me emociona ver crecer el fandom de este ship.
Mayale. M: Muchas gracias por tu review. Todavía no solucionan todos sus problemas, pero van por buen camino. Espero que hayas disfrutado el capítulo.
Alias Tesin: Me sorprende mucho tener una reseña en inglés, me siento honrada de que estes siguiendo la historia y agradezco tus comentarios. Espero cumplir tus expectativas en este capítulo.
Mara 1451: Todavía es muy pronto para hablar de amor, creo que ambos son un poco cabeza hueca a su manera, pero así los hizo Oda y trato de darle un poco de fidelidad a la obra original, espero que te haya gustado este capítulo.
En fin, el siguiente capitulo viene con advertencia tal como se viene anunciando desde 2018 que empecé el fic, así que preparense.
Si leyeron hasta aquí les mando un gran abrazo.
