REVENGE

~Capítulo 33~


La habitación de la madre de Hikari tenía una atmósfera única, una mezcla de melancolía y calidez. Después de mucho tiempo, Hikari había reunido el valor para entrar y enfrentarse a los recuerdos que guardaban esas cuatro paredes. Había pasado toda la tarde limpiando, reorganizando, y removiendo capas de polvo que parecían años de distancia emocional.

Las cortinas, de un delicado color lavanda, ahora se mecían suavemente con la brisa que entraba por la ventana, y los rayos del sol iluminaban los muebles antiguos, llenos de marcas que contaban historias. Sobre la cómoda descansaban pequeñas cosas: un perfume casi vacío, un portarretratos con una foto de la madre de Hikari en su juventud, y un joyero que Hikari aún no se atrevía a abrir del todo.

Sentada en el borde de la cama, Hikari pasaba los dedos por la colcha tejida, la misma que recordaba haber visto a su madre arreglar en más de una ocasión. Un suspiro escapó de sus labios, cargado de una tristeza contenida, mientras sus ojos recorrían cada rincón. Aunque la habitación estaba ahora impecable, su ausencia hacía que todo se sintiera incompleto.

De pronto, sintió unos pasos aproximarse. Era Takeru. Su figura alta y su expresión calmada contrastaban con la tormenta emocional que Hikari llevaba dentro.

—Hikari.

—Takeru.—Pronunció su nombre.

—¿Qué estás haciendo aquí sola? —preguntó él con suavidad, cruzando el umbral y cerrando la puerta tras de sí.

Hikari levantó la mirada, sus ojos ligeramente húmedos, pero con una sonrisa triste en los labios.

—Estoy apreciando las cosas de mi madre —respondió en un tono bajo, casi como si no quisiera interrumpir la quietud del momento.

—¿De tu madre?

La castaña asintió.

—Esta era su habitación.—Declaró Hikari—Aquí pasó sus últimos días.

—¡Wow! Está todo bien cuidado y limpio. No me lo hubiese imaginado.—Comentó el rubio— En mi caso, luego de que murió mi madre todo lo que a ella le correspondía quedó en un armario.

—Bueno, hasta hace un tiempo todo estaba sucio con polvo.—Musitó la Kanbara—Después de que ella falleció, nadie volvió a entrar. Era como si todos tuviéramos miedo de enfrentar lo que dejó atrás. Pero… —hizo una pausa, pasando la mano por el marco del portarretratos—, pero no podía dejar que todo esto se convirtiera en un simple lugar olvidado. Así que con Takuya nos dispusimos a limpiar.

Takeru miró alrededor, como si intentara absorber los ecos de una mujer a la que nunca llegó a conocer. Sus ojos se detuvieron en los detalles: la cama perfectamente hecha, el perfume, los libros cuidadosamente apilados en una esquina.

—Sé que muchos pensarán que es absurdo. Mantener estos recuerdos considerando que ella partió pero...

—¡Claro que no es absurdo!— Exclamó el rubio— Es tu madre...Murió hace poco...que quieras mantener su recuerda habla bien de ti.

La castaña sonrió ante esto y tomó el plumero que reposaba en el mueble. No obstante, su mirada se detuvo en el cajón. Sí, aquel cajón que no podía abrir.

Hizo una mueca.

¿Dónde estaría esa llave?

Sin embargo, no pensó mucho más en esto, ya que Takeru habló.

—Es… extraño. Sentir que alguien que fue tan importante para ti vivió aquí, pero ahora solo quedan las cosas que dejó —dijo él con sinceridad.

Hikari esbozó una sonrisa melancólica.

—Sí, es extraño. Pero también es reconfortante, de alguna manera. Cuando toco sus cosas, siento que aún hay una parte de ella aquí conmigo. Como si pudiera escucharla decirme que todo estará bien.

Takeru se sentó junto a ella en la cama, acercándose lo suficiente para tomar su mano.

—Es difícil estar aquí sin verla, pero también me ayuda. Estar aquí me hace recordar todo lo bueno que compartimos. Y aunque me duele no tenerla, siento que de alguna manera, al cuidar este lugar, la estoy honrando.

Takeru asintió, comprendiendo el peso de sus palabras. Su mano libre se dirigió al joyero, pero se detuvo antes de abrirlo.

—¿Te importa si…?

Hikari negó con la cabeza.

—Adelante.

Takeru levantó la tapa con cuidado, revelando pequeños tesoros: collares de perlas, un anillo de oro, y un broche con el grabado de una flor. Hikari lo miró con ternura, recordando cómo su madre solía usar esos accesorios en ocasiones especiales.

—Siempre decía que el broche era su favorito —comentó Hikari, con una leve sonrisa—. Decía que se lo regaló mi padre el día que me tuvieron.

Takeru la miró, impresionado por el significado detrás de cada objeto.

—Tu madre parece haber sido una mujer increíble.

Hikari asintió, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.

—Lo fue. Siempre se aseguraba de que yo supiera cuánto me amaba, incluso en los momentos más difíciles. Me enseñó todo lo que soy, y siento que nunca podré agradecerle lo suficiente.

Takeru la atrajo hacia él, abrazándola con fuerza.

—Ella estaría orgullosa de ti, Hikari. Lo sé.

Las lágrimas que Hikari había estado conteniendo finalmente cayeron, pero no con la desesperación que temía, sino con la calma de alguien que empieza a aceptar la pérdida.

—Gracias, Takeru. Gracias por estar aquí conmigo.

El momento era agradable. Ambos continuaron abrazados un tiempo. Hasta que, la puerta principal sonó.

—¡Hola!— La voz de Takuya se escuchó en el lugar— ¿Hikari? ¿Takeru?

Hikari levantó la mirada— Primo.— Lo llamó.

Takuya al percatar de donde vino esa voz caminó hacia la habitación y apareció frente a Takeru e Hikari.

—Hikari ¡Adivina!— Exclamó— Ryo salió del hospital y ya está en su casa.

La castaña al escuchar esto rápidamente sonrió: —¿De verdad?

Takuya asintió— Tomoko me acabó de llamar y me dio la noticia.

—¡Genial!— Una sonrisa apareció en el rostro de la chica— Debemos ir a visitarlo.

—¡Pues claro!— Musitó el castaño— Llamaré a los chicos.

Hikari asintió y tuvo intención de decir algo más, no obstante, se detuvo al recordar que junto a ellos estaba su novio, Takeru.

Hizo una mueca y dirigió una mirada hacia él.

—Disculpa Takeru si esto no te resulta de tu agrado.

Esto sorprendió al rubio: —¿Por qué no sería de mi agrado?

—Pues...—Hikari bajó la mirada—Por toda la situación que hay entre tu familia y él.

Eso...

Pensó Takeru.

—No te preocupes.—Respondió el rubio— Ya te he dicho que, para mi es difícil creer que él fue el protagonista de la explosión.

Este comentario sorprendió a Takuya— ¿De verdad?

El rubio asintió.

—Pero...tu familia lo acusa...—Recordó el primo de Hikari.

—Lo sé.—Takeru comentó con pesar.

—¿Entonces?— Preguntó el moreno— ¿Cómo crees en su inocencia?

—La verdad es que yo...—Takeru titubeo un poco antes de continuar— Conozco a Ryo hace algunos años.

—¿A sí?— Preguntó Takuya.

El rubio asintió— Lo conocí a través de Kouji.

"De Kouji"

El moreno al escuchar ese nombre rápidamente hizo una mueca.

—Supongo que no te habla bien de él.

Takeru bajó la mirada hacia su vaso ante ese comentario: —La verdad es que no...

¿No?

El moreno alzó una ceja sorprendido e incrédulo.

—Kouji no siempre fue como es ahora.— Musitó el rubio—Y aunque ahora ha cambiado y tenga problemas con Ryo, nunca lo difamaría. Después de todo, es quien cuida a Tomoko, su madre.

—¿Y crees que eso le importa?—Preguntó el moreno— Di-digo...—Aclaró su garganta intentando no sonar acusador— Él viene poco a verla, se conforma con traerle medicinas. Paga su tratamiento, si, pero no es capaz de presentársela a su novia...

Takeru hizo una mueca ante esto.

—Dime ¿tú estás de acuerdo en eso?— Cuestionó Takuya— Le está mintiendo a Izumi, tu sobrina.

—La verdad es que...—Comentó el rubio— Preferiría no hablar de eso.—Declaró— Es un tema complejo que no es directamente mío...—Admitió.

Habían muchas cosas que decir de esa mentira, empezando por el hecho de que, ese secreto no decidió ocultarlo Kouji, fueron Yamato y Kousei quienes decidieron esto. Y Kouji no tuvo otra decisión más aceptar, así como también no tuvo opción de...

Escoger su felicidad

Takuya observó confundido a Takeru y luego a Hikari. Verdaderamente no entendía al rubio ¿cómo podía dejar que le mintiesen a su sobrina?

—Lo único que puedo decir es que...—El rubio alzó la mirada—Kouji es buen amigo.—Declaró—Y cuando lo conoces comprendes porqué tiene ese comportamiento tan distante con las personas.

—Es evidente que te considera su amigo.—Declaró la prima de Takuya— Después de todo, vino a verte.

—A pesar de que este lugar no es de su altura.—Agregó el moreno primo de Hikari un tanto fastidiado.

—Es por lo que les digo.—Habló Takeru— Ambos nos conocemos hace mucho tiempo. Somos muy buenos amigos y yo lo aprecio. Así como sé que él me aprecia...—Declaró— Y también aprecia a Ryo.

Era difícil creer aquello

Pensó Takuya.

El sonido del teléfono interrumpió la conversación. Takeru sacó su celular del bolsillo y miró la pantalla. Sus ojos se abrieron ligeramente al ver el nombre que aparecía: Yamato. Era raro que su hermano lo llamara directamente.

—Disculpen, necesito contestar esto —dijo, levantándose de su asiento.

Takeru se alejó unos pasos para responder, dejando a Takuya y Hikari mirándose con curiosidad.

—¿Yamato? —contestó, intentando mantener su tono neutral, aunque no pudo evitar que una pizca de sorpresa se filtrara en su voz.

—Takeru, necesito hablar contigo ahora mismo —la voz de Yamato era firme, casi cortante, como si algo importante estuviera ocurriendo.


~Días antes~

El sonido de los audífonos de Koushiro resonaba con un zumbido bajo mientras se los quitaba lentamente, dejando que el peso de lo que acababa de escuchar cayera sobre él como una avalancha. Había pasado horas tratando de hackear y recuperar las grabaciones borradas de la oficina de Yamato, esperando encontrar alguna pista sobre los asuntos financieros turbios en los que sospechaba que el hombre estaba involucrado. Pero lo que encontró fue algo completamente distinto. Algo mucho más personal.

"Rika es adoptada."

La frase seguía repitiéndose en su mente como un eco interminable. Koushiro pasó una mano temblorosa por su cabello, apartándose de la computadora y apoyándose en el respaldo de su silla. Su mirada estaba fija en el techo, pero su mente estaba en mil lugares al mismo tiempo.

—¿Cómo... rayos? —murmuró para sí mismo, su voz apenas un susurro.

La incredulidad era palpable. Había crecido junto a Rika, la conocía desde siempre. O al menos eso pensaba. Ella era la hija de los Ishida, su carácter fuerte y su personalidad rebelde eran casi una marca familiar. ¿Cómo podía ser adoptada? ¿Cómo nadie había mencionado algo tan importante en todos estos años?

Volvió a sentarse derecho, mirando la pantalla de su computadora como si esta pudiera darle respuestas. La grabación no daba muchos detalles. Era un fragmento de una conversación privada entre Yamato y alguien que Koushiro no había identificado todavía. La voz de Yamato sonaba fría y seria, como siempre, pero las palabras que había dicho eran como una bomba:

—Sí, es adoptada. ¿Por qué te sorprende tanto?

El interlocutor había hecho una pregunta que Koushiro no pudo captar del todo, pero el tono de Yamato era claro: esto no era un secreto para él. Lo sabía. Probablemente lo sabía desde siempre. ¿Y Rika? ¿Ella lo sabía? ¿Lo sospechaba?

Koushiro se levantó de su silla y comenzó a caminar de un lado a otro en su pequeño apartamento. Su mente corría en círculos, buscando piezas para un rompecabezas que ni siquiera sabía que existía.

¿Cómo rayos es adoptada?

Koushiro se detuvo frente a la ventana, mirando las luces de la ciudad parpadear en la distancia. Intentaba encajar las piezas. Los Ishida eran una familia conocida, con suficiente influencia como para ocultar algo así si lo deseaban. Pero ¿por qué lo harían? ¿Por qué adoptar a una niña y mantenerlo en secreto incluso para la mayoría de sus amigos y conocidos?

¿Por qué fue adoptada?

Yamato tenía a Izumi y Nene ¿por qué querría adoptar a alguien que no es de su sangre? acaso ¿verdaderamente quería reemplazar a la bebé que perdió con Mimi? Pero ¿por qué adoptar? Sora pudo haberle dado hijos ¿no?

¿De dónde era Rika?

Ese pensamiento lo golpeó como un trueno. Si no era una Ishida de nacimiento, entonces ¿de dónde venía? ¿Era alguien completamente ajeno a ellos o había un vínculo oculto que él no veía? Su mente se llenó de imágenes de Rika: su cabello rojo brillante, sus ojos penetrantes, su sonrisa desafiante. No podía imaginarla siendo otra persona que no fuera "Rika Ishida". Y sin embargo, las grabaciones decían otra cosa.

Koushiro volvió a sentarse frente a la computadora, apoyando los codos en el escritorio y frotándose las sienes.

—Esto no tiene sentido —dijo en voz baja.

No podía simplemente ignorarlo, pero tampoco podía confrontar a Rika sin más. Ella tenía derecho a saber, si es que no lo sabía ya. Pero ¿cómo se supone que iba a abordar algo tan delicado? ¿Y si Rika ya lo sabía y simplemente no quería hablar de ello?

Apoyó la cabeza en sus manos, frustrado. Las respuestas no iban a aparecer mágicamente, pero una cosa era segura: no iba a dejar este asunto en el aire. Rika era su amiga, y aunque esto complicara las cosas, necesitaba entender qué estaba pasando.

Mientras miraba la pantalla, con la grabación pausada, una nueva idea cruzó por su mente: debía investigar más. Había algo grande detrás de esto, y si alguien podía encontrar las respuestas, ese era él.

~Actualidad~

Koushiro observó atentamente toda la información que su informante le dio y efectivamente...No estaba el acta de adopción de Rika, ni el de nacimiento. Esto era muy extraño.

Se infiltró en la mayoría de sistema de hogares de menores, orfanatos y demás, pero no encontró ninguna información de Rika.

Esto no solo era extraño, era profundamente inquietante. En el mundo hiperconectado y burocrático en el que vivían, era casi imposible que alguien careciera de un registro oficial. Sin embargo, ahí estaba: la ausencia absoluta de cualquier documento que vinculara legalmente a Rika con los Ishida, o que siquiera indicara su existencia en los primeros años de su vida.

Koushiro se inclinó hacia adelante, con los codos apoyados en el escritorio y las manos entrelazadas bajo su barbilla. Sus ojos estaban fijos en la pantalla de su computadora, pero su mente estaba en otra parte, tratando de desentrañar este enigma.

—Esto no tiene sentido —murmuró para sí mismo, una vez más.

El informante que había contratado era uno de los mejores, alguien que se especializaba en obtener registros que otros no podían encontrar. Si ni siquiera esa persona había podido localizar los documentos, entonces esto no era un simple descuido administrativo. Esto era intencional.

¿Por qué alguien se tomaría tantas molestias para borrar el pasado de Rika?

Esa pregunta lo carcomía. Rika no era una figura pública ni alguien que pareciera cargar con secretos tan oscuros como para justificar este nivel de encubrimiento. O al menos, eso era lo que él había creído hasta ahora.

Koushiro se recostó en su silla y cruzó los brazos, dejando escapar un suspiro pesado. Necesitaba más información. Pero para eso tendría que arriesgarse más de lo que había planeado. Los Ishida eran una familia poderosa, y si descubrían que él estaba husmeando en su pasado, las consecuencias podrían ser graves.

—¿De dónde eres realmente, Rika? —susurró al aire, como si la respuesta pudiera llegar flotando en el silencio de su oficina.

Koushiro estaba perdido en sus pensamientos, tratando de conectar los pocos hilos que tenía sobre el pasado de Rika, cuando un suave golpe en la puerta lo devolvió a la realidad. Frunció el ceño, sin apartar los ojos de la pantalla.

—Adelante —dijo con tono distraído.

La puerta se abrió, revelando a una joven de cabello castaño oscuro y ojos vivaces. Akari, su hija, entró con pasos ligeros, llevando en sus manos una carpeta que probablemente contenía apuntes de sus clases.

—Papá, ¿qué haces? —preguntó, acercándose al escritorio.

Koushiro cerró rápidamente la ventana en la que estaba trabajando y se giró hacia ella con una sonrisa forzada.

—Nada importante. Básicamente lo mismo de siempre: trabajar.

Akari lo miró con escepticismo, dejando caer la carpeta sobre el escritorio.

—Deberías tomarte un descanso. Llevas horas encerrado aquí.

—No es necesario, estoy bien —respondió con rapidez, desviando la conversación—. ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en clases?

—Ya terminé por hoy —dijo Akari, encogiéndose de hombros mientras se sentaba frente a él.

Koushiro levantó una ceja, cruzando los brazos.

—¿Y repasaste la materia?

—Un poco —respondió ella con evasiva.

—¿Un poco? —repitió Koushiro, mirándola con desaprobación.

Akari suspiró, claramente anticipando una pequeña reprimenda.

—Sí, un poco. Pero vine porque necesito hablar contigo.

Koushiro se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en el escritorio, y la observó con atención.

—¿Sobre qué?

—Estoy aburrida, papá. Quiero salir. Conocer personas.

La petición hizo que Koushiro se recostara en su silla, cruzando los brazos con una expresión seria.

—Akari, ya hemos hablado de esto. No es seguro allá afuera, y además, no quiero que pierdas el tiempo.

—¿Perder el tiempo? —replicó Akari, frunciendo el ceño—. Papá, estudiar no lo es todo. Necesito algo más que libros y tareas.

Koushiro suspiró, pasando una mano por su cabello en señal de frustración.

—Lo que necesitas ahora es enfocarte en tu educación. Todo lo demás puede esperar.

Akari se levantó de su asiento, cruzando los brazos mientras lo miraba con desafío.

—¿Y cuándo se supone que pueda hacer algo más, papá? ¿Cuando ya sea demasiado tarde?

Koushiro la miró, notando el descontento en sus ojos. La situación era complicada. Sabía que ella tenía razón en cierto nivel, pero el temor a los riesgos externos y su deseo de verla alcanzar todo su potencial lo mantenían firme en su postura.

—Akari, no es que no quiera que te diviertas, pero el mundo no es tan simple como crees. Quiero que estés preparada para lo que venga.

—Lo entiendo, pero también quiero ser yo, papá. No solo tu hija que siempre sigue las reglas.

—Es tu obligación obedecerme.—Declaró Koushiro— Lo hago por tu bien.

—Pero...

—Pero nada.—Respondió el pelirrojo— No tienes permiso para salir.

El intercambio entre Akari y Koushiro fue interrumpido por el sonido inesperado del timbre de la puerta. Ambos se miraron, desconcertados, antes de que la sirvienta apareciera en el umbral del salón. Su expresión era neutral, pero su anuncio no dejó de causar un impacto.

—Señor, señorita Akari —dijo, inclinando ligeramente la cabeza—, la señorita Haruna Anderson ha regresado de su viaje.


La oficina estaba casi en completo silencio, salvo por el zumbido de la computadora y el tenue sonido de los relojes marcando el paso del tiempo. Kouji estaba sentado en su escritorio, rodeado de papeles, gráficos y documentos abiertos en múltiples pantallas. Sus ojos cansados repasaban una y otra vez las cifras frente a él, buscando un error que, en realidad, sabía que no existía.

Eran las seis de la tarde, pero para él, el día parecía no tener fin. Desde la mañana había estado atrapado en reuniones interminables, lidiando con correos electrónicos y la presión de cumplir plazos imposibles. Todo esto mientras intentaba no retrasarse en sus trabajos universitarios, donde se esperaba que, como siempre, brillara como el estudiante ejemplar.

"El estudiante sobresaliente", pensó con sarcasmo, apretando los dientes. Ese título no le traía orgullo ni satisfacción, solo una constante sensación de agotamiento y el peso de las expectativas ajenas. No podía fallar. No podía permitir que nadie lo viera débil.

Se reclinó en su silla y cerró los ojos por un momento, pero el ruido de su mente no lo dejaba descansar. Los recordatorios de entregas pendientes, las reuniones programadas para el día siguiente y las expectativas de sus superiores giraban en su cabeza como un torbellino incesante.

Frunció el ceño y se llevó las manos al rostro, tratando de borrar el cansancio con un gesto inútil. La presión en sus sienes era insoportable, y un dolor de cabeza comenzaba a instalarse con la fuerza de un martillo.

Por un instante, miró la puerta de la oficina. Estaba cerrada, y eso le daba una extraña sensación de alivio. Al menos ahí dentro no había nadie que lo observara o lo juzgara. Nadie que pudiera añadir más peso a su carga. Sin embargo, esa soledad también tenía un lado oscuro: le recordaba lo atrapado que estaba.

"No quiero hacer esto", pensó con amargura, mirando los papeles frente a él. Pero no tenía opción. Su familia, sus jefes, incluso sus compañeros de la universidad esperaban que lo hiciera. Y lo peor era que, aunque odiaba todo lo relacionado con su trabajo, sabía que era bueno en ello. Eso lo hacía sentirse aún más atrapado.

Finalmente, Kouji se inclinó hacia un lado, alcanzando la chaqueta que había colgado en el respaldo de la silla. Sus dedos temblaban ligeramente mientras rebuscaba en los bolsillos interiores, hasta que finalmente lo encontró: una pequeña bolsa de plástico con polvo blanco en su interior.

La sostuvo entre sus dedos, mirándola fijamente. Durante un momento, una sombra de duda cruzó por su rostro, pero fue rápidamente reemplazada por un suspiro de resignación. "Solo un poco. Lo suficiente para calmarme. Para seguir adelante."

Abrió la bolsa con movimientos precisos, como si lo hubiera hecho cientos de veces antes. Tomó una pequeña cantidad con la punta de un objeto que parecía ser parte de un bolígrafo desmontado y lo preparó con rapidez. Kouji sabía exactamente lo que estaba haciendo, pero evitaba pensar demasiado en ello. Si se detenía a analizarlo, quizás el peso de la realidad sería demasiado.

Inhaló profundamente, cerrando los ojos mientras el polvo hacía su efecto casi inmediato. Una sensación de calma artificial comenzó a invadir su cuerpo, como si todo el ruido y el estrés se desvanecieran en el aire. Sus hombros se relajaron, y por un momento, el dolor de cabeza desapareció.

Pero el alivio no duraría mucho. En el fondo, Kouji sabía que esta no era la solución, pero no podía detenerse. Era su manera de mantener el ritmo, de cumplir con las expectativas, de no dejar que nadie supiera lo mucho que estaba luchando.

Con un otro movimiento ansioso, tomó un poco del contenido con la mano temblorosa, llevándolo hacia su nariz.

En ese momento, un golpe en la puerta resonó, haciéndolo congelarse. Antes de que pudiera reaccionar, Nene, siempre eficiente y puntual, abrió la puerta con unos documentos en mano.

—Kouji, necesito que revises estos informes para...

Su voz se detuvo al instante. Sus ojos, inicialmente fijos en los papeles que sostenía, se alzaron para encontrarse con una escena que jamás había esperado. Kouji, sobresaltado, dejó caer el envoltorio, mientras su mirada buscaba desesperadamente una excusa.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Nene, con el ceño fruncido y una mezcla de incredulidad y preocupación.

Kouji se apresuró a recoger el envoltorio y lo escondió detrás de unos documentos en su escritorio, intentando parecer calmado.

—Nada —dijo con voz áspera—. Solo trabajo... ya sabes, los informes y todo eso.

Nene no era alguien fácil de engañar. Dio un paso adelante, cerrando la puerta tras de sí.

—Kouji, no me mientas. Vi lo que estabas haciendo.

Kouji intentó mantener la compostura, pero el sudor comenzaba a formarse en su frente.

—Estás imaginando cosas, Nene. No tienes por qué preocuparte.

—¿Imaginando? —replicó ella, cruzando los brazos y mirándolo fijamente—. ¿Crees que soy ciega? Vi ese polvo en tu escritorio. ¿Qué es?

Kouji apretó los puños, tratando de mantener el control, pero la presión en su interior comenzaba a aumentar. Finalmente, dejó escapar un suspiro frustrado.

—Estás viendo cosas que no son.

Nene se mordió el labio inferior ante esto.

Estaba segura que lo había visto ¡de verdad! Kouji estaba esnifando un polvo blanco.

—Estoy segura que vi algo.

—No lo viste.—Sentenció el oji-azul—Y aunque así fuera. No tienes porque involucrarte en mis asuntos ¿no?

Nene pasó su mirada por Kouji, quien la observaba seriamente, sin emoción, solo frialdad. Se mordió el labio inferior ante esto, era evidente que por más que insistiera él seguiría negando lo que vio.


Akari estaba parada frente a la oficina de su padre, con la cabeza gacha y los ojos suplicantes. La puerta estaba entreabierta, y podía escuchar las conversaciones que pasaban dentro. No era la primera vez que pedía permiso, pero esta vez su voz tenía un toque de desesperación.

—Papá, por favor, déjame salir —dijo Akari con un tono implorante.

Koushiro, que estaba revisando unos documentos en su escritorio, levantó la vista y suspiró. Su expresión mostraba una mezcla de preocupación y determinación.

—Akari, ya hemos hablado de esto —dijo Koushiro con firmeza—. No puedes salir. Es peligroso.

La joven pelirroja se acercó más, sus manos unidas en una especie de súplica silenciosa. Ella había pasado todo el día encerrada en la casa, cumpliendo con sus obligaciones académicas y responsabilidades diarias, y sentía que necesitaba un respiro.

—Pero papá, ¡todo el día estoy encerrada! Estudio, hago mis tareas, y nunca tengo un momento para mí. ¿No puedo al menos tener un descanso?

Koushiro la miró, su expresión dura, pero su corazón se ablandó al ver la tristeza en los ojos de su hija.

—Lo sé, Akari, pero es por tu seguridad. Hay riesgos que no podemos ignorar.

En ese momento, Mimi, que había estado escuchando la conversación desde la entrada de la oficina, decidió intervenir. Había un tono de preocupación en su voz, pero también una determinación firme.

—Koushiro, creo que podríamos encontrar una solución —dijo Mimi, acercándose al escritorio—. Tal vez podría yo salir con Akari. Así no estaría sola y podríamos asegurarnos de que esté bien.

El pelirrojo la miró, sorprendido por la propuesta. No había considerado esa opción, pero sus instintos protectores eran fuertes.

—No es necesario —respondió Koushiro—. Akari no irá a ningún lado.

Mimi frunció el ceño, sabiendo cuánto significaba para Akari el poder tener un poco de libertad.

—Koushiro, Akari es una buena niña. Siempre cumple con sus obligaciones, estudia y es una excelente hija. Merece tener un descanso, un momento para ella misma. No podemos encerrarla todo el tiempo.

Akari, al escuchar a Mimi, sintió una chispa de esperanza. Se acercó más a su padre, sus ojos llenos de súplica.

—Por favor, papá... —dijo con una voz que apenas era un susurro—. Solo quiero salir un rato, para respirar un poco, para cambiar de aires.

Koushiro se quedó en silencio, masticando sus pensamientos. Sabía que Akari estaba haciendo un esfuerzo por ser responsable, pero también entendía la importancia de permitirle tener una vida fuera de sus obligaciones.

—¿Dónde piensas ir? —preguntó finalmente, su tono un poco más suave—. Apenas conoces personas fuera de la casa.

Mimi sonrió ligeramente al escuchar la pregunta. Se acercó a Koushiro, tratando de ser conciliadora.

—No es necesario que Akari conozca a alguien en particular. Puede ir conmigo, tal vez dar un paseo por el parque o simplemente salir a tomar un café. Algo tranquilo y seguro.

Koushiro consideró la propuesta. Sabía que mantener a Akari encerrada todo el tiempo no era saludable, y aunque su instinto era protegerla, también entendía que debía permitirle vivir y disfrutar un poco.

Finalmente, suspiró y asintió con la cabeza, cediendo a la petición.

—Está bien —dijo con un tono resignado—. Puedes salir, pero solo si Mimi te acompaña. Y asegúrate de no ir demasiado lejos.

Akari casi no podía creer lo que escuchaba. Sus ojos se iluminaron y sonrió ampliamente, sintiendo una oleada de alivio y felicidad.

—¡Gracias, papá! —exclamó, abrazándolo con fuerza—. Prometo que no iré lejos y me comportaré bien.

Mimi sonrió al ver la reacción de Akari y miró a Koushiro con un gesto de agradecimiento.

—Gracias, Koushiro. Te aseguro que cuidaré de ella.

El adulto asintió, su expresión aún seria pero con un indicio de alivio al ver a su hija tan contenta. Aunque seguía preocupado, sabía que permitirle un poco de libertad y distracción podría ser lo mejor para ella en ese momento.

—Cuídala, Mimi —dijo con una nota de preocupación en su voz—. Y recuerda, nada de riesgos.

Mimi asintió y tomó la mano de Akari, guiándola hacia la salida de la oficina. Akari caminó junto a ella, emocionada por la pequeña escapada que le habían permitido, sintiendo una mezcla de gratitud y alegría por el gesto de su padre.


La luz suave de la tarde se filtraba a través de las cortinas de la sala, pintando de un dorado cálido los muebles y las paredes. En el aire aún flotaba un leve aroma a café recién hecho, y el ambiente era tan tranquilo que parecía casi irreal después de todo lo que Ryo había vivido en los últimos días. El joven estaba sentado en un sillón, su rostro aún con huellas de cansancio, pero también con una expresión de alivio y gratitud. Su cuerpo, aunque débil por la cirugía, parecía haber encontrado algo de paz al estar finalmente en su casa, en un entorno familiar que lo acogía con los brazos abiertos.

Tomoko, su madrina, estaba a su lado. La mujer, de rostro sereno pero ojos llenos de emoción, lo miraba con cariño. No podía evitar sonreír mientras le pasaba la mano suavemente por el cabello, aún húmedo por el baño que había tomado después de su llegada. Había sido un largo camino para Ryo, desde su encarcelamiento hasta la cirugía, y finalmente la libertad. Aún no podía creer que todo hubiera terminado, que la pesadilla que había vivido durante tanto tiempo estuviera finalmente atrás.

—Ryo, estoy tan feliz de tenerte aquí —dijo Tomoko, su voz temblorosa por la emoción mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Se acercó un poco más, hasta que pudo rodear sus hombros con los brazos, abrazándolo con fuerza. Ryo cerró los ojos, sintiendo el calor de su abrazo, un abrazo lleno de amor, preocupación y alivio.

Ryo la abrazó de vuelta con una sonrisa débil, pero genuina. Sentía la presencia de Tomoko como un refugio seguro, algo que había estado esperando durante tanto tiempo.

—Yo también estoy feliz de regresar a casa —respondió Ryo, su voz apenas un susurro, mientras se dejaba envolver por la calidez del abrazo de su madrina—. Ya no sabía cuánto podía soportar. Ha sido todo tan… difícil.

Tomoko lo apretó un poco más, como si temiera que fuera a desaparecer nuevamente. Su corazón latía con rapidez, y aunque las lágrimas brillaban en sus ojos, no las dejó caer. Ella había vivido días interminables de incertidumbre, de miedo por la vida de Ryo, de temores de que tal vez nunca regresara. La noticia de su apuñalamiento había sido un golpe devastador, y no hubo un solo momento en el que no pensara en él.

—¡No sabes cuánto me preocupé por ti! —dijo Tomoko, su voz quebrada pero llena de cariño—. Cada minuto en que no sabíamos de ti, mi corazón se rompía. Pensaba que nunca más volverías a estar aquí, que no podría volver a abrazarte… ¡Y ahora estás aquí, en casa, sanando! Es todo lo que he soñado estos días.

Ryo levantó la cabeza, mirando a su madrina con una sonrisa algo más firme. Aunque su cuerpo aún se sentía frágil y su mente estaba saturada por todo lo que había pasado, el amor y la preocupación de Tomoko lo hicieron sentir algo de consuelo. Sabía que no podía seguir pensando solo en lo malo. Aquel abrazo le daba fuerzas para seguir adelante.

—Lo sé, Tomoko. Y lamento haberte preocupado tanto —dijo, sus ojos llenos de gratitud—. Te prometo que ahora voy a estar bien. Voy a sanar, física y emocionalmente. Y voy a quedarme aquí, en casa, con ustedes.

Tomoko lo miró, aún abrazándolo, pero ahora con una sonrisa más amplia en el rostro. Sus ojos brillaban con una mezcla de amor y alivio.

—Te he esperado con todo mi corazón, Ryo —dijo suavemente—. Y ahora que estás aquí, puedo respirar tranquila. Esta casa no estaba completa sin ti.

Ryo, sintiendo el peso de sus palabras, le acarició la espalda de manera reconfortante.

—Gracias por siempre estar aquí para mí —dijo con sinceridad—. Si no fuera por ti, no sé qué habría hecho. Eres la razón por la que sigo adelante.

Tomoko le dio un suave beso en la frente, un gesto que le transmitió todo su amor incondicional. No necesitaban decir más.

—No tienes que agradecerme ¿sabes?

Ryo quiso responder, pero justo en ese momento el timbre sonó.

¡Ding, dong!

—¡Uh! Creo que llegó mi sorpresa.— Exclamó la oji-azul.

—¿Sorpresa?— Preguntó Ryo.

Tomoko sonrió y levantó las cejas con una mirada cómplice.

—Sí, una pequeña sorpresa para ti —dijo en voz baja, levantándose del sillón. Ryo frunció el ceño, aún confundido, pero antes de que pudiera decir algo, ella ya se había dirigido hacia la puerta.

Con pasos ligeros, Tomoko se acercó al timbre y lo presionó con la mano antes de abrir la puerta. Cuando lo hizo, la habitación se llenó de risas y voces conocidas que hicieron que el rostro de Ryo se iluminara de sorpresa.

—¡Sorpresa! —gritaron al unísono varios jóvenes que estaban en el umbral de la puerta, haciendo que Ryo se quedara boquiabierto.

Takuya, Daisuke, Ken, Tomoki, Junpei y Hikari estaban allí, todos con enormes sonrisas en sus rostros y una energía inconfundible que había sido la marca de su amistad a lo largo de los años. Todos estaban vestidos con ropa cómoda, como si acabaran de pasar el día juntos. Hikari, a diferencia de los demás, llevaba un ramo de flores frescas, un gesto especialmente considerado para Ryo, quien había pasado por tanto últimamente.

Ryo no podía creer lo que estaba viendo. En medio de todo lo que había sucedido, sus amigos estaban ahí, rodeándolo con risas y afecto, como si nada malo hubiera pasado. En ese instante, toda la tristeza, la ansiedad y el miedo que había sentido parecían desvanecerse, al menos por un momento.

—¡No me lo esperaba! —dijo Ryo, su voz llena de asombro y gratitud, mientras sus amigos pasaban uno por uno, dándole un abrazo cálido y sincero.

Takuya fue el primero en abrazarlo con fuerza, sonriendo ampliamente.

—Te teníamos en mente, amigo —dijo Takuya con tono juguetón—. Ya sabes que no íbamos a dejar que te quedaras solo en casa después de todo lo que has pasado.

Daisuke se acercó con su característica sonrisa, rascándose la cabeza.

—Sí, y yo me encargaré de hacer que te olvides de todo eso por un buen rato. ¿Listo para una noche de diversión?

Ken, con una mirada más seria pero igualmente amistosa, también le dio un abrazo rápido.

—Nos alegra verte bien, Ryo. Sabíamos que saldrías adelante.

Tomoki y Junpei llegaron después, dándole palmaditas en el hombro y diciendo bromas que aliviaron la tensión acumulada en Ryo, como si todo lo que había pasado no fuera más que un mal sueño.

Finalmente, Hikari, quien había esperado pacientemente su turno, se acercó a Ryo con el ramo de flores y se lo entregó con una sonrisa cálida.

—¡Estamos muy felices de verte, otra vez!— Exclamó— Toma, te traje un regalo.

—Muchas gracias Hikari.—Respondió el oji-azul.

—Recuerda que, aquí estamos, siempre contigo.

Ryo miró el ramo con algo de sorpresa y emoción, tomando las flores con manos temblorosas. Sin poder evitarlo, una sonrisa genuina apareció en su rostro. Al final, después de todo lo que había sucedido, tenerlos allí, rodeado de su gente, le hacía sentir que había algo más grande que las dificultades: su amistad.

—No sabía qué decir —respondió el Akiyama, con la voz un poco quebrada, mirando a sus amigos con gratitud—. Nunca me imaginé que iban a hacer algo así por mí.

Tomoko, que había permanecido en la puerta sonriendo mientras observaba la escena, les hizo un gesto con la mano, invitándolos a pasar.

—Vengan, todos, no los dejen afuera —les dijo con tono amable.

Uno a uno, los amigos de Ryo entraron a la sala, llenando el espacio con su energía, y aunque las risas y las bromas no paraban, Ryo no pudo evitar sentirse abrumado por la cantidad de amor que recibía de todos. Aquella era la verdadera medicina que su cuerpo y alma necesitaban.

Tomoko, al ver que su hijo ya no estaba tan aislado de su dolor, se acercó a él y le susurró al oído.

—¿Lo ves? No estás solo, Ryo. Nunca lo estarás. Tienes una familia que te quiere y que estará contigo en todo momento.

Ryo miró a su madrina, con los ojos brillando por el calor de las palabras que le había dicho. Sabía que, a pesar de las dificultades, tenía a estas personas a su lado. Y, de alguna manera, todo lo malo de los últimos días parecía desvanecerse con esa presencia reconfortante.

La casa se llenó de risas, de historias viejas y bromas que los hacían reír hasta las lágrimas. El tiempo parecía haberse detenido por un instante, regalándole a Ryo una tregua que, por un momento, lo hacía olvidar los horrores que había vivido. En ese lugar, rodeado de sus amigos y de Tomoko, Ryo comprendió que, aunque el camino hacia la sanación fuera largo, no tendría que recorrerlo solo.


El sol de la tarde se colaba por las ventanas del salón común del internado, bañando las mesas de madera en una cálida luz dorada. El ambiente estaba lleno de risas y conversaciones, pero no todas eran amistosas. En una esquina, Rika estaba sentada sola, inclinada sobre un cuaderno de dibujo, trazando líneas delicadas con su lápiz. Dibujar era su refugio, su manera de escapar del constante acoso de sus compañeras.

—¿Qué estás haciendo ahí, pequeña artista? —la voz aguda y burlona de Ai, una de las chicas más populares del internado, interrumpió el silencio que Rika había construido a su alrededor.

Rika no levantó la vista, manteniendo su atención en el dibujo. Era una escena de un bosque lleno de árboles altos y hojas que parecían bailar con el viento. Aunque el acoso era constante, ella había aprendido a no darles la satisfacción de una reacción.

—¿No me oyes, Ishida? —insistió Hanami, otra chica, esta vez arrancando una risa de las demás.

Las chicas se acercaron como un grupo de hienas al acecho, y Rika sabía que no podría ignorarlas por mucho tiempo.

—Déjala, Ai —dijo Hanami, una chica con una sonrisa maliciosa—. Está tan absorta en su "gran obra maestra" que no puede escuchar a los mortales como nosotras.

Las risas aumentaron, pero Rika permaneció impasible, aunque su mano tembló ligeramente al sostener el lápiz. Se dijo a sí misma que no importaba, que esas chicas no merecían su atención. Pero el nudo en su estómago crecía con cada palabra cruel.

—¿Sabes qué? —continuó Ai, con un brillo travieso en los ojos—. Creo que necesita algo de inspiración. ¿Qué tal si le "ayudamos" un poco con su dibujo?

Antes de que pudiera reaccionar, Ai estiró la mano hacia el cuaderno de Rika, pero en ese preciso momento, la puerta del salón se abrió. Una figura alta y severa apareció en el umbral, y el murmullo del grupo se desvaneció al instante.

Era la inspectora del internado, la señora Bernard, conocida por su mirada imponente y su capacidad para silenciar una habitación con solo un gesto.

—Señorita Ishida —llamó la inspectora, su voz firme pero sin hostilidad.

Rika levantó la vista, sorprendida por la interrupción. La señora Bernard no solía dirigirse a los estudiantes de manera individual, a menos que fuera por algo importante.

—¿Visita? —dijo, confundida, mientras observaba a sus compañeras, que también mostraban sorpresa.

La señora Bernard asintió con la cabeza, señalando hacia la puerta.

—Por favor, acompáñeme a la oficina. Están esperando.

Rika cerró su cuaderno rápidamente y lo guardó en su mochila antes de levantarse. Notó cómo las miradas de sus compañeras se clavaban en ella, algunas curiosas, otras claramente molestas por la interrupción.


La noche había caído sobre la ciudad, y las calles estaban iluminadas por las luces de los faroles y los anuncios de neón. La temperatura era fresca, y una ligera brisa movía las hojas de los árboles a lo largo de la acera. Mimi y Akari caminaban por una de las calles principales, el sonido de sus pasos y las conversaciones de los transeúntes creando una melodía de fondo.

Akari miraba a su alrededor con una mezcla de curiosidad y alivio. La libertad de caminar por la ciudad sin las restricciones de su casa le proporcionaba una sensación refrescante. Finalmente, se volvió hacia Mimi, su expresión llena de gratitud.

—Gracias por acompañarme, Mimi —dijo Akari, su voz cargada de sinceridad—. No sé qué habría hecho sin ti.

Mimi le sonrió con amabilidad, aunque había una ligera tristeza en su mirada. No le gustaba ver a la pelirroja tan agobiada.

—No tienes que agradecerme, Akari —respondió la castaña—. Es un gusto estar aquí contigo.

La respuesta de Mimi hizo sonreír a la adolescente. Mientras caminaban, la pregunta de Mimi la hizo volver a la realidad.

—¿Qué te gustaría hacer esta noche? —preguntó Mimi con interés—. Aunque sea algo pequeño, ¿hay algo que quieras hacer?

Akari se encogió de hombros, mirando a su alrededor mientras pensaba en la respuesta.

—En realidad, no tengo un plan en particular —dijo finalmente—. Solo quiero librarme un poco de la mirada de mi padre. A veces me siento como si estuviera atrapada.

Mimi asintió con comprensión, sabiendo que la presión que sentía Akari debía ser abrumadora.

—Entiendo —dijo Mimi—. Pero debes saber que, Koushiro no es un mal padre. Solo quiere lo mejor para ti.

Akari bajó la mirada, sintiendo un peso en el pecho. Sus pasos se volvieron más lentos mientras procesaba las palabras de Mimi.

—Lo sé —murmuró—. Sin embargo, su sobre control es tan agobiante. Me siento como si no tuviera espacio para respirar.

Mimi la observó con empatía. Sabía que Koushiro estaba motivado por el amor y la preocupación, pero también entendía que su sobreprotección podía ser demasiado para una joven como Akari.

—Es difícil encontrar un equilibrio —dijo Mimi suavemente—. Koushiro te quiere mucho y está preocupado por ti. A veces, esa preocupación puede manifestarse en control excesivo. Pero eso no significa que no te quiera.

Akari levantó la vista, mirando a Mimi con una mezcla de gratitud y resignación.

—Lo sé, Mimi. A veces me siento atrapada entre querer cumplir con sus expectativas y querer vivir mi propia vida. Es como si estuviera en una prisión de expectativas.

Mimi la tomó de la mano, apretándola suavemente en un gesto de apoyo.

—Es importante recordar que tu vida es tuya. Tienes derecho a tener momentos para ti misma, a tomar decisiones y a sentirte libre. No tienes que cumplir con todas las expectativas si eso significa que te estás ahogando.

Akari asintió, sintiendo el consuelo en las palabras de Mimi. La noche a su alrededor parecía menos opresiva, y el simple acto de caminar con alguien que entendía su dolor le daba una sensación de alivio.

—Gracias, Mimi —dijo con una voz más tranquila—. Realmente necesitaba hablar de esto. A veces siento que no puedo hablar con nadie más.

Mimi le sonrió, sabiendo que el vínculo que compartían era especial. Aunque Akari seguía lidiando con sus problemas, sabía que estaba dando un paso importante al abrirse y buscar apoyo.

—Siempre estaré aquí para ti, Akari —dijo Mimi con sinceridad—. Y recuerda, no tienes que enfrentarlo todo sola. Estamos juntas en esto.

Mientras continuaban caminando por las calles nocturnas, las luces de la ciudad brillaban a su alrededor, y el peso que llevaba Akari parecía un poco más liviano. El simple acto de compartir sus preocupaciones y tener una conversación sincera con Mimi le dio una nueva perspectiva, aliviando un poco la carga emocional que había estado llevando.

La brisa nocturna se había vuelto más cálida mientras Mimi y Akari seguían caminando por las calles. La conversación entre ellas había sido sincera y reconfortante, pero ahora Mimi parecía pensativa, como si estuviera considerando algo importante.

—Akari —dijo Mimi, rompiendo el silencio—, ya que no tienes un panorama fijo para esta noche, ¿qué te parece si me acompañas a ver a mi hermano, Ryo?

La pelirroja la observó sorprendida por la propuesta. Miró a Mimi con curiosidad y algo de inquietud.

—¿A Ryo? —preguntó Akari—. ¿Por qué querrías ir a verlo a esta hora?

Mimi asintió con un aire de preocupación.

—Estoy preocupada por él.

—Él está mejor. Mi padre lo ayudo cuando le dieron el alta y dijo que estaba bien.

La castaña asintió: —Sí. Pero no quiero dejarlo mucho tiempo solo. Y con todo lo que está pasando, siento que debería estar allí para él. Sé que tu padre, Koushiro, me dice que debo tomar distancia.—Recordó— Pero me es inevitable. Ryo es mi hermano.

Akari sintió un leve estremecimiento. Había oído sobre la situación de Ryo y sabía que era complicado. La idea de visitar a alguien en esa situación parecía incómoda, pero también sabía lo importante que era para Mimi.

—Entiendo madrina—dijo—Si realmente quieres ir, entonces, te acompañaré.

Mimi le sonrió agradecida, su rostro mostrando una mezcla de alivio y gratitud.

—Gracias, Akari. Me alegra que aceptes. No es que quiera que te sientas obligada, pero me haría sentir más cómoda si tuviera compañía.

Ambas se dirigieron hacia el lugar donde Ryo estaba, un sentimiento de solemnidad llenando el aire. Akari sintió una mezcla de nervios y curiosidad, preguntándose qué vería en ese encuentro. Aunque la noche había comenzado con un deseo de escapar y relajarse, se estaba transformando en una oportunidad para ofrecer apoyo y solidaridad a alguien en necesidad.

Mientras caminaban hacia el lugar, Mimi mantuvo una conversación ligera con Akari, tratando de mantener el ambiente relajado antes de enfrentar la visita a Ryo. La conversación no era particularmente profunda, pero ayudaba a que Akari se sintiera menos ansiosa y más preparada para lo que iban a encontrar.

Finalmente, llegaron al lugar donde Ryo estaba, la casa de Tomoko intimidante en la noche. Mimi se detuvo por un momento, mirando a Akari con una mezcla de determinación y vulnerabilidad.

—Gracias por estar aquí conmigo —dijo Mimi—. Significa mucho para mí.

Akari asintió, sintiendo una nueva apreciación por el compromiso y la preocupación de Mimi. A pesar de sus propias preocupaciones y el peso que había llevado durante la noche, ahora estaba lista para enfrentar la situación junto a su madrina.

—Vamos —dijo Akari con una sonrisa de apoyo—. Vamos a ver cómo está Ryo.

Ambas se dirigieron hacia el interior del edificio, con la esperanza de que su visita brindara algo de consuelo a Ryo y fortaleciera el vínculo entre ellas. La noche avanzaba, y aunque había sido inesperadamente cargada de emociones, también estaba llena de la promesa de comprensión y apoyo mutuo.


La luz tenue del exterior se filtraba a través de las persianas de la oficina, proyectando líneas doradas en el suelo de madera. Rika entró con paso lento, confundida y algo nerviosa. No esperaba que nadie viniera a visitarla, y mucho menos a esta hora del día. Al levantar la vista, su cuerpo se tensó.

Sentada en una de las sillas frente al escritorio estaba Toshiko Takenouchi, la mujer cuya presencia siempre le provocaba una mezcla de inquietud y desagrado. Su impecable kimono color marfil contrastaba con su expresión severa, aunque esta vez, Toshiko lucía una sonrisa peculiar, una que no alcanzaba sus ojos.

—Rika —pronunció Toshiko con su voz baja y medida, pero cargada de un tono que siempre parecía juzgar.

Rika parpadeó, incapaz de ocultar su sorpresa. ¿Qué estaba haciendo ella aquí? Toshiko no era alguien que desperdiciara su tiempo en visitas sin motivo. De hecho, nunca antes había mostrado interés alguno en verla, salvo para hacerle comentarios punzantes que la dejaban sintiéndose más pequeña de lo que ya se sentía.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Rika, manteniendo una distancia prudente, su voz intentando sonar firme pero traicionada por un leve temblor.

Toshiko alzó una ceja, como si la pregunta le divirtiera.

—¿No te alegra verme, niña? —respondió con una sonrisa que hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Rika. Había algo profundamente inquietante en esa expresión, una mezcla de condescendencia y algo que no podía descifrar del todo.

Rika apretó los puños, sintiendo cómo sus dedos se hundían en la tela de su falda. Quería responder con algo mordaz, algo que reflejara la incomodidad que le provocaba, pero sabía que eso solo le daría a Toshiko más razones para atacarla.

—No me lo esperaba, eso es todo —dijo finalmente, optando por una respuesta neutral.

Toshiko entrecerró los ojos, como evaluando cada palabra, cada movimiento. Luego asintió, como si estuviera aprobando una actuación.

—He venido a verte —dijo con calma, cruzando las manos en su regazo. Sus movimientos eran precisos, elegantes, calculados. Todo en Toshiko daba la impresión de ser meticulosamente planeado.

Rika frunció el ceño, confusa. Aquella afirmación no tenía sentido viniendo de alguien como Toshiko.

—¿Por qué? —preguntó con cautela. No podía ocultar su desconfianza, y Toshiko lo notó.

—¿Acaso no puedo querer pasar tiempo con mi nieta? —respondió Toshiko, ladeando ligeramente la cabeza, como si la pregunta misma fuera absurda.

Rika no respondió de inmediato. Sabía que Toshiko no era alguien que hiciera algo sin un propósito específico. Su "afecto" siempre había estado reservado para Izumi y Nene, las nietas que encajaban perfectamente con sus estándares de perfección. Para ella, Rika siempre había sido una anomalía, un error que prefería ignorar.

—No entiendo —dijo finalmente, mirándola directamente a los ojos—. Tú nunca has querido verme. Entonces, ¿qué cambió?

Toshiko dejó escapar una leve risa, pero no era una risa cálida. Era fría, casi burlona.

—Ah, querida, siempre tan inquisitiva. Esa curiosidad tuya puede ser una virtud… o un defecto —dijo, su tono vagamente amenazante.

Rika sintió cómo un nudo se formaba en su estómago. Había algo en la forma en que Toshiko la miraba, algo que le decía que su visita no era casual. Pero ¿por qué ahora? ¿Por qué venir al internado?

—Deberías estar agradecida de que me haya tomado el tiempo de venir hasta aquí —continuó Toshiko, ignorando la tensión en el rostro de Rika—. No todos los días una chica como tú tiene la oportunidad de recibir a alguien como yo.

—¿Alguien como tú? —repitió Rika, sin poder evitar que una pizca de ironía se colara en su voz.

Toshiko arqueó una ceja, claramente no acostumbrada a que le respondieran de esa manera. Sin embargo, su sonrisa no se desvaneció. Si acaso, se volvió más afilada.

—Una mujer que sabe cómo manejar su posición, su influencia. Algo que tú deberías aprender si alguna vez quieres ser tomada en serio.

Rika sintió cómo su frustración crecía, pero no podía dejar que Toshiko la viera perder el control. Eso sería exactamente lo que ella quería.

—Si realmente viniste a "verme", ¿por qué no me dices lo que en realidad quieres? —dijo finalmente, enfrentándola con la mirada.

Por un breve instante, Toshiko pareció sorprendida, pero rápidamente recuperó su compostura.

—Quizás solo quiero asegurarme de que entiendes tu lugar, Rika —dijo finalmente, su tono suave pero cargado de significado.

Rika sintió cómo un frío profundo se apoderaba de ella. Había algo más detrás de esas palabras, algo que no podía comprender del todo, pero sabía que esta visita no era lo que parecía.

—Bueno, ya me viste —dijo, su voz más firme de lo que esperaba—. ¿Hay algo más que quieras decirme?

—Hey, tranquila, no seas maleducada y valora mi visita.—Comentó la castaña—Después de todo, no debes estar muy feliz en este lugar ¿no?

Rika se mordió el labio inferior, no quería hablar con ella.

—Dime ¿por qué estás aquí?— Preguntó— Está claro que no vienes simplemente a ver como estoy.

Toshiko sonrió: —Me conoces bastante bien al parecer.

Jamás le importaría el bienestar de esa arrimada.

—Entonces ¿por qué estás aquí?

—Porque necesito hablar contigo.

—¿Hablar conmigo?— Preguntó la pelirroja.

La castaña asintió.

—¿De qué?

—De ti.—Respondió la madre de Sora.

—¿De mi?

Toshiko asintió: —Hay que necesitas saber y sobre ti.—Declaró.

Rika la observó sin entender ¿qué tenía esa mujer que decir de ella?

—¿Qué tendría usted que decir de mi? Si jamás le he importado.—Habló— Jamás me ha tratado como su nieta.

—Pues sí, nunca lo he hecho, y créeme tampoco me interesa hacerlo.—Comentó la Takenouchi—Pero, dime, alguna vez ¿te has preguntado a que se debe eso?

¡Pues claro que sí! Siempre se lo había preguntado. ¿Qué diferencia había entre Izumi, Nene y ella? ¿Por qué a ellas las aceptaba?

—Jamás lo he sabido.

—Bueno es momento que lo sepas.

Toshiko se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre el escritorio, y fijó su mirada en Rika con una frialdad calculada.

—Y de una vez por todas ¡quiero acabar con esta mentira!

¿Mentira?

La pelirroja frunció el ceño, confundida por el cambio abrupto en el tono de la conversación.

—¿De qué estás hablando? —preguntó, inquieta.

—De tu origen.

La pelirroja alzó una ceja.

—Rika, tú no eres realmente hija de Sora y Yamato, mucho menos mi nieta. —Las palabras salieron de sus labios como un golpe seco—. Eres adoptada.

Rika se quedó paralizada por un momento, procesando la brutalidad de las palabras que acababan de salir de la boca de Toshiko. Su mente trabajaba a toda velocidad, intentando encontrar sentido en lo que acababa de escuchar.

—¿Qué? —susurró, su voz temblorosa—. Eso no puede ser cierto.

Toshiko no mostró ninguna emoción mientras continuaba.

—Es verdad, Rika. No eres hija biológica de Yamato y Sora. Ellos te adoptaron cuando eras un bebé. Tus verdaderos padres son desconocidos para ti, y nunca quisieron que supieras la verdad.

Rika se levantó de un salto, sus ojos abiertos de par en par por la sorpresa y el dolor.

—¿Por qué estás diciendo esto? —exigió, su voz llena de incredulidad—. ¿Por qué ahora?

Toshiko se encogió de hombros, su expresión inmutable.

—Porque es el momento de que conozcas la verdad. Y porque hay cosas que debes entender sobre tu lugar en esta familia.

Las palabras de Toshiko resonaban en los oídos de Rika como un eco cruel. La pelirroja sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies, y su mundo se tambaleaba con la revelación. Un torrente de emociones la abrumaba: confusión, ira y tristeza.

—¿Por qué? —preguntó, su voz rota—. ¿Por qué me lo estás diciendo así? ¿Qué quieres de mí?

Toshiko no respondió de inmediato, su mirada era de desaprobación mientras observaba a Rika. Finalmente, con una frialdad calculada, habló.

—Quiero que entiendas tu lugar. No eres una verdadera Ishida. Nunca lo serás. Así que deja de actuar como si tuvieras derecho a todo en esta familia.

Las palabras de Toshiko dejaron a Rika en estado de shock. No podía procesar la magnitud de lo que acababa de escuchar. La verdad había golpeado como un martillo, y la pelirroja se sintió más perdida que nunca.

—Esto no puede ser verdad... —murmuró, sus ojos llenos de lágrimas mientras trataba de mantenerse erguida— No quiero... No puedo creerlo.

Toshiko se levantó de su silla, indicando que la conversación había terminado.

—Lo es, Rika. Y es algo con lo que tendrás que vivir.

Rika se quedó allí un momento, sintiendo que el mundo se había desmoronado a su alrededor. Finalmente, con el corazón roto y el alma desgarrada, se dio la vuelta y salió de la oficina, dejando atrás las palabras crueles que acababan de destruir su sentido de identidad y pertenencia.

Mientras caminaba por el pasillo del edificio, las lágrimas comenzaron a caer libremente. Sentía que había perdido más que solo su familia; había perdido la seguridad de su propia existencia.


La risa y las bromas llenaban la sala mientras los amigos de Ryo se relajaban, disfrutando del ambiente ligero y desenfadado. Habían pasado unas semanas intensas desde que la banda había estado en pleno caos, y ahora que el ingeniero de sonido de la banda finalmente había regresado, la tensión se había disipado por completo.

—¡Yo me estaba preguntando qué haríamos si el ingeniero de sonido no volvía! —bromeó Takuya, riendo mientras tomaba un sorbo de su bebida—. ¡Nada de buenos ritmos, solo un montón de "silencio" en el escenario!

—¡Exacto! ¡Hubiéramos tenido que improvisar! —añadió Ken, riendo con fuerza—. ¿Quién iba a tomar el control de la música? ¡Ya veo a Daisuke intentando hacerlo, tocando algo completamente fuera de lugar!

—¡Oye! —Daisuke se quejó, levantando las manos en señal de rendición—. ¡Sé lo que estoy haciendo! ¡Hubiera puesto algo épico, como... no sé... una balada de los 80!

—¡Eso es exactamente lo que nos habría matado! —exclamó Tomoki, mientras se llevaba la mano a la cabeza, haciendo una mueca—. Imagínate, Daisuke, todos los fans aplaudiendo... pero solo por lo "extraño" que suena.

Todos rieron a carcajadas, imaginando la escena ridícula de Ken en el escenario, dirigiendo la música.

—Ryo tienes prohibido morirte. Ya que si ocurre ¡imaginen el desastre! —bromeó Junpei, tirando una mirada cómplice a Ryo. Todos rieron aún más fuerte, la idea de que la banda fuera un completo caos sin el personal adecuado era un tema recurrente entre ellos.

—Menos mal que todo volvió a la normalidad. El ingeniero de sonido está de vuelta y la música está como debe ser —dijo Ryo, sonriendo satisfecho mientras se recostaba en el sillón, disfrutando de la comodidad de tener a sus amigos cerca y de estar en su hogar después de tantos líos.

La atmósfera en la sala estaba relajada y llena de calidez. Nadie parecía querer que esa noche terminara. Las bromas continuaban fluyendo mientras la conversación giraba entre anécdotas graciosas y recuerdos de conciertos pasados.

—Hablando de eso, pronto será la presentación.—Comentó el Akiyama.

—¡Hey! No te preocupes por eso.—Se apresuró a decir Kene.

—Pero la presentación será pronto.

—Sí, pero necesitas descansar.—Declaró Takuya— No queremos sobre cargarte con eso.

De repente, el timbre sonó, rompiendo la atmósfera relajada de la sala.

¡Ding, dong!

Ryo levantó la vista de inmediato, mirando a Tomoko, que se encontraba sentada junto a él.

—¿Esperas a alguien? —preguntó, desconcertado, ya que no se esperaba ninguna visita más.

Tomoko levantó una ceja, sorprendida también.

—No, no espero a nadie —respondió, mirando con cierta confusión hacia la puerta.

Con una ligera incertidumbre, Tomoko se levantó del sillón y caminó hacia la puerta. Ryo miró a sus amigos con una mezcla de curiosidad y desconcierto mientras Tomoko se acercaba al timbre. La charla en la sala cesó momentáneamente mientras esperaban a ver quién sería el visitante inesperado. El silencio se apoderó de la casa durante un breve segundo.

Tomoko abrió la puerta, y ante su sorpresa, vio a Mimi, quien estaba acompañada de Akari, la hija de Koushiro.

—Mi...—Casi pronunció su nombre, pero rápidamente corrigió su error—Haruna —dijo con rapidez y luego pasó su mirada por la adolescente— Akari.

Haruna, o más bien Mimi, la miró con una leve sonrisa y un tono amigable.

—Hola, Tomoko —saludó con un gesto de cortesía, manteniendo la compostura— Siento molestar.

—N-no...no molestas querida...—Comentó— Pero ¿Qué... qué haces aquí? —preguntó Tomoko, sin poder evitar que la confusión se reflejara en su rostro.

—Vine a ver cómo está Ryo —respondió con calma, mirando hacia dentro, donde todos estaban observando la escena. La mujer pelirroja a su lado sonrió con una expresión amigable, aunque algo reservada, manteniendo una actitud tranquila mientras permanecía en silencio.

Ryo, que había estado observando desde el sillón, se sintió incómodo ante la presencia de Mimi, o mejor dicho, Haruna. No esperaba verla allí. De hecho, no sabía qué pensar.

—¿Puedo verlo?—Preguntó la castaña.

—¿E? Cla-claro...—Respondió Tomoko— Él está con unos amigos, pero no creo que tenga problemas en atenderte.

Tomoko dio un paso atrás, aún con la mirada fija en Haruna, o mejor dicho, Mimi, tratando de procesar la situación. Ella no sabía exactamente qué hacía allí, o por qué se había presentado tan de repente en su casa, pero, al ver la expresión tranquila de la joven, no pudo evitar sentir que había algo extraño en todo esto. La joven pelirroja que la acompañaba, Akari, se mantenía en silencio, observando a su alrededor con una calma inquietante.

—Entonces... —Tomoko se dio por vencida, dejando escapar un suspiro y abriendo completamente la puerta—. Pasa, por favor.

Haruna sonrió, agradeciendo con un pequeño gesto de la cabeza. Akari la siguió sin decir palabra, ambas avanzando hacia el interior de la casa mientras Tomoko las guiaba hacia la sala donde Ryo y sus amigos estaban charlando. En cuanto cruzaron el umbral, la atención de todos se centró en ellas, y el ambiente se tensó al instante.

Ryo, al ver a Mimi, se quedó estupefacto, un sentimiento de incomodidad cruzando su pecho. No esperaba que ella estuviera allí. Había pasado tanto tiempo sin verla que la sorpresa lo dejó sin palabras. Hikari fue la primera en reaccionar, levantando una ceja con desconfianza. Los demás, aunque no tan vocales, también parecían sentir que algo no estaba bien.

—Haruna... —Ryo murmuró, levantándose lentamente del sillón, mirando a Mimi con una mezcla de desconcierto y confusión.

Mimi, con una sonrisa en los labios, hizo un gesto de saludo, su tono tranquilo como siempre.

—Hola, Ryo. No quería interrumpir... —dijo ella, y luego su mirada se desvió hacia los otros en la sala, un tanto sorprendida por la presencia de tantas personas— Pero quería venir a verte.

Ryo sonrió al verla y, prácticamente, ignoró a todos a su alrededor. Rápidamente se acercó a ella con toda la intención de abrazarla...¡Pero! Rápidamente volvió en sí al recordar que...estaba frente a Haruna y no Mimi.

Frente a los demás, ella era Haruna, no Mimi.

Así que se detuvo frente a ella y alzó su mano.

—Hola, Haruna —dijo, alzando su mano en un gesto de saludo, tratando de ocultar la incomodidad que sentía. Sabía que debía ser cauteloso, especialmente con todos sus amigos observando la situación—. Es un agrado verte.

Haruna asintió, su sonrisa se hizo aún más cálida y su tono de voz, suave como siempre, pareció aliviar un poco el aire tenso que se había formado en la sala.

—El agrado es mío, Ryo —respondió ella con gentileza. Luego, su mirada se desplazó hacia la joven pelirroja que la acompañaba, quien estaba observando a todos con una tranquilidad que no pasaba desapercibida. Haruna se inclinó levemente, como si quisiera disculparse por la presencia de su acompañante—. Ella es mi ahijada, Akari. Espero que no te moleste que haya venido también.

Ryo miró a la chica pelirroja, quien se mantenía en silencio, observando a todos con una expresión calma, aunque no parecía molesta por la mirada de los demás. Ryo sonrió de manera amistosa, intentando dar la impresión de que no había ningún inconveniente.

—No hay problema en absoluto —dijo, asegurándola. Aunque no la conocía, la presencia de Akari no le resultaba incómoda. De hecho, parecía una joven tranquila, como si estuviera acostumbrada a ambientes un poco tensos.

Haruna, al ver la reacción de Ryo, sonrió agradecida y luego dio un paso hacia el centro de la sala, mirando a los amigos de Ryo, quienes aún observaban la escena con curiosidad.

—Veo que estás bien acompañado —comentó, su mirada recorriendo a cada uno de los presentes con una mezcla de curiosidad y una pizca de diversión en los ojos. A pesar de la gravedad de la situación, parecía que Haruna no perdía su compostura.

Ryo asintió con una sonrisa, sintiéndose un poco más relajado al ver que la conversación se estaba desarrollando con naturalidad, o al menos en la dirección correcta.

—Sí, parece que tengo una buena compañía hoy —respondió, señalando a sus amigos con una mano en dirección a cada uno de ellos, que respondieron con una sonrisa, aunque no podían evitar sentirse algo incómodos ante la inesperada aparición de Mimi. Hikari, como siempre, fue la más directa en mostrar su desconfianza, pero incluso ella prefirió quedarse en silencio por el momento.

Haruna observó a los amigos de Ryo con atención.

—Nuevamente nos encontramos señorita Anderson.—Comentó Takuya

—Así parece.—Musitó la oji-miel— ¡Gracias al cielo no cayeron sobre mi esta vez!

Los chicos sonrieron tímidamente ante esto.

—Sí...—El vocalista y líder del grupo llevó una mano a su nuca— Tuvo suerte hoy.

—Siento mucho interrumpir. Entiendo que esta es una reunión entre amigos —dijo Haruna, suavizando la situación con un tono cordial—. No quiero molestar, solo quería asegurarme de que Ryo estuviera bien después de todo lo que pasó.

—No te disculpes Haruna, en este lugar todos son bienvenidos.—Declaró Tomoko.


La atmósfera en el departamento de Hiroaki era tranquila. La luz del atardecer se filtraba por las grandes ventanas, iluminando la decoración sobria y cuidadosamente seleccionada. Hiroaki estaba sentado en su sillón favorito, sosteniendo un vaso de whisky mientras hojeaba un informe. El sonido del timbre rompió el silencio.

—Señor Hiroaki, alguien toca el timbre —anunció su sirvienta desde la entrada.

—Adelante, abre —respondió con calma, sin levantar la vista de los documentos.

A los pocos segundos, unos pasos resonaron en el pasillo. Hiroaki levantó la mirada y, para su sorpresa, vio a Yamato entrando con pasos firmes, su rostro encendido de furia. La sirvienta se quedó paralizada al ver la tensión en el aire, pero Hiroaki alzó una mano para indicarle que se retirara.

—¿Yamato? —preguntó Hiroaki, dejando el vaso sobre la mesa y levantándose del sillón. Su voz era calmada, pero su mirada reflejaba sorpresa—. No esperaba verte tan pronto. ¿No estabas de viaje?

—Sí, regresé —contestó Yamato en un tono seco, clavando una mirada intensa en su padre.

Hiroaki arqueó una ceja, cruzando los brazos mientras lo observaba con atención.

—¿El negocio salió bien? —preguntó, ignorando el evidente enojo de su hijo.

—No estoy aquí para hablar de eso —respondió Yamato, dando un paso hacia él, su voz firme y cargada de indignación.

Hiroaki entrecerró los ojos, percibiendo que algo iba mal. Sus gestos eran medidos, pero su interés se encendió.

—¿Entonces? —inquirió, con una ligera frialdad—. Si no es por el negocio, ¿a qué debo tu visita?

Yamato apretó los dientes, tratando de contener la rabia que bullía dentro de él.

—Estoy aquí porque ya me enteré de lo que hiciste —dijo finalmente, su voz resonando con fuerza en la habitación.

Hiroaki alzó una ceja, aparentando tranquilidad mientras se acercaba al bar para servirse otro whisky.

—Vas a tener que ser más específico, hijo. ¿Qué es lo que crees que hice?

Yamato avanzó con determinación, golpeando la mesa con el puño, haciendo que el vaso de whisky temblara.

—No te hagas el desentendido, padre. Sabes exactamente a lo que me refiero.

Hiroaki tomó un sorbo de su whisky, evaluando a su hijo con una expresión que bordeaba la indiferencia.

—Parece que estás muy alterado. Siéntate, tómate un momento para calmarte, y después podemos hablar como personas civilizadas.

—¡No quiero sentarme! —gritó Yamato, su voz resonando con fuerza— Dime¿Cómo pudiste hacerlo? —exclamó, su voz resonando en la sala como un trueno.

Hiroaki dio un sorbo pausado a su copa antes de hablar.

—No sé de qué estás hablando, Yamato —respondió con una indiferencia helada—. Si has venido a gritarme, mejor piénsalo dos veces.

—¡No juegues conmigo! —gritó Yamato, avanzando un paso hacia él—. ¡Sabes perfectamente de qué estoy hablando! ¡Encerraste a Takeru en la bodega como si fuera un criminal!

Hiroaki dejó la copa sobre la mesa con un leve "clink" y se recostó en su silla, observando a su hijo con una expresión casi aburrida.

—Eso es asunto mío, Yamato. Takeru es mi hijo, y yo decido cómo disciplinarlo.

—¡No! —bramó Yamato, su voz cargada de emoción—. ¡No es solo asunto tuyo! ¡No voy a quedarme de brazos cruzados mientras repites con él lo mismo que hiciste conmigo!

Hiroaki entrecerró los ojos, su rostro endureciéndose por primera vez.

—Ten cuidado con cómo me hablas, Yamato —advirtió con un tono bajo pero peligroso—. No olvides quién soy.

—Oh, lo tengo muy claro —replicó Yamato con amargura—. Eres el hombre que me crió con mano de hierro, que nunca vio más allá de su propia autoridad, que pensó que el miedo era la única forma de control. ¡Pero no voy a permitir que hagas lo mismo con Takeru!

Hiroaki se levantó de su silla, enfrentándose a su hijo cara a cara. Aunque era evidente que Yamato ya no era el niño que solía temerle, Hiroaki no retrocedió.

—Takeru es mi hijo, al igual que tú lo eres —dijo, su voz cargada de autoridad—. Y como tal, es mi deber educarlo y disciplinarlo como yo considere necesario.

—¿"Educación"? —Yamato dejó escapar una risa amarga—. ¿Eso es lo que llamas encerrarlo en una bodega? ¿Dejarlo a oscuras y con hambre? ¡Eso no es disciplina, padre, es crueldad!

Hiroaki cruzó los brazos, su expresión volviéndose aún más severa.

—No entiendes nada, Yamato. Ser padre significa tomar decisiones difíciles. Significa moldear a tus hijos, aunque no les guste. Lo hice contigo, y mira en quién te has convertido. Un hombre fuerte, un líder.

—¡No! —Yamato sacudió la cabeza, su voz temblando de furia—. No soy el hombre que soy gracias a ti, sino a pesar de ti. Todo lo que me enseñaste fue dolor y miedo. Y me juré a mí mismo que nunca dejaría que nadie más pasara por lo que yo pasé.

Hiroaki permaneció en silencio por un momento, sus ojos oscuros fijados en Yamato. Finalmente, su expresión se suavizó, pero solo un poco.

—Crees que sabes más que yo, pero aún tienes mucho que aprender, hijo. Takeru es joven, y necesita aprender disciplina ahora, antes de que sea demasiado tarde. ¡No permitiré que cometa tus mismos errores!

—¿Cómo fuiste capaz de hacerle eso a Takeru? — Preguntó nuevamente Yamato.

—Debía darle un pequeño susto. —Respondió Hiroaki— Así como a ti…—Declaró— Aunque, espero que esta vez funcione, esto le dejará a Takeru claro que no puede desobedecerme tan fácilmente.

El rubio negó: —No puedo creer lo que estás haciendo ¡Es un misero noviazgo! Nada más…Estoy seguro de que es solo momentáneo.

—¿Sabes? Me gusta pensar eso…—Admitió el castaño— Y ojalá así sea, espero quiero creer que Takeru no es tan idiota como tú.

~Años atrás~

La bodega era oscura y fría, el olor a madera húmeda y polvo llenaba el aire. Yamato, de 17 años, se encontraba contra una pared, respirando con dificultad mientras se limpiaba la sangre del labio con el dorso de la mano, consecuencia del golpe que le dio su padre por comportarse de forma "rebelde" al decirle que, no dejaría a Mimi.

Su padre, Hiroaki, estaba frente a él, con los puños apretados y el rostro encendido de rabia.

—¡Te lo advertí, Yamato! —gruñó Hiroaki, dando un paso hacia él—. ¡Te dije que te mantuvieras alejado de esa chica!

Yamato levantó la mirada, su expresión desafiante, a pesar del dolor que sentía.

—No voy a dejarla, papá. Te lo he dicho miles de veces. Amo a Mimi.

Hiroaki apretó los dientes y, sin previo aviso, le dio un golpe más en el estómago, haciendo que Yamato se inclinara hacia adelante con un quejido.

—¡No sabes lo que dices! —gritó Hiroaki, con su voz resonando en las paredes de la bodega—. Esa chica no vale nada. No es más que una pobretona sin futuro, y tú eres mi hijo. ¡No voy a permitir que arruines tu vida por alguien como ella!

Yamato se enderezó con esfuerzo, apoyándose en la pared para mantenerse de pie. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no de dolor físico, sino de frustración y furia.

—No puedes decidir a quién amo, padre —dijo con voz firme—. Mimi no es lo que tú piensas. Ella me hace feliz, me entiende, me apoya. Y si no puedes verlo, es tu problema, no el mío.

Hiroaki lo miró con una mezcla de incredulidad y desprecio.

—¿Feliz? ¿Eso es lo que crees que importa? ¡La felicidad no pone comida en la mesa ni construye un futuro! Tú eres un Ishida, y como tal, tienes responsabilidades. Esa chica no tiene nada que ofrecerte, y lo sabes.

—¡Lo único que sé es que no voy a dejarla! —gritó Yamato, su voz resonando con fuerza—. No importa lo que digas, no importa lo que hagas. La amo, y eso no va a cambiar.

Hiroaki frunció el ceño, su mente trabajando rápidamente. Si su hijo no iba a escuchar razones, tendría que tomar medidas drásticas. No permitiría que una desconocida arruinara todo por lo que había trabajado.

—Dejarás a Mimi, Yamato. Por las buenas o por las malas —dijo Hiroaki con una frialdad escalofriante—. Pero esta relación se termina aquí y ahora.

Yamato lo miró fijamente, su respiración aún agitada.

—No. No la dejaré, y no puedes obligarme a hacerlo.

Hiroaki apretó los puños, considerando sus opciones. Si Yamato era tan obstinado, tal vez era hora de cortar el problema de raíz. Se giró, con la intención de salir de la bodega y pensar en cómo manejar la situación. Pero antes de que pudiera dar el primer paso, Yamato habló.

—Mimi está embarazada.

Hiroaki se detuvo en seco. Giró lentamente hacia su hijo, sus ojos llenos de sorpresa y algo más, una emoción que Yamato no pudo descifrar del todo.

—¿Qué dijiste? —preguntó, su voz baja pero cargada de tensión.

—Dije que Mimi está embarazada.—Respondió el rubio— Espera un hijo mío...—Declaró.

Hiroaki lo observó incrédulo.

—E-eso no puede ser verdad.

—¡Lo es!—Dijo Yamato con firmeza, pero mantenía la mirada fija en su padre—. Está embarazada de tres meses.—Declaró— De dos. Dos hijos.

Por primera vez, Hiroaki pareció perder el control de sus pensamientos. Su rostro pasó de la incredulidad a la furia, y luego a una calculada expresión de calma. Respiró profundamente, pero no dijo nada.

—Son mis hijos, padre —continuó Yamato, tratando de controlar el temblor en su voz—. No importa lo que pienses de Mimi, ellos son mi responsabilidad. Y voy a estar con ella, pase lo que pase.

Hiroaki permaneció inmóvil, como si las palabras de Yamato lo hubieran petrificado. Su mente trabajaba a toda velocidad, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Mimi, esa chica a la que despreciaba profundamente, esperaba un nieto. No uno, sino dos. La sangre de los Ishida correría por las venas de los hijos de ella.

~Actualidad~

—No pude impedir que dejarás a Mimi embarazada.— Declaró Hiroaki— Pero no cometeré ese mismo error dos veces.—Habló—Takeru es mi hijo, igual que tú lo eres. Y es mi derecho y mi deber enseñarle cómo comportarse. Si no entiende las reglas, debe aprender de la forma que sea necesaria.

—¿"La forma que sea necesaria"? —repitió Yamato, casi escupiendo las palabras—. ¿Te escuchas a ti mismo? ¡Le estás enseñando a temerte, no a respetarte! Eso no es criar a un hijo, Hiroaki. Es romperlo.

Hiroaki se quedó en silencio por un momento, observando a Yamato con una mirada dura, calculadora. Luego, negó lentamente con la cabeza.

—Crees que sabes todo solo porque ahora tienes tu propia vida, porque ya no dependes de mí. Pero te olvidas de que fue mi mano firme la que te convirtió en el hombre que eres hoy.

Yamato dejó escapar una risa amarga y sarcástica.

—¿Tu mano firme? No, Hiroaki. Todo lo que me enseñaste fue a vivir con miedo. Me enseñaste a odiar la oscuridad, a no confiar en nadie, ni siquiera en ti. Y todo eso, a pesar de ti, me hice fuerte. Pero no voy a permitir que hagas lo mismo con Takeru.

Hiroaki lo observó con una mezcla de orgullo reprimido y frustración.

—Eres un hombre fuerte, Yamato, y eso no habría sucedido si yo no hubiera sido quien soy. Takeru también lo entenderá algún día.

—No lo hará, porque no voy a permitir que sigas tratándolo así —replicó Yamato, su tono firme y decidido—. Si crees que voy a mirar hacia otro lado mientras destruyes a otro hijo, estás muy equivocado.

Hiroaki se acercó, quedando a solo unos pasos de Yamato, y lo miró fijamente a los ojos.

—Tú no me obedeciste. Pero Takeru si lo hará. Es mi hijo, y tú no tienes derecho a interferir.

Yamato sostuvo la mirada de su padre sin pestañear, una chispa de desafío en sus ojos.

—Takeru también es mi hermano. Y, a diferencia de ti, yo sé lo que significa proteger a alguien que amas. Así que escucha bien: si vuelves a ponerle un dedo encima o lo lastimas de cualquier manera, me tendrás a mí enfrente. Y esta vez, no me detendré.

Hiroaki permaneció inmóvil, su rostro era una máscara de control, pero sus puños apretados traicionaron su ira contenida. Yamato, por su parte, no esperó una respuesta. Se dio la vuelta y salió de la sala, dejando a su padre solo, con el eco de sus propias decisiones pesando en el aire.


La conversación fluía con facilidad en el pequeño círculo. Haruna (Mimi) observaba a los jóvenes con una mezcla de interés y nostalgia, mientras Akari, siempre curiosa, se inclinaba un poco hacia adelante, emocionada por el tema.

—¿Banda?— Preguntó Akari luego de entablar conversación los amigos de Ryo y estos le dijeran a que se dedicaban—¿Tienen una banda?

Los amigos de Ryo asintieron nuevamente, algunos con sonrisas orgullosas.

—Eso explica por qué el día de la fiesta Takuya se ofreció a cantar —comentó Akari, recordando el evento con una sonrisa.

Takuya, aludido, rió nerviosamente mientras se pasaba una mano por la nuca.

—Pues... sí —admitió con modestia, encogiéndose de hombros.

—¿Y qué tipo de música tocan? —preguntó Haruna, ahora interesada en la conversación.

Daisuke, siempre el más efusivo del grupo, se adelantó con una amplia sonrisa.

—¡Nos encanta cantar y tocar instrumentos! —declaró, casi como si estuviera anunciando un espectáculo.

—Es cierto —intervino Ken, más tranquilo pero igual de apasionado—. Estamos trabajando duro para encontrar nuestro propio estilo, algo que nos distinga de las demás bandas.

—¿Y ya tienen canciones propias? —preguntó Akari con curiosidad.

—Algunas —respondió Takuya, con una mezcla de orgullo y timidez—. Pero todavía estamos puliéndolas. Tenemos propias, pero Ryo nos está ayudando con algunas.

—¿A sí?— Musitó Haruna/Mimi.

Ken asintió entusiasmado.

—Sí, Ryo nos mostró algunas composiciones increíbles.

—¿Y-y les parecen buenas?— Preguntó la castaña un tanto nerviosa ante esto mientras intentaba controlar la calma.

—Si.—Respondió Tomoki— ¡Tienen una sensibilidad especial!

Takuya añadió:—Estamos trabajando en adaptarlas a nuestro estilo, pero la verdad, son piezas con mucho potencial.

Mimi cruzó los brazos, tratando de no explotar ahí mismo de emoción: —¡Vaya! Eso suena genial.

—Lo es.— Ryo asintió rápidamente—Mi hermana era muy talentosa. Canta y escribía de manera fenomenal. Pensé que sería un buen homenaje usarlas, ¿saben? Que no quedaran olvidadas.

Haruna apenas podía contenerse.

—¿Un homenaje? —repitió, su voz baja pero cargada de significado.

Ryo le lanzó una mirada rápida, como si le suplicara que no dijera nada más.

—Sí, algo así —respondió Tomoko, todavía sin captar el malestar de Haruna—. Es como si su talento siguiera vivo a través de nuestra música.

—Eso suena hermoso —intervino Akari con una sonrisa, mirando a Haruna—. ¿No crees?

Mimi sonrió, pero sus ojos permanecieron fijos en Ryo: —Sí, muy hermoso —dijo finalmente mientras intentaba contenerlas lágrimas.

—¡Me encantaría escucharlos!— Exclamó la pelirroja hija de Koushiro, pero rápidamente hizo una mueca—Aunque no creo que sea posible.

—¿Por qué no?— Preguntó Hikari.

—Porque dijeron que su banda es instrumental ¿no?— Comentó Akari.

Los chicos asintieron.

—No veo ningún instrumento por aquí.

Ryo rió: —¿Estás segura?—Comentó antes de levantarse hacia una puerta la cual abrió y dejó ver una especie de armario en el cual había una guitarra, un teclado pequeño, un pandero y un banjo.

—¿Guardas todos estos instrumentos?— Preguntó Mimi sorprendida.

Ryo asintió: —Sí.—Respondió— Amo la música. Así como mi hermana mayor lo hacia.

La oji-miel observó conmovida al castaño. Era increíble como siempre la tenía en sus pensamientos.

Fue en cosa de segundos que Takuya tomó la guitarra, Ken conecto el teclado, Tomoki tomó el pandero y Daisuke el banjo.

(Aliados - Peter Lanzani)

Iré a buscarte a lo hondo, a donde deba encontrarte

Iré a buscarte en ti mismo, en el barro o el abismo

Iré a buscarte aunque duela, aunque te pierda y no sienta

Iré, Iré...

Iré a buscarte a tu infierno, allí donde quema el miedo.

iré a buscarte a lo oscuro, por un sendero inseguro

iré a buscarte no temas, que en mi caída tu vuelas

Aliados seré

Tu escudo seré

Tu seguro, tu protector

Quien despierte en ti el amor

Akari y Mimi intercambiaron miradas sorprendidas ante el talento de aquellos chicos.

Aliado seré

Tu ángel seré, Un aliado de tu destino

Pondré luz en tu camino

ohohooh

Iré a encontrarte en tus sombras, en donde nadie te nombra

Iré a calmarte el deseo y haré alquimia en tus sueños

Iré a buscarte en tu mente, tan confusa y ausente .

Aliados seré

Tu escudo seré

Tu seguro, tu protector

La hermana de Ryo inevitablemente sonrió ante esto. Por alguna razón la voz de aquel chico moreno, que evidentemente lideraba la banda, Takuya y la energía que emanaba le parecía muy familiar.


—No puedo creer lo que mi padre te hizo.—Declaró Yamato totalmente decepcionado.

Pero ¿qué rayos decía? ¡Obviamente lo creía! Después de todo, a él le hizo algo similar, incluso peor.

—Créeme yo aun intento procesar todo lo que ocurrió.—Declaró Takeru—Jamás pensé que nuestro padre llegaría a hacer algo así solamente porque no le he obedecido con respecto a mi relación.

Era obvio, Takeru no sabía que clase de padre tenían.

Lo más triste era ver como Hiroaki pensaba solo en él. Sí, entendía que quisiera cuidar a Takeru, pero ¿no era capaz de ver que esa chica le estaba haciendo un bien? Takeru por mucho tiempo sufrió, al estar con Catherina, la novia que Hiroaki aprobaba por su dinero, pero que jamás logró hacer feliz a Takeru y que solo lo desilusionó. Con dinero, empresa y herencia jamás logró ser una persona adecuada para él, solo lo engañó y avergonzó.

No era justo para Takeru continuar sufriendo por alguien que no valía la pena, aunque eso significara estar con alguien que no perteneciera a su círculo social.

Yamato pasó su mano por su cabello desordenándolo.

—Lamento mucho esto.—Comentó el menor.

Yamato dirigió su mirada hacia su hermano.

—Por mi culpa discutiste con mi padre, otra vez.—Musitó Takeru.

—No me pidas disculpas...—Respondió el mayor— A estas alturas, una discusión más, una discusión menos con nuestro padre da lo mismo.

A lo largo de su vida, en especial ahora, ambos pelearon diferentes round.

—Pero, de igual manera, es un problema y no creo que sea justo para ti involucrarte. Considerando que tienes tu vida.—Agregó Tk— De paso, te agradezco por hacerlo, de algún modo no me siento solo.

—No tienes que agradecerme...—Era su hermano menor, era su deber protegerlo, incluso de su padre.—Mejor dime, ¿qué piensas hacer?

Takeru levantó la mirada, sus ojos brillando con una determinación que Yamato no había visto en mucho tiempo.

—No voy a dejar a Hikari. No después de todo esto. No voy a darle a Hiroaki el gusto de decidir por mí.

Yamato asintió lentamente, una chispa de respeto brillando en sus ojos.

—Bien. Pero ten cuidado, Takeru. No subestimes hasta dónde puede llegar.

Takeru se puso de pie, mirándolo directamente.

—No lo haré. Pero tampoco voy a dejar que me controle.

Yamato lo observó por un momento, luego dio un paso hacia él y puso una mano en su hombro.

—Si necesitas algo, avísame. No dejaré que él te haga más daño.

Takeru asintió, sintiendo por primera vez en días que no estaba completamente solo en esta lucha.

—Mientras tengas problemas con nuestro padre lo mejor será que te quedes en mi casa.— Declaró Yamato.

—¿En tu casa?— Preguntó el menor.

El mayor asintió: —No creo que sea buena idea que estés cerca de nuestro padre si las cosas están como dices.

—No pensaba regresar a mi departamento.—Declaró Takeru— No obstante, pensaba en quedarme con mi novia.

¿Con su novia?

—No creo que sea lo más recomendable.—Sentenció Yamato— Nuestro padre está muy enojado contigo por esta situación y fue capaz de hacerte esto. Imagínate como reaccionará al saber que, no solo no has terminado con ella, sino que vives con ella, y para variar, vives en la comuna de Adachi. Dime ¿enserio crees que sea lo mejor?

Buen punto

—Bu-bueno...si lo colocas así...—Murmuró el menor—Tal vez...

—¡Nada de "tal vez"!— Exclamó Yamato— Te irás a vivir a mi casa y punto.

—¿Por qué hablas así?— Preguntó el menor—A pesar de que, mi padre está enojado conmigo y me haya encerrado, dudo que sea capaz de hacerle daño a Hikari.

¿No?

Yamato hizo una mueca ante esto y observó a su hermano...Lamentablemente, él no sabía quien rayos era Hiroaki. Vivía en la "ignorancia" Lo cual por un lado era bueno y por otro no tanto.

—Lo hago porque quiero lo mejor para ti.—Declaró— Nada más. Así que ¡Deja de preguntar y obedéceme!


La mesa estaba elegantemente puesta, como siempre. Sora se aseguraba de que cada comida en familia fuera especial, sin importar lo ocupadas que estuvieran. La vajilla de porcelana brillaba bajo la suave luz del candelabro, y el aroma de las especias flotaba en el aire. Nene e Izumi se sentaron frente a su madre, ambas sumidas en sus propios pensamientos mientras servían un poco de ensalada.

—¿Cómo estuvo su día? —preguntó Sora con una sonrisa tranquila, rompiendo el silencio.

Nene fue la primera en responder, encogiéndose de hombros ligeramente.

—Bien. Nada fuera de lo normal —dijo, mientras cortaba un trozo de pollo—. Aunque el tráfico estuvo un poco más caótico de lo usual.

Sora asintió, comprensiva, antes de dirigir su atención a Izumi.

—¿Y tú, Izumi?

Izumi dejó su tenedor en el plato y suspiró, claramente agotada.

—Agotador —respondió sinceramente—. Tuve demasiadas cosas que hacer en la universidad. Entre proyectos y reuniones con los profesores, no tuve tiempo de ir a la empresa.

Sora le sonrió con calma, con ese gesto que siempre lograba tranquilizar a sus hijas.

—No te preocupes por eso. Todo estuvo bajo control en tu ausencia. A veces es necesario priorizar, y hoy la universidad era lo más importante.

Izumi asintió, agradecida, pero aún parecía algo inquieta.

—Gracias, mamá. Es solo que no me gusta sentir que dejo cosas pendientes.

Nene aprovechó la pausa para añadir:

—Izumi, deberías relajarte un poco más. No siempre tienes que estar en todas partes al mismo tiempo.

—Eso es fácil para ti decirlo —replicó Izumi con una ligera sonrisa—. No tienes que lidiar con profesores que esperan milagros.

Sora rió suavemente ante la interacción de sus hijas, disfrutando el momento familiar.

Después de un rato de charla ligera sobre el clima y los planes del fin de semana, Nene inclinó la cabeza hacia un lado, mirando a Izumi con curiosidad.

—Por cierto, Izumi —comenzó, con un tono casual que claramente era intencional—. ¿Hablaste con Kouji hoy?

Izumi alzó la mirada, sorprendida por la pregunta.

—¿Hablar con Kouji? —repitió, como si la idea le resultara extraña.

Nene asintió, su expresión neutral pero con un toque de interés.

—Sí, después de todo son novios, ¿no?

Izumi arqueó una ceja, estudiando a su hermana.

—¿Por qué preguntas por Kouji? —dijo, dejando el tenedor a un lado—. ¿No lo viste en la empresa?

Nene se encogió de hombros ligeramente.

—Sí, lo vi. Pero me pareció que hoy estaba algo distraído.

Izumi entrecerró los ojos, como si tratara de leer entre líneas.

—¿Distraído? ¿A qué te refieres?

Nene movió su tenedor de un lado a otro en el plato, pensando en cómo expresar sus impresiones.

—No lo sé. Parecía... como si tuviera muchas cosas en mente. Aunque no me dijo nada en particular.

Sora, que había estado observando la interacción en silencio, decidió intervenir para suavizar el ambiente.

—Tal vez Kouji también ha tenido un día largo —sugirió con suavidad—. Recuerda que manejar asuntos de la empresa puede ser abrumador a veces.

Izumi asintió lentamente, aunque todavía parecía intrigada.

—Quizá. Pero no mencionó nada la última vez que hablamos.

Como siempre, Kouji siendo poco informativo con Izumi.

Pensó Nene, mientras que en su mente se repetía una y otra vez la escena que vio al entrar a su oficina. Verdaderamente le resultaba difícil creer que alguien como él estuviese consumiendo drogas, pero juraría haber visto ese polvo blanco, estaba segura.

La tensión en la sala se quebró de golpe cuando el sonido de la puerta principal resonó por la casa. Todas se giraron hacia el pasillo, y unos segundos después, una voz familiar anunció:

—¡Llegué!

Sora dejó su servilleta a un lado, una sonrisa se extendió rápidamente por su rostro mientras Nene e Izumi intercambiaban miradas de sorpresa. Antes de que pudieran reaccionar, Yamato apareció en el marco de la puerta, acompañado de Takeru.

—Papá...—Musitó Nene sorprendida.

—¡Yamato! —añadió Sora.

—¡Regresaste!— Musitó Izumi poniéndose de pie con entusiasmo.

Yamato observó con una sonrisa a sus hijas, Nene e Izumi. No obstante, su sonrisa casi desapareció al pasar su vista por Sora, ya que, la culpa instantáneamente se hizo presente en él al recordar su beso con Haruna.

Antes de que el silencio pudiera volverse incómodo, Izumi, con el entusiasmo que siempre mostraba hacia su padre, se acercó rápidamente y lo abrazó con fuerza.

—¡Papá, qué bueno que estés de vuelta! —dijo con genuina alegría, enterrando su rostro en su pecho como solía hacerlo cuando era más pequeña.

Yamato se quedó inmóvil por un segundo, sorprendido por el gesto, pero pronto se relajó y envolvió a Izumi en un abrazo cálido, dejando que ese momento de conexión lo arrancara de sus pensamientos oscuros.

—También me alegra mucho estar de vuelta, Izumi —respondió, permitiéndose una sonrisa sincera mientras acariciaba el cabello de su hija—. Las extrañe.—Pasó su mirada hacia Nene, quien al sentir la mirada de su padre inevitablemente se secó un tanto incómoda.

Últimamente las cosas no estaban del todo bien y Nene sabía que, cuando su padre se enterase lo cerca que estaba de Kiriha provocaría una discusión entre ambos.

Se mordió el labio inferior.

Por más enojada que estuviera con él, debía ser educada, era su padre después de todo ¿no?

Fue así como Nene se levantó de su asiento, claramente incómoda, pero se esforzó por mantener la compostura. Se acercó a Yamato, y tras unos segundos de duda, lo abrazó con suavidad.

—Bienvenido de regreso, padre —dijo con una sonrisa educada, aunque no completamente genuina.

Yamato correspondió al abrazo con calidez, ignorando la distancia emocional que percibía en su hija.

—Muchas gracias, Nene. Estoy feliz de estar de vuelta —respondió, queriendo creer que podían recuperar algo de la cercanía que habían perdido.

Mientras Yamato terminaba de saludar a sus hijas, Sora se acercó, su rostro iluminado por una sonrisa genuina.

—Yamato, qué alegría verte en casa —dijo con entusiasmo, envolviendo sus brazos alrededor de su esposo.

El rubio intentó corresponder al saludo con la misma energía, pero su mente estaba cargada con la culpa. El recuerdo de su beso con Haruna seguía fresco, como una sombra que se negaba a disiparse. Sin embargo, abrazó a Sora y le devolvió una sonrisa, agradeciendo en silencio que ella no pudiera leer sus pensamientos.

—Es bueno estar en casa —murmuró, aunque la sinceridad en sus palabras se sentía incompleta incluso para él.

Antes de separarse, Sora se inclinó y depositó un beso en sus labios. Yamato le correspondió, aunque el gesto lo dejó con un nudo en el estómago.

Nene e Izumi intercambiaron una mirada rápida, sorprendidas por la repentina aparición de Takeru detrás de su padre.

—¿Tío Takeru? —preguntó Nene, frunciendo ligeramente el ceño—. ¿Qué haces aquí?

Izumi, aún más confundida, dio un paso adelante.

—¿Viniste a visitarnos? —preguntó con una mezcla de curiosidad y desconcierto.

Takeru sonrió de manera incómoda y rascó la parte trasera de su cuello.

—Algo así —respondió, sin dar muchos detalles.

Yamato suspiró y miró a sus hijas con seriedad.

—Chicas, necesito hablar con ustedes —dijo, su tono más firme.

Las tres se miraron entre sí, confundidas por el cambio de tono en su padre.

—¿Hablar de qué? —preguntó Izumi, volviendo su atención a Yamato.

—Debido a... ciertas circunstancias, Takeru se quedará con nosotros por un tiempo —explicó Yamato, sin entrar en detalles.

Nene e Izumi intercambiaron otra mirada. Sus rostros reflejaban una mezcla de sorpresa y preguntas que no se atrevían a formular.

—¿Quedarse? —repitió Nene, arqueando una ceja.

Yamato asintió.

—¿Por qué?— Preguntó la castaña.

—Es algo complicado —respondió Yamato, manteniendo su voz calmada—. Les pido que no insistan demasiado. Solo quiero que lo reciban bien.

—¿Sucedió algo con el abuelo?—Cuestionó Nene preocupada.

Yamato tardó unos segundos en responder, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. Antes de que pudiera hablar, el sonido del teléfono interrumpió la tensa conversación, llenando la sala con su timbre insistente.

Las miradas de todos se dirigieron hacia la puerta cuando una de las sirvientas apareció rápidamente, luciendo algo nerviosa.

—Disculpe, señora Sora —dijo, inclinando ligeramente la cabeza—. Es una llamada del internado.

Sora parpadeó sorprendida y rápidamente se dirigió hacia el teléfono.

—¿Del internado? —susurró la pelirroja.


El eco de los pasos de Rika resonaba en los fríos pasillos del internado. Sus piernas temblaban con cada paso, y sus manos, apretadas en puños, trataban de contener un temblor incontrolable. Su mente daba vueltas. "No puede ser verdad, no puede ser verdad..." se repetía una y otra vez, intentando encontrar algún resquicio de lógica que desmintiera las palabras que Toshiko acababa de pronunciar.

"Adoptada". Esa palabra había caído como un golpe seco, dejándola sin aire. Nunca antes había pensado que pudiera ser algo diferente a lo que siempre le habían dicho. Era una Ishida... ¿no?

Al girar en una esquina, divisó la oficina de las inspectoras. Su respiración, ya entrecortada, se hizo más agitada. "Necesito llamar a casa. Necesito que alguien me lo explique."

Se detuvo frente a la puerta y levantó una mano para tocar. Pero, antes de que sus nudillos hicieran contacto, una oleada de dudas la inundó. ¿Y si no le permitían hacer la llamada? ¿Y si no obtenía respuestas? Cerró los ojos, tomó aire y golpeó con más fuerza de la que pensaba.

—¿Quién es? —preguntó la voz autoritaria de la inspectora Kobayashi desde el otro lado.

—Soy yo, Rika Ishida —respondió con un hilo de voz.

Un momento después, la puerta se abrió revelando a Kobayashi, una mujer alta de cabello recogido en un moño severo. Su expresión se endureció al ver el rostro descompuesto de Rika.

—¿Qué sucede, Ishida? —preguntó con tono firme, pero no exento de una pizca de preocupación.

—Necesito... necesito hacer una llamada a casa —dijo Rika rápidamente, su voz quebrada mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

Kobayashi frunció el ceño, cruzando los brazos sobre el pecho. —¿Una llamada? ¿Y por qué razón?

—Es urgente. Por favor, se lo suplico, necesito hablar con mi familia —respondió Rika, acercándose un paso. Su voz era casi una súplica, y sus manos temblorosas apenas podían sostenerse juntas.

La inspectora suspiró. —Las normas del internado son claras. No se permite hacer llamadas personales fuera de los horarios establecidos, salvo en casos de extrema urgencia.

—¡Esto es urgente! —exclamó Rika, su voz alzándose más de lo que pretendía. Notó cómo la inspectora alzó una ceja, sorprendida por su arrebato.

Kobayashi la miró en silencio por un instante, evaluando si la situación ameritaba una excepción. —¿Y qué es tan urgente como para romper las reglas? —preguntó finalmente, inclinándose hacia ella.

Rika tragó saliva. No podía explicarlo todo allí, no a Kobayashi, no en ese momento.

—Por favor, solo... solo necesito hablar con mi madre. Es algo personal. Por favor, señora Kobayashi, se lo ruego —imploró, su voz quebrándose al final.

La inspectora se quedó en silencio, observando a Rika con una mezcla de duda y curiosidad. Finalmente, suspiró con resignación.

—Muy bien, pero será breve —dijo, girándose hacia el teléfono de su escritorio. —Espero que entiendas que esto es una excepción.

Rika asintió rápidamente, sintiendo un ligero alivio que apenas era suficiente para calmar su ansiedad.

Con el corazón palpitando con fuerza, marcó el número. Cada tono de llamada parecía alargar el momento, un eco de sus propios temores. Finalmente, Sora contestó, su voz cálida y familiar llenó el otro lado de la línea.

—¿Rika?

—Ma...—Intentó hablar, pero fue difícil. Cerró los ojos, respiró y volvió a hablar— ¡Mamá!

—Hija querida.—Habló Sora— Me sorprende que me llames ¿Cómo estás?

—Ma...mamá...y-yo...—Su voz temblaba— Ne-necesito que me digas...por favor...no...—Apretó su puño.

—Cariño, ¿estás bien? Suenas… alterada.—La preocupación de su madre era notoria.

Rika tragó saliva, tratando de mantener la compostura.

—Mamá… necesito preguntarte algo. Es importante.

Hubo un silencio breve, pero tenso, del otro lado. Sora parecía percibir la urgencia en la voz de su hija.

—Claro, dime, Rika. ¿Qué ocurre?

Rika apretó los labios, su voz tembló cuando finalmente lo soltó.

—¿Es verdad que soy adoptada?

Un silencio pesado llenó la línea. No era el tipo de pausa que indicaba sorpresa; era el tipo que confirmaba que Sora estaba decidiendo cómo responder. La espera se sintió interminable para Rika.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó Sora finalmente, su tono apagado, casi un susurro.

Y con esa pregunta, Rika tuvo la respuesta que temía. No necesitaba más confirmación. El nudo en su garganta se hizo más grande, y las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos. La fuerza que había reunido para hacer la llamada desapareció en un instante.

—Rika… —intentó continuar Sora, pero era demasiado tarde.

Rika no tuvo la energía para responder. El teléfono resbaló de su mano, golpeando el suelo con un sonido seco, pero ella apenas lo notó. Las lágrimas comenzaron a correr libremente por sus mejillas, sus manos temblaban mientras el peso de la revelación la aplastaba. Se llevó las manos a la cara, intentando contener el torrente de emociones que la invadía, pero era inútil.

Sentía que todo lo que sabía sobre sí misma, sobre su familia, sobre su lugar en el mundo, había sido arrancado de golpe. Había querido respuestas, pero la verdad resultó ser más dolorosa de lo que jamás habría imaginado.

De pie, sola en el pasillo, Rika dejó que las lágrimas fluyeran, incapaz de moverse, incapaz de pensar en nada más que en la verdad que acababa de descubrir.


Queremos que sean perfectas antes de presentarlas en público.

—Nuestra meta —añadió Daisuke, con una mirada decidida—, es algún día ser una banda muy famosa.

Akari sonrió ampliamente, contagiada por el entusiasmo del grupo.

—¡Eso suena increíble! —dijo, mirando a Haruna—. ¿No crees que es genial?

Haruna asintió lentamente, observando a los chicos con una expresión pensativa.

—Es admirable que tengan un sueño tan claro y trabajen para lograrlo —comentó con sinceridad—. Pero también deben recordar que el camino no será fácil.

Ryo, que hasta ahora había permanecido en silencio, se inclinó hacia adelante, mirando a Haruna con interés.

—¿Tú crees que podamos lograrlo?

Haruna lo miró directamente, su expresión seria pero amable.

—Si están dispuestos a trabajar duro y no rendirse, entonces sí. Pero necesitan compromiso y unidad como grupo. La música es poderosa, pero también requiere disciplina.

Los amigos de Ryo intercambiaron miradas, asimilando las palabras de Haruna.

—Es verdad —dijo Ken, asintiendo lentamente—. Siempre hemos sabido que esto no será fácil, pero escucharlo de alguien más nos ayuda a recordarlo.

Daisuke sonrió ampliamente, como siempre buscando el lado positivo.

—Bueno, por eso tenemos a Ryo. Él es como nuestra brújula, siempre manteniéndonos enfocados.

Ryo se encogió de hombros, tratando de restarle importancia, pero el comentario provocó sonrisas entre los presentes.

—Tienen suerte de tenerse unos a otros —añadió Haruna, mirando a Ryo por un momento antes de desviar la mirada hacia Akari—. Un grupo unido siempre tiene más posibilidades de llegar lejos.

—¡Exacto! —exclamó Akari con entusiasmo.

La conversación continuó con risas y anécdotas sobre los ensayos de la banda, mientras Haruna observaba a Ryo y sus amigos con una mezcla de calidez y preocupación, reflexionando sobre lo lejos que podrían llegar si realmente se lo proponían.

—Verdaderamente tienes un gran talento, chico...—Mimi en un minuto le habló a Takuya mientras los demás miembros de la banda peleaban con Junpei por los pastelillos que Tomoko horneo.

El moreno sonrió: —Muchas gracias.

—¿Quién lo diría? el talentoso fotógrafo de la compañía de modas de Takenouchi Style resultó tener otros dotes.

—Bueno, la fotografía es un pasatiempo para mi.— Comentó Takuya— Un trabajo, básicamente, siempre he querido dedicarme a la música. Pero por un tema económico tuve que ingresar a la compañía de la señora Ishida.—Explicó— No obstante, apenas tengo tiempo ensayo con la banda, creemos que siendo perseverantes lograremos algo.

—Buena mentalidad.—Musitó la oji-miel—Creo que, verdaderamente, triunfarás algún día en esto.—Agregó— Si le colocas empeño y esfuerzo, claro, porque de talento tienes de sobra.

—Eso espero.—Musitó el moreno— Quiero hacerle un tributo a mi tía Yuuko, ya que, de ella heredé el talento.

—¿Tu tía Yuuko? — Preguntó Mimi.

Takuya asintió— La madre de ella...—Señaló a la chica junto a él— Hikari, mi prima.

Mimi pasó su mirada por la castaña. Varias veces los había visto juntos y, hace tiempo había una pregunta que quería hacerle, una pregunta que rondaba hace tiempo en su mente.

—¿Ustedes son primos lejanos?— Cuestionó la castaña.

—¿Lejanos?—Musitó el moreno y negó: —No. Directos.—Contestó— Mi padre y su madre son hermanos.

¿Hermanos?

¡Vaya! Al final el tío soltero y de avanzada edad de Taichi (que tenía su mismo nombre para variar) logró formar su familia. No lo hubiese esperado, al contrario, ya lo daba bajo tierra. Porque Taichi Kanbara era mucho más grande que Yuuko, madre de Taichi (Yagami) e Hikari, prácticamente era un anciano cuando lo conoció.

Bueno, al menos, así se respondía su pregunta.

—¿Saben? Amigos, ya que ustedes le cantaron a Haruna, ahora ella podría cantarnos a nosotros.—Comentó Ryo.

¿Qué?

—Haruna canta.— Declaró Ryo.

Esto sorprendió a todos.

—¿Enserio?— Preguntó Hikari.

—¿E?— Balbuceo la oji-miel y bajó la mirada— U-un poco.

—¿Poco?— Cuestionó Tomoko—Por favor, querida, no seas humilde. Cantas y bastante bien.

—¡Demasiado bien!— Exclamó Ryo.

—¡Vaya! Le hacen bastante propaganda ¿e?— Comentó Junpei.

Daisuke asintió—Bastant.

—Tanto así que me dio ganas de escucharla.— Musitó Tomoki.

Ken asintió.

—¿E?— Balbuceo Haruna.

—¡Sí, madrina!— Exclamó Akari— Canta.

La castaña llevó una mano a su cabeza: —Pe-pero no tengo nada preparado.

—¡No importa!— Exclamó Ryo— Para mí, nada sería más agradable que escucharte cantar, Haruna...—Comentó— Luego de mucho tiempo.—Agregó.

"Luego de mucho tiempo"

Esas palabras resonaron en la cabeza de la castaña.

Todas las miradas estaban puestas en ella. Fue así asintió.

(Flores Amarillas - Floricienta)

Él la estaba esperando con una flor amarilla

Ella lo estaba soñando con la luz en su pupila

Y el amarillo del Sol iluminaba la esquina

Lo sentía tan cercano, lo sentía desde niña

Ella sabía que él sabía

Que algún día pasaría

Que vendría a buscarla

Con sus flores amarillas

No te apures, no detengas

El instante del encuentro

Está dicho que es un hecho

No la pierdas, no hay derecho

No te olvides que la vida

Casi nunca está dormida

...

—Esa voz...—Musitó Takuya pensativo— Ya la había escuchado antes.

Tomoki asintió: —Sí, tengo la misma impresión.

Ken dirigió su mirada a Ryo—Se parece mucho a la voz de tu hermana.

¿Qué?

Este comentario sorprendió a Mimi.

—¿A-a su hermana?

Ryo se mordió el labio inferior ante el nerviosismo.

—S-sí...—Llevó una mano a su nuca— Parecidas, pero no iguales. La de Haruna es más madura y un poco más técnica. La de mi hermana tenía otro toque.

—Yo juraría que son las mismas.— Declaró Ken.

—S-sí, pe-pero...—Intentó hablar el Akiyama— Lo son.—Habló— Recuerden que, mi hermana falleció...—Bajó la mirada—Hace mucho tiempo.

Los amigos de Ryo al recordar este hecho no pudieron evitar sentir el peso de sus palabras y la tristeza se hizo presente.

—Disculpa.—Takuya se apresuró a decir.

—No hablamos sin pensar.—Declaró Daisuke— Debimos evitar comentario.

Ryo movió la cabeza: —No se preocupen.

Los amigos de Ryo intercambiaron miradas, ellos sabían que ese tema era delicado para Ryo, lo mejor hubiese sido omitir comentarios.


El salón de su casa estaba en penumbra cuando Yamato entró, el eco de los sollozos de Sora resonando en la habitación. Su esposa estaba de pie junto a la ventana, con las manos temblorosas cubriéndose el rostro. Su cuerpo entero se estremecía por el llanto. Yamato sintió un nudo formarse en su estómago; pocas veces había visto a Sora así, completamente devastada.

—Sora... —dijo con suavidad mientras se acercaba a ella.

Pero ella no respondió. Sora simplemente dejó escapar un grito ahogado, casi como si le doliera respirar, y Yamato se apresuró a rodearla con sus brazos. A pesar de su toque reconfortante, Sora luchó por apartarse, su desesperación palpable.

—¡No! —exclamó entre lágrimas, su voz quebrada—. ¡No me toques!

Yamato retrocedió ligeramente, sorprendido por su reacción, pero no se alejó demasiado.

—¿Qué sucede, Sora? —preguntó con preocupación, inclinándose un poco para mirarla a los ojos—. Por favor, dime qué está pasando.

Sora finalmente bajó las manos de su rostro, revelando unos ojos hinchados y enrojecidos por el llanto. Sus labios temblaban mientras trataba de hablar, pero las palabras se atoraban en su garganta. Finalmente, entre sollozos, logró articular:

—Rika... —Se detuvo, apretando los puños con fuerza—. ¡Rika sabe la verdad!

Yamato frunció el ceño, confuso por un momento, pero la gravedad de sus palabras pronto cayó sobre él.

—¿La verdad? —preguntó en un tono bajo, tratando de mantener la calma—. ¿Qué verdad?

Sora lo miró con una mezcla de desesperación y culpa, como si las palabras fueran demasiado pesadas para pronunciarlas. Finalmente, dejó escapar un suspiro tembloroso y habló:

—¡Que es adoptada, Yamato! —exclamó, su voz elevándose con cada palabra—. ¡Que no somos sus padres biológicos!

—¿Estás segura?

—¡Segurísima! Me lo acabó de decir.—Respondió la pelirroja.

El impacto de la revelación golpeó a Yamato como un golpe en el pecho. Por un momento, no supo qué decir. Habían mantenido ese secreto durante años, protegiendo a Rika de una verdad que podría destrozarla.

—¿Cómo, rayos, lo supo?

Sora frunció el ceño: —No lo sé...—Comentó— ¡Solo sé que ahora sabe la verdad!

—¿Qué vamos a hacer?

—¡No lo sé! —gritó, comenzando a caminar de un lado a otro de la habitación—. ¡Rika debe estar destrozada, Yamato! ¿Cómo se supone que enfrentemos esto ahora?

Yamato apretó los puños, su mandíbula tensándose mientras trataba de contener su propia ira. Ver a Sora así, completamente abatida, solo alimentaba su frustración. Dio un paso hacia ella, hablándole con firmeza pero con ternura.

—Sora, escúchame. Vamos a arreglar esto. No sé cómo todavía, pero lo haremos. Rika es nuestra hija, siempre lo ha sido, y eso no cambiará.

—¡Pero ella no lo verá así! —replicó Sora, sus lágrimas fluyendo nuevamente—. ¿Qué pasa si nos odia? ¿Qué pasa si decide que ya no somos su familia? ¡Hemos construido nuestra vida sobre una mentira para protegerla, y ahora todo está arruinado!

Yamato la tomó por los hombros, obligándola a mirarlo a los ojos.

—No está arruinado —dijo con firmeza—. Puede que sea difícil, pero vamos a enfrentar esto juntos, como familia. Hablaré con Rika si es necesario, le explicaré todo.

Sora rompió a llorar nuevamente, apoyando la frente contra el pecho de Yamato. Él la sostuvo con fuerza, dejando que soltara todo el dolor que llevaba dentro.

—No quería esto para ella... —murmuró Sora entre sollozos—. Quería protegerla. Siempre quise protegerla.

—Yo también. Y lo hicimos...—respondió Yamato—. Pero sabíamos que, lamentablemente, este día tarde o temprano llegaría.

—Yo pensé que no.—Declaró la pelirroja— ¡Hubiese preferido mil veces que no!

—Lo sé. Pero ¡ocurrió!— Exclamó con pesar— ahora debemos enfrentar esto. Rika nos necesita más que nunca.

Sora asintió débilmente, aunque el peso de la situación seguía aplastándola. Yamato no se separó de ella, prometiéndose a sí mismo que haría lo que fuera necesario para reparar el daño causado.


En el cálido salón, el bullicio de las voces llenaba el ambiente. Ryo estaba sentado en el sofá, su postura relajada mientras hablaba con sus amigos. Un tanto lejos de ellos, Haruna permanecía tranquila, observando a los demás con una sonrisa ligera. Akari, su ahijada, estaba animadamente inmersa en una conversación con Hikari cerca de la mesa. Sus risas se mezclaban con el murmullo general, aportando una chispa de alegría al lugar.

Haruna dejó que su mirada se posara en Akari por un momento. La niña gesticulaba con entusiasmo mientras Hikari asentía con interés genuino. Era un alivio para Haruna ver a su ahijada tan contenta, libre de preocupaciones y rodeada de buena compañía.

Con un suspiro satisfecho, decidió que era momento de dar una mano con los preparativos en la cocina. Después de todo, Tomoko debía estar ocupada. Haruna se levantó con cuidado del sofá, alisándose la falda con un gesto distraído. Sin embargo, en cuanto se puso de pie, un leve sonido metálico llamó su atención. Algo pequeño y brillante cayó desde el sofá y golpeó el suelo de madera con un suave tintineo.

Frunciendo el ceño, Haruna bajó la mirada. A sus pies había una delicada cadena dorada que terminaba en un colgante grande con la letra "I" grabada en oro pulido. La joya parecía fuera de lugar, especialmente porque no recordaba haberla visto antes.

—¿Qué es esto? —murmuró para sí misma, inclinándose para recogerla.

El dorado del colgante brilló bajo la luz de la lámpara, y Haruna lo sostuvo entre sus dedos, examinándolo de cerca. Era evidente que no se trataba de un objeto cualquiera; la calidad de la cadena y el diseño cuidadoso del colgante indicaban que era una pieza valiosa.

¡Un minuto!

Pensó.

¡Esta cadena la conocía! ¡Sí! Era la cadena que Isamu, el hijo de Taichi y Sora. Quedó en shock al reconocerla. ¿Qué hacía esa cadena ahí?

Su pecho se oprimió al contemplar la posibilidad de que algo más estuviera ocurriendo, algo que desconocía. No tuvo mucho tiempo para reflexionar, porque justo en ese momento el timbre de la puerta resonó con fuerza en la casa, cortando de raíz sus pensamientos.

Los presentes en la sala intercambiaron miradas desconcertadas. Akari interrumpió su conversación con Hikari, y Ryo frunció el ceño antes de levantarse con un suspiro.

—Voy a ver quién es —dijo con tono neutro, caminando hacia la puerta.

Haruna se enderezó, apretando la cadena entre sus manos como si temiera que alguien pudiera quitársela. Debía pensar rápido. ¿Qué significaba esto? Y más importante aún, ¿debía mencionar el hallazgo en ese momento?

Antes de que pudiera decidir, escuchó el sonido de la puerta abriéndose, seguido por un silencio espeso que llenó el ambiente como una nube de tensión.

—Kouji —dijo Ryo finalmente, su voz cargada de sorpresa y algo más, tal vez incomodidad.

Haruna giró apenas su cabeza, lo suficiente para captar la figura que cruzaba el umbral. Era Kouji Minamoto, el hijo de Tomoko. Su presencia era tan inesperada que todos en la sala se quedaron inmóviles por un instante.

—Ryo —saludó Kouji, su tono neutral, casi frío, mientras sus ojos recorrían la habitación.

Haruna sintió que el aire se volvía pesado. La sola visión de Kouji le hizo temblar las manos, y un pánico silencioso comenzó a apoderarse de ella. No podía dejar que la reconociera, no ahora. Instintivamente, bajó la cabeza y se giró hacia la cocina, ocultando su rostro.

Guardó la cadena en el bolsillo de su falda con rapidez, asegurándose de que estuviera bien oculta, y sin mirar a nadie más, comenzó a caminar.

—Haruna, ¿estás bien? —preguntó Akari al notar su movimiento apresurado.

—No, no, Akari ¡debemos irnos!

Cruzó la sala casi a tropezones, evitando voltear su rostro hacia la puerta. Sentía sus ojos como si la atravesaran, pero no podía arriesgarse a comprobar si realmente la estaba mirando. Apenas entró a la cocina, cerró la puerta detrás de ella y se apoyó contra la pared, respirando con dificultad.

Tomoko, quien estaba organizando algunos platos, la miró con curiosidad.

—¿Mimi? ¿Qué te pasa? —preguntó, dejando a un lado un tazón.

—¡Tomoko! Tu hijo está aquí.—Exclamó la castaña.

¿Qué?

La oji-azul se sorprendió al escuchar esto.

—¡Debo salir de aquí ahora!

Si Kouji la veía en ese lugar sería el fin. Después de todo, nadie debía saber que conocía a Tomoko.


La tensión era máxima, mejor dicho, absoluta.

—¿Qué haces aquí?— Preguntó Ryo.

—¿Qué no es obvio?—Comentó Kouji.

El Akiyama alzó una ceja: —¿Vienes a verme?

—¡Ja! Hasta suena chistoso que lo digas.—Musitó el Minamoto con ironía—¡Obvio no! Vine a ver a mi madre.—Comentó antes de disponerse a entrar.

Ryo con un rápido movimiento le impidió entrar.

Kouji frunció el ceño al ver cómo Ryo le bloqueaba el paso, su expresión cargada de fastidio.

—No puedes entrar.

—¿En serio, Akiyama? —dijo con tono sarcástico—. ¿Desde cuándo necesito tu permiso para entrar a la casa de mi madre?

Ryo alzó una ceja, su postura firme mientras cruzaba los brazos frente al pecho.

—No es eso, Minamoto, es solo que no es el momento.

El comentario hizo que Kouji soltara una risa breve, cargada de ironía.

—¿Y quién te crees que eres para interrogarme? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia Ryo—. ¿El guardián oficial de mi madre ahora? Porque, si no me equivoco, yo soy su hijo. Tú no.

Ryo no retrocedió ni un centímetro, manteniendo su mirada fija en Kouji.

—No estoy aquí para discutir contigo, Minamoto. Es simplemente que no...

—Simplemente nada.—Respondió Kouji—Déjame entrar, necesito ver a mi madre.

—No creo que sea el mejor momento.—Declaró el Akiyama.

—Tú no me vas a decir cuando es el momento y cuando no.—Respondió el Minamoto antes de hacer a un lado a Ryo e ingresar al lugar.

Kouji al entrar se dio cuenta que su casa estaba llena de personas. Su mirada al instante pasó por el moreno compañero de trabajo de Izumi.

—¿Tú?— Musitó Takuya.

—¿Tú?— Repitió el oji-azul con seriedad.

—Genial...—Murmuró Daisuke.

—Este tipo otra vez.—Susurró Junpei mientras rodaba los ojos.

El Minamoto dirigió su mirada hacia Ryo: —Así que ¿por esto no me dejabas entrar? Porque estabas realizando una fiesta.

—No es una fiesta.

—No me sorprendería que lo fuera. Con lo imprudente que eres.—Musitó Kouji.

Ryo frunció el ceño— No es eso.

El Minamoto lanzó una carcajada irónica ante esto.

—Bueno, imprudente podemos ser, pero no amargados como tú.—Declaró Takuya.

Kouji mantuvo su mirada fija en Takuya, un brillo de desafío en sus ojos. La tensión en el aire era tan palpable que los demás en la sala se detuvieron en sus conversaciones para prestar atención.

—¿Amargado? —repitió Kouji con un tono frío y calculador—. Al menos no soy un pobretón como tú que canta en las calles con su miserable guitarra para obtener dinero.

Takuya se inclinó ligeramente hacia adelante, sus músculos tensos y listos para responder.

—Escucha, Kouji —comenzó con una voz más grave, su tono de voz cortante—, si estás buscando pelear, estás en el lugar equivocado. Aquí no estamos para que te des rienda suelta a tu amargura.

Kouji no se movió, sus palabras calculadas flotaban en el aire.

—¿Pelear? —preguntó con una sonrisa irónica.

—Takuya...—Hikari rápidamente tomó del brazo a su primo— Por favor...Evita problemas con él...

—¿Yo?— Musitó el moreno— Él es quien siempre busca problemas. Nos mira a todos como si fuéramos menos que él.


Mientras este momento de tensión se vivía Haruna, mejor dicho Mimi, se encontraba echa un atado de nervios.

—Tomoko necesito escapar.—Declaró la oji-miel— ¡Tú hijo no puede verme aquí!

—¿Por qué?— Preguntó la oji-azul.

—Porque Kouji trabaja con ella...—Akari ingresó al lugar— Y si la ve con ella entonces levantará sospecha.

¡Rayos!

Tomoko llevó una mano a su frente: —Disculpa. Olvide ese detalle.

—Necesito salir.— Habló la oji-miel.

La Kimura dirigió su mirada por la cocina y su mirada se detuvo en la gran ventana.

—¡Sal por la ventana!— Exclamó Tomoko.

La castaña dirigió su mirada hacia ella.

—Yo me encargo de distraer a mi hijo.—Declaró la madre de Kouji.

—Pe-pero...si alguien menciona que estuve aquí...—Murmuró la Tachikawa.

—No te preocupes.—Respondió la Kimura— Yo me encargaré de que eso no sea así.

Mimi asintió.

—¡Vamos madrina!— Exclamó Akari.


Tomoko salió de la cocina con una sonrisa radiante, irradiando una calidez que contrastaba marcadamente con la tensión en la sala. Su vestido sencillo y su porte amable no hacían más que resaltar el desconcierto de los presentes.

—¡Hijo mío! —exclamó con entusiasmo, caminando directamente hacia Kouji, extendiendo los brazos para abrazarlo.

Kouji dio un paso hacia atrás, visiblemente incómodo.

—Mamá... —murmuró, endureciendo su expresión aún más, como si intentara proteger su imagen frente a los demás.

—¡Qué sorpresa verte aquí! —continuó Tomoko, ignorando por completo el ambiente hostil. Colocó una mano afectuosa en el brazo de su hijo—. ¿Has estado comiendo bien? Te ves algo delgado.

Los demás en la sala intercambiaron miradas de incredulidad.

—No puedo creer—susurró Junpei, cruzando los brazos—. ¿Cómo es que este tipo es hijo de alguien tan... dulce?

—Eso es un misterio que supera la ciencia —añadió Daisuke en voz baja, observando la interacción con ojos entrecerrados.

Takuya, aún tenso, no pudo evitar murmurar con un toque sarcástico:

—Debe haber sido un error cósmico.

—Sh.— Ryo los hizo callar— No tengas más problemas...—Murmuró entre dientes.

Tomoko, con su característica calidez, miró a los presentes y dijo con entusiasmo:

—Hijo, déjame presentarte a los amigos de Ryo.

Kouji levantó una mano, interrumpiéndola antes de que pudiera continuar.

—No es necesario, mamá —respondió con un tono seco, cruzándose de brazos.

Takuya soltó una risa sarcástica, incapaz de contenerse.

—Ya nos conocemos, Tomoko —comentó mientras lanzaba una mirada rápida a Kouji—. Muy a mi pesar.

Kouji rodó los ojos y, sin perder la compostura, agregó:

—Lamentablemente.

Tomoko frunció el ceño al notar la tensión evidente entre ellos. Sus ojos se posaron primero en Kouji y luego en Takuya, como intentando desentrañar el motivo de aquel ambiente cargado.

—¿Qué haces aquí, hijo? —preguntó finalmente, con un tono amable—. ¿Viniste a ver a Ryo?

Takuya, de pie junto a Ryo, rodó los ojos con fastidio.

—Es como si no conociera a su propio hijo —murmuró, asegurándose de que Tomoko no lo escuchara.

Kouji mantuvo su mirada seria mientras respondía:

—No, vine a verte a ti, mamá.

El rostro de Tomoko se iluminó con una sonrisa cálida, claramente complacida con la respuesta.

—Oh, querido, eso me alegra mucho —dijo mientras le daba unas palmaditas en el brazo. Sin embargo, antes de que pudiera continuar, un sonido extraño interrumpió la conversación.

Un leve golpe seguido de un ruido sordo llamó la atención de todos.

Kouji entrecerró los ojos, mirando en dirección al sonido.

—¿Qué es ese ruido? —preguntó, con evidente suspicacia.

Daisuke, con una sonrisa nerviosa, trató de desviar el tema.

—Debe ser la joven señorita...

Antes de que pudiera continuar, Ryo lo interrumpió rápidamente, lanzándole una mirada severa.

Kouji dirigió su atención hacia Daisuke, su mirada fría y calculadora.

—¿Señorita? —inquirió con un tono que exigía respuestas.

Ryo se apresuró a intervenir, esforzándose por sonar despreocupado.

—La señorita gata —dijo, señalando hacia una puerta lateral—. Mi mascota. A veces derriba cosas y hace ruidos extraños.

Los ojos de Kouji permanecieron fijos en Ryo durante unos segundos más, como si no estuviera convencido de la explicación.

Mientras tanto, en la cocina, Mimi suspiró con alivio, agradecida de que el ruido no hubiera revelado su presencia todavía. Akari le susurró con urgencia:

—¡Rápido, madrina, tenemos que salir antes de que Kouji sospeche más!

—Si, si, tranquila.—Musitó la castaña mientras deslizaba su pie fuera de la ventana.


El auto se detuvo frente a los altos portones de hierro del internado. La noche había caído hacía ya rato, y el frío del invierno parecía intensificar la sensación de inquietud que pesaba sobre Sora y Yamato. Ambos habían viajado durante dos largas horas tras recibir una llamada urgente del internado, informándoles de un asunto que requería su inmediata atención.

—No entiendo cómo puede ser tan grave como para hacernos venir a esta hora —murmuró Yamato, apagando el motor del auto.

Sora, que había estado en silencio durante la mayor parte del viaje, salió del auto y miró las imponentes instalaciones del lugar. Su expresión era una mezcla de cansancio y preocupación.

—Sea lo que sea, espero que Rika esté bien —respondió, ajustándose el abrigo.

Caminaron hacia la entrada principal, donde una inspectora de mirada seria y semblante rígido los esperaba bajo la tenue luz de la recepción.

—Señor y señora Ishida —los saludó con un tono contenido, aunque su rostro reflejaba cierta incomodidad—. Gracias por venir tan rápido.

—¿Qué sucede con nuestra hija? —preguntó Sora sin rodeos, su voz cargada de ansiedad.

La inspectora apretó los labios antes de responder.

—Lamentablemente, tenemos que informarles que su hija, Rika, se ha escapado del internado.

El aire pareció congelarse.

—¿Qué? —exclamó Yamato, dando un paso adelante. Su voz, aunque baja, estaba impregnada de incredulidad y enojo—. ¿Cómo es posible que algo así ocurra? ¿No se supone que este lugar es seguro?

La inspectora mantuvo su postura profesional, aunque era evidente que estaba lidiando con la tensión de la situación.

—Entendemos su preocupación, señor Ishida, pero a pesar de nuestras medidas de seguridad, Rika encontró la manera de eludir la vigilancia. Su desaparición fue notada hace unas horas, y hemos estado buscándola desde entonces.

—¿Hace unas horas? —repitió Sora, su voz temblando ligeramente—. ¿Por qué no nos avisaron de inmediato?

—Queríamos asegurarnos de que no estuviera simplemente escondida en alguna parte del campus —respondió la mujer, tratando de calmar los ánimos—. Pero al no encontrarla y tras revisar las cámaras de seguridad, confirmamos que salió por uno de los portones laterales.

—¡Debieron llamarnos al instante!— Gritó el rubio.

—Lo sentimientos.

—¡No nos pida disculpas!— Exclamó el Ishida.

Sora rápidamente depositó una mano en su brazo intentando calmarlo.

Yamato se pasó una mano por el cabello, visiblemente frustrado.

—Esto es inaceptable —gruñó—. ¿Qué están haciendo para encontrarla?

—Hemos notificado a las autoridades locales y enviado personal a buscarla por los alrededores —informó la inspectora—. Pero hasta ahora no hemos tenido éxito.

Sora, luchando por mantener la calma, dio un paso hacia la inspectora.

—¿Dijo algo antes de irse? ¿Alguna razón por la que pudo haber hecho esto?

La inspectora dudó un momento antes de responder.

—Según algunos de sus compañeros, Rika parecía estar preocupada por algo. Mencionaron que estaba frustrada y hablaba sobre no querer estar más aquí.

Sora apretó los puños, sintiéndose culpable por no haber notado antes que algo andaba mal con su hija.

—¿Cómo pudieron dejar que esto sucediera? —insistió Yamato, su voz ahora alzándose ligeramente—. Pagar por este lugar no solo implica su educación, también su seguridad.

—Entendemos su enojo, señor Ishida, y asumimos nuestra responsabilidad. Pero no pudimos evitarlo.

—¿No pudieron evitarlo?—Preguntó Yamato enojado— ¡Debieron a diestra siniestra evitarlo. Es su obligación!

La inspectora enderezó la espalda, claramente incómoda bajo la intensidad del enojo de Yamato, pero mantuvo su tono profesional.

—Señor Ishida, comprendemos su frustración y no estamos evadiendo la responsabilidad. Estamos haciendo todo lo posible para remediar esta situación, pero...

—No me interesan sus excusas —interrumpió Yamato con firmeza—. Mi hija está allá afuera, sola, quién sabe dónde, y ustedes aquí "haciendo todo lo posible". ¡Eso no es suficiente!

Sora, aunque igual de preocupada, puso una mano sobre el brazo de Yamato, intentando calmarlo.

—Yamato, por favor —murmuró, su voz temblando levemente—. Enfócate. Necesitamos respuestas, no discusiones.

Yamato resopló, pero se mantuvo en silencio, cruzándose de brazos mientras miraba a la inspectora con ojos llenos de furia contenida.

—Dígame, señora Kobayashi ¿por qué mi hija me llamó? ¿qué ocurrió en su día? ¿por qué estaba tan alterada?

—No lo sé.—Declaró la mujer—La verdad es que, la actitud de su hija no ha sido la mejor desde que llegó al internado.—Comentó— No ha tenido buena relación con las demás chicas, siempre se ha mantenido aislada.

Sora movió la cabeza.

—Sin embargo, no la vi tan vulnerable hasta hoy que recibió la visita de su abuela.—Agregó la inspectora— Luego de su visita, Rika estaba muy vulnerable y con lágrimas en los ojos...

—¿Visita de su abuela?— Preguntó Yamato.

La inspectora asintió: —Sí.—Respondió—Su abuela.

—¿Qué abuela?— Cuestionó la pelirroja.

La señora Kobayashi los observó sorprendidos— Acaso ¿no saben?

—¿Qué cosa?

—Que la señora Toshiko Takenouchi vino a verla.— Contestó la inspectora.

¿Qué?

Yamato y Sora se sorprendieron ante esta declaración.


La habitación de huéspedes estaba iluminada con una luz tenue que entraba a través de las cortinas ligeramente abiertas. Izumi empujó la puerta con cuidado, sin hacer ruido, y encontró a Takeru sentado al borde de la cama, secándose el cabello con una toalla. Su tío, aún en ropa cómoda tras ducharse, parecía más relajado, aunque las vendas que asomaban por su brazo y torso eran un recordatorio de las heridas que lo habían traído hasta allí.

—¿Lograste acomodarte? —preguntó Izumi, entrando en la habitación con una sonrisa ligera.

Takeru levantó la vista, sorprendido pero complacido de verla. Asintió mientras dejaba la toalla a un lado. —Sí, gracias. Es un lugar cómodo.

Izumi cruzó los brazos mientras observaba el cuarto rápidamente. —Qué bueno. Me aseguré de que todo estuviera perfecto antes de que llegaras. —Se acercó un poco más, inclinando la cabeza con curiosidad—. ¿Cómo están tus heridas?

Takeru dejó escapar un suspiro mientras movía ligeramente el brazo vendado, haciendo una mueca leve. —Mejor. La ducha ayudó a relajarme. Aunque todavía duele un poco, ya no es como antes. Gracias al cielo, las curaciones que me hizo Hikari fueron efectivas, me siento mucho mejor.

Izumi asintió, satisfecha con la respuesta. —Me alegra escuchar eso. No quiero que te esfuerces demasiado. Ya sabes cómo se preocupa mamá cuando alguien de la familia no está bien.

Takeru esbozó una sonrisa. —Lo sé. Tu madre siempre ha sido así. Pero no te preocupes, estoy siguiendo todas las indicaciones. Prometido.

Izumi le dedicó una mirada comprensiva antes de sentarse en el borde de una silla cercana. Su expresión cambió, reflejando algo de inquietud. —Por cierto, ¿sabes por qué mis padres salieron tan deprisa esta mañana?

Takeru alzó una ceja, claramente sorprendido por la pregunta. —No, no dijeron nada específico. —Se recostó un poco hacia atrás, apoyándose con cuidado para no lastimarse—. Supuse que era algo relacionado con sus asuntos, pero no me dieron detalles.

Izumi hizo una mueca, arrugando la nariz ligeramente. —Fue extraño. Salieron tan rápido que ni siquiera dijeron palabra, y mamá siempre avisa. —Se inclinó un poco hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas—. Me preocupó la forma en que lo hicieron, como si algo estuviera mal.

Takeru observó a su sobrina, captando la tensión en su voz. —No creo que sea algo grave —dijo finalmente, con un tono calmado y tranquilizador—. Si lo fuera, te habrían dicho algo. Siempre lo hacen, ¿verdad?

Izumi asintió, aunque no parecía completamente convencida. —Supongo que tienes razón. —Hizo una pausa, mirando por un instante las vendas en el brazo de Takeru antes de regresar su atención a él—. Pero no puedo evitar pensar que están ocultando algo.

Takeru sonrió con suavidad, intentando disipar las dudas de su sobrina. —Eres como tu madre. Siempre te preocupas por todos. Pero a veces, los adultos tienen cosas que resolver solos. Estoy seguro de que volverán pronto y te lo explicarán.

Izumi dejó escapar un suspiro, soltando un leve encogimiento de hombros. —Tal vez. —Se levantó, enderezando su vestido mientras le dirigía una última mira—. Si necesitas algo, no dudes en pedírmelo. Estoy aquí para lo que necesites.

—Gracias, Izumi. Lo mismo digo —respondió Takeru, con una sonrisa agradecida.

Izumi le devolvió la sonrisa, aunque, había algo en su rostro que el mayor pudo notar.

—Sobrina ¿por qué tienes esos ojitos triste?

—¿Triste?—Preguntó la oji-verde.

El oji-azul asintió.

—¿E? Te-te equivocas.—Respondió la chica.

Takeru negó: —Sé notar cuando esos ojitos tienen tristeza.— Comentó.

Takeru observó a Izumi mientras ella intentaba disimular su expresión, pero sus ojos verdes, que solían irradiar energía y confianza, ahora parecían opacados por algo más. Aunque intentaba desviar la conversación, su tío no estaba dispuesto a dejarlo pasar.

—Sobrina, ¿por qué tienes esos ojitos tristes? —preguntó con suavidad, inclinándose ligeramente hacia ella desde su asiento.

Izumi parpadeó, sorprendida por la pregunta directa, y se cruzó de brazos, como si esa postura pudiera protegerla de las emociones que empezaban a surgir.

—¿Triste? —repitió, fingiendo una sonrisa casual que no convenció a Takeru.

El oji-azul asintió, manteniendo su mirada fija en ella con una mezcla de preocupación y paciencia.

—Sí, triste. Sé notar cuando esos ojitos tienen tristeza —comentó con un tono tranquilizador, intentando abrir una puerta para que ella pudiera desahogarse.

Izumi dejó escapar una risa nerviosa, apartando la mirada.

—T-te equivocas. Estoy bien, solo cansada, supongo.

Takeru negó con la cabeza, sin apartar su atención de ella.

—Izumi, no necesitas fingir conmigo. Soy tu tío, y si hay algo que te preocupa, puedes decírmelo. Estoy aquí para escucharte.

La joven permaneció en silencio por un momento, apretando los labios como si estuviera debatiéndose internamente. Finalmente, dejó caer los hombros y se dejó caer en el sofá frente a la cama donde dormiría Takeru.

—Está bien —murmuró, evitando su mirada—. Supongo que… sí, hay algo.

Takeru esperó pacientemente, sabiendo que forzarla no serviría de nada.

—Es por Kouji —admitió finalmente, con un tono apagado—. Nuestra relación… no está bien.

El rostro de Takeru se suavizó aún más, y se inclinó un poco hacia adelante, colocando sus codos sobre sus rodillas mientras la escuchaba.

—¿Qué pasó?

Izumi se llevó una mano al cabello, enredando sus dedos en él de forma nerviosa.

—Lo que te he comentado anteriormente, siento que nuestra relación no...—Suspiró— No está funcionando.

Takeru hizo una mueca ante esto, desde hace un tiempo, mejor dicho, desde el inicio de la relación entre Kouji e Izumi notaba que las cosas no eran tan perfectas, como Izumi quería que fuera. Y no la culpaba, ella siempre lo quiso a él, pero...tampoco culpaba a Kouji por no poder corresponderle del todo.

—Él quiere controlar mi vida.—Declaró la oji-verde— Siempre quiere que yo haga lo que él diga y-y...Para mí no es siempre agradable tener que renunciar a todo porque quiero estar con él.

—No deberías hacerlo.

—Pero lo hago.—Respondió Izumi —Porque no quiero perderlo.

Ese miedo a perderlo era algo que le aterraba.

—¿Sabes? Hace un tiempo él me dijo que si no me alejaba de Takuya, lo perdería para siempre.

—¿Enserio?

La oji-verde asintió: —Así que, tuve renunciar a la campaña que íbamos a empezar a realizar en Takenouchi Style para no ver a Takuya. Tuve que alejarme de él, evitar a diestra y siniestra saludarlo.

—¿Enserio te pidió eso?

Izumi asintió.

—¿Y lo hiciste?— Preguntó Takeru.

—Sí.

—Pero, Izumi, renunciar a todo no es correcto.

—Sé que no.—Respondió la Ishida— Pero me aterra la idea de perderlo.

Takeru negó con la cabeza, esto no estaba bien, para nada.

—¿Sabes que es lo más triste?— Comentó Izumi— Que tuve que alejarme de Takuya y me he comportado horriblemente con él estos días...—Musitó— Apenas lo saludo, intento no dirigirle la mirada, literalmente renuncié a mis modales...—Suspiró— Pero él sigue siendo amable conmigo. Y busca hacerme reír.

Takeru se cruzó de brazos, escuchando atentamente a su sobrina mientras intentaba desentrañar lo que estaba pasando por su mente. Izumi hablaba con una mezcla de culpa y anhelo, lo que no hizo más que aumentar su intriga.

—Takuya... —murmuró Izumi con una sonrisa pequeña pero melancólica— Es increíble. Siempre tiene esa energía, esa forma de ver el lado bueno de todo. Incluso cuando soy fría o distante, nunca se rinde conmigo. No importa cuánto lo evite o lo ignore, siempre encuentra la manera de acercarse, de hacerme sentir mejor.

Takeru arqueó una ceja, notando el cambio en su tono.

—Sigue... —la animó, aunque había una pizca de ironía en su voz.

Izumi suspiró, sin darse cuenta de la mirada evaluadora de su hermano.

—Es como si... no sé, como si él entendiera algo que yo no puedo expresar. Siempre tiene una broma lista, un comentario sarcástico que me hace reír aunque no quiera. Es tan... paciente. Creo que nunca he conocido a alguien así.

—Interesante... —comentó Takeru, dejando caer el peso de la palabra con intención.

Izumi parpadeó, alzando la mirada hacia él.

—¿Qué tiene de interesante?

Takeru la observó por un momento antes de responder, escogiendo cuidadosamente sus palabras.

—La forma en que hablas de él, Izumi.

—¿Qué tiene mi forma de hablar? —preguntó ella, a la defensiva.

Takeru se encogió de hombros, aunque su expresión permaneció seria.

—No lo sé, quizá es la admiración en tu voz. O la forma en que tus ojos se iluminan cuando lo describes. Es curioso, sobre todo viniendo de alguien que dice estar evitando a ese tipo como si fuera el enemigo público número uno.

Izumi abrió la boca para responder, pero no encontró las palabras. Takeru la había desarmado con una observación que ni siquiera ella misma había considerado.

—No estoy diciendo que haya algo malo en ello, Izumi. Pero me parece contradictorio que digas que "renunciaste a todo" cuando claramente estás más involucrada emocionalmente de lo que quieres admitir.

Izumi desvió la mirada, sintiendo el calor subirle al rostro.

—Eso no significa nada. Solo... estoy agradecida, eso es todo.

—¿Agradecida? —repitió Takeru, con una risa incrédula—. Izumi, suenas más como alguien que está al borde de una confesión que como alguien que solo siente gratitud.

—¿De una confesión?—Preguntó la oji-verde— ¡Claro que no!

—Bueno, quizás, no sea una confesión consciente, pero de la forma que hablas de Takuya, la culpa que sientes al no poder hablarle se siente más como una carga emocional que culpa por simplemente no ser educada con él.

Izumi observó confundida a su tío: —¿Qué quieres decir?

—No lo sé...—Comentó— Dímelo tú...—Murmuró— ¿Estás seguro que sigues enamorada de Kouji?

—¿Qué? ¿Por qué preguntas eso?— Preguntó la chica.

—Porque tu rostro dice otra cosa, tus expresiones, tu forma de hablar...—Musitó Takeru— Cuando hablas de Kouji pareces apaga como si llevaras una carga horrible en tu espalda. Pero cuando mencionas a Takuya tu rostro se ilumina.

¿Qué?

—Incluso, ayer que estuvimos en su casa, fue evidente que te importó nada lo que dijera o hiciera Kouji. Sonreías mucho con la presencia de Takuya.

Izumi parpadeó, incapaz de procesar lo que Takeru acababa de decir. Su corazón se aceleró, pero no estaba segura si era por la confusión, el miedo o la posibilidad de que tuviera algo de razón.

—Eso no es cierto, Takeru. —Intentó sonar segura, pero su voz tembló ligeramente, traicionándola.

Takeru ladeó la cabeza, observándola con la paciencia de alguien que sabía que estaba pisando terreno frágil.

—¿No es cierto? Entonces mírame a los ojos y dime que sigues enamorada de Kouji.

Izumi abrió la boca, pero las palabras no salieron. Era como si algo la estuviera frenando, como si la simple idea de pronunciar esa afirmación la asfixiara.

—Yo... —balbuceó finalmente, apartando la mirada— Claro que lo estoy.

—No lo parece. —El tono de Takeru era suave pero firme, y sus palabras perforaron la barrera defensiva que Izumi intentaba construir—. Y no lo digo para molestarte, Izumi. Es solo que... parece que estás atrapada en una relación que no te hace feliz.

—Eso no es asunto tuyo. —Respondió rápidamente, su tono cargado de incomodidad.

—Tal vez no lo sea. Pero soy tu tío, y me importa tu felicidad.

Izumi respiró hondo, tratando de calmarse. Pero las palabras de Takeru se sentían como un peso que no podía ignorar.

—Kouji y yo tenemos historia, ¿entiendes? No es algo que pueda desechar solo porque... porque alguien más me hace sonreír de vez en cuando.

Takeru arqueó una ceja, su expresión llenándose de escepticismo.

—¿Historia? Claro, pero también empezaste a escribir una con Takuya. Una historia que, por lo que veo, sigue escribiéndose cada vez que están juntos.

—¡Eso no significa nada! —Exclamó Izumi, su voz ahora alzándose.

—¿En serio? Porque, honestamente, parece que significa mucho. —Takeru hizo una pausa, dejando que el silencio se asentara entre ellos antes de continuar—. Mira, no estoy diciendo que debas tomar una decisión ahora mismo. Solo quiero que seas honesta contigo misma. Porque si sigues forzándote a sentir algo por Kouji cuando claramente tus sentimientos están en otro lugar, terminarás lastimándote más a ti misma... y a él.

Izumi se quedó callada, sus palabras atoradas en su garganta. Sabía que Takeru tenía un punto, pero admitirlo era un paso que todavía no estaba lista para dar.

—Piénsalo, Izumi. No te estoy pidiendo que hagas algo al respecto ahora mismo, solo que te permitas ser sincera contigo misma. —Con esas palabras, Takeru se levantó y salió de la habitación, dejando a Izumi sola con sus pensamientos.

Ella se hundió en el sofá, sintiéndose abrumada. Las palabras de Takeru seguían resonando en su mente, cada una golpeando con fuerza las barreras que había construido alrededor de sus sentimientos. ¿Era posible que realmente hubiera algo de verdad en lo que él decía? ¿Y si estaba engañándose a sí misma todo este tiempo?


BethANDCourt: ¡Hola! jajajaj entiendo la escena de algún modo es divertida. Aunque tienes razón. Yamato debe respetar a Sora. Kouji lo hace de malhumorado para hacer sufrir a Izumi. Yamato casi lo hace porque en verdad estaba celosísimo. Sí, Mimi está jugando con fuego, pero (leve spoiler) Mimi ya sabe como son las jugarretas de los Ishida. Y créeme Mimi no sufrirá cuando la verdad salga a la luz jajaja Puede ser que se salga con la suya, pero arrepentirse...mmmm...lo veo difícil, ya que la vida no la ha tratado bien. Puede ser que le explote el plan, pero creo que es más posible que se salga con la suya, Mimi ya no es como antes y la vida la ha tratado muy mal como para nuevamente le salga mal todo. Sí, es muy triste lo que sucede con Rika, pero ya estamos llegando al momento de reflexión, dentro de unos 5 capítulos Rika ya no será el "problema" o personaje sufrido. Sora por enfrentar a Toshiko sufrió esto, lamentablemente Toshiko para demostrar que no es manipulable, fue a decirle la verdad a Rika. ¡Sí! El Takari es lo más lindo tanto de esta historia como de Digimon. Yo también lloro porque jamás los confirmaron como pareja ToT Era simple y no lo hicieron. Ya veremos si siguen el camino de MimixYamato o logran estar juntos sanamente. Jsjsjs Takuya debe colocar orden, después de todo, es el hombre de la casa jsjs ¡Sí! Es super tierno y cuida muy bien a las mujeres que lo rodean. Kouji, Kouji, Kouji...intento no spoilear con este personaje...entiendo la colera es una persona con el carácter muy difícil. Ya veremos que ocurrirá con Izumi. Espero que te haya gustado el capítulo, agradezco mucho que seas mi fiel lectora, espero seguir leyendo tus comentarios ¡Te mando un abrazo a la distancia!