Mi vida sin μ's


Sinopsis: [AU] El camino a la escuela fue el mismo de siempre. El anuncio del cierre sorprendió a menores y a mayores. "La preparatoria Otonokizaka cerrará sus puertas a nuevos ingresos a partir del próximo año". El destino no favoreció el rescate de la antiquísima institución, aunque puede que si a cierta chica se le hubiera hecho tarde ese día todo hubiera cambiado

¿Qué es un sueño que nunca se soñó? ¿Qué es lo que sucedió en el cielo que nunca llenó el espacio para sus nueve nuevas estrellas? Y más importante, ¿qué fue de ellas?


Parte 2. Meriendas vespertinas


Capítulo 6: Antipasti


—Tu sonrisa, cuando te vi por primera vez a través de la ventana, fue tan mágica que me hizo sonreír a mí también. Cuando tu mami despertó unas horas después, ella también sonrió. Ese 22 de julio fue el día más feliz de nuestras vidas. Entonces decidimos que tu nombre simbolizaría la alegría que sentimos nosotros en ese momento. La alegría que seguimos sintiendo cada día por verte sonreír, Nico-ni —mi padre solía decir cada que le pedía que le contara la historia detrás de mi nombre. Me era inevitable seguir sonriendo cuando terminaba de contarla, aún después del primer centenar de veces para mi décimo cumpleaños.

Así que, en los dibujos de mi niñez, entre garabatos, trazos desproporcionados y muchos colores, yo siempre me había dibujado con una sonrisa, y de la mano de los dos. Los dos también sonreían, siempre. Mi niñez estuvo llena de sonrisas, dibujos, helados, canciones y cariño. Aunque viajaba seguido por su trabajo como agente de ventas, papá nunca dejaba de tener tiempo para nosotras. Cuando llegaba, cantaba conmigo una canción que él mismo había inventado para mí, y aunque a veces no quería, mamá terminaba uniéndose a nosotros mientras cantábamos alrededor de la casa.

Cuando nació mi amor por las idols cuando era pequeña, él igual se involucró en seguir a esas chicas sonrientes que me gustaban tanto. Me compraba los DVD's, me llevó a algunos conciertos, y en su auto, siempre había CD's con las canciones que más me gustaban. Él se las sabía al derecho y al revés, y me decía que cuando manejaba solo en carretera, las cantaba para motivarse, recordando la sonrisa que tenía cuando cantábamos juntos.

Y era por eso y muchas otras cosas más que papá era mi héroe. No tenía miedo. Él se aventuraba hacia los rincones oscuros a los que yo no quería acercarme en la noche. Él podía nadar en la piscina sin necesidad de usar flotadores. Él lograba hacer que las pequeñas gemelas dejaran de llorar cuando ni siquiera mamá lo conseguía. Él era invencible.

Y también por eso, la primera vez que pasó, ni siquiera pude preocuparme como debería haberme preocupado. Sus palabras amables fueron suficientes para calmar mi inocente corazón:

—¡Papi, papi! ¿Qué tienes? —le dije un día, retrocediendo hacia la banca en la que se había sentado. Me vio preocupada.

Era uno de esos raros días en los que él había pasado a recogerme en la escuela. Había regresado de un viaje largo de trabajo, y en el camino a casa me llevó al parque que estaba cruzando la calle de nuestro apartamento. Me había comprado un helado y había estado jugando a las atrapadas con él los últimos minutos.

Cuando dejé de verlo, me extrañé. Nunca había podido dejarlo atrás cuando jugábamos, y él estaba sentado, con el botón más alto de su camisa desabotonado, su cabello negro ligeramente despeinado, y una respiración agitada. Una de sus manos estaba a la altura de su corazón y parecía masajearlo con fuerza.

Sonrió ligeramente al ver que me acercaba.

—Sólo necesito un respiro, fuiste muy rápida esta vez—dijo, y me senté al lado de él sin poder ocultar que sí estaba preocupada—No te preocupes. Sonríe. Lo hiciste muy bien. —y me acarició la cabeza con cariño, usando su otra mano.

Y sonreí olvidando la preocupación que había tenido unos instantes atrás. Y él sonrió igual. Y todo estaba bien. Regresamos a casa con él tomándome de la mano, yo terminando mi helado y mamá regañándonos cuando llegamos por haber comido el postre antes de tiempo. El enojo, sin embargo, se le pasó rápido, porque papá acababa de volver de un viaje de varios días, y a ella igual le gustaba tanto como a mí que volviera.

Mamá se dedicaba al hogar, y desde poco después de mi décimo cumpleaños, a las gemelas también. Cocoro y Cocoa. Yo, a punto de salir de la primaria, era la niña más feliz del universo, y toda mi familia parecía armonizada por, lo que mi madre decía, era la "sonrisa número uno del universo". Aunque me comenzaba a dar un poco de vergüenza, papá seguía cantando "Nico Nico Ni" cada que regresaba de sus viajes, y con sus mimos y risas llenaba de alegría la casa. Aunque decía que mi sonrisa era mágica, su presencia contagiaba alegría. Sus llegadas normalmente involucraban salsas de tomate, quesos y aderezos, que transformaba junto con mamá en las maravillas de la gastronomía italiana que tanto me gustaban. Cuando él llegaba, olía a hogar.

Y en ese hogar, nunca pareció que algo anduviera mal realmente. Seguíamos yendo al parque cuando regresaba de sus viajes, seguía hablando con el mismo ánimo de siempre, seguía cantando "Nico Nico Ni" y, a veces, traía alguno que otro DVD exclusivo de la zona que hubiera ido a visitar. Cuando se manifestaba su enfermedad, sólo "necesitaba un respiro". Pero en sus últimos tres años, cada vez necesitaba respiros más frecuentemente.

A todos nos tomó por sorpresa que regresara tan pronto de ese último viaje de trabajo. Se había ido un domingo después de arroparnos, y regresó el martes mientras mamá, las pequeñas gemelas y yo estábamos cenando. Pero ya no pasó a casa. De hecho, ni siquiera vimos su auto hasta después del entierro. Su jefe lo había traído en ambulancia desde Nagoya, todavía consciente, y él, por no preocupar a mamá, que tenía ya siete meses de embarazo encima, le había pedido no avisarle.

Mamá no se enteró hasta que papá se encontraba ya en terapia intensiva en uno de los mejores hospitales de Tokio. En secreto, llevaba ya varios años en espera de un donante milagroso que nunca llegó, y con un corazón al que cada vez se le daba peor eso de "acelerar", el verdadero milagro había sido que aguantara tantos años antes de perder por completo "su combustible".

Todo cambió después de eso. Papá era un gran agente de ventas en el sector de los bienes raíces, y su compañía le había cedido el lujoso apartamento en el centro de Tokio en el que vivíamos, pero sin un ingreso, y tres hijas y un cuarto a punto de nacer, mamá no podía sostener a nuestra familia con los ahorros que teníamos.

Mamá cambió también. Ya casi no sonreía, y aunque después de aliviar se había apresurado a conseguir un trabajo como contadora en un despacho, no era suficiente para mantener el nivel de vida que teníamos. En menos de un año, nos mudamos a un departamento más pequeño y en una zona menos favorecida, que mamá pudo comprar a un precio muy justo con ayuda de los jefes de papá, que lo apreciaban mucho. Yo también cambié de escuela, y mis ahora tres hermanitos entraron a una guardería que estaba cerca de la nueva secundaria en la que yo estudiaba.

Me enfrenté a un cambio radical. Esos primeros años, el peso de mis hermanos había caído completamente sobre mí. Yo los dejaba en la guardería en las mañanas, yo los recogía en las tardes, yo cocinaba, yo los cuidaba. Había tenido que crecer muy rápido. Y con los niños bajo mi cuidado, yo no podía dejar de sonreír. Ellos necesitaban de una sonrisa de la cual contagiarse.

No había sido fácil. Antes de lo de papá, yo había sido una niña muy consentida. Apenas y sabía cocinar más allá de las recetas italianas que preparaba con paapá, estaba acostumbrada a recibir mimos en vez de darlos, y definitivamente no estaba acostumbrada a recibir las miradas juiciosas que en la calle me regalaban los peatones al verme caminar con dos niñas y cargando a un bebé. Mis calificaciones bajaron, dejé de entender matemáticas y todo parecía volverse una espiral de desastre. En casa se volvía más difícil contagiar la alegría.

Pero yo no podía dejar de sonreír. En los momentos de desesperación, cantaba el "Nico Nico Ni" de papá a los niños. Veía con ellos los DVD's de idols que había recibido de papá y las niñas intentaban copiar las coreografías sin éxito mientras yo intentaba, fracasando igual, mantener el aura de hogar que papá con tanta facilidad nos traía.

Mamá nunca lo hizo difícil en lo práctico. Cuando llegaba de trabajar en las noches, con un fuerte aroma a café y tabaco y presumiendo con lástima unas ojeras que apagaban el brillo carmesí de sus ojos, arropaba a los niños, me ayudaba a cocinar lo del día siguiente y me daba dinero para poder hacer las compras. No sonreía mucho, y a veces lloraba, pero ella hacía lo que podía para que sobrelleváramos nuestro predicamento sufriendo lo menos posible.

—Qué buena hija eres Nico —me decía a veces mientras me arropaba, a mí también —Perdóname por no poder ser una mejor mamá también. No deberías estar viviendo esto. Tú deberías ser feliz, disfrutar de tu secundaria, disfrutar a tus hermanitos y tenernos a los dos juntos, viéndote crecer y siendo feliz.

Y yo le sonreía. Ella lo necesitaba. Y yo también necesitaba contagiarle, aunque fuera una minúscula sonrisa. Los primeros dos años fueron los más difíciles.

Irónicamente, yo había dejado de crecer casi por completo desde lo de papá. Físicamente, incluso ahora, era muy parecida a cuando comencé la secundaria. En vez de crecer, lo único que disminuía en tamaño era mi sonrisa, que perdía la fuerza para contagiar a los demás.

Afortunadamente, las cosas cambiaron para mejor en mi último año de la secundaria. Con la experiencia que había adquirido, había empezado a trabajar como contadora particular para negocios pequeños y, con un horario más flexible, ella comenzó a hacerse cargo de algunas cosas de los niños, como ir por ellos a la guardería y recogerlos, y cocinar algunos días de la semana. Las sonrisas no eran las mismas de antes para nosotras dos, pero los niños, ahora que tenían a su mamá y a su hermana, parecían no notar que hacía falta quien había inventado el "Nico Nico Ni" que les gustaba tanto ir cantando por todo el edificio.

Las dificultades económicas no desaparecieron de la noche a la mañana, pero mamá recuperó vida poco a poco, mis cargas se aligeraron y los regalos de cumpleaños volvieron a la mesa. Y aunque no tuve el descaro de pedir ir a UTX como había deseado, principalmente por el alto costo de la matrícula, Otonokizaka había sido una opción aceptable, que no quedaba tan lejos de casa y que me permitía volver a comer con mamá y con los niños siempre que quisiera.

Sin embargo, algunos daños permanentes quedaron de los años oscuros, como el increíble rezago con el que llegué a la preparatoria en matemáticas, mi incapacidad de expresarme correctamente y una profunda falta de amigos de mi edad. Hacerme cargo de tres pequeños me había dejado aislada, y en la preparatoria se sintió el golpe más fuerte de lo que esperaba. Seguramente, si mamá no hubiera podido conseguir ese otro empleo, yo habría desertado antes de terminar mi primer año.

Y en ese primer año de preparatoria, como un parche mágico para resolver los problemas que había acarreado, apareció una chica de ojos color ámbar y largas trenzas color azabache. Su voz nasal me había parecido molesta la primera vez que me había hablado para regalarme dos hojas del enorme cuaderno que siempre traía bajo el brazo, pero su insistencia en hablar conmigo, los intrigantes dibujos con los que acompañaba sus apuntes de clase y su increíble habilidad para entender las matemáticas me iban acercando a ella poco a poco, aunque fuera sólo para copiar alguna de las anotaciones que hacía mientras parecía entender mejor que todas las clases.

En un desastroso primer examen de matemáticas, aprendí el nombre de mi curiosa benefactora: Akemi Fujibayashi.

—Con ese apellido tan largo no puedes esperar que no te diga Akemi —le dije sonriéndole mientras ella lloraba fuera del salón. Mientras la consolé, su llanto se convirtió en una pequeña sonrisa, y fue la sonrisa de Akemi la que me motivó todo ese primer año.

Mi primera colaboradora era una chica rara. Quien la viera ahora no tendría que mirar varias veces para reconocer a la chica que era cuando comenzamos la preparatoria. Era tan ingenua que no entendía cómo podía estar en la preparatoria, con mucha diferencia la persona más boba que había conocido. Eso ya de por sí me parecía imposible, porque pensaba que ese título me pertenecía indiscutiblemente a mí. Su forma de entender el mundo, sin embargo, no dejaba de maravillarme. Todos los números que hasta a las más brillantes de nosotras hacían batallar, para ella eran claras como el agua. Con Akemi al lado, era imposible tener dudas. Su enorme cuaderno, de cientos de hojas, engargolado a mano y con un espiral enorme, estaba lleno hasta el último milímetro de cada hoja, con algunas anotaciones en los costados, pensamientos que trascendían el alcance de nuestras clases, y dibujos preciosamente detallados. Aunque en un principio pensé que ya no me interesaba tener amigas, que era demasiado madura para buscar tener amigas, la simpatía de la niña de ojos ámbar me hizo sentir joven de nuevo.

Aunque la chica era infantil, hacer sonreír a Akemi no era lo mismo que hacer sonreír a mis hermanos. Sentía que, a diferencia de iluminar para mis hermanos un hogar oscuro, con Akemi podía transmitir la alegría a alguien que a cambio me podía hacer feliz a mí también. Fuera de la escuela, mi única forma de contactarme con ella era por el teléfono de su casa, que había anotado en una de las hojas de su cuaderno que me había regalado durante las primeras semanas que habíamos conversado.

Y aunque la idea del Club de Investigación Idol fue mía desde el comienzo, fue motivada por los CD's que le llevaba a Akemi para que los escuchara en el auto rumbo a casa y pudiéramos hablar, en palabras mías, "el mismo idioma". A diferencia de básicamente todas las chicas en Otonokizaka, a Akemi todos los días la pasaba a buscar su mamá en un modesto auto rojo, así que nunca caminé a casa con ella. Pero cuando comenzó a mostrar interés en las idols y a seguir por su cuenta a varias de ellas, sugerí que formáramos un club para compartir nuestra pasión con otras chicas en la escuela y, quizá, intentar formar nuestro propio grupo. Ahora que lo pienso, era una ilusión boba e infantil, pero combinaba con la forma de ser de nosotras en ese primer año.

Cuando surgió la idea, otras tres chicas de primer año, Saya, Mutsu y Kyoko, además de una senpai de segundo año, Kokono, se nos unieron para ir a registrarnos ante el consejo estudiantil. Aunque lo normal hubiera sido que la mayor de nosotras fuera la presidenta, yo no permití que Kokono se registrara con ese título, porque la idea había sido mía. Aunque hubo un poco de reticencia, al final se conformó con ser la vicepresidenta del club y una administración del consejo estudiantil que justamente, por primera vez, tenía a una presidenta de primer año, fue la que nos permitió establecer nuestro club.

Akemi también había tenido que ver, claro. Yo ya había coincidido un par de veces con la enigmática vicepresidenta del consejo, pero la verdadera sorpresa de ese año fue que la presidencia la tomara una chica de primer año con una diferencia brutal. Ayase era una persona fríamente perfecta, pero cuando aprobó nuestro club, respetó enormemente la extravagancia de su más cercana rival. A mi parecer, Akemi era la más inteligente de nuestro año académicamente hablando, pero, aunque sus notas en su mayoría lo reflejaban, no se podían comparar a la rígida perfección de Eli Ayase, que parecía no fallar nunca.

Nozomi, la omnisciente vicepresidenta del consejo, igualmente abogó por nosotras cuando presentamos la solicitud, y, aprovechando que en este mismo año ya se había dado un fenómeno en el que se ignoraba la antigüedad de las estudiantes, yo quedé como presidenta sin mayores inconvenientes.

Cuando se realizó todo el papeleo, se nos asignó un salón para nuestro club cerca de las escaleras del primer piso del edificio académico, y aunque no era comparable con el tamaño de los salones de los clubes más prominentes, fue suficiente para ponerme manos a la obra y decorar de inmediato un espacio repleto de DVD's, CD's y mercancía que había acumulado durante mi niñez de los múltiples regalos de papá. La joya de la estantería era, sin embargo, una serie de DVD's exclusivos que mamá había comprado en mi cumpleaños con muchísimo trabajo y ahorro anticipado. Realmente yo igual había reservado con mis ahorros un par de copias más que tenía en casa. Una de ellas estaba sellada y tenía un gran valor para mi colección personal, y la otra estaba ya abierta y era para que los niños pudieran verla en la televisión, pero la de mamá tenía un valor sentimental mayor.

Mamá sonrió mucho cuando vio que yo llevaba cada día más y más cosas a la escuela. Decía que mi habitación se sentía más espaciosa sin todo el tiradero, pero también le alegraba ver que tenía ánimos para ir a la escuela de nuevo. Y para mí, el club era mi oportunidad de conseguir lo mismo que había logrado en Akemi con muchas más personas. Era la oportunidad de contagiar sonrisas y llevar alegría a todas las chicas de Otonokizaka, y, en mi mente ingenua, de ahí continuar en todo Tokio, todo Japón, todo el mundo y luego cada rincón del universo. Las idols eran la forma de cumplir mi sueño, y el sueño de papá vivía con eso.

Por eso, el club era algo serio, y yo lo traté como tal desde el primer momento. Entre las cosas de mi colección, les mostré a todas las chicas un plan de entrenamiento que había recuperado del material promocional de un grupo de idols profesionales en Osaka. Akemi lo rediseñó ese mismo día para que fuera algo simple que pudiéramos realizar en la escuela y apenas un par de semanas después arreglamos toda la logística para poder comenzar a entrenar. Como mamá tenía un horario más flexible, yo podía darme el lujo de regresar más tarde a casa, así que programé el horario de nuestros entrenamientos todos los días menos los miércoles, tres horas después del horario de clase. Nos ejercitaríamos primero una hora y media en la azotea que siempre estaba vacía. Luego, aprovechando que el club de atletismo ya terminaba con sus actividades, correríamos en la pista, y terminaríamos practicando canto una hora en la sala del club, aprovechando que ya sería bastante tarde y no molestaríamos a nadie. El entrenamiento era maravilloso y era seguro que íbamos a tener éxito muy pronto.

Cada día que regresaba a casa, mis aventuras en el club eran el cuento para dormir favorito de Cocoa, Cocoro y Cotaro. Ellos decían que "Nico-ni" era la idol número uno del universo, y yo sonreía mientras les platicaba emocionada del día en el que debutaríamos. Aunque todavía no me presentaba ni siquiera por primera vez, yo me sentía emocionada de que tenía ya a mis primeros fans, listos para aplaudir y sonreír al verme.

Y entonces comenzaron los problemas. Kokono no estaba conforme con la decisión de que yo fuera el centro del grupo. Sostenía que ya bastante había sido declinar la presidencia siendo que ella era la senpai. Decía que presentarse así sería humillante para ella, y, con una actitud terca de mi parte también, no pudimos mediar el conflicto ni cuando lleve frittata para todas al día siguiente. Kokono abandonó el club menos de un mes después de que comenzamos a practicar, y entonces, nuestro club estuvo conformado exclusivamente por chicas de primer año. A mí, en silencio, me pareció lo mejor. No era tan buena bailarina, su voz la peor de todas entre nosotras, y su actitud dejaba muchísimo que desear. Parecía haber sido motivada más por el deseo de liderar algo simplemente por ser mayor que nosotras que por la pasión de hacer sonreír a los demás. Eso no me parecía adecuado para alguien que se convertiría en idol, así que en cuánto ella metió su renuncia al club, se fue sin que nadie se opusiera. Las demás chicas estuvieron de acuerdo conmigo.

El vacío que dejó Kokono no cambió para nada mi opinión del rigor que debía tener nuestro nuestro club. Perder a una bailarina de apoyo no era tan grave, y nos podíamos arreglar mejor siendo todas del mismo año. Las otras chicas, aunque a veces faltaban a los entrenamientos por "compromisos personales" hacían un mejor trabajo, y eran bailarinas de apoyo lo suficientemente buenas. Akemi, que nunca faltaba a ningún entrenamiento, parecía más que dispuesta a seguir esforzándose, incluso cuando tropezaba cuando intentábamos bailar, terminaba los entrenamientos jadeando y al borde de vomitar, y tenía una voz nasal bastante difícil de entrenar.

Después de Kokono, Nadie más puso resistencia a que yo fuera el centro, y de hecho todas parecían apoyar esa decisión. Les contaba a mis hermanitos de la maravillosa Nico-ni y sus cuatro bailarinas de apoyo sin excepción cada que regresábamos de entrenar, y les llevé videos un par de veces de nuestros entrenamientos. Aunque aún no había vestuarios bonitos y luces brillantes en el escenario, para ellos yo era una artista mundialmente reconocida, y no pasaron muchos días antes de que mamá tuviera que convertir el vídeo de la cámara en un DVD que pudieran poner en la televisión. Sin embargo, la alegría sólo nos duró un par de meses más, pues no todo iba tan viento en popa como yo creía, ni estábamos tan unidas como yo pensaba.

Con Kokono fuera, Akemi había tomado el rol como vicepresidenta, y un miércoles que no había entrenamiento, mientras intentábamos trabajar en mejorar el plan de entrenamiento, pasó la siguiente tragedia del club. En vez de trabajar, estábamos más concentradas viendo un nuevo DVD que había comprado en un paseo a Akihabara el fin de semana, cuando Mutsu y Kyoko entraron a la sala al mismo tiempo. Les ofrecí un poco del suppli que estaba compartiendo con Akemi, y que había preparado para mis hermanos y para mí la noche anterior, pero ellas desistieron.

—Presidenta Yazawa —dijeron las dos, al mismo tiempo haciendo una reverencia completa —. Ha sido un honor colaborar con usted en el club por estos siete meses, ha sido un gran viaje y nos encantó poder entrenar y crecer juntas. Pero nos ha surgido una gran oportunidad gracias a nuestras habilidades de canto en el club de Teatro, y espero que entienda que la queremos tomar. En el club nunca podremos cantar en público por nuestro rol como bailarinas de apoyo, más allá de algunas líneas de fondo. No queremos tomar una posición que claramente le pertenece, pero igual esperemos que entienda el porqué de nuestra renuncia.

—¿Q-Qué? —dije, genuinamente sorprendida por lo que acababa de escuchar.

—Entiéndenos por favor Yazawa-san —dijo Mutsu —, es una oportunidad única para las dos. No sabemos si se volverá a repetir.

—Esto tuvieron que haberlo planeado antes —dije enojada —¿Dejaron de venir a los entrenamientos por ir a realizar audiciones a otro club y esperan que yo me lo tome así de bien? —no pude contener el tono sarcástico en mi comentario.

En cambio, la vicepresidenta del club, sin decir ninguna palabra, y con la mirada perdida y una mano en su pecho, parecía muy tranquila. Permaneció sin hablar mientras la otra chica, con un gesto de molestia, retomó la palabra:

—Aquí no tenemos oportunidad de seguir creciendo —dijo Kyoko —, y en lo personal el entrenamiento es demasiado riguroso y serio para ser una bailarina de apoyo. No seguiré aceptando esa oferta si tengo algo mejor en otro lado Yazawa-san. Estar aquí disculpándonos es sólo una cortesía que estoy haciendo porque a Mutsu le pareció lo mejor. Si prefieres que nos vayamos en silencio, así lo haremos.

Sin decir nada más, la chica salió de la sala. Su amiga, hizo una última reverencia antes de dar media vuelta y salir igual.

Cuando se fueron, el coraje que tenía era tanto, que tardé un par de minutos más en darme cuenta de que Akemi, no estaba muy tranquila. Estaba dormida. La moví ligeramente, pero tuve que hacerlo un par de veces antes de que esos ojos ámbar se abrieran de nuevo.

—Nico-sama. Tuve un sueño horrible. Soñé que Mutsu y Kyoko nos abandonaban —dijo adormilada. —Todo era como si estuviera bajo el agua.

No intenté ocultar el enojo cuando volví a hablarle, entre molesta porque se hubiera dormido justo después de algo tan importante y molesta todavía con las dos chicas que no habían sido lo suficientemente buenas para seguir en el club.

—No fue un sueño, Akemi. Ya sólo seremos tres. Y es lo mejor. Hay que seguir esforzándonos. Sólo las mejores pueden ser idols. Todas pueden sonreír, pero sólo las mejores pueden hacer que los demás sonrían.

No les conté a mis hermanitos que se fueron Mutsu y Kyoko. Cuando llegamos a tomar videos después de que se fueran, les contaba que alguna de ellas estaba enferma y que la otra estaba grabando o alguna excusa tonta de ese estilo. Bendita era la inocencia de los niños que creían completamente lo que les decía.

La mentira se volvió más insostenible cuando el entrenamiento pasó de tres horas a cinco, y justo unas semanas antes de terminar nuestro primer año, Saya alcanzó su punto de quiebre.

—Es todo, no aguanto más, es mucho para mí, No aguanto los músculos, no aguanto seguir entrenando aún cuando llueve. Es todo Yazawa-san, no volveré mañana. —dijo adolorida después de que corrigiera una de sus poses en el entrenamiento de baile.

Era una lástima. Ella verdaderamente era muy buena bailarina. De hecho, de no ser por la cercanía que tenía con Akemi, objetivamente lo correcto habría sido que Saya hubiera sido la vicepresidenta del club. A Akemi no le habría molestado. Los márgenes laterales de su cuaderno estaban llenos desde que habíamos comenzado el club ocho meses atrás de dibujos de las chicas del club, aunque cada vez sus dibujos iban ocupando menos espacio. Las semanas que siguieron, éramos sólo ella y yo. No pude sentir coraje después de que Saya se fuera. Me sentí triste. El club se empezaba a desmoronar.

Akemi no flaqueó en ningún momento. Ella también terminó fuera, claro, pero su caso fue mucho más crudo. Y aunque no me arrepiento de las acciones que tomé para mantenerla lejos del club, tampoco puedo decir que haya sido algo que haya disfrutado en lo absoluto.

Con sólo Akemi, los entrenamientos se dedicaron por completo a "corregirla". Sus posturas rígidas eran un dolor de cabeza, su voz nasal había mejorado un poco, pero cuando cantaba seguían saliendo sonidos guturales que no eran adecuados para las líneas de fondo, y en las coreografías seguía tropezando con su propio pie. Su torpeza era incorregible, y, ahora que no podía justificar el no estarla viendo con poner atención a las otras integrantes, me había vuelto mucho más dura con ella. Tosía y a veces vomitaba después de los entrenamientos, pero yo no entendí lo que estaba pasando en frente de mí hasta que explotó en mi cara.

Akemi no fue la que se quebró. Ella aguantaba. Ella se levantaba, y volvía todos los días con el ánimo de seguir entrenando y aprendiendo. Su mejora existía, pero era tan lenta que sentía que nos podíamos graduar de la universidad y no habría logrado nada con ella. Su gigante cuaderno se iba llenando de garabatos con las cosas que le decía, y pasaba los días intentando mejorar. Pero era en vano. Hacía dibujos cada vez más preciosos de mí como idol. Incluso me había regalado uno unas semanas antes de que pasara el quiebre, y lo llevé para ponerlo sujeto con un magneto en el refrigerador.

—¡Vamos Akemi! ¡Podemos practicar la coreografía una vez más! —le dije con una sonrisa después de que viera que logró hacer el baile completo sin tropezar. Estaba alegre.

Se sentó en uno de los escalones de la azotea, y tosió con una sonrisa de victoria.

—Ya voy Nico-sama. —dijo, entrecerrando los ojos —Sólo necesito un respiro.

Y como una broma cruel del destino, a la semana siguiente, fue la primera vez en todo el año que Akemi no llegó a la práctica. De hecho, tampoco había llegado a clases.

Me enojé mucho con ella. Practiqué yo sola por primera vez, pero después de las primeras dos horas, dejé de intentar algo que no tenía sentido, y me fui a casa. Cuando llegué, le marqué para teléfono para cuestionarla. Contestó su madre, que hablaba con una voz igual nasal, pero mucho menos que la de ella, y habló con un tono amable. Nos saludamos, me presenté, y no dejó de agradecerme por ser amiga de su hija en todo el tiempo que hablamos. Sus palabras amables convirtieron mi enojo en simple curiosidad para saber por qué mi amiga no había llegado a la escuela hoy:

—¡Ah, tú eres la famosa Nico! —dijo su mamá desde el otro lado de la línea —. Gracias por ser tan buena amiga de mi hija. Le has enseñado muchas cosas que la han hecho muy feliz estos últimos meses. Desde que entró a su club, sólo puede hablar de las películas de idols que ven juntas.

—¿Puedo hablar con Akemi?

—Lo siento, no está en casa ahora mismo —dijo, dudando un poco. Luego, volvió a hablar —. Tú eres su amiga, así que creo que no habrá problemas en que te lo diga. Sólo te pido que seas discreta por favor.

—Por favor, dígame —dije, teniendo un presentimiento oscuro.

—Su papá la llevó en la mañana al hospital. Me avisó hace unas cuántas horas que está bien y que se estabilizará, pero al parecer se agitó mucho. ¿Van en la misma clase? ¿Fue muy pesada su clase de deportes esta semana? Le avisé a la directora Minami cuando la inscribimos en Otonokizaka que ella no puede agitarse mucho.

—¿C-Cómo? ¿Por qué?

—A mi pequeña… Siempre le ha dado mucha emoción acelerar y embellecer el mundo. —dijo con ternura—. Pero a su pequeño corazón eso de acelerar no se le da muy bien. Es crónico, y hemos intentado que sea lo más llevadero para ella diciéndole que no es tan grave. Pero actividades como hacer muchos deportes, cantar, bailar y todo eso pueden hacer que se agite, y que tenga mucho sueño. Sin un donante, no queremos poner a prueba "cuánto combustible" le queda a su corazón antes de que no pueda volver a arrancar.

Y fue como si me cayera una tonelada de plumas encima.

—Estoy muy acelerada. Sólo necesito un respiro. Perdón. —recordé sus palabras de la última práctica que habíamos tenido. Y me lo dijo mientras seguía sin poder abrir los ojos. Y entonces la que sintió ganas de vomitar fui yo.

Había querido ignorar algunas señales. De verdad quería pensar que era una coincidencia que me había jugado el destino para burlarse de mí. Pero la espinita en mi corazón ya estaba puesta. Ese día, no pude inventar ninguna mentira a mis hermanitos. Les dije que Akemi y yo nos habíamos sentido muy mal, y que por eso no había habido entrenamiento.

Al corazón de papá le pasaba exactamente lo mismo. Y yo ya no estaba dispuesta a poner a prueba cuánto combustible podía aguantar un corazón antes de extinguirse. Si podía evitar que su corazón se rompiera, yo lo haría. Y cuando Akemi volvió intentando fingir que no pasaba nada, terminé de tomar mi decisión

—Nico-sama —dijo disculpándose con las manos en alto. Comparándola con la niña que había conocido a principios del año, su voz era menos nasal —Perdón por no haber podido venir a la práctica ayer. De verdad no quería. Tuve un compromiso con mi papá y no pude avisar que tampoco vendría a la escuela. Fue algo imprevisible. Por favor discúlpame. Podemos practicar hoy el doble de tiempo si te parece bien. Quiero seguir esforzándome para estar a la altura de ser la bailarina de apoyo de la gran Nico-ni.

—Akemi —dije seria—Está bien tomarse un día, no tienes de qué disculparte.

—¡Esforcémonos juntas y sigamos practicando! ¡Tenemos la responsabilidad de hacer sonreír a los demás! —dijo con una sonrisa en su rostro. Ella parecía no entender. Era tan terca como siempre. Dio un golpecito a su cuaderno para dejarlo en la mesa.

Y entonces me di cuenta de que no bastaba con que Akemi dejara de practicar conmigo. Ni siquiera si yo dejaba de ser idol Akemi dejaría el deseo que implantamos juntas. La única forma era destruir por completo ese deseo. Akemi era como un cachorrito del cual ya me había ganado la lealtad, y tenía que hacer que odiara a las idols y a mí para mantenerla lejos del daño que se estaba haciendo. Aún si yo renunciaba, ella seguiría practicando por su cuenta. Sabiendo ella misma que era una bomba de tiempo, no se había detenido. Para que estuviera a salvo, para mantenerla lejos de algo que acabara con su corazón, tenía que destruirla por completo.

—Akemi, ya firmé tu renuncia —le dije con el tono más seco que pude articular. Me estaba costando muchísimo trabajo ser dura. —No estás dando los resultados. No vale la pena que continúes en esto.

Señalé a su cuaderno y lo abrí en una página al azar:

—Sigues haciendo dibujitos en vez de concentrarte, y la verdad es que ya estoy cansada de tener que seguir corrigiéndote —mentí, y miré un dibujo mío que había hecho en una página completa con un lado, con apuntes de matemáticas del otro. Arranqué la página y la tiré al piso.

—Nico-sama, ¡de verdad lo siento!

—Akemi. No eres la bailarina de apoyo que necesito para triunfar. Tus pasos son mediocres, tu voz no mejora, tu apariencia tampoco ayuda —dije tantas cosas horribles que me quería ahorcar para detenerme en ese momento. No sabía de dónde sacaba el coraje para no quebrarme —No hay forma. Hubiera preferido que Saya se quedara.

Akemi a este punto estaba ya llorando.

—Deberías ir a otro club en el que tu talento pueda relucir. Con las chifladas del club de astronomía o con las del club de robótica. Aquí sólo estás retrasando mi posibilidad de debutar —si Akemi hubiera sido más observadora, mis ojos hubieran sido un signo que me delatara. Pero con los ojos cerrados y una expresión que era lo más opuesto a una sonrisa que podía imaginar, Akemi ya no pudo ver más.

Akemi se fue y yo dejé de contenerme. Me odiaba a mí misma en ese momento. Su expresión era lo contrario a lo que quería conseguir en los demás. Ese momento, esas palabras, eran mi mayor fracaso como idol y como ser humano.

—Lo siento papá —fue lo único que pude decir, con las luces del club apagadas y entre lágrimas.

Afortunadamente, cuando eso pasó, el curso escolar estaba a sólo unos días de acabar; entonces los días en los que tuve a Akemi al lado después de eso se contaban con los dedos de una mano.

Fue Nozomi la que le devolvió las cosas que le pertenecían y que había dejado en el club. Lo único que conservé como recuerdo fue el último dibujo que ella hizo, y, habiendo tomado ya la decisión de que ya nadie volvería a entrar al club nunca más, coloqué su último dibujo en una de las repisas. Cumpliéndose casi por completo, Nozomi fue también la única extraña volvió a entrar al Club de Investigación Idol, y también la única que en algún momento llegó a conocer la historia completa de lo que pasó con Akemi.

Después de eso, Akemi, comprensiblemente, no volvió a dirigirme la palabra. Cuando la volví a ver, en el siguiente curso, ya no era la niña de trenzas azabache que conocí. Su cabello suelto, la hacía ver más madura, su voz había cambiado ligeramente para ser menos nerviosa, y el único rasgo que permanecía en ella era su gigante cuaderno, que continuaba lleno de dibujos ahora que había entrado al club de arte.

Akemi se volvió la presidenta de ese club casi con la misma velocidad que Ayase tomó el control del consejo estudiantil. Y yo amargamente pensé que eso había sido necesario para mantenerla a salvo. Estando allí, su corazón no volvería a "acelerar" y ella estaría a salvo. El precio había sido una sonrisa que no había logrado proteger, y que, en cambio, había destruido yo misma.

Con un club de una sola persona, no se me extrañaba en las juntas del consejo estudiantil y también dejé de ir, y el club de Investigación Idol había pasado a ser más bien una leyenda, porque el letrero que nos identificaba en la entrada de nuestro salón igual lo había retirado, sintiendo que no merecía mantener conmigo una pieza de arte que había hecho Akemi.

Después de Akemi, el Club de Investigación Idol se apagó. Se había vuelto un salón vacío, en el que podía meter los cachivaches que no entraban en casa, y en el que podía ir a comer durante los recesos o quedarme a ver DVD's antes de ir a casa. En mi segundo año ya no practiqué ni una sola vez, en parte por falta de motivación y en mayor parte por lo ridículo que sería hacerlo sola. Cuando se anunció que Otonokizaka cerraría, yo no me inmuté. Estaba sola, estaba en mi último año, y no perdería más que la bodega para guardar cosas en la que había convertido a mi club.

Dejé de intentar contagiar sonrisas más allá de la que era necesaria para mantener a mi hogar en marcha. En casa, Nico-ni estaba preparándose arduamente para su debut, y con una mezcla de edición, un poco de inocencia infantil y magia de la televisión, mis hermanitos seguían creyendo que su hermana era la idol número uno del universo. Yo no sabía cómo romper su ilusión.

Y también dejé de intentar conseguir amigas, así que por eso me tomó tan por sorpresa que mientras saboreaba una bruschetta un viernes por la tardese detuviera frente a mi ventana una chica de primer año. La ventana estaba abierta sólo un momento mientras comía, para que el salón no atrapara el olor.

—¡Rin-chan! ¡Rin-chan espérame por favor! ¡Alguien ayúdeme! —gritó una chica castaña, bajita y de lentes con el uniforme deportivo que parecía haber perdido el paso en una prueba de atletismo. Volteó a ver hacia mi ventana y su mirada amatista se cruzó con la mía. Sólo por un segundo claro, porque de ahí no pudo despegar la vista de mi colección, que se veía a través de la ventana.

Fin del capítulo


Y terminamos. ¡Dios mío! No fue un capítulo fácil de escribir. No diré que fue largo, porque fui floja y empecé a escribirlo el día de Nochebuena, pero tampoco puedo decir que haya sido corto en absoluto. Llevo esforzándome bastante tiempo desde que empecé a escribir en serio, y llevo varias horas seguidas frente a la computadora, borrando y cambiando párrafos para dar la dosis adecuada de drama que tenía que tener la apertura de la mejor idol del universo. ¿Qué les pareció? ¿Les gustó la introducción de Nico? Esto fue un poco dramático. De hecho, fue demasiado dramático. Este capítulo condensó completamente todo lo que quería escribir en mi historia original para la parte de Nico, así que es básicamente un flashback muy grande. Perdón por haberlo hecho de esta manera, este capítulo tiene una razón de ser para lo que quiero conseguir con esta segunda parte, y se llama Antipasti precisamente por eso. Es una antesala a lo que son los platos fuertes de la historia en sí. Lo de los títulos basados en la estructura de una comida italiana tradicional se basa en un juego otome que jugué a hace dos años, así que todos los créditos a Piofiore por la estructura narrativa.

Les prometo que de esta segunda parte, esta apertura es el capítulo más agrio que va a haber. Vienen cosas mejores. Ahora que ya salieron las protagonistas, puedo decir sin ningún temor que esta segunda parte está inspirada en que llevaba años queriendo escribir un NicoRinPana. Es mi trío favorito de las musitas, interacciones divertidísimas, y me gusta mucho el potencial que puede tener una historia en la que no hay musitas pero ellas de algún modo se conocen. No puedo preguntar mucho, ¿qué opinan de todo el asunto de Nico? Estuvo fuerte. Conforme iba escribiendo iba pensando, ¿cómo puedo hacer que esta herida arda más?

Ahora bien, yo nunca he pasado por algo tan duro como lo de Nico en esta historia, y he estado más cerca de ser más bien el personaje de Akemi, pero honestamente sí fue desgarrador escribir este capítulo, y agradezco que ya haya terminado. Sobre todo es agridulce escribir algo como esto cuando acabo de festejar las fiestas con toda mi familia. Y hablando de lo cual… sigue siendo reciente, así que felices fiestas a todos los que lean esto. Espero que la hayan pasado súper bien con sus familias y que hayan sido muy felices. Les mando un abrazo a todos los que lean esto.

En este capítulo quise experimentar la redacción tipo flashback, pero igual quise combinarla con una interacción con casi nada de dialogo, porque, salvo un par de conversaciones, este capítulo se basa casi por completo en descripciones. Díganme, ¿les gustó? ¿prefieren que haya más dinamismo? Tengo muchas ganas de escuchar sus opiniones.

Y finalmente… Akemi. Akemi es un personaje de mi historia original que traje de regreso para esta otra. La conocimos en la parte pasada en su faceta como la presidenta del club de arte, y sabíamos que estaba esquivando a una persona. Por ahí hay pistas de que esa persona que está evitando es Nicochi y a la que Nico igual está evitando es a ella. Hay razones de sobra para hacerlo. Pero creo que es una falta de comunicación principalmente lo que arruinó la relación que tenían.

No vino antes de Navidad, pero sí vino en la fecha en la que lo puse a más tardar. No sé si pueda prometer que el siguiente venga para el 26 de enero, pero si no lo hace, seguro que sí para el festejar el aniversario de la historia. Tiene 13 capítulos, así que es poético que el capítulo que está justo a la mitad venga justo cuando cumpla años. El aniversario según yo es el 17 de febrero, así que esperen el capítulo en esa fecha.

Y ya, terminando con esta serie de anuncios parroquiales, pasaré a mi parte favorita que es, como siempre, responder sus reviews.

Nadaoriginal: ¡Hola hola! Al final creo que lo importante fue que descubrieron lo mucho que se amaban una vez que estuvieron separadas. Necesitaban reflexionar, Eli-chi necesitaba dar el paso, y cada que leo el capítulo, sin afán de ser pretenciosa, me va gustando más. La escuela no se salvó pero ellas están listas para enfrentar a la vida juntas, entonces siento que ganaron el neutral ending, que es al menos mejor que el estándar de lo que yo consigo en los juegos otome.

¿Le atinaste a quién era la musita que aparecería con Nicochi? ¿O esperabas a alguien más? Será la tierna Hanayoyo quien la acompañe en su aventura para perdonarse y sonreír una vez más. Veamos cómo les va. Yo veo ahorita a una Nico que ha fracaso completamente, y que ha visto su sueño sacudido por completo ¿tú qué crees que vaya a hacer ahora? ¿cómo crees que vaya a sobrellevarlo? ¿crees que tenga esperanza?

Me alegra que te haya gustado el capítulo y espero que disfrutes de este igual. Te mando una felicitación por las fiestas, esperando que las hayas pasado súper :). Qué tengas un gran 2025 lleno de brillitos y cosas bonitas.

Gracias por la advertencia de la señorita computadora. Sigamos siendo pacientes con esta tecnología que aún sigue en pañales

Biso47: ¡Hola Biso! Tú me espantaste esta vez. Pasaron un par de semanas y pensé que ya habías desaparecido. Me llegó tu notificación un día de improviso y me dio alegría saber que estabas bien. Espero que hayas terminado tu año tranquilo y que tus fiestas hayan sido alegres.

No podemos justificar a ninguna de las dos, pero sí es posible comprenderlas. Estaban en una posición difícil y bajo mucha presión, y sus reacciones creo que eran las esperadas de unas adolescentes de 17 años. Yo igual cometí varias tonterías cuando tenía 17. Creo que no es que una cosa haya reemplazado a la otra, sino que, una vez que sintió perdida a Nozomi, por fin pudo darse cuenta de que ella misma estaba provocando perder todo lo importante que había en su vida. Y me alegra que haya recapacitado.

No había escrito romance nunca, siento que es algo que no se me da. Así que el hecho de que hayas podido reconocer que aún con lo leve que fue que el capítulo era romántico me hace feliz. Qué bueno que se consiguió el objetivo de hacer que la gente lagrimeara y qué bueno que se llenó de azúcar después del trago amargo para neutralizar un poco. Pero sí, tienes razón en que para la próxima la transición debería ser un poco menos brusca.

Espero que todo vaya bien y que pronto puedas salir adelante con todos los proyectos que tienes, acá y allá en la vida real también, esperaré con ansias tus historias, así como siempre (en especial todo lo que tenga que ver con Hechizo). Todas suenan sin embargo super interesantes y como siempre serán una buena lectura para pasar la noche cuando nos regales tus preciosas palabras.

¡Nooooo! ¿Cómo crees? Nunca te robaría una idea. Son muy tuyas, y me muero de ganas por verlas hechas realidad, pero esperaré para que sea tu visión lo que las traiga a la vida.

Tu Luciérnaga es súper potente, ahora mismo estoy farmeando otro dominio en el que tomo prestada a una Feixao, pero para el Universo Simulado es un must para reemplazar a la mía que está bastante subbuildeada. Muchas gracias por seguir por acá. ¡Felices fiestas y feliz 2025!


Y bueno, con esto, no queda más que esperar el contraataque de Panita. ¿Qué tendrá preparado para endulzar este antipasti tan salado? Espero que tengan una excelente noche (ahora sí es 26 aquí y en todos lados para esta aplicación). Descansen, gracias por leer, tápense bien si son del hemisferio norte porque el frío está tremendo y tengan un excelente 2025 lleno de cosas lindas e historias maravillosas aquí y allá afuera.

Yo soy Aramaru. Y, espero leernos pronto. Oyasuminassan.