REVENGE

~Capítulo 28 Parte I~


La fiesta de la empresa Ishida estaba en pleno apogeo, con los invitados disfrutando de la elegante decoración y el ambiente festivo. La música de fondo y el murmullo de las conversaciones llenaban la sala. Yamato, Sora, Nene, Izumi y Takeru estaban en el centro de la sala, conversando y recibiendo a los invitados. La sorpresa en sus rostros era evidente cuando vieron a Rika entrando por la puerta principal.

Sora, que estaba hablando con Nene e Izumi, giró la cabeza al escuchar el murmullo entre los invitados. Su rostro se iluminó al ver a su hija, sus ojos llenos de lágrimas de alegría.

—¡Rika! —exclamó Sora, avanzando rápidamente hacia ella—. ¡No puedo creer que estés aquí!

Nene e Izumi se dieron vuelta al escuchar a su madre, y al ver a Rika, sus rostros se llenaron de emoción. Las tres hermanas se abrazaron en una emotiva bienvenida.

—¡Rika, realmente viniste! —dijo Nene, abrazándola con fuerza—. No puedo creerlo, te extrañamos mucho.

—Sí, te extrañamos un montón —añadió Izumi, con una sonrisa amplia—. ¡Qué bien verte aquí!

Rika sonrió, aunque con un leve matiz de tristeza. Aceptó los abrazos y las muestras de afecto de sus hermanas. Miró a Sora y a sus hermanas con sinceridad.

—Acepté su invitación como símbolo de paz —dijo Rika, su voz llena de emoción—. Aunque no soy fan de estos eventos, quería hacer las paces con mi familia.

Esto alivio el ambiente del lugar.

Rika dirigió su mirada hacia su tío Takeru.

—Puede ser que todavía esté enojada, pero eso no quita que los aprecie.

~Recuerdo~

El cielo estaba cubierto de nubes grises, que parecían reflejar la tristeza y confusión que inundaban el corazón de Rika. Sentada en el jardín de la mansión de Haruna, observaba el suelo, sus pensamientos tan nublados como el cielo sobre ella. El frío viento acariciaba su rostro, pero ni siquiera eso lograba distraerla de la tormenta interna que enfrentaba.

De repente, escuchó el suave sonido de pasos acercándose. Levantó la vista justo a tiempo para ver a Akari, quien apareció en la entrada del jardín con una sonrisa amable.

—Rika —dijo Akari, deteniéndose a unos pasos de ella—. Tienes visita.

Rika frunció el ceño, sorprendida. No esperaba a nadie. Se levantó lentamente, y antes de que pudiera preguntar quién era, vio aparecer a su tío Takeru, quien la saludó con una sonrisa cálida.

—Hola, Rika —dijo Takeru, con su tono siempre amigable.

Rika parpadeó, aún más sorprendida.

—¿Tío Takeru? —preguntó, casi sin poder creer que estuviera allí.

Akari, sintiendo la necesidad de darles privacidad, sonrió suavemente y dijo:

—Los dejaré a solas.

Sin esperar una respuesta, se dio la vuelta y regresó a la mansión, dejándolos en la tranquilidad del jardín.

Rika volvió su atención a Takeru, quien se acercó a ella con los brazos abiertos.

—¿No vas a saludarme? —le dijo en tono juguetón antes de envolverla en un abrazo cálido.

Rika, un poco desconcertada, devolvió el abrazo, aunque con menos entusiasmo de lo habitual.

—Claro, tío —respondió mientras se separaba ligeramente—. Me alegra verte, pero... ¿qué haces aquí?

Takeru la miró con una expresión suave, casi paternal, y le respondió:

—Vine a verte, Rika. Y a hablar contigo.

Rika lo observó por un momento, tratando de descifrar las verdaderas intenciones detrás de su visita. Aunque lo apreciaba profundamente, la situación en la que se encontraba hacía que dudara de todos a su alrededor. Finalmente, dejó escapar un suspiro, asintiendo con la cabeza.

—Está bien... —dijo en voz baja—. Podemos hablar.

Rika tomó asiento en el lugar que estaba, y Takeru se acomodó a su lado, dejando que el silencio entre ellos se asentara por un momento antes de hablar.

—Sé que estás pasando por un momento muy difícil —comenzó, buscando las palabras adecuadas—. Y entiendo tu enojo, de verdad. No puedo imaginar cómo te sientes, pero... también sé que este dolor que sientes está consumiendo lo mejor de ti.

Rika apretó los labios, conteniendo las lágrimas que amenazaban con escapar.

—No quiero volver, Takeru —dijo con voz rota—. No quiero verlos. Los odio... ¡Los odio tanto por lo que me hicieron!

Takeru dejó que esas palabras resonaran en el aire por un momento antes de hablar de nuevo.

—Es natural que te sientas así. Después de todo, la gente que más amamos también es la que más puede herirnos. Pero, Rika, ¿realmente crees que ellos no están sufriendo tanto como tú?

Rika lo miró un tanto molesta.

—¡No puedes estar de su lado, Takeru! —exclamó con frustración—. No después de todo lo que hicieron.

—No estoy de su lado —respondió Takeru con calma—. Estoy de tu lado.—Declaró con suavidad—Pero quiero que pienses en todo lo que ha pasado, no solo en lo malo, sino también en lo bueno.

—¿Pensar en lo bueno?

El rubio asintió— Sé que Yamato se comportó de una manera horrible, pero ¿acaso los momentos que compartiste con él no significan nada? ¡Es tu padre! Y siempre ha demostrado que te ama.

La pelirroja bajó la mirada.

—Los recuerdos de cuando te cuidaba, te protegía, te consolaba cuando llorabas de pequeña...—Hizo una pausa, permitiendo que sus palabras penetraran en la mente de Rika—. Cometió un error, sí, pero no permitas que ese error borre todos los momentos buenos que viviste con él.

Rika desvió la mirada, su mente luchando contra las emociones que esas palabras evocaban.

—No es solo mi padre... —murmuró—. Sora también.—Dijo esto con pesar, ya que, últimamente pensar en su mamá la estaba mortificando.

Takeru asintió con comprensión.

—Sora está sufriendo más de lo que puedes imaginar. ¿Sabes por qué se mantiene en pie a pesar de todo? Por ustedes, sus hijas. Tú, Nene, e Izumi son su fuerza, su razón para seguir adelante. Sora siempre ha hecho todo lo posible por protegerlas, incluso si a veces ha cometido errores en ese proceso.

Rika cerró los ojos, recordando los momentos en que Sora había estado a su lado, apoyándola en silencio, brindándole su amor incondicional. El peso de esas memorias empezó a aplastar su ira.

—Y en cuanto a Yamato... —Takeru continuó—. Sabes lo celoso que es, cuánto le preocupa protegerte. A Nene le hizo creer que Kiriha era gay solo para mantenerla alejada de él, y ella ya es mayor de edad. ¿Te imaginas lo que haría para proteger a su hija pequeña?

Rika soltó un suspiro profundo, dándose cuenta de la verdad en las palabras de Takeru. Sabía que Yamato siempre había sido sobreprotector, a veces hasta el extremo, pero también sabía que lo hacía porque la amaba. Porque en su mente, estaba haciendo lo necesario para protegerla del dolor y de las decisiones equivocadas.

—No es justo... —dijo Rika con voz temblorosa—. No es justo que no pueda estar con quien quiero.

—No, no lo es —admitió Takeru—. Pero lo que puedes hacer ahora es decidir cómo seguir adelante. No tienes que olvidar ni perdonar inmediatamente, pero tampoco puedes quedarte atrapada en este enojo para siempre. Tus padres te aman, incluso si lo han demostrado de la peor manera. Tal vez... tal vez deberías pensar en cómo los momentos buenos superan a los malos, y si vale la pena dejar que un error arruine lo que han construido juntos.

Rika guardó silencio, su mente envuelta en una confusión de emociones. La ira, la tristeza, el amor y la nostalgia se entremezclaban en su corazón, luchando por prevalecer. Sabía que Takeru tenía razón, pero admitirlo en voz alta se sentía como una traición a sus sentimientos actuales.

Finalmente, dejó escapar un suspiro largo y tembloroso.

—Necesito tiempo... —murmuró—. No sé si estoy lista para volver.

Takeru asintió con comprensión.

—Tómate el tiempo que necesites, Rika. Pero recuerda que siempre tienes un lugar al que volver, y personas que te aman y te están esperando.

Rika asintió en silencio, y por primera vez en días, sintió que tal vez, solo tal vez, podría encontrar una forma de sanar.

~Fin del recuerdo~

Takeru, que estaba observando la escena desde un costado, se acercó con una sonrisa cálida. Su gesto de apoyo hacia Rika no pasó desapercibido.

—Me alegra mucho que hayas decidido venir, Rika —dijo el rubio.

Sora miró a su hija con lágrimas en los ojos, su corazón aliviado al verla allí.

—Rika, me alegra tanto que estés aquí —dijo Sora, su voz temblando—. Te he extrañado mucho. Espero que podamos dejar atrás los malos momentos y empezar de nuevo.

Rika asintió, sintiendo el peso de las palabras de su madre. Aunque aún tenía sentimientos encontrados, el gesto de su familia y el esfuerzo que habían hecho para invitarla la conmovieron profundamente.

—Lo siento por todo el dolor que he causado —dijo Rika, su voz baja—. Quiero que sepan que estoy aquí con el corazón abierto. Quiero resolver las cosas, aunque sé que llevará tiempo.

Nene e Izumi sonrieron, sintiendo una mezcla de alivio y felicidad por el regreso de su hermana. Nene tomó la mano de Rika, dándole un apretón reconfortante.

—Vamos a hacer que esta noche sea especial —dijo Nene—. Aprovechemos este momento para estar juntos y celebrar, sin importar todo lo que ha pasado.

Izumi asintió, sonriendo a Rika con calidez.


La puerta de la fiesta se abrió de par en par, y al instante, todas las miradas se volvieron hacia la mujer que acababa de entrar. Haruna, o mejor dicho, Mimi fingiendo ser Haruna, avanzó con pasos seguros y elegantes. Su vestido rojo, ajustado a la perfección, acentuaba cada curva de su figura y brillaba bajo las luces, captando la atención de todos en la sala. El escote delicado y las mangas de encaje resaltaban su piel luminosa, y su cabello, perfectamente peinado en suaves ondas, caía con gracia sobre sus hombros.

Los murmullos llenaron el lugar, y las cámaras de los reporteros no tardaron en enfocarla, como si ella fuera la estrella de la noche. Sora, de pie junto a Yamato, no pudo evitar sentirse intimidada por la presencia de Haruna, pero a la vez, intrigada por la forma en que parecía dominar la atención de todos con su sola presencia.

Yamato, sin poder apartar la mirada, quedó absolutamente deslumbrado. Observó a Haruna de pies a cabeza, notando cada detalle: los zapatos de tacón que parecían alargar sus piernas, el movimiento fluido de su caminar, el leve brillo de su maquillaje que resaltaba sus ojos. Se dio cuenta de cómo la luz se reflejaba en sus labios, pintados de un rojo intenso que contrastaba perfectamente con su vestido. Su porte altivo, casi desafiante, le daba una presencia magnética que no pasaba desapercibida.

Mientras Haruna se acercaba más, Yamato sintió que su corazón latía más rápido. Había algo en ella que lo hipnotizaba, una mezcla de elegancia y misterio que no podía ignorar. La forma en que sus ojos se movían por la sala, sin perder la confianza, y cómo su sonrisa, ligera pero enigmática, parecía invitar a todos a acercarse pero mantenerlos a raya al mismo tiempo.

Yamato, sintiéndose atrapado en el brillo hipnótico de Haruna, notó de pronto que estaba mirando demasiado tiempo. Algo en su interior lo inquietaba; ¿por qué estaba tan fascinado? Hacía un esfuerzo por apartar la mirada, tratando de enfocarse en cualquier otra cosa a su alrededor. Sora, percibiendo su distracción, le lanzó una mirada interrogante, mezclada con un toque de celos.

Antes de que Yamato pudiera recomponerse del todo, Haruna se acercó a ellos con una sonrisa encantadora. —¡Sora! ¡Yamato! —saludó con entusiasmo, su voz melodiosa llenando el espacio entre ellos. Yamato sintió un leve escalofrío recorrer su espalda al escuchar su nombre en esos labios rojos.

Sora, aún desconcertada por la reacción de su esposo, se apresuró a responder con una sonrisa forzada. —¡Haruna! Qué sorpresa verte aquí... —dijo, tratando de mantener la cordialidad, aunque su tono reflejaba cierta desconfianza.

Haruna asintió suavemente, con esa misma sonrisa que parecía casi una marca personal. —Bueno, no podía perderme una fiesta tan importante, ¿verdad? —contestó con una risa ligera, su mirada vagando un momento por el rostro de Yamato, como si buscara una reacción de él.

Yamato, sintiéndose aún algo desconcertado, intentó recuperar la compostura. —Sí, claro... Me alegra verte... —murmuró, sorprendiéndose a sí mismo por el titubeo en su voz. Tosió levemente para aclararse la garganta y añadió, con más firmeza—: Quiero decir, es bueno que hayas venido.

Haruna mantuvo su mirada fija en él por un segundo más de lo necesario, como si intentara descifrar algo en su expresión, antes de dirigir su atención nuevamente a Sora. —Sora, me alegra tanto verte. Te ves hermosa esta noche —dijo, y aunque sus palabras eran amables, había un matiz de desafío en su tono.

Sora, percibiendo ese matiz, sonrió, pero su mirada no perdió la firmeza. —Gracias, Haruna. Tú también... estás deslumbrante —replicó, aunque no pudo evitar sentir un nudo de inquietud formándose en su estómago.

Haruna se rio suavemente, disfrutando del pequeño juego de palabras y miradas. —Oh, muchas gracias por el comentario.

—No me des las gracias, al contrario, nosotros tenemos que agradecerte.—Comentó Sora— Después de todo, supongo que la presencia de Rika en este lugar tiene algo que ver contigo ¿no?— Señaló discretamente a su hija menor que se encontraba a unos metros hablando con Takeru.

Haruna dejó que su mirada se posara en Rika, quien parecía absorta en una conversación con Takeru. Su expresión cambió ligeramente, mostrando una mezcla de satisfacción y una pizca de ternura, aunque su sonrisa mantenía ese toque de misterio característico.

La verdad es que, sí, ella le dio unas palabras antes de venir, pero no fue exactamente por ella que vino.

—No me agradezcas Sora, que Rika esté aquí no es obra solamente mía.—Declaró— Es de ustedes también.—Habló— fue por el gran apoyo que le han demostrado estos días...—Comentó—...tanto ustedes como sus hermanas y su tío Takeru.

Sora asintió, pero no pudo evitar sentir que había algo más detrás de las palabras de Haruna, algo que no lograba descifrar del todo. A su lado, Yamato escuchaba con atención, sorprendido por la sinceridad en las palabras de Haruna. Era evidente que había hecho un esfuerzo considerable para traer algo de paz a su familia, algo que no había esperado de ella.

Yamato respiró profundamente, sintiendo que era el momento de hablar. —Haruna... —comenzó con una voz más suave de lo habitual—, sé que hemos tenido nuestras diferencias en el pasado, pero quiero agradecerte sinceramente por todo lo que has hecho por Rika y por nosotros. Tu apoyo ha sido invaluable.

Haruna giró ligeramente su cuerpo para enfrentar a Yamato, su expresión suavizándose un poco, aunque todavía había una chispa de diversión en sus ojos. —No es necesario que me agradezcas tanto, Yamato —respondió con un tono despreocupado—. Después de todo, no lo hice esperando nada a cambio. Simplemente no podía quedarme sin hacer nada cuando vi lo mucho que estaban pasando. Rika es una chica especial, y merece sentirse respaldada, especialmente en momentos difíciles.

Yamato sonrió, reconociendo la verdad en sus palabras. —Aun así, lo aprecio mucho. Nos has ayudado en un momento complicado y lo reconozco —insistió, inclinando ligeramente la cabeza en señal de gratitud.

Haruna soltó una pequeña risa, como si encontrara divertida su insistencia. —Bueno, entonces acepto tu agradecimiento, pero solo esta vez —dijo con una sonrisa amplia—. Ya sabes que no me gustan las deudas, Yamato.

Yamato asintió, sintiendo una mezcla de alivio y gratitud. —No te preocupes, no habrá deudas. Solo gratitud sincera —respondió.

Haruna lo miró por un segundo más, como si evaluara su sinceridad, antes de asentir lentamente. —Me alegra escuchar eso. Ahora, dejemos las formalidades y disfrutemos de la fiesta, ¿les parece? —sugirió, su tono más ligero y jovial.

Sora sonrió, un poco más relajada, y Yamato asintió de nuevo, sintiéndose un poco más en paz con la situación. —Claro, Haruna. Vamos a hacerlo —aceptó.

Mientras Haruna se alejaba con gracia, Yamato se quedó un momento más, observándola con una nueva apreciación, aún maravillado por la inesperada intervención de Haruna.


La fiesta continuaba en un bullicioso torbellino de risas y charlas animadas, pero en un rincón apartado, una tormenta estaba a punto de desatarse. Satomi, con una expresión de intensa molestia, se acercó a Toshiko, quien estaba sola en la barra, aparentemente disfrutando de un momento de tranquilidad.

—Toshiko —llamó Satomi, su voz cargada de una tensión palpable mientras se detenía frente a ella.

Toshiko levantó la mirada, sorprendida por el tono hostil, pero intentó mantener su compostura, forzando una sonrisa.

—Satomi —respondió, su tono medido—. ¿Todo bien?

Satomi soltó una risa seca y amarga, claramente sarcástica.

—¿De verdad te preocupa? Después de todo lo que has hecho, ¿esperas que te crea?

Toshiko arqueó una ceja, empezando a perder la paciencia con la actitud de Satomi.

—No tengo idea de qué estás hablando.

Mentira

Sí sabía, pero tenía ganas de molestarla, burlarse de ella y hacerla enojar.

Satomi dio un paso más cerca, sus ojos chispeando con furia contenida.

—¡No te hagas la inocente! —espetó—. Sabes perfectamente de qué hablo. No voy a dejar que sigas manipulando la situación para que todo salga a tu favor.

Toshiko, sintiendo que su paciencia se agotaba, dio un paso hacia Satomi, reduciendo aún más la distancia entre ellas.

—No estoy manipulando nada, Satomi. Si estás molesta, tal vez deberías considerar tus propias acciones antes de acusar a los demás.

El comentario encendió aún más la ira de Satomi, quien, en un arrebato, empujó levemente a Toshiko.

—¿Reconsiderar mis acciones? —repetía, su voz cargada de sarcasmo—. Tal vez deberías mirar tus propias manos sucias antes de juzgarme.

Toshiko recuperó el equilibrio, visiblemente irritada.

—¡No me empujes! —advirtió con firmeza, su voz temblando de rabia.

Satomi, con los nervios al borde, ignoró la advertencia y, en un impulso, tomó la copa de vino que tenía en la mano y la lanzó directamente sobre Toshiko. El líquido carmesí manchó el elegante vestido de Toshiko, quien se quedó en estado de shock por un segundo. La incredulidad rápidamente se transformó en furia. Sin decir una palabra, Toshiko agarró la primera copa que encontró a su alcance, llena de champagne, y la arrojó sobre Satomi.

—¡¿Qué demonios te pasa?! —gritó Toshiko, enfurecida, mientras el champagne mojaba el rostro y el vestido de Satomi.

Satomi, sorprendida por la reacción, se limpió el líquido del rostro con una expresión de furia desbordante. La escena había atraído la atención de varios invitados, y los murmullos comenzaron a elevarse.

—¡Tú lo empezaste! —espetó Satomi, su voz temblando de ira—. No voy a dejar que me humilles de esta manera.

Toshiko, sin retroceder ni un centímetro, la miró con dureza.

—¿Humillarte? —dijo con desprecio—. Solo estoy devolviendo lo que mereces. No pienses que me voy a quedar de brazos cruzados mientras intentas arruinarme.

La tensión entre ambas era palpable, y el ambiente estaba cargado de una electricidad cargada de conflicto. La gente comenzó a formar un círculo alrededor, y los fotógrafos, atraídos por el espectáculo, apuntaron sus cámaras hacia ellas.

En medio del tumulto, Sora, la anfitriona de la fiesta, se acercó rápidamente, tratando de intervenir antes de que la situación se saliera de control. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y molestia.

—¡Por favor, basta ya! —exclamó Sora, alzando la voz para ser escuchada sobre el murmullo general—. No vamos a armar un espectáculo en mi fiesta. Esto es completamente inapropiado.

Satomi y Toshiko, que estaban demasiado concentradas en su enfrentamiento para notar a Sora acercarse, se dieron cuenta de su presencia solo cuando ella habló. Sora intentó calmar la situación, pero el resentimiento seguía en el aire.

—¡Toshiko empezó! —exclamó Satomi, señalando a la mujer con el vestido manchado de vino—. ¡Ella ha estado provocando todo esto!

Toshiko, aún empapada en champagne, le lanzó una mirada fulminante a Satomi.

—¡Eso no es cierto! —gritó—. Solo estoy devolviendo lo que tú empezaste. No tienes derecho a tratarme así.

Sora, con su paciencia al límite, se volvió hacia ambas mujeres con una expresión severa.

—Ambas están haciendo un espectáculo vergonzoso —dijo con firmeza—. Esto no es el lugar para resolver sus disputas personales. Les pido que se calmen y se comporten como adultos. Si no pueden, les pido que se retiren.

Los fotógrafos, conscientes de la orden implícita, continuaron capturando cada momento del conflicto, mientras los invitados observaban con creciente curiosidad. La tensión era palpable, pero el poder de Sora para restaurar el orden no debía subestimarse.

—¡Eso no es cierto! —gritó—. Solo estoy devolviendo lo que tú empezaste. No tienes derecho a tratarme así. Sora, con su paciencia al límite, se volvió hacia ambas mujeres con una expresión severa.

—La que tiene que irse es tu madre, Sora.—Declaró Satomi— Toshiko es una maldita zorra que no merece estar aquí.

Toshiko frunce el ceño: —¡Claro que no! No digas cosas fuera de lugar.

—No son cosas fuera de lugar.— Declaró Satomi completamente enojada, dispuesta a lanzarle otra copa con champagne a Toshiko.

—¡La que tiene que irse es tu madre, Sora! —exclamó—. Toshiko es una maldita zorra que no merece estar aquí.

Toshiko frunció el ceño, indignada por las palabras de Satomi.

—¡Claro que no! —protestó—. No digas cosas fuera de lugar.

—No son cosas fuera de lugar. —declaró Satomi con una mezcla de rabia y desprecio—. Estoy a punto de lanzar otra copa de champagne sobre ti si no te callas.

En ese momento, Nene, la sobrina de Satomi y nieta de Toshiko, llegó al lugar, visiblemente confundida por la escena que se desarrollaba frente a ella.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Nene, su voz llena de inquietud mientras observaba a las dos mujeres.

Toshiko, a pesar de su furia, intentó mantener la calma y respondió con un tono controlado.

—Nada, Nene. Es solo un malentendido.

Satomi, sin embargo, no pudo contener su enojo y se volvió hacia Nene con una mirada desafiante.

—Sí, claro, como si nada estuviera pasando. Tu abuela es una cualquiera que se merece todo lo que le pasa.

Nene se sorprendió al escuchar el insulto dirigido a su abuela y su expresión se transformó en una mezcla de shock e indignación.

—¡No tienes derecho a hablar así de mi abuela! —replicó Nene, su voz cargada de emoción y determinación—. ¡No permitiré que la ofendas!

Satomi, sorprendida por la defensa enérgica de Nene, mostró un destello de furia en sus ojos. La rabia se intensificó, especialmente porque Nene era familia biológica DE ELLA, no de Toshiko, no debía defender a esa mujer que no tenía su sangre, aunque, esto no se lo podía decir.

—¿Ah, no? —dijo Satomi, su tono furioso—. ¿Y tú qué sabes de lo que ella se merece? Tu "abuela" es una maldita perra.

Nene, tratando de mantener la compostura en medio de la creciente tensión, se enfrentó a Satomi con determinación.

—¡Cálmate, tía Satomi! —ordenó—. No tienes derecho a insultar a mi abuela ni a faltarles el respeto. Este comportamiento no tiene cabida aquí.

Satomi, con la furia a punto de desbordarse, apretó los puños mientras miraba a Nene con una mezcla de rabia y sorpresa. La presencia de la joven y su feroz defensa de Toshiko solo servían para avivar más la llama de su enojo.

—¡Tú no entiendes nada! —exclamó Satomi, su voz temblando de ira— Ella es una cualquiera. Se involucró con mi esposo.

¿Qué?

Esto sorprendió a Nene.

—¡No le levantes calumnias!— musitó.

—No es una calumnia es la verdad.— Respondió Satomi.

El rostro de Nene se volvió una máscara de incredulidad y rabia ante las acusaciones de Satomi. La revelación de que Toshiko estaba involucrada con Kousei, el esposo de Satomi, era una noticia devastadora que la dejó paralizada por un momento.

—¡No le levantes calumnias! —musitó Nene, su voz temblando de furia y desdén—. ¿Cómo te atreves a decir semejantes cosas sin pruebas?

Satomi, con su furia en plena explosión, no parecía dispuesta a retroceder. Su mirada estaba llena de una rabia casi incontrolable mientras enfrentaba a Nene.

—No es una calumnia, es la verdad —respondió Satomi, su tono cargado de una furia contenida—. Todos lo saben, y si quieres ser tan ciega para no verlo, es tu problema.

Nene, intentando mantener el control, sintió una mezcla de dolor y confusión. Sus ojos estaban llenos de lágrimas contenidas, pero se esforzaba por mantenerse firme frente a Satomi.

—¡No te permito que hables así de mi abuela sin fundamento! —exclamó Nene, su voz ahora con un edge de desesperación—. Ella es una mujer digna y ha hecho mucho por nuestra familia. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras la atacas sin razón.

Toshiko, aún con el vestido manchado y con una expresión endurecida por la ira, se acercó a Nene con un gesto reconfortante, tratando de calmarla mientras enfrentaba a Satomi.

—Nene, tranquila —dijo Toshiko con voz tensa pero firme—. No dejes que te provoquen más.

Satomi, sintiendo que la situación se le estaba saliendo de las manos, dejó escapar un rugido de frustración.

—¡No entiendes nada! —gritó—. Ella arruinó mi vida y ahora quieres defenderla sin cuestionarla. ¡Es ridículo!

Sora, que había estado observando el caos desde la distancia, no pudo soportar más la escena. Su paciencia se estaba agotando y se acercó con una expresión severa en el rostro. Sus ojos, duros y decididos, se dirigieron tanto a Satomi como a Toshiko.

—¡Esto ha ido demasiado lejos! —dijo Sora con una voz autoritaria—. No estoy aquí para permitir que conviertan esta fiesta en un campo de batalla personal. Les exijo que se calmen y se comporten con respeto. Si no pueden hacerlo, tendrán que irse.

El ambiente seguía cargado de tensión, pero la intervención de Sora parecía haber enfriado un poco los ánimos. Los invitados, que habían estado observando con creciente morbo, comenzaron a murmurar entre ellos mientras los fotógrafos continuaban capturando cada momento del enfrentamiento.

Satomi, aún con el rostro enrojecido por la ira, miró a Sora con desdén.

—¡No voy a dejar que me digas lo que tengo que hacer! —exclamó—. No voy a permitir que esta mujer continúe arruinando mi vida sin que nadie haga nada.

Nene, con furia en los ojos pero con una determinación férrea, se enfrentó a Satomi una vez más.

—¡Mi abuela no te ha hecho nada para que la trates así! —dijo—. Si tienes un problema, resuélvelo de otra manera, pero no aquí, no ahora.

La furia de Satomi y el rechazo de Nene se mezclaban en un torbellino de emociones, y el enfrentamiento en la fiesta se había convertido en un espectáculo inolvidable, dejando a todos los presentes con una sensación de incomodidad y una certeza de que la noche seguiría marcada por las repercusiones de este enfrentamiento.

Satomi, consciente de que la situación estaba perdiendo el control y que el público estaba cada vez más atento, respiró hondo y, con una última mirada llena de odio hacia Toshiko y Nene, se dio media vuelta, dirigiéndose hacia la salida del salón. Su figura se alejaba, dejando atrás una estela de caos y resentimiento.

Toshiko, aún con la indignación a flor de piel, se dirigió a Nene, tratando de ofrecerle una palabra de consuelo.

—Gracias por defenderme, Nene —dijo agradecida con su "Nieta".

Nene, aunque aún agitada, asintió con firmeza.

—No me agradezcas abuela. Jamás dejaré que alguien te lastime...—respondió.

Toshiko sonrió y abrazó a Nene.

Sin embargo, Sora miró a Toshiko con desaprobación ante la escena y sintiendose responsable de que su hija protegiera a alguien tan desagradable como su madre, después de todo, ella más que nadie sabía que Toshiko era capaz de engañar a Satomi y a todos.

Mientras la gente alrededor comenzaba a dispersarse, los fotógrafos finalmente se alejaron de la escena. La fiesta, aunque todavía vibrante, había sido marcada por el conflicto que, sin duda, tendría repercusiones más allá de aquella noche.


La música de fondo resonaba suavemente en la sala de la fiesta, mezclándose con las voces de los invitados y el tintineo de copas. Kouji entró en la fiesta con su habitual porte serio, su mirada fría escaneando el lugar. Su traje oscuro y perfectamente ajustado le daba una apariencia imponente, aunque algo distante. Mientras caminaba por la sala, buscando mezclarse lo menos posible, Izumi lo vio desde el otro lado del salón y una sonrisa cálida iluminó su rostro.

Izumi, con un vestido de tono marfil que acentuaba su figura, se acercó rápidamente a Kouji. Sus ojos brillaban con emoción al verlo, y no pudo evitar sonreír ampliamente cuando llegó a su lado.

—Kouji, ¡que bueno que llegaste!

Kouji la saludó con su habitual seriedad, asintiendo ligeramente, pero su rostro permaneció inexpresivo. —Hola, Izumi —respondió con una voz baja y controlada, sin dejar que su emoción se manifestara.

—¡Me alegra tanto verte aquí! —dijo Izumi con entusiasmo, extendiendo la mano para tocar suavemente su brazo.

Kouji asintió, su expresión imperturbable, sin devolverle la sonrisa. Evidentemente no estaba de humor, odiaba esas celebraciones.

Justo en ese momento, un fotógrafo apareció cerca de ellos, captando la atención de la pareja. Con una cámara en mano y una sonrisa profesional, el fotógrafo se acercó.

—Joven Minamoto y señorita Ishida ¿les puedo tomar una foto?

El rostro de Izumi se iluminó: —Claro, será genial tener una foto juntos. —respondió mirando a Kouji.

Sin embargo, Kouji negó con la cabeza, su expresión endureciéndose.

—No, no quiero fotos. —dijo firmemente, su tono dejando claro que no estaba dispuesto a ceder.

Izumi, intentando suavizar la situación, lo miró con una mezcla de sorpresa y decepción.

—Pero… ¿por qué no? —preguntó, esperando que Kouji reconsiderara.

La reacción de Kouji fue inmediata, su enojo manifestándose en un fruncir de ceño.

—¿En serio, Izumi? ¿Cómo después de todos estos años no sabes la razón? —replicó con un tono que rozaba la exasperación.

Las palabras de Kouji golpearon a Izumi como un balde de agua fría. Bajó la mirada, recordando de repente algo que había intentado olvidar. Sabía bien que Kouji odiaba ser una figura pública, que detestaba la atención y las cámaras. Pero en su deseo de capturar un momento feliz, había pasado por alto sus sentimientos.

—Lo siento… sólo quería una foto para demostrar al mundo lo feliz que soy contigo. —murmuró Izumi, su voz temblando ligeramente, su corazón encogiéndose ante la realización de su error.

Pero Kouji no estaba dispuesto a ceder.

—No quiero fotos, Izumi. —repitió con frialdad, su desdén por la situación evidente en cada palabra.

Izumi levantó la mirada hacia él, sus ojos llenos de tristeza. Kouji observó el dolor reflejado en su rostro, pero no mostró ninguna compasión. Para él, la relación con Izumi no era más que una obligación, algo en lo que se había involucrado por circunstancias ajenas a su deseo. No sentía amor por ella, y la frialdad con la que la trataba era un reflejo de esa realidad.

Finalmente, el fotógrafo, incómodo por la tensión entre ellos, se retiró, dejándolos solos en medio de la multitud. Izumi suspiró, su corazón lleno de una tristeza profunda. Kouji, sin mostrar ninguna emoción, se giró y comenzó a caminar hacia otra parte de la sala, dejando a Izumi atrás, sola con su dolor.

Izumi se quedó allí, sintiendo que su felicidad se desvanecía lentamente, como un sueño que se escapa al despertar. Sabía que Kouji nunca la había amado, pero en ese momento, la realidad de su relación se volvió más clara que nunca, y el peso de su tristeza la envolvió, dejando una marca profunda en su corazón.


La sala de ensayo estaba llena de un ambiente vibrante y eufórico tras el último acorde de la banda. Ken, Daisuke, Tomoki y Junpei, visiblemente satisfechos con su rendimiento, se dieron palmaditas en la espalda y se felicitaron mutuamente por el gran ensayo. El entusiasmo era palpable en el aire mientras desarmaban sus equipos y guardaban sus instrumentos.

—¡Eso estuvo increíble! —exclamó Ken, sonriendo de oreja a oreja—. Creo que hemos mejorado un montón.

—Sí, definitivamente —asintió Tomoki—. ¡El ritmo estuvo perfecto!

—¡Y la energía también! —añadió Junpei, con una sonrisa entusiasta—. ¡Nos merecemos una celebración!

Daisuke, con el mismo entusiasmo, propuso una idea para coronar el buen día.

—¿Qué les parece si vamos a comer pizza? —sugirió—. ¡Después de un ensayo tan bueno, una buena cena suena genial!

Todos asintieron con entusiasmo, pero se dieron cuenta de que Takuya, que normalmente se unía a cualquier plan de comida, estaba en silencio y parecía estar concentrado en guardar su guitarra.

—¡Takuya, ven con nosotros a comer pizza! —lo animó Ken, esperando que Takuya compartiera el mismo entusiasmo que ellos.

Takuya levantó la vista, pero su expresión era menos animada de lo habitual.

—No, gracias. No tengo hambre —respondió con un tono tranquilo.

Los demás se miraron sorprendidos. La respuesta de Takuya era inusual, ya que él siempre parecía tener hambre, sin importar el momento del día.

—¿En serio? —preguntó Daisuke, con una ceja levantada—. ¿No tienes hambre? Siempre estás comiendo algo.

—Sí, es raro. —agregó Tomoki, frunciendo el ceño—. ¿Estás seguro de que estás bien?

Takuya, sin embargo, ya estaba guardando su bajo en su estuche y no parecía dispuesto a continuar la conversación.

—Estoy cansado —dijo, encogiéndose de hombros—. Quiero irme a casa.

La sorpresa entre los miembros de la banda creció. Todos estaban acostumbrados a la actitud alegre y enérgica de Takuya, y verlo tan desganado era desconcertante. Mientras Daisuke observaba a su amigo, una sensación de preocupación comenzó a asentarse en él.

—Espera un momento, Takuya —dijo Daisuke, acercándose a él con una expresión seria—. ¿Qué te pasa? Has estado raro estos días, y hoy especialmente pareces... diferente. ¿Está todo bien?

Takuya, al escuchar la pregunta directa, se detuvo por un momento y miró a Daisuke. Su expresión se suavizó ligeramente, pero la tristeza en sus ojos no pasó desapercibida.

—No es nada, en serio. Solo estoy cansado y... necesito un descanso —respondió, evitando el contacto visual.

Daisuke no se dejó engañar por la respuesta evasiva y se acercó más, mostrando su preocupación.

—Takuya, somos amigos, ¿verdad? —dijo Daisuke, con un tono de preocupación genuina—. Si algo te está molestando, puedes hablar conmigo. Somos amigos ¿no?

Takuya suspiró profundamente, claramente con la carga emocional visible, pero al mismo tiempo parecía indeciso sobre compartir sus sentimientos.

—Dime ¿por qué estás así?

Takuya suspiró.

Quizás, si lo decía, se libraría de esta carga.

—Está bien —dijo finalmente, su voz temblando ligeramente—. Hay algo que me está molestando.

—¿Qué cosa?

—Un tema con Izumi...—Declaró.

—¿Con Izumi?— Preguntó Daisuke sorprendido.

Takuya asintió: —Verás, lleva un par de días actuando extraña.

—¿Extraña?

El Kanbara nuevamente asintió: —Se suponía que ella y yo trabajaríamos juntos en la nueva colección, pero de un momento a otro decidió dejar de trabajar conmigo, no me habla, apenas me saluda, es como si se escapara de mi.

—Bueno...—Musitó el Motomiya— Luego de lo que ocurrió con ese beso inesperado. Quizás, se siente incómoda.

—Entiendo que fue algo extraño, pero Izumi sabe que ocurrió sin querer, no fue planeado. Intenté ser lo más claro con ella, le dejé en claro que la respetaría y nunca más volvería a pasar.

—Sí, lo prometiste, pero ella está de novia es lógico que desconfié.

Esto, evidentemente, arruinó más el humor de Takuya que bajo la mirada triste:

—Jamás quise que eso ocurriera.—Declaró— Jamás quise arruinar mi amistad con ella.

—Era de esperarse, ella está de novia y tú bien sabes como es su novio, no me sorprendería saber que él le pidió que se alejara de ti.—comentó Daisuke, con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

Takuya se detuvo y frunció el ceño, sin poder ocultar su frustración—Espero que no sea esa la razón...—Declaró—Porque verdaderamente sería injusto.

—¿Por qué?— Preguntó Daisuke.

—Porque simplemente quiero que Izumi esté bien.—Declaró el Kanbara— Yo no soy como el idiota de Kouji, al contrario, si Izumi y yo nos hemos acercado es porque quiero darle confianza. No hacerla sufrir como lo hace él cada dos segundos.

—Es su novio.

—¿Y?— Preguntó Takuya— ¡No importa! Yo soy su amigo.

Daisuke se quedó en silencio por un momento, observando a Takuya con una mirada inquisitiva. Había algo en la forma en que hablaba de Izumi que no había notado antes, algo más profundo que solo preocupación por una amiga.

—Takuya... —comenzó Daisuke, con un tono que sugería que había llegado a una conclusión importante—. Estás más preocupado por Izumi de lo que deberías, ¿no crees?

Takuya lo miró, sorprendido por la observación.

—¿A qué te refieres? —preguntó, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.

Daisuke dejó escapar una pequeña risa, como si la situación fuera obvia.

—Sabes exactamente a lo que me refiero. Te importa Izumi... más que como una simple amiga.

Takuya sintió un nudo en el estómago ante la declaración de Daisuke. Quería negar lo que estaba sugiriendo, pero las palabras no salían. Se quedó en silencio, incapaz de encontrar una respuesta que convenciera a ambos.

—No es... no es eso... —intentó decir, pero la falta de convicción en su voz era evidente.

Daisuke lo miró fijamente, cruzando los brazos, como si esperara que Takuya admitiera lo que era tan claro para él.

—La forma en que te preocupas por ella, cómo hablas de su relación con Kouji... No es solo preocupación de amigo, Takuya. Admítelo, te gusta Izumi, y lo sabes.

Takuya sintió un golpe en el pecho al escuchar esas palabras. No había querido aceptar esa posibilidad, había intentado ignorar cualquier sentimiento más profundo por el bien de su amistad con Izumi. Pero ahora, enfrentado a la verdad, no podía seguir negándolo.

Se quedó en silencio, con la mirada perdida, mientras procesaba lo que Daisuke había dicho. La realidad de sus sentimientos hacia Izumi comenzaba a hacerse más clara, y con ella, el peso de lo que eso significaba.


Rika paseaba por la fiesta, intentando disfrutar del ambiente, aunque una parte de ella no podía dejar de sentirse fuera de lugar. Las luces brillaban y la música suave llenaba el aire, pero su mente estaba en otra parte, enredada en los recientes acontecimientos que la habían sacudido.

Solo pensaba en sus padres y en Ryo, como no lo aceptaban, como los querían alejar.

Suspiró.

Era difícil venir y actuar "como si nada" para intentar arreglar las cosas.

¡Bip, bip!

Su móvil sonó.

Era un mensaje anónimo.

"Tu enamorado está en la entrada de la fiesta"

Rika alzó una ceja sorprendida.

"Ryo está esperandote"


La fiesta estaba en su apogeo, con los invitados elegantemente vestidos y la música suave creando una atmósfera de sofisticación. Haruna se movía con gracia entre la multitud, pero su mente estaba en otro lugar. Sus planes cuidadosamente elaborados estaban en marcha, y todo parecía estar bajo control. Se había asegurado de que Hiroaki, el objetivo de su venganza, sería quien diera el discurso de bienvenida. La trampa estaba lista: una descarga eléctrica en el micrófono que usaría.

Sin embargo, mientras Haruna conversaba superficialmente con un grupo de invitados, algo llamó su atención.

Izumi se encontraba en la barra del elegante salón de eventos, el lugar rebosante de conversación y risas. Sin embargo, en medio de la animada fiesta, ella se sentía sola y desolada. Su mirada estaba fija en el vaso de jugo frente a ella, el líquido casi sin tocarse. Los pensamientos sobre Kouji, que se había negado rotundamente a tomarse fotos con ella y había estado ignorándola toda la noche, la estaban consumiendo.

Haruna, que estaba observando el ambiente desde un rincón del salón, notó la tristeza que parecía envolver a Izumi. Su mirada seguía a Izumi mientras ella se sentaba en la barra, sola. Con paso decidido, Haruna se acercó a la joven, su expresión compasiva y atenta.

—Hola, Izumi —dijo Haruna con una sonrisa cálida, intentando suavizar el ambiente.

Izumi levantó la vista lentamente, su rostro mostrando una falta de ánimo que contrastaba con la vitalidad del lugar. Apenas esbozó una sonrisa en respuesta.

—Hola, Haruna. —La voz de Izumi sonó apagada, como si las palabras fueran un esfuerzo.

Haruna tomó asiento al lado de Izumi, observando detenidamente la expresión triste en su rostro. Su tono se volvió suave y preocupada.

—Parece que hay alguien triste.—musitó la castaña.

—¿Triste?— Preguntó la oji-verde sorprendida.

Haruna asintió: —Querida, dime ¿hay algo que te está molestando?

—¿A mí?— repitió Izumi, tratando de esquivar la pregunta. Sus ojos se desviaron hacia su vaso de jugo, como si la respuesta a sus emociones se encontrara en el líquido que contenía.

Haruna no se dejó engañar por el intento de desviar la conversación. Se inclinó un poco más cerca, su voz un susurro reconfortante. —Sí, a ti. —insistió Haruna suavemente—Dime, ¿qué te preocupa?

Izumi suspiró profundamente, un signo de resignación y cansancio.

—Nada.

Haruna levantó las cejas, sorprendida por la revelación. Esperaba que el encuentro con su hermana, Rika, hubiera traído algo de alegría a Izumi, y sin embargo, la tristeza seguía ahí.

—Pensé que ver a Rika aquí podría haber mejorado tu ánimo. Sora me comentó que estabas triste por eso. —dijo Haruna, con una mezcla de sorpresa y preocupación.

Izumi asintió lentamente, sus ojos reflejaban una tristeza que no podía ocultar.

—Sí, estoy feliz de ver a Rika, por supuesto. —se apresuró a decir.

—No se nota querida...—Haruna depositó su mano en su hombro— Dime ¿qué ocurre?

Izumi no quería hablar, no se sentía con ánimos, sin embargo, su mirada la delató, ya que justo en ese momento Kouji por el lado de ellas. Mimi notó esto y digirió su mirada hacia el oji-azul.

El recuerdo de hace unos días vino a ella. Mejor dicho, de la situación que vivieron aquel día que Takeru estuvo en la clínica.

—¿Tuviste un problema con tu novio?

Esto alertó con a la rubia.

—¿Con mi novio?— Preguntó— N-no...no...claro que no.— Se apresuró a negar.

No obstante, Mimi notó el nerviosismo de su hija, y curiosamente notó su mismo tic nervioso al comenzar a tocar su cabello una y otra vez.

Mimi se inclinó hacia adelante, sus ojos mostrando una preocupación genuina. Aunque su papel en esta situación era de una amiga cercana, el dolor que veía en Izumi tocaba un lugar más profundo en ella.

—Izumi, no tienes que ocultar tus sentimientos. —dijo Mimi suavemente—. A veces es más fácil hablar con alguien en quien confíes, alguien que pueda ofrecer una perspectiva diferente.

Izumi mordió su labio, claramente conflictuada. Finalmente, la presión de la conversación y la cercanía de Kouji pareció ser demasiado. Se giró un poco más hacia Mimi, buscando consuelo en su figura comprensiva.

—Dime ¿ocurrió algo?

La oji-verde no quería responder, sin embargo, la mirada de la oji-miel le trasmitía algo que no podía describir. Era como si la obligase a decir la verdad, pero no de manera acusadora, si no preocupada.

—Es que...—comenzó a decir, su voz apenas un susurro— Es que...—

No, no podía hablar, no quería.

Mimi esperó ansiosa a esperar la respuesta de su hija.

Sin embargo, el momento se vio interrumpido, ya que un sonido en los parlantes llamó la atención de todos.

—Queridos invitados llegó el momento de la bienvenida.— Declaró una voz.

¿Momento de la bienvenida?

Esto llamó la atención de Mimi.

¡Era el momento en que Hiroaki daría el discurso!

Justo en ese minuto la luz de la pequeña tarima se prendió y todos los presentes dirigieron su mirada hacia ella.

—Haruna, Izumi...—Sora se acercó a ellas—¡Que bueno que están juntas!— Declaró— Llegó el momento tan esperado—El momento del discurso.

Al mirar hacia la tarima, sus ojos se abrieron con sorpresa y preocupación al ver a Nene, la nieta mayor de los Ishida, de pie junto a Hiroaki.

—¿Qué hace Nene ahí? —murmuró Haruna, sin poder ocultar la inquietud en su voz.

Izumi, que estaba cerca de ella, escuchó la pregunta y se acercó, notando la expresión en el rostro de Haruna.

—Acaso ¿no sabe?—Preguntó.

—¿Saber qué?—Preguntó la castaña.

—Nene va a dar el discurso de bienvenida —dijo la rubia con orgullo, como si fuera algo completamente normal.

Haruna se quedó inmóvil, su mente girando rápidamente. El plan había sido claro: Hiroaki debía tomar el micrófono, y en ese momento, todo cambiaría. Pero ahora, Nene estaba en el centro de atención, y la posibilidad de que ella fuera la que recibiera la descarga la aterrorizó.

—¿Cómo que Nene dará el discurso? —preguntó Haruna, tratando de mantener la calma en su voz—. Se suponía que Hiroaki lo haría.

Izumi asintió, todavía sonriente, sin notar la creciente ansiedad de Haruna.

—Eso pensábamos todos, pero al final, Hiroaki le dijo a Yamato que no estaba seguro de hacerlo. Como él no quiso, Nene se ofreció. Ella dijo que quería hacerlo como la nieta mayor de la familia Ishida.

Las palabras de Izumi cayeron como una losa en la mente de Haruna. Su corazón comenzó a latir con fuerza y sus pensamientos se descontrolaron. Si Nene tomaba ese micrófono, la situación podría volverse desastrosa. Haruna sintió un nudo en el estómago; no podía permitir que su plan afectara a Nene, a pesar de todo.

En ese momento, Nene se acercó al micrófono con una sonrisa tranquila, preparándose para hablar ante los invitados. Haruna, sin perder más tiempo, comenzó a caminar rápidamente hacia el escenario, sus tacones resonando en el suelo mientras intentaba mantener la compostura.

—No puede ser... —murmuró para sí misma, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.

Haruna sabía que tenía que actuar, y rápido. La trampa que había colocado no distinguía entre enemigos y personas inocentes. Nene estaba a segundos de tomar el micrófono, y Haruna necesitaba detenerla antes de que fuera demasiado tarde.


Rika verdaderamente no entendía el mensaje que recibió, pensó que era una broma, por unos segundos quiso ignorarlo. Pero luego le llegó un tercer, luego un cuarto y por último un quinto mensaje, esta vez de Ryo diciéndole "Estoy aquí"

Fue así como rápidamente camino hacia entrada donde supuestamente estaba su enamorado y efectivamente ahí estaba escondido.

—¿Ryo? —susurró, completamente sorprendida.

Ryo, quien también la había visto, se abrió paso entre la gente hasta llegar a su lado. Rika lo miró con incredulidad, aún procesando su presencia.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, sin poder ocultar la sorpresa en su voz—. ¿Cómo supiste que estaba en esta fiesta?

Ryo, con una expresión tranquila pero curiosa, respondió:

—Tú me lo dijiste, Rika.

Rika lo miró, claramente confundida.

—¿Qué? —murmuró, frunciendo el ceño—. Yo no te dije nada...

Ryo ladeó la cabeza, también confundido, pero seguro de lo que había pasado.

—Sí lo hiciste —insistió—. Me enviaste un mensaje diciéndome que querías verme y me citaste aquí.

Rika sintió cómo su corazón comenzaba a latir más rápido. Esto no tenía sentido. Ella no había enviado ningún mensaje.

—Ryo, yo... —empezó, tratando de encontrar las palabras—. Yo no te envié ningún mensaje. Jamás te cité aquí.

Ryo la miró fijamente, intentando descifrar si ella estaba bromeando o si había algún malentendido.

—Rika, te juro que recibí un mensaje tuyo. Decía que querías verme... que... —se detuvo un momento, sacando su teléfono para mostrarle el mensaje.

Rika tomó el teléfono con manos temblorosas, leyendo el mensaje que, efectivamente, parecía haber sido enviado desde su número. La invitación estaba clara, y la sorpresa de Rika se convirtió rápidamente en inquietud.

—Esto no puede ser... —susurró, devolviéndole el teléfono a Ryo—. Yo no lo envié, te lo juro.

Ryo, ahora también desconcertado, guardó su teléfono, pero no pudo evitar sentir una creciente preocupación.

—Entonces, ¿quién lo hizo? —preguntó, mirándola con seriedad—. ¿Quién querría que nos encontráramos aquí?

Rika se quedó en silencio, intentando pensar en quién podría estar detrás de esto. Una inquietud incómoda comenzó a crecer en su pecho. Alguien estaba jugando con ellos, y la idea de que sus vidas estuvieran siendo manipuladas de esa manera la hizo sentir vulnerable y expuesta.

—No lo sé... —admitió finalmente, sintiendo cómo el miedo comenzaba a apoderarse de ella.

No habrá pasado ni un segundo cuando ruido o mejor dicho un estruendo se hizo presente en todo lugar asustando a la pareja.


En paralelo a esto


Nene estaba de pie en la tarima, frente el micrófono mientras su mirada recorría la multitud reunida. Su porte era impecable, y su determinación, palpable. Estaba lista para dar el discurso de bienvenida, representando a su familia con orgullo.

—Espero que no estés nerviosa, querida.—Hiroaki le habló a su nieta.

La castaña negó: —¿Por qué lo estaría?—Preguntó— Soy una Ishida, tengo el porte y la clase ¿no?

Hiroaki se sintió orgulloso ante esta respuesta—Lo eres...—Declaró— No obstante, es la primera vez, si no te sientes lista puedes darme paso a mi.

A pesar de que, quería seguir con la tradición, no quería exponer a Nene. Yamato y Takeru estaban para soportar esos momentos estresantes. Su nieta no.

—No te preocupes. Todo estará bien.— Comentó Nene.

Sin embargo, desde el otro lado del salón, Haruna no podía evitar sentir un nudo en el estómago, sus manos temblaban ligeramente mientras observaba con creciente nerviosismo.

"Esto no debía suceder así", pensaba Haruna, su mente luchando contra la marea de pánico que la invadía. La trampa de electricidad que había mandado a colocar estaba destinada a Hiroaki, no a Nene. "¿Cómo es posible que todo haya salido tan mal?"

Justo cuando Nene se preparaba para hablar, Haruna sintió que el tiempo se detenía. Cada segundo se alargaba interminablemente. Quería gritar, detener a Nene antes de que tocara el micrófono, pero su cuerpo parecía no responder. Sentía como si estuviera atrapada en una pesadilla de la que no podía despertar.

Nene, sin sospechar nada, comenzó a hablar, pero antes de que pudiera decir una palabra, un sonido ensordecedor retumbó en el salón, seguido de una explosión repentina. Las luces parpadearon y una onda de choque recorrió el lugar, sacudiendo a todos los presentes.

El pánico se apoderó de la multitud. Gritos de terror resonaron mientras las personas intentaban protegerse. En medio del caos, Hiroaki reaccionó instintivamente. Sin pensarlo dos veces, saltó de la tarima, cubriendo a su nieta con su cuerpo justo cuando los escombros comenzaron a caer alrededor de ellos.

Nene, completamente aturdida, sintió el peso de su abuelo sobre ella, protegiéndola del peligro. Todo sucedía en un abrir y cerrar de ojos, pero para ella, parecía una eternidad. El estruendo de la explosión aún resonaba en sus oídos, mientras el humo comenzaba a llenar el ambiente.

Haruna, paralizada de horror, observaba la escena con incredulidad. El caos que había desatado se había vuelto en su contra, y ahora, la vida de Nene estaba en peligro. No podía creer lo que había hecho. "Esto no es lo que quería… ¡No era para ella!"

La explosión dejó al salón sumido en el caos. La gente corría en todas direcciones, tratando de escapar, mientras los guardias de seguridad intentaban restaurar el orden. Nene, cubierta por Hiroaki, trataba de procesar lo que acababa de suceder, el shock nublando sus pensamientos.

Hiroaki, con una mezcla de dolor y determinación en su rostro, levantó la mirada hacia Nene, asegurándose de que estaba a salvo. Aunque su cuerpo estaba adolorido por el impacto, su principal preocupación era su nieta.

—Nene... —dijo con voz entrecortada—, ¿estás bien?

Nene asintió, todavía en estado de shock, mientras sus ojos buscaban respuestas en medio del caos que los rodeaba.

Haruna, desde la distancia, sintió como si su mundo se desmoronara. El remordimiento y el pánico se entrelazaban en su mente. Había subestimado las consecuencias de sus acciones, y ahora, todo estaba fuera de control. La explosión, el daño, el peligro... Todo era demasiado.

—Nene. — Yamato corrió hacia su hija.

Haruna, Sora y también Toshiko corrieron hacia la joven.

El rubio se acercó a su hija y depositó su mano en su cabeza: —¿Estás bien?

Nene respiraba agitadamente, sin saber exactamente cómo reaccionar.

Hiroaki al ver a su nieta de esa forma se enfado al máximo: —¿Quién es el maldito responsable de esto?

—No lo sé. —Respondió Yamato.

—¡Encuentren al responsable! —Gritó el castaño padre de Takeru enfadado.

—Nene, Nene…—Haruna tomó a la joven de las manos— ¿Estás bien?

La joven quiso asentir, pero se contuvo, ya que verdaderamente no se sentía bien. Todo le dolía, le daba vueltas.

—Necesitas ir a la enfermería. — Declaró Toshiko preocupado.

Nene intentó dar unos pasos, pero apenas hizo esto se desplomó. Yamato quiso reaccionar, pero Kiriha fue más rápido y tomó a Nene.

—Yo la llevaré.

—Si, por favor…—Rogó Sora.

—Ella necesita cuidado. — Comentó Haruna—Yo los acompaño y llamaré a una ambulancia para que…

Toshiko intervinó al instante: —No se preocupe, señora Anderson…

—Pero…

—No necesitamos su ayuda. —Declaró firmemente la madre de Sora— Yo me encargaré de mi nieta.

Mimi frunció el ceño ante esto, tuvo intención de reclamar, sin embargo, no pudo hacer esto, ya que un grito llamó la atención de todos los presentes.

—¡Señor Ishida! Tenemos al culpable.— Habló una voz masculina.

En el lugar apareció Rika junto a un grupo de guardias quienes traían escoltado a un chico de cabello castaño y ojos azules.

El corazón de Mimi saltó al reconocer al joven.

Los murmullos de sorpresa se extendieron por la sala mientras los invitados y los miembros de la familia observaban el aterrador espectáculo. Ryo, que había estado al margen durante el conflicto, ahora se encontraba en el centro de la atención.

Hiroaki, con los músculos tensos y una expresión dura, se acercó rápidamente a los guardias. Su mirada era una mezcla de enfado y sospecha, y sus palabras salieron con un tono cortante.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Hiroaki, su voz cargada de desconfianza—. ¿Por qué está este sujeto aquí?

Uno de los guardias, con una expresión profesional pero preocupada, respondió con firmeza.

—Señor Ishida, este joven se infiltró en el edificio. Hemos encontrado pruebas que indican que él estaba en el área de la explosión. Creemos que puede estar relacionado con el incidente.

La mención de la explosión hizo que el ambiente se cargara aún más de tensión. Todos los ojos estaban ahora fijos en Ryo, que parecía estar tratando de entender la magnitud de la situación mientras las esposas le restringían las muñecas.

Hiroaki, sin esperar más explicaciones, se volvió hacia Ryo con una expresión de furia incontrolable.

—¡Así que tú eres el responsable de todo esto! —exclamó Hiroaki, su tono lleno de acusación—. Eres tú quien ha puesto en peligro a todos aquí, y por tu culpa hemos tenido una explosión.

Rika, que había estado a un lado, no pudo permanecer en silencio. La preocupación en su rostro era evidente mientras se adelantaba para enfrentar a Hiroaki.

—No, no es así —dijo Rika con voz firme—. Ryo no es el culpable de la explosión. No tenía nada que ver con esto.

Hiroaki, sin embargo, no le prestó atención a Rika. Su furia estaba dirigida exclusivamente hacia Ryo, y su mente estaba saturada con la idea de que el joven era el causante de la crisis.

—¿Y cómo puedes estar tan segura? —replicó esta vez Yamato y se acercó a su hija para alejarla de Ryo— No me digas que lo invitaste ¡sabiendo que tienes prohibido estar con él!

—Y-yo...no, padre, no lo invite.

—Entonces ¿qué, rayos, está haciendo aquí?— Musitó el rubio.

—¡Padre no es nada!

—¡Claro que es algo!— Gritó esta vez Hiroaki—Este sujeto estaba en el edificio justo antes de la explosión. Eso es suficiente para mí para considerarlo culpable.

Rika intentó intervenir una vez más, pero su voz se perdió en el creciente murmullo de los presentes que empezaban a dejarse llevar por el caos de la situación. La confusión y el miedo se mezclaban en la sala mientras la tensión crecía.

—¡Tienes que escucharme! —insistió Rika, tratando de hacer que Hiroaki la escuchara—. Ryo no tenía nada que ver con esto.

Hiroaki, sin embargo, estaba más enfadado que nunca. Su mirada se fijó en Ryo, cuya expresión de desesperación y confusión sólo parecía alimentar la furia de Hiroaki.

—Lo que pase con él ahora no me interesa —dijo Hiroaki con frialdad—. Lo importante es asegurar que todos estén a salvo. Si resulta que él no es el culpable, que se encarguen las autoridades. Pero por ahora, él es una amenaza y debe ser tratado como tal.

Rika, frustrada y angustiada, miró a Hiroaki con una mezcla de desdén y desesperación. No podía entender cómo alguien podía ser tan intransigente ante la posibilidad de un error. El ambiente en la sala seguía siendo tenso, con los presentes aun tratando de procesar lo que estaba ocurriendo.


—No, esto no posible...— Hikari le susurró a Takeru.

El rubio dirigió su mirada hacia la castaña: —Al parecer lo es.

—¡No, no lo es!— Exclamó la prima de Takuya— Él jamás haría algo así, yo lo conozco. Esto debe ser un error.

Takeru observó los ojos de su novia, eran sinceros, pero reflejaban un miedo terrible al ver a su amigo siendo culpado.

Justo en ese minuto Izumi llegó junto a ellos.

—Hikari ¿él no es tu amigo?— Preguntó.

La Kanbara asintió: —Sí...—Bajó la mirada— Lo es.

—Causó la explosión.—Declaró la oji-verde.

—No...—Hikari se apresuró a decir— No la causó.

Haruna se sorprendió ante esto y dirigió su mirada hacia los tres jóvenes.

—¿Cómo estás tan segura?

—Porque lo conozco...—Declaró la Kanbara— Y nunca sería capaz de hacer algo como esto.


Mientras tanto a un costado de la sala.

La mayor de los Ishida se encontraba recostada sentada en una silla.

—Nene ¿estás bien?— Preguntó Kiriha preocupado.

La castaña movió su cabeza: —Me duele todo.

El rubio preocupado se acercó a ella, tomó asiento a su lado.

—Todo me da vueltas y me duele la cabeza...—Musitó la joven antes de tambalearse.

—Tranquila, todo estará bien.—Kiriha rápidamente pasó su brazo derecho por los hombros de Nene y suavemente depositó la cabeza de ella sobre su hombro— Recuéstate y cierra los ojos.

Nene ante esto se sorprendió, sin embargo, estar tan cerca de Kiriha la hizo sentir protegida y no lo dudó. Fue así como cerró sus ojos.


La tensión en el aire era palpable cuando las puertas de la empresa se abrieron de golpe y varios policías ingresaron al lugar, sus pasos resonando en el piso de mármol. Todos los presentes se giraron con sorpresa y confusión, mientras los oficiales se dirigían con determinación hacia Ryo, quien estaba de pie junto a un grupo de empleados, aún impactado por los eventos recientes.

—¡Ryo! —gritó uno de los oficiales con voz autoritaria—. Está bajo arresto por su implicación en la explosión ocurrida anoche.

Ryo abrió los ojos con incredulidad, levantando las manos en señal de rendición mientras los policías se acercaban con las esposas listas. —¡No, no! ¡Esperen, yo no fui! —protestó con vehemencia—. ¡No soy el culpable!

Pero antes de que pudiera explicar más, Hiroaki, que estaba de pie al otro lado de la habitación, avanzó con una furia palpable en su rostro. —¡Cállate, maldito! —le gritó, su voz resonando en todo el salón—. ¡Tú eres el culpable! ¡Sabemos que estuviste involucrado en esto!

Rika, quien había permanecido en silencio junto a su madre, sintió que su corazón se aceleraba al ver a Ryo siendo esposado por los oficiales. La escena se desarrollaba ante sus ojos como una pesadilla; no podía soportar verlo de esa manera. Instintivamente, dio un paso hacia adelante, con la intención de correr hacia él y ayudarlo.

—¡Rika, no! —la detuvo Sora, sujetándola del brazo con fuerza—. No te metas en esto.

Rika se volvió hacia su madre, sus ojos llenos de desesperación y determinación. —¡Pero, mamá, no puedo permitir que lo arresten! ¡Ryo no hizo nada!

—Tienes que aceptar lo que está pasando —dijo Yamato, su tono severo, sin permitir que sus emociones se filtraran—. Ryo es el culpable, y debe pagar por lo que hizo.

Rika miró a su padre con incredulidad, su rostro enrojeciéndose por la furia. —¡No puedo creer que pienses eso! —gritó, sintiendo cómo la ira se acumulaba en su interior—. ¡Él no es el culpable!

Ryo, aún forcejeando contra los policías, volvió a alzar la voz, esta vez con más desesperación. —¡Yo no fui, se los juro! ¡No tuve nada que ver con la explosión!

La mirada de Haruna, o mejor dicho Mimi, seguía la escena con el corazón completamente apretado. Su hermano, su querido hermano, estaba siendo acusado injustamente. Sentía una mezcla de impotencia y rabia, deseando poder hacer algo, cualquier cosa, para detener lo que estaba ocurriendo. Pero sabía que, en ese momento, cualquier movimiento en falso podría empeorar la situación.

Desde el otro lado de la sala, Toshiko observaba todo con una sonrisa satisfecha, casi divertida. Su plan había salido mejor de lo que esperaba. Disfrutaba cada segundo de la desesperación en los ojos de Haruna y la confusión en los de Ryo. Este era solo el comienzo.

—¡Por favor, escúchenme! —Ryo seguía suplicando mientras los policías lo empujaban hacia la salida—. ¡Están cometiendo un error! ¡Yo no hice nada!

Rika intentó avanzar de nuevo, pero Yamato la detuvo, su mano firme en su hombro. —¡No te metas, Rika! —le ordenó con dureza.

—¡Papá, no puedes hacer esto! —protestó Rika, sus ojos llenos de lágrimas—. ¡No puedo creer que estés de acuerdo con esto!

Haruna sintió un nudo en la garganta, incapaz de apartar la vista de su hermano. Su impotencia crecía con cada segundo que pasaba, y su corazón se rompía al ver a Ryo siendo llevado hacia la salida. Lo más triste era saber que todo eso fue culpa de ella.

¡Debía hacer algo!


Yamato avanzó hacia Rika con una expresión de furia en su rostro. Sin previo aviso, la jaló del brazo con brusquedad. Rika, sorprendida por la acción, lo miró con una mezcla de indignación y dolor.

—¡Suéltame, papá! —exclamó Rika, tratando de zafarse de su agarre.

Yamato la soltó de un tirón, la fuerza detrás del gesto la hizo tambalear. Su voz era áspera y llena de enojo.

—¿Cómo pudiste traer a Ryo a la fiesta? —regañó— ¿Acaso no te das cuenta de lo que has hecho?

Rika lo miró, completamente desconcertada y herida. —¡No fui yo! ¡Yo no lo traje!

—No te creo —dijo Yamato con desdén— Estoy seguro que querías aprovechar este momento libre para verlo.

—¡Claro que no!— Exclamó Rika— No soy tonta padre. Jamás invitaría a Ryo a un lugar como este. Por favor, créeme, yo no invite a Ryo.

—¡No te creo!

La pelirroja apretó su puño molesta y bajó su mirada.

—Lo peor de todo es que, todos los indicios apuntan a que Ryo está involucrado, y ahora será él quien cargue con la culpa de todo esto.

Las palabras de Yamato golpearon a Rika como una bofetada. Sus lágrimas comenzaron a caer, mezcladas con la impotencia y el dolor. —¡Por favor, créeme! —sollozó— ¡Ryo es inocente! ¡No tuvo nada que ver con esto!

Yamato la miró con una mezcla de furia y frustración, su expresión endureciéndose. —No voy a hablar de esto contigo —sentenció—. No puedo confiar en tus palabras en este momento.

—¡Por favor, padre, créeme!—Rogó Rika.

El corazón de Yamato estaba dividido entre la furia y la duda. Sabía que Ryo, en el fondo, no sería capaz de hacer algo tan horrible. A pesar de la rabia que sentía hacia él, una parte de Yamato sabía que Ryo no podría haber causado tal destrucción.

Su mente retrocedió al pasado, a la tragedia que le había cambiado la vida: la explosión que había matado a su madre, Natsuko, causada por la hermana de Ryo, Mimi. Esa explosión había dejado una marca profunda en él, alimentando su resentimiento y dolor.

Apretando los puños con tanta fuerza que los nudillos se volvieron blancos, Yamato se sumergió en su tormento interno. La rabia y la tristeza se entrelazaban, la imagen de Natsuko y la culpa de Mimi aún frescas en su mente. La furia hacia Ryo y el dolor por la pérdida de su madre se mezclaban, haciendo que sus emociones fueran una vorágine de conflicto interno.

Lo peor de todo era que, Ryo puso en peligro a sus propias sobrinas, Nene e Izumi. A quienes tanto deseaba conocer.

¡Oh no! Nene

Yamato rápidamente caminó en dirección a la enfermería.

Mientras tanto, Rika se quedó allí, llorando y suplicando en vano, esperando que Yamato pudiera ver la verdad en sus ojos. Pero, en ese momento, el peso de su dolor y su desconfianza era demasiado grande para que él pudiera aceptar.


Fue así como, Haruna, apenas tuvo oportunidad salió del lugar y le pidió a su chofer que rápidamente la llevara a su casa.


Haruna, o mejor dicho Mimi, no podía dejar de temblar. Su corazón latía con fuerza desbocada, cada latido era un recordatorio del peligro al que había expuesto a Nene. Estaba en una habitación privada, alejada del caos y el bullicio del salón donde la explosión había ocurrido, pero la calma del entorno no hacía nada para apaciguar el tormento en su mente.

Caminaba de un lado a otro, su mente reproduciendo en bucle el momento exacto en que todo salió mal. "Esto no debía suceder. ¡No debía suceder!" se repetía, mordiéndose el labio con nerviosismo. "Era para Hiroaki… No para Nene… ¿Cómo pude ser tan estúpida?"

¡Por su culpa, Ryo fue culpado de algo que no hizo!

Las lágrimas brotaron de sus ojos, mientras su respiración se aceleraba. La culpabilidad la abrumaba, asfixiándola. "Si algo le hubiera pasado… Si hubiera…". Mimi no podía terminar esos pensamientos sin sentir que su mundo se desmoronaba. Se apoyó en una mesa cercana, sintiendo como sus piernas flaqueaban bajo el peso de su angustia.

Fue en ese momento cuando la puerta se abrió lentamente, revelando la figura de Koushiro. Su expresión era seria, pero había un brillo de comprensión en sus ojos. Mimi lo miró, su rostro empapado en lágrimas, su cuerpo temblando incontrolablemente.

—Mimi... —comenzó Koushiro, su voz suave pero firme, como si intentara calmar a una bestia herida.

Mimi negó con la cabeza, incapaz de mirarlo directamente a los ojos.

—Hice algo horrible.— Declaró.

—¿Qué?

—Hice algo horrible.

El pelirrojo la observó sin entender.

—No puedo… no puedo soportar lo que hice. ¡Casi la mato! —sollozó, cubriéndose el rostro con las manos. Cada vez que cerraba los ojos, veía la imagen de Nene en la tarima, a punto de ser alcanzada por el desastre que ella misma había provocado.

Koushiro dio un paso más hacia ella, observando cómo Mimi se consumía en su propia culpa. Podía ver que estaba al borde del colapso, y sabía que debía intervenir antes de que se destruyera a sí misma.

—¿Te refieres a la explosión?

Mimi se sorprendió al escuchar esto:

—¿Explosión?— Preguntó—¿Cómo sabes eso?

Koushiro aclaró su garganta— Tengo mis informantes.— Declaró y señaló la televisión donde se trasmitía la noticia del último suceso.

—¡Oh no!— Musitó la castaña totalmente desesperada.

—Así que...—Declaró el pelirrojo— Ryo fue culpado.

Mimi asintió mientras lágrimas caían por su rostro: —S-sí...—Tragó saliva— Mi hermano fue culpado...—Suspiró— Por mi culpa.

—¿Por qué dices eso?

—Porque sin querer...—Declaró— Yo provoqué la explosión.

—¿Tú?

Mimi asintió: —¿Recuerdas que prometí vengarme?— Musitó—Lo haría esta noche contraté a...

—Un ingeniero de sonido para que afectara la amplificación y generara un corto circuito en el micrófono para que Hiroaki se electrocutara.

La castaña se sorprendió: —¿Cómo lo sabes?

—Tengo mis fuentes.— Declaró.

La oji-miel observó incrédula a su amigo. Algunas veces se pregunta si ¿Koushiro era inteligente por naturaleza o era brujo y manejaba todo a su antojo para saberlo todo?

¡Cómo sea!

—Es mi culpa...—Musitó la castaña— Todo salió mal y hubo una explosión.

—Mimi, escúchame —dijo con más fuerza esta vez, sujetándola por los hombros y obligándola a mirarlo a los ojos— No fue tu culpa.

Mimi lo miró como si él hubiera perdido la razón, sus ojos llenos de incredulidad y desesperación. —¿Cómo puedes decir eso? ¡Yo fui quien saboteó el micrófono! ¡Yo lo hice! ¡Esto es todo culpa mía!

Koushiro negó con la cabeza, manteniendo su firmeza. —No, Mimi. Lo que ocurrió no fue por lo que hiciste. ¿Enserio creías que dejaría que actuaras de esa manera tan imprudente sin intervenir?

Mimi dejó de sollozar, su confusión superando su desesperación. —¿Qué… qué estás diciendo?

Koushiro soltó un suspiro, sabiendo que lo que tenía que decirle no iba a ser fácil de procesar. —La explosión no fue consecuencia de un error de amplificación, ni de lo que saboteaste.

Mimi proceso esta información en su mente.

—¿Estás seguro?

—¡Pues claro!— Exclamó Koushiro—Yo me encargué de impedir que ese ingeniero siguiera su loco plan.

—Pe-pero yo hablé con él.

—Sí, pero no siguió tus órdenes, me encargué de que no lo hiciera.—Declaró el pelirrojo— Y, aunque así hubiese sido, el micrófono nunca iba a sufrir un fallo eléctrico. Hiroaki, Yamato, todo aquel que tomará el micrófono iba a estar libre.

—Espera...—Musitó Mimi—¿Tú me saboteaste?

El pelirrojo asintió.

Mimi se dejó caer en una silla cercana, sintiendo que sus fuerzas la abandonaban. —No… no puede ser… Yo pensé que…—¡No, Mimi, no fue tu culpa! —insistió Koushiro con firmeza, tratando de calmar el tumulto emocional que la consumía.

—¿Pero cómo explicas la explosión? —preguntó Mimi, sus ojos reflejando una mezcla de confusión y desesperación— Está claro que...

—La explosión fue provocada por un dispositivo externo, algo mucho más sofisticado y peligroso que lo que tú pudiste haber hecho —explicó Koushiro, tratando de transmitir la seriedad de la situación.

Mimi sintió un nudo en el estómago, pero esta vez no era culpa, sino un creciente miedo. Su mente luchaba por procesar la información. —¿Un dispositivo externo?

Koushiro asintió con gravedad. —Te lo aseguro. El desastre no fue causado por tu sabotaje. La magnitud y la naturaleza del daño van más allá de lo que tú pudiste haber provocado.

—Pe-pero...—musitó Mimi, incrédula— ¿Quién podría haber hecho algo así?

Koushiro la miró fijamente, con una expresión de preocupación genuina. —No estoy seguro de quién, pero es evidente que alguien con mucho poder y recursos estuvo detrás de esto.

Mimi comenzó a hacer conexiones en su mente, su mente volviendo a girar alrededor de la posibilidad más inquietante. —Pero... creo que ya sé quién pudo haber sido —dijo, apretando su puño con determinación.

Koushiro alzó una ceja, su curiosidad avivada. —¿Quién?

—Hiroaki... —respondió Mimi, su voz tensa— Él podría ser el responsable.

—¿Por qué piensas eso? —preguntó Koushiro, claramente sorprendido.

—Porque Hiroaki es capaz de cualquier cosa para cumplir sus objetivos —dijo Mimi, con una firmeza renovada—. Saboteó el micrófono y la explosión para crear caos y desviar la atención. Todo para cumplir su plan.

—¿Qué plan? —preguntó Koushiro, tratando de entender la magnitud de la trama.

—Acusar a mi hermano —contestó Mimi, su voz firme—. Hiroaki quería que todos lo culparan a él, para desviar la atención de sus verdaderas intenciones. No es solo una cuestión de sabotaje; es una maniobra calculada para destruir a quien se interponga en su camino.


Tomoko apenas podía mantener la calma mientras caminaba a toda prisa hacia la comisaría. Su corazón latía a mil, y cada paso que daba sentía como si la desesperación la estuviera devorando por dentro. Aún resonaban en su mente las palabras que Ryo le había dicho por teléfono: "Tomoko, me han arrestado. Necesito que vengas. No hice nada, te lo juro".

La imagen de su ahijado atrapado en esa pesadilla la hacía sentir impotente, como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. No podía permitir que Ryo, a quien había visto crecer como si fuera su propio hijo, sufriera por algo que no había hecho.

Al cruzar las puertas de la comisaría, su mirada se movía frenéticamente, buscando a Ryo entre los oficiales, los pasillos sombríos y los sonidos lejanos de teléfonos y voces. El aire estaba cargado de tensión, y cada segundo que pasaba se sentía como una eternidad.

Finalmente, lo vio: detrás de las rejas, en una celda al fondo, con el rostro pálido y los hombros caídos, como si el peso del mundo lo estuviera aplastando. Ryo estaba sentado en el suelo, con la cabeza entre las manos, luciendo más vulnerable de lo que Tomoko jamás lo había visto. Todo su dolor se reflejaba en esos ojos apagados, que antes siempre brillaban con determinación.

—¡Ryo! —gritó Tomoko, su voz quebrada por la angustia. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia él, ignorando las miradas de los oficiales que intentaron detenerla. Cada paso la acercaba a su ahijado, pero también la hundía más en una mezcla de rabia, miedo y dolor.

Ryo levantó la mirada al escuchar su voz, y en ese momento Tomoko sintió como si el corazón se le rompiera en mil pedazos. Los ojos de Ryo estaban llenos de desesperación, y su expresión era la de alguien que ya no sabía cómo luchar contra lo que estaba ocurriendo.

—Tomoko… —susurró Ryo, su voz temblorosa y rota—. Lo siento tanto, no quería preocuparte. No sé qué hacer.

Tomoko se aferró a las rejas, tratando de estar lo más cerca posible de él, con lágrimas que amenazaban con caer en cualquier momento. El recuerdo de Mimi al otro lado de las rejas provocó que sintiera un miedo terrible al recordar que por esa situación perdió para siempre a su ahijada.

—Mi niño...—Tomoko tomó la mano de Ryo— ¿Por qué? Dime ¿por qué ocurrió esto?

—Ocurrió una explosión en el evento de la empresa Ishida.—Declaró el Akiyama.

—¿Explosión?

Ryo asintió: —Y fui culpado de eso.

—¿Qué?— Tomoko se sorprendió al escuchar esto—¿Culpable?

—Si culpable... —susurró Ryo, mientras intentaba incorporarse— Pero no soy yo. No soy responsable de la explosión en la empresa Ishida. Te lo juro por lo que más quieras.

Tomoko se acercó y, sin importar las miradas de los oficiales, se arrodilló frente a él, tomando sus manos esposadas entre las suyas.

—Lo sé, Ryo. Sé que no eres capaz de algo así. —La voz de Tomoko estaba firme, pero sus ojos reflejaban el dolor que sentía al verlo en esa situación— Pero todos creen que sí. Estabas en la fiesta. Dime ¿por qué estabas ahí?

—Porque quería ver a Rika.

¿Ver a Rika?

Esto molesto a Tomoko.

Tomoko lo miró con el ceño fruncido, su voz cargada de frustración y preocupación.

—Ryo, ¿es que acaso no escuchas mis consejos? —preguntó con un tono severo—. ¡Fuiste a ver a Rika! ¿Cuántas veces te lo dije?

Ryo asintió, sintiendo el peso de la culpa.

—Lo sé, madrina, pero...

Tomoko no lo dejó terminar, su voz se elevó con la ira que no podía contener.

—¡Pero nada! ¡Te dije que te alejaras de ella! Si no hubieras ido, no estarías en esta situación.

Ryo agachó la cabeza, buscando las palabras correctas, pero Tomoko continuó, implacable.

—Fue un error, Ryo. No debiste hacerlo. ¿Por qué no me escuchaste?

Ryo intentó defenderse, su voz apenas un susurro lleno de arrepentimiento.

—Fue inevitable... Quería verla. Necesitaba verla.

Tomoko negó con la cabeza, sin poder creer lo que escuchaba.

—¡No había nada inevitable! Te advertí que te mantuvieras lejos de ella, Ryo. Esto es exactamente lo que quería evitar.

Ryo la miró con ojos llenos de angustia, intentando hacerla entender.

—Madrina, por favor...

—¡Madrina nada! —Tomoko replicó, su voz firme y sus palabras cortantes como cuchillas—. ¡¿Ves lo que sucedió?! Te lo dije, Ryo, te lo advertí. ¡No puedes acercarte a Rika! ¿Es que no lo entiendes?

Ryo respiró profundamente, sintiendo la desesperación crecer en su interior. No sabía cómo explicarse, pero no podía quedarse callado.

—Madrina, lo entiendo, pero tienes que escucharme...

Tomoko levantó una mano, cortándolo una vez más.

—No, Ryo, no tengo nada que escuchar. Tú eres quien no escucha, tú fuiste quien actuó imprudentemente, y ahora mira lo que pasó...

De repente, Ryo levantó la voz, su paciencia agotada y su frustración desbordándose.

—¡Nos colocaron una trampa! —exclamó, su voz vibrando con una mezcla de furia y dolor—. ¡Esto no fue un accidente! Alguien nos tendió una trampa, y ahora estamos pagando las consecuencias.

Tomoko se quedó en silencio, sorprendida por la intensidad de las palabras de Ryo.

—¿Qué...? —preguntó ella, con la voz quebrada por la sorpresa.

Ryo la miró fijamente, con una determinación que Tomoko no había visto antes.

—Sí, madrina. Alguien está detrás de esto.

—¿Por qué dices eso?

—Porque alguien usó el número de Rika y me envió un mensaje. Pidiéndome que fuera a la empresa.

¿Qué?

Tomoko se sorprendió.

—Espera ¿qué estás diciendo?

—Alguien, no Rika, me citó ahí.

La Kimura analizó esto en su mente.

—¡De igual forma! No debiste ir donde ir sabiendo que no puedes estar con Rika.

—Lo sé, fue una imprudencia mía, y ahora estoy sufriendo las consecuencias de mi desobediencia.—Bajó la mirada.

Tomoko sintió un nudo en su garganta al ver la tristeza de su ahijado.

—Pe-pero ¿no viste nada raro?

Ryo negó con la cabeza, sus palabras entrecortadas por la rabia y la impotencia.

—No lo sé. Todo pasó tan rápido... Ni siquiera estaba cerca de la empresa cuando ocurrió. Alguien está tratando de incriminarme, y estoy seguro de que tiene que ver con Yamato. Desde que me enfrenté a él, esto ha ido de mal en peor.

Tomoko apretó sus manos con más fuerza. La mención de Yamato hacía que todo cobrara un nuevo sentido, pero aún quedaban muchas piezas por encajar.

—Lo que importa ahora es limpiar tu nombre —dijo ella, con voz firme—. Vamos a encontrar al verdadero responsable, te lo prometo.

Ryo se desplomó en la silla, las lágrimas luchando por salir mientras intentaba mantener la compostura.

—No me dejes solo en esto, Tomoko. No puedo hacerlo sin ti.

Tomoko se levantó y se volvió hacia los oficiales, con una determinación que brillaba en sus ojos.

—Mi ahijado es inocente, y no descansaré hasta que se haga justicia. Voy a hablar con su abogado ahora mismo. Y a ustedes —dijo, dirigiéndose a los oficiales.

Ryo asintió, sintiendo un rayo de esperanza. Tomoko estaba con él, y juntos enfrentarían lo que viniera.


Hiroaki estaba furioso, caminando de un lado a otro mientras apretaba su puño con ira. Yamato estaba apoyado contra la pared, con sus brazos cruzados, observando en silencio la creciente furia de su padre.

—¡Ese maldito Ryo! —exclamó Hiroaki, su voz cargada de odio—. No puedo creer que esté en el medio de todo esto. ¡Tiene que ser él!

Yamato frunció el ceño, su paciencia casi agotada por el desbordamiento de ira de su padre. —¿En verdad crees que Ryo es el culpable?

Hiroaki lo miró con una mezcla de desdén y certeza. —Por supuesto que sí. Después de todo, Ryo tiene razones para querer venganza. No olvides que todo esto es parte de un plan más grande, algo que él ha estado tramando.

Yamato sabía que había algo de verdad en la afirmación de su padre. Ryo tenía motivos, pero también sabía que no podía ser el único responsable. La situación era mucho más complicada de lo que Hiroaki quería admitir.

—No puedo creer que estés dispuesto a aceptar eso sin más —dijo Yamato, con un tono cargado de frustración—. Hay algo más en esto, y no solo es la rabia que sientes.

Hiroaki, incapaz de contener su furia, desvió el tema hacia una cuestión personal. —Y tú... ¿cómo te atreves a cuestionar mi juicio? ¿Cómo puedes olvidarte de la verdadera razón detrás de todo esto?

Yamato lo miró, confundido por la repentina tangente. —¿De qué estás hablando?

Hiroaki se acercó a él con una mirada de desprecio. —Nunca debiste involucrarte con esa pobretona, Mimi Tachikawa. Todo esto es culpa tuya. Ella trajo la desgracia a nuestra familia, y ahora tú estás pagando el precio.

Yamato sintió que un torrente de emociones lo abrumaba. La furia de Hiroaki hacia Mimi era algo que él ya había anticipado, pero escucharlo envenenado de esa manera le dolía más de lo que había esperado.

—No puedo creer que estés hablando así de ella —respondió Yamato, su voz cargada de incredulidad—. Pensé que habías superado tu odio hacia Mimi.

Hiroaki lo miró con una sonrisa cruel. —¿Superado? Nunca olvidaré lo que hizo. Y tú, que siempre has sido el débil, el que no tiene lo necesario para enfrentar la verdad, sigues empeñado en defenderla.

Yamato se tensó, sintiendo que su paciencia se estaba agotando. —No tienes derecho a hablar así de ella. Tienes la osadía de señalarla, pero has hecho cosas peores, cosas que ni siquiera quiero mencionar.

Hiroaki frunció el ceño, su ira creciendo aún más. —¿Todavía la defiendes después de todo lo que hizo? ¿Sigues cegado por el amor?

Yamato se detuvo, su mente luchando con la tormenta de recuerdos que siempre lo atormentaba. Sabía que Mimi había cometido errores, pero también era la madre de sus hijas, y eso no podía olvidarlo.

—Es inevitable defenderla.—dijo con voz quebrada.

—Eres el mismo débil de siempre, incapaz de enfrentarte a la realidad.

—No soy débil. Ella puede haber cometido errores, pero es la madre de mis hijas.

—¡Cállate!— El castaño alzó la voz—¡No vuelvas a repetir eso!

Yamato apretó su puño.

—No vuelvas a intentar defenderla, por culpa de ella ocurrieron cosas horribles, en especial lo de hoy.—Declaró el Ishida—Después de todo, su hermano quiere tomar venganza de nosotros.

Sí, lamentablemente Ryo quería tomar vengaza y por eso, le estaba dando donde más le dolía...En Rika.

Hiroaki lanzó una risa amarga— ¡Maldito el día en que permitiste que tu vida se entrelazara con la de esa Mimi Tachikawa!

Justo en ese momento, la puerta de la oficina se abrió de golpe, y Takeru apareció en la entrada. Miró a los dos hombres con una expresión de sorpresa y confusión. —¿Quién es Mimi Tachikawa? —preguntó, su voz cargada de tensión.

El ambiente se volvió aún más pesado. La presencia de Takeru añadió una nueva capa de inquietud a la conversación. Yamato y Hiroaki se quedaron paralizados, sabiendo que la pregunta de Takeru podría cambiar la dirección de la conversación y traer a la luz secretos que habían sido cuidadosamente guardados.


+Creo que, de algún modo, a Satomi se le dará vuelta todo. Así como ella prefirió creer en Hiroaki y Toshiko, dejando a Mimi sola, triste, desesperanzada, así mismo ahora sus sobrinas, en especial Nene, la van a devolver el desprecio y dolor al querer proteger a su "abuela"

+Hiroaki es el típico abuelo que le dijo a su hijo: Si tienes hijos olvidate de tu familia y el dinero. Pero cuando nace el o la nieta los consciente más que a nada en el mundo.

BethANDCourt: ¡Sí! Pasaron muchas cosas jsjsjs Lamentablemente sí, separaron a Ryuki y Takumi, la primera pareja por su bien y la segunda por un capricho. Lamentablemente Ryo y Rika deben estar distanciados para estar bien. Y con respecto a Kouji e Izumi, es una situación lamentable, que ocurre en los días de hoy en la realidad. Sí, lamentablemente, la bruja se enteró y ya hizo una de las suyas. Toshiko es tres mil veces peor. Al menos Hiroaki quiere a su sangre. Me alegra que te estén gustando las escenas de Nene y Mimi. Sí, Nene tiene un carácter bastante especial. Pero Mimi de a poco está entendiendo como es tratar con ella. Sí, por el momento, Takeru e Hikari están felices. Lamentablemente sí, Nene heredó el clasismo Ishida, pero eso se debe a que Nene ha sido muy influenciada por Toshiko. Tristemente las cosas salieron peor pero no por culpa de Mimi, sin embargo, creo que ahora que culpan a Ryo las cosas irán para peor. Sí, Sora de algún modo ha sido victima de todo, incluso Sora ha sido víctima de más cosas tristes. Empezando por la perdida de su amado hijo. Una prueba de que: El dinero no hace la felicidad. Demoró la actualización, pero aquí está, quise darme un tiempo porque estaba un tanto cansada y enferma, pero ahora estoy mejor, así que les traje este capítulo. Espero que te haya gustado, ojalá sigas leyendo y comentando. Te mando un gran abrazo a la distancia.

KeruTakaishi: Me alegra que hayas amado el Takari de este capítulo. Intenté que fuera lo más natural y sincero posible al mostrar los miedos de Hikari y el optimismo/cariño de Tk. Tus temores son ciertos de gran manera. Estamos recién empezando (no daré spoiler) pero "esta historia es por turno" hoy es el turno de Ryo y Rika se sufrir, próximamente sufrirá otra pareja y es probable que sea el Takari, y todos ya sabemos la razón, como tú dijiste, para no "manchar" la reputación de su familia como Yamato. Tocaste un buen punto, de algún modo Mimi afectará a Takeru, pero mencionaré más que indirectamente. Mimi no buscará molestar tanto a Takeru porque sabe lo importante que es para Nene, pero en especial para Izumi, quien lo considera su mejor amigo. No obstante, Mimi estará más involucrada con Hikari. Sí, con Hikari ¿Cómo? ¡Lo van a descubrir pronto! Recordemos que Hikari es hermana de su mejor amigo y hará lo imposible por cuidarla. El plan no salió como esperaba, porque Koushiro "la saboteo" no obstante, provocó que sintiera un miedo horrible. Ahora será más cuidadosa al hacer sus planes. Espero que te haya gustado este capítulo, espero sigas leyendo y comentando, te mando un abrazo a la distancia.

miyakoinoe25: ¡Hola! ¡Uh! Me da curiosidad saber quien crees que va a estar con Akari jajaj No he dado pistas, pero me gustaría saber cual es tu sospecha. Tranqui, el plan no salió tan mal. Koushiro saboteo a Mimi para que no funcionara. Rika y Ryo están en un momento horrible, y si, les queda mucho por sufrir. Tienes mucha razón, si Yamato hubiese confiado en Mimi y Sora hubiese creído en la lealtad de Taichi, nada de esto estaría pasando jajaja creo que todos quieren golpear a Kouji por su forma de ser ¡Uh! Invocaste a Damar jajaja Me alegra que te haya gustado su relación con Kouji. Pero ¡créeme! en esta historia lo odiaría. No se parece en nada al Kouji de la trilogía. Ya veremos qué ocurrirá. Espero que te haya gustado este capítulo, espero sigas leyendo y comentando, te mando un abrazo a la distancia.