NA: Cuando publiqué este capitulo, tuve un problema con el Internet y no se guardó completa la escena de Mimi y Rika, tuve que volver a rescribir rapidamente unas partes. Pido disculpas si aun hay incongruencias, pero me estresó que no se guardara.


REVENGE

~Capítulo 29~


El jardín de la mansión de Haruna era un oasis de calma, un contraste nítido con el torbellino emocional que Yamato llevaba dentro de sí. Mientras esperaba a Haruna, se encontró de pie junto a un parterre de flores, sumido en sus pensamientos. Las sombras del atardecer proyectaban una luz dorada sobre el jardín, acentuando la belleza y la tranquilidad del entorno.

Yamato se apoyó en una de las columnas del jardín, su mirada perdida en el horizonte. A pesar de la aparente serenidad del lugar, sentía una tristeza profunda y abrumadora. La situación con Ryo y Rika le había causado un dolor inesperado, haciéndole recordar el pasado y la relación perdida con Mimi, la hermana de Ryo.

De repente, algo en el jardín captó su atención. Un grupo de lilium, con sus elegantes pétalos blancos y su fragancia suave, se alzaba en todo su esplendor frente a él. Yamato se quedó paralizado al ver esas flores; eran las favoritas de Mimi. Cada vez que las veía, le traían recuerdos de ella, de la época en que su vida estaba llena de promesas y amor...

Mucho amor

Mientras observaba las lilium, una oleada de recuerdos inundó su mente. Recordó a Mimi riendo, a su voz suave, a la manera en que se iluminaba su rostro cuando hablaba de sus sueños y esperanzas. Todo eso parecía tan lejano ahora, reemplazado por la tristeza y el arrepentimiento.

Lo más triste para Yamato era saber que al intentar separar a Ryo y Rika, estaba lastimando a Ryo, el hermano de Mimi, así como él lastimó a Mimi. La ironía cruel de la vida le mostraba que, en su intento por proteger a su familia y preservar su estatus, estaba repitiendo los mismos errores que había cometido en el pasado.

Mientras contemplaba las lilium, Yamato se dio cuenta de la trágica paradoja que su vida había tomado. Su amor por Mimi había sido verdadero y profundo, pero las presiones externas y sus propias decisiones habían acabado con esa relación. Ahora, al intentar intervenir en la vida de Ryo, estaba infligiendo el mismo tipo de dolor que había sufrido. La sensación de traicionar el amor y la felicidad de Ryo, al igual que él había traicionado a Mimi, le causaba una tristeza profunda.

Yamato comprendió que no solo estaba separando a dos personas que se amaban, sino que también estaba reabriendo viejas heridas, volviendo a los mismos errores que había querido evitar. La culpa y el remordimiento lo abrumaban mientras observaba las flores, sabiendo que cada decisión que tomaba parecía traerle de vuelta a la misma dolorosa paradoja que había vivido con Mimi.

El tiempo parecía haberse detenido mientras Yamato reflexionaba sobre su vida, el amor que había perdido y el dolor que estaba causando a otros. La belleza de las lilium, en su simplicidad y pureza, contrastaba agudamente con el caos emocional que él estaba atravesando. La tristeza de ver a Rika sufrir, la ironía de repetir los errores del pasado, era una carga que Yamato llevaba con un doloroso reconocimiento de que, en su intento por evitar el sufrimiento, había terminado convirtiéndose en el mismo tipo de agente de dolor que había atormentado su propia vida.

Y se atormentaría siempre al saber que estaba haciendo sufrir a su hija, a Ryo y con este, sentía traicionaba a Mimi.

—Perdóname Mimi.— Musitó Yamato.

Haruna se detuvo en seco al escuchar esto.

—Perdóname. Por favor...—Rogó el rubio.

La castaña se quedó inmóvil.

¿Había escuchado bien?

¿Dijo: Perdóname Mimi?

—Yamato...— Lo llamó, su voz llena de curiosidad y preocupación.

El rubio sobresaltó al escuchar la voz de Haruna. Se giró lentamente, tratando de ocultar la emoción que había sido tan evidente en su rostro.

—¿Qué está haciendo aquí?— preguntó la mujer, acercándose con una mezcla de preocupación y confusión.

—Nada— respondió Yamato rápidamente, intentando recuperar su compostura—. Solo estaba... observando las flores.

Haruna se acercó un poco más, estudiando las flores con interés. —¿Estaba observando las flores?— repitió, con un tono que mezclaba curiosidad y un toque de sospecha.

Yamato, un tanto nervioso, balbuceó un poco antes de confirmar. —Sí, estaba mirando las flores.

Haruna frunció el ceño y miró las lilium, tratando de discernir si había algo más detrás de la atención de Yamato hacia ellas. —¿Ocurre algo con ellas?— preguntó, su tono amable pero inquisitivo.

Yamato negó con la cabeza. —No, nada en particular. Simplemente me pareció curioso que tuvieras estas flores.

Haruna lo miró con una mezcla de intriga y expectativa. —¿Cómo sabes el nombre de estas flores?— preguntó, su voz teñida de sorpresa.

Yamato hizo una pausa, intentando elegir sus palabras cuidadosamente. —Esas flores... me traen recuerdos— dijo finalmente, su tono cargado de una melancólica nostalgia.

Haruna alzó una ceja, notando la evasiva respuesta de Yamato. —¿Recuerdos?— inquirió, esperando una explicación más detallada.

Yamato asintió, pero no proporcionó más información. El silencio se hizo presente entre ellos, cargado de una tensión emocional que Haruna podía percibir, aunque no entendía completamente.

—¿Recuerdos?— repitió, con un tono más suave, tratando de sacar más detalles de Yamato.

Pero Yamato se limitó a mirarla, con una expresión que combinaba tristeza y una cierta resistencia a profundizar en el tema. —Sí, recuerdos— dijo simplemente, dejando el tema en el aire.

Haruna lo observó, sintiendo que había algo más profundo detrás de la respuesta de Yamato, pero no estaba en posición de presionarlo más. La conversación quedó suspendida, mientras Yamato seguía con la mirada fija en las lilium, inmerso en sus pensamientos y sentimientos que no estaba dispuesto a compartir del todo.

~Recuerdo~

El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas del salón de ensayos, iluminando el ambiente con una cálida luz dorada. Yamato y Mimi estaban en medio de un ensayo para su pequeño acto de fingir ser novios, un acto que Mimi había ideado para alejarse de Shuu Kido. El salón estaba decorado con sencillez, pero había algo en el aire que hacía que el espacio se sintiera especial, casi mágico.

Mimi, con una sonrisa que irradiaba confianza, observaba a Yamato desde el centro de la sala. Él, con una expresión de ligera confusión, seguía sus instrucciones con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. A pesar de sus dudas, había una chispa de emoción en sus ojos que no podía ocultar.

—Bueno, Yamato —dijo Mimi, con un tono suave y alentador—, ahora quiero que te acerques a mí como si realmente estuvieras enamorado. Imagina que estamos en una cita, y todo lo que haces es por amor.

Yamato frunció el ceño, tratando de encontrar la manera correcta de interpretar las indicaciones. —La verdad, Mimi, nunca he sido muy bueno con el romance. Todo esto es bastante nuevo para mí —confesó, su voz un poco insegura.

Mimi lo miró con simpatía y una ligera tristeza en los ojos. —Lo siento mucho que te hayas visto envuelto en esto. No es justo para ti, pero me alegra que estés dispuesto a ayudarme.

Yamato le sonrió, intentando tranquilizarla. —No te preocupes por mí. Si puedo ayudarte, lo haré. Además, para ser honesto, no es tan malo como pensaba.— Sí, dijo esto casi sin pensar. Apenas se dio cuenta de esto se sonrojó a más no poder— Di-digo...—Balbuceo— N-no, no es tan difícil.

El rostro de Mimi se iluminó con una sonrisa genuina, y Yamato sintió un pequeño latido en su pecho. Esa sonrisa tenía un efecto extraño en él, algo que no podía explicar del todo pero que lo hacía sentir cálido por dentro. Era como si el mundo se detuviera por un momento cada vez que ella sonreía.

Mimi se acercó un poco más, con un gesto natural y relajado. —Vamos a intentarlo de nuevo. Imagina que estamos en un lugar hermoso, rodeados de flores. Tú estás completamente fascinado por mí, y yo… estoy igualmente encantada por ti.

Yamato asintió, respirando hondo para calmar sus nervios. Intentó sumergirse en el papel, acercándose a Mimi con una actitud más segura. La miró a los ojos, tratando de transmitir el sentimiento que ella había descrito.

De repente, Mimi se acercó un poco más, y el roce de su mano contra la suya fue tan sutil que Yamato casi no lo notó, pero el contacto fue suficiente para hacer que su corazón acelerara.

—Así está mejor —dijo Mimi, sus ojos brillando con una mezcla de orgullo y alegría—. Lo estás haciendo muy bien, Yamato.

Mientras hablaban, Mimi se giró hacia una pequeña mesa en el rincón de la habitación, donde había un jarrón con lilium frescas. Las flores, con sus pétalos blancos y delicados, parecían brillar a la luz del sol.

—Estas son mis flores favoritas —dijo Mimi, señalando el jarrón con una sonrisa—. Siempre me han recordado a momentos felices y tranquilos.

Yamato la observó, notando la forma en que sus ojos se iluminaban al hablar de aquellas flores. Algo en la forma en que Mimi hablaba de ellas, con un tono nostálgico y lleno de cariño, lo hizo sentir aún más conectado con ella.

—¿Qué flor es?—comentó Yamato, acercándose al jarrón para admirarlas de cerca—Di-digo ¿cómo se llama?

—Lilium.—Respondió la castaña.

Lilium...

Mimi se rió suavemente. —Gracias. Mi madre solía tener estas flores en el jardín, y siempre me han traído recuerdos agradables. Son como un símbolo de la paz y la felicidad que espero tener en mi vida.

Yamato miró las lilium y luego a Mimi, sintiendo una oleada de afecto hacia ella. —Es curioso —dijo, su voz un poco más suave—, bueno ojalá me den esa sensación con esta actuación.

Mimi lo miró, sorprendida por sus palabras. —Es seguro que sí.

Los dos se quedaron mirándose, y el aire entre ellos estaba cargado de una conexión profunda. A pesar de que su romance era solo una farsa, había algo real en los sentimientos que estaban surgiendo entre ellos. Las lilium, con su belleza sencilla y su simbolismo, parecían ser el reflejo perfecto de esa conexión incipiente y auténtica que ambos estaban comenzando a experimentar.

Y mientras el sol se ponía, llenando el salón con un resplandor dorado, Yamato y Mimi continuaron ensayando, pero el significado de su relación y los sentimientos que compartían se sentían más reales que nunca.

~Fin del recuerdo~

—Señor Ishida...—La voz de la mujer castaña sacó a Yamato de sus pensamientos.

—¿E?—Balbuceo el oji-azul—¿S-sí?

—¿Vamos?

—¿E?— nuevamente balbuceo el ishida— S-sí.

Fue así como ambos se encaminaron para salir de la mansión.


Takeru estaba sentado en el borde del sofá de la sala principal de su departamento, su teléfono pegado a la oreja mientras hablaba suavemente con Hikari. La conversación era cálida y cercana, una pequeña burbuja de tranquilidad en medio del caos que ambos estaban viviendo. Hikari estaba preocupada, y con razón; su amigo Ryo estaba en prisión, acusado de algo que, según ella, no parecía encajar con la persona que conocían.

—Takeru... —la voz de Hikari temblaba un poco al otro lado del teléfono— No puedo dejar de pensar en Ryo. ¿Cómo pudo pasar algo así?

Takeru suspiró, tratando de mantener su tono calmado y reconfortante. Sabía lo mucho que Hikari apreciaba a Ryo, y aunque él también estaba preocupado, sentía que debía ser el fuerte en esta situación.

—Todo estará bien, Hikari —respondió con suavidad—. Estoy seguro de que todo esto se resolverá. Ryo no es de ese tipo de personas. Sabemos que hay algo más detrás de esto, y estoy seguro de que se aclarará pronto.

—Pero... ¿y si no? —Hikari dejó escapar un suspiro— ¿Y si él de verdad es culpable?

Takeru sacudió la cabeza, aunque sabía que Hikari no podía verlo. —No lo creo. No tiene sentido. Pero no te preocupes, voy a estar contigo. Iré a verte en cuanto termine aquí. No quiero que pases por esto sola.

—Gracias, Takeru... —Hikari sonaba un poco más tranquila, pero la preocupación seguía en su voz— Siempre sabes qué decir para calmarme.

Takeru sonrió, aunque su mente seguía ocupada con la situación de Ryo. —Es porque me importas, Hikari. Nos veremos pronto. Te quiero.

—Te quiero —respondió ella suavemente antes de colgar.

Takeru dejó el teléfono sobre la cama y suspiró, sintiendo una mezcla de inquietud y esperanza. Se puso de pie justo cuando el timbre de su departamento sonó. Se tensó un poco, sorprendido por la interrupción inesperada.

—¿Quién será ahora? —murmuró para sí mismo, mientras la sirvienta iba a abrir la puerta.

Unos segundos después, escuchó pasos en el pasillo y la figura imponente de su padre, Hiroaki, apareció en la entrada. Su expresión era oscura, su ceño fruncido indicaba que no estaba de humor para una charla casual. Takeru parpadeó, sorprendido de verlo allí tan temprano.

—Papá... —dijo lentamente— No esperaba verte tan pronto en casa. ¿No tenías cosas en la oficina?

Hiroaki soltó un resoplido, claramente irritado. —No tenía otra opción, Takeru. Después de todo lo que ha pasado, necesitaba descansar. —Su tono era seco, casi cortante.

Takeru lo observó por un momento antes de atreverse a preguntar. —¿Cómo te sientes con toda esta situación?

Hiroaki se giró para mirarlo directamente, su expresión endurecida por el enojo. —¿Cómo crees que me siento? —espetó, su voz cargada de frustración—. Obviamente estoy enojado. Ese idiota de Ryo arruinó mi celebración, todo estaba listo, todo perfecto, y de repente, ¡bam! Ese imbécil lo echa todo a perder.

Takeru permaneció en silencio, mordiéndose el interior de la mejilla. No compartía la opinión de su padre. Él no creía que Ryo fuera el culpable de lo que había pasado, pero sabía que decirlo en ese momento solo empeoraría las cosas. Además, entendía el enojo de su padre, aunque no lo justificara del todo.

Hiroaki lo miró con ojos penetrantes, esperando alguna reacción de su hijo, pero Takeru se limitó a bajar la mirada, tratando de mantener la calma.

—Pero ahora que está en prisión todo mejorará.—Declaró.


—¿Un internado? — Preguntó Haruna—¿Piensan llevar a Rika en un internado?

—Mis padres ofrecieron esa opción. —Declaró Yamato— Pero no estoy seguro.

Haruna repasó esta idea en su mente.

Si Rika se iba de la ciudad a ese internado, sonaba una idea un tanto extremista, de alguna forma lograrían apartarla de todo y todos, en especial de Ryo…

¡Un minuto!

¿En especial de Ryo?

Esa idea sonó una y otra vez en la mente de Mimi. De ser una idea extremista pasó a ser la mejor solución que jamás pensó oír.

Tal vez, si se mantenían alejados, Ryo se olvidaría de ella.

—Disculpa Yamato que te lo diga. —Comentó Haruna— Pero no suena una mala idea.

Esta declaración sorprendió al rubio.

—¿Qué dijo?

—Dije que no me parece una mala idea.

Yamato se sintió desconcertado ante esto.

—¿Por qué dice eso?

—Porque están buscando una forma de cuidar a Rika. —Declaró Haruna—Actualmente, ella está pasando por muchas emociones, muchos cambios y considero que estar rodeada de quienes ya está rodeada no es buena idea.

Yamato se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar de Haruna. No esperaba que ella estuviera de acuerdo con algo tan extremo como enviar a Rika a un internado. Era una decisión que, aunque sus padres le habían propuesto, no había considerado seriamente. Para él, Rika era aún su pequeña hija, y alejarla de su familia no era algo que quisiera hacer.

—No lo sé, Haruna —dijo después de un largo silencio—. No creo que enviarla lejos sea lo correcto.

Haruna lo miró con firmeza, pero también con una expresión de comprensión. Sabía que Yamato estaba lidiando con emociones contradictorias, y aunque ella veía el internado como la solución para separar a Rika de Ryo, también entendía el dolor que él sentía.

—Yamato, sé que es difícil, pero Rika no está bien. Está siendo influenciada por Ryo, y ese chico... —Haruna se detuvo, buscando las palabras adecuadas—. Sabes que no es bueno para ella. Si Rika sigue en este camino, podría salir mucho más lastimada.

Yamato apretó los puños, la frustración y la impotencia aumentando en su pecho. Sabía que Haruna tenía razón en parte. Ryo no era una buena influencia para su hija, y la situación entre ellos había creado una tormenta emocional en Rika que él no sabía cómo manejar. Pero aún así, ¿alejarla de todo lo que conocía era la solución?

—¿Y si eso la hace odiarnos? —preguntó Yamato, su voz sonando más vulnerable de lo que pretendía—. ¿Si piensa que la estamos abandonando, que no la apoyamos?

Haruna suspiró. Sabía que este era el verdadero miedo de Yamato: perder a su hija, no solo físicamente, sino emocionalmente. El vínculo entre padre e hija ya estaba tenso, y la distancia podría romperlo completamente. Pero, en su mente, Haruna seguía viendo la imagen de Rika al lado de Ryo, y sabía que mientras esos dos estuvieran cerca, las cosas solo empeorarían.

—A veces, la distancia no significa abandono —respondió Haruna suavemente—. A veces es lo que necesitamos para ver las cosas con claridad.

Yamato bajó la mirada. Esa era una frase que le dolía escuchar. ¿Distancia para ver las cosas con claridad? Sabía que, en teoría, tenía sentido, pero ¿cómo explicarle eso a una adolescente confundida y herida? ¿Cómo podría decirle a Rika que la estaba enviando lejos porque la amaba?

—No quiero que piense que no la amo —dijo, casi en un susurro—. Rika ha pasado por tanto.

—Y justamente por eso —insistió Haruna—, tienes que protegerla de la manera que sea necesaria. No se trata solo de alejarla de Ryo, se trata de darle un espacio donde pueda entender lo que realmente quiere, sin la influencia de nadie más.

Mientras más lo pensaba, más se daba cuenta de que no podía hacerle eso a su hija. No podía enviar a Rika lejos solo para romper ese lazo con Ryo. Rika no era culpable de haber caído en la red de ese chico, no era culpable de haberse enamorado de alguien equivocado.

Y ahí estaba el dilema. La idea de un internado parecía, en teoría, "perfecta" para separar a Rika de Ryo, para protegerla de todo lo que él representaba. Pero, al mismo tiempo, Yamato no podía soportar la idea de separarse de su hija. No quería perderla. No quería que Rika sintiera que la estaban apartando como si fuera un problema a resolver.

—No puedo hacerlo, Haruna —dijo al fin, con firmeza en su voz—. No puedo mandar a mi hija lejos. Ella no es culpable de lo que ha pasado con Ryo. No es su culpa haber sido atrapada por él.

Haruna lo miró durante unos segundos, viendo la resolución en los ojos de Yamato. Sabía que no iba a cambiar de opinión, al menos no en ese momento.

—Entiendo —dijo finalmente, aunque en su interior aún creía que el internado era la mejor opción—. Pero sea lo que sea que decidas, hazlo rápido. Rika necesita una solución, y la necesita pronto.

Yamato asintió, sabiendo que la conversación no había terminado.

Si, la idea era "perfecta" para separar a Rika de Ryo, pero…

Él no quería separarse de su hija

Ella no era la culpable de haber caído en las garras del Akiyama que solo quería venganza.


Hiroaki estaba sentado en su sillón de cuero en la sala principal de su departamento, con el celular en la mano, su mirada fija en la pantalla mientras leía algún informe o mensaje que demandaba su atención. El silencio reinaba en el espacio, roto solo por el sonido ocasional de la respiración de su padre, cuando escuchó pasos apresurados que venían del pasillo. Levantó la vista justo a tiempo para ver a Takeru pasar frente a él, impecablemente arreglado. Llevaba una chaqueta elegante, una camisa bien planchada y el cabello perfectamente peinado.

—Voy saliendo, padre —anunció Takeru, con un tono casual mientras ajustaba el reloj en su muñeca.

Hiroaki apartó la vista de su teléfono, clavando una mirada seria en su hijo. Había algo en la forma en que Takeru se veía y se movía que no le cuadraba. Algo que despertaba su habitual suspicacia.

—¿A dónde vas? —preguntó con voz firme, dejando el teléfono en la mesa de vidrio frente a él.

Takeru se detuvo en la puerta y giró para mirarlo. Pudo sentir el peso de la pregunta y la expectación que venía detrás. Sabía que no importaba cuál fuera su respuesta, Hiroaki la cuestionaría de alguna manera.

—Voy a juntarme con mi novia.

—¿Con tu novia?— Preguntó Hiroaki sorprendido.

Takeru asintió: —Hikari.— Respondió— La chica que llevé ayer a la fiesta.

Y como un flash, la escena de la noche anterior vino a su mente, recordándole aquel fatídico momento antes de la explosión.

—Dime ¿cuánto durará este juego?

—¿Juego?— Cuestionó el rubio.

Hiroaki asintió: —De ilusionar a esa pobre chica.

Takeru alzó una ceja desconcertado: —Disculpa, padre, pero no sé de qué estás hablando.

—¡Claro que sabes!— Exclamó el castaño— Esta supuesta relación con esa chica.

—¿Supuesta?— Preguntó el menor—No es supuesta. Es verdad.

Hiroaki observó a su hijo con una mirada escéptica.

—¡Por favor!—continuó con un tono desaprobación—, no puedes esperar que crea que esta relación tuya con Hikari es seria.

Takeru frunció el ceño, empezando a sentir una creciente molestia ante la insinuación de su padre. —¿Por qué no?

—Porque esa chica es una pobretona.

—Padre, no estamos jugando a nada. Hikari y yo estamos juntos porque nos queremos.

Hiroaki soltó una carcajada amarga, sacudiendo la cabeza. —¿Qué?—dijo, casi con burla—. Vamos, hijo. Es la misma historia de siempre. Encuentras a una chica bonita, juegas a ser el novio perfecto, y cuando te cansas, te deshaces de ella. ¿No es así?

—Eso no es verdad —respondió Takeru con firmeza, aunque una pizca de dolor comenzaba a asomar en su voz—. Hikari no es solo otra chica. Ella me importa de verdad.

Hiroaki lo miró durante un largo momento, sus ojos fríos y calculadores.

—¡Oh no!— Se lamentó el castaño— Por favor, no me digas que, te has enamorado de...

—¡Pues sí!— El rubio lo interrumpió— Me enamoré de Hikari.

¡Oh no! ¡Oh no! ¡Oh no!

—¡Lo que me faltaba!— Llevó su mano derecha a su frente.

Takeru observó sorprendido a su padre.

—¿Qué?— Preguntó— ¿Qué sucede?—Cuestionó— ¿Por qué te lamentas?

—Porque he tenido un día terrible ¡y tú lo empeoras afirmando tus sentimientos hacia tu miserable novia!— Exclamó Hiroaki.

El rubio quedó más desconcertado.

—¿Miserable? —musitó— ¿Por qué dices eso de Hikari? Ella es mi novia.

—Lamentablemente —respondió Hiroaki con desdén—. No puedo creer que hayas oficializado una relación con ella sin consultarlo primero con la familia.

—¿Por qué no?

—¿En qué estabas pensando, hijo? —increpó, su tono subiendo de intensidad— Oficializar una relación con esa chica.

Takeru frunció el ceño, sintiendo cómo una oleada de defensiva comenzaba a crecer en su interior. —Papá, no veo cuál es el problema —respondió, tratando de mantener un tono conciliador— Hikari es una chica maravillosa, y yo la quiero mucho. No entiendo por qué tendría que pedir permiso para estar con alguien a quien quiero.

—El problema, Takeru, es que esa chica no es de nuestro estatus —declaró, con una mezcla de incredulidad y desaprobación— Tú no puedes simplemente traer a cualquiera a nuestra familia. ¿Sabes lo que eso podría significar para nuestra reputación?

Takeru sintió un nudo formarse en su estómago, pero no estaba dispuesto a ceder. —¿Nuestra reputación? —repitió, incredulidad en su voz— Hikari es una persona increíble, no es "cualquiera". El estatus no debería importar cuando hay cariño y respeto.

Hiroaki apretó los labios, claramente irritado por la resistencia de su hijo. —Esto no trata de sentimientos baratos de parejas adolescentes, Takeru. Se trata de nuestra familia, de nuestras tradiciones, de mantener un cierto nivel de... —buscó las palabras adecuadas, pero su tono transmitía la desaprobación—... prestigio. Estás arriesgando todo lo que hemos construido durante años. Esa chica no tiene el linaje ni las conexiones que alguien en tu posición debería tener.

Takeru sintió cómo su paciencia comenzaba a desgastarse. Hikari era mucho más que lo que su padre estaba insinuando, y no iba a permitir que la juzgaran solo por su origen. —Escuchen, yo no voy a dejar que esa mentalidad arcaica arruine algo tan importante para mí —dijo, su voz firme y decidida— Hikari es mi novia, y si no pueden aceptarla por lo que es, entonces tal vez deberían reconsiderar lo que realmente importa en la vida.

Hiroaki negó con la cabeza, claramente insatisfecho con la respuesta de su hijo. —No estamos de acuerdo con esa relación, Takeru —declaró tajante— No podemos permitir que algo así continúe.

Takeru miró a su padre y a su tía, su frustración evidente. —Pues entonces no sé qué decirles, porque Hikari es parte de mi vida ahora, y no voy a dejarla. Si no pueden entender eso, tal vez el problema no es la relación, sino su forma de ver las cosas.

El silencio que siguió fue tenso, cargado de emociones que ninguno de los tres parecía dispuesto a ceder. Takeru sabía que estaba entrando en un terreno complicado, pero también sabía que Hikari valía la pena luchar. La desaprobación de su familia no iba a cambiar sus sentimientos por ella, y aunque sabía que esta conversación sería solo la primera de muchas, estaba dispuesto a enfrentar lo que fuera necesario.

—Takeru, por favor, entiende. Necesitas una persona que esté a tu altura, que tenga nuestra clase.

—¿Se te olvida que hasta hace unos meses estuve con alguien así?— Preguntó el rubio— Con una chica de nuestro círculo, la cual aprobabas, porque tenía dinero...—Recordó—Acaso ¿olvidas como terminó? ¿olvidas todo lo que sufrí?

Sí, recordaba que su hijo actúo como un idiota al sufrir por una pequeña infidelidad.

—No importa lo que haya sucedido. No puedes rebajarte a estar con una chica que no te ofrece nada.—Declaró el castaño— Una chica pobretona ¡que está contigo solo por interés!

—¡Mentira!

—¡Verdad!

—¡Deja de hablar estúpideces!— Exclamó el oji-azul.

—¡No me hables así! ¡Soy tu padre!

El rubio simplemente frunció el ceño y se alejó— ¡No quiero continuar con esta conversación!— Declaró— Me voy.

Finalmente, Hiroaki habló, pero su tono no era conciliador. —Esto no ha terminado, Takeru. Espero que reconsideres lo que estás haciendo.

Takeru lo miró con determinación. —Lo siento, papá, pero mi decisión ya está tomada.

Sin decir más, salió del lugar, dejando a su padre en medio de su desaprobación. Sabía que el camino por delante no sería fácil, pero no estaba dispuesto a sacrificar su felicidad por cumplir con las expectativas de los demás.

Hiroaki apretó el puño.

Satomi le dijo que Takeru estaba siguiendo los pasos de Yamato, pero no le dio importancia. Esto se veía venir y ahora serían el hazme reír de todos.

¡No! Jamás permitiría eso


—Sora, por favor, reacciona...

—Ya te dije que no.—Declaró la pelirroja— Por milésima vez ¡No!

—No seas terca.

—No soy terca. Rika no va a ir a ningún internado— replicó Sora con firmeza—. No vamos a tomar esa decisión, y mucho menos por razones tan insensibles como las tuyas.

Toshiko arqueó una ceja, impasible como siempre. Se sentó en una silla cercana y cruzó una pierna sobre la otra, como si estuviera a punto de darle una lección a una niña rebelde.

—Sora, querida, estás siendo ingenua— respondió con un aire de superioridad—. Esa niña necesita estructura. Tú misma sabes que no está manejando bien la situación con Ryo, y su comportamiento solo empeorará si no hacemos algo. El internado le enseñará a comportarse como debe.

—¡No es su comportamiento lo que me preocupa!— exclamó Sora, dando un paso hacia su madre—. Rika está atravesando por un momento difícil, pero lo que necesita es apoyo, no que la apartemos de su hogar. ¿De verdad crees que meterla en un lugar como ese va a solucionar algo?

Toshiko la miró con frialdad, pero sus palabras venían cargadas de una intención mucho más oscura.

—Claro que sí, Sora. Esa niña siempre ha sido un estorbo. Lo sabes tan bien como yo— respondió con una sonrisa helada—. Y ahora que está más mayor, es aún más evidente. Si no te das cuenta, te estás engañando. El internado no solo la beneficiará a ella, sino que también te permitirá concentrarte en tus asuntos sin esa carga.

Sora sintió como la ira empezaba a hervir dentro de ella. Su madre nunca había disimulado el desprecio que sentía por Rika, pero oírlo de forma tan directa la enfureció aún más.

—¿Estorbo?— Sora casi escupió la palabra—. ¡Rika es mi hija!

—¡No es tu hija! Es una arrima...

—¡Te prohíbo que digas eso!— Gritó Sora— Es mi hija ¡te guste o no!

Toshiko rodó los ojos.

—¡Y no es una carga, así que no voy a dejar que la trates de esa manera solo porque nunca fuiste capaz de quererla! ¿Es eso lo que quieres? ¿Quitarla de en medio para que no interfiera en tu imagen perfecta?

La castaña frunció los labios, como si la confrontación de su hija no la sorprendiera, pero su paciencia claramente se estaba agotando.

—No seas dramática, Sora— replicó con una calma escalofriante—. Estoy pensando en lo que es mejor para ella. Y si no eres capaz de verlo, entonces demuestras que no estás en posición de tomar decisiones por tu hija.

Sora sintió que un nudo se formaba en su garganta, pero no se dejaría vencer por la manipulación de su madre.

—Lo que estás haciendo no tiene nada que ver con Rika, tiene todo que ver contigo— dijo Sora, su voz temblando de rabia contenida—. Tú siempre la has visto como un problema, como una molestia que arruina tu fachada de madre perfecta. Pero Rika no necesita disciplina, ni ser moldeada a tu antojo. Necesita a una familia que la ame y la acepte tal como es, no que la abandone.

Toshiko soltó una risa seca y se levantó de su silla, acercándose a Sora con una mirada calculadora.

—Eres tan sentimental como siempre. Esa actitud tuya solo va a llevar a que Rika siga siendo un problema en tu vida. Ya verás, cuando las cosas se compliquen más, vendrás a mí pidiéndome que la envíe lejos. Y para entonces, yo ya no estaré dispuesta a ayudarte— advirtió Toshiko, con un tono cortante.

—No lo haré— dijo Sora con firmeza—. Nunca voy a renunciar a Rika. Ni por ti, ni por nadie.

Justo en ese momento, Yamato entró en la habitación, seguido de cerca por Haruna, interrumpiendo la intensa discusión entre Sora y Toshiko. El rostro de Toshiko, que ya estaba teñido de furia por la conversación con su hija, se endureció aún más al ver a Haruna.

—¿Qué hace ella aquí?— espetó Toshiko, lanzando una mirada fulminante a Haruna. Su tono cortante y lleno de desprecio llenó la habitación.

Haruna, aunque acostumbrada a la actitud imponente de Toshiko, mantuvo la calma.

—Buenas tardes señora Takenouchi.—Declaró con normalidad.

Sabía que enfrentarse a esa mujer no era sencillo, pero estaba ahí por algo más importante. Miró brevemente a Yamato, quien le dio un leve asentimiento de apoyo. Él había confiado en ella para hablar con Rika, sabiendo que la joven no escucharía a nadie más.

—Buenas tardes Sora.

—¡Haruna que bueno que viniste!— Exclamó la pelirroja acercándose a la castaña.

—¿Bueno?— Preguntó Toshiko— ¿Por qué sería bueno?— Declaró— Ella no debería estar aquí.

—Suegra, por favor, no se entrometa en nuestros asuntos.— Sentenció Yamato.

—¡Claro que debo!— Exclamó—Estamos pasando un momento difícil y ella no debería estar aquí.

—Estoy aquí porque Yamato me lo pidió— reiteró Haruna, su tono firme pero sin confrontación directa—. Rika está pasando por un momento difícil y necesita hablar con alguien que pueda entenderla.

Yamato asintió en señal de apoyo, reforzando las palabras de Haruna.

—Rika no va a escuchar a cualquiera ahora mismo— añadió Yamato—. Necesita hablar con alguien que pueda llegar a ella de verdad, alguien en quien confíe. Y Haruna es esa persona.

Toshiko frunció el ceño, claramente irritada por la unidad que veía entre Yamato y Haruna. No le gustaba perder el control de la situación, y mucho menos cuando era alguien externo quien lo desafiaba.

—No creo que sea necesario que Haruna esté aquí— insistió Toshiko, endureciendo su postura—. Lo que necesita Rika es disciplina y límites claros, no más personas interfiriendo con sus emociones. La estás malcriando.

Sora, que había permanecido en silencio hasta ese momento, decidió intervenir, su voz cargada de una calma tensa.

—Madre, Haruna ha demostrado que puede llegar a Rika de una manera que nosotras no hemos podido— dijo Sora, su tono firme pero sin elevar la voz—. Enviarla lejos o ignorar lo que está sintiendo no hará más que empeorar las cosas. Si Haruna puede ayudarla, yo estoy de acuerdo en darle esa oportunidad.

Toshiko la miró con incredulidad, claramente molesta porque su hija no se alineaba con su visión.

—¿De verdad crees que esta mujer puede resolver los problemas de Rika?— espetó Toshiko—. Ella no entiende lo que es estar en esta familia. No tiene ni idea de lo que se necesita para criar a alguien como Rika.

—Lo que Rika necesita ahora mismo no es más reglas ni disciplina— dijo Yamato, mirando directamente a su madre—. Lo que necesita es comprensión y apoyo. Y si Haruna puede darle eso, entonces no vamos a apartarla.

Toshiko lanzó una mirada helada a Yamato y luego a Haruna, claramente molesta por la decisión que estaban tomando sin su consentimiento. Pero se dio cuenta de que, al menos por ahora, no ganaría esa batalla.

—Muy bien— dijo finalmente, levantando las manos en señal de rendición aparente—. Pero no me hago responsable de lo que ocurra si esto sale mal. No olviden que les advertí lo que era mejor para Rika.

Y, con un último vistazo de desaprobación hacia Haruna, Toshiko salió de la habitación, dejando una sensación de alivio mezclada con tensión.

Haruna soltó un suspiro y miró a Yamato y Sora.

—Gracias por confiar en mí— dijo con sinceridad—. Voy a hacer lo posible para ayudar a Rika.

Yamato asintió, apreciando la calma de Haruna en medio de una situación tan difícil.

—Sabemos que lo harás— respondió, confiado.

Toshiko entrecerró los ojos, como si estuviera sopesando lo que Haruna decía. Sin embargo, el desprecio seguía presente en su voz cuando habló.

—¿Y quién eres tú para saber lo que es mejor para mi nieta?— replicó Toshiko, mordaz—. No eres más que una extraña que Yamato trajo aquí. No tienes ningún derecho a intervenir en esta familia.

Haruna no se dejó intimidar. Sus ojos se encontraron con los de Toshiko, llenos de una convicción que no titubeaba.

—No soy una extraña para Rika— respondió con calma—. Y si realmente te importa su bienestar, entenderás que lo último que necesita ahora es ser alejada de las personas que le importan. Ella necesita apoyo, no ser apartada como un problema.

Sora, que había estado en silencio observando el intercambio, dio un paso adelante al lado de Haruna, sumando su voz a la conversación.

—Haruna tiene razón, madre— dijo Sora, más calmada ahora, pero no menos decidida—. Ya te lo dije antes. No voy a renunciar a Rika, y no voy a permitir que le hagas más daño. Haruna puede llegar a ella de una manera que nosotras no hemos logrado. Deberías confiar en eso.

—No estoy de acuerdo.

Toshiko, claramente acorralada por la unión de Sora, Yamato y Haruna, tensó la mandíbula. Pero antes de que pudiera replicar, Yamato dio el último golpe.

—No importa si está o no de acuerdo señora Takenouchi. Rika es nuestra hija. No suya.

Toshiko, furiosa, miró a cada uno de ellos, y sin decir una palabra más, se dio media vuelta y salió de la habitación, dejando un aire denso a su paso. Cuando la puerta se cerró, Sora soltó un suspiro de alivio, y Haruna intercambió una mirada tranquila con Yamato.

—Gracias— murmuró Sora, dirigiéndose a Haruna con una sonrisa suave, sabiendo que había sido clave para evitar una decisión que habría roto a Rika.

Haruna asintió, sintiendo el peso de lo que había sucedido, pero sabiendo que aún quedaba mucho por hacer.


Rika estaba sentada en el borde de su cama, con la mirada perdida en la ventana. La luz de la luna apenas iluminaba su habitación, reflejando el estado de su corazón: oscuro y vacío. Lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas mientras abrazaba sus rodillas, sumida en un torbellino de emociones que no podía controlar. Sus pensamientos giraban una y otra vez en torno a Ryo, a lo que había pasado entre ellos, y al dolor que sentía en lo más profundo de su ser.

De repente, escuchó un golpe suave en la puerta. Se sobresaltó, sin esperar visitas a esa hora. Cerró los ojos, sin ganas de hablar con nadie.

—¡No quiero hablar!— gritó con la voz rota, esperando que fuera suficiente para que quien estuviera detrás de la puerta se fuera.

Hubo un momento de silencio, pero luego, la manilla giró lentamente y la puerta se abrió de todas formas. Para sorpresa de Rika, no era cualquiera; era Haruna quien apareció en el umbral. Vestía una camiseta sencilla y unos pantalones de pijama, pero su expresión era seria y decidida.

—¿Haruna?— murmuró Rika, claramente sorprendida—. ¿Qué hace aquí?

La castaña dio un paso dentro, cerrando la puerta tras de sí. La habitación parecía aún más pequeña con la intensidad que llenaba el espacio entre ellas.

—Necesito hablar contigo— dijo Haruna con voz tranquila, pero firme.—Comentó— Verás, estoy preocupada por ti luego de todo lo que ha sucedido y como no volviste ayer a mi casa, me preocupé por como estabas.

Rika sacudió la cabeza y volvió a mirar hacia la ventana, tratando de cerrar esa conversación antes de que siquiera empezara—. No quiero hablar.

Haruna no se movió. Se quedó de pie, observando a Rika por unos segundos. Sabía que la pelirroja estaba sufriendo, y aunque la testarudez de Rika era evidente, también sabía que detrás de todo ese dolor había una verdad que ambas compartían.

—Rika... sé lo que estás pasando con Ryo— dijo Haruna suavemente, su tono lleno de comprensión—. Sé que te duele, y sé que no quieres enfrentarlo. Pero pretender que no te afecta no va a hacer que desaparezca.

Rika apretó los labios, sintiendo una nueva oleada de lágrimas que amenazaba con desbordarse. No quería hablar de Ryo, no quería siquiera pensar en él. Sin embargo, Haruna continuó, dando un paso hacia la cama.

—Lo que sientes es válido— agregó—. No tienes que ocultarlo ni hacer como si no te importara. Pero esconderte no va a sanar las heridas. Y lo que más duele, lo que más pesa, es dejar que el miedo te controle.

Rika miró de reojo a Haruna, aún reacia a abrirse, pero las palabras de su amiga estaban comenzando a llegarle. Haruna siempre había sido alguien directo, alguien que no daba rodeos, y Rika apreciaba eso de ella.

—¿Y qué se supone que haga?— preguntó Rika finalmente, con la voz entrecortada—. No quiero sentir esto. No quiero seguir dolida.

Haruna se sentó a su lado en la cama, pero mantuvo una distancia respetuosa. La miró con seriedad, pero también con una ternura que rara vez mostraba.

—No puedes evitar lo que sientes, pero puedes decidir qué hacer con ello— respondió Haruna—. No te estoy diciendo que lo olvides o que lo superes de la noche a la mañana. Pero debes pensar en lo que sucede.

Rika bajó la mirada, sus manos temblaban ligeramente, y suspiró profundamente. Nunca había sido fácil para ella admitir que necesitaba a alguien, pero en ese momento, sentía que la fuerza que siempre había intentado proyectar estaba desapareciendo.

—Me es difícil pensar, Haruna. Alejarme de Ryo sería lo mejor, pero me duele tan solo pensar en esa idea...— confesó Rika, bajando la mirada hacia sus manos entrelazadas—. Lo quiero de verdad, Haruna. No es algo pasajero.

Haruna suspiró suavemente y la miró con ojos comprensivos. Sabía lo que era el primer amor, y cómo esas emociones podían sentirse tan absolutas e inquebrantables.

—Rika, eres muy joven para decir algo como eso— comentó Haruna, su tono suave pero directo—. Hoy sientes que es el amor de tu vida, pero el día de mañana podría venir otra persona que te haga sentir de otra manera. Es algo que puede pasar.

La pelirroja sacudió la cabeza con vehemencia, su mirada llena de determinación y dolor.

—No, eso jamás pasará— insistió, su voz firme—. Yo lo sé. Estoy enamorada de Ryo y nunca antes había sentido esto por nadie. Antes de él, ni siquiera pensaba en esas cosas, pero ahora... siento que no puedo estar sin él. Por primera vez en mi vida, siento algo tan fuerte, y conociéndome, dudo que vuelva a pasar con alguien más.

Las palabras de Rika resonaron profundamente en Haruna, o más bien, en Mimi, quien había estado escuchando desde un lugar lejano de su pasado. Por un momento, la mente de Haruna se desvaneció en recuerdos de cuando ella era una chica joven y estaba locamente enamorada de Yamato. Ella también había sentido que él era su mundo, que no había nadie más que pudiera reemplazar lo que sentía por él. Y, en muchos aspectos, había sido cierto. A pesar de todo lo que pasó, a pesar de que las cosas entre ellos no habían salido como esperaba, olvidarse de Yamato había sido uno de los desafíos más difíciles de su vida.

Haruna cerró los ojos un instante, recordando aquellos días. La joven Mimi, ingenua y llena de amor, se había aferrado a la idea de que su amor por Yamato era inquebrantable, eterno. Pero el destino, las circunstancias, y la propia naturaleza impredecible de la vida la habían llevado por otro camino. Fue doloroso, desgarrador incluso. Aunque todavía llevaba consigo esos sentimientos, también había aprendido que el amor no siempre sigue un camino recto.

—Entiendo cómo te sientes, Rika— murmuró Haruna, con una voz teñida de nostalgia—. Pero el amor, aunque es tan poderoso, también es complicado. A veces duele, y a veces cambia. Sé que sientes que no volverás a amar a nadie como amas a Ryo, y quizás en este momento eso sea cierto. Pero lo que te digo es que la vida es larga, y las emociones cambian. No digo que sea fácil, ni rápido, pero a veces las personas que creemos que son nuestro todo, no lo son para siempre.

Rika la miró, con una mezcla de confusión y desafío en sus ojos.

—Pero no puedo imaginar que eso me pase— dijo Rika—. No con él. No sé si podría querer a alguien más así.

Haruna sonrió con amargura, recordando esa misma sensación de inevitabilidad que alguna vez la había consumido. La única diferencia es que, ella no fue capaz de cambiar a tiempo, a pesar de todo, dejó que sus acciones de joven sentenciaran su vida, después de tener a Nene e Izumi no hubo marcha atrás.

No obstante, Rika y Ryo aun estaban a tiempo de arrepentirse.

—Querida, entiendo lo que sientes...—Declaró Mimi— Pero mira lo que sucede con Ryo, no creo que sea justo para él todo lo que le está ocurriendo.

Rika repaso estas palabeas en su mente.

—Cuando uno ama a alguien buscará que el otro esté bien. Sea como sea.—Declaró Haruna—Pero es evidente que Ryo no lo está.

Rika repasó esas palabras en su mente.

—Dime ¿en verdad quieres que él sufra por ambos?—Preguntó Haruna.

Estas palabras lograron generar un impacto en Rika, quien por primera vez...

No supo responder


Toshiko estaba de pie en el salón, sus brazos cruzados sobre el pecho y su ceño fruncido, claramente irritada. El ambiente era tenso mientras Sora y Yamato entraban detrás de Haruna, quien acababa de salir de la habitación de Rika. Sin darle tiempo a que ninguno de los dos hablara, Toshiko lanzó su ataque verbal, su voz gélida y cargada de resentimiento.

—¿Qué se creen que están haciendo?— espetó Toshiko, fulminándolos con la mirada—. ¿De verdad creen que es buena idea traer a una extraña para hablar con Rika? Están ventilando nuestros problemas familiares frente a alguien que ni siquiera es de confianza. ¡Esto es inaceptable!

Sora se tensó de inmediato. Había escuchado esos reclamos toda su vida, pero esta vez la situación era diferente. No solo se trataba de su madre tratando de imponer su control una vez más, sino que la furia de Toshiko parecía dirigida especialmente hacia Rika y Haruna, lo cual la enfurecía aún más.

—Madre, por favor— dijo Sora, tratando de mantener la calma a pesar de que sentía la rabia creciente en su interior—. Haruna está aquí porque Yamato y yo confiamos en ella. No es una extraña. Y Rika necesita hablar con alguien que pueda entenderla en este momento.

Toshiko bufó con desdén, sus ojos oscuros brillando con desconfianza.

—¿Confiar en ella?— repitió, casi burlándose—. ¿Desde cuándo se han vuelto tan ingenuos, Sora? ¡Están exponiendo a nuestra familia a alguien que no debería estar aquí! ¿Qué te hace pensar que ella tiene derecho a inmiscuirse en nuestros problemas? No es más que una intrusa.

Yamato, que había permanecido en silencio hasta ese momento, dio un paso al frente, su expresión seria.

—Haruna no es una intrusa— respondió con firmeza—. La trajimos porque pensamos en lo que es mejor para Rika. Tú no lo entiendes, Toshiko, pero Rika está pasando por algo muy difícil, y Haruna es la única que puede llegar a ella en este momento.

Toshiko lo miró con desdén, como si sus palabras no tuvieran valor alguno para ella.

—Lo que yo veo es que están confiando en una mujer de la que no sabemos nada— replicó, sus ojos estrechándose—. No tengo idea de cuáles son sus verdaderas intenciones, y francamente, no me interesa averiguarlo. Lo único que sé es que traerla aquí, exponer nuestros problemas y nuestra familia de esta manera, es una traición a la confianza que se supone deberíamos mantener.

Sora cerró los ojos por un momento, respirando hondo antes de enfrentarse a su madre una vez más.

—Esto no tiene nada que ver con confianza, madre— dijo Sora, manteniendo la voz baja, pero firme—. Tú nunca has querido a Rika, nunca la has aceptado. Siempre has visto en ella un problema. Pero para mí, Rika es mi hija. Y si hay alguien que puede ayudarla a superar este momento, no voy a cerrarle la puerta solo porque tú desconfías sin motivos.

Toshiko soltó una risa fría y amarga.

—¿Motivos? ¿Qué motivos necesito?— dijo, con una mueca de desprecio—. Rika ni siquiera es tuya de verdad. Es adoptada, y lo sabes. ¡Siempre será una extraña en esta familia! Y ahora traen a otra extraña, a esa mujer— señaló hacia la puerta por donde había salido Haruna—. ¿Qué sigue, Sora? ¿Vas a dejar que cualquier persona de fuera influya en nuestra familia?

El comentario fue como una bofetada para Sora, que sintió cómo las palabras de su madre penetraban en lo más profundo. Pero no se dejaría vencer. No esta vez.

—Rika es mi hija, tanto como cualquier otro miembro de esta familia— declaró Sora, su voz temblando de furia—. Y si tú no puedes aceptarla, es tu problema. No voy a dejar que tu odio afecte a Rika. Ni a Haruna, porque ellas no merecen eso.

Yamato, más serio que nunca, asintió y dio un paso más cerca de Sora, mostrando su apoyo.

—Toshiko— dijo Yamato, su voz controlada pero firme—. No vamos a discutir esto más. Haruna está aquí para ayudar, y no hay nada que justifique tu desconfianza. Si sigues insistiendo en este asunto, me temo que no vamos a poder contar contigo para ayudar a Rika.

Toshiko lo miró, indignada, sus labios temblando de rabia contenida.

—No puedo creer que me estén hablando de esta manera— siseó, claramente ofendida—. Yo solo quiero lo mejor para esta familia, pero parece que ustedes no lo ven. Muy bien, hagan lo que quieran. Pero no esperen que me quede aquí y vea cómo destruyen lo poco que queda de respeto en esta familia.

Sin decir más, Toshiko giró sobre sus talones y salió de la habitación, su ira evidente en cada paso que daba.

Cuando finalmente se fue, Sora dejó escapar un suspiro pesado, sintiendo el peso de la confrontación en sus hombros. Yamato se acercó y puso una mano en su espalda en señal de apoyo.

—Hiciste lo correcto— murmuró Yamato, tratando de calmarla—. No vamos a dejar que nadie, ni siquiera tu madre, lastime a Rika.

Sora asintió, sabiendo que esa pelea aún no había terminado, pero al menos por ahora, Haruna había ganado un lugar para ayudar a Rika.


Haruna caminaba por los pasillos de la mansión Ishida, con los pensamientos aún rondando en su cabeza tras haber dejado la habitación de Rika. La conversación con la joven había sido difícil y cargada de emociones encontradas. Haruna se sentía atrapada entre la compleja red de mentiras y engaños que la rodeaban, pero sabía que tenía que mantenerse firme. Sus pasos resonaban suavemente en el piso de mármol mientras se dirigía hacia la sala principal, su mente sumida en la mezcla de estrategias y dilemas personales que constantemente la acosaban.

Sin embargo, justo antes de entrar a la sala, algo la detuvo. Una voz familiar, aunque teñida de enojo y tristeza, la hizo parar en seco. Haruna se asomó discretamente y vio a Izumi, su hija, de pie junto a una de las grandes ventanas del vestíbulo, hablando por teléfono. La luz de la tarde bañaba a Izumi, haciendo resaltar su cabello y la expresión tensa en su rostro.

—Kouji no...—Habló la rubia—Pero...Solo quería que estuvieras aquí.

Su voz se hizo presente y esta demostró también estaba cargada de tensión.

—No me vengas con excusas...¡Espera! No te estoy recriminando...—exclamó Izumi, claramente frustrada, mientras apretaba el teléfono contra su oído.

Haruna observó en silencio, sin querer interrumpir, pero también sin poder evitar fijarse en la expresión de Izumi. Justo cuando la conversación parecía tomar un giro más personal, el rostro de Izumi cambió; la rabia dio paso a una mueca de tristeza, y sus hombros se hundieron levemente.

—Está bien...—murmuró Izumi, colgando el teléfono con un suspiro. Se pasó una mano por el cabello, tratando de recomponerse, pero sus ojos revelaban una mezcla de cansancio y algo más profundo, algo que no quería admitir.

Haruna avanzó con pasos suaves, sus tacones resonando contra el sendero empedrado.

—Permiso—dijo con un tono neutral, pero su mirada no dejaba de analizar a Izumi.

Izumi se sobresaltó al escucharla, girando rápidamente hacia ella. No esperaba ver a Haruna ahí, y mucho menos en ese momento en el que se sentía vulnerable.

—Haruna...—dijo con un tono contenido, tratando de mantener la compostura. —¿Qué haces aquí?

Haruna se cruzó de brazos y sonrió levemente, casi con un aire de indiferencia, aunque sabía bien que sus palabras llevarían peso.

—Tu padre me pidió un favor con Rika—respondió Haruna, observando atentamente la reacción de Izumi. No le pasó desapercibido cómo Izumi asintió con la cabeza, como si ya supiera de qué se trataba, pero su mirada seguía perdida, con un aire de desconcierto que no lograba ocultar.

—Entiendo—fue lo único que Izumi atinó a decir, pero su mente estaba en otro lugar.

Haruna se quedó en silencio por un momento, evaluando la situación. Izumi no era del tipo que se desmoronaba fácilmente, pero había algo diferente en ella hoy. Algo que Haruna había notado desde la tarde anterior.

—¿Qué te sucede?—preguntó Haruna de manera directa, sin rodeos.

Izumi parpadeó, sorprendida de que alguien le preguntara tan abiertamente. Su primera reacción fue erguirse, como si quisiera esconder cualquier indicio de debilidad, pero la mirada de Haruna la atravesaba.

—No es nada—respondió rápidamente, como si esa frase pudiera cerrar la conversación de golpe.

Pero Haruna no era de las que se rendía fácilmente, especialmente cuando veía que algo estaba mal. Dio un paso más cerca, aún manteniendo la distancia justa para no invadir su espacio personal, pero lo suficiente para que Izumi supiera que no se iría hasta obtener una respuesta.

—Ayer dejamos la conversación inconclusa—dijo Haruna con voz suave, recordando cómo Izumi se había marchado apresuradamente la última vez que se vieron. —No suelo insistir, pero no te veo bien desde entonces, y no me vas a engañar con eso de "no es nada".

Izumi bajó la vista, claramente incómoda con la situación. Se mordió el labio, como si estuviera decidiendo si debía o no abrirse con Haruna. El orgullo y la costumbre de guardar sus problemas la mantenían en silencio, pero algo en la insistencia de Haruna la hizo flaquear.

—Es solo...—Izumi se detuvo, buscando las palabras adecuadas. No quería verse débil ni darle la razón a Haruna, pero sentía un nudo en la garganta que le impedía seguir guardándose lo que sentía.

—¿Es algo con tu novio?—Comentó Haruna—¿Verdad?

Izumi se tensó al escuchar la palabra "novio" salir de los labios de Haruna. El simple hecho de que alguien lo mencionara en voz alta hizo que el nudo en su garganta se apretara aún más. No estaba preparada para hablar de ello, y menos con Haruna, pero algo en la manera directa de la mujer le hizo darse cuenta de que ya no podía ocultarlo.

—No... bueno, sí... en parte —respondió Izumi con un susurro tembloroso, como si las palabras se escaparan de ella contra su voluntad. Sus ojos se nublaron por un instante, y se llevó una mano a la frente, como si el simple acto de decirlo en voz alta la dejara exhausta.

Haruna asintió lentamente, como si ya hubiera anticipado esa respuesta. Aunque mantenía su postura firme, había algo casi imperceptible en su mirada, un atisbo de comprensión que Izumi no esperaba encontrar en ella.

—No eres buena para esconder lo que sientes, Izumi—comentó Haruna con una mezcla de franqueza y suavidad—. Y te digo esto no porque quiera meterme en tu vida, sino porque ayer, cuando te vi, noté que algo no estaba bien. Y ahora que te veo, confirmo que sigo teniendo razón.

Izumi cerró los ojos, inhalando profundamente, tratando de mantener el control sobre sus emociones. Pero la fachada que había intentado mantener todo el día se desmoronaba con cada palabra que Haruna decía.

—Es complicado, Haruna...—admitió Izumi, mirando hacia el suelo como si buscara respuestas en las hojas caídas del jardín—. Kouji y yo estamos en un punto difícil. Siento que no me entiende... y yo tampoco lo entiendo a él. Todo se ha vuelto tan… confuso.

Haruna observó en silencio, permitiendo que Izumi hablara sin interrupciones. No pretendía hacer de consejera, pero entendía la necesidad de sacar los pensamientos que oprimían.


La luz tenue iluminaba apenas el espacio, y Tomoko estaba sentada en una silla junto a la ventana, con la mirada perdida hacia el jardín. Se veía frágil, mucho más de lo que Kouji recordaba, y la tristeza se notaba en cada línea de su rostro. Kouji dio un paso adelante, sin hacer mucho ruido, como si no quisiera interrumpirla.

—Mamá...—dijo con voz baja, casi sin tono, mientras se acercaba lentamente. Tomoko giró la cabeza al escucharlo, sus ojos tristes encontraron los de Kouji, y le dedicó una débil sonrisa.

—Kouji...—murmuró, sorprendiéndose de verlo allí. No era común que su hijo la visitara sin avisar, pero agradecía su presencia en ese momento.

Kouji se sentó en la silla frente a ella, cruzando los brazos mientras miraba a su madre con una expresión seria y distante, aunque en el fondo sabía que Tomoko podía ver más allá de eso.

—Me enteré de lo que pasó con Ryo—comenzó, directo al grano, como siempre hacía—. Por eso vine a verte. No quiero que esta situación te afecte.

Tomoko suspiró, bajando la mirada. Kouji, con su habitual seriedad, podía parecer insensible, pero ella sabía que detrás de esa fachada, se escondía un hijo preocupado.

—Es imposible, Kouji...—dijo Tomoko, la voz temblando ligeramente—. No puedo evitar estar preocupada por Ryo. Es como un hijo para mí, y verlo pasar por esto... no puedo dejar de pensar en él.

Kouji la observó, su rostro permanecía impasible, pero sus ojos revelaban una leve preocupación. Se inclinó un poco hacia adelante, intentando que su mensaje llegara de manera clara.

—No deberías preocuparte tanto por él—dijo Kouji con un tono firme, pero no agresivo—. Necesitas concentrarte en ti misma y en tu salud. El tratamiento que estás siguiendo es delicado, y dejar que estas emociones te consuman no te va a ayudar.

Tomoko lo miró con detenimiento, notando la falta de expresividad en su rostro, pero captando el sincero interés detrás de sus palabras. Kouji no era de los que demostraban emociones fácilmente, y menos aún de los que expresaban preocupación de manera evidente, pero Tomoko podía ver que, en su propio modo reservado, él estaba ahí para cuidarla.

—Lo sé... pero no es tan fácil.—respondió Tomoko suavemente—. Ryo es como mi propio hijo.—Musitó—Yo lo crie como si fuera de mi sangre. Es el único recuerdo que me queda de mi amiga Satoe y de mi amada ahijada Mimi...—Comentó— Verlo en esta situación... siento que debería hacer algo.

Kouji mantuvo su mirada fija en ella, tratando de no dejarse llevar por la nostalgia que trasmitía. Era complicado para él manejar este tipo de emociones, ya que él no se dejaba conmover fácilmente, hace mucho se prohibió se abierto con sus sentimientos, pero era difícil no hacerlo especialmente cuando veía a su madre tan afectada.

—Lo mejor que puedes hacer por él es cuidarte a ti misma—replicó con un tono que mezclaba firmeza y suavidad—. Ryo entendería, y tú sabes que él no querría que te preocuparas tanto.

Tomoko asintió, pero sus pensamientos no podían alejarse de Ryo. Había algo en su interior que le decía que no podía simplemente dejarlo pasar. Necesitaba hacer algo, aunque fuera mínimo, por ese joven al que había visto crecer.

—Kouji, tú eres un joven muy prestigioso, Yamato te tiene en buena estima. Dime... ¿hay algo que puedas hacer para ayudarlo?—preguntó Tomoko, mirándolo con una mezcla de esperanza y desespero—. Sé que la situación es complicada, pero tú conoces a Ryo, sabes que no es capaz de hacer lo que lo acusan.

Kouji suspiró profundamente, sintiéndose atrapado entre su lealtad a su madre y la realidad que enfrentaba.

—Es difícil, mamá—dijo, manteniendo su tono controlado.

—Sí, lo sé, pero tú tienes cercanía a esa familia.— Declaró la mujer— Al menos. Intenta...

—Madre, insisto, es difícil.—Declaró Kouji—La familia de Hiroaki está convencida de que él es el culpable, y todas las pruebas lo señalan. Incluso si quisiera intervenir, no tengo el poder para cambiar sus mentes.

Tomoko cerró los ojos, conteniendo las lágrimas que amenazaban con salir. Kouji la observó con cierta incomodidad; no estaba acostumbrado a ver a su madre tan vulnerable. Pero él era consciente de que, por más que intentara, no lograría nada.

Ni siquiera Yamato, siendo el hijo de Hiroaki lograba hacerle frente, mucho menos él.

—Ryo no es culpable...—murmuró Tomoko, abriendo los ojos y mirándolo fijamente—. Lo conozco, tú lo conoces, aunque hayan tenido problemas... Ryo siempre ha sido un buen chico. Fue un buen amigo de tu hermano y de ti. ¿No recuerdas cómo se apoyaron después de que...?

Kouji sintió un nudo en la garganta al escuchar a su madre mencionar a Kouichi. Su hermano fallecido había sido el vínculo que lo unió a Ryo en el pasado, y aunque las cosas se habían complicado con el tiempo, no podía negar los recuerdos que compartían.

—Ryo estuvo contigo en los momentos más difíciles...—continuó Tomoko, su voz temblorosa—. Cuando perdimos a Kouichi, él fue uno de los pocos que estuvo ahí para ti. Te apoyó cuando más lo necesitaste, y tú también lo ayudaste a él. No dejes que esos lazos se rompan por algo que él no hizo.

Kouji se quedó en silencio, mirando a su madre con una mezcla de nostalgia y culpa. Recordaba aquellos días, cómo Ryo había sido un soporte cuando Kouichi murió, cómo habían enfrentado juntos el dolor. Pero también sabía que la situación actual era mucho más complicada que sus recuerdos del pasado.

—Mamá, no es tan simple—dijo finalmente, tratando de mantener la compostura—. Las cosas han cambiado desde entonces. No puedo hacer promesas que no sé si podré cumplir.

Tomoko lo observó, comprendiendo la lucha interna de su hijo. Kouji no solía abrirse sobre sus emociones, pero en ese momento, ella podía ver que las palabras le dolían tanto como a ella.

—Lo sé, hijo—dijo suavemente, apretando su mano—. Solo te pido que, si hay algo que puedas hacer, lo intentes. No por Ryo, sino por todo lo que él significó para nosotros en el pasado... y por ti.

"Por ti"

Lamentablemente, hace mucho tiempo, dejó de mirar por sí mismo ahora solo miraba por los demás. Y debido a eso tuvo que renunciar a ser feliz, a alejarse de sus amigos, dejar atrás el amor que sentía y todo atrás. Actualmente, nada podía hacer por él mismo.


Haruna se mantuvo en silencio unos momentos, asimilando todo lo que Izumi acababa de confesarle. Había un matiz de tristeza y resignación en la voz de Izumi que la conmovió más de lo que esperaba. Ella, que solía ser la más fuerte, estaba cediendo, sacrificando partes de sí misma por alguien que, aparentemente, no valoraba esos esfuerzos.

—Así que, por evitar problemas con tu novio, decidiste no participar en algo que siempre has querido... —dijo Haruna, mirando a Izumi con una mezcla de asombro y desaprobación. Su voz, aunque calmada, llevaba un tono de reproche que hizo que Izumi se encogiera ligeramente.

Izumi asintió, tratando de justificar sus decisiones: —No quería que Kouji se sintiera mal. Ha tenido problemas con mi relación con Takuya, y pensé que si me alejaba de la campaña y de él, las cosas mejorarían...

—¿Y han mejorado?—preguntó Haruna, ladeando la cabeza y clavando su mirada firme en Izumi, quien tragó saliva ante la pregunta.

Izumi bajó la mirada, incapaz de sostener los ojos inquisitivos de Haruna. Sabía cuál era la respuesta, pero admitirlo en voz alta le resultaba doloroso.

—No...—admitió en un susurro, sintiendo que el peso de la verdad caía sobre ella como una losa—. No importa cuánto lo intente, nunca parece ser suficiente.

Haruna dejó escapar un suspiro profundo, al tiempo que sacaba de su bolso un pañuelo y se lo entregaba a Izumi, quien lo aceptó agradecida. Haruna había pasado por situaciones similares, donde sus propios sueños y deseos habían quedado en segundo plano por complacer a otros. Ver a Izumi repitiendo ese mismo patrón la frustraba, pero también la impulsaba a hablar con franqueza.

—Escucha, Izumi—comenzó Haruna con voz firme, pero sin perder la calidez—. Sacrificar tus sueños y amistades por alguien más nunca es la solución. Disculpa que lo diga, pero como actúa Kouji deja mucho que desear como novio y como persona. Lo que estás haciendo es darle todo el poder sobre tus decisiones, sobre tu vida. ¿Realmente crees que eso es justo para ti?

Izumi se mordió el labio, su mirada fija en el suelo mientras se debatía internamente. Haruna tenía razón, lo sabía. Pero había algo que la mantenía atrapada, una mezcla de amor y miedo que la hacía dudar de sí misma.

—No quiero que Kouji se sienta inseguro...—susurró Izumi—. Quiero que se sienta bien conmigo, quiero que confíe en mí.

Haruna la observó con detenimiento, reconociendo esa misma necesidad de aprobación que ella misma había sentido en el pasado. Había luchado contra eso durante años, y aunque no siempre había salido victoriosa, sabía que lo más importante era nunca perderse a uno mismo en el proceso.

—Izumi, la inseguridad de Kouji no es tu responsabilidad—dijo Haruna con un tono más suave, pero igual de firme—. Tú no puedes controlar lo que él siente ni cómo reacciona, pero sí puedes controlar lo que tú decides hacer con tu vida. Alejarte de tus sueños y de personas que te apoyan solo para complacerlo... eso no te va a llevar a ningún lugar feliz. Y créeme, he estado ahí, sé lo que se siente ceder una y otra vez hasta que no queda nada de uno mismo.

Izumi levantó la mirada, encontrándose con los ojos serios de Haruna. La manera en que Haruna hablaba, como si entendiera perfectamente lo que estaba pasando, le dio una extraña sensación de consuelo. Sentía que, al menos por una vez, alguien la comprendía de verdad.

—Pero si no hago esto, Kouji pensará que no me importa lo que siente—dijo Izumi con un toque de desesperación—. Él ya está lidiando con tantas cosas, y yo solo quiero... quiero que se sienta seguro conmigo.

Haruna se acercó un poco más, colocando una mano en el hombro de Izumi. La miró con una mezcla de compasión y determinación, tratando de transmitirle una parte de su propia fuerza.

—Lo entiendo, Izumi, de verdad lo entiendo. Pero hay una gran diferencia entre apoyar a tu pareja y sacrificarte por completo—dijo Haruna con seriedad—. Kouji debe entender que no puede pedirte que te niegues a ti misma solo para que él se sienta mejor. Tú también tienes derecho a tus sueños, a tus amistades, a ser tú misma sin miedo a que te juzguen o se enojen contigo.

Izumi cerró los ojos, sintiendo cómo las palabras de Haruna golpeaban en su corazón con una mezcla de verdad y dolor. Se dio cuenta de que llevaba tiempo olvidándose de quién era y de lo que realmente quería por tratar de mantener una relación que la estaba desgastando poco a poco.

—Lo sé, Haruna... pero es tan difícil. A veces siento que, si no hago estos sacrificios, lo voy a perder—confesó Izumi con una voz quebrada.

Haruna asintió lentamente, comprendiendo el miedo que atenazaba a Izumi. Pero también sabía que, a veces, perder algo o alguien era necesario para encontrarse a uno mismo.

—Perderte a ti misma es mucho peor, Izumi—respondió Haruna con firmeza—. Kouji tiene que quererte por quien eres, no por lo que estés dispuesta a sacrificar por él. Si él no puede ver tu valor, entonces tal vez es momento de que lo reconsideres. La persona correcta nunca te pedirá que apagues tu luz por miedo a que brille más que la suya.

Izumi sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras, pero al mismo tiempo, una pequeña llama de esperanza se encendió en su interior.


Ryo estaba sentado en el borde de su litera, mirando al techo de la celda con una expresión de cansancio y frustración. Las paredes grises y frías del lugar lo asfixiaban, y aunque trataba de mantener la calma, la situación en la que se encontraba lo hacía sentir impotente. Cada día en prisión se sentía más largo que el anterior, y el peso de sus preocupaciones solo crecía. Pensaba en Rika constantemente, en cómo estaría afrontando todo el caos que los rodeaba, y en cómo todo parecía desmoronarse a su alrededor.

De repente, el sonido de la puerta metálica abriéndose lo sacó de sus pensamientos. Al levantar la vista, se encontró con Kouji, de pie frente a él con su expresión habitual de seriedad impenetrable. Ryo parpadeó, sorprendido. No esperaba visitas, y mucho menos la presencia de Kouji en ese lugar.

—¿Kouji? —preguntó Ryo, levantándose lentamente de su cama, sin apartar la mirada del recién llegado—. ¿Qué haces aquí?

Kouji permaneció en silencio por un momento, observando a Ryo con una mirada fría y calculadora. No era común para él mostrarse tan directamente, pero esta visita tenía un propósito claro y no pensaba desviarse de ello. Finalmente, dio un paso adelante, manteniendo su compostura intacta.

—Vine a hablar contigo —dijo Kouji, su tono directo y sin rodeos. No había espacio para bromas ni para falsas cortesías en su voz.

Ryo frunció el ceño, sintiendo un leve malestar en el pecho. No estaba seguro de qué esperar de esa conversación, pero la presencia de Kouji en ese lugar solo le transmitía una sensación de advertencia.

—¿Hablar de qué? —replicó Ryo, tratando de mantener la calma, aunque su instinto le decía que nada bueno saldría de esa conversación.

Kouji lo miró fijamente, como si estuviera evaluando cada una de las reacciones de Ryo. Luego, sin más preámbulo, soltó la razón de su visita.

—Vengo de parte de Yamato —comenzó Kouji, cruzando los brazos—. Y de Toshiko. Están dispuestos a ofrecerte una salida.

Ryo arqueó una ceja, su sorpresa mezclándose con una creciente desconfianza.

—¿Una salida? —repitió, incrédulo—. ¿De qué estás hablando?

Kouji respiró hondo, intentando no perder la paciencia. Sabía que lo que iba a decir no sería bien recibido, pero había decidido asumir el riesgo de esa confrontación.

—Yamato te ofrece una oportunidad de trabajo. Una verdadera oportunidad para comenzar de nuevo, lejos de aquí —dijo Kouji, con la voz firme—. Además, está dispuesto a suma de dinero para que puedas independizarte y establecerte en otro lugar.

Ryo sintió un nudo formarse en su estómago. Todo aquello sonaba demasiado bueno para ser verdad. Pero la propuesta de Kouji no había terminado.

—Pero hay una condición.

¡Como siempre! Una condición. Ya se imaginaba cual era...

Continuó Kouji, mirándolo con dureza—. Tienes que dejar a Rika. Tienes que prometer que te alejarás de ella para siempre.

Ryo se quedó en silencio, sus ojos se abrieron con incredulidad y luego, lentamente, la sorpresa dio paso a la ira. No podía creer lo que estaba escuchando. Aquella propuesta era una bofetada a todo lo que había vivido y sufrido por Rika.

—¿Eso es una broma, cierto? —espetó Ryo, su voz cargada de rabia contenida—. ¿Dejar a Rika? ¿Eso es lo que quieren? ¿Apartarme de ella como si fuera un objeto del que pueden deshacerse?

Kouji no se inmutó ante la reacción de Ryo, sabía que esa sería la respuesta, pero no por ello estaba dispuesto a retroceder.

—Es lo mejor para todos —respondió Kouji con frialdad—. Yamato quiere proteger a su hija, y tú... tú tienes la oportunidad de cambiar tu vida y salir de este lugar. Pero para eso, tienes que dejarla ir.

Ryo se acercó a Kouji, sin importarle la tensión que empezaba a escalar entre ambos. Sentía que cada palabra de Kouji era un intento más de manipularlo, de tratarlo como una pieza de un juego en el que nunca había querido participar.

—¿De verdad piensas que puedes comprarme con dinero y promesas vacías? —dijo Ryo, su voz elevándose con indignación—. ¡No voy a dejar a Rika solo porque Yamato lo diga! Ella es lo único bueno que me queda, y no voy a alejarme solo para complacerlos a ustedes.

Kouji apretó los dientes, pero mantuvo su tono controlado. No estaba allí para pelear, sino para cumplir con lo que Yamato le había pedido.

—Rika está sufriendo, Ryo —le dijo con seriedad—. Cada día que pasa contigo, su vida se complica más. ¿No crees que sería mejor para ella si te alejaras? Podría rehacer su vida, lejos de todo este drama y dolor.

Ryo lo miró con una mezcla de desprecio y dolor. Las palabras de Kouji no solo lo herían, sino que también lo enfurecían. Sentía que lo estaban condenando injustamente, que estaban usándolo como chivo expiatorio para sus propios errores.

—No es mi culpa que Rika esté sufriendo —replicó Ryo, con la voz quebrada por la emoción—. Yo jamás quise hacerle daño. Todo lo que he hecho ha sido por ella, para protegerla. Pero ustedes... —señaló a Kouji con un dedo acusador—. Ustedes son los que no entienden nada. Lo único que hacen es tratar de controlarla y manejar su vida. ¡Ni siquiera le dan la oportunidad de decidir por sí misma!

Kouji lo escuchó sin apartar la mirada, pero la tensión entre ambos crecía a cada segundo.

—Lo hago porque me importa Rika —dijo Kouji, elevando la voz por primera vez—. Y sé que a ti también. Pero a veces, alejarse es lo mejor que uno puede hacer por la persona que ama.

Ryo negó con la cabeza, incapaz de aceptar lo que Kouji le proponía. No podía renunciar a Rika, no después de todo lo que habían pasado juntos.

—Tú no entiendes lo que es amar a alguien y estar dispuesto a todo por esa persona...—gritó Ryo, furioso, con el único propósito de recordarle a Kouji su pasado.

El Minamoto frunció el ceño ante esto.

—¡Cállate! Tú no sabes...

—¡Claro que sé! Sé todo de ti y sé que eres un insensible, que dice amar a alguien, pero se vende fácilmente por dinero. Pero yo no soy así...—Declaró Ryo—. Prefiero quedarme aquí el resto de mi vida que aceptar una oferta tan miserable.

Kouji suspiró, visiblemente frustrado. Sabía que la conversación no iba a llegar a buen puerto, pero al menos había cumplido con su misión.

—Como quieras, Ryo —dijo finalmente, dando un paso hacia atrás—. Pero recuerda que no solo estás arruinando tu vida, también la de Rika.

Ryo se quedó callado, respirando con dificultad mientras observaba cómo Kouji se daba la vuelta y se marchaba. Sus palabras se quedaban suspendidas en el aire, cargadas de amargura y conflicto. Ryo sabía que no sería fácil, pero no estaba dispuesto a ceder ante la presión de los demás. Lo único claro para él era que jamás dejaría de luchar por Rika, sin importar las condiciones o las ofertas que le pusieran frente a él.


Haruna e Izumi ingresaron en la sala principal de la mansión Ishida, sus pasos resonando suavemente en el amplio espacio. Al entrar, Sora y Yamato, que esperaban ansiosamente, las miraron con intriga.

—¿Cómo te fue con Rika? —preguntó Yamato, con una mezcla de preocupación y expectativa en su voz.

Haruna suspiró antes de responder, mirando a ambos con seriedad.

—Fue difícil —admitió—, pero... Rika está un poco más calmada ahora. Sin embargo, necesita tiempo.

Sora frunció el ceño, su inquietud evidente.

—Necesito hablar con ella —dijo, dando un paso hacia la puerta.

Pero antes de que pudiera moverse más, Haruna se acercó rápidamente y, con una suavidad sorprendente, posó su mano en el hombro de Sora.

—Sora —dijo en un tono calmado pero firme—, lo mejor será que la dejes sola por unos momentos. Rika necesita pensar. Ahora mismo, forzar una conversación solo empeorará las cosas.

Sora abrió la boca para protestar, pero Haruna no le dio la oportunidad.

—Darle espacio no te convierte en una mala madre —añadió Haruna, mirándola directamente a los ojos—. Al contrario, eres una buena madre. Rika solo necesita tiempo para procesar lo que está sintiendo. A veces, el mejor apoyo es darles espacio para que puedan encontrarse a sí mismos.

Sora se quedó en silencio por unos instantes, asimilando lo que Haruna le decía. La culpa que llevaba arrastrando todo este tiempo comenzaba a pesarle menos, pero seguía sin estar convencida.

Izumi, que había estado observando desde un lado, se acercó entonces a su madre. Con ternura, la abrazó, ofreciendo consuelo.

—Haruna tiene razón, mamá —dijo Izumi suavemente—. No es fácil, lo sé, pero ahora Rika necesita un momento para estar consigo misma. ¿Qué te parece si salimos a caminar un poco? Te vendría bien distraerte.

Sora negó con la cabeza, su mirada aún fija en la puerta por la que había desaparecido Rika.

—No quiero irme, Izumi —respondió, su voz quebrada por la preocupación—. No quiero alejarme de ella.

—Te hará bien, Sora —intervino Yamato con suavidad—. Un poco de aire fresco podría ayudarte a aclarar la mente. Dejarle ese espacio ahora no significa que te estés alejando de ella.

Haruna asintió, apoyando la sugerencia de Yamato.

—Es importante que tú también te cuides, Sora. Así estarás más fuerte cuando sea el momento de hablar con Rika.

Finalmente, Sora dejó escapar un suspiro, la presión en sus hombros comenzando a aflojarse un poco.

—Está bien —aceptó en voz baja—. Solo un rato.

Izumi sonrió, dándole otro abrazo mientras le decía:

—Vamos, mamá, te sentirás mejor.

Sora, aún reticente, asintió. Izumi y ella se despidieron de Yamato y Haruna antes de salir del lugar, dejando atrás el peso de la situación, aunque solo fuera por un momento.

Cuando Izumi y Sora salieron, dejando la sala principal en silencio, Yamato se quedó mirando hacia la puerta por un momento. Luego se volvió hacia Haruna, sintiéndose más relajado, aunque con una gratitud profunda en sus ojos.

—Gracias por venir, Haruna —dijo Yamato con una voz cálida—. No sé qué habría hecho sin ti hoy.

Haruna lo miró, algo sorprendida por la intensidad de sus palabras.

—No tienes que agradecerme, Yamato —respondió ella con calma, aunque por dentro estaba alerta—. Solo hice lo que cualquiera haría en mi lugar.

Pero Yamato negó con la cabeza, sus ojos ahora fijos en ella, mostrando una vulnerabilidad que rara vez dejaba ver.

—Sí debo agradecerte —insistió—. Siempre estás ahí cuando te necesitamos. Eres… eres como un ángel, Haruna.

Al escuchar esto, Haruna se quedó momentáneamente atónita. No había esperado un comentario tan emotivo, y mucho menos uno que evocara una imagen tan pura como la de un "ángel". Por un segundo, sus propios planes de venganza parecieron tambalearse en su mente. Pero luego, al ver cómo Yamato se ruborizaba, bajando la mirada con algo de vergüenza por su declaración, todo encajó.

Mimi, la máscara que Haruna había perfeccionado, sonrió dulcemente.

—Es un honor para mí ser de ayuda —dijo con suavidad, aunque, en realidad, una satisfacción oscura comenzó a crecer en su interior.

Yamato, aún ruborizado, no podía percibir las verdaderas emociones que se escondían detrás de esa sonrisa. Lo que él veía era a una amiga, una confidente, siempre presente para su familia. Pero en el fondo de Haruna, esa dulce expresión solo era una fachada. Cada paso que daba hacia ganarse su confianza la acercaba más a su venganza, y saber que lo estaba logrando le provocaba una extraña satisfacción.

"Un ángel", pensó Haruna con ironía mientras lo observaba. Qué equivocado estaba Yamato en su percepción de la realidad.

—Permiso, me debo retirar.

—¿La voy a dejar?

—No.—Respondió la castaña— No es necesario.

—¿De verdad?

Haruna asintió: —Su lugar en estos minutos es con su familia. No conmigo.

Sí, eso era verdad. Aunque, por una extraña razón Yamato ansiaba en ir con ella.

—Está bien.

Fue así como la castaña se dispuso a irse: —Adiós señor Ishida.

—Adiós.


Kouji salió de la prisión, sintiéndose agotado y frustrado. La conversación con Ryo había sido mucho más tensa de lo que había anticipado. La negativa de Ryo a aceptar la oferta de Yamato era un obstáculo inesperado en sus planes, y eso solo aumentaba la presión sobre él. Con el teléfono en la mano, Kouji caminó hacia su coche, buscando un poco de paz en medio de la tormenta emocional que había estado enfrentando. Al llegar al vehículo, sacó su celular y marcó el número de Yamato. Sabía que la llamada no sería agradable, pero era necesario informar sobre el resultado.

—¿Señor Ishida? —dijo Kouji cuando la llamada se conectó—. Habla Kouji.

La voz de Yamato al otro lado de la línea era claramente tensa y cargada de irritación. Kouji pudo sentir la frustración de Yamato incluso antes de que hablara.

Kouji —respondió Yamato, su tono frío—. ¿Cómo te fue en la conversación con Ryo?

Kouji tomó una respiración profunda antes de contestar.

—No aceptó la oferta —dijo el pelinegro con firmeza—. Ryo se negó a dejar a Rika, y no mostró ningún interés en la oportunidad que le ofrecimos.

Yamato guardó un breve silencio, claramente enfurecido por la noticia. Kouji podía escuchar el cambio en su respiración, la frustración que se acumulaba en cada segundo de silencio.

¿Cómo es posible? —exclamó Yamato, la ira en su voz palpable—. ¿Cómo pudo rechazar algo así? Hicimos todo lo posible para darle una salida, y él ni siquiera lo considera.

Kouji se mantuvo firme, aunque sabía que Yamato estaba enojado. No podía hacer nada para cambiar la decisión de Ryo, solo informar lo que había sucedido.

—Ryo está decidido a no dejar a Rika —explicó el Minamoto—. Aparentemente, no está dispuesto a separarse de ella, sin importar las consecuencias.

Yamato soltó un resoplido de frustración, y Kouji podía imaginar la expresión de enojo en su rostro.

Esto complica aún más la situación —dijo Yamato, su tono cargado de exasperación—. No puedo creer que Ryo sea tan terco. Esto pone en riesgo todo el plan que hemos estado construyendo.

Kouji sintió que la tensión aumentaba con cada palabra de Yamato, pero mantuvo su compostura.

—Lo siento, Yamato —musitó, aunque no parecía que sus disculpas fueran a calmar la ira de Yamato—. Haremos todo lo posible para manejar la situación, pero por ahora, parece que tendremos que considerar otras alternativas.

—Sí, lo haremos —respondió Yamato, su tono ya más frío—. Pero asegúrate de mantenerme informado de cualquier cambio. No podemos permitir que esta situación se nos escape de las manos.

—Lo haré —confirmó Kouji.

Yamato guardó un breve silencio antes de continuar.

No puedo creer que Ryo esté tan empecinado en su venganza —dijo, su voz cargada de incredulidad—. ¿Realmente no ve lo que tiene enfrente?

Kouji frunció el ceño al escuchar esto. Sabía que la percepción de Yamato sobre Ryo era bastante dura, pero él mismo había visto otra faceta de la situación.

—No creo que esto sea exactamente una venganza...—dijo Kouji, su tono calmado pero firme—. Parece que Ryo realmente está enamorado de Rika. Después de todo, no está dispuesto a separarse de ella, a pesar de las consecuencias.

El silencio siguió a las palabras de Kouji. Yamato permaneció callado, claramente sorprendido por la insinuación de Kouji. La idea de que Ryo pudiera estar actuando por amor en lugar de por resentimiento parecía desafiar la percepción que Yamato tenía del joven.

Me niego a creer en eso.—Declaró Yamato.

Kouji suspiró.

Entendía a Yamato, prefería no creerlo porque, era una cursilería.

Ryo debía pensar con la cabeza y luego actuar.

—Tendremos que encontrar una solución diferente. La terquedad de Ryo ha complicado aún más las cosas.—Declaró Yamato— Intenta hablar con tu madre. Busca alguna forma.

—Está bien.—Contestó Kouji— Intentaré ver si halló algo.

Cualquier información me avisas.

—Sí.— Respondió el Minamoto.

Adiós.

Cuando la llamada se terminó, Kouji guardó el teléfono en su bolsillo, sintiendo el peso de la frustración acumulada. En ese momento, necesitaba liberar un poco de esa presión, y salió del aparcamiento en dirección a la calle.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se encontrara con Takuya, que estaba parado junto a una de las aceras, esperando. Al ver a Kouji acercarse, Takuya frunció el ceño, claramente molesto por la presencia de Kouji en el área.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Takuya, con un tono desafiante—. No es tu lugar.

Kouji, al ver la actitud de Takuya, no se contuvo. La tensión acumulada y el enojo que sentía por la fallida negociación hicieron que su paciencia se agotara rápidamente.

—No me importa lo que pienses —respondió Kouji con brusquedad—. Estoy aquí para hacer mi trabajo, y eso es todo lo que importa.

Takuya no se dejó intimidar. Su rostro estaba enrojecido por la frustración, y su postura era desafiante.

—No tienes derecho a venir aquí...—dijo Takuya, dando un paso hacia adelante— Bien sabes que Ryo y tú no tienen buena relación.

—Eso es tema de nosotros.

—¿Vienes a fastidiarlo? ¿Verdad?

El oji-azul rodó los ojos: —¡Ya te dije que es un tema de nosotros!

—Estás causando más problemas de los que resuelves ¿no?

Kouji lo miró con dureza, su propia ira surgiendo a la superficie.

—¿Sabes? No estoy aquí para discutir contigo —dijo, su tono cortante—. Tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo contigo.

La tensión entre ambos se hizo palpable, y la atmósfera parecía cargarse con la hostilidad que ambos sentían el uno hacia el otro. Takuya se mantuvo firme, pero Kouji, con una última mirada despectiva, decidió que no valía la pena seguir con la confrontación.

—¡Si! Vete. No tienes nada que hacer aquí.

—Yo hago lo que quiero.—dijo el Minamoto con desdén—Así que, no te interpongas en mi camino, sino te arrepentirás.

Con eso, Kouji se dio la vuelta y continuó su camino, dejando a Takuya enfadado y sorprendido por la frialdad de la interacción. La discusión había terminado, pero la tensión entre ellos y la frustración de Kouji seguían presentes, marcando el inicio de una nueva serie de complicaciones en el complejo entramado de sus vidas.


Haruna llegó a su mansión completamente agotada, sintiendo el peso de un día interminable sobre sus hombros. Fingir una y otra vez, mantener la fachada ante sus enemigos y aquellos que amaba, se había vuelto una tarea extenuante. Cada sonrisa falsa, cada palabra calculada, desgastaba su energía, y lo que más la agotaba era la situación de Ryo, que la tenía destrozada. Además, saber que Izumi sufría por un chico que no valía la pena la sumía en una tristeza aún más profunda.

Al empujar la pesada puerta de entrada, deseó solo poder tumbarse en su cama y cerrar los ojos, desconectar de todo por un momento. Pero apenas cruzó el umbral, se encontró con Akari, su ahijada, que la esperaba con una expresión seria, pero llena de curiosidad.

—Madrina —la llamó Akari, apenas contenida.

—Hola Akari.—La saludó.

—¡Que bueno que llegas!—Exclamó la joven— Mi padre pensó en llamarte porque necesitábamos que llegaras.

—¿Sucedió algo?

La pelirroja asintió—. Tienes visita.

Haruna, sorprendida, levantó la mirada cansada hacia la joven. "¿Visita? Ahora mismo no puedo lidiar con nadie", pensó, pero mantuvo su compostura. Había aprendido a no mostrar debilidad, ni siquiera en los momentos más agotadores.

—¿Quién es? —preguntó con un tono de incredulidad que apenas pudo disimular.

Akari esbozó una pequeña sonrisa, como si supiera que la respuesta la sorprendería aún más.

—Creo que deberías verlo por ti misma —dijo, gesticulando hacia la sala principal.

Con una mezcla de curiosidad y cansancio, Haruna se dirigió hacia la sala, preguntándose quién podría ser. Al entrar, su mirada se encontró con una figura familiar, y su sorpresa fue inmediata.

Satomi, la esposa de Kousei, madre de Kouji y tía de Yamato, estaba sentada allí, en el elegante sofá de la sala principal. La serenidad en su postura contrastaba con el torbellino de emociones que Haruna llevaba por dentro.

—Satomi... —murmuró Haruna, tratando de ocultar su sorpresa—. No esperaba verte por aquí.

La mujer, con su porte siempre impecable y su expresión tranquila, la saludó con una sonrisa cálida.

—Haruna —respondió con un tono suave, que hacía que cada palabra pareciera cuidadosamente medida—. Pensé que sería bueno pasar a verte. Hace tiempo que no charlamos.

Haruna, aún tratando de procesar la inesperada visita, se acercó, pero por dentro estaba alerta. Las visitas de Satomi nunca eran casuales, y mucho menos espontáneas.


Takeru llegó al departamento de Hikari después de esa agotadora discusión con su padre. Había pasado gran parte del tiempo pensando en cómo todo se estaba desmoronando a su alrededor, pero ver a Hikari siempre lograba calmar su mente, aunque solo fuera por un rato. Al tocar la puerta, esperó unos segundos, escuchando el suave eco de los pasos de Hikari que se acercaban.

La puerta se abrió, revelando a Hikari, quien lo saludó con una amorosa sonrisa. Sin decir una palabra, se acercó y lo besó suavemente en los labios, como si ese gesto fuera suficiente para expresar todo lo que sentía.

—Hola, Takeru —susurró, manteniéndose cerca de él.

Takeru sonrió, disfrutando de la calidez del momento, antes de preguntarle suavemente:

—¿Cómo estás?

Hikari lo miró con dulzura, pero había un cansancio detrás de sus ojos que Takeru notó de inmediato. A pesar de todo, ella intentó mantenerse optimista.

—Estoy bien... o mejorando, supongo —respondió, mientras lo invitaba a entrar al departamento. Cerró la puerta tras ellos—. Recién vengo de prisión —añadió en un tono bajo, como si le pesara admitirlo.

Takeru, sorprendido, frunció el ceño mientras tomaba asiento en el pequeño sofá del living.

—¿Fuiste a ver a Ryo? —preguntó con cautela, sabiendo lo delicada que era la situación.

Hikari asintió, cruzando los brazos de manera defensiva, como si tratara de protegerse de la cruda realidad.

—Sí... —respondió, su voz cargada de tristeza—. Está calmado, pero lo noto triste. Todo lo que ha pasado lo tiene mal, y no es para menos.

Takeru asintió, sintiendo una oleada de empatía por Ryo. Sabía que la situación en la que estaba metido era complicada, y aunque siempre había sido fuerte, era evidente que las cosas lo estaban afectando más de lo que dejaba ver.

—Es comprensible —murmuró—. Ha pasado por mucho, y esta situación no ayuda en nada.

Hikari suspiró, dejando que el peso de lo ocurrido la invadiera momentáneamente. Se sentó junto a Takeru y apoyó la cabeza en su hombro, buscando algo de consuelo en su cercanía.

—Takuya está muy preocupado por él —comentó, rompiendo el silencio—. Ha pasado todo el día en el retén, tratando de conseguir alguna información o simplemente estando cerca, por si puede ayudar en algo.

Takeru asintió, comprendiendo lo difícil que debía ser para Takuya ver a su amigo así.

—Eso, del algún modo, habla bien de él...—dijo Takeru, con una pequeña sonrisa—. Le es leal a su amigo.

Hikari se acurrucó más cerca de él, sintiéndose reconfortada por su presencia.

—Es cierto... pero aún así, estoy preocupada, todo esto se siente tan... desgastante —confesó en un susurro.

Takeru la abrazó suavemente, tratando de transmitirle un poco de la fuerza que sentía. Sabía que Hikari estaba agotada, y aunque él también lo estaba, estaba dispuesto a ser su apoyo.

—Tranquila, todo estará bien.—Comentó.

Hikari levantó la cabeza del hombro de Takeru y lo miró con ojos preocupados. Sabía que la opinión de Hiroaki, el padre de Takeru, pesaba mucho en la familia, y en situaciones como esta, tenerlo en contra solo complicaba las cosas aún más.

—¿Qué opina tu padre de todo esto? —preguntó con cuidado, sabiendo que era un tema delicado.

Takeru suspiró profundamente, dejando caer los hombros. Solo pensar en su padre lo llenaba de una mezcla de frustración y tensión. Sabía lo que Hiroaki pensaba, y no era algo fácil de digerir.

—Está cerrado en su opinión —respondió, mirando hacia el suelo—. Culpa de todo a Ryo, lo ve como el único responsable de lo que está pasando.

Hikari frunció el ceño al escuchar esto, sintiendo una oleada de impotencia. No le sorprendía que Hiroaki, siendo el hombre que era, fuera tan duro en sus juicios. Sin embargo, ella creía que, tal vez, si alguien lograba hablar con él, las cosas podrían cambiar, o al menos suavizarse.

—¿Tú crees que podrías hablar con él? —preguntó Hikari con cautela, esperando que Takeru pudiera hacer algo para mediar en la situación.

Takeru, al escuchar la sugerencia, se puso visiblemente nervioso. Se removió en el sofá y evitó la mirada de Hikari por un momento, mientras se pasaba una mano por el cabello, un gesto que siempre hacía cuando algo lo incomodaba.

—Hikari... —comenzó, su voz temblando ligeramente—. No creo que eso sea posible.

Hikari lo observó con sorpresa, pero no dijo nada, esperando a que él continuara.

—Mi padre es un hombre que poco escucha a los demás —añadió, con una mezcla de resignación y amargura—. No creo que me escuche a mí, ni aunque lo intentara. Es bastante... terco y cerrado en sus ideas.

Hikari suspiró, comprendiendo la situación. Sabía que Hiroaki siempre había sido complicado, pero no esperaba que las cosas fueran tan tensas entre él y Takeru.

—¿Y tu hermano?— Preguntó.

Takeru suspiró: —Mi hermano es buena persona, pero lamentablemente, es muy parecido a él. Sobre todo en esta situación dudo que acceda porque jamás permitirá que su hija esté cerca de Ryo.

—Ryo es un buen chico, quizás, un poco mayor pero buen chico.

—Lo sé, pero mi hermano jamás verá eso.—Comentó el rubio— Él, al igual que mi padre, ven el estatus social y el dinero, mientras más dinero tenga ¡mejor!

Hikari asintió, comprendiendo perfectamente lo que Takeru sentía. Ella había visto esa dinámica en muchas familias y sabía lo dañina que podía ser.

—No es justo —dijo Hikari, con una mezcla de tristeza y molestia—. Solo por no tener dinero, juzgan a alguien como Ryo, que es un buen chico. Eso no debería ser lo más importante. Lo importante son los sentimientos.

—Los sentimientos...

La castaña asintió: —No importa quien tenga más o quien tenga menos. Si tú amas a alguien mereces estar con esa persona.

Esas palabras resonaron en la mente de Takeru.

—Mi familia cree que si estás con alguien de menor recursos. Simplemente te utilizará para sus propios propósitos. Básicamente, Ryo quiere estar con Rika por interés, o al menos eso dicen.

—¡Que absurdo!— Exclamó Hikari— Ryo jamás estaría con Rika por interés. Así como yo estoy contigo. No por el dinero...—Comentó— Es por el cariño.

Esto le trajo el recuerdo de la conversación con su padre.

—¿Estás diciendo que, si yo perdiera el dinero, continuarías conmigo?

—¿Por qué no?—Musitó Hikari— Yo te quiero y tú me quieres. El dinero no debería ser un tema.

Takeru sintió que el tiempo se detenía por un momento al escuchar las palabras de Hikari. "Yo te quiero y tú me quieres". Ese simple enunciado resonaba en su mente, como un eco que no dejaba de golpear las paredes de sus pensamientos. Un rayo de ilusión iluminó su pecho, calando hondo en su corazón. Por un segundo, todas las dudas que había tenido sobre su relación, sobre su propio valor más allá del dinero que poseía, parecían desvanecerse.

La luz tenue del atardecer entraba por las ventanas del departamento de Hikari, bañando el espacio con un resplandor dorado, casi mágico. Takeru la observó detenidamente. Sus ojos castaños, tan llenos de sinceridad, le devolvieron una mirada cálida que lo envolvió con una sensación de seguridad. El sonido lejano del tráfico en la calle apenas se escuchaba, y en ese instante, lo único que existía para él era ella.

—¿En-enserio lo dices?

Hikari asintió decidida: —Estamos juntos no por el dinero, sino porque nos sentimos a gusto con el otro ¿cierto?

—¿E?—Balbuceo Takeru totalmente sorprendido que, sin saberlo, Hikari le estaba confirmando que no era como su padre la describió, no estaba con él solo por su dinero— ¡Claro!— Exclamó—Yo te quiero y tú me quieres.

La castaña asintió.

—Entonces ¿por qué no podríamos continuar juntos?

Takeru sonrió conmovido ante esto. De algún modo le aliviaba escuchar aquello.


—¡Mi vida se está derrumbando!— Exclamó Satomi.

—¿Derrumbando?

La mujer de anteojos asintió—¡Mira esto!—sacó de su cartera una revista. Haruna alzó la mirada, algo sorprendida por la irrupción repentina de su amiga.

—¿Qué pasa ahora? —preguntó Haruna, dejando los papeles a un lado y tomando la revista que la señora Minamoto le ofrecía.

Satomi señaló una página con el dedo tembloroso. En la revista, aparecía una imagen capturada durante su altercado con Toshiko. El titular sensacionalista decía: "Escándalo en la Alta Sociedad: Pelea entre Haruna y Toshiko Ishida". Haruna frunció el ceño, fingiendo sorpresa y algo de indignación mientras leía el artículo.

—¡Vaya! No puedo creer que esto haya salido en la revista —comentó Haruna, con una voz cargada de fingida sorpresa—. Están haciendo un escándalo de algo insignificante.

—Sí, pero eso no es lo peor… —Satomi tomó aire, claramente afectada, y sacó un segundo ejemplar, esta vez de un diario de mayor renombre—. Esto es lo que realmente me preocupa.

Haruna tomó el periódico y, al abrirlo, sus ojos se fijaron en un artículo de la sección de sociedad. El titular era mucho más impactante: "¿Crisis en el matrimonio Minamoto-Takaishi? Rumores de separación y problemas maritales". Haruna fingió abrir los ojos de par en par, como si acabara de ver algo completamente inesperado.

—¡Esto no puede ser! —exclamó Haruna con una voz cargada de incredulidad, aunque internamente disfrutaba el caos que había provocado—. Satomi, qué lamentable… ¿cómo ha podido filtrarse algo así?

Satomi se sentó en el sofá, visiblemente angustiada, mientras se llevaba una mano a la frente en un gesto de desesperación.

—No lo sé, Haruna… no tengo idea de cómo se filtró esto. Apenas hoy salió la noticia y ya todos están hablando de nuestro supuesto divorcio. Detallan cosas que nadie debería saber… que no estoy en casa, que Kousei y yo estamos separados… ¡Es como si alguien estuviera espiándonos!

Haruna, aún manteniendo su expresión de empatía y sorpresa, asintió lentamente. Sabía perfectamente quién había filtrado la información, pero su actuación era impecable.

—La prensa puede ser muy astuta —dijo Haruna, en tono comprensivo pero calculador—. Saben cómo sacar información de donde menos te lo esperas. Puede que alguien en tu círculo haya hablado sin querer o tal vez… —hizo una pausa, fingiendo pensar— …hayan encontrado alguna pista al seguirte. No tienes idea de lo rápido que corren los rumores en estos medios.

Satomi se quedó en silencio, claramente afectada por la posibilidad de que su vida privada estuviera siendo expuesta de esa manera. Haruna la observaba con una mirada aparentemente compasiva, mientras disfrutaba en silencio la consternación que había provocado.

—No sé cómo manejar esto —continuó Satomi, con la voz quebrada—. Esto es demasiado, Haruna. No quiero que mi imagen se arruine por esto.

Haruna escuchó a Satomi con una expresión de aparente empatía mientras Satomi seguía lamentándose por la situación. Haruna se inclinó ligeramente hacia adelante, adoptando un tono más persuasivo.

—Satomi, lo de menos es lo que la gente piense de ti —dijo Haruna, manteniendo su voz suave pero cargada de intención—. Después de todo, Kousei fue el infiel, no tú.

Satomi alzó la vista, sus ojos reflejaban tanto su frustración como su miedo.

—Eso no importa, Haruna —respondió Satomi con un tono amargo—. En nuestro círculo, un matrimonio fallido siempre es motivo de burla, sin importar quién cometió el error. Nadie se fija en los detalles; solo ven el escándalo.

Haruna se quedó en silencio por un momento, sopesando la situación y buscando la manera de girar la conversación a su favor. Una sonrisa apenas perceptible apareció en sus labios antes de responder con una voz serena.

—Escucha, Satomi… —comenzó Haruna, hablando despacio para que cada palabra calara en la mente de su amiga—. No tienes que seguir separada de Kousei si no quieres que esto escale más. Podrías volver con él, al menos de cara a las cámaras.

Satomi la miró, sorprendida por el comentario. No era la respuesta que esperaba, y la propuesta la tomó desprevenida.

—¿Volver con él? —preguntó Satomi, incrédula y un poco confusa— ¿Para qué? Eso solo empeoraría las cosas entre nosotros.

Haruna negó con la cabeza, mostrando una sonrisa calculadora, como si tuviera un as bajo la manga.

—No hablo de volver con él en el sentido tradicional —aclaró Haruna, con un brillo malicioso en los ojos—. Me refiero a mantener las apariencias. Si estás a su lado, tendrás más control sobre la narrativa que los medios crean. Además, al estar cerca de Kousei, tendrás más acceso a todo lo que rodea a Toshiko… incluidas sus vulnerabilidades.

Satomi, que al principio se había mostrado reticente, comenzó a procesar lo que Haruna le proponía. Lentamente, su expresión de angustia se transformó en una mezcla de interés y calculo.

—¿Quieres decir…? —empezó Satomi, casi susurrando, temerosa de la audacia de la idea que Haruna sugería.

—Exacto —respondió Haruna, asintiendo con una sonrisa que denotaba su satisfacción al ver que Satomi empezaba a entender—. Puedes hacerle la vida imposible a Toshiko desde adentro. Imagina tener la posibilidad de quitarle todo lo que tiene, poco a poco. Controlar sus movimientos, sus relaciones, y hacer que ella pierda lo que más valora. Y tú, mantienes tu imagen intacta.

Satomi se quedó pensativa, sus ojos se encendieron con una chispa de venganza que no había sentido antes. Haruna la había manipulado con precisión, tocando las fibras exactas de su orgullo herido y su deseo de venganza.

—¿Cómo exactamente le quito todo lo que tiene? —preguntó Satomi, intrigada y visiblemente más interesada en el plan de Haruna.

Haruna se inclinó hacia adelante, disfrutando cada momento de su sutil manipulación.

—Es fácil —respondió Haruna, en un susurro conspirador—. Atácala donde más le duele. Usa su propia influencia en su contra. Filtra información, arruina sus eventos, boicotea sus proyectos. Haz que su círculo más cercano dude de ella. Hazla caer en sus propias trampas. Cada paso que des hacia Kousei será un paso para poner a Toshiko en su lugar.—Declaró— Y no creo que sea difícil, después de todo, tú has sido la autora de la carrera de Kousei ¿no? Toshiko apenas puede con su vida. Pero tú eres una Takaishi, tu familia fue la más importante en Japón hasta hace un tiempo, en cambio ella no es nadie a tu lado.

Sí, eso era verdad, Toshiko frente a ella era nadie.

Las palabras de Haruna resonaron en la mente de Satomi, quien lentamente comenzaba a ver su situación desde una perspectiva distinta. La seguridad con la que Haruna hablaba, su manera de resaltar las debilidades de Toshiko y de exaltar la posición de Satomi como una Takaishi de renombre, la hicieron sentir poderosa de nuevo, algo que no había experimentado en mucho tiempo.

—Es cierto... —murmuró Satomi, sus labios curvándose en una sonrisa cargada de satisfacción—. Yo siempre he estado detrás de la carrera de Kousei. He sido su soporte y su guía. Si no fuera por mí, él no habría llegado a donde está. Y Toshiko... —su voz se llenó de desdén—. Ella siempre ha estado viviendo a la sombra de los demás, tratando de brillar, pero sin la capacidad para hacerlo por sí sola.

Haruna asintió lentamente, complacida al ver que sus palabras habían tenido el efecto deseado. Satomi no solo estaba convencida de su superioridad sobre Toshiko, sino que también estaba dispuesta a usar ese poder en su contra.

—Exactamente, Satomi —continuó Haruna, en un tono que denotaba complicidad—. Y por eso, no tienes que preocuparte. Tienes todo lo que necesitas para hundirla. Ella ha subestimado tu fuerza y tu influencia, pero es hora de que se dé cuenta de quién realmente tiene el control.

Satomi asintió, su mente maquinando todas las maneras en que podría utilizar lo que tenía a su favor. Haruna había avivado una llama en su interior, una mezcla de venganza y orgullo que ahora guiaba sus pensamientos. La idea de ver a Toshiko caída, derrotada, y completamente arruinada, le traía un retorcido placer.

—Voy a hacerlo, Haruna —dijo Satomi, con una determinación renovada en su voz—. Voy a recuperar lo que es mío y voy a asegurarme de que Toshiko se dé cuenta de que nunca debió meterse conmigo.

Haruna sonrió, satisfecha. Su plan iba mejor de lo que había anticipado. Satomi estaba a punto de convertirse en su arma más poderosa, y lo mejor de todo era que no tendría que mover un solo dedo. Satomi, cegada por su deseo de venganza, se encargaría de hacer todo el trabajo sucio.


~A la mañana siguiente~


Ryo estaba sentado en el borde de su litera en la fría celda de la prisión, con la mirada perdida en el suelo de concreto. Los días se habían vuelto una rutina monótona, y el peso de las circunstancias lo aplastaba más con cada hora que pasaba. Su mente estaba con Rika, pensando en cómo debía sentirse, preocupada por él, tal vez incluso asustada. Pero había algo más que lo carcomía por dentro: la sensación de que las cosas iban a empeorar antes de mejorar.

Ryo seguía sentado, inmerso en sus pensamientos, cuando el sonido de pasos firmes rompió el silencio de la celda. Levantó la mirada lentamente, viendo cómo un policía se acercaba. El hombre, de estatura media, con el uniforme impecable y una expresión inescrutable, se detuvo justo frente a la reja.

—¡Felicidades! —dijo el policía con una sonrisa extraña.

Ryo sintió que su corazón daba un vuelco. ¿Felicidades? ¿Acaso eso significaba lo que él creía? ¿Lo iban a liberar finalmente? Por un segundo, un rayo de esperanza atravesó su mente, aunque algo en la voz del policía le pareció extraño. Desconfiado, se levantó lentamente, acercándose a la reja con cautela.

—¿Qué... qué quiere decir con eso? —preguntó, su voz temblando ligeramente, como si no quisiera hacerse ilusiones.

El policía le lanzó una mirada que parecía vacía, sin emoción real detrás de su sonrisa. Sin embargo, cuando abrió la reja, Ryo no pudo evitar dar un paso hacia adelante, creyendo que tal vez, solo tal vez, su pesadilla estaba por terminar.

—Vamos, Ryo —dijo el oficial, dando un paso más hacia él—. Hoy es tu día de suerte.

Pero algo no estaba bien. Ryo lo sintió en su pecho, como una alarma interna que le gritaba que algo estaba terriblemente mal. Quiso retroceder, pero sus pies se mantuvieron en su sitio, clavados al suelo. El policía ya estaba demasiado cerca. Demasiado rápido.

De repente, sin previo aviso, el policía hizo un movimiento rápido, y Ryo solo alcanzó a ver el destello de una hoja antes de sentir el dolor. La cuchillada lo atravesó por el costado, robándole el aire, y la incredulidad llenó sus ojos.

—¿Qué... qué haces? —jadeó Ryo, tambaleándose hacia atrás, sujetándose el costado con la mano, sintiendo la sangre caliente brotar entre sus dedos.

El policía lo miró con frialdad, acercándose aún más, su sonrisa ahora completamente siniestra.

—Solo siguiendo órdenes —murmuró el oficial, retirando la hoja lentamente mientras Ryo caía de rodillas al suelo.

El dolor era insoportable, pero lo que más lo devastaba era el engaño. No lo iban a liberar. Este era el final que alguien había planeado para él.

—Yamato te está diciendo que dejes a su hija en paz —añadió, más bajo pero igual de intimidante—. Parece que no entiende de buenas maneras, así que nos pidió que te lo dejara esto en claro.—Habló—Déjala, ¿entendiste? —gruñó—. Si no, la próxima vez no saldrás con vida.

Ryo apenas pudo oír las palabras mientras su conciencia comenzaba a desvanecerse. El dolor era insoportable, y la oscuridad lo envolvía lentamente. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, su cuerpo se desplomó en el suelo de la celda, inconsciente y cubierto de sangre. Los hombres lo miraron por un momento antes de salir de la celda, dejando a Ryo tirado, una advertencia viva de lo que podría suceder si no obedecía.

La celda quedó en silencio, excepto por la respiración pesada y dolorosa de Ryo, que yacía inmóvil en el suelo. Las luces parpadearon tenuemente, y el mundo alrededor de él se desvaneció en la oscuridad.

—Pero ¡qué es esto!— Un grito se hizo presente en el lugar, pero Ryo no supo quien era, ya que perdió la consciencia.


KeruTakaishi: ¡Hola! Sí, las cosas se salieron de control, pero de igual modo están siendo como ella quiere porque Ryo está en prisión y ahora en riesgo ToT y lamentablemente no se quedará de brazos cruzados con Rika. Lamentablemente Rika y Ryo están cegados en el cariño que se tienen. Con respecto al apellido, Ryo y Mimi son hermanos por parte de madre, así que no tienen el mismo apellido (Este es un punto clave, ya que la herencia que le dejó Mimi a sus hijas proviene de su padre, Keisuke Tachikawa) El apellido para unirlos como hermanos no es indicio como tal. No obstante, saber el nombre de Mimi Tachikawa si es importante, Takeru no lo sabe pero Mimi Tachikawa es la "culpable" de la muerte de su madre. Así que...bueno...creo que con eso digo todo. Me alegra que te gustara el Takari es una de mis parejas que he intentado darle dulzor. El tema de Ryo es importante pero ajenos a ellos y ellos saben eso. Aciertas al decir que la tormenta se les viene.

BethANDCourt: ¡Hola! Lamentablemente, Toshiko es una villana de armas a tomar, muy mala. Vencerla será difícil y no solo a ella, también a Hiroaki. No obstante, Hiroaki tiene una debilidad. Sora y Yamato están en una situación difícil. Yamato ha intentado enfrentar a Hiroaki y ha saboteado algunos de sus negocios. Pero le es difícil. Sabe que está en la cuerda floja de su padre. Si él cae. Yamato caerá aunque sea inocente. Aceptar la ayuda de Haruna es doloroso sabiendo que no es su hermana, además, su enamoramiento lo ciega. Takeru es una excelente persona en todos los aspectos ¡Todas queremos un Takeru! Gracias al cielo ¡Yamato no lo vio! Mimi tenía el pelo suelto jaja Sin embargo, a Yamato le quedará grabada la escena de Haruna saliendo del agua, no nos olvidemos que es hombre. No habrá besito todavía, pero si cercanía, cada vez estarán más cerca. Lamento no haber actualizado antes, estaba ocupada, pero aquí me di un tiempo para actualizar. Espero que te haya gustado el capítulo ¡te mando un abrazo a la distancia! y ojalá sigas comentando porque me alegra leer a mis lectores.