Alice Carter

Año 2097.
Hace poco cumplí los 13 años. La casa está vacía, pero nunca realmente sola. Los drones están siempre cerca, vigilando cada uno de mis movimientos, y aunque me acostumbré a ellos, sé que no son amigos. Ni siquiera puedo estar segura de sí lo que sucede aquí es real o si todo está hecho para que lo acepte. Pero no me importa mucho, porque esto es lo único que conozco.
Un día, mientras exploraba un rincón de la mansión Carter, vi algo extraño. Estaba en un bolso de cuero, que parecía haber sido dejado atrás por accidente. Lo abrí con curiosidad y dentro encontré algo que jamás había visto: una pistola, con un par de cargadores y algunas balas.
Al principio, pensé que era un juguete, algo con lo que podría jugar, como los otros artefactos de la casa. Pero no, esto era real. Tan real que sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Por alguna razón, me dio una sensación extraña, pero... no pude evitar sonreír. ¿Qué tan difícil podría ser usarla? Tal vez podría aprender a disparar, aunque no tuviera a nadie para enseñarme. Si algo me ha enseñado todo esto es que cuando quiero aprender algo, siempre puedo hacerlo.
Pasaron algunos días antes de que me decidiera. Los drones me observaban, pero no podían detenerme si no lo sabían. Nadie me había dicho que no podía tenerla. Nadie me había dicho que no podía practicar. En algún rincón de la red, encontré información sobre la pistola y conseguí conocer el modelo. Mi nueva amiga es una Beretta M9. Pronto encontré videos de cómo disparar, cómo mantener el arma limpia, cómo cuidar de ella. Fue como un juego para mí. Un juego nuevo. El único juego que tengo disponible.
Al principio, la pistola me pareció un poco demasiado pesada. La sentí temblar en mis manos la primera vez que la apreté contra mi pecho, pero me dije que no podía fallar. Debía aprender a usarla. Así que la llevé al jardín, y me armé de valor. De alguna forma, me las arreglé para construir un campo de tiro improvisado, apuntando a las viejas estructuras del jardín, esas cosas rotas que nadie se molestaba en reparar.
El primer disparo fue... un desastre. La pistola retrocedió con una fuerza increíble, y casi me caí de espaldas. ¡El sonido de la explosión me hizo dar un salto! Pero eso solo me hizo querer intentarlo más. Me acostumbré a la sacudida de mi brazo, al sonido estrepitoso en mis oídos, y poco a poco empecé a apuntar mejor. El ruido se volvió más familiar, más acogedor.
Mi objetivo inicial era siempre el mismo: el blanco estático. Algo fácil. Algo que no se moviera. Así lo hacía al principio. Pero después me aburrí. No era suficiente.
Los drones siempre están cerca, siempre mirando. Y pensé en ellos. ¿Por qué no hacerlos el blanco de mis disparos? Pensé en los pájaros, los que vuelan alrededor del jardín. Pero no podía. No podría arrebatarles la vida, no importaba lo tentador de sus movimientos impredecibles, porque ademas, son hermosos y llenan el jardín de música con su canto. Así que, de alguna manera, decidí modificar a los drones para que se comportaran de manera completamente irracional. Tenía acceso a algunas de las configuraciones más avanzadas de la casa, y no me llevó mucho aprender cómo manipular sus movimientos. Ahora serían mis presas.
Al principio, me costó mucho. Los drones estaban programados para ser rápidos, pero no para moverse de forma errática. Me llevó tiempo entender cómo alterar sus algoritmos, pero con cada intento, la adrenalina crecía. Y entonces, cuando por fin lo conseguí, ¡el caos comenzó! Los drones daban vueltas y zigzagueaban como si no tuvieran rumbo, como si estuvieran huyendo. Mi pulso se aceleró y la pistola volvió a sonar en mis manos.
"¡Bum! ¡Bum! ¡Bum!" El estruendo de los disparos se unía al frenesí de los drones moviendose en todas direcciones, intentando esquivar lo que no podían ver. Me sentí poderosa, como nunca. Este era mi momento, mi pequeño mundo de caos controlado.
A veces, hablo con la Beretta, como si fuera una amiga. No sé por qué, pero siempre la llamo "mi amiga". La escucho rechinar cuando ajusto la mira, le hablo entre disparo y disparo. "¡Vamos, amiga! ¡Vamos a ver qué tan rápido puedes ir hoy!" Me ayuda a olvidarme de todo lo demás. No tengo ni idea de lo que está pasando fuera de esta casa, pero esta pistola, el sonido de cada disparo... eso es mío.
El jardín se llena de los ecos de mis prácticas. Montañas de drones destrozados a tiros. No me importa que los repongan al día siguiente. Los drones reaparecen como si no hubiera pasado nada, como si nunca los hubiera destruido. Cada vez que las balas se acaban, encuentro más. Siempre hay más, como si alguien estuviera esperando que los disparos nunca cesaran. Tal vez lo están haciendo. No sé.
Solo sé que cada vez que aprieto el gatillo, siento que algo dentro de mí cambia. Cada disparo es como una pequeña victoria. No entiendo por qué, pero me siento bien. Y eso es todo lo que importa.

Año 2099.

A veces, siento que el tiempo pasa de una manera extraña, como si todo estuviera en una pausa constante, donde nada realmente cambia, pero todo lo que me rodea se siente... distante. Adam nunca me habló mucho, pero en los últimos años ha sido más frecuente, al menos cuando sus mensajes me llegan. No es que me importe, pero siempre está ahí, como una sombra que no puedo quitarme, ni aunque lo desee.
Hoy, finalmente, me dijo algo que me hizo sentir un poco más real, por alguna razón. —Felicidades, Alice —, dijo. —Has cumplido quince años. — No lo había pensado mucho, sinceramente. No celebro ni tengo recuerdos de días especiales. Aquí, en la mansión, los días se me confunden todos. Pero a él le importaba.
— Este año, debes empezar a pensar a qué academias te presentarás para el examen de ingreso — me dijo. —He preparado una lista de las instituciones que pueden ser adecuadas. —
Me envió la lista de academias, como si fuese lo más sencillo del mundo. Como si eso pudiera cambiar algo. Como si sus palabras pudieran ordenar el caos que siento dentro. Pero no pude evitar pensar en ello. Quería pensar en qué me gustaría hacer, pero el qué realmente quería no estaba claro. Solo sabía que algo no encajaba. No podía ir a una academia donde me enseñaran a disparar mejor. Esa especialidad no existía, y si existiera... probablemente sería la única opción para mí.
Porque sí, lo admito. Me encanta disparar a los drones. Cada vez los descontrolaba más. Ya no solo los veía como una molestia. Ahora, eran un desafío, una manera de sentirme poderosa. El jardín de la mansión se había convertido en mi campo de tiro personal. Los drones que se cruzaban por mi camino caían, uno tras otro.
No sé si soy buena en muchas cosas, pero soy increíble destruyendo drones. Y eso me da una satisfacción que no encuentro en ningún otro lugar. Ya he aniquilado más de 500. Y la sensación de correr por el jardín, persiguiéndolos, sabiendo que soy la invicta, me llena de una clase de emoción que no sé explicar. Todo eso se detiene cuando el último de ellos cae a mis pies. Y me siento... vacía de nuevo. Como si me faltara algo.
Por eso, comencé a pensar en algo más. No podía quedarme aquí, en este círculo vicioso, disparando y esperando que el día se repitiera sin fin. La música. La música ha sido mi salvación desde hace tiempo. Tocar me hace sentir viva de una manera que nada más lo hace. Mis dedos sobre las cuerdas de la guitarra, o las teclas del piano. Pero no es solo eso. La música crea algo en mí. Me expresa, y siento que me conecta con algo más allá de este lugar. A veces, cuando estoy sola, toco canciones de Muse una y otra vez, buscando algo que aún no sé qué es.
Fue entonces cuando me di cuenta. Quiero ser artista. No solo tocar música, sino conmover a alguien, expresar lo que siento a través de las notas, de las palabras, de mi voz. El arte. Quiero sumergirme en eso, ser una artista, algo que me haga sentir que tengo un propósito. Pero... ¿cómo? ¿Dónde?
Revisé las academias que Adam me había enviado. En la lista, solo dos me parecían tener algo que podría interesarme: la Academia Oso y la Academia Nitto. Ambas tenían arte como especialidad, pero... algo no me cuadraba.
La Academia Oso era un internado solo para chicas. Y aunque lo había considerado por un segundo, no podía. No. Quería conocer chicos. Quería enamorarme. Lo sé, suena estúpido, pero es algo que he soñado con los años. Quizá por todas las comedias románticas que veo, por esos animes en los que los chicos tienen esos gestos que me hacen suspirar. No sabía exactamente qué quería, pero sabía que quería estar con chicos.
Lo necesito tanto que a veces siento que mi cuerpo arde por dentro, como si fuera el único propósito que tengo en este mundo. Es más que un simple deseo; es una necesidad tan profunda que me consume por completo. Mi corazón late con fuerza solo de pensarlo, y mi mente no deja de imaginarme a ese chico, al chico perfecto. Nunca lo he visto, no sé quién es ni qué aspecto tiene, pero siento que lo conozco, que está esperando por mí en algún lugar. Él será mi salvación, mi razón de ser, mi respuesta a todo lo que falta en mi vida.
A veces, cuando estoy sola, escuchando Madness de Muse, las palabras me atraviesan como una corriente eléctrica. La frase "I need to love", repitiéndose una y otra vez en mis oídos, me hace sentir como si el mundo entero se redujera a esa necesidad. En esos momentos, cierro los ojos y me imagino a mí misma cantándosela, a él, a mi "él". Me imagino que le canto esas palabras con todo lo que soy, como si cada letra fuera una confesión de todo lo que he sentido durante años, de todo lo que he guardado en silencio. Me imagino que, al escucharme, se siente lo mismo, que él también me necesita, que nuestra conexión es inevitable, que el destino nos ha unido para siempre.
Con el tiempo, no puedo dejar de pensar en el futuro. Aún no sé cómo será, pero la idea de amarlo, de compartir mi vida con él, se ha convertido en mi único propósito. Todo lo que hago, todo lo que quiero, lo hago porque algún día, con suerte, él estará a mi lado. Quiero vivir con él la experiencia completa: quiero que me declare su amor, que me tome de la mano, que en ese simple gesto yo pueda sentir que todo lo que ha sido mi vida hasta ahora tiene sentido. Pienso en esos momentos en los que solo nos miramos, cuando no hace falta hablar, cuando todo lo que necesitamos está en esos silencios que hablan más que mil palabras.
Quiero que me bese, algún día, como en las historias, como en las películas, como en los animes que tanto me gustan. Me imagino ese beso, ese primer beso, como si fuera el final perfecto de una historia que ha estado escribiéndose en mi corazón durante toda mi vida. Me imagino que, en ese beso, se acaban todas las dudas, todas las preguntas, todas las heridas. En ese beso, él y yo seremos uno, como si el mundo dejara de girar y solo existiéramos nosotros dos.
Todo lo que tengo ahora son mis fantasías, mis sueños, mis palabras escritas en el cuaderno de cuero rosa. El cuaderno que era de Naomi, el que ahora es mío, donde guardo mis pensamientos más íntimos, mis cartas para él. A veces me siento ridícula por escribirle, porque sé que nunca las leerá, que no existe, o al menos no en la forma en que yo lo imagino. Pero es lo único que tengo. No quiero que se acaben las hojas, por eso no escribo sobre las hojas, sino que guardo hojas sueltas dentro del cuaderno, como si añadir hojas fuera la manera de preservar ese cuaderno. A veces me siento tonta, pero lo sigo haciendo, porque cada palabra escrita es un paso más cerca de él, un paso más cerca de ese futuro que me arde en el pecho.
Y aunque sé que no he recibido nunca el cariño de nadie más que el de Naomi, esa sensación de amor que me dio, pero que con el tiempo se desvaneció, ahora me doy cuenta de algo: lo que necesito no es solo el cariño. Lo que necesito es el amor en su forma más pura, el amor que me complete, el amor que me haga sentir viva, el amor que me haga ser una persona. Lo necesito tanto que a veces me pregunto si mi vida tiene sentido sin él. Es una necesidad tan visceral que no puedo imaginar un futuro en el que no lo tenga, en el que no viva esa historia de amor que me he estado imaginando durante tanto tiempo.
Sé que no soy la misma persona que era antes. Todo ha cambiado. Me he transformado en alguien diferente, en alguien que busca más que solo disparar a los drones o tocar la música que tanto me gusta. He descubierto que mi vida no tiene sentido sin este deseo de amor, sin ese chico, sin esa conexión que imagino. Ya no quiero vivir solo para mí, quiero vivir para él, para compartir mi vida con él, para ser parte de su vida, para que me ame y para amarlo.
Lo deseo con toda mi alma, con todo mi ser. Es mi único sueño ahora, mi único objetivo, lo único por lo que respiro. Todo lo demás, incluso los drones, la música, el aislamiento... todo eso ya no importa. Solo existe él.
Desde que tomé la decisión de ir a la Academia Nitto, todo ha cambiado en mi cabeza. Antes no me daba cuenta, pero ahora estoy segura de lo que quiero. Él. Él es todo lo que me da sentido, lo que me impulsa a seguir. En cuanto puse un pie en el camino hacia Nitto, algo dentro de mí se iluminó. Ya lo sé, lo sé bien: cuando lo vea, mi corazón se va a detener. Va a latir tan fuerte que él lo va a notar, lo va a saber, porque va a ser algo que solo él va a entender. Todo lo que me rodea se desdibuja cuando pienso en él. Solo lo veo a él, en mis sueños, en mi mente, en cada rincón de mi ser.
Mi vida hasta ahora ha sido solitaria, sí. He vivido entre las paredes de esta mansión, rodeada de música, pero también de un silencio abrumador. Nadie me entiende, porque sencillamente no hay nadie. Quizás estoy sola porque soy horrible. Siempre supe que no era bonita, no como las chicas de aquí. Adam me lo repetía una y otra vez. —No eres bonita, Alice —, me decía. Y aunque me dolía, algo en mí siempre sabía que no era eso lo que importaba. No era lo que él pensaba lo que definiría mi destino. Era él. Él lo entendería. Lo haría.
Pero no puedo esperar a que algo suceda por sí solo, no. He aprendido a luchar por lo que quiero. Si soy diferente, entonces cambiaré para acercarme a lo que él espera. A lo que él querría ver. Lo haré por él. Me coloreé el cabello de negro, lo volví liso, aunque mis rizos siempre fueron parte de mí. El alisado no es eterno, solo unos meses, pero es lo que necesito ahora, lo que quiero ahora. Así va a ser. Y me corté un flequillo, no cualquiera, sino el que vi en varios animes, ese que a ellos les gusta, que a ellos les atrae. Quiero ser la que él vea y se quede a mirar, la que le haga sonrojarse sin que se dé cuenta.
El negro es el color de mis sueños, y es el color que quiero llevar para él. Sé que lo encontrará perfecto. Con mis ojos, con mi piel tan pálida, pero con todo lo demás, con mis deseos y mi alma. Estoy lista para él. Mi corazón late por él, aunque aún no sé su nombre, aunque aún no lo he visto. Ya está en mi vida, de alguna forma. Lo siento. Todo lo que soy y todo lo que estoy dispuesta a hacer, lo hago por él. Para él.
He estado practicando, preparándome. Mi voz, mi cuerpo, mi música. Todo va a ser perfecto, porque cuando lo vea, quiero ser la mejor versión de mí. Quiero que me mire y que vea que todo lo que he hecho, todo lo que he sido, ha sido solo para ese momento. Ese primer encuentro, donde los dos nos miramos por primera vez y, aunque no haya palabras, todo será claro. Él será mi todo. Y yo seré suya, completamente suya. Desde ese primer momento.
Quiero que me vea. Quiero que vea todo lo que he hecho, que vea lo que soy. Y cuando nos encontremos, quiero que sepa que mi corazón ya le pertenece. No me importa si soy diferente, no me importa si no cumplo con los estándares, porque cuando estemos juntos, eso será lo único que importará. Lo voy a encontrar, lo sé. Y él me va a encontrar también. Vamos a vivir juntos, desde los 16 años hasta que seamos viejos. Yo lo sé, y él también lo sabrá.

El día del examen para la Academia Oso llegó, y sabía que no podía hacer otra cosa que presentarme, aunque no tenía ninguna intención de aprobar ese examen. Estoy segura de que entre Nitto y Oso, Adam preferiría Oso. Me había dicho en alguna charla que entrar a Oso me haría bien, que podría alcanzar algo importante en esa escuela de chicas. Pero, por dentro, yo sabía que eso nunca sería para mí. El solo pensar en la idea de estar encerrada entre esas paredes, rodeada solo por chicas, me daba una sensación de claustrofobia que no podía ignorar. Nunca había tenido la oportunidad de estar rodeada por tanta gente a la vez, y no iba a ser la primera vez que lo aceptaría sin luchar.
La Academia Oso era un edificio antiguo, de más de dos siglos, con pasillos largos y oscuros. Las maderas crujían bajo mis pies y el aire estaba cargado de algo pesado, algo que me hacía sentir que estaba atrapada en otro tiempo. Los salones eran viejos, con escritorios que ya habían visto mejores días, y el eco de las voces se perdía en los rincones de las paredes de madera. Era tan diferente de todo lo que había conocido, tan diferente a la mansión Carter, donde la soledad era mi compañera y la calma, mi refugio.
Y entonces, cuando entré en el aula, todo comenzó a sentirse demasiado grande, demasiado lleno. Las otras chicas me miraban, algunas con curiosidad, otras con indiferencia, pero todas eran extrañas para mí. El aire era denso, cargado de miradas que no entendía, de gestos que no sabía cómo responder. Mi corazón empezó a latir más rápido de lo que podía soportar. No podía respirar bien, sentía que la sala me estaba aplastando, que todo se cerraba sobre mí, que no podía escapar. Me senté en mi pupitre y traté de calmarme, pero el miedo me invadió con cada segundo que pasaba. Las paredes parecían acercarse. El sonido de los lápices sobre el papel, el murmullo de las chicas escribiendo, todo se convirtió en un ruido ensordecedor.
—Respira, Alice. Tienes que respirar… —me dije a mí misma, pero no conseguí calmarme. Las voces me ahogaban, las miradas me perseguían. La ansiedad me había atrapado, y no sabía cómo librarme de ella.
La hoja frente a mí, con todas las preguntas del examen, no significaba nada en ese momento. No quería hacer nada, no quería estar allí, pero no podía escapar sin que me regañaran. Así que tomé el lápiz y comencé a escribir, a responder… pero lo hice de manera diferente. Era un juego, una pequeña rebelión en medio del caos que se apoderaba de mi mente. Sabía las respuestas, claro que las sabía, había aprendido mucho más que todas esas chicas que estaban allí, pero no las iba a escribir.
Mi idea para este examen es responder mal hasta las preguntas más sencillas, por ejemplo, cuánto era 2 + 2, respondería 5. No me importa. Es ridículo, pero me siento bien haciéndolo. Era una forma de marcar mi diferencia, de decirles que no estaba allí para ser lo que Adam quería, que no iba a seguir sus reglas. Las preguntas fáciles, las más simples, las más evidentes, las respondí mal. Cada respuesta equivocada me acercaba más a la idea de que no tenía que estar allí. Todo lo que hacía era para asegurarme de que no tendría que volver a ese lugar, a ese examen, a esa presión.
Las chicas a mi alrededor me miraban con una mezcla de desconcierto y desdén. Seguramente llamaba la atención por mi aspecto. Pero eso no me importaba. Yo sabía que nada de eso importaba, porque mi mente solo estaba en un lugar: él. Nada de eso que estaba ocurriendo ahora tenía sentido comparado con lo que realmente quería. Yo solo quería irme de allí, y que Adam dejara de insistir en que pertenecía a un lugar como ese.
Finalmente, no pude más. Mi respiración se volvió aún más irregular, y el ataque de pánico me inundó por completo. Sentí que no podía respirar, que me desmayaría si me quedaba allí. Me levanté de golpe, sin pensarlo, y corrí fuera del aula. Ni siquiera miré hacia atrás. El pasillo, estrecho y solitario, me recibió, y me aferré a las paredes, tratando de recuperar el aliento, tratando de calmar mis nervios.
Un profesor apareció en el pasillo, con una expresión de preocupación. No pude verle muy bien, mis ojos estaban llenos de lágrimas que no quería dejar caer. Me miró con dulzura, como si intentara entender lo que estaba pasando.
—Está bien, señorita —dijo con voz suave—. Respira, por favor. Te entiendo, pero si vuelves al aula, podrás hacerlo. Solo tienes que respirar, tomarlo con calma. No estás sola aquí, podemos ayudarte.
Pero en ese momento, no quería que nadie me ayudara. No quería volver. Solo quería salir, escapar, y olvidarme de ese lugar. En mi cabeza, solo había espacio para una cosa: él. No había tiempo ni energía para más. Así que, con el corazón acelerado, no dije nada y me alejé del profesor, decidida a no regresar.
Salí del edificio y tomé un largo respiro, como si el aire fuera la única forma de sentirme viva en ese momento. Y supe, en ese instante, que no importaba cuántas veces me dijeran que debía estar allí, cuántas expectativas intentaran poner sobre mí. Nada de eso importaba. No importaba si Adam pensaba que esa escuela era lo mejor para mí. Yo sabía que él sería lo único que importaría en mi vida.
Y mientras las sombras de la Academia Oso desaparecían a mis espaldas, supe que pronto, en algún lugar, lo encontraría a él. Y sería él, solo él, el que me haría sentir que todo lo demás no importaba.

El examen para la Academia Nitto es mañana, y a pesar de lo que sucedió en la Academia Oso, sé que debo presentarme. No hay marcha atrás, menos que menos otra opción. Nitto puede ser menos prestigiosa que Oso, pero eso no importa. En mi mente, ya estoy un paso más cerca de él, de mi vida con él, de esa historia que sé que voy a vivir a su lado. Sé que este es solo el primer paso, pero siento que todo se mueve hacia algo más grande. Mañana solo será el primer paso.
El ambiente va a ser diferente, menos opresivo, posiblemente menos solemne que el de Oso. Pero la cantidad de gente será la misma, y soy consciente de ello. No puedo dejar que me venza. Necesito aprobar ese examen. No puedo permitirme otro ataque de pánico. No allí. No voy a dejar que la ansiedad me destruya nuevamente. Me preparé para esto, tanto como pude. Necesito estar bien, lo más relajada posible, para enfrentar lo que viene.
Mi mente se llena de pensamientos cuando llego a casa después del examen de la Academia Oso. Los drones están por todas partes, esperando ser descontrolados. Y yo, como siempre, me encargaré de eso. Tomo el control de los mandos, empiezo a moverlos por el patio, viendo cómo se desplazan en direcciones erráticas, cómo pierden el rumbo. Me encanta. Es lo único que sigue siendo capaz de calmarme en momentos como este. Cuando los drones empiezan a descontrolarse, a caer uno tras otro, siento una extraña sensación de poder. De control. Cada disparo que acierto me recuerda que soy yo quien manda, soy yo quien elige el destino de todo lo que me rodea. Esta vez no es solo por entretenimiento; es un grito hacia el mundo. No hay nada que me calme tanto como la destrucción de esos pequeños, pero imponentes enemigos.
Sigo destrozando drones uno tras otro, hasta que mis manos tiemblan y mi mente comienza a despejarse. La ansiedad que ha estado latiendo en mi pecho durante todo el día empieza a disminuir. Después de tanto caos, corriendo por la casa, saltando, girando, y descargando toda esa energía reprimida, me siento algo más tranquila, algo más en control de mi cuerpo. Cuando finalmente me meto en la bañera, el agua tibia me envuelve, y por fin puedo respirar de verdad. Me dejo llevar por la calma que me brinda el agua, el silencio, el momento de desconexión. En ese momento, en la quietud de la bañera, me siento más cerca de mi objetivo. Es como si el agua estuviera limpiando mis miedos, como si estuviera liberándome de todas las tensiones, preparándome para lo que está por venir.
Mañana será el primer paso para entrar en Nitto. Mañana, por fin, todo lo que he estado esperando durante tanto tiempo comenzará. Y cuando lo encuentre, cuando finalmente lo vea, voy a saber que este fue el comienzo de nuestra vida juntos.
La noche pasa rápido, pero el sueño llega cuando menos lo espero. Cierro los ojos, y mi mente se llena de él. En mi sueño, él está allí, junto a mí, tomándome de la mano. No dice nada, pero en su mirada hay todo lo que necesito saber. Me siento segura, completa, suya. Todo lo que necesito está a su lado.
El reloj suena temprano, y al abrir los ojos, siento que el día ha llegado. Es un nuevo comienzo. Un paso más hacia él.
Me levanto, sintiendo la determinación en cada movimiento. Me miro al espejo. No soy como las otras chicas, lo sé. No tengo uniforme de escuela, porque nunca he ido a una. El homeschooling ha sido todo lo que he conocido. Pero eso no me detendrá. Hoy me hago un esfuerzo, porque quiero verme bien, porque quiero sentir que, aunque no me parezco físicamente a las demás chicas, puedo encajar en este mundo.
Hoy, me pongo una camisa color rosa claro, algo ceñida, con alforjas, que creo que me queda bien. Me siento bien con ella. Es sencilla, pero elegante, y me da una sensación de confianza. Me pongo unos pantalones formales negros, que me quedan un poco holgados, pero me hacen sentir cómoda. No es mucho, pero es lo mejor que puedo hacer. Me esfuerzo por estar lo más cerca posible de lo que veo en los demás.
Luego, me hago un semirrecogido, algo sencillo, pero ordenado. Me miro al espejo, y aunque veo mis rasgos occidentales, algo en mí se siente... preparada.
Sé que no quiero estar en el top de este examen. No quiero ser la mejor, porque eso me hará destacar más de lo que quiero. No quiero llamar la atención. Así que, al igual que en el examen de Oso, decidiré responder mal algunas preguntas. Solo algunas, las más fáciles, para asegurarme de que el puntaje sea bueno, pero no perfecto. No quiero que me miren más de lo necesario. Solo quiero llegar a la meta, y esa meta es él. Nada más importa.
Al final del día, lo único que quiero es que todo esto me acerque más a él, a nuestra historia. Con eso en mente, salgo de mi habitación, lista para enfrentar lo que sea que el día me tenga preparado.