Disclaimer: Parte de este capítulo es una tradución al español del Radio Drama Número 11 de Psycho Pass: 'Nuestro Encuentro', que esta completamente traducido al ingles (y fanfiction no me deja poner el link) pero no queria dejar de dar el crédito al usuario Creiz que fue quien lo tradujo, y por eso pueden estar leyendo esto en español porque, claramente no se japones.
Esta adaptado para que encaje con la esencia de mi historia, pero el core es el mismo, incluso los dialogos son los mismos, porque realmente ese momento es tan bueno que no podría haber modificado los diálogos
Alice Carter
El primer día de clases en la Academia Nitto llegó más rápido de lo que esperaba. Me levanté temprano, preparé mis cosas y salí al campus. El ambiente estaba lleno de expectativa, de nuevos comienzos, pero yo no podía evitar sentirme un poco fuera de lugar.
La primera clase era Educación Física, así que tuve que ni bien llegué a la academia tuve que ponerme el uniforme deportivo. Era sencillo, blanco con detalles en azul marino, pero me sentía algo incómoda al usarlo, en realidad es que nunca use ropa deportiva fuera de casa. En la clase, hicimos algunos ejercicios básicos de calentamiento y luego jugamos un par de partidos amistosos de voleibol. Me esforcé por participar, pero los deportes no son lo mío. Al terminar, como era de esperarse, todos fuimos a las duchas, y aunque intenté ir rápido, sentí las miradas de algunas compañeras, como si estuvieran analizando cada uno de mis movimientos.
Siguiente parada: Matemáticas.
Las materias teóricas de la mañana fueron... aburridas. Matemáticas, Ciencias Naturales, Lenguaje, todas eran cosas que ya sabía, cosas que había repasado tantas veces en casa que casi podía recitar las respuestas antes de que los profesores terminaran de formular las preguntas. Hice lo posible por no lucir arrogante, incluso fingiendo que necesitaba más tiempo para resolver problemas sencillos, pero, aun así, sentía las miradas de los demás. No soy tonta. Sé que me están juzgando en silencio. No porque noten mi fachada, sino por quien soy.
El almuerzo fue un desafío. Decidí sentarme sola, en una mesa apartada, pero eso no evitó que las miradas se clavaran en mí como miles de agujas. Algunos susurraban, otros se quedaban observando con descaro. La hija de Adam Carter. Podía imaginarme lo que pensaban: "¿Qué hace aquí?", "Seguro su padre pagó todo". Me concentré en mi comida, respirando hondo y recordándome que el suplicio pronto terminaría.
Y luego, por fin, llegó la tarde. Las tardes eran lo mejor… las materias específicas.
Cuando entré al aula de música, algo en mí se relajó. El espacio era austero, sin grandes adornos ni lujos, pero estaba lleno de instrumentos, suficientes para todos los estudiantes, que ciertamente, son reducidos en la rama de artes. Por primera vez en el día, sentí que podía ser yo misma, aunque solo fuera un poco. Con algo de suerte, incluso podría hacer algún amigo o amiga con mis mismos intereses.
El profesor llegó y después de una breve introducción, pidió que cada uno tocara algo para mostrar su nivel. Miró alrededor del aula y señaló directamente hacia mí.
—Alice Carter, ¿por qué no comienzas tú?
Me levanté con calma y caminé hacia el violín. Lo tomé, sintiendo su peso familiar, y respiré profundamente. Decidí tocar Czardas. Lo sabía de memoria, después de tantas veces que lo había practicado en la mansión. Cuando comencé a tocar, sentí cómo todo a mi alrededor se desvanecía. Solo estábamos el violín, la melodía y yo.
Cuando terminé, hubo un silencio absoluto en el aula, seguido por un aplauso del profesor.
—Excelente interpretación, Alice —dijo, con una sonrisa genuina—. Es un placer tenerte en esta clase.
Miré a los demás estudiantes. Los otros nueve estaban atónitos, como si no supieran qué decir. Algunos parecían impresionados, otros quizás un poco molestos. Bueno, al menos con esto se acabó la basura de que soy una acomodada por ser una Carter. Si voy a ser juzgada, prefiero que sea por mi música.
Los demás estudiantes tocaron después, pero sus interpretaciones eran bastante más simples, sin mucha técnica ni emoción. Intenté no parecer arrogante, pero la diferencia era evidente, y eso me hizo sentir incómoda.
Después de la clase de música, me cambié al uniforme de ballet que la academia había proporcionado. Era simple, pero funcional. Caminé hacia el salón de danza, donde nos esperaba la siguiente clase.
La danza fue una experiencia diferente. No era exactamente ballet, sino algo más básico, más enfocado en la expresión corporal. La coreografía que nos enseñaron era extremadamente simple, y aunque intenté seguirla sin problemas, tuve que fingir errores para no destacar demasiado. No quería que todos los ojos se fijaran en mí más de lo necesario, no después de la clase de música.
Al final de la clase, la profesora me pidió que me quedara un momento. Mi corazón dio un salto.
—Carter —dijo, con voz seria pero amable—, puedo reconocer a una bailarina cuando la veo y tú eres una.
Bajé la mirada, nerviosa, mientras ella continuaba.
—Sé que estás cometiendo errores a propósito, y entiendo por qué lo haces. Pero déjame decirte algo: el camino de un artista no es cometer errores para encajar. Es mostrar tu verdadero potencial, incluso si eso significa destacar. No quiero volver a ver esta conducta en mi clase.
Asentí lentamente, sintiendo cómo sus palabras me atravesaban. No era un regaño, no exactamente. Era algo más, un llamado a ser honesta conmigo misma. Salí del salón sintiéndome extrañamente ligera, pero también más expuesta que nunca. Quizás aquí no pueda seguir escondiéndome.
Ginoza Nobuchika
El primer día de clases en la Academia Nitto no había comenzado como esperaba. Cuando llegué al aula, las miradas ya estaban ahí, punzantes, inquisitivas. Al principio pensé que era normal, que aún me veían como el segundo lugar, el que había quedado justo debajo de Kougami, el que "derrotó" a Alice Carter, la princesa Carter. El héroe de los estudiantes comunes. Pero no pasó mucho tiempo antes de darme cuenta de que algo había cambiado.
Las miradas no eran las mismas que el día de la bienvenida. No había admiración ni respeto. Eran diferentes. Frías. Algunas llenas de desprecio, otras cargadas de una lástima que me resultaba aún más insoportable. Sentí un nudo en el estómago mientras me sentaba en mi pupitre, intentando ignorar las voces bajas que apenas se molestaban en ocultar lo que decían.
—¿Sabías que es hijo de un criminal latente?
—Sí, su padre trabaja como ejecutor en el Departamento de Seguridad Pública.
—¿Un ejecutor? ¿De verdad? Eso lo explica todo.
Un ejecutor. Las palabras me golpearon con fuerza. Hasta ahora no sabía nada de él, de Masaoka Tomomi, de lo que había sido de su vida después de que el sistema Sibyl lo condenara. No teníamos contacto desde que lo declararon criminal latente. Pero ahora, al parecer, todos sabían más de mi padre que yo mismo. Un ejecutor... Esa palabra resonaba en mi cabeza como un eco, cargada de un peso que apenas podía comprender. ¿Cómo era posible que un hombre que alguna vez fue un policía respetado, noble, hubiera caído tan bajo? Y peor aún, ¿cómo es que esa sombra ahora me seguía aquí, a este lugar donde supuestamente podía empezar de nuevo? ¿Cómo es que mis compañeros obtuvieron esa información?
Intenté concentrarme en las materias del día, en vez de los murmullos malintencionados. Comenzaron desde temas bastante básicos así que en realidad las clases tendían a ser monótonas. Hice todo lo posible por mantenerme enfocado, tomando notas y participando cuando era necesario, pero las miradas y los murmullos no desaparecían. Sentía como si una muralla me separara de los demás estudiantes, como si mi apellido, mi pasado, estuviera grabado en letras gigantes sobre mi cabeza.
Después de las materias generales, llegó lo que realmente me interesaba: Leyes. Esta era mi oportunidad de probar que yo pertenecía aquí, que no era solo "el hijo de un criminal latente". Entré al aula de Derecho, un espacio elegante pero austero, diseñado para inspirar seriedad. Me senté en la primera fila, listo para absorber cada palabra del profesor. Sabía que estas clases serían el pilar de mi carrera, el camino para demostrarle al mundo, y a mí mismo, que era más que mi apellido.
El profesor llegó, un hombre de voz firme y presencia imponente. Comenzó la clase con una introducción a los fundamentos del sistema legal bajo Sibyl. Sus palabras eran precisas, casi frías, y no pude evitar sentir fascinación mientras hablaba de cómo las leyes habían sido adaptadas para funcionar en un sistema gobernado por el psycho pass.
—El sistema Sibyl, aunque perfecto en muchos aspectos, no elimina la necesidad de entender las bases del derecho. La ley sigue siendo el marco que guía nuestras acciones, incluso cuando la probabilidad de cometer un delito se convierte en el criterio principal.
Pero no podía evitar que mi mente divagara. ¿Cuánto tiempo había pasado para que alguien aquí descubriera mi verdad? ¿Quién lo había dicho? ¿Cómo lo sabían? Pensaba que al menos tendría unos días para establecerme, para construir una barrera antes de que mi pasado me alcanzara. Pero ahora estaba claro que eso era un sueño ingenuo. Mi apellido, mi historia, ya eran conocidos, y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo.
Cuando la clase terminó, recogí mis cosas con calma, aunque por dentro estaba hecho un desastre. Salí al pasillo, evitando las miradas tanto como pude, pero los murmullos continuaban.
—Debe ser difícil para él. Imagínate ser hijo de un criminal.
—No sé cómo lo dejaron entrar aquí.
—Y pensar que algunos lo veían como un héroe por superar a Carter.
Quería gritar, quería decirles que no entendían nada, que no sabían lo que era cargar con esto todos los días. Pero no lo hice. Simplemente seguí caminando, con la cabeza en alto, aunque por dentro sentía que me desmoronaba. No les daré el gusto de verme caer.
Al salir de la última clase del día, el pasillo está lleno de murmullos. Es normal, todos están hablando de lo que pasó durante el primer día, de las primeras impresiones, los profesores, los horarios. Nadie habla conmigo porque la información sobre mi origen ya es vox populi, pero yo puedo escuchar sus murmullos. Hay un tema que sobresale por encima de los demás. Algo que todos parecen comentar con asombro y, en algunos casos, con un toque de incredulidad.
Alice Carter.
—¿Escuchaste lo que pasó en el aula de música del primer año? —pregunta una chica mientras pasa junto a mí.
—Sí, tocó Czardas. ¡De memoria! —responde otro estudiante, claramente impresionado.
—Dicen que no cometió ni un solo error, que sonó como si fuera una profesional.
—¿De verdad es tan buena?
—No, no solo buena. Parece que nació para eso.
Camino despacio, escuchando sin quererlo, mientras recojo fragmentos de esas conversaciones. Parece que, durante su clase de música, Carter dejó a todos boquiabiertos. Tocó el violín como si fuera una maestra, dicen, sin necesidad de mirar partituras. Lo hizo con tal precisión y pasión que los estudiantes de arte, incluso aquellos que se creen prodigios, ahora parecen simples aficionados comparados con ella.
Toco Czardas, según los rumores. Según dicen, una pieza complicada, vibrante, emocional. No es algo que cualquiera pueda tocar, y mucho menos sin error. Pero parece que Carter no es cualquiera, ¿verdad? Hija de Adam Carter, una heredera con acceso a los mejores tutores, instrumentos y recursos. Claro que alguien así toca como una profesional. Claro que dejaría a todos impresionados. Es lo que se espera de alguien como ella.
Pero hay algo que no encaja. Los artistas son... diferentes. Vulnerables. Sus emociones están tan a flor de piel que son presa fácil de cualquier desbalance, de cualquier cosa que pueda oscurecer su tono. El sistema Sibyl lo sabe. Por eso, los cupos para artistas en Nitto son tan limitados. No puedes llenar un lugar con alguien que posiblemente se pierda constantemente en sus emociones, que puede colapsar al menor estímulo. ¿Cómo es que Alice Carter no está colapsando, si toco tan apasionadamente?
No puedo evitar pensar en ello mientras camino por los pasillos abarrotados. Los artistas suelen ser los primeros en romperse, los primeros en sucumbir cuando la presión se vuelve insoportable. Y aquí está ella, recibiendo elogios por tocar como una profesional en su primer día. ¿Cómo lo hace?
—Dicen que parecía una verdadera profesional —escucho decir a alguien más.
—¿Cómo no lo sería? Es una Carter, seguramente ha practicado desde que era una niña.
—Sí, pero, aun así, esto es... algo más.
Algo más. Esas palabras se quedan en mi cabeza mientras salgo al aire libre. Algo más. Alice Carter no es solo una heredera con talento. Hay algo en ella que la mantiene firme, algo que le permite estar aquí sin colapsar, sin que su tono se nuble. Pero ¿qué es? ¿Cómo lo hace? ¿Cómo alguien como ella, que parece tenerlo todo, no sucumbe a la presión de ser perfecta?
O tal vez... ya lo hace. Pero lo oculta demasiado bien.
Kougami Shinya
El primer día de clases en la Academia Nitto comenzó con una carga de expectativas que sentía sobre mis hombros como un peso constante. El mejor ingresante. El del discurso de bienvenida. Parecía que todos estaban esperando algo extraordinario de mí, y esa presión era casi sofocante.
La mañana empezó con Matemáticas, Lenguaje y Ciencias. Intenté concentrarme, pero la verdad es que mi desempeño fue, en el mejor de los casos, mediocre. En Matemáticas, me costó seguir algunos problemas más complejos; en Lenguaje, apenas logré armar respuestas que hasta a mí me parecían demasiado simples, y en Ciencias… bueno, digamos que no fue mi mejor momento. No puedo evitar sentir que algunos compañeros me observaban más de lo necesario, como si estuvieran esperando que cada palabra que saliera de mi boca fuera brillante. Spoiler: no lo fue, ni de cerca.
A la hora del almuerzo, intenté relajarme. Tomé mi bandeja y busqué un lugar para sentarme, pero mi mente estaba en otra parte. Alice. Sabía que tenía que estar en algún lugar del comedor, pero, como esperaba, no había ni rastro de ella. Se escondió, de nuevo. Aunque no debería sorprenderme, una parte de mí se sintió frustrada. Después de todo, ¿cómo se supone que voy a acercarme a ella si siempre está desapareciendo?
Suspiré, intentando centrarme en la comida y en las conversaciones que flotaban a mi alrededor, pero mi mente seguía girando en torno a ella, o a la falta de ella. Si no fuera porque vi su nombre en la tabla de calificaciones (y escuche los murmullos de todo el mundo hablando de ella), a estas alturas no seria extraño pensar en que me encontré con un fantasma el día del examen de ingreso. Descarté esa idea de inmediato porque los fantasmas no se pueden sonrojar de la manera que ella lo hizo en la terraza.
Por suerte, la tarde fue diferente. La primera clase fue Filosofía, y ahí sentí que realmente podía respirar. Me encanta. Los debates que se plantearon en clase fueron interesantes, desafiantes incluso. Discutimos sobre el concepto de justicia en diferentes épocas y cómo se aplica bajo el sistema Sibyl. Me sumé al debate con entusiasmo, aportando mis ideas y escuchando las de los demás. Por primera vez en el día, sentí que estaba en mi elemento, que podía ser yo mismo.
Después vino Sociología. No fue tan mala como las materias de la mañana, pero tampoco fue mi mejor momento. Me defendí lo mejor que pude, aunque sentí que algunos conceptos me costaban un poco más. Pero eso estaba bien. Esta era una clase donde sabía que podía mejorar con el tiempo.
Los rumores sobre Alice y su interpretación de Czardas no dejan de resonar en los pasillos mientras camino hacia la salida. Cada conversación parece estar teñida de asombro, y por un momento, no puedo evitar sentirme parte de esa intriga colectiva.
—Dicen que ni siquiera miró la partitura.
—Tocó como si hubiera nacido con un violín en las manos.
—¡Pero es Alice Carter! ¿Qué esperabas?
Mi mente se queda atascada en una imagen que no puedo borrar: Alice, con ese aire reservado y tímido, parada frente a un aula llena de desconocidos, sosteniendo un violín y dejando a todos boquiabiertos con una interpretación que, según dicen, no tuvo ni un solo error. ¿Cómo? ¿Cómo esa chica que parecía querer desaparecer en el examen se animó a algo así?
Me cuesta imaginarla en ese escenario. La Alice que conocí ese día parecía alguien que preferiría hacerse un ovillo en su pupitre antes que exponerse de esa manera. Recuerdo cómo se sonrojaba, cómo evitaba las miradas, cómo salió corriendo del aula apenas terminó el examen. ¿Qué cambió para que ahora ella pudiera hacer algo tan valiente?
¿Fue valentía? ¿O tal vez la música es su refugio, su forma de ser ella misma sin importar lo que piensen los demás? La idea me intriga. Mientras más pienso en ella, más difícil se me hace encajar las piezas. Alice Carter no es lo que aparenta. Hay algo en ella, algo que me confunde y me fascina al mismo tiempo.
¿Y qué sintió mientras tocaba? Me pregunto si el violín fue una forma de liberarse, de decir todo lo que no puede decir con palabras. ¿O fue algo más simple? ¿Tal vez tocó porque sabe que es buena, porque quería demostrar que merece estar aquí? No lo sé, pero lo que sí sé es que tuvo que ser algo impresionante para generar este tipo de reacción en los demás.
Me imagino el aula. El silencio cuando Alice tomó el violín, los primeros acordes resonando en el aire, los rostros de sus compañeros cambiando de la sorpresa al asombro puro. Según lo que sé de música clásica (poco) Czardas no es una pieza cualquiera; es vibrante, apasionada, exigente. Si Alice la tocó con la perfección de la que todos hablan, entonces tuvo que haber puesto toda su alma en cada nota.
Esa chica tímida, que evitaba las miradas, que se escondía en los rincones… ¿Cómo encontró el coraje para pararse frente a todos y tocar como si el mundo no existiera? Esa imagen no encaja en lo absoluto con lo que vi de ella el día del examen. Hay algo en Alice que no entiendo, pero que quiero descubrir.
Por un momento, siento un pequeño nudo en el estómago. Habría pagado por ser espectador de eso. Verla tocar, escuchar esas notas, entender un poco más de quién es realmente.
Mientras los murmullos siguen a mi alrededor, una idea comienza a formarse en mi cabeza. Tal vez Alice no es tímida en realidad. Tal vez simplemente está esperando el momento adecuado para mostrarse al mundo. Y tal vez, solo tal vez, yo quiera estar ahí para verlo.
Ginoza Nobuchika
El día había terminado, y con eso creía que podría caminar tranquilo hacia la salida. Pero, como era de esperar, la paz no dura mucho para alguien como yo. Sentí esas miradas desde que entré a clase esta mañana, y ahora, esas mismas miradas habían escalado a palabras susurradas, y luego a algo mucho peor. Idiotas.
—¿Cómo puedes tener el tono tan claro siendo hijo de un criminal latente? —escuché que uno de ellos decía con desprecio, su voz goteando veneno.
Por supuesto. El rumor se había esparcido más rápido de lo que esperaba. No me sorprende que alguien lo usara como excusa para venir por mí. Lo que no entiendo es por qué tienen que ser tan obvios al respecto. Me rodearon, cinco de ellos, como si fueran dueños del lugar. Cada palabra era un intento más de romperme, pero no lo harían. No pueden.
—Tu padre es un ejecutor, ¿no? Un perro del sistema. Eso te convierte en…
No lo dejé terminar. Mi paciencia se había agotado. Le lancé un golpe al que estaba más cerca, directo al estómago, pero no llegue a tocarlo. Los otros cuatro me atacaron al unísono. Los golpes llovieron sobre mí, y aunque intenté defenderme, no podía con todos a la vez. Estaba acorralado, pero no me iba a dar por vencido sin luchar.
Entonces, una voz cortó el aire.
—¿Qué está pasando aquí? —Era firme, como si fuera una autoridad que nadie podía ignorar.
Levanté la mirada mientras intentaba recomponerme y vi a un chico acercándose con pasos decididos. ¿Quién diablos era ese? Su porte era tranquilo, pero había algo en él que parecía irradiar una confianza inquebrantable.
—Parece que están haciendo algo de lo que no puedo aprobar —dijo, cruzando los brazos.
Luego de decir eso, el dueño de la voz golpeó de repente a uno de mis atacantes.
Uno de los idiotas que me rodeaban lo miró con burla. —¿Y tú quién eres?
—Kougami, del departamento de Ciencias Sociales. —La respuesta fue simple, pero su tono hizo que hasta yo me detuviera un segundo.
Así es como se presentó. Yo no me consideraba débil a la hora de pelear, pero Kougami era incomparablemente bueno. Kougami dio un paso adelante y, en un movimiento fluido, derribó al primero con una patada certera. Fue como si estuviera hecho para esto. Cada uno de los otros siguió cayendo uno tras otro, y todo lo que pude hacer fue quedarme allí, viendo cómo este chico manejaba la situación con una eficiencia impresionante.
Cuando todo terminó, me sentí aliviado de que alguien más hubiera intervenido, aunque no lo mostraría. Me obligué a levantarme, pero mis piernas no respondieron del todo. Y entonces la vi.
Alice Carter.
Corría hacia mí, vestida con un atuendo de ballet que solo resaltaba lo diferente que era de todo lo demás en este lugar. Hermosa no empezaba a describirla. Me extendió una mano para ayudarme a levantarme, y por un momento me quedé paralizado.
—Gracias… —dije, sintiendo que mi voz no salía del todo bien.
Cuando me puse de pie, Kougami se acercó y me lanzó una mirada curiosa.
—¿Estas bien? — Preguntó Kougami, mientras observaba la situación.
—Tu coeficiente criminal subirá si sigues haciendo cosas como las que acabas de hacer — Dije, sin pensar demasiado.
Ahora que sabía quién era, me sentía especialmente molesto por ser salvado por alguien como él y no pude agradecerle sinceramente. Pero por lo visto Kougami no parecía alterado por mi actitud. De hecho, sonrió despreocupadamente. Carter estaba en un costado, observando la situación.
—No es como que los hubiera atacado con intención de matarlos. Estoy seguro de que Sibyl lo sabe. — Dijo, completamente despreocupado.
—¿Por qué eres tan fuerte y también mantienes tus notas tan altas? — Pregunté, intentando que mi asombro no se note demasiado
Kougami encogió los hombros. —Debe ser porque hago kick boxing y lucha libre—
No pude evitar preguntar: —¿Así que te dijeron que tienes aptitudes para ser un atleta? —
Él me miró directamente a los ojos, con una leve sonrisa. —No. Es más… como un pasatiempo, o algo así… —
Cada vez entendía menos a este tipo.
— ¿Pasatiempo? ¿Lo haces como un tipo de cuidado mental? — Pregunté, intentando darle algo de sentido a lo que estaba oyendo.
— No. Creo que lo hago porque es divertido hacerlo y entrenar mi cuerpo — dijo, de forma completamente despreocupada.
—Esta es la primera vez que escucho una razón como esa… ¿así que haces deporte como tu pasatiempo y no porque tu terapeuta te lo haya recomendado luego de controlar tu tono? — Pregunte, completamente incrédulo a estas alturas.
—No hay una razón concreta, en realidad. Lo hago porque lo encuentro divertido, eso es todo — dijo, rascándose la nuca y observando a Carter, que seguía allí, simplemente escuchando el intercambio.
— Kougami Shinya, realmente eres raro — Lo pensé en voz alta.
Pero él no le presto atención del todo a lo que dije.
—¿Conoces mi nombre? — preguntó, incrédulo.
—Por supuesto que conozco tu nombre eres el maldito número uno de nuestro año. Te odio— murmure entre dientes
—¿Dijiste algo? — Ah, Carter decidió abrir la boca. Parece que me escuchó, lo que me molesta al instante.
—No es nada. ¿Ustedes saben mi nombre? — Pregunté. Carter debería saberlo, ella quedo en el tercer lugar
— Bueno, recuerdo vagamente haberlo visto, pero… ¿Cómo era? ¿Gino… algo? ¿Creo? — Dijo Kougami. No sabía si se estaba burlando de mí o lo decía completamente en serio. Pero su cara indicaba que era en serio. Muy en serio.
— Ginoza Nobuchika. Asegúrense de recordarlo — Dije seriamente.
Me apoyé en la pared un momento, tratando de recomponerme. Todo esto parece surrealista. Hace apenas unos minutos, estaba rodeado por esos idiotas, y ahora aquí estoy, siendo rescatado, de todas las personas, por Alice Carter y Kougami Shinya. Pero ella no se molestó en presentarse ¿Se puede ser tan arrogante?
Alice saca un pañuelo de su bolsillo y, sin decir nada, se inclina hacia mí. Empieza a limpiarme la sangre del rostro con cuidado, como si no estuviera haciendo algo fuera de lo común. Pero no puedo dejar de observarla. ¿Qué está pasando aquí? La hija de Adam Carter, con su atuendo de ballet perfectamente ajustado, sin presentarse ni con Kougami ni conmigo, limpiándome la cara como si esto fuera lo más normal del mundo.
Mientras lo hace, murmura para sí misma, claramente molesta.
—Debería haberme metido también, a ayudar.
Casi me río ante el comentario, aunque me duele el rostro. Levanto una ceja, incrédulo, y le digo:
—No te imagino golpeando a nadie.
Ella detiene el pañuelo por un momento y me lanza una sonrisa sardónica.
—Es porque no me conoces lo suficiente. —Su tono es desafiante, pero no puedo evitar notar la diversión en su mirada.
Definitivamente no entiendo a esta chica.
Alice guarda el pañuelo y se recuesta en la pared, a mi lado, como si no tuviera prisa por ir a ningún sitio. Después de un momento, me mira directamente y dice
— Por cierto, mi nombre es Alice Carter, es un placer conocerte, Ginoza— dice, y por alguna razón, su voz hace que mi molestia desaparezca por un momento. Tal vez sí me gustaría conocerla lo suficiente.
—¿Tu tampoco sabías mí nombre? ¿Es que nadie revisa las listas de puntajes? —respondo, intentando ocultar mi frustración.
Pero Alice se ríe. Es una risa ligera, despreocupada, como si lo que acabo de decir no tuviera importancia alguna.
—No, la verdad no. Sabía que seguro pasaba el examen, así que ni me molesté. Igual respondí unas cuantas preguntas mal a propósito. —Lo dice con tanta naturalidad que casi me atraganto.
¿Respondió mal a propósito? Me quedo mirándola, incrédulo. ¿Quién hace algo así? Pero Alice parece completamente ajena a la magnitud de lo que acaba de decir.
—¿Por qué harías algo así? —pregunto finalmente, aunque no estoy seguro de querer escuchar la respuesta.
Ella se encoge de hombros, como si fuera obvio.
—No quería llamar la atención. El primer lugar es demasiado... ruidoso.
No sé si reír o gritar. Estoy aquí, siendo juzgado por mi apellido y mi pasado, mientras ella deliberadamente evita destacar, porque puede. Pero cuando la miro de nuevo, veo algo en su rostro, algo que parece decir que hay más en esa decisión de lo que está dispuesta a admitir.
Kougami Shinya
Mientras observo a Alice moverse, no puedo evitar quedarme absorto por un momento. Hay algo en la forma en que camina, con esa mezcla de elegancia y despreocupación, que me atrapa. El atuendo de ballet que lleva solo resalta lo diferente que es respecto todo lo que he visto hasta ahora. Es como si perteneciera a otro mundo, uno que no entiendo del todo pero que me llama demasiado la atención.
Cuando la escucho hablar con Ginoza, algo en sus palabras me hace sonreír.
— Igual respondí unas cuantas preguntas mal a propósito. — Dijo, completamente despreocupada acerca de la información que estaba dando.
No puedo contenerme más.
—Sabía que estabas fingiendo —digo, cruzando los brazos y apoyándome contra la pared, junto a ella —. Espero que sepas que eres una pésima actriz, lo que no es bueno, si eres de la rama de Artes —
Alice se gira hacia mí, sus ojos brillando con algo que parece ser una mezcla de diversión y desafío.
—No aprendí teatro todavía —responde con una sonrisa sardónica— Soy mejor rasgando cuerdas o bailando. —
Su respuesta me hace reír suavemente. Claro que lo es. Después de todo lo que he escuchado sobre su interpretación de Czardas y la forma en que se mueve como si ese atuendo fuera su segunda piel, no lo dudo ni por un segundo. Pero, aun así, hay algo que no encaja.
—Es raro que una Carter no quiera destacar —digo, dejando que la curiosidad se filtre en mi voz.
Alice se encoge de hombros como si no le importara mucho el peso de mi comentario.
—Si quisiera destacar, no habría venido a Nitto. —Su tono es casual, pero hay algo detrás de sus palabras, algo más profundo.
Entonces añade, como si no fuera gran cosa:
—Respondí todo el examen mal a propósito en la Academia Oso. No quería ir ahí. Así que mi padre no tuvo otra opción que aceptar que viniera a Nitto. Pero aquí tampoco quiero ser el primer lugar, nunca. No quiero que digan que es por mi apellido. Quiero ganarme el reconocimiento yo misma.
Sus palabras me golpean más de lo que esperaba. Hay una honestidad en su voz que no puedo ignorar, una fuerza que no había visto en ella antes. Alice Carter, la chica que intenta pasar desapercibida pero que claramente tiene un fuego interno que no puede ser apagado.
Por un momento, me quedo en silencio, mirándola. Creo que siento cosas por ella. Es raro admitirlo, incluso para mí mismo, porque apenas la conozco. Pero hay algo en ella, algo en la forma en que lucha por ser algo más que su apellido, que me atrae de una manera que no entiendo del todo.
—Eso tiene sentido —respondo finalmente, tratando de no dejar que mi voz traicione lo que estoy sintiendo—. Pero, Alice... creo que fingir no es lo tuyo. No pareces alguien que pueda ocultarse en las sombras por mucho tiempo.
Ella me mira, sus ojos fijos en los míos, como si estuviera evaluando cada palabra.
—Supongo que ya lo notaste, ¿no? —dice con una leve sonrisa, pero esta vez hay algo más suave en su tono.
Sí. Ya me di cuenta. Y aunque no lo diga en voz alta, también sé que quiero seguir descubriendo más sobre ella. Alice Carter es todo menos ordinaria. Y eso, más que nada, es lo que la hace imposible de ignorar.
Ginoza Nobuchika
Mientras estoy ahí, todavía procesando la situación, escucho lo que Alice dice sobre responder mal todo el examen de ingreso de otra academia, a propósito, y siento cómo cada palabra se clava en mí como una aguja.
¿Ganarse el reconocimiento? ¿Eso es lo que ella cree que está haciendo? La forma tan casual en que lo dice me molesta más de lo que quiero admitir. ¿Qué clase de persona tiene el lujo de jugar con algo tan importante como un examen de ingreso? Aquí estoy yo, con todo mi esfuerzo, mis noches de insomnio, mis años de estudiar el triple que cualquier otra persona, cargando con el peso de un apellido que preferiría no llevar, y ella… ella simplemente decide qué respuestas quiere dar para controlar su destino como si fuera un maldito juego.
—¿No quieres que digan que es por tu apellido? —digo finalmente, mi voz cargada de un sarcasmo apenas contenido—. Qué noble de tu parte.
Alice me mira, levantando una ceja, como si no entendiera por qué estoy tan molesto. Y eso solo lo empeora.
—No es tan fácil para todos, ¿sabes? —continúo, sin poder evitar que mi tono se endurezca—. Algunos de nosotros no tenemos la opción de responder mal a propósito en un examen o de elegir a dónde queremos ir.
Sé que estoy siendo duro, pero no puedo detenerme. Todo en su actitud, en la forma en que habla de esto, me hace hervir por dentro.
—¿Sabes lo que significa estar aquí para mí? —agrego, incapaz de contenerme—. No es un juego. No es una decisión casual. Es la única oportunidad que tengo de demostrar que no soy como mi padre, que no soy solo el hijo de un criminal latente.
Ella no dice nada al principio, y por un momento pienso que finalmente he logrado que entienda mi punto. Pero entonces, con una calma que me irrita aún más, responde:
—Y es por eso que deseo demostrar que no estoy aquí gracias a mi padre.
Esa respuesta. Esa maldita respuesta. Es tan simple, tan directa, pero me golpea de una manera que me deja sin palabras. Porque, en el fondo, sé que no está equivocada. Sé que lo que dice tiene sentido, pero eso no significa que me moleste menos.
Cierro los ojos por un momento, respirando profundamente para calmarme. No quiero que Kougami ni Alice vean cuánto me afecta esto. Pero lo hace. Me afecta porque, aunque no quiera admitirlo, hay algo de verdad en sus palabras. Porque sé que, al igual que yo, ella está luchando contra algo más grande que ella misma, incluso si nuestras luchas son completamente diferentes.
Cuando abro los ojos de nuevo, me obligo a mirar a Alice con algo más parecido a la neutralidad.
—Tienes suerte de poder elegir cómo te ven, Carter —digo finalmente, mi voz más controlada pero aún tensa—. Algunos de nosotros no tenemos ese lujo.
Cuando Alice finalmente me responde, su voz es firme, pero hay una vulnerabilidad que no esperaba.
—¿Crees que eres el único al que acosan? —dice, mirándome directamente, su ceño fruncido, su tono cargado de algo que parece ser una mezcla de frustración y cansancio—. Llevo tres días escuchando que soy extranjera, que soy rara y que soy fea porque no me veo como los demás.
¿Fea? ¿Ella? No puedo creer lo que acabo de escuchar, pero antes de que pueda decir algo, Alice sigue hablando.
—También dicen que mi padre aporto mucho dinero a la academia para que yo entrara, que no me lo gané, que soy medio tonta por quedar en tercer lugar. ¿Tienes idea de cómo se siente eso? ¿De escuchar todo eso una y otra vez, sin parar?
Me quedo en silencio. No sé qué decir. Alice Carter, la hija de Adam Carter, la chica que tocó Czardas como una profesional, que parece tener el mundo a sus pies, está aquí, diciéndome que también se siente fuera de lugar. Que no encaja.
—No eres el único que busca encajar, Ginoza —dice finalmente, su tono más suave pero igual de intenso—. ¿Crees que fue fácil para mí? Me teñí y me alisé el cabello para no destacar tanto, para que no sea tan obvio que no pertenezco aquí. Eso también es esfuerzo, ¿sabes?
La miro, tratando de procesar lo que acaba de decir. Alice Carter, esforzándose por encajar. La idea me resulta tan ajena que casi me parece absurda. Pero aquí está, diciéndomelo con una honestidad que no puedo ignorar.
—¿Teñiste y alisaste tu cabello… para encajar? —pregunto, todavía incrédulo.
Ella asiente, mirándome con una expresión que parece decir: "¿Por qué te sorprende tanto?"
¿Cómo puede alguien como ella considerarse fea? Es simplemente… ridículo. Alice tiene una presencia, una belleza que es difícil de ignorar, incluso con su actitud reservada y sus intentos de pasar desapercibida. Pero ahora, al escucharla hablar, me doy cuenta de algo: ella realmente lo cree.
Por un momento, no sé qué decir. Quiero responder, quiero decirle que está equivocada, que no tiene sentido que alguien como ella se sienta así. Pero las palabras no salen. En lugar de eso, simplemente la miro, tratando de entenderla, tratando de ver lo que ella ve cuando se mira en el espejo.
No puedo. No puedo entender cómo alguien tan… ella puede creer algo tan falso. Pero al mismo tiempo, no puedo ignorar el peso en su voz, la verdad de su experiencia. Tal vez, de alguna manera, estamos luchando la misma batalla, aunque venga de lugares completamente diferentes.
Finalmente, digo lo único que puedo:
—No deberías tener que cambiar quién eres para encajar.
Ella me mira, sus ojos mostrando una mezcla de sorpresa y algo más, algo que no logro identificar. Y por primera vez, siento que tal vez… solo tal vez, no estamos tan alejados como pensaba.
Kougami Shinya
Mientras escucho a Alice hablar, siento como si algo dentro de mí se removiera. Cada palabra que dice está cargada de una verdad que no esperaba, una verdad que parece dolerle más de lo que debería. Veo cómo Ginoza la observa, incrédulo, y sé exactamente lo que está pensando, porque estoy pensando lo mismo.
¿Cómo puede Alice llamarse fea a sí misma?
Es imposible ignorar la ironía de todo esto. Ahí está Ginoza, claramente tan sorprendido como yo, probablemente lidiando con el mismo pensamiento: Alice Carter, la chica que parece haber salido directo de un sueño, que tiene una presencia que nadie puede ignorar, realmente cree que no es bonita.
No puedo dejar de mirarla. Su cabello, aún con el alisado, parece moverse como si tuviera vida propia; sus ojos miel, tan expresivos, son un libro abierto para quien se atreva a leerlo. Y ese atuendo de ballet que lleva ahora solo realza todo lo que ya es, todo lo que la hace única. Es como si estuviera hecha para destacar, para ser el centro de atención, incluso cuando intenta desesperadamente ocultarse.
Y ahí está, diciéndonos que ha estado luchando para encajar, que ha cambiado su cabello, que ha soportado insultos y rumores, todo para sentirse un poco menos fuera de lugar. ¿Cómo puede alguien tan increíble pensar eso de sí misma?
No solo soy yo quien lo ve. Ginoza también lo ve. Lo noto en la forma en que la mira, en la incredulidad en su rostro. Los dos estamos viendo la misma realidad, y esa realidad es que Alice Carter está equivocada.
Pero, al mismo tiempo, entiendo lo que está diciendo. Entiendo ese peso, esa necesidad de encajar, de no destacar tanto que todo el mundo te mire como si fueras diferente. Lo entiendo porque yo también he sentido eso, porque Tomoyo también ha cargado conmigo, porque sé lo que significa querer demostrar algo más allá de tu apariencia o tu apellido.
Y ahora, mientras estoy aquí, viendo a Alice y Ginoza, algo se enciende en mí. Ambos están luchando contra algo que no deberían tener que enfrentar solos. No quiero que se sientan así, no más.
Miro a Ginoza, que sigue en silencio, claramente procesando todo lo que Alice acaba de decir. Luego miro a Alice, que sostiene su postura con firmeza, pero sus ojos la delatan. Está cansada, aunque intenta no mostrarlo.
A partir de hoy, voy a ayudarlos. A ambos.
No sé cómo lo haré, pero no voy a quedarme de brazos cruzados mientras dos personas que claramente tienen tanto que ofrecer se pierden en sus propios miedos e inseguridades. No más. Alice no debería tener que teñirse el cabello para sentirse aceptada. Ginoza no debería tener que luchar contra un pasado que no define quién es.
No voy a dejar que la injusticia gane. Si puedo hacer algo, aunque sea pequeño, para que el peso que cargan sea un poco más ligero, lo haré. Porque sé cómo se siente eso, y sé que nadie debería cargarlo solo.
Mientras los miro, me hago una promesa. Voy a ser el puente que los ayude a cruzar esto. No sé si ellos lo aceptarán, si siquiera lo notarán, pero no importa. Porque lo que importa es que ya no están solos. No mientras yo esté aquí.
