REVENGE
~Capítulo 28 Parte II~
—¿Quién es Mimi Tachikawa? —soltó Takeru sin rodeos, su voz llena de una mezcla de intriga y desafío.
La pregunta cayó como una bomba en la habitación. Yamato se tensó de inmediato, su expresión endureciéndose mientras su mirada se fijaba en Takeru con un destello de sorpresa y nerviosismo. Hiroaki, por su parte, dejó el documento sobre la mesa, su rostro se oscureció, y sus labios se apretaron en una línea delgada. La mención de ese nombre parecía haberlos congelado a ambos en sus lugares.
El silencio que siguió fue denso, casi palpable. Yamato no podía articular una respuesta, sus pensamientos corriendo a toda velocidad mientras trataba de mantener la calma. Hiroaki se quedó callado, su mirada se dirigió hacia la ventana como si intentara encontrar una excusa o una salida a la incómoda situación. El ambiente se había transformado en un campo de tensión que ninguno de los dos sabía cómo manejar.
Takeru frunció el ceño, perplejo por la reacción de los dos hombres. Esperaba una respuesta rápida, una explicación sencilla, pero lo que encontró fue una barrera invisible que parecía alzarse entre ellos. Su mirada pasó de Yamato a Hiroaki, buscando algún indicio, una pista, cualquier cosa que le explicara por qué ese nombre los había dejado sin palabras.
—Pregunté quién es —insistió Takeru, con una mezcla de sorpresa y sospecha—. ¿Por qué se pusieron así? No es una pregunta tan complicada.
Hiroaki finalmente desvió la mirada de la ventana y se centró en Takeru. Su expresión se había endurecido, y había una frialdad en su voz que no solía mostrar con su hijo.
—No es nadie importante —respondió Hiroaki, intentando sonar convincente, pero la tensión en su voz lo traicionó—. Solo olvida ese nombre, Takeru.
Takeru arqueó una ceja, sin creer una palabra de lo que Hiroaki había dicho. Había algo más ahí, algo que claramente ninguno de los dos quería discutir, y eso solo avivó su curiosidad. Recordó la conversación que había escuchado accidentalmente, donde Hiroaki había maldecido el día en que Yamato se involucró con Mimi Tachikawa. Ese nombre había resonado en su mente desde entonces, y no estaba dispuesto a dejarlo pasar.
—No creo que sea nadie —dijo Takeru con firmeza, su mirada fija en su tío—. Escuché lo que dijiste, Hiroaki. Dijiste que maldecías el día en que Yamato se involucró con ella. Así que no me digas que no es nadie.
Hiroaki apretó los labios, su expresión se endureció aún más, y Yamato cerró los ojos, como si necesitara un segundo para procesar lo que acababa de oír. La mención de ese episodio lo golpeó de lleno; sabía que Takeru no se daría por vencido con facilidad. Yamato miró de reojo a su padre, esperando alguna reacción, pero Hiroaki se mantuvo inmutable, como una estatua impenetrable.
—Deja de meterte en cosas que no te conciernen, Takeru —respondió Hiroaki finalmente, su tono ahora teñido de un evidente desagrado—. Mimi Tachikawa no es de tu incumbencia.
Takeru no se movió ni un centímetro. Sabía que había tocado un punto sensible, y aunque la respuesta de Hiroaki había sido evasiva, solo confirmaba que Mimi era alguien significativo, alguien que ambos preferían mantener en la oscuridad. Pero Takeru no estaba dispuesto a quedarse con la duda.
—Tiene que ser alguien, porque los dos están actuando como si hubiera un fantasma en esta habitación —replicó Takeru, su voz ahora cargada de una mezcla de frustración y desafío—. ¿Por qué es tan difícil decirme la verdad?
Yamato respiró hondo, sintiendo cómo la tensión en sus hombros se intensificaba. Las palabras de Takeru lo golpearon en lo más profundo, pero no estaba listo para revivir ese pasado, no cuando todavía luchaba con las secuelas de su propio error. Se levantó lentamente, sin mirar a su hermano directamente.
—Takeru… no es algo de lo que queramos hablar —dijo Yamato con voz baja, finalmente rompiendo el silencio, pero sin ofrecer una verdadera explicación—. Solo déjalo así.
Takeru observó a Yamato con una mezcla de decepción y preocupación. No podía entender por qué ese nombre, esa persona, había provocado tal reacción. Pero el aire pesado en la sala le dejó claro que había tocado un terreno delicado, uno que estaba lleno de secretos que quizás nunca entendería del todo.
Sin más que decir, Takeru asintió lentamente, aunque no del todo convencido. Dio un paso hacia atrás, llevándose consigo las preguntas sin respuesta y la sensación de que acababa de descubrir una grieta en el aparentemente impenetrable muro que ambos hombres habían levantado.
El silencio regresó a la habitación cuando Takeru salió, dejando a Yamato e Hiroaki sumidos en sus pensamientos, conscientes de que, aunque el pasado había quedado atrás, su sombra seguía proyectándose sobre ellos.
Takuya estaba sentado en la cocina, absorto en sus pensamientos mientras sus ojos miraban sin ver el suelo. Izumi ocupaba cada rincón de su mente, su imagen aparecía una y otra vez, desdibujando la realidad a su alrededor. Cada vez que intentaba concentrarse, su mente lo arrastraba de nuevo hacia esos momentos compartidos, hacia las palabras no dichas y las promesas rotas. Se frotó los ojos con frustración, pero no pudo sacudir la sensación de pérdida que lo asfixiaba.
De repente, un sonido insistente lo sacó de su ensimismamiento. El timbre de la tostadora sonaba con fuerza, y Takuya, en su distracción, apenas lo notaba. Fue hasta que el olor a quemado se hizo evidente que volvió a la realidad, pero antes de que pudiera reaccionar, Hikari entró rápidamente en la cocina, con el ceño fruncido.
—¡Takuya! —exclamó mientras apagaba la tostadora de un tirón, sacando las tostadas quemadas—. ¡Casi se incendia la cocina! ¿En qué estabas pensando?
Takuya se alarmó, todavía un poco desorientado. —Lo siento, estaba distraído...
Hikari lo miró con una mezcla de preocupación y reproche mientras agitaba las tostadas ennegrecidas. —Ten más cuidado, por favor. No siempre voy a estar para apagar tus desastres.
Takuya la observó, aún sumido en su maraña de pensamientos, pero las palabras de Hikari lo hicieron reaccionar. Algo en su tono lo inquietó, y sin poder contenerlo, se le escapó lo que realmente rondaba su mente. —¿Cuidado? —repitió, con un tono más agrio del que pretendía—. ¡Cuidado deberías tener tú! ¿Dónde estabas anoche? No llegaste a dormir. ¡No me digas que pasaste la noche con Takeru!
La acusación en su voz era clara y Hikari se quedó en silencio, sorprendida y dolida por el repentino ataque. La ofensa brilló en sus ojos, y su expresión se endureció al escuchar las palabras de Takuya.
—¿Qué estás diciendo? —replicó, claramente herida por la insinuación—. ¿Eso es lo que piensas de mí? ¿Que pasé la noche con él?
Takuya respiró hondo, tratando de calmar la creciente furia que lo invadía. —No sé qué más pensar, Hikari. No llegaste a casa, y tú y Takeru apenas están comenzando a salir. ¡Es demasiado pronto para que esté cruzando esos límites!
El enojo en su voz era evidente. Su mente seguía atada a la imagen de Hikari y Takeru, y por un momento, todo el descontrol que sentía se canalizó hacia su nuevo novio.
Hikari cerró los ojos, tomando un momento para calmarse antes de responder. —Takuya, estás completamente fuera de lugar. No estuve con Takeru.
—¿Entonces dónde estuviste? —preguntó Takuya, aún con la voz cargada de reproche.
—Estuve con Tomoko —contestó Hikari con firmeza, su tono mostrando la seriedad de la situación.
La mención de Tomoko descolocó a Takuya. Él no esperaba esa respuesta, y su actitud defensiva comenzó a desmoronarse. —¿Tomoko? ¿Por qué estabas con ella?
Hikari dejó las tostadas a un lado y se cruzó de brazos, respirando profundamente para controlar la emoción que sentía. —Porque Ryo está en prisión —soltó finalmente, con la voz tensa, dejando que las palabras colgaran pesadamente en el aire.
Takuya se quedó helado al escuchar la noticia. Los engranajes de su mente parecían detenerse por completo, y su rabia se desvaneció instantáneamente, reemplazada por una mezcla de sorpresa y preocupación. —¿Qué...? ¿Ryo está en prisión? —preguntó, sin poder ocultar la conmoción en su voz.
Hikari asintió lentamente.
No, esto no era posible, claro que no.
Ryo estaba sentado en la esquina de su celda, su rostro endurecido y sus ojos fijos en el suelo como si buscara respuestas que no podía encontrar. Había pasado horas dándole vueltas a lo sucedido, repasando cada detalle en su mente, tratando de entender cómo todo había salido tan mal. La rabia y la frustración lo consumían, mezcladas con la humillación de estar atrapado en un lugar donde no pertenecía, acusado de un crimen que no cometió.
De repente, el sonido de los pasos de un guardia resonó en el pasillo, interrumpiendo su tormenta de pensamientos. Levantó la vista justo cuando el guardia abrió la puerta y dejó pasar a una figura alta y familiar. Ryo sintió un nudo formarse en su estómago al reconocer a Yamato, quien se detuvo justo fuera de la celda, con una expresión severa y fría.
—¿Qué haces aquí? —soltó Ryo, su tono cargado de resentimiento. No estaba de humor para lidiar con él, y mucho menos en esas circunstancias.
Yamato lo miró fijamente, su rostro reflejando una mezcla de enfado y preocupación. Se acercó un paso más a los barrotes, su postura rígida y dominante, como si intentara controlar su propia ira.
—Vine a verte para pedirte explicaciones —dijo Yamato, directo, sin rodeos—. Quiero saber qué demonios pasó, Ryo.
Ryo soltó una risa amarga, irónica, mientras se ponía de pie lentamente, con los puños apretados y los ojos ardiendo de furia. No podía creer que Yamato tuviera el descaro de venir hasta allí y exigirle explicaciones como si él fuera el culpable de todo.
—No mereces ninguna explicación, Yamato —respondió Ryo con voz tensa, el resentimiento brotando en cada palabra—. No después de todo lo que has hecho.
El ambiente se cargó de tensión, y por un momento, ambos se quedaron en silencio, midiéndose con la mirada. Yamato respiró hondo, tratando de mantener la calma a pesar de la furia contenida que lo consumía. No había venido a buscar una pelea, aunque la actitud de Ryo lo provocaba a cada instante.
—No vengo a discutir —dijo Yamato finalmente, apretando los dientes—. Estoy furioso contigo, Ryo, por lo que pasó con Rika, pero no quiero creer que fuiste capaz de algo así, no cuando Izumi y Nene estaban en peligro también.
Las palabras de Yamato parecieron atravesar la coraza de rabia de Ryo. El dolor y la decepción se reflejaron en sus ojos, mezclados con la ira que aún lo carcomía por dentro. Se sentía atrapado entre el rencor hacia Yamato y el deseo de demostrar su inocencia.
¡Era lógico que jamás hubiera hecho eso sabiendo que sus sobrinas estaban ahí! Nene e Izumi eran lo único que tenía de Mimi.
—¿Tú qué sabes? —espetó Ryo, con la voz temblorosa por la rabia—. No tienes ni idea de lo que he pasado, y ahora vienes aquí a juzgarme.
Yamato permaneció firme, aunque sus ojos mostraban una mezcla de frustración y algo más profundo que no quería dejar salir. Sabía que Ryo estaba herido, pero también tenía que entender lo que estaba en juego.
—Dime que no lo hiciste, Ryo —insistió Yamato, su tono volviéndose casi suplicante—. Dime que eres inocente.
Ryo lo miró fijamente, sus emociones desbordándose al recordar cómo todo lo había llevado a esa celda. La injusticia de ser acusado lo devoraba, y la presencia de Yamato solo avivaba su frustración.
—¡Soy inocente! —gritó Ryo, dando un paso hacia adelante, sus manos aferrándose a los barrotes con fuerza—. No tuve nada que ver con esa explosión, y lo sabes. No pondría en peligro a Izumi ni a Nene, nunca haría algo así.
Yamato lo observó, intentando descifrar la verdad en los ojos de Ryo. Quería creerle, pero las circunstancias y las pruebas parecían decir lo contrario. Sin embargo, había algo en la mirada de Ryo, una convicción y un dolor tan genuino, que lo hicieron dudar por primera vez.
—¿Cómo puedes asegurarlo? —preguntó Yamato, su tono suavizándose, pero manteniendo la seriedad—. Todo apunta a ti, Ryo. Necesito saber la verdad.
Ryo bajó la mirada, apretando los dientes con fuerza. Las pruebas lo habían señalado de manera irrefutable, pero él sabía que alguien más estaba moviendo los hilos en su contra. No tenía todas las respuestas aún, pero sí tenía la certeza de que no era culpable.
—No pierdas tu tiempo intentando probar la inocencia de ese sinvergüenza, Yamato —declaró Hiroaki con desdén, sin apartar la vista de Ryo—. Está claro que su odio por nosotros jamás desaparecerá.
Yamato se giró sorprendido al ver a su padre allí, sin esperarlo. La presencia de Hiroaki era la última cosa que necesitaba en ese momento, y no estaba seguro de cómo reaccionar. Sabía que su padre siempre veía lo peor en Ryo, y esa actitud solo complicaba las cosas.
Ryo, por otro lado, sintió que la ira lo consumía. Hiroaki siempre había sido una figura que lo despreciaba y lo subestimaba, y ahora, allí estaba, juzgándolo sin piedad. Para Ryo, Hiroaki representaba todo lo que estaba mal, y verlo allí solo reforzaba la sensación de estar atrapado no solo en una celda, sino en un ciclo interminable de odio y venganza.
"¡Vaya! Al parecer, Yamato seguía siendo el mismo cobarde que se escondía tras su padre cada vez que sucedía algo", pensó Ryo, mordazmente. Para él, esto solo confirmaba que nada había cambiado. Yamato, a pesar de todo, seguía atado a las sombras de Hiroaki, y eso lo enojaba más que cualquier acusación.
Yamato sintió el peso de las palabras de su padre, pero no podía ignorar lo que había visto en los ojos de Ryo momentos antes. Había sinceridad y una desesperación genuina que no podía pasar por alto. Yamato, por un segundo, se sintió atrapado entre la figura imponente de su padre y la verdad que Ryo estaba tratando de transmitirle.
—Padre, no es tan simple como eso —intentó explicar Yamato, aunque sabía que Hiroaki no era alguien fácil de convencer.
—¿No es tan simple? —replicó el mayor, alzando una ceja.
Hiroaki avanzó un paso más, acercándose a los barrotes de la celda, sus ojos llenos de dureza y desdén. Su postura era imponente, y cada palabra que pronunciaba llevaba una carga de resentimiento que no se molestaba en ocultar.
—Es obvio que estás detrás de todo esto, Ryo —continuó Hiroaki, con un tono gélido—. Quisiste vengarte de nosotros, y usaste a Rika como un simple peón para lograrlo. ¿Cómo pudiste caer tan bajo?
Ryo sintió como si un cuchillo le atravesara el pecho. Las palabras de Hiroaki eran más que una simple acusación; eran una herida abierta en su orgullo y su corazón. Apretó los puños, sus nudillos blancos de la tensión mientras trataba de controlar su furia. No podía permitir que Hiroaki tergiversara la situación y lo pintara como un villano sin escrúpulos.
—¡Yo no usé a Rika! —gritó Ryo, su voz quebrada por la mezcla de indignación y dolor—. ¡Jamás haría algo así! Rika no tiene nada que ver en esto, y lo sabes.
Hiroaki soltó una risa amarga, sin un atisbo de compasión. Sus ojos se fijaron en Ryo, como si buscaran devorar cualquier resquicio de dignidad que le quedara.
—¿De verdad esperas que te crea? —preguntó Hiroaki, escupiendo las palabras con desprecio—. Siempre has estado resentido con esta familia, Ryo. Es tu manera de desquitarte, y esta vez te pasaste de la raya. No me importa lo que digas, sé que usaste a Rika como carnada para armar todo este lío.
Ryo estaba al borde del colapso, la furia ardiendo en sus venas. Las palabras de Hiroaki lo golpeaban una y otra vez, alimentando una ira que llevaba demasiado tiempo acumulando.
—¡Eres tú el que siempre ha utilizado a los demás para sus propios fines! —replicó Ryo, sus ojos encendidos por la rabia—. ¡Nene e Izumi son mi familia! ¿Cómo puedes siquiera insinuar que pondría en riesgo sus vidas? Tú eres el que siempre ha manejado a la gente como piezas de ajedrez, y ahora quieres culparme a mí por tus propios errores.
Hiroaki lo observó en silencio, sin inmutarse ante el estallido de Ryo. Para él, las palabras de su enemigo no tenían peso; estaba convencido de la culpabilidad de Ryo y nada de lo que dijera podría cambiarlo. Se volvió hacia Yamato, como si buscara reafirmar su postura frente a su hijo.
—Puedes fingir todo lo que quieras, Ryo, pero no puedes engañarme —sentenció Hiroaki, con voz firme—. Eres un peligro, y ahora que hiciste esto, has cruzado una línea de la que no hay vuelta atrás.
Ryo, con la respiración agitada y los ojos llenos de una mezcla de odio y desesperación, dio un paso atrás, sin dejar de mirar a Hiroaki. Sabía que, sin importar cuánto intentara explicar, Hiroaki nunca lo vería como algo más que una amenaza.
—Dime, Yamato ¿enserio dejarás que este sujeto arruine la vida de tu hija?— Hiroaki le habló a Yamato.
Ante esta pregunta, el rubio sintió un choque de voluntades, sintió cómo su lealtad y su percepción se dividían. Miró a Ryo y luego a su padre, sintiéndose atrapado en un conflicto en el que todos parecían perder. Sabía que detrás de cada palabra había verdades no dichas y heridas profundas.
Por un lado, quería proteger a Rika, pero, por otro, quería pensar que Ryo era inocente...Por Mimi.
Hiroaki ante el silencio de su hijo supo que lo había dejado en jaque.
—El silencio otorga.— Declaró antes de voltear hacia el Akiyama— Prepárate Ryo Akiyama. Me encargaré yo mismo de que nunca puedas salir de la cárcel.
Satomi se encontraba sola en la habitación del hotel, un lugar amplio y lujoso que solía darle una sensación de control y poder. Sin embargo, esta mañana todo se sentía diferente. La luz del sol se filtraba a través de las grandes ventanas, pero en lugar de iluminar la habitación, parecía resaltar el desorden emocional que la rodeaba.
Con las manos temblorosas, Satomi hojeó la revista que acababa de llegar. En la portada, una fotografía de ella y Toshiko ocupaba un lugar destacado, capturando el momento exacto en que la tensión entre ambas había estallado públicamente. Los titulares sensacionalistas en letras grandes y brillantes lo decían todo: "¡Explosión de Furia! Satomi y Toshiko en una pelea sin control."
Satomi arrugó la portada con furia, sus ojos ardiendo de rabia mientras leía cada palabra. El artículo no escatimaba en detalles, describiendo la escena como un "espectáculo vergonzoso" y llamando a Satomi "descontrolada e irracional". Las fotos de los gestos y gritos entre ella y Toshiko eran un recordatorio amargo de lo mal que había salido todo.
—¡Idiotas! No tienen idea de lo que realmente pasó —gruñó entre dientes, tirando la revista sobre la mesa con un golpe seco que resonó en la sala vacía.
Mientras se levantaba para caminar por la habitación, Satomi no podía contener su enojo. La sangre le hervía al pensar en cómo los medios se habían aprovechado de la situación, transformando un momento de frustración personal en un circo mediático. Su imagen pública, que tanto había cuidado, ahora estaba manchada por los chismes y la opinión de personas que ni siquiera la conocían realmente. Se llevó una mano al cabello, enredando los dedos en sus mechones oscuros, en un intento inútil de calmarse.
—¡Esto no puede estar pasando! —exclamó, apretando los puños. Cada palabra del artículo resonaba en su mente, como si las letras se burlaran de ella—. ¡¿Cómo se atreven a hablar de mí de esta forma?!
Recordó la pelea con Toshiko, la tensión acumulada, las palabras hirientes que ambas se habían lanzado sin filtro. No era solo el conflicto con Toshiko lo que la enfurecía, sino la exposición y la humillación pública. Satomi había trabajado duro para mantener su imagen impecable, y ahora todo parecía desmoronarse por culpa de un momento de debilidad.
Se acercó a la revista nuevamente y la levantó para releer el artículo, esta vez buscando algo, cualquier indicio que pudiera usar a su favor. Pero cuanto más leía, más se daba cuenta de que no había forma de salir ilesa de esta situación. Se sentía atrapada, y su frustración solo crecía.
—Voy a hacerlos pagar por esto... a todos —susurró, como si la promesa de venganza le diera algo de consuelo.
Satomi sabía que tenía que pensar en un plan, una manera de redirigir la narrativa a su favor. No iba a dejar que una pelea y un mal titular definieran quién era. Mientras arrojaba la revista al suelo con desdén, su mente ya comenzaba a maquinar la forma de limpiar su imagen y asegurarse de que Toshiko no se saliera con la suya.
Se quedó mirando la portada una última vez, el rostro de Toshiko al lado del suyo, como si la retara silenciosamente. La rabia hervía en su interior, pero junto a ella, una determinación férrea comenzó a tomar forma. Satomi no iba a dejar que esto fuera el fin de su reputación. Si algo había aprendido, era que siempre había una forma de salir adelante, y esta vez no sería diferente.
Haruna se detuvo frente a la entrada de la prisión, su corazón palpitando con una mezcla de preocupación y determinación. El edificio gris y frío se alzaba ante ella, proyectando una sombra pesada que parecía intensificar la gravedad de la situación. No era la primera vez que se enfrentaba a algo así, pero hoy se sentía diferente; todo parecía más personal, más urgente.
Mientras avanzaba hacia la entrada, vio a Tomoko, quien estaba de pie en la acera, mirando ansiosamente hacia la puerta. Su rostro estaba pálido y sus ojos reflejaban una angustia que Haruna no había visto en mucho tiempo. Cuando Tomoko la vio, se lanzó hacia ella, con una mezcla de desesperación y esperanza en sus ojos.
—¡Haruna! —exclamó Tomoko, su voz temblando al borde de las lágrimas—. Gracias a Dios que llegaste.
Haruna intentó esbozar una sonrisa tranquilizadora, pero el dolor en el rostro de Tomoko hizo que el gesto se desvaneciera rápidamente. Tomoko estaba al borde de un colapso; sus manos temblaban mientras trataba de explicarse, y la desesperación en su voz era palpable.
—Haruna, tienes que ayudar a Ryo —rogó Tomoko, con la voz quebrada—. Él es inocente. Lo están culpando por algo que no hizo. ¡No puede estar aquí!
Haruna asintió con firmeza, aunque su propia preocupación la carcomía por dentro. Había escuchado las noticias, las acusaciones injustas que habían caído sobre Ryo por la explosión en la empresa Ishida. Sabía que las circunstancias eran complicadas, pero lo que más la inquietaba era ver a Tomoko en ese estado, completamente deshecha por el miedo y la incertidumbre.
—Lo sé, Tomoko. Sé que Ryo es inocente —respondió Haruna con seguridad, colocando una mano en el hombro de Tomoko para intentar calmarla—. Esto es una pesadilla para todos, pero no te preocupes. Haré todo lo que pueda.
Tomoko la miró, aferrándose a esas palabras como si fueran su último rayo de esperanza. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras asentía repetidamente, como si con cada movimiento reafirmara su confianza en Haruna.
—Por favor, Haruna, no podemos dejar que esto siga así. Ryo no merece estar aquí. No puede pasar por esto solo —dijo Tomoko, su voz entrecortada por el llanto—. Tú sabes lo importante que es para nosotros… tú eres lo único que nos queda.
Haruna sintió un nudo formarse en su garganta, pero mantuvo la compostura. Sabía que, más allá de los vínculos familiares y de su propio dolor, tenía una responsabilidad con Ryo. Él no era solo su hermano; era su deber protegerlo, especialmente cuando todo el mundo parecía volverse en su contra.
—Voy a ayudarlo, Tomoko —afirmó Haruna con convicción, su mirada fija en los ojos de la mujer que buscaba respuestas desesperadas—. Ryo es mi hermano. No voy a dejar que lo hundan por algo que no hizo. Esto no se va a quedar así.
Tomoko asintió entre sollozos, abrazándose a Haruna en un gesto cargado de agradecimiento y vulnerabilidad. Haruna la sostuvo, su propia mente ya maquinando los pasos a seguir. No iba a permitir que las acusaciones falsas destruyeran a su hermano, y mucho menos que Tomoko perdiera la fe.
—Gracias, Haruna… gracias —murmuró Tomoko entre lágrimas—. Sé que, si alguien puede ayudarlo, eres tú.
Haruna asintió mientras la soltaba suavemente, su determinación aún más fuerte. Miró la entrada de la prisión una última vez antes de dirigirse al interior, sabiendo que el camino no sería fácil, pero también segura de que no se detendría hasta ver a Ryo libre.
Ryo estaba sentado en la fría y dura litera de su celda, sus manos entrelazadas y su mirada perdida en un punto indefinido de la pared. La pequeña habitación estaba impregnada de un silencio opresivo que solo era roto por el lejano eco de pasos y puertas cerrándose en otras partes de la prisión. El espacio gris y austero reflejaba a la perfección el estado de ánimo de Ryo: una mezcla de tristeza, frustración y una profunda decepción consigo mismo.
Había pasado días sumido en un torbellino de pensamientos oscuros, culpándose por haber caído en la trampa que lo llevó a estar tras esas rejas. La acusación de ser el responsable de la explosión en la empresa Ishida lo había golpeado con fuerza, especialmente porque él sabía que no era culpable. Sin embargo, cada evidencia parecía señalarlo a él, y el peso de esa injusticia lo aplastaba a cada segundo.
Ryo suspiró, dejando que su cabeza cayera hacia adelante. Aislado en su pequeña celda, se sentía más solo que nunca, atrapado no solo por las paredes de concreto, sino también por la maraña de sus propios errores y decisiones. En ese momento, el recuerdo de su hermana Mimi se coló en su mente como un rayo inesperado. Pensó en ella, en todo lo que había pasado, y en cómo la habían señalado y acusado injustamente en el pasado. La imagen de Mimi soportando aquel infierno sin culpa alguna se hizo más vívida que nunca, y por primera vez, Ryo sintió en carne propia la desesperación que su hermana debió haber experimentado.
—Ahora entiendo, Mimi… —murmuró Ryo para sí mismo, su voz apagada por el peso de sus emociones—. Así te sentiste tú, ¿verdad? Sola, atrapada y sin saber cómo salir de este maldito juego.
La sensación de impotencia era asfixiante. Ryo cerró los ojos y se apoyó contra la pared, intentando encontrar algo de consuelo en la idea de que, a pesar de todo, su hermana había encontrado la fuerza para salir adelante. Pero él no era como Mimi. ¿Podría hacer frente a esta situación?
De repente, el sonido de unos pasos acercándose lo sacó de sus pensamientos. Un oficial se detuvo frente a su celda, llamando su atención. Ryo levantó la cabeza lentamente, sus ojos apagados y cansados se enfocaron en el hombre que lo miraba con expresión neutra.
—Tienes una visita —anunció el oficial, sin mucho interés.
Ryo frunció el ceño, sorprendido. No esperaba a nadie. Desde su arresto, sus interacciones con el mundo exterior habían sido limitadas, y no tenía idea de quién podría estar ahí para verlo.
—¿Quién? —preguntó Ryo con voz ronca, su tono mezclando la curiosidad con un matiz de desconfianza.
Antes de que el oficial pudiera responder, una figura apareció al otro lado de la reja. Haruna estaba allí, su mirada fija en él, con una mezcla de preocupación y determinación en su rostro. Ryo parpadeó, incrédulo. Jamás habría imaginado que Haruna se presentaría en un lugar como ese, y mucho menos para verlo a él.
—Haruna… —susurró Ryo, incapaz de ocultar su sorpresa. Se puso de pie de inmediato, acercándose a la puerta de la celda mientras la observaba con una mezcla de alivio y desconcierto.
Haruna lo miró en silencio por unos segundos, evaluando su estado. Ryo se veía triste, su rostro reflejaba la desilusión y desesperanza, la lucha interna que llevaba consigo. Había algo roto en él, una fragilidad que contrastaba con la imagen fuerte y segura que solía proyectar. Sin embargo, en sus ojos, Haruna aún podía ver un rastro de la fuerza que lo caracterizaba.
—Ryo… —dijo Haruna finalmente, su voz baja pero firme.
Ryo la miró fijamente, sus ojos reflejando una mezcla de emociones encontradas. Haruna estaba allí, y aunque no sabía exactamente qué decir o cómo reaccionar, su presencia en ese lugar sombrío era como un rayo de luz en medio de la oscuridad.
—¿Qué hace aquí? —preguntó Ryo, tratando de controlar la emoción que amenazaba con quebrarlo.
—Vine a ayudarte.— Respondió la castaña.
—¿Ayudarme?
La castaña asintió: —Te sacaré de la cárcel.
Estas palabras resonaron en la cabeza del Akiyama.
—¿Usted?—Preguntó Ryo—¿Sacarme de la cárcel?
Haruna asintió.
—¿Por qué?
—Porque tú madrina vino a rogarme que lo hiciera.—En parte era y no era verdad, Tomoko no le rogó, le pidió por favor y lógicamente aceptó al instante.
Quería ayudar a su hermano lo antes posible.
Ryo se sorprendió ante esto—¿A usted directamente?
—Bu-bueno...—Aclaró su garganta—Se lo rogó a Koushiro y él conmigo.—Eso sonaba más creíble.
El Akiyama observó desconfiado a aquella mujer. Quería y no creer en su respuesta.
Una parte de él quería creer que ella lo iba a ayudar por ser Mimi Tachikawa.
Aunque, esto era imposible, porque no era su hermana.
Haruna mantuvo su postura firme mientras Ryo la observaba, con sus ojos llenos de escepticismo y dudas. El parecido de Haruna con su hermana Mimi era inquietante, pero Ryo sabía que ella no era más que una desconocida con su propia agenda. Aun así, no podía evitar sentir una pequeña chispa de esperanza, como si la apariencia de Haruna pudiera significar que había una posibilidad de ayuda genuina, aunque su lógica le decía lo contrario.
—¿Y usted aceptó? —preguntó Ryo, su tono mostrando una mezcla de desconfianza y curiosidad.
Haruna sonrió con una seguridad que parecía desarmar cualquier intento de cuestionarla.
—¡Pues claro! —declaró con determinación—. Koushiro, mi hombre más leal, aprecia y confía mucho en tu madrina. Me rogó a diestra y siniestra que te ayudara. Y créeme, Ryo, cuando alguien como Koushiro me pide un favor, yo lo considero seriamente.
Ryo la miró fijamente, intentando encontrar alguna pista en su rostro que delatara una mentira o una trampa. Sin embargo, Haruna parecía imperturbable, como si estuviera completamente segura de su papel en esta situación. Aun así, Ryo no podía dejar de sentirse inquieto.
—¿Por qué lo haría? —insistió Ryo—. ¿Qué gana usted con esto?
Haruna soltó una breve risa, como si la pregunta le resultara casi divertida.
—Nada.—Respondió— Simplemente quiero ayudar a Koushiro...—Declaró—¡Y ya! Deja de hacer preguntas estúpidas.—Declaró firmemente—Dime ¿quieres que te saque de aquí sí o no?
Ryo observó con cierta tristeza a Haruna. Aunque quería creer que era Mimi. Haruna le hacia saber con esa mirada fría y sus palabras que NO LO ERA.
Eso lo lastimaba.
—¡Respóndeme! ¿Quieres?
—¡Obvio que quiero!— Exclamó el Akiyama— No soy el culpable de aquello que sucedió.
—Todo apunta a que sí.
—¡Pero no lo soy!
—Eso no es lo que piensa la familia Ishida.—Declaró Haruna.
Ryo bajó la mirada: —No me importa lo que piensa esa familia.—Musitó— Aunque tengan la verdad frente a sus ojos, siempre preferirán verme como una amenaza y un enemigo.
—Si no te importa lo que piense la familia Ishida, entonces demuestra que no eres culpable. Sal de este lugar y haz lo que tengas que hacer para limpiar tu nombre —declaró Haruna con frialdad, acercándose un poco más al joven.
Ryo apretó los puños, sintiendo cómo la impotencia se arremolinaba en su pecho. Era como si cada palabra de Haruna le recordara lo atrapado que estaba en una red de desconfianza y sospecha.
—Es fácil para usted decirlo —respondió Ryo con un tono amargo—. Usted no ha sido juzgada por algo que no hizo. No tiene que cargar con el odio de una familia que no conoce la verdad.
Haruna suspiró, dándose cuenta de que estaba perdiendo tiempo con explicaciones que no llevarían a nada. No estaba ahí para ser su terapeuta ni para arreglar sus problemas emocionales.
—Mira, Ryo, aquí la única verdad que importa es la que tú elijas enfrentar —replicó con firmeza—. Puedes seguir lamentándote porque Yamato y su familia te ven como un enemigo, o puedes salir y hacer algo al respecto. El mundo no se va a detener porque alguien te odie.
Ryo levantó la vista, encontrándose con los ojos de Haruna. Esa mirada, tan distinta a la de su hermana, le hacía sentir como si estuviera frente a una extraña, alguien que lo desafiaba a ser más fuerte de lo que había sido hasta ahora.
—Lo sé. Pero la verdad... —Ryo respiró hondo, sintiendo el peso de sus palabras—. No importa cuántas veces intente demostrar mi inocencia, siempre encontrarán una razón para culparme. Para ellos, soy el hermano de Mimi, una persona que nunca estuvo de su lado.
Haruna negó con la cabeza, mostrando un destello de frustración.
—Esa es la vida, Ryo. No puedes cambiar lo que otros piensan, solo lo que tú haces con eso.
El oji-azul apretó su puño.
—¿Por qué me dice todo esto señora Anderson?
—Señorita...—Corrigió seriamente— Y te respondo que, lo hago porque, me cansé de esta historia y quiero ayudar.—Declaró— Aunque creo que para eso primero debes ayudarte tú.
—¿Ayudarme yo?
Haruna asintió.
—¿Cómo?—Preguntó Ryo sin entender.
—Alejándote completamente de Rika Ishida.—Declaró.
¿Qué?
Esas palabras resonaron en la cabeza de Rika.
Ryo sintió como si el suelo se desvaneciera bajo sus pies al escuchar aquellas palabras. Alejarse de Rika Ishida. Era una petición que no solo lo sorprendía, sino que lo golpeaba en su fibra más sensible. Rika había sido la única persona que, en medio de toda la tormenta, le había brindado una chispa de comprensión y apoyo. ¿Y ahora Haruna le pedía que la dejara atrás?
—¿Alejarme de Rika? —repitió Ryo, intentando procesar lo que acababa de escuchar—. ¿Por qué?
Haruna cruzó los brazos y suspiró con impaciencia. Sabía que esa sería la parte más difícil de su propuesta, pero también la más necesaria.
—Porque mientras estés cerca de ella, seguirás siendo un blanco fácil —explicó Haruna con tono tajante—. No solo para la familia Ishida, sino para todos los que están esperando un error tuyo para hundirte más. Rika no tiene la fuerza para protegerte, y tú no tienes el lujo de arrastrarla contigo.
Ryo la miró con incredulidad. Quería gritarle que estaba equivocada, que Rika lo entendía como nadie más, que su apoyo era lo único que le daba fuerzas para seguir adelante. Pero sabía que Haruna no lo entendería. Para ella, todo se reducía a estrategias y movimientos calculados.
—No puedes pedirme eso —dijo Ryo finalmente, con la voz cargada de dolor—. Rika es la chica que quiero, y ella me importa. No voy a dejarla sola solo porque usted lo diga.
Haruna soltó una risa amarga, como si hubiera esperado esa respuesta.
—Esa chica no es para ti. —Se inclinó ligeramente hacia él, sus ojos fríos clavándose en los de Ryo—. Si realmente quieres protegerla, entonces hazme caso y aléjate. O arriesgas no solo tu libertad, sino también la de ella.
Esto enojó al Akiyama.
—No haré eso.—Declaró—¿Quién se cree usted para pedirme algo así?
Tenía el rostro de Mimi, la mirada, incluso las mismas expresiones. Pero no era su hermana.
—¡Que insolente!— Exclamó la mujer— Soy la persona que te puede sacar de prisión pagando la fianza.
—No me importa su maldita fianza.—Declaró Ryo.
—¿No quieres que la pague?
—No. Porque me está pidiendo algo a cambio.
—¡Por favor! Ryo ¿Cómo es posible que no lo entiendas?—Musitó la castaña—Soy socia de Yamato Ishida, conozco a sus hijas, y sé en los últimos líos que ha estado involucrada su hija Rika.—Declaró—No me conviene que haya otro.
—Básicamente, quiere ayudarme para ganar algo a cambio.
—No gano nada, Ryo —respondió con firmeza—. Pero sé que perderás mucho más si no haces lo correcto. No te lo estoy pidiendo por mí, sino por ti. Ya no eres un niño, y no puedes seguir actuando como si todo esto no fuera tu problema.
Ryo apretó los puños, su mente en conflicto. Las palabras de Haruna eran duras, pero tenían un punto. Él no podía seguir actuando con el corazón en la mano, no cuando todo a su alrededor se desmoronaba.
—Rika no tendría tantos líos si nos dejaran estar juntos.
—¡Olvídalo!— Exclamó la oji-miel— Niño, deja de involucrarte con ella, piensa en tu madrina. Está desesperada.
—Sí, lo sé...—Bajó la mirada— Pero este tema es personal, usted no debe involucrarse.
Haruna frunció el ceño.
Los años pasaban y Ryo continuaba siendo igual de terco.
—¡Niño, entiende, esto es por tu bien!
—Usted no tiene forma de saber que es y no lo que me hace bien.—Comentó el Akiyama— Por favor no insista.
Takeru se apoyó en la pared del ascensor mientras subía lentamente. La pantalla del teléfono brillaba contra su rostro, y la voz de Hikari, cargada de preocupación, resonaba en sus oídos. Aunque intentaba mantenerse calmado, podía sentir la tensión de ella atravesando la línea.
—Takeru, no sé qué hacer —dijo Hikari, su voz quebrada por la angustia— Estoy muy preocupada por Ryo. Todo esto es una locura, y no puedo soportarlo.
Takeru soltó un suspiro, frotándose la frente. Conocía a Ryo, quizás no al cien por ciento, a lo más un cuarenta porciento por Kouji, Rika y una que otra amistad en común, pero si lo suficiente para pensar o sospechar que no era capaz de algo tan destructivo. El peso de la situación estaba afectando a todos, especialmente a Hikari.
—Lo sé, Hikari. Sé que es complicado, pero tienes que intentar mantener la calma —respondió, tratando de infundirle un poco de paz con su tono sereno—. Todo se va a solucionar, ya lo verás.
Hikari permaneció en silencio unos segundos, y Takeru podía imaginarla mordiendo su labio inferior, como siempre hacía cuando estaba ansiosa.
—Es difícil, Takeru —respondió finalmente—. Ryo es mi amigo… y no solo eso, también es importante para todos. Siento que está solo en esto y que nadie lo está apoyando.
Takeru asintió, aunque Hikari no podía verlo. Sabía lo que significaba Ryo para ella y para su círculo cercano, y entendía la desesperación que sentía al verlo atrapado en una situación tan injusta.
—Ryo es fuerte —le dijo con convicción—. Te prometo que, intentaré encontrar una forma de sacarlo de esta, pero necesitamos estar tranquilos para pensar con claridad.
—Eso intento, pero no es solo eso… —Hikari se detuvo un momento, su voz temblando ligeramente—. Todo esto puede afectar el tratamiento de Tomoko. Si Ryo no está, ¿quién va a apoyarla?
El comentario de Hikari hizo que Takeru frunciera el ceño. Sabía que Tomoko estaba pasando por un momento crítico y que Ryo era su mayor sostén. Kouji se lo comentó varias veces del delicado tratamiento que estaba siguiendo por su enfermedad y una situación así podía afectar todo lo que había logrado avanzar. La situación era aún más delicada de lo que pensaba.
—Hikari, te prometo que haremos todo lo posible para que Ryo salga de esto —le aseguró Takeru, con una firmeza renovada— No está solo. Tomoko va a estar bien, y Ryo también. Pero necesitamos paciencia y un poco de fe.
Hikari soltó un suspiro tembloroso al otro lado de la línea, agradecida por las palabras de Takeru, aunque la incertidumbre seguía colgando sobre ellos.
—Es difícil para mi no preocuparme.—Declaró— Tomoko era buena amiga de mi madre. Y, el poco tiempo que alcanzamos a estar con mi madre viva aquí en Odaiba, Tomoko fue muy importante.
Takeru sintió la tristeza de Hikari atravesar el teléfono como una punzada directa a su corazón. Sabía que ella estaba tratando de mantenerse fuerte, pero era difícil con todo lo que estaba sucediendo alrededor. El ascensor seguía subiendo lentamente, y en ese pequeño espacio cerrado, Takeru se permitió dejar a un lado su habitual seriedad y mostrarle a Hikari cuánto la quería.
—Hikari... —susurró, con una calidez en su voz que pocas veces dejaba salir—. Hermosa, escucha... todo va a estar bien.
Hikari se quedó en silencio, y Takeru podía imaginarla con sus ojos brillantes, tratando de contener las lágrimas que ya se acumulaban.
—Sé que esto es difícil, pero no quiero que cargues con todo el peso tú sola —continuó, suavizando su tono—. Ryo es inocente, y nosotros vamos a asegurarnos de que la verdad salga a la luz. Pero ahora quiero que te enfoques en ti, y en no perder esa hermosa sonrisa que siempre me da fuerzas.
Hikari respiró profundamente, intentando calmarse. La manera en que Takeru la hablaba siempre lograba hacerla sentir segura, como si, sin importar lo oscuro del momento, él estaría ahí para guiarla hacia la luz.
—Gracias, Takeru... —murmuró, su voz temblando pero llena de gratitud—. De verdad, no sé qué haría sin ti.
—Y no tienes que averiguarlo —respondió él con suavidad—. Estoy aquí, y voy a estar contigo en cada paso del camino. Todo va a salir bien, hermosa. No estás sola.
El ascensor llegó a su destino, pero Takeru no se apresuró a salir. Necesitaba que Hikari sintiera su apoyo, aunque estuviera a kilómetros de distancia.
—Te quiero, Hikari. Y por eso, no importa lo que pase, siempre voy a estar aquí para ti. Así que no te preocupes más de la cuenta, ¿sí?
Hikari sonrió, sintiendo cómo la calidez de las palabras de Takeru la envolvían y le daban la fuerza que necesitaba para seguir adelante.
—Te quiero, Takeru... Gracias por todo.
Hiroaki estaba en su oficina, caminando de un lado a otro con el teléfono en la mano, su rostro completamente endurecido por la furia. La rabia que sentía por la situación era palpable, y cada palabra que pronunciaba por teléfono parecía resonar en las paredes como un trueno.
—¡Esto es inaceptable! —rugió Hiroaki, su voz cargada de indignación—. No me importa qué tan rápido tengamos que movernos, quiero a ese desgraciado tras las rejas. ¡Ryo tiene que pagar por lo que hizo en la empresa!
Del otro lado de la línea, se podía escuchar la voz apagada de uno de sus abogados, tratando de calmarlo y explicando los procedimientos legales que debían seguirse. Pero Hiroaki no estaba interesado en escuchar razones; lo único que le importaba era ver a Ryo castigado y que se hiciera justicia de inmediato.
—¡No me interesan tus excusas! —espetó, interrumpiendo al abogado con brusquedad—. No quiero oír nada sobre retrasos o procesos burocráticos. Quiero resultados, y los quiero ahora. Si no pueden hacer su trabajo, encontraré a alguien que sí pueda. ¿Entendido?
El abogado trató de responder, pero Hiroaki ya había terminado la conversación. Colgó el teléfono con un movimiento brusco y lo dejó caer sobre su escritorio, respirando agitadamente mientras intentaba contener la ira que lo consumía.
Justo en ese momento, la puerta se abrió y Mizuki, su secretaria, entró con una expresión seria pero profesional. Llevaba en la mano una carpeta con documentos y parecía nerviosa por interrumpir.
—Señor Ishida, el arquitecto necesita su presencia para evaluar y reparar las áreas dañadas por la explosión —informó Mizuki, intentando no añadir más tensión al ambiente ya cargado.
Hiroaki frunció el ceño, aún con la ira latente en su semblante. Antes de que pudiera responder, Toshiko entró intempestivamente en la oficina, sin siquiera tocar la puerta. Su expresión era decidida, y no parecía dispuesta a esperar su turno para hablar.
—Tenemos que hablar, Hiroaki —dijo Toshiko, su tono firme, dejando claro que no iba a aceptar un no como respuesta.
Hiroaki se giró hacia ella, claramente irritado por la interrupción. No tenía ni el tiempo ni la paciencia para lidiar con otra discusión en ese momento.
—No ahora, Toshiko —respondió con frialdad, tratando de retomar su control—. Estoy ocupado y tengo asuntos urgentes que atender.
Toshiko lo miró con determinación, dando un paso adelante. No era alguien que se dejara intimidar, y mucho menos cuando sabía que lo que tenía que decir era importante.
—Es sobre Ryo y la situación con la explosión —insistió Toshiko, su voz seria pero sin rastro de titubeo—. No puedes ignorarlo, Hiroaki. Esto es más grande de lo que piensas, y necesitas escucharme.
Hiroaki cerró los ojos un instante, tratando de no perder la poca paciencia que le quedaba. Sabía que Toshiko no se detendría hasta que le prestara atención. Finalmente, cedió con un suspiro pesado.
—Está bien, habla —dijo, cruzando los brazos y mirándola con una mezcla de irritación y expectativa—. Tienes cinco minutos, y esto más te vale ser importante.
Toshiko asintió, consciente de que cada palabra contaba y que lo que tenía que decir podría cambiar el curso de las cosas.
Kiriha, Takeru y Kouji se encontraban en el lugar de la explosión, una zona desolada llena de escombros y restos humeantes. La magnitud de la destrucción era evidente; columnas caídas, paredes desmoronadas y fragmentos esparcidos por doquier. El aire estaba cargado de polvo y el olor a quemado aún persistía. Los tres se movían con cautela entre los escombros, observando el caos que había quedado después del ataque.
Kiriha miró alrededor con una expresión de alivio en su rostro. Su preocupación por Nene se reflejaba en su tono al hablar.
—Me alegra que Nene esté bien. No puedo creer que haya salido ilesa de esto. —Dijo Kiriha, su voz cargada de emoción contenida.
Kouji, que estaba inspeccionando un trozo de pared caída, asintió con una mezcla de preocupación y resignación.
—Sí, corrió con suerte.—Comentó Kouji, su voz grave y seria.
Bastante suerte
Otras personas, invitadas, quedaron con lesiones y heridas un tanto graves.
Takeru, que estaba revisando un par de papeles chamuscados en el suelo, levantó la vista y habló con tono grave.
—Mi padre está furioso.—Declaró—La explosión arruinó la celebración y causó estragos en la parte baja de la empresa. Está bastante encolerizado.
Kouji frunció el ceño al escuchar esto, claramente molesto por el impacto que la explosión había tenido en la empresa.
—No es para menos. Esta explosión arruinó la celebración de aniversario, y una parte importante de la parte baja de la empresa.—dijo Kouji, con la frustración evidente en su voz.
Kiriha, al escuchar la mención de la explosión, no pudo contener su enojo. Su mirada se volvió dura mientras murmuraba entre dientes.
—Maldito sujeto que provocó esto.—Musitó—¿Qué clase de persona hace algo así?
Kouji y Takeru intercambiaron miradas al escuchar las palabras de Kiriha, notando el desdén en su tono. Era evidente que Kiriha estaba profundamente perturbado por lo sucedido.
En ese momento, el celular de Kiriha comenzó a sonar. Él lo sacó del bolsillo y, con una expresión de determinación, se alejó para responder la llamada. La conversación parecía ser urgente, y Kiriha se alejó de sus compañeros de forma rápida.
Takeru, mirando a Kouji, parecía contemplar algo importante.
—Kouji, ¿tú crees que esto lo hizo Ryo? —preguntó Takeru, con dudas en su voz. Su mirada estaba fija en Kouji, esperando una respuesta.
Kouji se quedó en silencio, pensativo. Sabía que Ryo era un enigma; complicado, difícil de leer, pero también sabía que no era completamente irracional.
—No lo sé...—Murmuró— Ryo es complicado, pero no creo que esté loco. —Respondió Kouji, su voz cargada de incertidumbre—. Pero todo parece apuntar hacia él.
Takeru asintió, con un gesto de acuerdo y preocupación.
—Todo apunta a él, sí. Pero aún así, hay algo que no encaja del todo.—Comentó—Hikari duda que sea su culpa. Dice conocerlo, porque son amigos.—Declaró—Y yo, aunque no debo, quiero creerlo.
Kouji se quedó en silencio, su mente repasando cada detalle de la situación. La preocupación por su madre, Tomoko, era evidente en su rostro.
—Lo que me preocupa es mi madre —murmuró Kouji, con tristeza en su voz—. Esto va a causarle mucho sufrimiento. Ella siempre ha estado ahí para Ryo, y ahora, con todo esto, seguro que va a ser muy difícil para ella.
Takeru puso una mano en el hombro de Kouji en señal de apoyo.
—Lo sé, Kouji. Pero lo importante ahora es encontrar la verdad y asegurarnos de que se haga justicia.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, mirando los escombros que habían quedado como testigos de la devastación. La realidad de la situación se asentaba sobre ellos, una mezcla de preocupación y tristeza, mientras trataban de procesar la magnitud del desastre y sus implicaciones personales.
Hiroaki miró a Toshiko con una mezcla de incredulidad y furia, su rostro enrojecido por la sorpresa y el enojo. La oficina estaba en silencio, el ruido de la llamada telefónica ya había cesado, y el ambiente estaba cargado de tensión.
—¿Tú fuiste la culpable de la explosión? —preguntó Hiroaki, su voz casi un susurro de asombro y furia.
Toshiko se mantuvo en pie, su postura erguida y una sonrisa de satisfacción en su rostro. Su mirada era desafiante y su orgullo evidente.
—Sí —respondió Toshiko, asintiendo con firmeza—. Fue obra mía.
Hiroaki parpadeó, tratando de procesar la noticia, y su mente daba vueltas al mismo tiempo que sus emociones se mezclaban entre el enfado y la sorpresa.
—Pero... —Hiroaki comenzó, sin poder encontrar las palabras adecuadas—. ¿Cómo rayos…?
Toshiko se encogió de hombros con una actitud despreocupada.
—Hice un buen show, ¿no? —dijo con un tono de autocomplacencia. Su voz estaba llena de orgullo por el caos que había causado.
Hiroaki frunció el ceño, su enojo claramente en aumento.
—¿Cómo te atreves? Arruinaste nuestra celebración y, lo que es peor, pusiste a Nene en peligro. ¿Qué demonios estabas pensando?
Toshiko lo miró con una mezcla de desdén y justificación.
—Lo hice todo para ayudar en la situación de Ryo —explicó Toshiko con una determinación fría—. Sabes cuánto me ha molestado que él siga causando problemas. Pensé que si lo culpaba por esta explosión, podría darle un buen golpe a su reputación y a la situación en la que se encuentra.
Hiroaki se quedó boquiabierto, la incredulidad en su rostro se hizo aún más pronunciada. La idea de que Toshiko hubiera arruinado su celebración y causado tanto caos con el objetivo de perjudicar a Ryo era difícil de asimilar.
—¿Qué? —dijo Hiroaki, el asombro en su voz—. ¿Hiciste todo esto solo para culpar a Ryo?
Toshiko asintió, una sonrisa de satisfacción en sus labios al ver la reacción de Hiroaki.
—Exactamente. No puedo soportar a ese chico. Mi objetivo siempre ha sido hacerle pagar por todo lo que su hermana nos ha hecho, y por todo lo que su madre me hizo. La explosión solo fue una manera de asegurarme de que estuviera en el centro de toda la atención negativa.
—Pero. Toshiko...
—¡Pero nada!— Exclamó—Hace años debimos deshacernos de Ryo.
Sí, eso era verdad, hace años debieron deshacerse de él. Pero ¡no debió arruinar su celebración! Ahora todo el mundo hablaría para mal de su empresa.
Ese evento era importante para su estatus y apariencia.
—Quise aprovechar esto para hacerlo. —Comentó — Y de paso, podemos deshacernos de esa arrimada, que Yamato y Sora adoptaron.
—¿De Rika?
Toshiko asintió.
—No podemos matarla, sin embargo, esto nos ayudará a deshacernos de ella de buena manera.
—¿Cómo?— Preguntó Hiroaki— ¿Qué tiene que ver un tema con esto?
—Ya verás...—Musitó la Takenouchi.
Rika estaba de rodillas en el suelo de la sala de estar, con las lágrimas corriendo por sus mejillas mientras miraba a sus padres, Yamato y Sora, con una expresión de desesperación y súplica. La habitación estaba en un estado de desorden después del caos causado por la explosión, y el aire estaba cargado de tensión y angustia.
—¡Por favor, déjenlo en libertad! —suplicó Rika, su voz quebrándose—. Ryo es inocente. No puede ser el culpable de todo esto. Es un error, lo sé.
Yamato y Sora estaban de pie al otro lado de la habitación, su semblante grave y lleno de preocupación. Yamato, con el rostro marcado por el cansancio y la frustración, miraba a su hija con una mezcla de tristeza y determinación.
—Rika, no podemos simplemente ignorar las pruebas y las circunstancias —dijo Yamato con voz firme pero con un tono que reflejaba su agotamiento—. La evidencia apunta a Ryo, y es difícil pasar por alto eso. Además, el daño que causó ha sido considerable.
Sora, que estaba a un lado de Yamato, se cruzó de brazos y miró a Rika con una expresión de desdén y cansancio.
—Rika, ya hemos discutido esto. Lo que está en juego es demasiado serio. Tenemos que enfrentar la realidad y no seguir aferrándonos a ilusiones —dijo Sora con una voz tensa—. Deja de pedir por Ryo.
El tono de Sora hizo que Rika sintiera un nuevo golpe de desesperación. Su rostro estaba mojado por las lágrimas, y la impotencia la abrumaba.
—¡Deja de defender a ese tipo!— Exclamó la hija mayor de Yamato.
Rika se volvió hacia Nene, que estaba de pie en la esquina de la sala, observando la escena con una mezcla de enojo y frustración.
—¡Es un loco!
—¿Cómo puedes hablar así de él? —exclamó Rika con la voz temblorosa—. Él no lo hizo, no puede ser. No puedes estar en contra de él sin saber la verdad.
Nene, que había estado tratando de mantener la calma, se volvió hacia Rika con una expresión dura y desafiadora. La furia en sus ojos era evidente, y su paciencia se estaba agotando.
—¡Defender al culpable de la explosión que arruinó mi momento y puso en peligro nuestras vidas es inaceptable! —respondió Nene con voz elevada—. ¿No entiendes lo que ha pasado aquí? ¿No ves el daño que ha causado?
Rika trató de controlar su llanto, pero la frustración la dominaba. Miró a sus padres con una mezcla de desesperación y tristeza.
—¡No es un error! —insistió Rika—. ¡Ryo no haría algo así sabiendo el peligro que representaba! Todo esto está mal, y necesitamos resolverlo sin cegar nuestras mentes por la rabia.
Sora, sin poder más, se acercó a Rika y la tomó por los hombros con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.
—¡Rika, basta! —dijo Sora, su voz cargada de una mezcla de tristeza y firmeza—. Ya es suficiente. No podemos permitirnos seguir con estas ilusiones. La situación es grave, y debemos actuar con seriedad.
Yamato se acercó a Rika y se arrodilló a su lado, mirando a su hija con un dolor que también reflejaba su propia incapacidad para resolver la situación. Su mano le acarició la mejilla con ternura, tratando de consolarla mientras enfrentaba la cruda realidad.
—Lo siento, Rika —dijo Yamato con voz suave—. Pero no podemos cambiar lo que ya ha pasado. Lo mejor que podemos hacer ahora es enfrentar la verdad y tratar de buscar justicia.
Rika, completamente desgarrada, se apartó de Yamato y Sora, abrazándose a sí misma mientras las lágrimas seguían fluyendo. La sala quedó en un silencio abrumador, el peso de la situación y la desesperación de la joven llenando el aire. Nadie parecía tener una respuesta fácil o una solución inmediata, y el conflicto entre la esperanza y la realidad continuaba desgarrando a la familia.
Rika estaba en su habitación, sentada en el borde de la cama, con el rostro escondido entre sus manos. Las lágrimas fluían libremente, cayendo sobre sus piernas mientras sollozaba en silencio. La situación con Ryo y la presión de su familia la estaban abrumando de tal manera que sentía que no podía soportarlo más. La emoción de amar a alguien, de defenderlo y luchar por él, resultaba mucho más dura de lo que había imaginado. La sensación de desesperanza y confusión la envolvía.
De repente, un golpe en la puerta la sacó de su tormento interno. Rika levantó la cabeza con una expresión de sorpresa y desconcierto. No esperaba a nadie. Con las lágrimas aún en sus mejillas, se acercó lentamente a la puerta y la abrió, esperando encontrar a alguien que quizás pudiera ofrecerle consuelo.
Para su sorpresa, Toshiko estaba de pie en el umbral. La expresión de Toshiko era una mezcla calculada de preocupación y una frialdad que Rika conocía demasiado bien. Rika la miró con una mezcla de desconfianza y desesperación.
—¿Toshiko?
—Rika ¿puedo pasar?
—¿Qué haces aquí? —preguntó Rika, su voz quebrada por el llanto.
—Vine a verte.
¿A verla?
Rika frunció el ceño— No pierda su tiempo en venir a sacarme en cara toda esta situación.—Declaró— No quiero que me recrimine, no estoy de ánimos para eso.
Toshiko, con un tono suave y casi maternal, respondió:
—No estoy aquí para recriminarte, querida —dijo Toshiko, su tono afectado y fingido—. Estoy preocupada por ti.
Rika la miró, incrédula, con los ojos aún llenos de lágrimas. No podía creer que Toshiko, quien siempre había sido tan fría y distante con ella, estuviera mostrando preocupación ahora. La expresión de Rika pasó de la sorpresa a la desconfianza.
—¿Preocupada por mí? —preguntó Rika, limpiándose las lágrimas con la mano y tratando de entender la sinceridad en las palabras de Toshiko—. No te creo. Nunca has sido amable conmigo.
Toshiko asintió con una sonrisa que no llegó a sus ojos, una sonrisa que parecía más un gesto de superioridad que de verdadero afecto.
—Créemelo —dijo Toshiko—. Después de todo, eres mi nieta. Me importa lo que te pase.
Rika frunció el ceño, mirándola con una mezcla de sorpresa y desdén. No podía entender por qué Toshiko, quien siempre la había tratado con indiferencia y desprecio, estaba de repente interesada en su bienestar.
—No está bien que defiendas a Ryo —continuó Toshiko, dando un paso más dentro de la habitación—. Todos sabemos que él fue el culpable de la explosión.
Rika, al escuchar esas palabras, sintió una ola de frustración y enojo.
—¡Ryo no es el culpable! —exclamó Rika, levantándose abruptamente—. Él nunca haría algo así. Sabes que lo quiero y que él no merece estar en prisión.
Toshiko frunció el ceño, pero mantuvo su actitud compasiva. Se acercó a Rika, colocando una mano en su hombro de manera reconfortante.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
—Estoy segura porque lo conozco.
—No puedes dejarte llevar por emociones.
—¡No son emociones! Es la verdad.—Exclamó Rika— ¿Cómo es posible que nadie lo vea?
Toshiko observó a la pelirroja, verdaderamente no entendía ¿cómo se podía enamorar de Ryo? ¿qué clase de poder heredaron los hijos de Satoe? Primero, Keisuke Tachikawa se enomoró de Satoe y enfrentó a todo el mundo por ella, luego Yamato perdió la cabeza por Mimi y ahora, Rika.
Verdaderamente no entendía, pero ¡bueno! de esta situación sacaría provecho, mucho provecho. Se desharía de la arrimada y haría sufrir mucho más al hijo de Satoe.
—¿Y si te dijera que yo puedo hacer algo para sacar a Ryo de prisión?— Preguntó la castaña.
Rika la miró, confusa y agotada: —¿Qué?
—Lo que escuchaste...—Habló Toshiko—Yo puedo sacar a Ryo de prisión.
—¿Cómo?— Preguntó la pelirroja.
—Tengo muchas formas.
Rika la observó incrédula. Acaso ¿le estaba ofreciendo ayuda?
—Claro...—Musitó la castaña—Si haces algo a cambio.
"Algo a cambio"
¡Ja! Era demasiado bueno para ser verdad que le quisiera brindar ayuda sin nada a cambio.
—¿Qué condiciones? —preguntó Rika, su voz temblando—. Di-digo...¿Qué quieres?
No entendía a qué se refería Toshiko, pero estaba dispuesta a escuchar.
Toshiko suspiró y se enderezó, tomando un aire de determinación.
—Te propongo...—dijo con frialdad calculadora— Si aceptas irte a un internado, me encargaré de sacar a Ryo de prisión.
Rika se quedó en silencio por un momento, procesando la oferta. Su mente se revolvía con la posibilidad de alejarse de su hogar y la idea de estar en un internado parecía una condena en sí misma.
—¿Un internado? —preguntó Rika, incrédula y frustrada—. ¿Eso es todo lo que me ofrecen?
Toshiko asintió con seriedad, sin mostrar ningún signo de empatía.
—Sí —dijo—. Después de todos los problemas y el escándalo que has causado, es lo mínimo que te mereces.
Rika, con los ojos llenos de lágrimas, miró a Toshiko con una mezcla de resentimiento y desesperación. Sabía que no había mucho margen para negociar, pero la oferta de Toshiko no era lo que había esperado.
—Y si acepto... ¿Ryo será libre? —preguntó Rika, su voz temblando de incertidumbre.
Toshiko asintió nuevamente, sin cambiar su expresión.
—Sí —confirmó—. Pero debes tomar una decisión. Es tu oportunidad de ayudar a Ryo y de mostrar que puedes actuar con madurez.
Rika se sentó de nuevo en la cama, su mente llena de pensamientos contradictorios. La oferta era dura, y la idea de irse a un internado era una carga pesada, pero el pensamiento de que Ryo pudiera salir de prisión le daba algo de esperanza.
Finalmente, con una mezcla de resignación y determinación, Rika miró a Toshiko.
—¡Olvídalo!—Exclamó— No haré eso.
Toshiko frunció el ceño al ver la respuesta de Rika, claramente sorprendida por su rechazo. La propuesta, que había sido formulada con tanto cuidado para manipularla, parecía estar fallando. Rika, por su parte, estaba cansada de las manipulaciones y del control que Toshiko intentaba ejercer sobre su vida.
—¿Por qué no? —repitió Toshiko, con una mezcla de desafío y desdén—. Acaso, ¿no quieres que Ryo esté libre?
Sí, eso quería, pero sabía que Toshiko solo estaba haciendo esto para mortificarla y molestarla. Básicamente estaba sacando provecho.
Rika levantó la vista, sus ojos llenos de una furia silenciosa. Se levantó de la cama, su cuerpo temblando no solo por la angustia, sino también por la determinación.
—Quiero que Ryo esté libre —dijo Rika con voz firme—. Pero no a costa de tener que irme a un internado solo porque tú quieres hacerme pagar por los "problemas y escándalos" que, sinceramente, no tengo la culpa de todo eso.
Toshiko la miró con una mezcla de decepción y sorpresa, como si no pudiera entender cómo alguien podría desafiarla de esa manera.
—¿Y entonces qué propones? —preguntó Toshiko, su voz cortante—. ¿Vas a quedarte aquí sin hacer nada mientras Ryo sigue en prisión?
Rika respiró hondo, intentando calmarse antes de responder. Su voz era más tranquila, aunque aún cargada de frustración.
—Voy a luchar por Ryo de una manera que no me involucre en tus juegos. No puedo aceptar irme a un internado solo para que tú puedas manipular la situación a tu favor. Hay otras formas de arreglar esto sin tener que sacrificarme.
Toshiko entrecerró los ojos, claramente frustrada por la falta de cooperación de Rika.
—Esa es tu decisión —dijo Toshiko, con un tono de resignación forzada—. Pero no esperes que mi oferta siga en pie si te niegas a aceptar. Si realmente quieres ayudar a Ryo, tendrás que hacerlo a mi manera.
Rika no respondió de inmediato. Miró a Toshiko, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. La oferta de Toshiko había sido una especie de prueba cruel, y no podía permitirse ceder ante esa manipulación.
—Si eso es todo lo que tienes para ofrecer, entonces estoy dispuesta a enfrentarlo —dijo Rika, su voz firme y resuelta—. No aceptaré tus condiciones porque sé que solo estás tratando de usarme para tu propio beneficio.
Toshiko la miró con una mezcla de enfado y resignación. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta, sin una palabra más. La puerta se cerró detrás de ella con un golpe sordo, dejando a Rika sola en su habitación.
Rika se dejó caer de nuevo en la cama, su mente agitada por la conversación. Aunque sentía una mezcla de desesperación y agotamiento, sabía que había tomado la decisión correcta al rechazar la oferta de Toshiko. La idea de irse a un internado era inaceptable para ella, especialmente cuando sentía que Toshiko solo estaba buscando manipularla y hacerla sufrir más.
Con una determinación renovada, Rika se levantó y comenzó a pensar en otras formas de luchar por Ryo. Sabía que la situación era difícil, pero estaba dispuesta a hacer todo lo que estuviera en sus manos para ayudarlo, sin sacrificar su propia dignidad en el proceso.
Mientras tanto, en el retén.
Haruna y Tomoko estaban en la sala principal de aquel lugar en donde Ryo estaba encerrado, un ambiente cargado de tensión y preocupación. Tomoko estaba sentada detrás de su escritorio, su rostro marcado por la preocupación y el cansancio. Haruna estaba de pie frente a ella, su expresión reflejando una mezcla de determinación y frustración.
—No está dispuesto a dar su brazo a torcer —dijo Haruna, su voz cargada de frustración—. Ryo sigue aferrado a la idea de que no hizo nada malo y no quiere alejarse de Rika. No importa lo que le digamos, se niega a aceptar la situación.
Tomoko suspiró profundamente, el dolor evidente en sus ojos. Se recargó en su silla, mirando a Haruna con una mezcla de tristeza y resignación.
—Lamento tanto por Ryo —dijo Tomoko, su voz temblando un poco—. Es un buen chico, pero está atrapado en un lío del que parece no poder salir. Y ahora, con todo lo que ha pasado, no puedo evitar sentirme culpable por no haber podido protegerlo mejor.
Haruna asintió, su mirada firme y decidida.
—No mereces pasar por este momento, querida...—Tomoko tomó tu mano—Creo que, pagar la fianza no será lo mejor para Ryo.—Declaró.
—¿No quieres que la pague?
—Claro que quiero.—Se apresuró a decir— Pero Ryo debe saber que sus actos tienen consecuencia, y si pagas la fianza, en la forma que se niega a alejarse de Rika, no aprenderá nunca la lección.
Haruna se quedó en silencio unos segundos, asimilando las palabras de Tomoko. Sabía que ella tenía un punto válido, pero eso no hacía la decisión más fácil. Por un lado, quería liberar a Ryo de esa injusta prisión; por otro, entendía que, si no cambiaba su actitud, volvería a caer en el mismo patrón destructivo una y otra vez.
—Es duro, pero tienes razón —admitió Haruna, su voz cargada de frustración contenida—. Ryo siempre ha sido obstinado. Si no siente las consecuencias de sus acciones ahora, jamás aprenderá a protegerse ni a los demás.
Tomoko apretó la mano de Haruna con suavidad, transmitiéndole un apoyo silencioso. Había visto a Ryo meterse en problemas antes, y cada vez, alguien más lo sacaba de ellos sin que tuviera que asumir ninguna responsabilidad.
—Sé que lo amas como si fuera tu propio hermano —continuó Tomoko—, pero a veces amar también significa dejar que la otra persona aprenda por sí misma. Ryo necesita entender que no siempre va a haber alguien para salvarlo, y esta es una lección que no podemos enseñarle pagando su salida.
Haruna asintió lentamente, sintiendo una mezcla de tristeza y determinación.
—Independientemente de lo que Ryo haya dicho o hecho, voy a hacer todo lo posible para sacarlo de la cárcel —declaró con una determinación palpable—. No puedo permitir que esto termine así. Te prometo que, con Koushiro encontraremos una forma de demostrar su inocencia.
—Sé que lo harás.—Declaró la oji-azul— Confío en ti.
La escena se desarrollaba frente a la estación de policía donde Ryo estaba encarcelado. La banda, compuesta por Takuya, Daisuke, Tomoki, Ken, y Junpei, junto con Hikari, se había reunido afuera, tratando de encontrar una manera de apoyar a su amigo en su momento más difícil.
El lugar estaba rodeado de un ambiente tenso. Los murmullos de la gente que pasaba y el sonido de los vehículos que transitaban contrastaban con el silencio cargado de la banda. La atmósfera estaba cargada de incertidumbre y preocupación.
—¿Este es el lugar donde está Ryo?—Preguntó Tomoki.
Takuya asintió.
—Eso fue lo que me dijo Takeru.— Respondió Hikari.
Daisuke, con el rostro enrojecido por la frustración, estaba al borde de perder la paciencia. No podía soportar la idea de que Ryo estuviera atrapado sin poder hacer nada.
—¡Lugar maldito! ¡Liberen a Ryo! —gritó Daisuke, su voz resonando con una intensidad que atrajo la atención de algunos transeúntes.
Junpei, no queriendo quedarse atrás, se unió al grito, su voz fuerte y desafiante.
—¡Dejen a Ryo libre ahora mismo!
El ruido llamó la atención de los guardias y del personal de la estación, que empezaron a mirar hacia el grupo con creciente preocupación. La situación estaba a punto de escalar y no era lo que la banda había planeado.
Takuya, dándose cuenta de que sus amigos estaban creando una escena que podría empeorar las cosas, se adelantó rápidamente. Con una mezcla de preocupación y urgencia, se dirigió a Daisuke y Junpei.
—¡Cálmense! —exclamó Takuya, intentando ser escuchado sobre el bullicio—. No vinimos aquí para causar problemas. Estamos aquí para apoyar a Ryo, no para enfrentarnos con la policía.
Tomoki y Ken se unieron a Takuya, tratando de sujetar a Daisuke y Junpei, quienes seguían visiblemente agitados.
—¡Vamos, tranquilos! —dijo Tomoki, con un tono calmante—. Esto solo va a empeorar las cosas. Necesitamos pensar con claridad.
Hikari, que estaba a un lado, observaba con preocupación. Se acercó al grupo, tratando de calmar la situación.
—Ellos están aquí para hacer su trabajo —dijo Hikari—. Si queremos ayudar a Ryo, necesitamos ser más estratégicos y menos impulsivos.
Daisuke, con la respiración agitada y el rostro todavía rojo, miró a sus amigos con una mezcla de frustración y resignación.
—Lo siento —murmuró— Pero nuestro amigo no merece estar aquí.
Junpei asintió, visiblemente más calmado ahora que sus amigos estaban tratando de apaciguarlo.
—Sí, lo siento también —dijo Junpei, bajando la voz—. Solo quería que supieran que estamos aquí por él.
Takuya puso una mano en el hombro de Daisuke, tratando de transmitirle apoyo y comprensión.
—Lo entiendo —dijo Takuya—. Pero necesitamos encontrar una manera más efectiva de ayudarlo. Hacer ruido solo atraerá más problemas.
Ken, viendo que la situación estaba bajo control, miró a Hikari y asintió en señal de acuerdo. La banda sabía que el próximo paso debía ser más calculado.
Haruna estaba en la sala de espera del edificio de la prisión, lista para salir. Su expresión era de determinación mientras se preparaba para continuar con su plan de sacar a Ryo de la cárcel. Se dirigía hacia la puerta con paso firme cuando, de repente, la puerta se abrió de golpe y los chicos de la banda, junto con Hikari, entraron en tropel.
—¡Aquí es la entrada! —exclamó Junpei, con entusiasmo y un poco de prisa, sin notar que la puerta estaba casi cerrada.
En ese mismo instante, Daisuke, que iba justo detrás de Junpei, tropezó con el umbral de la puerta. En un intento por recuperar el equilibrio, hizo un movimiento torpe que provocó una reacción en cadena. Todos los chicos de la banda e Hikari fueron arrastrados hacia adelante y, sin poder evitarlo, cayeron sobre la disntinguida empresaria.
Haruna, sorprendida y sin tiempo para reaccionar, se vio atrapada bajo la avalancha de cuerpos. La caída la tomó por sorpresa, y quedó aplastada en el suelo, con una expresión de asombro en su rostro.
—¡Auch!— Exclamó.
Mientras el grupo se enredaba, Takuya y Hikari rápidamente se dieron cuenta de lo que había sucedido y se apresuraron a ayudar.
—¡Chicos! —exclamó Takuya, tratando de abrirse paso entre la multitud de cuerpos para llegar a ella.
—¡Ayuden a la mujer! —gritó Hikari, alzando la voz mientras intentaba sacar a los demás de encima de Haruna.
Con esfuerzo, Takuya y Hikari lograron levantar a varios de los chicos, permitiendo que Haruna finalmente pudiera moverse. A medida que los cuerpos se despejaban, Haruna se incorporó lentamente, con el cabello desordenado y la ropa arrugada, y lanzó una mirada de incredulidad hacia los chicos que se estaban levantando alrededor de ella.
—¿Qué demonios...? —murmuró Haruna, con un tono de mezcla de frustración y sorpresa mientras se ponía de pie con la ayuda de Takuya y Hikari.
En el suelo, Daisuke estaba intentando levantarse, con el rostro aún rojo por la vergüenza. Junpei, que había sido el causante del accidente, estaba medio atrapado bajo Daisuke, intentando disculparse con una expresión de completa confusión.
—Lo siento, lo siento, no era mi intención... —balbuceó Junpei, tratando de liberar a Daisuke.
Tomoki y Ken también estaban en el suelo, tratando de levantarse de la montaña de cuerpos. Hikari, aún ayudando a Haruna, estaba intentando mantener la calma en medio del caos.
—¡Eso fue un desastre total! —exclamó Hikari, con un tono de preocupación mientras ayudaba a Haruna a recuperar su compostura.
Finalmente, con la sala despejada y Haruna de pie, su expresión era una mezcla de frustración y cansancio.
—¿Están todos bien? —preguntó Haruna, mirando a la banda con un tono de preocupación genuina.
—¡Sí, estamos bien! —respondió Takuya, aún con una expresión de incomodidad, mientras se sacudía el polvo de la ropa—. Solo... un pequeño tropiezo.
—¡Típico de nosotros! —comentó Daisuke, mientras se sacudía el polvo de la ropa. Aunque su tono trataba de ser ligero, la tensión en el ambiente era palpable.
Haruna, observando el caos que se había desatado y la situación en la que se encontraban, sintió que el momento, aunque cómico, tenía un peso serio. La risa y el caos del instante no eran apropiados para la situación, pero el humor involuntario del momento había servido para aligerar la tensión.
—¡Un minuto!— Exclamó— A ustedes los conozco...—Musitó y le habló a la chica—¿Tú eres la novia de Takeru? ¿no?
Y, hermana de Taichi, pero lógicamente no lo diría.
—Y tú...—Haruna dirigió su mirada hacia Takuya—¿Eres el fotógrafo de la compañía Takenouchi Style?
Ambos asintieron.
—¿Usted es Haruna Anderson?— Preguntó Hikari— ¿No?
La oji-miel asintió.
—Chicos...—Una voz femenina los interrumpió y todos al voltear se encontraron con Tomoko.
—Señora Tomoko.—Musitó Hikari y todos se acercaron a ella.
La oji-azul reconoció al instante a los amigos de Ryo: —Chicos ¿qué hacen aquí?
—Vinimos a ver a Ryo.—Declaró Takuya.
—A darle nuestro apoyo.—Complementó Tomoki.
—¡Esto que le están haciendo no es justo!— Exclamó Junpei.
—¡Ryo jamás haría algo así!— Exclamó Daisuke.
—Es un buen chico.— Agregó Ken.
—Quizás, un poco despistado, apasionado y enamorado.— Comentó el más pequeño del grupo—¡Pero él jamás haría algo así!
Takuya asintió: —Vivimos porque queremos que él sepa que, nosotros, sus amigos estaremos siempre de su lado.
Haruna observó conmovida la escena. Estos chicos eran verdaderos amigos de Ryo. Por alguna razón, el recuerdo de su fiel mejor amigo, Taichi, vino a su mente.
Tomoko también estaba conmovida por la situación: —Chicos no era necesario.
—Los amigos están en las buenas, en las malas y en las peores.— Declaró el Shibayama—Es por eso que queremos estar con usted.
—Muchas gracias, chicos, pero, de verdad, no debían molestarse.— Comentó Tomoko.
—No es molestia.—Musitó Takuya— Aunque...bueno, lamento si haber sido una molestia para usted...—Dirigió su mirada hacia Haruna.
—Disculpe no queríamos caer sobre usted.—Declaró Hikari.
Ken asintió: —Fue nuestro error.
—No se preocupen.— Musitó Haruna— Estas cosas suceden.—Comentó— Me alegra ver que Tomoko tendrá compañía...—Habló inconscientemente.
"Tomoko tendrá compañía"
Hikari alzó una ceja—¿Tomoko?—Musitó— ¿Ustedes se conocen?
Y, recién, Haruna fue consciente de la situación.
—¿e?—Balbuceo Tomoko.
Y, sin querer, a la vez ambas respondieron:
—No/Sí.
Takuya e Hikari se sorprendieron ante esta respuesta: —¿Cómo es eso?— Preguntó el moreno.
—¿Sí o no?
—¿E?—Balbuceo la oji-miel.
—V-verán...—Comentó Tomoko— No nos conocemos...—Intentó encontrar una respuesta—Nos conocimos recién, ahora.—Declaró—Simplemente nos encontramos. Por casualidad y nos presentamos, ya que me vio triste, entonces fue muy amable en acercarse a consolarme ¿cierto?
Haruna se apresuró a responder: —¿e? S-sí.—Asintió— Vine a ver un asunto legal con...un tema en particular y-y sin querer conocí a la señora...¿e?— Balbuceo— ¿Cuál es su nombre?
—Tomoko.—Se apresuró a decir la oji-azul.
—¡Eso!—Exclamó la castaña—Señora Tomoko fue un gusto en conocerla. Ojalá se solucione lo de su sobrino.
—Ahijado.—Corrigió la Kimura.
—¿E?—Balbuceo la oji-miel— S-sí. Eso...—Comentó antes de voltear hacia la salida—Adiós.
—Adiós.—Respondió Tomoko.
Fue así como la mujer salió del lugar.
Nene entró a la oficina con paso firme, pero sus ojos delataban el cansancio que llevaba consigo. Las ojeras marcaban su rostro, y aunque trataba de mantener la compostura, había una fragilidad en su mirada que no podía ocultar. Al cruzar la puerta, se encontró con Kiriha, quien levantó la vista de sus papeles y, al verla, su expresión pasó de la sorpresa a la molestia en un instante.
—Nene, ¿qué demonios estás haciendo aquí? —espetó Kiriha, su tono cargado de desaprobación.
Nene se detuvo, algo sorprendida por la intensidad de su reacción, pero mantuvo su postura. —Hola para tí también.—Respondió.
Kiriha recién se percató que no saludó: —¿Qué haces aquí?
—¿Qué no es obvio?— Preguntó Nene—Vine a trabajar, como todos los días.
Kiriha dejó los papeles sobre el escritorio y se acercó a ella, sus cejas fruncidas en una mezcla de preocupación y enojo. —No deberías estar aquí. Tienes que descansar, Nene.
—No es necesario. Estoy bien —respondió ella, intentando sonar convincente, aunque ambos sabían que no lo estaba.
Kiriha apretó la mandíbula, conteniendo su frustración. No entendía cómo Nene podía ser tan terca. —¿No es necesario? Mírate, Nene. Apenas puedes mantenerte en pie. Necesitas un descanso, y eso no es algo opcional.
Nene desvió la mirada, sin querer enfrentarlo directamente. Sentía que si lo hacía, perdería la poca fuerza que le quedaba. —No puedo quedarme en casa sin hacer nada. Necesito mantenerme ocupada.
Kiriha suspiró, pasando una mano por su cabello en un gesto de desesperación. —Esto no se trata de mantenerte ocupada. Estás agotada y no estás en condiciones de trabajar. ¿Por qué no puedes entender eso?
Nene se mantuvo firme, su voz quebrándose un poco al responder. —Porque si me detengo, no sé qué va a pasar.
Kiriha la miró, y por un momento, todo su enojo se desvaneció al darse cuenta de lo que realmente estaba pasando. Nene estaba luchando contra más que solo el cansancio físico; estaba batallando con un miedo que no sabía cómo enfrentar. Pero Kiriha no quería que ella se rompiera por intentar ser más fuerte de lo que podía manejar.
—Nene... —dijo, suavizando su tono, pero aún con una firmeza que dejaba claro que no iba a ceder—. No estás sola en esto. Puedes tomarte un respiro. Nadie te va a juzgar por cuidar de ti misma.
Nene lo observó con una mezcla de curiosidad y picardía. Durante un instante, la preocupación de Kiriha la hizo olvidar el agotamiento que sentía. Cruzó los brazos y lo miró fijamente, dejando que el silencio se asentara entre ellos antes de romperlo con una pregunta que no esperaba hacer.
—¿Por qué estás tan preocupado por mí, Kiriha? —preguntó con suavidad, pero con la suficiente intención como para no dejar espacio a respuestas evasivas.
Kiriha se quedó inmóvil, parpadeando un par de veces como si le hubieran dado un golpe inesperado. Sus mejillas se tiñeron de un leve rubor, algo que no era habitual en él, y desvió la mirada, tratando de recuperar la compostura.
—No es eso... —balbuceó, sin saber bien cómo continuar.
Nene esbozó una sonrisa traviesa, viendo cómo Kiriha luchaba con sus propias emociones. Ella sabía que él siempre intentaba mantener una fachada de seriedad y desapego, pero en momentos como este, era imposible ignorar lo que había detrás.
—Vamos, Kiriha, admítelo. Estás preocupado por mí —insistió, dando un paso más cerca—. No estaría aquí diciéndome que descanse si no te importara.
Kiriha apretó los labios y la miró de reojo, tratando de ocultar su nerviosismo. —Me preocupo porque somos compañeros de trabajo. No quiero que estés aquí si no estás bien. Eso es todo.
Nene lo estudió con una mirada inquisitiva, sus ojos reflejando una mezcla de ternura y desafío. Sabía que Kiriha nunca admitiría algo tan fácilmente, pero eso no la detenía.
—¿Seguro? —lo retó suavemente, inclinando un poco la cabeza, esperando a que él le dijera lo contrario.
Kiriha asintió rápidamente, como si estuviera intentando convencerse a sí mismo más que a ella. —Sí, eso es todo.
Nene soltó una pequeña risa, no burlona, sino llena de una calidez que hacía que Kiriha se sintiera incómodo, como si ella pudiera ver a través de él. —No necesitas mentirme, Kiriha. Sé que te importa más de lo que quieres admitir. Sé que te intereso.
Kiriha se tensó, negando con la cabeza, aunque la inseguridad en sus ojos decía lo contrario. —No, Nene, no es así.
Pero su voz no tenía la firmeza habitual, y ambos lo sabían. Kiriha sentía un peso en el pecho cada vez que Nene estaba cerca, una mezcla de emociones que lo descolocaban. Sabía que no podía permitirse sentir nada por ella, no solo por su posición, sino porque el camino que ambos recorrían estaba lleno de obstáculos que lo hacían imposible.
—Tú no entiendes… —murmuró, desviando la mirada una vez más.
Nene lo miró con una sonrisa suave, sin presionarlo más. Ella entendía lo que Kiriha no podía decir, y aunque no necesitaba escucharlo en palabras, verlo luchar contra sus propios sentimientos le bastaba para saber que ella había llegado más lejos de lo que cualquiera había logrado con él.
—No te preocupes, Kiriha. No espero nada de ti. Pero gracias por preocuparte por mí, aunque no lo digas —respondió con ternura.
Kiriha no respondió, pero sus ojos se suavizaron, reconociendo que, por mucho que lo negara, Nene tenía razón. Había una conexión entre ellos que ni él mismo podía ignorar, aunque decidiera mantenerse a la distancia.
Sora, con una expresión de sorpresa y desconcierto, miró a su madre, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.
—¿Un internado? —preguntó, su voz cargada de incredulidad—. ¿Eso es lo que propones? ¿De verdad crees que enviar a Rika a un internado es la mejor solución?
Toshiko, con una mirada implacable y una postura rígida, mantuvo su posición sin vacilar.
—Sí, un internado para enviar a Rika es la mejor solución —declaró Toshiko con firmeza—. Es necesario que se aleje de esta situación y que enfrente las consecuencias de sus actos. Además, me encargaré de que Ryo salga de prisión si acepta esta condición.
Yamato, que había estado observando en silencio, no pudo contenerse más. La frustración y la preocupación en su rostro eran evidentes.
—Un internado no es la mejor solución —declaró Yamato, con voz dura y decidida—. Rika necesita enfrentar esta situación, pero no creo que enviarla a un internado sea lo correcto. Es una solución drástica y poco realista.
Sora asintió, claramente de acuerdo con la opinión de su esposo.
—Y además —agregó—, un internado es una medida extrema. Rika está pasando por una situación difícil, y no creo que la mejor forma de ayudarla sea aislándola aún más. Necesita apoyo, no castigo.
Toshiko frunció el ceño, claramente frustrada por la resistencia de su familia.
—¿Qué sugieres entonces? —preguntó Toshiko, su tono cortante—. ¿Cómo piensas que podemos resolver esto sin tomar medidas drásticas?
Yamato respiró hondo, tratando de mantener la calma mientras formulaba su respuesta.
—Podemos buscar otras alternativas —dijo—. Tal vez terapia, orientación, o incluso una forma de involucrar a Rika en actividades constructivas que la ayuden a madurar. Un internado solo la alejaría más de su familia y no resolvería los problemas subyacentes.
Sora asintió en acuerdo, mirando a Toshiko con determinación.
—Necesitamos encontrar una solución que no sea simplemente una forma de castigarla. Rika necesita apoyo, y es nuestra responsabilidad ayudarla a superarlo.
Toshiko miró a Yamato y Sora con una mezcla de exasperación y desdén. Aunque estaba dispuesta a negociar, no estaba dispuesta a ceder fácilmente.
—Si no están dispuestos a aceptar la propuesta del internado —dijo Toshiko con un tono desafiante—, entonces tendrán que encontrar otra solución rápida. El tiempo es esencial, y no podemos permitir que esta situación se prolongue.
El silencio se apoderó de la habitación mientras cada uno procesaba la tensión de la conversación. Rika, que había estado escuchando desde el umbral de la puerta, sintió una mezcla de alivio y angustia al escuchar la discusión. Sabía que tenía que tomar una decisión sobre cómo proceder, y el camino a seguir no era fácil.
Cuando Hiroaki escuchó la discusión entre Toshiko, Yamato y Sora, su rostro se endureció con una determinación que apenas disimulaba su desdén. Se levantó de su silla con una expresión de autoridad, su presencia imponiendo silencio en la habitación.
—Estoy de acuerdo con la propuesta de Toshiko...—dijo Hiroaki, su voz resonando con un tono autoritario y decisivo— Un internado es la solución más efectiva para manejar la situación actual.
Yamato, sorprendido y frustrado, se volvió hacia su padre con incredulidad.
—No creo que sea necesaria tu opinión.
Hiroaki frunció el ceño y lo miró con desdén. —¡Sí lo es!
El rubio se cruzó de brazos.
—La situación con Rika ha escalado demasiado como para tomar medidas suaves —declaró Hiroaki con firmeza—. Ha causado demasiado escándalo y dolor a nuestra familia. Un internado le dará la oportunidad de reflexionar sobre sus acciones en un ambiente más controlado. Además, es una solución que permitirá a Toshiko manejar la situación con Ryo de manera efectiva.
Sora, sintiendo la presión de la situación y la firmeza en la voz de Hiroaki, trató de intervenir con una última defensa.
—Pero, ¿no podemos encontrar una solución menos drástica? —preguntó Sora, su tono cargado de preocupación—. Un internado no solo es una medida extrema, sino que también podría causar más daño emocional a Rika.
Hiroaki mantuvo su postura, sin ceder ante el argumento de Sora.
—La prioridad en este momento es estabilizar la situación —dijo Hiroaki—. Rika ha demostrado una falta de responsabilidad y madurez, y un internado puede ser la medida necesaria para que tome conciencia de sus acciones. Y como mencionó Toshiko, es la única forma de asegurar que Ryo pueda salir de prisión.
Toshiko asintió, satisfecha con el respaldo de Hiroaki.
—Sí, Rika ha actuado mal... bastante mal —dijo Yamato, su voz grave y tensa—. Pero ustedes no son las personas adecuadas para decidir qué es lo mejor para ella y qué no. No pueden simplemente imponer un internado como si fuera la solución mágica para todos los problemas.
Hiroaki lo miró con una mezcla de sorpresa y desdén. La tensión en la sala era palpable mientras la discusión continuaba.
—¿Y qué sugieres tú? —preguntó Hiroaki, claramente desafiante—. ¿Qué otra opción tenemos que pueda abordar la situación de manera efectiva y permitirnos manejar el problema de Ryo al mismo tiempo?
Yamato, aunque visiblemente preocupado, se tomó un momento para calmarse antes de responder.
—Lo que quiero decir es que tal vez deberíamos considerar otras alternativas. Un internado puede ser demasiado extremo y podría tener efectos negativos en Rika. Necesitamos buscar un enfoque que le permita aprender de sus errores sin recurrir a una medida tan drástica.
Sora asintió, apoyando a Yamato.
—Exactamente —dijo Sora—. Rika necesita orientación y apoyo, no simplemente un castigo que podría aumentar su resentimiento. Estoy segura de que podemos encontrar una solución que no implique enviar a Rika a un internado.
Toshiko, al escuchar la intervención de Yamato y Sora, frunció el ceño. No estaba dispuesta a ceder en su propuesta sin más discusión.
—La situación no es tan simple —dijo Toshiko con frialdad—. Rika ha causado un gran escándalo y su comportamiento no puede ser ignorado. El internado es una medida que permitirá a Rika reflexionar y, al mismo tiempo, asegurará que podamos manejar el asunto de Ryo de manera efectiva.
Yamato y Sora intercambiaron miradas, visiblemente frustrados por la falta de flexibilidad en la propuesta de Toshiko.
—Sabemos que Rika ha cometido errores —dijo Yamato—, pero enviarla a un internado no debe ser la única solución. Necesitamos considerar otras formas de abordar este problema que puedan beneficiarla y no solo castigándola.
Hiroaki se cruzó de brazos, mostrando su postura inamovible.
—El internado es una solución viable en este momento —afirmó Hiroaki—. Si queremos que las cosas se resuelvan de manera efectiva, debemos tomar decisiones que puedan equilibrar los problemas actuales.
El ambiente en la sala se volvió más tenso a medida que la discusión se intensificaba. La posición de Hiroaki y Toshiko parecía firme, mientras que Yamato y Sora seguían buscando alternativas que creían serían más beneficiosas para Rika.
—¡Olviden esa absurda idea!— Exclamó Yamato antes de colocarse de pie y salir del lugar.
Luego de dejar el retén policial donde estaba Ryo, Haruna...¡No!...Mimi.
Sí, Mimi sentía que su mundo iba a acabar.
Saber que esta historia se estaba repitiendo con su hermano era una pesadilla.
Era como si, todo lo que ella pasó, no sirvió de aprendizaje para nadie. Ni siquiera para ella misma que no podía salvar a su hermano de tomar malas decisiones.
Mimi caminó por el jardín de su mansión, totalmente perdida en sus pensamientos, por más que caminaba y pensaba no encontraba ninguna solución a sus problemas. Llegó a la piscina de su mansión, sus pasos resonando con un eco apagado sobre el suelo de piedra que rodeaba el agua cristalina. Todo en su interior era un torbellino de emociones; su mente no dejaba de repetirse las últimas palabras de Ryo antes de ser llevado a prisión, su negativa rotunda a recibir ayuda, el dolor en sus ojos y la frustración contenida en cada gesto. Mimi había hecho todo lo posible por intervenir, por intentar salvarlo, pero él se lo había impedido, cegado por su amor por Rika y por la determinación de no involucrarla más en sus problemas. Se sentía atrapada, impotente y sobre todo, responsable.
El sol brillaba con una intensidad inusual para ese día. Después de días de cielos nublados y lluvias intermitentes, había reaparecido sin previo aviso, alumbrando como nunca, como si intentara forzar una luz que Mimi no sentía en su interior. Todo parecía una cruel ironía: un día tan radiante cuando ella solo deseaba un respiro de la tormenta personal que estaba viviendo. Las sombras que proyectaban las palmeras cercanas no eran suficientes para aliviar el calor abrasador que sentía sobre su piel ni la pesadez que cargaba en el corazón.
Nora, su fiel sirvienta, se acercó con el paso silencioso de quien sabe que está invadiendo un momento privado. Observó a Mimi con preocupación, notando la expresión atribulada en su rostro, la mirada perdida en algún punto entre la piscina y el horizonte. —Señorita, ¿le preparo un baño de tina? —sugirió con suavidad, como si la pregunta fuera la solución mágica para todos los problemas de Mimi.
Mimi giró levemente la cabeza hacia Nora, con los labios apretados y un suspiro contenido. —No es necesario, Nora. Solo quiero refrescarme un poco. Tráeme una bata, por favor —respondió, con un tono que intentaba ser firme pero que no ocultaba del todo su vulnerabilidad.
—A la orden, señorita —Nora respondió antes de desaparecer por el umbral de la puerta, dejándola sola con sus pensamientos.
Mimi se quedó de pie al borde de la piscina, contemplando la superficie del agua que brillaba bajo la luz del sol, casi cegadora. Sentía como si la tranquilidad del lugar estuviera en absoluto contraste con su estado mental; era como si el mundo a su alrededor se burlara de ella con su calma artificial. Necesitaba desconectarse, aunque solo fuera por unos minutos.
Se quitó los tacones primero. Cada zapato fue retirado con un movimiento lento, casi meditativo, como si despojarse de ellos fuera también una forma de desprenderse de una parte del estrés que la agobiaba. Al dejarlos a un lado, Mimi sintió el fresco contacto del suelo bajo sus pies descalzos, una sensación que parecía recordarle que, al menos en ese pequeño espacio, ella todavía tenía control.
Luego, llevó sus manos hacia los botones de su blusa. Uno a uno, los fue desabrochando, cada botón liberando un poco de la tensión que sentía en sus hombros y pecho. Mimi sintió cómo el aire caliente acariciaba su piel a medida que la blusa se iba abriendo, dejando expuesto el contorno de su clavícula y el delicado encaje de su sujetador. Finalmente, dejó caer la prenda, que se deslizó suavemente por sus brazos antes de tocar el suelo con un leve susurro.
Se quedó un momento así, con los ojos cerrados, sintiendo el sol sobre su piel, tratando de encontrar un respiro en medio del caos de sus pensamientos. Lentamente, desabrochó la falda que llevaba puesta y la dejó caer a sus pies. La prenda se deslizó por sus caderas hasta tocar el suelo, quedando arrugada en una pequeña pila de tela. Mimi se quedó solo en su ropa interior, sintiendo una leve brisa que se filtraba y aliviaba un poco el calor que la envolvía.
Sin pensarlo más, se acercó al borde de la piscina y se lanzó al agua. El impacto con el agua fue inmediato, envolviéndola en una sensación de frescura que se extendió por todo su cuerpo, mitigando por unos instantes el sofocante calor y el agotamiento emocional. Mimi se sumergió por completo, dejando que el agua cubriera su cabeza y flotara a su alrededor. La sensación de ingravidez la liberó, al menos temporalmente, de la carga que llevaba sobre los hombros.
Emergió a la superficie, respirando profundamente, dejando que las gotas de agua corrieran por su rostro y cuello. Mimi se quedó flotando en el agua, con los ojos cerrados, mientras el sol continuaba brillando implacable desde el cielo. Aunque sus problemas no se habían desvanecido, por esos breves momentos en la piscina, Mimi sintió que podía dejar de luchar contra el mundo y simplemente existir.
Yamato caminaba por la calle con pasos lentos y pesados, la tensión acumulada en su cuerpo se manifestaba en cada movimiento. Su mente estaba envuelta en un torbellino de pensamientos y emociones, abrumado por la compleja situación con Rika y Ryo. Había pasado horas discutiendo y debatiendo con Hiroaki y Toshiko, sin llegar a un acuerdo que le diera paz.
El cielo sobre él estaba soleado, como si el ambiente se encargara de contrastar su estado emocional. Había un viento tibio soplando, agitando ligeramente sus cabellos y su chaqueta, pero él no parecía notar el cambio de temperatura. Sus pensamientos eran un caos de frustración, tristeza y desesperanza. La imagen de su hija, rota y desesperada, se le aparecía constantemente. La idea de enviarla a un internado le resultaba cada vez más dolorosa, no solo por lo que implicaba para ella, sino también por la forma en que afectaría a su familia.
A medida que avanzaba, sus pasos se volvieron cada vez más erráticos. No tenía un destino claro, simplemente dejaba que sus pies le llevaran, como si esperara que el movimiento físico le ayudara a ordenar sus pensamientos. Cada esquina y cada edificio que pasaba parecían un eco de la frustración que sentía. La ciudad, normalmente llena de vida y movimiento, parecía distante y fría, como si también compartiera su desolación.
Los pensamientos de Yamato se entrelazaban con recuerdos de momentos felices con Rika y de las luchas que habían enfrentado juntos. Cada recuerdo se mezclaba con las tensiones actuales, haciendo que se sintiera aún más agobiado. La preocupación por el futuro de su hija y la impotencia que sentía por no poder protegerla de manera efectiva le pesaban enormemente.
De repente, mientras continuaba su caminata sin rumbo, Yamato se dio cuenta de que había llegado a una casa que no había notado antes. Era una mansión imponente, con un diseño elegante y detalles arquitectónicos que indicaban una gran riqueza. La mansión de Haruna. La presencia de la casa en medio de su errante caminata le sorprendió, como si su subconsciente hubiera guiado sus pasos hacia allí.
Yamato se detuvo frente a la mansión, mirándola con una mezcla de sorpresa y agotamiento. La casa parecía tan distante de su estado emocional actual, con su fachada impecable y sus jardines bien cuidados. Sin embargo, en ese momento, esa casa representaba una oportunidad, un lugar donde podría buscar respuestas o, al menos, una distracción de la tormenta emocional que lo consumía.
Se quedó allí, parado frente a la mansión, respirando profundamente. La desolación y la tensión en su rostro eran evidentes, pero también había una chispa de determinación. Quizás, pensó, la presencia de Haruna podría ofrecer algún tipo de perspectiva o ayuda en esta situación, aunque no sabía exactamente qué esperar.
Finalmente, con una decisión firme, Yamato se dirigió hacia la entrada de la mansión, su mente aún nublada pero con un propósito renovado. Cada paso hacia la puerta parecía un pequeño avance en su búsqueda de alivio y soluciones, mientras el peso de la situación con Rika y Ryo seguía presionando en su corazón.
Sí, era extraño, pero era como si su corazón lo guiase ahí para encontrar una solución.
¡Ding, dong!
Tocó el timbre.
Mimi continuaba sumergida en la tranquilidad efímera de la piscina, disfrutando de ese breve escape de la realidad, cuando escuchó unos pasos acercándose. Giró la cabeza y, para su sorpresa, vio a Yamato de pie junto al borde, observándola con una mezcla de desconcierto y algo que no lograba descifrar del todo.
—Haruna —dijo Yamato con una voz cálida, aunque cargada de una ligera incomodidad—, lamento interrumpir...
Haruna, sorprendida y algo asustada, rápidamente se giró hacia el otro lado, sintiendo una oleada de nerviosismo al darse cuenta de que Yamato la estaba observando en ese momento tan vulnerable. Su piel se tensó y sus pensamientos se agitaron.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Haruna, tratando de mantener la compostura mientras se cubría con sus manos.
Yamato, consciente de la incomodidad que su presencia estaba causando, intentó voltear levemente la mirada. —Vine a hablar contigo, Haruna.
—¿Conmigo?
Yamato asintió: —Koushiro me dijo que estabas caminando por el jardín y, me dijo que entrara, n-no esperaba que...—No pudo continuar.
Haruna parpadeó, confundida por el motivo de su visita.
¡Rayos!
No esperaba que Yamato la encontrara así.
—¿Sobre qué quieres hablar?—su tono era una mezcla de sorpresa y preocupación.
Yamato, observando cómo la tensión aún envolvía a Haruna, se acercó un poco más al borde de la piscina. —En realidad, no quería interrumpir tu momento de tranquilidad. Pero hay algunas cosas que necesitamos aclarar, especialmente en relación a lo que ocurrió esta noche.
Haruna, aún sintiéndose expuesta, hizo un esfuerzo por calmarse y miró a Yamato. Mimi se mantuvo en silencio por un instante, estudiando su expresión. No esperaba verlo allí, y mucho menos en ese momento en el que se sentía más vulnerable que nunca. La situación con Ryo la había agotado al punto de querer mantenerse lo más alejada posible de todos, especialmente de la familia Ishida, que en parte era responsable de que su hermano estuviera tras las rejas. Sin embargo, Mimi no podía mostrar su verdadero sentir, así que asumió el papel de Haruna con una sonrisa controlada.
—No te preocupes, Yamato. No esperaba visitas, pero siempre es un placer verte —respondió, manteniendo la compostura mientras nadaba hacia la orilla.
Mimi se apoyó en el borde de la piscina y salió del agua con movimientos gráciles. Las gotas resbalaban por su piel, brillando bajo el sol que se reflejaba en su cuerpo mojado, como pequeños diamantes líquidos. Yamato, incapaz de apartar la mirada, quedó completamente hipnotizado por la imagen que tenía frente a él. Cada movimiento de Mimi, desde cómo sacudía ligeramente la cabeza para apartar el cabello empapado de su rostro, hasta la forma en que el agua se escurría por sus curvas, lo dejó sin palabras.
Mientras Mimi subía los escalones de la piscina, su figura se destacaba en contraste con el sol. Su piel, húmeda y brillante, parecía resplandecer, y cada línea de su cuerpo se dibujaba con precisión bajo la luz del día. El cabello ahora oscuro, ahora pegado a su espalda, se movía con cada paso, y sus ojos, ligeramente entrecerrados por la luz, miraban con una mezcla de desafío y serenidad.
Yamato, incapaz de disimular su reacción, recorrió con la vista cada detalle de ella: la definición de sus piernas, el movimiento elegante de sus brazos y la forma en que su pecho subía y bajaba mientras respiraba profundamente. Por un momento, se sintió atrapado en una especie de trance, como si el tiempo se hubiera detenido y solo existieran ellos dos bajo el resplandor del sol.
Mimi, dándose cuenta de la mirada fija de Yamato, tomó la bata que Nora había dejado al borde de la piscina y la acomodó suavemente alrededor de su cuerpo. No perdió tiempo en cubrirse, pero la forma en que lo hizo solo acentuó su elegancia natural. —¿Todo bien, Yamato? —preguntó con un tono ligero, casi como si lo estuviera provocando suavemente.
Yamato, al escucharla, parpadeó varias veces, intentando recuperar la compostura. —Sí... claro. Lamento si te incomodé —dijo finalmente, apartando la mirada brevemente como si buscara algo más interesante en el jardín, aunque en realidad su mente seguía atrapada en la imagen de Haruna saliendo del agua.
—No te preocupes —respondió Mimi mientras acomodaba su cabello, con una sonrisa sutil que no alcanzaba sus ojos.
Yamato aún sentía su corazón latir más rápido de lo normal, su mente luchando por reenfocarse. —Quería hablar contigo sobre Rika.—confesó, intentando retomar el control de la situación.
Mimi asintió, observándolo con una mezcla de curiosidad y cautela, consciente del efecto que había tenido sobre él pero sin mostrarlo abiertamente. —¿Sobre Rika?
Yamato solo pudo asentir, sin poder articular una respuesta clara, mientras la figura de Haruna seguía ocupando su mente, la imagen de una mujer fuerte y segura, y a la vez envuelta en misterios que él aún no podía desentrañar.
—S-sí...—El rubio aclaró la garganta mientras intentaba hablar. Bajó la mirada para no sentir la vista de Haruna sobre él— Verás, Haruna, yo sé que ella se ha sentido muy a gusto contigo este último tiempo. Ella, por alguna razón, logra entrar en razón cuando habla contigo.
La castaña analizó las palabras.
—He visto que te escucha y que le das buenos consejos...—Declaró el rubio— Es por eso que, quería pedirte si ¿es posible que hables con ella?
—¿Yo?—Preguntó la oji-miel—¿Hablar con tu hija?
Yamato asintió: —Sí, verás en estos minutos no escucha a nadie. Solo está centrada en ella y en su amor con ese chico.—Declaró—Pero, tú tienes una facilidad para llegar a ella, entonces quiero que hables con ella.
—¿Facilidad para llegar a ella?— Cuestionó la castaña—¿Qué te hace pensar en eso? Yo, de algún modo, sigo siendo alguien externa a tu familia.
—Porque ella se quedó aquí unos días.—Respondió Yamato—Y esa es la muestra de que te tiene confianza.
Mimi se sorprendió al escuchar esto, sin embargo, a diferencia de otras veces no se sintió feliz o aliviada porque su plan estuviese funcionando, al contrario, sintió un agotamiento terrible al escuchar aquello.
—Yamato...—Movió su cabeza— No creo que sea lo mejor.
—¿Por qué no?
—Porque...
Muchas respuestas pasaron por su mente, pero se contuvo a decirlas.
"Es algo de tu familia" Irónicamente, ella llevaba involucrándose en todos los problemas de la familia de Yamato quedando como "entrometida" solo para ganarse su confianza.
"Involucra a Ryo" Tampoco podía decirlo, porque Yamato no sabía que, Ryo era su hermano.
"Te odio Yamato" No, eso no podía decirlo. Sí, lo odiaba. Pero no podía decirlo.
—Por favor, Haruna, ayúdanos.—Rogó el Ishida.
Haruna miró a Yamato, sintiendo una mezcla de emociones que la abrumaban. En los ojos del Ishida, solía ver dureza, orgullo y, a veces, una frialdad que la hacía dudar de sus propias decisiones. Pero esta vez, lo que vio fue completamente diferente. En esos ojos azules que tanto conocía, se reflejaban la súplica y la necesidad, una vulnerabilidad que raramente él mostraba a nadie. Era como si todo el peso del mundo estuviera cayendo sobre sus hombros, y él estuviera al borde del colapso, desesperado por un respiro, por un atisbo de ayuda.
Los labios de Yamato temblaban ligeramente, como si cada palabra que no decía se quedara atorada en su garganta. Sus ojos estaban llenos de una mezcla de dolor y esperanza, buscándola a ella, implorándole en silencio, como si su única salvación dependiera de la respuesta que ella pudiera darle. Haruna reconoció esa mirada; era la de alguien que, contra todo pronóstico, seguía aferrándose a una última esperanza, aunque fuera frágil.
Yamato se veía casi roto, y Haruna sintió una punzada en el pecho. Esa vulnerabilidad que él rara vez dejaba ver, se mostraba ahora con una crudeza que la desconcertaba. Podía ver la preocupación en la profundidad de sus ojos, el miedo de perderlo todo. Parecía estar pidiéndole más que solo su ayuda; era una petición silenciosa de comprensión, una súplica de apoyo en medio de una tormenta que los estaba envolviendo a ambos.
Una parte de ella estaba feliz por verlo así, después de todo, este era su objetivo. Pero, otra parte de ella, se sentía triste por ver a Yamato así.
Sí, triste.
Algo irónico ¿no?
Después de todo, ella siempre quiso verlo así, y quería verlo peor...Esto recién estaba empezando.
Quería verlo besar el suelo rogando perdón. Pero...
En estos minutos se sentía culpable
KeruTakaishi: ¡Hola! Me alegra leer tu comentario. Toshiko es capaz de todo. Entiendo que te sorprenda pero para entender la situación debo señalar dos cosas: 1) Toshiko no sabía que Nene daría el discurso. 2) Toshiko no quiere a Nene, simplemente la manipula. Toshiko fue capaz de matar a su propia sangre y ha sido capaz de hacer cosas peores. Lamentablemente no quiere a Nene. Sabe que tenerla de su lado la va a ayudar pero no la aprecia como Hiroaki. Me alegra que te guste la relación Tío-Sobrina. Takeru es un amor con todas sus sobrinas. Las ama. Aciertas en eso. Ahora Mimi tiene más sed de venganza y se los hará saber indirectamente. Buenas teorías jsjsjs como siempre (intentaré no dar spoiler) pero vas por buen camino. Espero que hayas disfrutado de la lectura y que continúes acompañándome en esta historia. Aprecio mucho tus comentarios y apoyo. Te envío un fuerte abrazo desde la distancia.
BethANDCourt: ¡Muchas gracias por tus buenos deseos! Lamento decirte que, se vienen cosas peores, lamentablemente se viene algo mucho peor ToT Ryuki tendrá muchos problemas antes de estar juntos. Sí, Koushiro ha sido muy bueno con Mimi, ayudándola a controlar sus impulsos. No obstante, como todo personaje, tiene su lado oscuro y eso se ve en su relación turbulenta con su hija. Pero te aseguro que tendrá un final feliz. O intentaré. Yo también detesto a Toshiko, es lo peor de lo peor, insoportable hasta vomitar. Si, discrimina mucho a Rika por ser adoptada, la desprecia absolutamente. A Nene no la detesta porque sabe que si la manipula puede sacar provecho (lo mismo con Izumi) Sin embargo, Toshiko no ama a nadie, solo piensa en ella. Respondiendo a tu pregunta: Sí, Takeru y Mimi se conocieron, pero Takeru era apenas un bebé. Takeru con Nene e Izumi apenas se llevan meses. Así que no la recuerda. En uno de los capítulos Kouji menciona saber la verdad y sí, la sabe, pero no se la ha dicho a Takeru. Todo es top secret con respecto a Mimi. (Jajaja con respecto a Kouji no diré más) Espero que hayas disfrutado de la lectura y que continúes acompañándome en esta historia. Aprecio mucho tus comentarios y apoyo. Te envío un fuerte abrazo desde la distancia.
miyakoinoe25: Sí, pobre Ryo, no merece lo que le está pasando. Pero lamentablemente el destino quiere que Ryo sufra. Se vienen peores cosas para los Ishida. Sí, Takuya está enamorándose, sin querer y no lo ha notado. Ya veremos lo que sucederá. Espero que hayas disfrutado de la lectura y que continúes acompañándome en esta historia. Aprecio mucho tus comentarios y apoyo. Te envío un fuerte abrazo desde la distancia.
