La belleza es algo que se siente en el corazón, no algo que se ve en la apariencia.

(Leonardo da Vinci)

Al principio no podía entenderlo

No había manera de que una mujer tan… común, pudiera captar mi atención. Yo, que siempre he tenido a las más bellas a mis pies, que he sido rodeado por la perfección, la gracia y la dulzura de tantas damas, ¿por qué habría de ser ella la que me obsesionara? Siempre pensé que si de amor se trataba, habría elegido a alguien que se ajustará a las expectativas, una dama delicada o quizás una mujer de gran nobleza, pero no fue así.

El universo ha decidido darme una lección cruel, una cachetada despiadada al ponerla a ella, precisamente a ella, en mi camino. Ahora, todos mis pensamientos y emociones giran en torno a su figura, y no puedo evitar maldecir esta ironía una y otra vez. Jamás imaginé que mi corazón se vería atrapado por una amazona.

No es que me resulten indiferentes; siempre he admirado su fuerza, su valor y esa tenacidad que las hace iguales, o incluso superiores, a los hombres más fieros. He compartido momentos con algunas de ellas, en mi cama, en mis noches, pero siempre fueron aventuras pasajeras, carentes de profundidad. Nunca estuvieron destinadas a convertirse en algo más. Sin embargo, ella… ella es distinta. No estaba en mis planes que una mujer así pudiera calar tan profundamente en mí, dejando marcas que no puedo ignorar. Sé que puede ser despiadada y letal, como cualquier otra guerrera, y carece por completo de los rasgos que alguna vez creí indispensables en una dama. No hay delicadeza en su carácter, dulzura en su trato ni la gracia que suelo admirar. Y tal vez, solo tal vez, sea precisamente eso lo que me tiene tan atrapado, lo que me ha atado a ella de una manera que no puedo deshacer.

Cuando empecé a darme cuenta de que mis ojos siempre volaban hacia ella, que mi mente se anclaba en su figura, quise reír, pensé ingenuamente, que no era más que la soberbia despiadada que me consumía la que me hacía fijarme en una persona tan ordinaria. Me costaba creer que alguien como ella pudiera desestabilizarme de tal manera. Y no lo entiendo. ¿Por qué debería fijarme en alguien como ella, cuando yo podría elegir a cualquier otra que se ajustara a lo que se espera de mí? ¿Por qué ella? ¿Por qué precisamente esa mujer que es tan diferente a todo lo que creo, se ha anidado en mi interior? Mi soberbia me dice que puedo obtener lo que quiera, y aún así, ella ha logrado hacerme cuestionar todo lo que pensaba saber sobre el amor y la belleza.

Y sin embargo… aquí estoy. No puedo dejar de pensar en ella. La soberbia que me consume siempre me dice que puedo obtener lo que quiera, que puedo elegir a la mejor, a la más perfecta. Pero ella, con su simplicidad, con esa fuerza que me atrae de una manera inexplicable, me ha hecho ver que la belleza no está solo en lo que podemos ver con los ojos. Está en la manera en la que camina, en cómo habla, en cómo, aunque hable poco, su presencia y autoridad llenan todo el espacio.

Es curioso. Me encuentro pensando en ella todo el tiempo, en una mujer que no se deja doblegar, que no se preocupa por lo que piensen los demás. Una mujer que, por alguna razón, me hace cuestionar todo lo que pensaba saber sobre la belleza, la perfección y el amor.

A cada momento, la imagino en la quietud de la noche, con una mirada fija en el horizonte. Aunque puede que nunca admita lo que siento en voz alta. No puedo evitar sentir que, tal vez, si las cosas fueran diferentes, si yo no tuviera el orgullo que me consume, la buscaría. Pero, claro, eso nunca sucederá, ¿verdad? Porque alguien como yo no puede permitirse enamorarse de alguien como ella. Las leyes del Santuario nos atan. Y ella, como guerrera, como mujer, tiene un deber mucho más grande que mis caprichos.

¿Cómo podría pensar que alguien como yo sea digno de su atención? Ella tan firme y decidida, tiene un destino que no se ajusta a los deseos de un hombre como yo. La astuta amazona, la maestra, la guardiana, no irá por el mundo como una simple dama, enamorándose de hombres, que solo quieren verla rendida a sus pies.

Lo que más me molesta, lo que más me atormenta, es que ya no puedo dejar de pensar en ella. Y eso, eso me incomoda más que cualquier otra cosa. No quiero incomodarla. No quiero que se sepa este secreto que debo callar, por ser mi compañera, y porque me repetí como el imbécil engreído que soy, que no está a mi nivel. Afrodita de Piscis podría tener y debería tener algo mejor. Sin embargo, ella, la guerrera tan fuerte, tan imponente, es la mejor. ¡Maldita sea!

Continuará…

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Próximo capítulo: 19 de diciembre.