Kougami Shinya
Han pasado tres semanas desde el examen, estoy nervioso hace varios días, debido a la espera. Estoy sentado con mi madre, almorzando en la pequeña mesa de la cocina, cuando siento la vibración de mi terminal. Con una sensación extraña en el estómago, reviso la notificación. Es de la Academia Nitto.
—¿Qué pasa, Shinya? —me pregunta Tomoyo con una sonrisa curiosa, sabiendo ya de que se trata todo esto, pero también percibiendo mi nerviosismo.
Abro la notificación y, cuando la leo, mi corazón da un salto. "Resultados de examen de ingreso a la Academia Nitto."
Sin pensarlo mucho, toco el enlace y, al instante, se carga la página con los resultados. El nombre en la parte superior resalta como una señal brillante: Kougami Shinya, primer puesto. No puedo evitar sonreír, dejando que una pequeña sonrisa de satisfacción se forme en mi boca. Mis ojos se encuentran con los de Tomoyo, y veo ese brillo de orgullo en su mirada, un brillo que nunca había visto con tanta claridad. No puedo evitar sentirme un poco más efusivo de lo habitual. La noticia es buena, es mucho más de lo que esperaba.
—¡Lo lograste! —dice Tomoyo, casi sin poder contener la emoción—. ¡Eres el mejor, Shinya! Esto es producto de todo tu esfuerzo.
Me siento un poco más liviano. Una gran presión se me quita de encima. No solo gané la beca completa, sino que también seré yo quien dé el discurso de bienvenida a los nuevos estudiantes. El mejor del ingreso. No puedo evitar pensar que este logro es también para ella, para que vea que todo lo que hizo por mí valió la pena. Sé que ha luchado mucho para que yo esté aquí, y ahora puedo demostrarle que no la defraudaré.
—Gracias, mamá —le digo con una sonrisa sincera—. Esto es por ti.
A pesar de la alegría, algo en mi mente no puede dejar de pensar en esa chica, en Alice. Me pregunto si habrá pasado el examen también. Abro el listado de puntajes, deslizándome por la pantalla hasta llegar a la parte de los que se han quedado entre los primeros puestos. Y ahí está: Alice Carter, tercer lugar. Encontrarla no es difícil, después de todo, Alice no es un nombre común, no aquí.
Un nudo se forma en mi estómago. Alice ha pasado, pero no ha ganado una beca. Reviso el resto de la lista. Los puntajes son impresionantes, pero no hay certezas de que ella pueda pagar la colegiatura. La idea de que ella quizás no pueda asistir a Nitto me golpea en el pecho de una forma inesperada. Si no puede, entonces… ¿la volveré a ver? Una parte de mí no quiere que todo esto termine aquí.
El sonido de mi terminal me saca de mis pensamientos. Tomoyo sigue hablando con orgullo sobre mi logro, pero mi mente no puede dejar de girar sobre la pregunta de si Alice estará allí también, o si veré su nombre, tan cercano al mío, por última vez.
Esa noche, al regresar de la secundaria, todo el barrio ya está al tanto de mi éxito. Tomoyo no ha dejado de contarle a todos la noticia, desde la señora que vende flores hasta el hombre de la tienda de comestibles. Los vecinos nos felicitan, y eso me hace sentir como si estuviera en el centro del mundo, aunque todo lo que realmente quiero es que se me calme el corazón.
Cuando entro a la casa, noto que hay algo diferente en el aire. Es como si toda la casa estuviera impregnada de una energía especial. En la mesa, sobre un mantel blanco, hay una bandeja con frutas frescas, algo que jamás hemos tenido en casa, y mucho menos en una cantidad como esta. Mangos, peras, fresas, y hasta un par de duraznos, todos perfectos, jugosos, como si la propia naturaleza estuviera celebrando con nosotros.
—¡Felicidades, Shinya! —me dice Tomoyo, con los ojos brillando. Sus manos están temblando un poco mientras me señala la mesa—. Esto es un pequeño festejo para ti. Los precios de estas frutas son altos, pero lo valen. ¡Hoy celebramos tu triunfo!
Mi garganta se cierra por un momento. Es un gesto tan… sencillo, pero tan lleno de amor. Todo lo que ha hecho por mí. Este es su esfuerzo también. No solo el mío. Siento la calidez de su cariño, esa dedicación que siempre me ha dado sin esperar nada a cambio.
Me acerco a la mesa, y antes de probar la fruta, miro a Tomoyo.
—Gracias, mamá. Esto significa mucho para mí.
Es mucho más de lo que esperaba, mucho más que un simple reconocimiento.
Ginoza Nobuchika
La notificación llegó a mi terminal mientras estaba sentado en la sala. El silencio en la casa era casi absoluto, salvo por el leve crujido de las patas de Dime sobre el piso de madera. Mi corazón se aceleró al ver el mensaje. Era el momento de la verdad, y aunque una parte de mí estaba segura de que había hecho todo lo necesario, otra parte temía lo peor.
Abrí la notificación, y ahí estaba. Mi nombre. En segundo lugar.
Por un momento, no supe cómo reaccionar. Había conseguido la beca completa, pero no era el mejor de los ingresantes. Segundo. No importa cuántas veces lo leía, no lograba procesarlo. Mi mente se llenó de preguntas, de suposiciones. ¿Qué salió mal? ¿Qué había hecho mal? Sabía que mi desempeño había sido impecable, que había trabajado el triple que todos los demás, que no me había permitido flaquear ni un solo segundo. Pero no fue suficiente.
La frustración me invadió, un nudo apretado en el pecho que parecía crecer con cada segundo. Cerré los ojos e inhalé profundamente, pero no sirvió de nada. El nombre que estaba por encima del mío, Kougami Shinya, comenzó a grabarse en mi mente como un recordatorio constante de mi fracaso. No lo conocía, pero ya lo detestaba. Me imaginé su rostro lleno de satisfacción, recibiendo los aplausos, dando el discurso de bienvenida. Ese debería ser yo.
—Nobu, ¿todo bien? —La voz de mi abuela me sacó de mis pensamientos. Había estado observándome desde el umbral de la puerta, con esa expresión serena que siempre tenía, como si nada pudiera sorprenderla. Me miró con calma, aunque podía notar que estaba preocupada.
Levanté la vista hacia ella, intentando mantener la compostura. No quería que viera cuánto me afectaba esto, pero algo en mi rostro debía haber delatado lo que sentía. Se acercó y puso una mano en mi hombro.
—EL segundo lugar no está nada mal, ¿sabes? —dijo con una sonrisa cálida, como si eso pudiera arreglar todo—. Una beca completa, Nobu. Eso no es cualquier cosa. Estoy muy orgullosa de ti.
Sus palabras eran amables, pero no lograban calmarme. Para mí, el segundo lugar no era suficiente. No podía permitirme quedar por debajo de alguien más. No después de todo lo que había sacrificado, de todo lo que había hecho para llegar hasta aquí.
—Debería haber sido el primero, obaachan —dije finalmente, con la voz cargada de frustración—. Todo esto... todo mi esfuerzo. Si no hubiera sido por…
Me detuve antes de terminar la frase. Si no hubiera sido por la chica de la camisa rosada. No podía evitarlo. Mi mente volvía a ese momento en el aula, a cómo ella había captado mi atención de una forma que nunca había experimentado. Su presencia había sido una distracción constante, y aunque sabía que era ridículo culparla, no podía dejar de pensar que, si no hubiera estado allí, las cosas podrían haber sido distintas.
—Deja de castigarte, Nobu —dijo mi abuela, apretando ligeramente mi hombro—. A veces, incluso cuando hacemos todo bien, las cosas no salen como esperamos. Eso no significa que tu esfuerzo no valga. Mírame a mí, ¿quién más tiene un nieto con una beca completa en una academia como esa?
Solté un suspiro pesado y asentí. Su apoyo significaba mucho para mí, pero no lograba sacarme de encima esa sensación de fracaso. Finalmente, me levanté del sofá y tomé la correa de Dime, que estaba echado a un lado, con las orejas levantadas, esperando cualquier señal para salir.
—Voy a salir a caminar un rato con Dime —dije, tratando de sonar casual.
Ella asintió con una sonrisa comprensiva.
—Ve, te hará bien. Y recuerda, estoy muy orgullosa de ti, Nobu.
Salí con Dime al parque cercano, tratando de despejar mi mente. Él trotaba alegremente, como si no hubiera una sola preocupación en el mundo, y me pregunté por un momento cómo sería vivir con esa libertad, sin cargar el peso de tantas expectativas, de tantos recuerdos.
Pero no podía dejar de pensar en ella. En cómo su presencia me había descolocado durante el examen. Ella no tenía uniforme, no se parecía a nadie más, y aun así, había logrado captar mi atención de una forma que ningún otro lo había hecho. ¿Por qué? ¿Por qué había permitido que me afectara tanto? Cerré los ojos por un momento y sacudí la cabeza, como si eso pudiera borrar el recuerdo.
Esto no volverá a pasar. Me lo prometí a mí mismo mientras Dime tiraba de la correa, ansioso por seguir explorando. No podía permitirme otra distracción como esa. La próxima vez, estaría listo.
Alice Carter
Recibo los resultados del examen en mi terminal, y por un momento me quedo en silencio, mirando la pantalla, como si esperara que todo fuera una broma. Academia Oso: Rechazada. Como esperaba. ¡Obvio! Si respondí la mayoría de las preguntas mal a propósito, ni siquiera intenté hacerlo un poco bien. Y luego huí del lugar como una rata. No quería entrar ahí, nunca lo quise. Me hace gracia, de verdad. Ni siquiera el dinero de Adam pudo salvarme.
Pero luego miro el otro listado, el de la Academia Nitto. Tercer lugar. ¡Tercer lugar! Mi pulso se acelera, la emoción me invade y no puedo evitar sonreír. No soy la primera, claro, pero... ¡Nadie piensa en el tercer lugar! A nadie le importa, lo sé. Así que me dejo llevar, cierro los ojos y me dejo llevar por la sensación de haber hecho lo que quería. De haber pasado de largo todo lo que no me importaba y obtener exactamente lo que deseaba, sin esfuerzo, sin sacrificarme, sin la necesidad de ser la mejor. ¡Fui tan inteligente al hacerlo tan mal y aun así estar aquí! Empiezo a bailar en la silla, literalmente. No me importa que me vean, que piensen que estoy loca (aunque, para ser honesta, los únicos que podrían 'verme' son los drones, y no creo que ellos tengan capacidad de sacar ese tipo de conclusiones), porque esto... esto es perfecto.
Y claro, Kougami es el primero. Kougami Shinya. El chico del que no puedo dejar de pensar, el que siempre me hace sonrojar con solo pensar en él, quien seguramente está tan feliz de haberle dado tanto orgullo a su madre. Qué adorable. Supongo que está celebrando con Tomoyo, tal vez tomándose una foto con ella o abrazándola. ¡Qué lindo!
Suspirando, decido llamar a Adam para contarle cómo fue el examen. Tengo que informarle sobre esto, aunque no me gustará lo que Adam dirá sobre estos resultados. Como esperaba, se queja al instante. Me recuerda cuánto dinero le dio a la Academia Oso para una nueva biblioteca, que ni siquiera eso logró que me aceptaran. No puedo evitar sonreír por dentro. Si él supiera lo que realmente hice, seguro que explotaría. Pero no me importa.
—¿Ves? —le digo, con una sonrisa en la cara, mientras disimulo lo feliz que estoy de haberle demostrado que ni siquiera su dinero fue suficiente para cambiar mi destino—. No aceptaron mi solicitud, ¡y eso que les ayudaste tanto!
Adam suspira del otro lado de la línea, como si estuviera agotado solo de escucharme. Luego, me dice que pagará la colegiatura en Nitto, pero... que, el tercer lugar no es digno.
—Claro, tercer lugar no es digno —repito, irónica—. Pero sabes qué, Adam, ¡a mí no me importa!
Adam suspira, resignado y corta la llamada.
Me quedo mirando la pantalla, la sonrisa en mi rostro se va suavizando. Puedo sentir que algo está cambiando. Kougami... tal vez... solo tal vez, si lo veo, si él me ve... entonces algo podría pasar entre nosotros.
Kougami Shinya
Faltan solo unos días para la ceremonia de bienvenida en Nitto, y estoy sentado en mi escritorio, mirando la pantalla de mi terminal. El discurso. El discurso de bienvenida. Me han dado este honor por ser el mejor ingresante, y aunque el orgullo de mi madre me da fuerzas, también me pone nervioso. No puedo fallar. No puedo decepcionarla, no solo a ella, sino a todos los que han creído en mí durante estos años. La palabra "honor" retumba en mi cabeza, y por alguna razón, eso me pone aún más tenso. Este es el momento. Este es el momento para demostrar que todo lo que he trabajado, todas las horas, todo el sacrificio, tienen un propósito más grande. Soy parte de la élite ahora, y este discurso debe reflejar eso.
Pero mientras me esfuerzo por escribir unas palabras que sean lo suficientemente formales, lo suficientemente correctas, mi mente no deja de desviarse hacia algo, o más bien, hacia alguien. Alice.
¿Ella estará allí, en el auditorio? ¿Me estará mirando? Siento calor en mis mejillas al pensarlo, es que el simple hecho de imaginarla observándome me hace sentir nervioso. He estado practicando mi discurso frente al espejo, diciendo frases sobre responsabilidad, determinación, esfuerzo, pero en el fondo, hay algo en mi cabeza que no se calla. ¿Qué pensará Alice cuando me vea hablar? ¿Podré inspirarla a ser mejor? No quiero sonar como un cliché, no quiero que ella me vea como el típico chico perfecto y serio que todo lo tiene resuelto, quiero que ella vea en mí algo más. Quiero que vea la pasión detrás de mis palabras, quiero que sienta que estoy aquí para dar lo mejor de mí, no solo porque debo hacerlo, sino porque lo creo. Porque esto no es solo una beca, no es solo un honor, es una oportunidad para cambiar algo. Para marcar la diferencia. Para hacer algo grande, algo importante.
Mi mente vuelve a Alice. Me pregunto si entenderá, si sus ojos brillarán con mis palabras. Hay algo en ella que me atrapa, algo que no puedo explicar. No sé si es su sonrisa, su manera de observar el mundo de una manera que parece que no encaja, pero que al mismo tiempo parece tan firme... o tal vez es el hecho de que, a pesar de la fortaleza que parece tener, hay algo vulnerable en ella que me hace querer protegerla, o al menos... inspirarla. ¿Cómo puedo inspirarla si ni siquiera sé qué quiero decir?
¿Debería hablar de la importancia de la disciplina? ¿De la ética de trabajo? Sí, claro, despues de todo es lo que se espera de mí. "La excelencia es la clave para el éxito", lo he oído mil veces. Pero... no sé, siento que a veces esas palabras no son suficientes, que falta algo. Faltan las emociones reales, las que conmueven, las que te hacen actuar. ¿Qué tal si hablo de la importancia de encontrar un propósito en lo que haces, no solo para ti, sino para los demás? Algo que pueda resonar con Alice, que la haga pensar en su música, en sus sueños... algo que la haga sentir que puede ir más allá de lo que ella misma cree posible.
Quiero que vea lo que yo veo. Yo sé que puede lograrlo. Quiero que lo vea en mis ojos cuando hable. Quiero que, incluso en el silencio de mis palabras, sienta que cada uno de mis gestos tiene un significado detrás. Pero... también quiero que vea mi esfuerzo, mi lucha por ser más que el mejor estudiante, por ser alguien que verdaderamente entiende lo que significa luchar por un sueño, incluso si ese sueño no es el más fácil de conseguir. Quiero que ella sepa que no estoy aquí solo por haber trabajado duro, sino porque creo en el esfuerzo como el camino a la verdadera grandeza.
Entonces, decido. Voy a decirlo. Algo más allá de lo que todo el mundo espera. No solo quiero inspirar a mis compañeros, quiero inspirar a alguien en específico. Alguien que puede estar allá afuera, sentada en el auditorio, mirando... Alice. Para ti. Para todos, claro, pero para ti también. Que sientas que tu música, tu arte, todo lo que eres, es tan importante como lo que cualquiera de nosotros esté buscando aquí. Porque, al final, todos estamos buscando lo mismo: un propósito, algo que nos haga sentir que estamos en el lugar correcto, haciendo lo correcto.
Me siento más tranquilo ahora. Ya no me preocupa tanto el contenido del discurso, porque sé que lo que importa es lo que siento en este momento. Lo que quiero compartir. Lo que quiero que todos vean, especialmente ella.
El resto... ya vendrá.
Alice Carter
Hoy es el día. La ceremonia de bienvenida. Me miro al espejo en mi habitación, ajustando el uniforme con cuidado. Me siento rara llevándolo, como si no fuera mío. Es un símbolo de algo más grande, algo que empieza hoy. El uniforme me queda bien, pero no puedo evitar sentir que es un disfraz, algo que estoy usando para intentar encajar en un lugar donde sé que nunca perteneceré del todo.
Tomo un delineador y lo paso con cuidado por el borde de mis ojos. Es lo único que hago, nada más. No quiero llamar demasiado la atención, solo lo suficiente para sentirme un poco más segura. Me recojo el pelo en una media coleta, dejando que parte de mi cabello caiga sobre mis hombros. El resultado es... aceptable. No perfecto, pero suficiente para hoy. Me pongo la mochila al hombro y respiro hondo antes de salir. Es solo un día más. Nada más.
O tal vez no.
Antes de salir de casa, me aseguré de calmarme. Ya no puedo permitirme que mis sentimientos hacia Kougami me dominen. Pasé la noche disparándole a casi todos los drones de la casa, viendo cómo caían uno por uno, hasta que mi mente finalmente se despejó. Esos momentos de destrucción controlada siempre me ayudan a calmarme, a centrarme. Luego, me senté frente a mis instrumentos y toqué todo lo que pude hasta que, poco a poco, las cuerdas se rompieron. La guitarra, el violín... todos sufrieron mi intensidad, todos menos el piano, que sigue siendo el único que aguanta mi tormenta interna. A veces -siempre- soy demasiado intensa. Lo sé.
Cuando llego a la Academia Nitto, la sensación es abrumadora. Es tan grande. Los pasillos, los espacios, todo parece diseñado para que te sientas pequeño, insignificante. Llevo puesto el uniforme, al igual que todos los demas, pero no puedo evitar sentir que todo el mundo me está mirando. Lo sé. Lo siento en cada paso que doy. Camino con la cabeza alta, tratando de ignorar las miradas, pero no es fácil.
—¿Esa es Alice Carter? —escucho a alguien susurrar mientras paso.
—Sí, la tercera en los puntajes. —Otra voz se une al rumor.
—¿Tercera? Pero es extranjera. ¿Cómo lo logró? —alguien más comenta, con un tono que no sé si es de curiosidad o desprecio.
—Es la hija de Adam Carter. —Ese nombre resuena entre ellos como si fuera algo enorme, y probablemente lo es, para ellos.
—¿Adam Carter? ¿Ese Adam Carter? —Otra voz suena sorprendida.
—Claro, ¿no sabías? Es su hija. Seguro por eso está aquí. —El comentario me atraviesa como una aguja, pero mantengo mi compostura.
Camino rápido, tratando de alejarme de los murmullos, aunque sé que no puedo escapar de ellos. Ya sabían quién era incluso antes de verme. Los puntajes venían con fotos, claro, y mi rostro ya estaba grabado en sus mentes antes de que siquiera pisara este lugar.
Entro al auditorio y, como siempre, busco un lugar donde pasar desapercibida. Me siento en la última fila, lo más lejos posible del escenario. Desde aquí, no debería llamar mucho la atención. O eso espero.
Pero los murmullos continúan, como un eco persistente que no puedo apagar.
—Es extranjera, ¿no? Mira su cabello.
—Sí, y su piel. No parece japonesa.
—¿Qué estará haciendo aquí? Seguro es por su padre.
—Dicen que su familia donó una fortuna a la academia.
Siento un nudo en el estómago, pero no dejo que se note. Miro al frente, al escenario, esperando que todo empiece pronto. No importa lo que digan. Estoy aquí. Y eso es lo único que importa.
Kougami Shinya
Hoy es el gran día.
Tomoyo y yo llegamos temprano a la ceremonia, y aunque intento parecer tranquilo, mi corazón late con fuerza. Estoy algo nervioso, lo admito. Es un momento importante, no solo para mí, sino para mi madre. La veo con su mejor ropa, sosteniendo su bolso con las manos temblorosas, claramente emocionada. Este es el tipo de cosas que ella siempre soñó para mí, y ahora estoy aquí, en la Academia Nitto, dando el discurso de bienvenida como el mejor ingresante.
A medida que avanzamos por los pasillos hacia el auditorio, muchos alumnos se acercan a felicitarme. —¡Felicidades, Kougami!— dicen unos. —Es un logro increíble—, agregan otros. Pero hay algo más que parece ser el tema de moda entre todos. Alice Carter. La hija de Adam Carter.
Escucho fragmentos de sus conversaciones mientras caminamos.
—¿Viste que la hija de Adam Carter quedó tercera?
—¿Qué hace alguien como ella en Nitto? Esas familias no envian a sus hijos aquí.
—Es ridículo. Ni siquiera debería estar entre los primeros.
No puedo evitar que las palabras me lleguen. Alice Carter. Alice. Todo empieza a encajar en mi mente. Ahora entiendo su actitud durante el examen, su manera de vestir, de comportarse. Claro, es una heredera. Probablemente estudió en casa, muchas más horas que cualquiera de nosotros, con los mejores recursos a su disposición. No necesitaba la beca, ni siquiera necesitaba estar en el primer lugar. Ella fallo a propósito. Contestó cosas mal porque no quería destacar.
Al principio, esto me molesta. ¿Por qué alguien haría algo así? Es como si hubiera jugado con algo que para mí era una cuestión de vida o muerte. Pero luego, cuando lo pienso más detenidamente, me doy cuenta de algo: si Alice no hubiera hecho eso, si no hubiera decidido mantenerse en el tercer lugar, yo no estaría aquí. Yo no habría conseguido ser el primero. No habría ganado la beca, no habría tenido la oportunidad de darle esta alegría a Tomoyo.
De alguna forma, le debo esto a Alice.
Es extraño, pero no puedo evitar admirarla un poco por eso. Alice podría haber arrasado con todo, pero decidió no destacar. Por alguna razón que no entiendo del todo, eligió hacer menos de lo que podía. Es algo que no tiene sentido para mí, pero no puedo juzgarla por ello. Quizás incluso la regañaron en casa cuando sus notas llegaron. Los Carter no son del tipo de personas que estudia en Nitto; ellos estudian en internados exclusivos, escuelas donde el lujo está garantizado. ¿Por qué está aquí? ¿Qué busca?
Los comentarios de los demás me irritan. Hablan de Alice como si no mereciera el puesto que tiene, como si fuera un chiste que estuviera en el tercer lugar. Pero yo sé que no es así. Si Alice llegó allí, fue porque lo merecía, porque incluso con todo lo que decidió no mostrar, tiene más talento que la mayoría de nosotros.
Me pregunto cómo estará ahora. Me la imagino sentada en alguna parte del auditorio, lejos de los demás, tratando de pasar desapercibida. Tal vez su cabello está recogido en esa media coleta que llevaba el día del examen, o tal vez simplemente está escuchando en silencio, como si quisiera desaparecer en la multitud.
Pero yo sé que está aquí. Lo sé. Y este discurso también es para ella.
El auditorio está lleno. Puedo sentir el peso de todas las miradas sobre mí mientras me paro frente al micrófono. Mi corazón late con fuerza, pero cierro los ojos por un momento y respiro hondo. Puedo hacerlo. Este es mi momento.
—Buenos días a todos —comienzo, dejando que mi voz resuene en el espacio—. Hoy nos encontramos aquí, al inicio de algo que marcará nuestras vidas para siempre. Cada uno de nosotros ha llegado a este lugar por caminos distintos, pero con algo en común: el esfuerzo, la dedicación y las ganas de construir un futuro mejor.
Hago una pausa y miro al público. Sus rostros son expectantes, algunos curiosos, otros serios. Pienso en Alice. Sé que está aquí, aunque no puedo verla. Este discurso también es para ella.
—Ingresar a la Academia Nitto no es un logro menor. Todos nosotros hemos enfrentado desafíos para llegar aquí. Algunos hemos estudiado día y noche, otros han superado obstáculos que parecían imposibles. Pero lo importante no es cómo llegamos. Lo importante es lo que hacemos ahora que estamos aquí.
Mi voz se vuelve un poco más firme, y dejo que la emoción se infiltre en mis palabras. Quiero que todos sientan lo que yo siento. Quiero que ella lo sienta.
—Esta academia no es solo un lugar para aprender. Es un lugar donde construiremos nuestra identidad, donde descubriremos quiénes somos y quiénes queremos ser. Aquí no solo vamos a estudiar, vamos a aprender a enfrentar el mundo. Vamos a aprender a ser más fuertes, más sabios, y, sobre todo, más humanos.
Miro al frente, tratando de proyectar confianza, aunque sé que por dentro estoy nervioso. Pero eso no importa. Lo que importa es que estas palabras lleguen.
—Quiero que todos recordemos algo importante: no estamos solos. Cada uno de nosotros tiene un sueño, un objetivo que nos trajo aquí. Pero esos sueños no se construyen solos. Se construyen con el apoyo de los demás, con la inspiración que encontramos en las personas que nos rodean. Cada uno de ustedes tiene el potencial de ser una chispa que encienda el fuego de alguien más. No olviden eso.
Pienso en Tomoyo, en todo lo que ha hecho por mí. Pienso en Alice, en cómo intenta pasar desapercibida, pero tiene una fuerza que no puedo ignorar.
—Les pido que miren a su alrededor. Miren a las personas que están sentadas junto a ustedes. Tal vez ahora no lo sepan, pero entre estas paredes, encontrarán aliados, amigos, y tal vez incluso personas que cambiarán sus vidas para siempre. Porque esta institucion no es solo un lugar de aprendizaje, es un lugar donde creceremos juntos, donde enfrentaremos los desafíos juntos, y donde, al final, lograremos algo más grande de lo que podríamos imaginar por nosotros mismos.
El auditorio está en silencio, y sé que todos están escuchando. No sé si es por mis palabras o por el simple hecho de estar aquí, pero siento que les estoy llegando. Espero que le esté llegando a ella también.
—Hoy empieza un nuevo capítulo para todos nosotros. Este es el momento de dejar atrás nuestros miedos, de enfrentarnos a lo desconocido con valentía, de dar lo mejor de nosotros mismos, no solo por nosotros, sino por los que nos rodean. Porque el verdadero éxito no se mide por cuánto logramos solos, sino por cuánto logramos juntos.
Hago una pausa final, dejando que mis palabras floten en el aire antes de terminar.
—Bienvenidos a la Academia Nitto. Espero que estos años sean inolvidables para todos nosotros, y que juntos podamos escribir una historia que valga la pena recordar.
Los aplausos llenan el auditorio, y aunque trato de mantenerme firme, no puedo evitar sonreír un poco. He dicho lo que quería decir. He hablado desde el corazón. Y mientras miro hacia las gradas, sabiendo que Alice está ahí, siento que este día, de alguna forma, ha comenzado de la mejor manera posible. Este es solo el comienzo.
Cuando termino el discurso, me aparto del micrófono y comienzo a bajar del escenario. Los aplausos todavía resuenan en el auditorio, pero mi mente está en otro lugar. Estoy satisfecho, pero nervioso. ¿Habrá llegado mi mensaje? Mientras bajo los escalones, busco entre la multitud algún rastro de ella, de Alice, pero no logro verla. Tal vez está ahí, en algún rincón, tal vez no... Suspiro y dejo que la incertidumbre se quede en el aire.
Cuando llego al pie del escenario, siento un calor familiar envolviéndome. Tomoyo. Ella me abraza con fuerza, sin decir una palabra al principio. Sus manos tiemblan un poco, pero su abrazo es firme, lleno de amor y orgullo. Es el tipo de abrazo que solo ella puede dar, uno que hace que todo lo demás desaparezca por un momento.
—Lo hiciste, Shinya. —Su voz está cargada de emoción, casi quebrada. Puedo escuchar el orgullo en cada palabra, y eso me hace sonreír.
—Gracias, mamá. —Le devuelvo el abrazo, permitiéndome sentir ese momento, ese pequeño espacio de felicidad que tanto hemos esperado.
Cuando se separa, sus ojos están brillantes, y noto cómo trata de contener las lágrimas.
—Estoy tan orgullosa de ti —dice, colocando una mano en mi rostro—. No solo por ser el mejor, sino por cómo hablas, por cómo haces que todos te escuchen.
Miro a mi alrededor, los alumnos todavía murmurando, el auditorio empezando a llenarse de movimiento mientras se preparan para el siguiente evento. Pero en este instante, todo lo que importa es ella. Tomoyo.
—No podría haberlo hecho sin ti, mamá —respondo, con sinceridad, porque es la verdad. Este momento no sería posible sin su sacrificio, sin su esfuerzo.
Ella sonríe, con esa sonrisa cálida que me da fuerza incluso en los momentos más difíciles.
Y aunque mi mente todavía gira alrededor de muchas cosas —el futuro, la academia, Alice—, este instante es perfecto. Por ahora, esto es suficiente.
Ginoza Nobuchika
Cuando escucho el nombre Alice Carter, todo encaja de repente. La chica de la camisa rosada, la intrusa del examen. Ahora lo entiendo todo. ¿Cómo no iba a saber quién es? Cualquiera que no haya vivido dentro de una caja sabe quién es Alice Carter, la hija de Adam Carter, uno de los nombres más importantes y polémicos de la tecnología. Su apellido es una declaración, un peso que aplasta y una puerta que abre mundos al mismo tiempo. Pero lo que realmente me molesta es que ella estaba en el examen conmigo, jugando un papel que no encaja con alguien como ella.
La gente no para de hablar de ella. Los rumores se esparcen como el fuego. Algunos estudiantes me felicitan, con una sonrisa llena de satisfacción, como si hubiera logrado algo más que solo entrar a la Academia Nitto.
—¡Ginoza! —me dice uno de los chicos con quien hablé apenas ayer—. ¡Segundo lugar! Y dejando a la princesa Carter en el tercero. Eso es algo para recordar.
—Sí, hombre, le diste una lección —dice otro, riendo como si fuera un chiste privado—. Alguien como ella, aquí. Ni siquiera debería haberlo intentado.
No puedo negar que sus palabras suben un poco mi autoestima. Es como si, por un instante, el peso de lo que significa ser segundo se aliviara un poco. Pero no soy tonto. Sé que hay más detrás de todo esto.
Pienso en eso mientras camino hacia el auditorio, dejando atrás a los que siguen felicitándome. Aunque no puedo evitar sentir una pizca de satisfacción porque ella no ganó la beca, también sé que es justo. Alguien como Alice Carter no necesita una beca. Su familia probablemente podría comprar toda la academia si quisiera. Pero yo... yo no tengo ese lujo. Cada punto que obtuve en ese examen fue una lucha. Cada palabra que escribí fue para demostrar que no soy solo el hijo de un criminal latente. Nadie aquí lo sabe, claro, y prefiero que siga siendo así.
Encuentro un asiento cerca del escenario para ver el discurso del primer lugar. Kougami Shinya. Me han dicho que es brillante, que es el mejor por una razón. No lo conozco, pero ya siento esa punzada de frustración. Él está en el lugar que yo quería. Él dará el discurso que yo quería dar.
El auditorio se llena rápidamente, y pronto las luces se atenúan. Miro hacia el escenario mientras Kougami se acerca. Su presencia es tranquila, pero firme, como si estuviera completamente seguro de lo que va a decir. Bueno, veamos qué tiene para ofrecer.
Cuando Kougami sube al escenario, el auditorio se llena de un silencio expectante. Todos los ojos están puestos en él, y yo no soy la excepción. Aunque trato de mantenerme indiferente, no puedo evitar observarlo con atención. Este es el tipo que quedó primero. El que va a dar el discurso que debería haber sido mío.
Se para frente al micrófono con una calma que me desconcierta. No parece nervioso. Su postura es firme, su expresión tranquila, pero hay algo en sus ojos, algo que no puedo identificar. Cuando abre la boca y comienza a hablar, su voz es clara, resonante, llena de confianza.
Lo escucho, y aunque al principio quiero resistirme, sus palabras me golpean. Habla de esfuerzo, de dedicación, de encontrar un propósito en lo que hacemos. Y lo hace con una sinceridad que no esperaba. No parece estar recitando un discurso preparado para impresionar. Parece que realmente cree en lo que dice, que esas palabras salen de algo más profundo.
—Esta academia no es solo un lugar para aprender. Es un lugar donde construiremos nuestra identidad, donde descubriremos quiénes somos y quiénes queremos ser.
¿Identidad? ¿Quiénes somos? Por un momento, siento que esas palabras van dirigidas a mí. ¿Quién soy yo? ¿El segundo lugar? ¿El hijo de un criminal latente que intenta borrar las sombras de su pasado? ¿Alguien que está aquí para demostrarle algo al mundo, o simplemente a sí mismo?
Kougami continúa, su voz ganando fuerza a medida que avanza. Habla de no estar solos, de cómo los sueños no se construyen en aislamiento.
—Les pido que miren a su alrededor. Miren a las personas que están sentadas junto a ustedes. Tal vez ahora no lo sepan, pero entre estas paredes, encontrarán aliados, amigos, y tal vez incluso personas que cambiarán sus vidas para siempre.
Miro de reojo a los estudiantes que me rodean. Algunos parecen emocionados, otros simplemente escuchan en silencio. Pero yo no puedo evitar pensar en Alice. ¿Dónde está? ¿Está escuchando esto? ¿Qué pensará alguien como ella, que parece evitar cualquier tipo de conexión, que intenta pasar desapercibida incluso cuando su apellido brilla más que cualquier otro en esta sala?
¿Y qué pienso yo de todo esto? No lo sé. Una parte de mí está de acuerdo con lo que dice Kougami, pero otra parte se siente inquieta. ¿Realmente podemos confiar en los demás? ¿Realmente este lugar será lo que él describe? Para mí, siempre ha sido cuestión de esfuerzo individual, de demostrar mi valía por mí mismo. Pero... ¿y si tiene razón?
Cuando menciona que este es solo el comienzo, que cada uno de nosotros tiene el potencial de ser más de lo que somos ahora, siento que algo se remueve en mi interior. Suena como algo que quiero creer, aunque no sé si puedo.
—Hoy empieza un nuevo capítulo para todos nosotros. Este es el momento de dejar atrás nuestros miedos, de enfrentarnos a lo desconocido con valentía, de dar lo mejor de nosotros mismos, no solo por nosotros, sino por los que nos rodean.
Miedo. Kougami lo menciona como si fuera algo natural, algo que todos compartimos. Pero mi miedo no es como el de los demás. Mi miedo es que descubran quién soy realmente. Que descubran el peso que llevo conmigo cada día. Y, sin embargo, mientras lo escucho, no puedo evitar sentir que sus palabras me están invitando a dejarlo atrás, a empezar de nuevo.
Los aplausos llenan el auditorio cuando termina. Me quedo sentado, inmóvil, tratando de procesar lo que acabo de escuchar. Kougami Shinya. No puedo negar que tiene algo. Algo que va más allá de las palabras que ha dicho. Tiene una presencia, una seguridad que no esperaba.
Pero también sé que esto no es el final. Es solo el comienzo. Él lo dijo. Pues bien, para mí también lo es. Voy a demostrar que soy más que el segundo lugar. Que soy más que mi pasado. Esto no termina aquí.
Alice Carter
El discurso de Kougami me atrapa desde el primer momento. Su voz, tan clara y segura, parece llenar cada rincón del auditorio. Habla de esfuerzo, de dedicación, de encontrar aliados, de construir algo más grande que nosotros mismos. Sus palabras son tan diferentes de todo lo que he oído antes, que casi me cuesta creer que alguien pueda decir cosas así y creerlas de verdad. Pero él las cree. Lo sé.
Cierro los ojos por un momento y me dejo llevar por lo que dice. Habla de este lugar como si fuera un nuevo comienzo, como si aquí pudiéramos descubrir quiénes somos y quiénes queremos ser. ¿Quién soy yo? Esa pregunta me golpea con fuerza.
Hasta hace poco, mi mundo era la soledad de la mansión Carter, las paredes vacías, los drones que obedecían cada uno de mis caprichos, pero nunca llenaban el vacío que sentía. Mi vida era dispararles a máquinas sin alma, tocar música en un salón vacío y soñar con alguien que me sacara de esa prisión dorada. Y ahora estoy aquí.
Sus palabras despiertan algo en mí, algo que había estado dormido por tanto tiempo que ni siquiera recordaba que estaba ahí. Habla de valentía, de enfrentar lo desconocido, y por primera vez siento que tal vez, solo tal vez, puedo hacerlo. Tal vez este lugar pueda ser diferente. Tal vez aquí pueda encontrar algo más, algo que no tenía en la mansión. Tal vez aquí no estaré sola.
Kougami habla como si creyera en nosotros, como si realmente pensara que todos aquí podemos ser algo más, alguien mejor. Y mientras lo escucho, quiero creerle. Quiero que sea verdad. Quiero que esta sea la oportunidad que he estado esperando, el comienzo de algo nuevo.
Pero entonces los murmullos vuelven. Alice Carter. La hija de Adam Carter. Los siento a mi alrededor, como pequeñas agujas que se clavan en mi piel. No necesito escucharlos para saber qué están diciendo.
—¿Por qué está aquí?
—Debe ser por su padre, seguro que pagaron para que entrara.
—No parece japonesa, ¿no?
—Mira su piel, mira su cabello. ¿Qué hace en Nitto?
Respiro hondo, intentando no dejar que me afecte, pero no puedo evitarlo. Ya no quiero escuchar más. No hoy. Kougami está hablando de valentía, de enfrentar nuestros miedos, pero ahora mismo, lo único que quiero es escapar.
En cuanto termina el discurso y los aplausos llenan el auditorio, me levanto de mi asiento. Lo hago con cuidado, tratando de no llamar la atención, pero con suficiente prisa como para no quedarme un segundo más. Me escabullo por el pasillo, ignorando las miradas curiosas y los murmullos que parecen seguirme a donde quiera que vaya.
Salgo al aire libre, lejos del ruido, y por fin respiro. Miro el cielo por un momento, sintiendo cómo el viento acaricia mi rostro. No puedo evitar pensar en las palabras de Kougami. Tal vez este sea un nuevo comienzo. Tal vez aquí pueda encontrar algo más.
Por primera vez en mucho tiempo, siento un atisbo de esperanza. Quiero creer que tiene razón.
