El honor es la virtud más noble del alma.

(Cicerón)

Siempre he sentido una profunda fascinación por la historia del Santuario.

He dedicado incontables horas a estudiar sus batallas, sus victorias y sus tragedias. En especial, me he interesado por las Santos femeninas, esas guerreras que, contra todo pronóstico, forjaron su camino en un mundo que parecía hecho para excluirlas. Conozco su trayecto, el sacrificio y la lucha que las trajo hasta aquí. No fue un camino sencillo; fue una batalla constante, una guerra no solo contra enemigos externos, sino también contra las mismas reglas que las intentaban mantener al margen.

Es precisamente esa historia, esa herencia de lucha, lo que me detiene. Es por ella que guardo silencio. No es solo por las leyes del Santuario, que ya de por sí imponen un muro infranqueable entre nuestros corazones. Tampoco es solo por lealtad a nuestra diosa. Es por respeto a lo que ella representa. Su sacrificio, su esfuerzo, su valor… no me atrevo a arriesgar nada que pudiera empañar eso.

Sí, podría justificar mi silencio diciendo que las reglas de los Santos nos prohíben entregarnos al amor. Podría excusarme con la devoción que profeso a Atenea. Pero la verdad es que temo dañarla a ella. Temo que, si mis sentimientos se hicieran evidentes, se vea atrapada en un dilema injusto. No quiero que nadie cuestione su integridad, que su lugar como amazona se vea amenazado. Y lo que menos quiero, lo que me aterra en lo más profundo, es que cambie su mirada hacia mí. Que deje de confiar en mí, que me vea como un obstáculo o, peor aún, como alguien que la menosprecia por considerarla un objeto de deseo.

A veces me encuentro imaginando cómo sería si ella supiera. Si pudiera entender lo mucho que la amo, lo profundamente que la pienso. Pero luego vuelvo a la realidad, y me doy cuenta de que la distancia entre nosotros no es solo física. Es un abismo hecho de deber, de honor, de las leyes que hemos jurado proteger. Ella está a unos pasos de mí, y sin embargo, está tan lejos como las estrellas.

En momentos como estos, en el que la veo tan inalcanzable, no puedo evitar pensar que la decisión de los dioses de darnos otra oportunidad en este mundo, no fue más que un castigo. Me repito todos los días que debo ser fuerte. Que mi amor debe quedarse donde está: enterrado en el rincón más profundo de mi alma. Pero hay días en que ese peso es insoportable. Días en los que, a pesar de mi juramento, busco cualquier excusa para hablarle, para estar cerca de ella, aunque sea solo unos instantes. Una palabra suya basta para iluminar mi mundo, pero también para recordarme mi derrota. Porque eso es lo que soy cuando estoy a su lado: un perdedor. No importa cuántas batallas gane como Santo, siempre pierdo contra ella. Siempre..

El gran Milo, el orgulloso Escorpio, ha perdido esta guerra. Y lo peor es que ni siquiera quiero ganar.

Continuará…

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¡Gracias a todos por seguir esta historia! Quiero aclarar que este fic se sitúa varios años después de la Saga de Hades. Durante este tiempo, los guerreros de Athena han tenido la oportunidad de conocerse mejor, tanto dentro del Santuario como en las diversas misiones a las que son enviados con frecuencia. Además, nuestras protagonistas femeninas ya son adultas en esta etapa.

Amatista: ¡Hola! Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer y comentar. Sobre Dohko, tienes toda la razón, ¡hasta el maestro tiene su corazoncito! Es cierto que no suele aparecer en fics románticos, pero nunca se sabe lo que guarda en su corazón. ¿Quién sabe? Tal vez la experiencia y los años lo hacen aún más interesante. Respecto a Saga, ¡ese "Romantic Style" no se veía venir, ¿verdad?! Está perdido de amor, ¿pero quién será la afortunada? ¿Geist? ¿Shaina? ¿Otra persona? y con el porte y profundidad que tiene Saga, no sería raro que alguien quedara completamente atrapado por él… El misterio está servido, y queda mucho por descubrir ¡Sigue leyendo, que las confesiones todavía tienen muchas sorpresas!

El próximo capítulo estará disponible el 13 de diciembre.

¡Nos estamos leyendo!