REVENGE
~Capítulo 37~
Rika secó sus lágrimas con el pañuelo que le dio su amiga. Aun sin poder creer que su amiga estaba ahí.
—¿Cómo supiste que estaría aquí?
—Agradécele eso a tu tío Takeru.— Comentó Damar.
—Pe-pero...—Habló la pelirroja incrédula—¿Cómo?
—Debía contactarte de algún modo.—Declaró la castaña— Y ya que no respondías tuve que recurrir a tu familiar más cercano...—Comentó— Al menos él si me respondió el mensaje que le mandé por Instagram a diferencia de alguien que no revisa WhatsApp.—Musitó con una sonrisa.
Rika abrió los ojos a más no poder.
—¿Le escribiste a Takeru? —preguntó, todavía procesando lo que acababa de escuchar.
Damar asintió con satisfacción.
—Claro que sí. Fue la única manera de averiguar dónde estabas. Tu querido tío resultó ser bastante útil para alguien que nunca deja de bromear.
Rika llevó una mano a su frente, negando con la cabeza mientras intentaba contener una sonrisa.
—No puedo creer que él te haya dicho dónde estaba —murmuró.
—Créelo, querida. Aunque no fue tan fácil. Tardó en contestar, pero cuando lo hizo, me dio toda la información que necesitaba —replicó Damar, encogiéndose de hombros como si hubiera hecho algo completamente normal.
Rika suspiró, todavía un poco desconcertada, pero profundamente agradecida de que Damar estuviera allí.
Damar le hizo una gesto a la pelirroja y ambas tomaron asiento en la banca.
La Ishida pasó su mirada por la castaña totalmente incrédula: —¿Cuándo regresaste?
—Ayer.— Respondió la castaña.
—¿Por qué no me dijiste que regresarías?
—Porque quería que fuera sorpresa.—Contestó Damar— Además, dejaste de responderme los mensajes hace tiempo, no pensé que leerías mi mensaje si decía que venía.
—Disculpa, he tenido muchos problemas, no tengo celular.—Comentó Rika.
La castaña rió— No tienes que darme explicaciones.—Suavemente tomó sus manos— Ahora estamos juntas ¡y al fin volvemos a vernos!
El corazón de Rika se llenó de una calidez que no había sentido en semanas. Por primera vez en mucho tiempo, la presencia de su mejor amiga hacía que todo pareciera un poco más manejable.
—Verdaderamente no puedo creer que regresaste, yo me había resignado a la idea que, jamás volveríamos a vernos.—Comentó Rika.
—Yo también.—Murmuró Damar— Pero ¡estoy aquí!
—Dime ¿cómo fue?—Musitó la pelirroja— ¿Cómo pudiste regresar?
—Fue por proyectos familiares. Taiki consiguió una beca para estudiar.— Habló la castaña— Como bien sabes, él sacó el técnico y luego de hacer gestiones, la universidad le permitió continuar con sus estudios. Además, consiguió una oportunidad de trabajo que no pudo rechazar.—Relató— A esto se le sumó que Takato también ingresará a estudiar, así que, no tuvimos más opción que regresar a la ciudad.
—Que bien.—Comentó Rika—Y dime ¿cómo están ellos?
—Bien.—Respondió Damar e hizo una mueca— De a poco vamos superando todo lo que sucedió.
Fue en ese minuto que Rika recordó aquel detalle no poco importante: Su amiga hace seis meses atrás perdió a su madre, debido a una enfermedad que tuvo, intentó tratarse pero era tarde y murió.
—Lamento mucho lo que sucedió con tu madre.— Musitó Rika.
—No te preocupes.— Respondió Damar con una sonrisa triste— Han pasado varios meses desde que ella partió.
—Sí, lo sé, pero sé lo importante que ella era para ti.— Comentó la pelirroja—Me hubiese gustado mucho estar ahí contigo.—Tomó su mano— Pero, mis padres no me dejaron, dijeron que no tenía autorización viajar sola al Sur.
—No te preocupes.— Habló Damar— Recibí tus mensajes y tu llamada. Sé que a la distancia nos estabas apoyando.
Rika sonrió.
—Y agradezco mucho el apoyo económico que nos diste.— Comentó la castaña— Nos sirvió para financiar parte del velorio.
—¿En verdad?—Musitó la pelirroja— Me alegra escuchar eso...—Declaró— Pensé que, a pesar de no estar ahí, podía enviarte una ayuda.
Conocía la situación de su amiga, no era extremadamente pobre, pero tampoco era muy acomodada. Al contrario, su situación económica era muy similar a la de Ryo e Hikari, la novia de Takeru. Consecuencias de, vivir con una madre soltera, con tres hijos.
—Créeme amiga, en momentos así, todo sirve.—Declaró Damar— Y aunque solo me hubieras enviado un abrazo virtual estaría igual de agradecida. Porque me alegra saber que aun me consideras tu amiga.
—Yo también.—Habló Rika.
Ambas sonrieron.
—Pero ¡bien! No hablemos de cosas tristes.—Exclamó Damar— Mejor cuéntame ¿qué ha pasado tu vida?
Rika suspiró: —Demasiadas cosas.
—¡Tengo tiempo!— Musitó la castaña antes de acomodarse sobre la banca con sus piernas en posición de mariposa para luego abrir su mochila y sacar dos latas: — ¿Una coca sin azúcar?
La puerta del club se abrió con suavidad, y la figura de Satomi emergió en el umbral, su presencia llamando la atención instantáneamente. Era una mujer elegante, con un porte seguro que contrastaba con la intrusión de su figura en ese lugar que solía ser exclusivo para las mujeres más distinguidas de la alta sociedad. A medida que cruzaba la sala, el murmullo comenzó a extenderse, y todas las miradas se dirigieron hacia ella, algunas llenas de sorpresa, otras con desdén.
Satomi caminó con paso firme, dirigiéndose al centro de la sala donde un grupo de mujeres se encontraba reunido en una mesa elegante, rodeada de tazas de té y conversación superficial. En el momento en que entró, la conversación se detuvo, y todas las miradas se posaron sobre ella. Una de las mujeres, con un aire de superioridad, alzó una ceja y la observó detenidamente.
—¿Qué haces aquí, Satomi? —preguntó con tono desdeñoso, claramente desconcertada por la presencia de la mujer que no era de su clase.
Satomi se detuvo frente a ellas, su mirada fija y desafiante.
—He venido a exigir lo que me pertenece —dijo con voz firme y decidida, haciendo una pausa para que su declaración calara hondo en cada una de las mujeres presentes—. Este lugar es mío por derecho, y no permitiré que ninguna de ustedes me lo quite.
Un silencio tenso se apoderó de la habitación, pero no tardó en romperse cuando otra mujer, con una sonrisa falsa y un tono lleno de desprecio, intervino.
—¿Tú? —la mujer soltó una risa condescendiente—. ¿Qué haces aquí? No tienes nada que hacer en un lugar como este. No eres una mujer de nuestra clase.
Satomi no se amedrentó. En lugar de eso, su mirada se endureció aún más, como si estuviera lista para defender su posición a toda costa.
—No soy yo quien no merece estar aquí —respondió, su voz cargada de veneno—. Es Toshiko quien no tiene ningún derecho de estar en este lugar.
El murmullo recorrió la sala, y todas las mujeres se giraron hacia Toshiko, que se encontraba en la esquina, observando con una mezcla de sorpresa y enojo.
—¿Qué dices, Satomi? —respondió Toshiko, levantándose de su asiento. Sus ojos destellaban furia, pero Satomi la enfrentó sin vacilar.
—¡Ella es la infiel! —exclamó Satomi, señalando a Toshiko con un dedo tembloroso de ira. La sala se quedó en silencio por un segundo, pero Satomi no detuvo su discurso—. Y no solo eso… ¡es una ladrona!
Las mujeres comenzaron a cuchichear entre sí, y Toshiko la miró con desdén, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.
—¿Qué estás diciendo? ¡Estás completamente fuera de lugar! —Toshiko la acusó, con una risa nerviosa que no lograba ocultar la incomodidad.
Satomi se adelantó, sacando un par de papeles de su bolso y extendiéndolos hacia la mesa.
—Aquí está la prueba —dijo con voz baja y llena de furia, mientras las mujeres observaban con atención. En los papeles se leía claramente el nombre de Kousei, su esposo, y la firma de Toshiko. Satomi lanzó los documentos sobre la mesa—. Estos son los documentos que demuestran que Kousei y tú me robaron la escritura de este lugar. ¡Este lugar me pertenece a mí, y tú no tienes derecho a ocuparlo!
Toshiko no pudo ocultar su furia. Sus manos temblaron ligeramente, y su rostro se tornó rojo de rabia.
—¡Estás completamente loca! —gritó Toshiko, levantándose de su asiento y acercándose a Satomi con furia contenida—. No sé qué diablos has estado pensando, pero no tienes ni idea de lo que estás diciendo.
Satomi la miró fijamente, su postura inquebrantable, sin mostrar ni una pizca de miedo.
—No estoy loca, Toshiko. Estoy diciendo la verdad, y ustedes lo saben. Tú y Kousei están coludidos para quitarme lo que es mío.
Toshiko la miró con desdén y volvió a llamar la atención de las demás mujeres en la sala.
—¿Van a creerle a una adúltera como ella? —preguntó con sarcasmo, alzando una ceja. Luego, con voz llena de seguridad, se volvió hacia las demás—. ¿O van a creerme a mí, una mujer intachable que nunca ha hecho nada de lo que Satomi está diciendo?
Las mujeres comenzaron a murmurar entre sí, algunas visiblemente sorprendidas por la acusación de Satomi, mientras otras parecían creer las palabras de Toshiko, asentando con la cabeza. El aire en la sala se volvió pesado, con la tensión palpable.
Satomi no permitió que la duda la afectara. Dio un paso al frente, mirando a todas las mujeres con una determinación feroz.
—No me importa lo que digan de mí —respondió, su voz cortante—. La verdad está escrita en estos papeles. Kousei y tú, Toshiko, me robaron lo que me pertenece, y no voy a quedarme de brazos cruzados mientras ustedes lo disfrutan.
La sala entera estaba sumida en un susurro constante, mientras las mujeres debatían en voz baja, sin saber quién decir la verdad. Toshiko, visiblemente nerviosa, trató de recuperar el control de la situación.
—No le crean a Satomi —les advirtió, con un tono tenso—. Su psiquiatra la diagnosticó con demencia. Por eso Kousei la echó de casa. Está completamente fuera de sí.
Las mujeres comenzaron a murmurarse entre ellas, algunas asintiendo con aire de desaprobación hacia Satomi. El rostro de la castaña se llenó de indignación.
—¡No estoy loca! —gritó Satomi, su voz llena de rabia y dolor. El sonido resonó en toda la sala, pero la tensión era ahora insoportable.
Toshiko, sintiendo que había ganado el apoyo de las demás, se cruzó de brazos con una sonrisa victoriosa.
—La gente siempre dice que los locos no saben lo que están haciendo, ¿no? —dijo, mirando a Satomi con una mezcla de compasión falsa y arrogancia—. La verdad es que estás perdida, Satomi. Nadie te cree.
Satomi no se dejó intimidar. Dio un paso hacia Toshiko, mirando a las mujeres a su alrededor con determinación.
—No me importa lo que piensen de mí —respondió con firmeza—. Lo que importa es que esta mentira que han estado vendiendo se acabó. Kousei y tú, Toshiko, no me robarán mi vida.
Con esas palabras, Satomi se volvió hacia la puerta, su figura imponente y llena de furia, dejando atrás una sala de mujeres divididas, que apenas podían comprender la magnitud de lo que acababa de suceder.
Mimi no dijo nada al principio. Se limitó a sostener a Izumi con firmeza, dejando que las lágrimas de la rubia empaparan su blusa. Su toque era cálido, reconfortante, como si intentara transmitirle toda la fuerza que Izumi sentía que había perdido.
—Déjalo salir —susurró la castaña suavemente, acariciando el cabello de Izumi—. No tienes que ser fuerte todo el tiempo.
Las palabras de la oji-miel rompieron las últimas barreras de contención en la rubia, quien sollozó con más intensidad. Sentía una mezcla de vergüenza por mostrarse tan vulnerable y gratitud porque alguien estuviera allí para sostenerla.
—No entiendo, Haruna... —musitó entre lágrimas—. ¿Cómo pudo hacerme esto? Pensé que lo conocía, que él confiaba en mí.
Mimi dejó escapar un suspiro profundo, sin soltar a Izumi.
—A veces las personas que amamos están luchando con cosas que no podemos ver —dijo con un tono calmado—A veces las personas tienen batallas internas, batallas que los consumen, y no saben cómo dejar que alguien más los ayude.
Izumi levantó la mirada, sus ojos hinchados y brillantes por el llanto.
—Pero yo quería ayudarlo, Haruna... quería ser esa persona para él. Y él... él me apartó.
Mimi asintió lentamente, comprendiendo el dolor de Izumi.
—Lo sé, pequeña, lo sé. Y duele, porque te importa. Pero hay cosas que no podemos arreglar por ellos. Él tiene que decidir enfrentarlo por sí mismo, y hasta que lo haga, tú no puedes cargar con esa culpa.
—¡Claro que es mi culpa!— Exclamó la oji-verde— No fui lo suficientemente atenta con él.
—¿Atenta?— Preguntó la castaña— Izumi ¡tú siempre has estado atenta a él!
—No lo suficiente. Si lo hubiese estado ¡me hubiese dado cuenta!
Mimi movió la cabeza: —Izumi, no es tu culpa. Kouji es grande, él sabe en qué se involucra.
La rubia bajó la mirada— Pero ¿cómo fui tan estúpida en no darme cuenta? Es mi novio.
—Izumi, él tiene sus luchas, no tienes porque cargar con ellas. Aunque seas su novia.— Respondió la castaña.
"Luchas internas"
Acaso ¿ella era la culpable de ellas?
Mimi acarició suavemente el cabello de la rubia.
El debate en su mente era evidente por el rostro que tenía.
—No sé que hacer ahora, no sé que hacer. Siento que a Kouji no lo conozco...jamás me hubiera imaginado que él...—Decidió no decirlo— Kouji siempre fue catalogado como el chico perfecto. Pero hoy me dejó en claro que no lo es...
Mimi se mordió el labio inferior. Así que Kouji tenía un problema con las drogas...A Tomoko no le gustaría saber esto.
—De aquí a un tiempo él me ha demostrado que...—Se detuvo.
—¿Te ha demostrado qué?— Repitió la castaña con curiosidad e incertidumbre.
—Que no es el mismo chico del que yo me enamoré hace años atrás.—Respondió la oji-verde— Al contrario, durante este tiempo él es muy frío conmigo, no me escucha, se cerró a que yo pueda entrar en su vida.
Mimi observó a su hija. Era como si, no lo solo hablara de esta situación, hablaba de algo más profundo.
—Kouji ya no es...El príncipe azul que yo creí que era...
Mimi sintió una puntada en su corazón al escuchar esas palabras.
~Recuerdo~
La celda era fría y oscura, un espacio reducido donde el eco de las lágrimas de Mimi parecía rebotar en las paredes de piedra. Estaba sentada en el suelo, con las piernas recogidas y los brazos rodeándolas, como si intentara protegerse de un mundo que había dejado de tener sentido.
Había pasado horas en esa posición, temblando, su vestido de seda ahora sucio y desgarrado, un reflejo de lo que sentía por dentro. Su largo cabello castaño estaba desordenado, mechones pegados a su rostro por las lágrimas que no dejaban de caer.
"¿Cómo llegué aquí?"
La pregunta la atormentaba una y otra vez. Había creído en Yamato, su príncipe azul, el hombre que había jurado protegerla, amarla, incluso cuando todo parecía perdido. Pero él... él había decidido creer en otros.
Mimi apretó los dientes, sintiendo cómo la rabia se mezclaba con el dolor en su pecho.
—¡Yo siempre estuve a tu lado! —susurró, aunque su voz salió como un grito ahogado—. Siempre te defendí... siempre...
Un sollozo profundo rompió sus palabras. Recordó los días felices, cuando Yamato la miraba con esos ojos que parecían prometer un futuro lleno de amor y seguridad. Recordó cómo le había tomado la mano en el jardín, prometiéndole que nada ni nadie la dañaría mientras él estuviera a su lado.
"Mentiras."
La palabra resonaba en su mente como un tambor. Él había escuchado las acusaciones de traición, las palabras llenas de veneno que otros habían sembrado en su contra. Y, en lugar de protegerla, la había dejado caer.
Mimi levantó la mirada hacia las barras de la celda. Fuera, la luz de la luna se filtraba débilmente, proyectando sombras que parecían burlarse de ella.
—¿Tan poco significaba para ti? —dijo en un murmullo, su voz rota.
Los recuerdos de su última conversación la atormentaban. Yamato había evitado su mirada, sus palabras habían sido frías, calculadas, como si ya no fuera el hombre que ella había amado.
—No puedo ignorar lo que todos dicen, Mimi —había dicho él, su tono distante—. Necesito tiempo para pensar... para entender qué está pasando.
"¿Tiempo?"
La ironía la hizo reír entre lágrimas. El tiempo que él necesitaba la había dejado a ella en una celda, siendo tratada como una criminal.
Mimi cerró los ojos, dejando que las lágrimas corrieran libres. Su corazón estaba roto, no solo por la traición de Yamato, sino por el hecho de que ella había creído en él, había apostado todo por un hombre que, al final, no había tenido el valor de luchar por ella.
—Te amaba... te amaba más de lo que amaba mi propia vida... —susurró, sintiendo cómo su cuerpo temblaba con cada palabra—. Pero tú... tú me dejaste sola.
El sonido de pasos en el pasillo interrumpió sus pensamientos. Mimi no levantó la cabeza; no tenía fuerzas para enfrentar a nadie más.
—Mimi...
Esa voz. Su corazón dio un vuelco al reconocerla. Lentamente levantó la mirada y, a través de las sombras, vio a Yamato de pie frente a la celda. Su expresión estaba cargada de algo que no podía descifrar: culpa, tristeza... tal vez ambas.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, su voz apenas audible.
Él tragó saliva, como si las palabras fueran difíciles de formar.
—Tenía que verte.
La risa de Mimi fue amarga, casi cortante.
—¿Verme? ¿Ahora? Después de que decidiste escuchar a todos menos a mí, después de que me dejaste aquí, como si yo fuera nada para ti?
Yamato bajó la mirada, su semblante mostrando un peso que parecía difícil de soportar.
—Yo... estaba confundido. No sabía en quién creer.
—¡Deberías haber creído en mí! —gritó Mimi, levantándose de golpe, aferrándose a las barras con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos—. Pero no lo hiciste. Me dejaste aquí, Yamato. Me dejaste sola.
Él dio un paso hacia la celda, levantando una mano como si quisiera alcanzarla, pero se detuvo.
—Mimi, lo siento. No sé cómo arreglar esto, pero...
—No puedes arreglarlo —lo interrumpió ella, su voz cargada de dolor—. Nada de lo que digas puede borrar lo que hiciste, o mejor dicho, lo que no hiciste.
El silencio se extendió entre ellos, cargado de emociones no dichas. Yamato finalmente se retiró un paso, como si las palabras de Mimi hubieran sido un golpe directo al pecho.
—Tú lo arruinaste.
Mimi negó con la cabeza, las lágrimas cayendo de nuevo.
—¡No lo arruiné!— Exclamó— Fuiste tú.—Declaró— Me encantaría creer que vas a sacarme de aquí porque me amas, porque crees en mí. Pero no creo que puedas hacer eso. Después de todo, no eres el príncipe azul que yo creí que eras. Y que amaba.
Yamato no respondió. Solo la miró, su expresión un enigma, antes de darse la vuelta y marcharse, dejando a Mimi sola en la celda, con el eco de sus palabras resonando en la oscuridad.
"Que amaba..."
El peso de esa verdad aplastaba su corazón, mientras las lágrimas seguían cayendo, silenciosas, en un lugar donde el amor había sido reemplazado por la traición.
~Fin del recuerdo~
—Ese es el problema, querida.—Declaró Mimi— Los príncipes azules no existen.
Izumi observó sorprendida a la castaña.
—Es una ideología muy errada.—Comentó la castaña— Pero no existen.
—Pero...
Mimi se depositó una mano en su hombro—No, Izumi. Déjame terminar. —Su voz era firme, aunque teñida de melancolía—. Yo una vez, también creí que había encontrado un príncipe azul, ese que cuentan en los cuentos ¿sabes?
—¿Y-y?—preguntó la rubia— ¿qué pasó?
—Me di cuenta que no lo era.—Respondió la castaña— Pasé años creyendo en ese ideal, pensando que había encontrado al hombre que me protegería de todo, que me amaría sin importar lo que ocurriera. Pero ese hombre... no era lo que yo pensaba.
Izumi no sabía qué decir. Se quedó en silencio, dejando que Mimi continuara.
—Me tomó tiempo aceptarlo. —Mimi se giró hacia la ventana, observando el jardín iluminado por la luna—. Una vez desperté del sueño en el cual estaba y me di cuenta de que, si quería salir adelante, no podía seguir creyendo en que un príncipe azul vendría a solucionar mi vida. Tuve que creer en mí misma.
Un silencio incómodo se instaló entre ambas. Izumi bajó la mirada, jugando con los pliegues de su vestido.
—¿Y todavía lo amas? —preguntó de repente, su voz cargada de incertidumbre.
Mimi cerró los ojos, como si la pregunta fuera una daga directa a su pecho.
¿Amaba a Yamato? ¿Continuaba amándolo?
Se mordió el labio inferior.
—El amor no desaparece de un día para otro. —Admitió en un susurro.
Quizás, ahora no lo amaba. Pero le costó mucho...mucho...¡Mucho! olvidarse de eso.
—Pero no es el mismo amor. Ya no es un amor ciego, idealizado. Ahora... —Se giró hacia su hija, su mirada más seria que nunca—. Ahora es un amor lleno de cicatrices.
Izumi asintió lentamente, sintiendo que entendía, aunque no estaba segura de querer aceptar esa realidad.
—¿Entonces qué hacemos? —preguntó, su voz casi quebrándose—. ¿Renunciamos al amor?
Mimi sonrió levemente, una sonrisa que no llegó a iluminar sus ojos.
—No, querida. Nunca renuncies al amor. Pero tampoco construyas tu vida esperando que alguien más la complete. Sé tu propia heroína. Encuentra a alguien que te acompañe, que te respete y te valore, pero no esperes que sea perfecto. Porque no lo será.
Izumi sintió un nudo en la garganta. Las palabras de su madre eran duras, pero también llenas de verdad.
—¿Crees que todavía puedo ser feliz con él? —preguntó finalmente, su voz temblando.
Mimi se acercó, colocando una mano en el hombro de su hija.
—Eso depende de él tanto como de ti. —Respondió con suavidad—. Pero antes de pensar en eso, pregúntate algo más importante: ¿puedes ser feliz contigo misma, sin él?
Izumi se quedó en silencio, procesando la pregunta. Sabía que su madre tenía razón, pero enfrentarse a esa realidad era aterrador.
Mimi acarició su cabello con ternura.
—Eres fuerte, Izumi. Más de lo que crees. Solo recuerda que tu valor no depende de nadie más que de ti misma.
Izumi asintió lentamente, dejando que las palabras de su madre calaran hondo. Quizás aún no tenía todas las respuestas, pero en ese momento entendió algo fundamental: el amor propio era el primer paso hacia cualquier otra forma de felicidad.
Nene estaba sentada en una mesa solitaria en la cafetería, con las manos apretadas en los puños y la mirada fija en el vacío. Su respiración era irregular, y su rostro mostraba una mezcla de ira y frustración. Había tenido una discusión feroz con Izumi hacía unas horas, pero el verdadero peso en su corazón era el rechazo de su padre, Yamato, hacia Kiriha. No entendía por qué él no podía aceptarlo, por qué no veía en él lo que ella veía. Y lo peor de todo era que Yamato sí aceptaba a Kouji, el novio de Izumi, sin cuestionarlo, a pesar de todo lo que sabía sobre él.
Con un grito ahogado de impotencia, Nene tomó un plástico que había en la mesa, se levantó de un salto y lo lanzó con fuerza contra la pared. El sonido del impacto resonó por la cafetería, y varios miraron hacia ella, sorprendidos por el estallido de ira.
Nene se quedó mirando la pared, con las manos sobre las caderas y la cabeza agachada. La furia seguía ardiendo dentro de ella, pero de repente, una voz conocida la hizo volverse.
—Nene... ¿Qué ocurre? —dijo Hiroaki, su abuelo, con una expresión preocupada. El castaño había aparecido sin que ella lo notara, y su mirada de preocupación era imposible de ignorar.
Nene no pudo evitar que su rostro se suavizara al ver a Hiroaki. En ese momento, la rabia que la consumía pareció desvanecerse un poco, reemplazada por una profunda tristeza. Sin decir una palabra, caminó rápidamente hacia él y, en un impulso de vulnerabilidad, lo abrazó con fuerza.
—Abuelo...—
Hiroaki, sorprendido por la repentina muestra de afecto, la rodeó con sus brazos, sabiendo que en esos momentos no necesitaba decir nada, solo estar allí para ella.
—Nene... —murmuró Hiroaki con ternura mientras le acariciaba la espalda—. ¿Qué te ha sucedido?— Acarició su rostro secándose sus lágrimas—¿por qué llora mi nieta favorita?
Nene levantó la cabeza para mirarlo, con los ojos rojos de tanto contener las lágrimas. Su voz salió quebrada y cargada de frustración.
—Es todo por culpa de mi padre... —dijo Nene, su tono lleno de amargura.
—¿De Yamato?
Nene asintió.
Hiroaki frunció el ceño, preocupado. Nunca había visto a su nieta tan afectada. Le apartó suavemente el cabello de la cara y la miró a los ojos.
—¿Qué hizo él? —preguntó, su voz tranquila, pero llena de preocupación.
Nene se quedó en silencio por un momento, como si las palabras estuvieran atascadas en su garganta. Finalmente, exhaló un suspiro profundo y comenzó a hablar, su voz cargada de emoción.
—¡Él no me quiere!
—¿Por qué dices eso?
—Porque él solo me critica.
—¿Critica?— Preguntó Hiroaki—¿Por qué dices eso? ¿Qué razones tendría para criticar y no querer a alguien tan perfecta como tú?
—Porque me gusta un chico que a él no le agrada para mí.
El castaño alzó una ceja ante esto—¿Chico?
Nene asintió.
—Papá... no acepta mi relación con Kiriha. —Hizo una pausa, buscando las palabras correctas.
¿Con Kiriha?
—¿El hijo de Kentaro Aonuma?—Preguntó Hiroaki— Que trabaja en nuestra empresa.
Nene asintió.
¡Vaya! Al menos su nieta si tenía gusto más aceptables que Takeru o Yamato. Se había interesado en Kiriha, el heredero del difunto matrimonio Aonuma.
—Y me vive regañando por eso.—Declaró la castaña— Y no entiendo por qué. Kiriha es una persona increíble, se preocupa por mi, me ayuda en la empresa, es super inteligente y habiloso. Pero él no lo ve. Siempre tiene algo que criticar sobre él, como si no fuera suficiente para mí.
Nene suspiró.
—Ha hecho todo por intentar separarnos ¿sabes? Incluso, amenazó con echarlo de la empresa.
—¿Qué?
Hiroaki, sorprendido por lo que acababa de escuchar, la miró fijamente.
—Y le dijo que fingiera ser gay. Solamente para alejarlo de mi.
¿Yamato hizo eso?
¡Vaya! Y después de se daba el lujo de criticarlo a él por su conducta.
—¿De verdad lo hizo?
Nene asintió, sintiendo cómo su corazón se encogía al hablar del tema. Sabía que su abuelo entendería mejor que nadie lo que sentía. En ese momento, las palabras comenzaron a fluir más fácilmente, y la angustia que había estado acumulando salió a la luz.
—Sí ¡todo con tal de que se aleje de mi!— Exclamó.
La tristeza era evidente en sus ojos.
—Y... no lo entiendo, abuelo. Él acepta la relación de Izumi a diestra y siniestra. Pero no la mía.
—Kouji es un chico de nuestra clase Nene.
—Sí, lo es.—Respondió la castaña— Pero Kiriha también lo era y no tardará en serlo. Tú bien sabes todo lo que ha hecho.
Sí, eso era verdad.
—Papá acepta a Kouji, el novio de Izumi, sin decir ni una palabra. Pero con Kiriha, siempre tiene algo que criticar. Es como si, a pesar de que Kiriha es una persona decente, papá no lo aprueba solo porque... no es lo que él había esperado para mí. —Nene hizo una pausa, sus manos apretadas por la frustración—. Pero lo peor de todo es que él no ve lo que está claro para todos los que estamos cerca de él.
—¿A qué te refieres?
—A Kouji...—Respondió Nene— Él no es el novio indicado para Izumi.
—¿Por qué dices eso?
—Porque es un drogadicto, abuelo. Lo vi con mis propios ojos. Esnifando cocaína. Y papá sigue aceptándolo sin decir una palabra.
Las palabras de Nene colaron en el aire, y Hiroaki se quedó inmóvil, sorprendido y claramente afectado por lo que acababa de escuchar. No era un secreto que Kouji tenía sus problemas, pero nunca imaginó que llegaran tan lejos. Un torrente de ira y decepción comenzó a formarse en su mente.
—¿Drogadicto? —preguntó Hiroaki, sin poder ocultar la incredulidad en su voz. No podía creer lo que escuchaba. Este tipo de cosas no solo lastimaban a su familia, sino que también ponían en peligro la estabilidad que tanto valoraba.
Nene asintió, los ojos llenos de rabia y tristeza.
—Sí, abuelo. ¡Es un drogadicto! Ingiere sustancias. Varias veces he visto esos polvos que trae.—Declaró— Pero papá está ciego, jura que es el mejor candidato. Pero con Kiriha... no puedo hacer que lo acepte, no importa cuánto lo intente.
Hiroaki apretó los dientes, sus ojos brillando con una mezcla de ira y preocupación.
No soportaba ver a Nene de ese modo ¡Claro que no! Independiente de la situación.
Su mente comenzó a trabajar rápidamente, trazando planes y buscando soluciones. Sabía que no podía permitir que esta situación continuara. Algo tenía que hacer, y lo haría por Nene.
—Por favor. Ayúdame abuelo.—Rogó la castaña— Habla con mi padre. Por favor.—Musitó— No soporto que se comporte de esa manera.
Hiroaki abrazó a su nieta.
—No te preocupes, Nene. Esto lo voy a solucionar —dijo Hiroaki, su voz firme y decidida. La miró con cariño y protección—. No dejaré que tu padre arruine lo que tú tienes con Kiriha. Voy a hablar con él. No permitiré que te trate así, ni a ti ni a Kiriha. Mereces ser feliz, y lo conseguirás.
Nene lo miró, una mezcla de alivio y gratitud inundando su corazón. El apoyo de su abuelo significaba más de lo que podía expresar con palabras.
—Gracias, abuelo... No sabes cuánto lo necesito.
Hiroaki sonrió, abrazándola de nuevo con ternura.
—Para eso estoy, Nene. Para ayudarte en lo que necesites. No dejaré que nada ni nadie te lastime.
Nene asintió, sabiendo que su abuelo siempre sería su refugio. A su lado, sentía que todo sería posible, incluso enfrentarse a su padre y conseguir la aceptación de lo que más quería en el mundo.
—Desde que supe que era adoptada, todo se ha vuelto difícil para mí...—declaró Rika—Después de todo, si antes no me sentía parte de esa familia. Ahora menos.
—¿Por qué?—preguntó Damar mientras jugaba con el borde de la lata de bebida.
—Porque no tengo su sangre.—respondió Rika—Soy prácticamente una extraña.
—No digas eso.
—Lo siento, pero es como me siento.
—Puede ser—musitó Damar—pero si me basara en tu lógica, entonces, mis hermanos y yo damos pena.
—¿Pena?
—Porque somos adoptados.—contestó la castaña—¿Recuerdas?
Rika observó a su amiga.
Había olvidado ese detalle
—Si nos basáramos en lo que dices, ni mis hermanos ni yo podríamos considerarnos familia.—comentó Damar—Porque no tenemos la sangre de nuestra madre. Pero ¡ya nos ves! Fuimos una linda familia de cuatro.
Rika suspiró. En el caso de su amiga, todo parecía sencillo. Aun siendo adoptada tanto ella como Taiki y Takato, su familia parecía muy unida. Pero en el suyo le resultaba difícil visualizar su "familia" como algo normal.
—Disculpa que lo diga, pero quizás en tu caso es más fácil...—declaró Rika—Porque siempre has sabido que eres adoptada.—habló—Yo recién vengo a saberlo.
—Querida, no importa cuándo lo sabes, eso no quita el dolor. Cuando lo supe también sufrí.—comentó Damar—Y no hubo lágrima que no haya derramado...—musitó con nostalgia—Pero ¿sabes? Con el tiempo una aprende.
Rika le dio un sorbo a su bebida.
—Aprendí que la familia no es necesariamente la sanguínea.—declaró la castaña—Al contrario, la familia es la que uno escoge, la que uno ama. La que te brinda el cariño y las oportunidades para seguir adelante.—habló—Suena cursi, sí. Como frase sacada de un libro o de una novela, pero con el tiempo te das cuenta de que es verdad.
—El cariño...—Rika bajó la mirada—Mis abuelos nunca me han dado eso.
—Sí, me lo habías comentado antes.—recordó la castaña—Pero dime, tus padres ¿no?—comentó—Tus hermanas...—habló—Tu tío Takeru...
Rika alzó levemente la mirada hacia el rubio que estaba a unos metros de ellas.
—¿Ellos no te han brindado todo eso?—preguntó Damar.
—Sí, lo han hecho.—declaró la pelirroja—Pero yo, en vez de agradecer, solo he cometido errores y los he hecho sufrir.
—Lamentablemente, el pasado está tallado en piedra. No lo puedes corregir. Pero dime, ¿en serio te dejarás vencer por tus acciones pasadas? Sabiendo que puedes cambiar el futuro.
Rika guardó silencio unos segundos, como si analizara lo que su amiga decía. Luego murmuró:
—Porque no merezco nada. He hecho todo mal. Todos quieren que mejore y sea optimista, pero no tengo razones.
—Puede ser que estés cegada y no veas que tengas razones para serlo.—declaró Damar—Pero si no luchas por salir de la tristeza, nunca lograrás dominarla. Rika, ¡olvida lo que pasó! Y mira tu futuro, aprecia lo que tienes. Sí, tal vez, tus padres no son perfectos. Pero dime, ¿quién es perfecto en la vida?
Rika parpadeó, mirando a Damar con un destello de duda en sus ojos. Finalmente preguntó:
—¿Y si vuelvo a equivocarme?
—Equivocarse es parte de la vida.—afirmó Damar—Pero quedarse atrapada en esos errores es lo que te hace perder.—Se inclinó hacia ella y le sonrió— No dejes que eso condicione tu vida, querida, aun tienes mucho que ofrecerle a este mundo.
—¿Tú crees?
—¡Obvio! Y no lo digo porque sea tu amiga.
Rika suspiró: —Siempre pensé que la música sería lo mejor que podría ofrecer al mundo. Pero mis padres no lo han aceptado. Así como mi relación con Ryo. Después de todo, solo me he comportado de mala manera.
—Entonces ¡demuéstrales! Demuéstrales que no es así, no es necesario ser rebelde para expresar lo que sientes, demuéstrales con tu comportamiento que conocer a Ryo no fue malo.—Comentó la castaña— Que amar la música no es un capricho. Pero haciendo las cosas bien. No tienes porque ser rebelde.
Rika bajó la mirada, sus dedos jugando nerviosamente con el borde de su lata de bebida.
—¿Y si no puedo?—susurró, apenas audible—. ¿Y si nunca soy suficiente para ellos?
Damar la observó con paciencia, esperando que levantara la vista. Cuando Rika finalmente lo hizo, se encontró con la cálida pero firme mirada de su amiga.
—Rika, nadie nace siendo suficiente para todos.—declaró Damar con voz suave—. Lo que importa es que seas suficiente para ti misma. Si te dedicas a demostrarles a los demás que eres valiosa, pero no te convences a ti misma, entonces nunca lo serás.
Rika frunció el ceño, procesando sus palabras.
—No es fácil...—murmuró.
—Claro que no lo es.—admitió Damar—. Pero las cosas que realmente valen la pena nunca lo son. Mira, tus padres pueden no entender tus sueños ahora, pero eso no significa que debas renunciar a ellos. Amar la música, o cualquier cosa que te haga feliz, no es malo. Lo que importa es cómo enfrentas los desafíos. Y te repito: no tienes que ser rebelde para hacerte escuchar.
Rika dejó escapar un largo suspiro.
—Tal vez tengas razón...—murmuró, aunque la duda seguía presente en su tono—. Pero no sé cómo empezar.
—Empieza con lo más sencillo.—dijo Damar mientras le sonreía—. Habla con ellos, explícalo desde el corazón, sin peleas. Y si no te escuchan al principio, no te rindas. Sigue demostrando con tus acciones que puedes ser responsable, madura y al mismo tiempo perseguir lo que amas.
—¿Y si no cambia nada?—preguntó Rika, todavía temerosa.
—Si no cambia nada, sabrás que lo intentaste de la mejor manera posible.—respondió Damar—. Y eso es lo único que necesitas para seguir adelante. A veces, las personas necesitan tiempo para comprender cosas que nosotros ya hemos entendido. Pero eso no significa que debas darte por vencida. O ser negativa. Ser optimista es importante porque, al fin de cuentas, eres tú quien puedes ayudarte a seguir adelante. Eres tú la que...— Se detuvo.
Este momento necesitaba otra entonación.
—Llegó el minuto cliché.—Musitó Damar y Rika supo a que se refería.
(Hay un cuento - Margarita)
Damar: Haz que tu cuento valga la pena
Haz de tus sueños la ilusión
Y que se asome la primavera
En las calles de tu corazón.
Haz que tu ángel nunca se vaya
Que cuide el niño que hay en vos
Y cuando crezcas, nunca lo pierdas
Porque perderás tu corazón
Y sí, así fue, como la castaña le cantó aquellos versos.
Damar sonrió: —Momento cliché.—Declaró— Dime ¿te dijo algo?
Rika asintió lentamente, como si estuviera comenzando a encontrar algo de claridad entre el caos de sus pensamientos.
—Gracias, Damar.—dijo después de un momento— Por escucharme y animarme.
—Para eso están las amigas.—respondió Damar con un guiño—. Ahora, vamos a terminar estas bebidas antes de que se calienten y a planear cómo vas a conquistar el mundo.
Rika dejó escapar una risa suave y asintió.
El motor del auto de Mimi rugió suavemente antes de apagarse frente a la casa de su madrina, Tomoko. Se quedó sentada al volante, observando la fachada con nerviosismo. Era un lugar modesto pero elegante, con un pequeño jardín que siempre estaba bien cuidado. A pesar de que la luz del día bañaba el entorno con calidez, Mimi sentía que cada sombra escondía un peligro.
Sabía que arriesgarse a venir a plena luz del día era una locura. Después de todo, hacía apenas unos días que Kouji, el hijo de Tomoko, casi la había descubierto merodeando por allí. Pero no tenía otra opción. Necesitaba respuestas.
Suavemente abrió su bolso y sacó aquella joya...
La cadena
Ese objeto que había encendido una chispa de curiosidad y desconcierto en su vida. Había algo oculto, algo que Tomoko sabía y que Mimi estaba decidida a desenterrar.
Soltando un suspiro pesado, Mimi abrió la puerta del auto y salió, ajustándose las gafas de sol para protegerse de la intensa luz del mediodía. Cerró el auto con un suave "clic" y se dirigió hacia la entrada. Cada paso que daba hacía crujir la grava bajo sus tacones, el sonido resonando en su mente como una advertencia de lo que estaba a punto de hacer.
No había avanzado mucho cuando, de repente, alguien apareció en dirección contraria. Antes de que pudiera reaccionar, chocaron. Mimi tambaleó ligeramente hacia atrás, soltando un pequeño jadeo de sorpresa.
—¡Perdón, no la vi! —exclamó una voz masculina.
El impacto fue breve pero suficiente para que Mimi tambaleara hacia atrás, mientras su bolso casi se le resbalaba del brazo. Recuperando la compostura, miró al joven frente a ella.
Mimi levantó la mirada, todavía un poco aturdida, y se encontró con los ojos de Takuya. Él también parecía sorprendido, pero pronto su expresión cambió a una mezcla de curiosidad y reconocimiento.
—¿Señorita Anderson? —dijo, como si confirmara que realmente era ella.
Mimi parpadeó, intentando recomponerse.
—Takuya.—Pronunció su nombre—Nuevamente nos encontramos.
—Sí.—Musitó el chico—Es un gusto verla señorita.
—Igualmente.—Respondió la castaña.
Mimi ajustó su bolso sobre su hombro, tratando de recomponerse tras el inesperado encuentro. Takuya, por su parte, parecía evaluarla con la mirada, como si intentara descifrar qué hacía allí.
—¿Vienes a ver a Ryo? —preguntó Mimi, intentando parecer casual mientras se cruzaba de brazos.
Takuya asintió ligeramente, llevando una mano a su nuca en un gesto típico de nerviosismo.
—Algo así. —respondió con una sonrisa ladeada— ¿Y usted? ¿Qué hace aquí?
Mimi abrió la boca para responder, pero antes de poder decir algo, un movimiento a su lado llamó la atención de Takuya. Algo pequeño y brillante había caído al suelo sin que ella se diera cuenta.
—Parece que se le cayó esto. —dijo él, agachándose para recoger lo que había resbalado del bolso de Mimi. Al principio Takuya tomó la joya sin problema, pero al obsérvala bien. Su rostro cambió al observarla más de cerca. Sus ojos se agrandaron ligeramente, y su tono pasó de casual a incrédulo— ¡Esta es mi cadena!— Exclamó.
¿Qué?
Hikari estaba sola en su habitación, el aire se sentía pesado y lleno de memorias. Frente a ella se erguía el viejo closet de madera oscura que había pertenecido a su madre. Las puertas estaban cerradas, casi como si guardaran no solo ropa, sino también secretos y un pedazo de la vida que su madre ya no podía compartir.
Las manos de Hikari temblaban al extenderse hacia las manijas. Desde que su madre falleció, nunca se había atrevido a abrirlo. Sentía que invadía algo sagrado, un espacio que pertenecía únicamente a su madre. Pero el misterioso cajón que no se abría, encontrado días atrás en el escritorio, le había plantado la semilla de la curiosidad. Necesitaba esa llave, y tenía la corazonada de que podría estar allí.
Respiró hondo, cerró los ojos y tiró de las puertas. Un leve chirrido rompió el silencio cuando el closet se abrió. Dentro, el tiempo parecía haberse detenido: vestidos colgados cuidadosamente, una fragancia suave y familiar impregnaba el aire, y una caja de zapatos apilada en la esquina le recordó los días en que su madre bailaba al ritmo de canciones antiguas.
Con determinación, empezó a buscar. Revisó los bolsillos de los abrigos y vestidos, cada prenda trayéndole una avalancha de recuerdos. Encontró pañuelos de seda, un par de guantes de encaje, y hasta un pequeño broche con el que jugaba de niña. Pero nada que se pareciera a una llave.
Hikari bajó al fondo del closet, sacando las cajas y abriéndolas una por una. En una encontró cartas atadas con una cinta, en otra, fotografías de días felices. Pero aún no había rastro de la llave. Se arrodilló en el suelo y deslizó la mano hacia el fondo del último estante, topándose con algo metálico.
Lo sacó rápidamente: era una pequeña cajita de madera. El corazón le latía con fuerza mientras levantaba la tapa. Dentro había una llave plateada, sencilla pero con un diseño en espiral que la hacía parecer especial.
Hikari se quedó un momento sosteniéndola.
Ojalá fuera la llave
Hikari apretó la llave con fuerza mientras caminaba hacia el mueble. Su mente bullía con preguntas: ¿por qué su madre habría ocultado algo así? ¿Qué podría haber detrás de un cajón que necesitara cerrarse con llave? Sus manos temblaban levemente, pero el latido constante en su pecho le recordaba que debía continuar.
Cuando llegó al mueble, se arrodilló frente al cajón cerrado. La cerradura, pequeña y desgastada, parecía casi insignificante para la intriga que había generado. Insertó la llave, girándola con cuidado. Un clic resonó en el silencio de la habitación, como si con ese sonido algo dentro de ella también se desbloqueara.
Hikari tiró del cajón, esperando encontrar documentos, tal vez cartas o fotografías. Sin embargo, lo que apareció ante sus ojos la dejó atónita: en el fondo del cajón había una caja fuerte negra, pequeña pero robusta, con un teclado numérico.
—¿Qué…? —murmuró, retrocediendo ligeramente.
Se quedó mirándola, incapaz de procesar del todo lo que veía. Sus dedos rozaron la superficie metálica. Era fría, lisa y ajena, algo completamente fuera de lugar en las cosas que conocía de su madre. Hikari nunca había sabido que ella tuviera algo tan… secreto.
Su mente empezó a correr. ¿Por qué tenía esto? ¿Qué podría haber dentro? ¿Y por qué nunca se lo mencionó? La idea de que su madre, alguien tan abierta y amorosa, pudiera esconder algo tan personal le parecía imposible. Pero allí estaba, tangible, indiscutible.
Hikari buscó algún indicio en la caja fuerte: un papel pegado, un grabado, algo que le diera pistas sobre la contraseña. Nada. Era solo un dispositivo impenetrable, esperando que alguien introdujera los números correctos.
Volvió a revisar el cajón, buscando algún escondite adicional que pudiera contener la clave. Metió las manos entre las grietas de madera, levantó la base del cajón, pero no encontró nada.
—Mamá… ¿qué guardabas aquí? —susurró, casi esperando una respuesta en el aire.
Cerró los ojos, intentando pensar como su madre. Tal vez la combinación era algo significativo, un cumpleaños, una fecha especial. Las posibilidades se agolpaban en su mente: su propia fecha de nacimiento, la de su hermano, el aniversario de bodas de sus padres…
Tomó aire y, con los dedos temblorosos, presionó los números de su cumpleaños.
Un pitido seco indicó que la combinación era incorrecta. Frustrada, intentó el cumpleaños de su hermano, luego el de su madre, pero ninguno funcionó.
Hikari se dejó caer al suelo, mirando la caja fuerte con una mezcla de frustración y desconcierto. Había algo detrás de ese misterio, algo que su madre había querido proteger a toda costa. Su curiosidad se mezclaba con una punzada de miedo: ¿qué tan importante debía ser lo que estaba allí dentro para que su madre lo ocultara así?
Mientras se recostaba contra el mueble, su mirada se posó en las cosas que había sacado del closet. Recordó las cartas, las fotos, las pequeñas pistas que había encontrado al buscar la llave. Quizás, pensó, la respuesta estaba en ellas.
Con renovada determinación, se levantó y empezó a revisar los objetos, buscando entre las líneas de las cartas, en los márgenes de las fotografías, cualquier número o pista que pudiera guiarla. Mientras lo hacía, no pudo evitar preguntarse si estaba preparada para descubrir el secreto que su madre había dejado atrás.
Yamato se desplomó en una de las sillas de la cafetería de la empresa, su cuerpo agotado y su mente tan pesada como un yunque. La luz artificial del lugar brillaba demasiado, y el zumbido del aire acondicionado parecía taladrarle la cabeza. Sus ojos se entrecerraron mientras trataba de calmar la ansiedad que lo consumía. Las primeras horas de la mañana habían sido un torbellino de decisiones y demandas. Su teléfono no había dejado de sonar ni un segundo, y cada mensaje o llamada parecía agregar más peso sobre sus hombros.
La reunión con los ejecutivos de la empresa había sido una pesadilla. Todo lo que había intentado presentar se desmoronaba ante las críticas y las objeciones que surgían una tras otra. Parecía que nada era lo suficientemente bueno. El estrés de la jornada lo había dejado completamente drenado, y su paciencia ya no era la misma.
Además, el lío con Nene e Izumi… Ese fue el toque final. Las tensiones entre ellas no solo lo estaban agotando emocionalmente, sino que también estaban afectando la atmósfera en la casa y el trabajo. Izumi no le hablaba, y Nene no paraba de lanzar comentarios sarcásticos, como si todo fuera culpa de él. Yamato intentó abordar el tema con ambas, pero cada vez que lo hacía, la situación solo empeoraba. No entendía cómo las dos podían ser tan tercas.
Paseó su mirada por la cafetería, buscando algo que pudiera levantar su ánimo, pero todo parecía vacío y distante. El aroma a café recién hecho solo lo hacía sentir más agotado, como si todo estuviera en una constante carrera que no podía ganar. Necesitaba un respiro, un descanso de todo.
Yamato intentó calmarse, no obstante, su tranquilidad no duró mucho ya que justo en ese momento Hiroaki entró en el lugar.
—Yamato.—Lo llamó.
El rubio dirigió su mirada hacia él: —¿Dónde está Takeru?
—¿Por qué preguntas? —repitió Yamato, su tono más cortante de lo habitual.
Hiroaki frunció el ceño, mirándolo con desdén mientras se acercaba a la mesa de Yamato. No le gustaba que su hijo lo desafiara de esa manera, pero en esos momentos, parecía que nada podía calmar la rabia que sentía al ver el poco interés de Takeru por las responsabilidades familiares y empresariales.
—Porque teníamos una reunión importante. ¡Y no vino! —Exclamó, su voz llena de irritación. —Entiendo que esté enojado, pero no puede dejar la empresa votada. Esto no es un juego, Yamato.
Yamato se cruzó de brazos, tratando de mantener la calma, pero la frustración comenzaba a asomar en su rostro. Su relación con su padre siempre había sido complicada, pero ahora se sentía como si estuviera recibiendo una carga adicional sin razón alguna.
—¿Enserio crees que Takeru va a continuar trabajando aquí? Considerando que de a poco se está librando de tus opresiones.
—¡Takeru tiene una obligación!— Exclamó Hiroaki— ¡Evidentemente le está haciendo muy mal estar con esa chica! porque deja sus obligaciones de lado. Y no es primera vez que lo hace.
Yamato no culpaba a su hermano por eso, después de todo, él quería hacer lo mismo.
—Padre, siempre te lo he dicho, no puedes obligar a Takeru que trabaje en la empresa, ni mucho menos que deje a Hikari.
Hiroaki lanzó una carcajada ante esto: —¿Me estás hablando enserio Yamato?—Musitó— No creo que seas el más indicado para recriminarme esto.
Yamato alzó una ceja sin entender.
—¿No fuiste tú quien le pagaste a Kiriha Aonuma y fingiera que era gay para alejarlo de Nene?
El rubio se sorprendió ante esto: —¿Cómo sabes esto?
Hiroaki sonrió— Yo sé todo lo que sucede con mi familia, Yamato.
Yamato se mordió el labio inferior.
—¿Sabes? Antes de la reunión me encontré aquí mismo con Nene, quien estaba bastante afectada por una discusión contigo.—Comentó el castaño.
¡Rayos!
—Y luego de hablar con ella, está claro que no eres mejor que yo. Porque agobias a tu hija, así como, supuestamente yo los agobio a Takeru y a ti.
—No te involucres en eso. Jamás lo entenderías.
—¿Qué no entenderías?—Preguntó Hiroaki—¿Qué, al igual que yo, quieres controlar la vida de tu hija y por eso le impides esa relación con ese chico?
Yamato frunció el ceño: —No quiero controlar su vida.
—No quieres que esté con Aonuma.
—No quiero porque tengo razones.—Declaró el rubio—Kiriha no es para ella, es un mujeriego, quiero protegerla.
—Dices querer protegerla, pero creo que eres más idiota que yo.—Declaró Hiroaki— Al menos, Nene no me decepciona en ese sentido, Kiriha viene de una familia adinerada, tal vez, perdió su riqueza, pero está más que claro que recuperará su posición, porque no es un idiota que pierde su tiempo en estupideces. Mira alto y va a llegar alto.
¿Decía eso por qué en verdad creía en Kiriha? o ¿por qué Kiriha era hijo de Kentaro Aonuma, uno de los socios mayoritarios de Hiroaki en su negocios? o...¿por qué Nene se lo podía?
Esta última opción sonaba muy razonable, después de todo, Nene había logrado algo que ni Takeru ni él lograron hacer con su padre: Influir en él.
Nene movía a Hiroaki con un suspiro. Nene se convirtió en la adoración de Hiroaki. Nene era sus ojos.
—En cambio tú, Yamato, y Takeru miran para abajo y cada vez caen más bajo. Por mirar personas como Mimi e Hikari.
—Mimi tenía dinero.—Declaró Yamato—La herencia de su padre.
—Sí, pero por idiota, la perdió.
—¡Tú nos pusiste una trampa!— Exclamó el oji-azul.
—Y, ambos por estar tan pendientes en su cursi amor, lo perdieron todo.—Musitó Hiroaki— Bueno, en realidad, dejaron ingenuamente que pasara a mis manos.
—¡Eres un monstruo!
—Tú igual lo eres.—Declaró Hiroaki—¡Solo mírate! Eres mi copia. De a poco tus hijas te odian tanto como tú me odias a mi. Dime ¿miento?
Yamato apretó su puño completamente furioso.
—La única diferencia es que, yo logro cuidar el honor de mi familia, a diferencia de ti que haces todo mal. Y el ejemplo claro está en lo que sucedió con Rika es culpa netamente tuya y de Sora.—Declaró Hiroaki— ¡Nunca debieron adoptar a Rika!
—¡Ese tema no es tuyo!
—¡Claro que lo es!— Exclamó el castaño— Después de todo, solo está avergonzando a nuestra familia.
Yamato apretó el puño.
—Verdaderamente no sé ¡en qué! rayos estabas pensando cuando acogimos a una huérfana...—Declaró el Ishida— ¡Espera! Ya lo sé. Adoptaste a una huérfana para reemplazar a la hija que ibas a tener con Mimi Tachikawa.
Mimi Tachikawa
Otra vez ese nombre...
Takeru se escondió sigilosamente tras la pared, sin mirar, ni asomarse. Solo para escuchar lo que decian.
—¡No menciones a Mimi, mucho menos a mi hija!— Exclamó Yamato.
Yamato e Hiroaki estaban tan centrados en su conversación que, no se dieron cuenta que al lugar llegó Takeru, quien al escuchar esto se sorprendió al escuchar aquello.
—Fue tu culpa que ella perdiera a mi hija, yo te rogué que tuviera prisión condicional y tú no quisiste.—Sentenció el padre de Nene.
—¡No tuvimos opción! Esa mujer significaba un riesgo. Recuerda que Mimi Tachikawa ¡mató a tu madre!
¿Qué?
Pensó el rubio menor.
—Acaso ¿ya lo olvidaste?—Musitó Hiroaki.
Yamato frunció el ceño y apretó su puño a más no poder.
—Esa mujer merecía pudrirse en la cárcel.—Comentó el castaño— Y lamentablemente, tu hija menor sufrió las consecuencias.—Musitó con pesar— Pero jamás pensé que serías tan débil ¡y adoptarías una huérfana para ocupar su lugar!
Takeru se escondió tras la pared mientras continuaba escuchando.
—Ese tema no es de tu incumbencia, Hiroaki.—Habló Yamato.
—Esa chica avergüenza nuestro nombre.—Respondió Hiroaki— ¡Debes deshacerte de ella!
—¡Cállate!— Exclamó el rubio— Me iré a mi oficina porque no te quiero escuchar.— Dijo antes de girar sobre sí.
Apenas Takeru escuchó esto último decidió caminar a toda velocidad fuera del lugar, siendo lo suficientemente rápido para que Yamato no lo viera.
—Yamato...—Hiroaki lo llamó— Yamato...—Nuevamente—¡Yamato!— Fue aasí como se dispuso a seguirlo.
Takeru rápidamente ingresó a su oficina que estaba al paso.
"Mimi Tachikawa"
Ese nombre resonó en la cabeza de Takeru.
Mimi observó incrédula a Takuya y luego a la joya que tenía en su mano.
—¿Tu cadena?— Musitó— ¿Dijiste que es tu cadena?
El moreno asintió.
No, eso no era posible.
—Llevó buscándola hace varios días.—Se apresuró a decir Takuya antes que Mimi pudiese decir algo.
La oji-miel observó confundida a Takuya, mejor dicho, totalmente desconcertada.
—¿Usted la tenía?—Musitó el Kanbara.
—¿E?—Balbuceo la oji-miel— El otro día que vine a casa de Tomoko esta cadena se enredó entre mis cosas y no me di cuenta hasta que me fui.—Modificó la historia a su conveniencia— Como no sabía de quien era preferí venir donde Tomoko a preguntarle de quien era.
—Es mía.—Respondió Takuya.
¿Suya?
—¿E? Dis-disculpa...—Habló la oji-miel— Pero no me lo hubiera imaginado.
—¿Por qué?— Preguntó el moreno— ¿Es demasiado cara para alguien como yo?
—¡No!— Se apresuró a responder—Es solo que es una cadena con forma de I...—Declaró— Uno asociaría que es inicial de un nombre, un apellido, o algo así...
Takuya observó la cadena.
—Es la inicial de mi nombre.
Mimi alzó una ceja: —¿Tu nombre?— Cuestionó— Disculpa pero Takuya...—Musitó pensativo— Es con una T.
El moreno rió— Lo sé.—Declaró— Pero mi nombre no es Takuya. O, bueno, no el primero...—Comentó— Mi nombre verdadero es Isamu.
Mimi quedó estática al escuchar ese nombre: —¿I-isamu?
Takuya asintió.
—Pe-pero ¿por qué te dicen Takuya?
—Porque ese también es mi nombre.—Respondió el moreno— Verá, mi padre y yo vivimos en Estados Unidos, y como allá es común me colocó un segundo nombre, Isamu Takuya. Pero cuando solicité mi documentación para vivir en Japón preferí priorizar el nombre Takuya, después de todo, siempre me ha caracterizado más.
Mimi observó confundida al moreno e incrédula.
De repente todo comenzó a tomar forma: Takuya primo de Hikari, Takuya hijo del tío de Taichi, la desaparición de Taichi, la cadena, y ahora esto...Eran demasiadas cosas.
Mimi pasó su mirada por el moreno, este alzó la mirada, y por alguna razón su mirada le recordó algo...
~Recuerdo~
La puerta de la sala se abrió con un suave chirrido, dejando entrar la luz tenue del pasillo. Mimi fue la primera en entrar, su vestido de seda esmeralda ondeando mientras avanzaba con una sonrisa radiante que parecía iluminar la habitación. Yamato, como siempre, caminaba detrás de ella con su expresión serena y seria, aunque sus ojos reflejaban una calidez especial que solo aparecía en momentos como este.
—¡Miren nada más! —exclamó Mimi al detenerse en el centro de la sala. Su voz alegre resonó como una melodía— ¡Aquí está la familia más hermosa del mundo!
Sora estaba sentada en el sofá, pálida pero radiante, sosteniendo al pequeño Isamu entre sus brazos. Taichi estaba junto a ella, inclinado hacia su esposa, con una mezcla de orgullo y ternura dibujada en su rostro.
—Mimi, Yamato... —murmuró Sora con una sonrisa cansada pero sincera—. Gracias por venir.
—¿Gracias por venir? —repitió Mimi con una fingida indignación mientras se acercaba a Sora—. ¡Como si me fuera a perder el momento más importante del año!
Yamato se quedó unos pasos atrás, observando la escena con los brazos cruzados, pero con una sonrisa en el rostro.
—Sora, Taichi... —dijo finalmente con una voz grave pero cálida—. Felicidades. Es un niño hermoso.
Taichi se levantó y estrechó la mano de Yamato, un gesto simple pero lleno de camaradería.
—Gracias, amigo. —dijo Taichi con una sonrisa que no podía ocultar su emoción.
Mimi se inclinó para observar al bebé más de cerca, sus ojos brillaban de pura ternura.
—¡Es tan pequeñito! —exclamó, llevándose una mano al pecho—. Mírenlo, con esos ojitos cerrados... ¡parece un angelito!
—Es hermoso mi bebé. —Musitó Sora depositándole un beso a hijo—Igual a su padre.
—Ojalá que no.—Musitó el rubio Ishida— No queremos dos Taichi en este mundo. Con uno basta.
—¡Oye!— Exclamó Taichi.
Mimi dejó escapar una risita y se volvió hacia Yamato.
—Ven aquí, no te quedes atrás como siempre. Mira qué precioso es.
Yamato se acercó despacio, inclinándose ligeramente para observar al bebé. Isamu movió una de sus pequeñas manos, y algo en ese gesto pareció desarmar por completo la máscara seria de Yamato.
—Es perfecto. —murmuró, su voz apenas un susurro.
Mimi lo miró de reojo, sonriendo con satisfacción.
—Sabía que te iba a gustar.
—¿Te gustaría cargarlo, Mimi? —preguntó Sora.
Mimi abrió los ojos con sorpresa, pero asintió con entusiasmo.
—¿De verdad puedo?
Con delicadeza, Sora le pasó al bebé. Mimi lo sostuvo con cuidado, como si Isamu fuera el mayor de los tesoros.
—Hola, pequeño. —le dijo con suavidad—. Soy tu tía Mimi, y te prometo que siempre tendrás una aliada para consentirte.
Taichi soltó una carcajada.
—¿Aliada para consentirlo? ¡Eso es lo que me preocupa!
Mimi lo miró con fingida seriedad.
—Pues prepárate, Taichi. Porque Isamu y yo vamos a ser un gran equipo.
Sora miró la escena con lágrimas en los ojos, mientras Yamato, aunque aún serio, parecía más relajado.
—Es un gran día para ustedes. —dijo Yamato, dirigiéndose a sus amigos—. Disfrútenlo.
—Lo es. —asintió Taichi, con un brazo alrededor de los hombros de Sora—. Gracias por estar aquí, significa mucho para nosotros.
Mimi, todavía sosteniendo al bebé, se giró hacia Yamato con una sonrisa traviesa que encendió todas las alarmas en la cabeza de su esposo.
—¡Mira, Yamato! —dijo en un tono que mezclaba ternura y picardía—. Aquí está nuestro yerno.
Taichi soltó una carcajada sonora, mientras Sora la miraba entre sorprendida y divertida.
—¿Tu yerno? —repitió Taichi, alzando una ceja.
—¡Por supuesto! —exclamó Mimi con total naturalidad—. ¿Quién mejor que Isamu para casarse con una de mis hijas?
Yamato se llevó una mano al rostro, claramente incómodo pero sin poder ocultar una ligera sonrisa.
—Mimi, apenas nació.
—Nunca es demasiado temprano para planear el futuro. —replicó Mimi con un guiño, mientras Sora y Taichi reían ante la ocurrencia.
La habitación se llenó de risas y alegría, un momento que ninguno de ellos olvidaría.
Mimi sostuvo al pequeño Isamu con delicadeza, con una sonrisa cálida y divertida que iluminaba toda la habitación. Acarició suavemente su mejilla con un dedo mientras hablaba, su voz llena de ternura.
—Dime, pequeño, ¿te gustaría estar con una de mis niñas? —preguntó, a sabiendas de que el bebé no entendía una sola palabra de lo que decía.
Isamu, como si percibiera que le hablaban, abrió los ojos lentamente, revelando un par de orbes cafés profundos y cálidos como el chocolate derretido. Mimi quedó completamente embelesada, su sonrisa se amplió y su mirada se llenó de asombro.
—¡Oh, miren esos ojos! —exclamó, acercando un poco más al bebé a su rostro para apreciarlo mejor—. Son tan hermosos... como si pudieras perderte en ellos.
Sora, desde el sofá, sonrió al ver la expresión de admiración en el rostro de su amiga.
—Muy parecidos a los de Taichi. —dijo, lanzando una mirada cariñosa a su esposo.
Mimi levantó la vista para mirarlo, luego volvió a fijarse en Isamu.
—Es cierto, tienen la misma intensidad. —hizo una pausa, inclinando ligeramente la cabeza mientras seguía contemplando al bebé—Pero con tu dulzura, amiga.—Le habló a Sora.
La pelirroja sonrió ante esto: —¿Tú crees?
Mimi asintió.
~Fin del recuerdo~
Mimi observó directamente a Takuya.
¿Cómo no lo notó antes?
Esos ojos...
Akari estaba recostada sobre el sofá en la sala principal de la mansión, mirando al techo con una expresión de absoluto aburrimiento. Su clase había terminado hacía apenas unos minutos, y aunque sabía que debía repasar lo aprendido, la idea de abrir los libros y estudiar le resultaba una tarea monumental. Había pasado la mañana sentada en una mesa de estudio, y ahora, después de tantas horas de concentración, sentía que su cuerpo pedía a gritos un respiro.
La mansión estaba en silencio, con solo el suave murmullo del viento rozando las cortinas, lo que solo hacía que Akari se sintiera aún más atrapada en su propia falta de motivación. Se estiró perezosamente sobre el sofá, mirando las sombras que se proyectaban en las paredes. El silencio de la casa era demasiado grande, y cada segundo que pasaba parecía que su paciencia se agotaba más y más.
Suspiró, deseando que algo sucediera, algo que la sacara de este tedio. Pero no tardó en ser interrumpida por una voz conocida que la hizo sobresaltarse.
—Akari, ¿estás estudiando? —preguntó Koushiro, la figura autoritaria de su padre, que apareció de repente en la entrada del salón.
Akari levantó la vista hacia él, y con una sonrisa de indiferencia, respondió mientras seguía recostada.
—Estoy tomando un descanso, papá —dijo, sin perder su tono relajado.
Koushiro frunció el ceño al instante, caminando hacia ella con paso firme. Sus ojos brillaban con una mezcla de preocupación y desaprobación. Aunque Akari ya conocía esa mirada, no podía evitar sentirse un poco irritada.
—¿Un descanso? —repitió, su tono ahora más severo. —¿No sabes que tienes que repasar para la próxima clase? No puedes perder el tiempo de esa manera, Akari.
Akari soltó otro suspiro, sin levantarse del sofá. Miró a su padre con un ligero fastidio.
—Papá, he estado estudiando todo el día. Merece un descanso, ¿no crees? —respondió, moviendo las piernas de un lado a otro mientras daba vueltas sobre el sofá. Sabía que la situación iba a ser tensa, pero ya estaba cansada de esa rutina interminable de estudio y restricciones.
Koushiro la miró fijamente, su rostro endureciéndose con cada palabra que ella pronunciaba.
—No puedes perder el tiempo en cosas innecesarias, Akari. El estudio es lo más importante. No te puedes permitir ser tan vaga.
Akari, que ya había tenido suficiente de esa conversación, rodó los ojos de manera exagerada, algo que pocas veces se atrevía a hacer frente a su padre, pero que en este momento sentía que era su única manera de expresar su frustración.
—No soy vaga —dijo, casi entre dientes—. Solo estoy agotada de tanto estudiar sin descanso. Y no me dejas salir. Apenas tengo un respiro, ¿sabías?
Koushiro frunció aún más el ceño, acercándose un poco más al sofá, como si intentara imponer su presencia aún más.
—No puedes dejar que te distraigan con cosas inútiles. Tienes que concentrarte en lo que importa, Akari. Salir o descansar tanto no va a ayudarte a ser más exitosa. El trabajo duro es lo que te llevará lejos.
Akari lo miró con una expresión vacía, sin mucha ganas de discutir, pero completamente cansada de escuchar siempre lo mismo. Decidió enfrentarlo con más calma esta vez.
—Ya lo sé, papá, ya lo sé. Pero todos los días es lo mismo: estudiar, estudiar y estudiar. No puedo ni tener un rato para mí sin que me digas que estoy perdiendo el tiempo.
Koushiro suspiró, notando la molestia en la voz de su hija, pero aún insistiendo en su punto de vista.
—Es por tu propio bien. Quiero que tengas éxito, y el éxito no se alcanza perdiendo el tiempo. No puedo permitir que dejes que la flojera te domine.
Akari se incorporó finalmente del sofá, sentándose con los brazos cruzados. Miró a su padre, sin esconder su descontento.
—No es flojera. Es solo que... me siento atrapada. No tengo libertad, ni siquiera para disfrutar de algo tan simple como un descanso. Estás tan obsesionado con que sea perfecta todo el tiempo, que ni siquiera me dejas vivir un poco.
Koushiro se quedó en silencio por un momento, asimilando las palabras de su hija. Akari no era una niña pequeña, y él sabía que, aunque sus expectativas fueran altas, había llegado al límite de lo que podía soportar. Aun así, su naturaleza protectora y controladora no le permitía relajar sus estándares.
—Te estoy criando para que tengas una vida mejor, Akari. No puedes entenderlo ahora, pero en el futuro me lo agradecerás.
Akari no dijo nada más. Sabía que, aunque quisiera expresar todo lo que sentía, no sería escuchada de la manera que deseaba. En su lugar, se dejó caer nuevamente en el sofá, mirando al techo con los ojos cerrados.
—Lo sé, papá. Lo sé... —respondió en voz baja, sintiendo la pesada sensación de estar atrapada en un ciclo sin fin.
Koushiro observó a su hija un momento más, viendo cómo se acomodaba, y aunque todavía no estaba completamente satisfecho con su actitud, decidió no insistir más en ese momento.
—Ya tendrás tiempo de conocer gente cuando vayas a la Universidad.
Akari se mordió el labio inferior y suspiró. Aunque odiaba la idea de tener que entrar estudiar una carrera que odiaba. Era feliz sabiendo que conocería más gente.
Koushiro dirigió su mirada hacia su smartphone.
—Padre...— Akari lo llamó.
—¿Sí? —respondió con un tono que dejaba claro que estaba esperando una petición.
Akari, que estaba sentada en el sofá con los brazos cruzados y una ligera mueca en su rostro, se mordió el labio inferior, vacilando antes de hablar. Sabía que su padre no sería fácil de convencer, pero también sabía que si no lo intentaba, las cosas seguirían igual.
—Papá... —comenzó, haciendo una pequeña pausa para ganar tiempo—. Estaba pensando... creo que necesito ir al estilista.
Koushiro levantó una ceja, algo sorprendido por la solicitud, pero sin mostrar ninguna emoción exagerada. No era raro que Akari pidiera cosas relacionadas con su apariencia, pero esto era diferente, una petición más directa.
—¿Al estilista? —repitió él, con la voz grave y seria—. ¿Por qué? ¿No tienes ya lo suficiente? No creo que sea necesario.
Akari rodó los ojos con frustración, sabiendo que su padre vería esto como una frivolidad innecesaria. Pero no podía soportar más su cabello desordenado ni las uñas que ya necesitaban cuidados. Además, sentía que tenía que empezar a preocuparse por su imagen de una manera más profesional, especialmente si realmente quería seguir los pasos de su padre.
—Es que... —Akari bajó la mirada por un momento, buscando las palabras correctas—. Quiero estar perfecta, papá. Quiero ser una empresaria exitosa, como tú quieres que sea... Y no puedo posponer mi belleza. La imagen también cuenta, ¿no?
Koushiro frunció el ceño, como si no entendiera lo que su hija quería decir. En su mente, el éxito no tenía nada que ver con la apariencia, sino con el esfuerzo y la disciplina. La belleza, en su opinión, era solo un detalle superficial que no tenía cabida en lo que realmente importaba.
—¿Estás diciendo que tu apariencia es lo que te hará exitosa? —dijo, un tanto incrédulo—. Akari, eso no es lo importante. Tienes que concentrarte en tu educación, en prepararte para tu futuro, no perder el tiempo con cosas tan superficiales.
Akari sintió un nudo en el estómago. Ya conocía la postura de su padre, pero no podía evitar la necesidad de sentirse bien consigo misma, de mostrarle al mundo que era capaz, no solo por su inteligencia, sino también por su presencia.
—No es solo por eso, papá. Es que... —Akari se incorporó del sofá y se acercó a él, buscando sus ojos—. Quiero sentirme bien conmigo misma, quiero sentir que soy capaz de dar lo mejor, no solo como hija de Koushiro, sino como alguien que puede destacar por su propio esfuerzo. Y para eso, a veces tengo que sentirme bien por fuera, también.
Koushiro la observó fijamente, sopesando sus palabras. Sabía que su hija tenía una fuerte determinación, pero su forma de pensar seguía anclada en la idea de que lo externo no debía ser una prioridad. Aun así, algo en la manera en que Akari lo miraba, la sinceridad en sus ojos, lo hizo vacilar por un momento.
—No uses el estilista como excusa para salir a hacer cosas innecesarias —respondió con firmeza—. No vas a distraerte de lo que realmente importa.
Akari sintió cómo su paciencia comenzaba a agotarse, pero no quería rendirse. Sabía que si se lo pedía de manera correcta, podría obtener lo que quería.
—No lo hago como excusa, papá. Solo... quiero sentirme bien. No todo en la vida es estudiar y ser perfecta en todo lo académico. Quiero tener una buena imagen también, para mi futuro. Por favor, papá.
Hubo un silencio en el aire mientras Koushiro pensaba en la solicitud de su hija. Ella no era una niña, lo sabía bien, pero su inclinación a buscar la perfección en cada aspecto de su vida le preocupaba. A pesar de sus dudas, algo en su corazón le dijo que quizás no podía ser tan duro con ella esta vez.
—Está bien —dijo finalmente, con una ligera exhalación de frustración— Pero busca a alguien que te atienda a domicilio.
—¿A domicilio?
Koushiro asintió: —No quiero que vayas al estilista. Busca a alguien que venga.
Akari suspiró, al parecer su padre estaba muy centrado en tenerla ahí encerrada, bajo su supervisión— Está bien, está bien.
Quizás, no saldría, pero tendría uñas lindas.
Justo cuando Akari estaba a punto de dar media vuelta para dirigirse a su habitación y comenzar a organizar la cita, la puerta de la sala principal se abrió de golpe, interrumpiendo el tenso ambiente. Mimi, con su rostro visiblemente alterado, entró rápidamente, sin percatarse de la presencia de Koushiro por un momento. Su rostro reflejaba claramente una mezcla de frustración y preocupación.
—¡Koushiro! —exclamó Mimi, dirigiéndose directamente hacia ella sin perder un segundo—. ¡Te he estado buscando por todas partes!
Koushiro observó sorprendido a la castaña, rápidamente se levantó del sofá y se acercó a ella.
—¿Qué pasa, Mimi? ¿Por qué tan alterada? —preguntó.
Mimi extendió su móvil: —Koushiro, necesito que investigues a este chico.—Señaló una imagen.
Koushiro observó la imagen, era un chico castaño de piel morena. A Koushiro le pareció conocido.
—¿Quién es?
—Takuya, Takuya Kanbara.
El pelirrojo alzó una ceja: —¿Takuya Kanbara?
Mimi asintió.
—¿Quién es Takuya?
—El primo de Hikari.—Respondió la castaña— El que vive con ella, ese chico que cantó el día de la fiesta.—Exclamó—¡que trabaja con Sora!
Koushiro alzó una ceja: —¿Por qué?
—¡Porque puede ser Isamu!
El pelirrojo alzó una ceja.
—¿Isamu?— Preguntó— ¿El hijo de Sora y Taichi?
Mimi asintió: —¡Él mismo!— Respondió— Isamu Yagami.
Koushiro observó confundido a la castaña—Mimi es ¡Imposible! Isamu murió en el accidente.
—También se supone que yo estoy muerta.—Comentó Mimi— ¡Y aquí estoy!
—Porque tuvimos un plan de escape.—Respondió Koushiro— El accidente de Taichi fue lamentable. Evidentemente un saboteo. Dudo que haya escapado.
—¡No lo sabemos Koushiro!— Exclamó la castaña— Recuerda. Ni el cuerpo de Taichi ni el de Isamu fueron encontrados. Solo el auto envuelto en llamas.
—Lo sé.—Declaró el pelirrojo— Pero no creo que sea posible. Mimi, por favor, no digas cosas absurdas.
—¡No es absurdo!— Exclamó Mimi, sus palabras cargadas de un dolor antiguo—Por una vez todo tiene sentido.—Habló—. ¿No te parece curioso que de repente un chico como Takuya aparezca en la vida de Hikari y esté vinculado a la familia de manera tan directa? ¿No te parece aún más curioso que todos estos secretos estén saliendo a la luz cuando menos lo esperas?
Koushiro intentó mantener su compostura, pero su mente comenzó a procesar rápidamente lo que Mimi acababa de decir. La conexión entre Takuya e Isamu, su supuesta muerte, y el accidente de Taichi. Todo eso empezaba a tener un propósito detrás de las sombras, pero Koushiro no estaba dispuesto a perder el control de la situación.
—No tienes pruebas, Mimi —respondió, esta vez con firmeza—. Todo esto es una suposición. Y, aunque tus dudas sean comprensibles, las cosas no son tan simples como las pintas.
Mimi se cruzó de brazos, su mente llena de preguntas y posibles respuestas.
—Koushiro, Takuya tenía la cadena que Sora le regaló cuando cumplió un año.
—¿Cadena?— Preguntó Koushiro—¿Qué cadena?
—Una que le regalo...—Respondió la castaña— Que Isamu llevaba el día del accidente. ¡Nunca la encontraron!
Koushiro alzó una ceja.
—Takuya tiene esa cadena.
—Mimi, una cadena, no es mucho. Pueden haber muchas.
—Sí, pueden haber.—Contestó Mimi— Pero esta es especial, yo la distinguí. Y cuando se la devolví a Takuya el mismo me confirmó que su nombre es Isamu.
Esto sorprendió al pelirrojo.
—¿Enserio?
Mimi asintió: —¡Él mismo me dijo que se llama Isamu!— Exclamó—Y tiene la cadena de
—¡Por favor! Koushiro hazme caso. Investiga a este joven ¡por favor!—Declaró la castaña— Tengo una corazonada.
La tarde en el parque estaba fresca, el sonido de las hojas moviéndose suavemente con la brisa creaba una atmósfera tranquila. Sin embargo, el bullicio de la banda de Takuya había sustituido esa calma con energía pura. La banda estaba instalada en una zona despejada del parque, con los instrumentos bien posicionados y los amplificadores preparados. Daisuke y Ken estaban en su ritmo, con la guitarra y el bajo, mientras que Tomoki tocaba la batería con una intensidad que llenaba el aire. Takuya, en el centro, se encontraba cantando con una pasión evidente, dejando que su voz viajara libremente mientras tocaba su guitarra con maestría.
Junpei, el manager, y Ryo, el ingeniero de sonido, estaban a una distancia, observando y evaluando cada nota. Aunque eran conscientes de lo importante que era esta práctica para la banda, sabían que también era vital para la dinámica entre ellos, para fortalecer la relación musical que tenían. Ryo tenía una sonrisa satisfecha al ver que todo sonaba como debería, y Junpei, siempre atento, asentía con la cabeza en aprobación.
—Este grupo realmente tiene algo especial —comentó Ryo, mirando a los chicos mientras se sumían en la melodía.
—No puedo estar más de acuerdo —respondió Junpei, tomando nota mental de algunos pequeños detalles. —Pero hay algo que resalta más, ¿verdad? Es la energía que Takuya tiene cuando canta.
Ryo asintió, sabiendo bien que, a pesar de que la banda era excelente en general, Takuya era el alma de la banda. Su voz, su presencia, su pasión, todo eso se reflejaba en cada nota que tocaba.
La canción terminó con una última nota sostenida, y la banda dejó de tocar. Takuya se quedó allí, con una sonrisa en el rostro, respirando profundamente como si estuviera absorbiendo la vibración del momento. Los chicos se miraron entre sí, satisfechos con la práctica.
—¡Eso salió perfecto! —exclamó Daisuke, dándole una palmada en la espalda a Takuya.
—Totalmente —agregó Ken, sonriendo con aprobación. —Creo que nunca hemos sonado tan bien. La sincronización está cada vez mejor.
Tomoki se sacó los auriculares y se estiró, mirando a Takuya con una sonrisa burlona. —¿Te has dado cuenta de lo bien que has cantado hoy? Casi parece que estás cantando por algo más que solo la música.
Takuya rió, levantando la mano para limpiar el sudor de su frente. —Bueno, no es solo por la música. En realidad, hoy tengo una razón especial para darlo todo.
—¿Una razón especial? —preguntó Daisuke, curioso. —¿Qué pasó?
Takuya sonrió ampliamente, como si estuviera por compartir algo muy importante. —¡Encontré mi cadenita!
El grupo lo miró con sorpresa y asombro, antes de que todos estallaran en carcajadas. Junpei y Ryo, que se habían acercado, también sonrieron al escuchar la noticia.
—Eso explica todo.— Musitó Tomoki—¡Finalmente apareció!
—Te dijimos que aparecería.—Comentó Ryo.
—¿Dónde estaba?— Preguntó Daisuke.
Takuya tuvo intenciones de responder, pero Junpei se adelanto.
—Probablemente estaba en su habitación.—Comentó— Con lo desordenado que es Takuya es probable que haya estado entre medio de su ropa.
—¡Oye!— Exclamó el Kanbara— Me ofendes.
—¿Por qué te ofendería?— Musitó el Shibayama— Solamente estoy diciendo la verdad.
—Lamentablemente tiene razón.—Declaró Tomoki— No eres muy ordenado.
—¡Oigan! ¿Se supone que son mis amigos o mis haters?—preguntó Takuya— Con sus comentarios me bajan bastante el autoestima ¿e?
El grupo estalló en risas, sin poder evitarlo. La atmósfera ligera y jovial que siempre los acompañaba en sus momentos juntos volvió a invadir el parque.
—¡Vamos, Takuya! Sabes que no lo decimos en serio! —dijo Daisuke, dándole una palmada en la espalda. —Pero ya sabemos cómo eres, tu cuarto parece un campo de batalla.
—¡No es para tanto! —respondió Takuya, aunque su sonrisa seguía en su rostro, sabiendo que era algo que no podía negar. —¡Hay orden! Solo que... a veces se necesita buscar bien entre las cosas.
Junpei, con una sonrisa astuta, intervino: —Bueno, parece que encontraste tu tesoro escondido, y eso es lo que importa. Aunque, de ser sincero, tampoco me sorprende que tu cadenita estuviera entre ropa. Ya me imagino cómo estaba tirada en algún rincón, cubierta de polvo.
—¡Ah! ¿Ahora todos son expertos en cómo soy yo? —Takuya se cruzó de brazos, fingiendo molestia, aunque la risa que estaba conteniendo lo traicionaba. —Deberían hablar con Ryo, que le pregunte cómo tiene sus cosas guardadas... ¡Es un desastre!
Ryo levantó la mano en señal de rendición, riendo. —¡Oye, no soy el único! Aunque mi caos está más organizado que el tuyo, Kanbara. Y no me metas en esto.
Tomoki, que estaba observando la interacción con diversión, agregó: —Lo cierto es que, en cuanto Takuya encontró la cadenita, su energía cambió por completo. Casi se puede escuchar cómo su alma se conecta con el universo.
—¡Eso es, exactamente! —exclamó Takuya, haciendo una especie de baile en el lugar. —Cuando encontré la cadenita, sentí que todo volvió a encajar. No es solo un collar, es... es como si todo tuviera sentido otra vez. No importa cuánto tiempo pase, esa cadenita siempre me recuerda lo que más me importa.
Daisuke asintió, comprendiendo el peso sentimental que la cadenita tenía para él. —Es más que un accesorio, ¿verdad? Es tu amuleto. Nos ha acompañado en todos los conciertos, en todos los ensayos.
Takuya se tocó el collar con una sonrisa nostálgica. —Exactamente. Es una parte de mí. De alguna forma, cada vez que lo llevo puesto, siento que puedo ser la mejor versión de mí mismo. Y el hecho de que hoy haya aparecido después de tanto tiempo... me da una motivación extra.
Ryo, que había estado callado observando, asintió mientras ajustaba los controles en su equipo de sonido. —Creo que esa motivación se notó hoy, Takuya. Estuviste increíble en el escenario. Creo que todos lo sentimos.
—¡Claro que sí! —añadió Tomoki. —La vibra que trajiste hoy fue distinta, incluso en el ensayo. No solo fue la cadenita, algo más había allí. La energía estaba a otro nivel.
—Y, por si no lo habían notado —comentó Junpei, cruzando los brazos—, Takuya ha cantado con todo su corazón. Esa canción, chicos, no solo fue una práctica más. Fue una declaración de lo que está pasando en su vida. Y me alegra ver que está listo para darlo todo, con su cadenita de vuelta.
—No fui solo yo. Fue un trabajo en equipo. Todos lo hicieron bien.—Comentó el Kanbara.
—Bien es muy poco. Querrás decir ¡Excelente!— Corrigió Ryo— Lo hicieron excelente.
Los chicos intercambiaron miradas felices ante esto.
Mientras el grupo seguía conversando y compartiendo risas sobre lo bien que había ido la práctica, el sonido de unos pasos se hizo más cercano. La tarde tranquila del parque de pronto se vio interrumpida por la presencia de alguien más. Una chica, caminando hacia ellos, con una sonrisa amistosa en su rostro.
Al escuchar el sonido de sus pasos, Ryo levantó la mirada y, al verla, sus ojos brillaron con una suave sorpresa. Un leve destello de reconocimiento cruzó por su rostro, y no pudo evitar sonreír de inmediato.
—¿Ryo?— La chica dijo su nombre.
—Damar. —El nombre salió de la boca de Ryo con naturalidad, y, sin dudarlo, comenzó a caminar hacia ella, dejando atrás a la banda que observaba la escena con curiosidad.
—¡Hola! —Damar exclamó con una sonrisa amplia mientras saludaba, mirando a los chicos antes de que su mirada volviera a centrarse en él. El sol de la tarde iluminaba su rostro, y algo en sus ojos indicaba que se sentía a gusto en ese ambiente relajado.
—¡Hola!— Ryo exclamó y le dio un abrazo— ¿Qué haces aquí?
—Estaba caminando hacia mi departamento. —Damar se mostró un poco cohibida, pero su tono de voz seguía siendo tranquilo. Luego, sin esperar mucho, añadió: —Te vi desde lejos, y pensé en aprovechar para saludarte.
Los chicos de la banda intercambiaron miradas, sus caras reflejando una mezcla de intriga y diversión ante el repentino encuentro.
Takuya fue el primero en romper el silencio, levantando una ceja y mirando a Ryo, con una sonrisa juguetona. —Parece que alguien tiene visitas, ¿eh?
Daisuke, con su usual tono bromista, agregó: —Vaya, Ryo, al parecer cambió a Rika.
Ryo, sin perder la compostura, lanzó una mirada rápida a los chicos antes de enfocar de nuevo su atención en Damar. —Nada de eso, chicos. —rió, restando importancia a sus comentarios. —Solo es una amiga.
¿Amiga?
Takuya pasó su mirada por la chica.
¡Un minuto!
—Chicos, les presento a mi amiga, Damar.— Ryo presentó a la chica y luego dirigió su mirada hacia la chica—Damar te presento a mi amigos.— señaló a los chicos de la banda— Ellos son Tomoki, Ken, Daisuke y Takuya.—Señaló a cada uno respectivamente.
Damar dirigió su mirada a ambos morenos: —¿Ustedes son los chicos con los cuales tropecé ayer en la mañana, verdad?
Takuya y Daisuke asintieron a la vez.
—Esos mismos.—Declaró.
—Bueno, es un gusto conocerlos.—Respondió Damar haciendo una leve reverencia estilo japonesa.
—Igualmente.—Musitaron ambos a la vez.
Yamato ingresó a su oficina, seguido a su padre, quien venía sumamente enojado.
—¡Yamato!— Gritó cerrando la puerta tras él— ¡Te he dicho mil veces que no me gusta que me dejes hablando solo!
—¿Qué más quieres que haga?— Preguntó el rubio— ¡No quiero escucharte! ¡No quiero que te involucres en mis problemas con mi familia!
—No me dejas otra opción.—Declaró Hiroaki—No sabes ser padre de familia.
—¡Tú menos!
—¡No me faltes el respeto!— Exclamó el mayor.
Yamato simplemente cerró sus ojos con ira. Necesitaba calmarse.
—Sé que estás enojado, pero soy tu padre, deberás escucharme ¡Te guste o no!— Exigió Hiroaki— Si veo a Nene llorar por tu culpa, otra vez, tendremos serios problemas.—Advirtió.
Yamato abrió sus ojos y frunció el ceño. Odiaba a su padre, con todo su ser, por como se comportaba. Como padre era un asco...Pero como abuelo era todo lo contrario...¡Era increíble como Nene lo movía con un dedo! Hiroaki como padre no haría nada, pero por Nene sería capaz de enfrentarse al mundo, incluso olvidaba sus "principios"
Suspiró.
¿Debía odiar a su padre por esto o debía sentirse aliviado de saber que, si algún día él faltaba, alguien podría cuidar de Nene e Izumi?
La conversación parecía estar llegando a su fin, no obstante, justo en ese momento la puerta se abrió de golpe y una mujer castaña de anteojos apareció en el lugar.
—¡Yamato, Hiroaki!
Ambos voltearon hacia la puerta.
—Satomi, ¿qué diablos haces aquí? —preguntó Hiroaki con un tono cortante, su rostro endurecido, intentando mantener la compostura. Era evidente que no esperaba una visita como esta.
Satomi no perdió tiempo con cortesías. En su voz se percibía la furia contenida, el desdén hacia lo que sabía que estaban haciendo.
—He venido a hablar con ustedes porque hay algo que necesitan saber. He descubierto un error en sus negocios, un error que no se puede ignorar —dijo, mirando a ambos con dureza. Su presencia era firme y segura, como si no temiera las repercusiones de lo que estaba a punto de revelar.
Yamato la miró con curiosidad, su expresión neutral, pero había algo en sus ojos que reflejaba una ligera inquietud.
—¿Qué error? —preguntó, aunque sin mucho interés, como si ya estuviera acostumbrado a las acusaciones que Satomi solía hacer.
Satomi no se detuvo, su mirada se volvió más intensa.
—No hablen tonterías. He descubierto todo lo que estaban haciendo. El lavado de dinero, las cuentas sucias… Todo —sus palabras salieron con veneno, cortando el aire entre ellos—. Se enteraron de todo, Hiroaki, Yamato. Todo. Ya no pueden esconderlo.
Hiroaki frunció el ceño, levantándose lentamente de su asiento, su cara roja de rabia y desprecio.
—¿Estás completamente loca? —gruñó, su tono burlón no lograba esconder la incomodidad que comenzaba a invadirlo. Yamato, por su parte, se cruzó de brazos, observando a su tía sin decir una palabra.
Satomi no se amedrentó. Su furia era palpable, y no estaba dispuesta a callar.
—No estoy loca —respondió con voz firme. La venganza brillaba en sus ojos—. Pero ustedes lo están, si creen que pueden seguir con sus mentiras.
Se adelantó, sacando un pequeño dispositivo de su bolso. Con un gesto rápido, lo conectó a la pantalla del ordenador de Hiroaki. Un video comenzó a reproducirse, y las imágenes que aparecieron hicieron que tanto Hiroaki como Yamato se tensaran instantáneamente.
En la pantalla, se podía ver claramente la escena de las modelos del desfile de Sora con Toshiko e Hiroaki.
Yamato se quedó estático al ver esto, Hiroaki también, pero su sorpresa cambió a rabia ¿de donde rayos sacó eso?
—Estas son las modelos de la agencia de Sora, ¿verdad? Las mismas que desaparecieron sin dejar rastro hace poco —Satomi dijo, dejando claro que sabía más de lo que ellos pensaban. La mirada fija de Satomi no dejaba espacio para evasivas.
—¿De dónde sacaste ese video?
—¡No importa de donde!—Exclamó Satomi— Finalmente, era cierto lo que decía Mimi Tachikawa, era ¡totalmente cierto!
Yamato se mordió el labio inferior ante esto. Hiroaki apretó su puño.
—¡Dame eso!— El castaño intentó quitarle el celular.
Satomi retrocedió.
—¡No!—Declaró—Al final, todo era verdad. Están involucrados en la trata de blancas.
—E-ese video está fuera de contexto.
—¡No!—Respondió Satomi—Lo he investigado todo, Hiroaki. ¡Todo!—Dirigió su mirada a su sobrino— Con tu firma Yamato.
Yamato se mordió el labio inferior ante esto.
—Ahora entiendo que sucedió con el dinero de mi hermana y nuestra familia ¡Lo cuparon para financiar esto!—gritó con furia contenida, la decepción en su voz palpable. La mención de su hermana, la difunta esposa de Hiroaki, parecía haber golpeado de lleno a ambos hombres.
La atmósfera en la sala se volvió tensa. Hiroaki y Yamato intentaron mantener la compostura, pero no pudieron evitar sentirse expuestos, atrapados en la verdad que Satomi estaba revelando. Hiroaki, sintiendo que había perdido el control, dio un paso hacia Satomi.
—Eso es una mentira —dijo entre dientes, su tono cortante—. No sé de qué hablas, Satomi, pero eso no tiene ningún fundamento.
Satomi no titubeó, con un gesto de desprecio, levantó una carpeta llena de documentos que había traído consigo. Los dejó caer sobre la mesa, mostrándolos sin vergüenza.
—Estos son los extractos bancarios, las transacciones. Todo está registrado. El dinero de Natsuko ha sido utilizado para pagar estos horribles negocios. ¿Cómo puedes mirar a los ojos a las mujeres que te rodean sabiendo lo que has hecho?
Yamato, visiblemente incómodo, intentó intervenir.
—Satomi, basta. No tenemos tiempo para tus acusaciones. Todo lo que estás diciendo es… —pero no pudo terminar la frase.
Satomi lo interrumpió, su mirada fulminante.
—No te atrevas a desmentirme, Yamato. Yo he descubierto todo, y ya no pueden ocultarlo. La verdad está ahí, en los papeles, en los videos, en cada movimiento que hicieron.
Hiroaki comenzó a gritar, su paciencia al límite.
—¡Estás completamente loca! ¡No sabes de lo que hablas!
Satomi, sin inmutarse, se dio la vuelta, mirando a ambos hombres con desdén.
—Lo sabían desde el principio. Pero ahora ya es demasiado tarde. La verdad saldrá a la luz, y no podrán escapar. Es solo cuestión de tiempo.
Con esas palabras, Satomi se alejó de la sala, dejando a Hiroaki y Yamato paralizados por el peso de sus acciones. La puerta se cerró detrás de ella, y los dos hombres se quedaron en silencio, enfrentándose a las consecuencias de sus decisiones. La amenaza de Satomi, como un eco en la sala, resonó en sus mentes mientras comenzaban a comprender que sus oscuros secretos estaban al borde de ser revelados.
—¡Maldita sea!— Exclamó Yamato.
—¿Banda?— Musitó Damar sorprendida luego de haber escuchado las palabras de los amigos de Ryo— Así que ¿ellos son la banda de la cual me hablaste?—Le preguntó al Akiyama.
Ryo asintió.
—¿Ryo te habla de nosotros?— Takuya preguntó.
Damar asintió: —Sí.—Respondió— Bueno, en realidad, he visto sus publicaciones por instagram. Y una vez le pregunta ¿de qué trataba? y me habló de ustedes.
—¿A sí?— Musitó Tomoki— ¿Y qué te dijo?
—Cosas buenas, espero.—Declaró Ken.
Damar rió—¡Pues claro!— Afirmó— Dijo que eran talentosos.
—¿De verdad dijo eso? —preguntó Tomoki, claramente satisfecho por el elogio. —Creo que Ryo no es tan malo después de todo.
Ryo, que había estado escuchando la conversación en silencio, lanzó una mirada a sus amigos, una mezcla de diversión y ligera incomodidad. —No es para tanto, chicos. Solo les dije lo obvio, ustedes son buenos.
Takuya, con una sonrisa traviesa, se acercó a Ryo. —Oh, vamos, Ryo, ¡no seas modesto! Sabemos que siempre estás hablando de nosotros. Creo que te gusta hablar de tu banda.
—Dice que son talentosisimo.—Musitó Damar— ¿Es verdad eso?
—¡Pues claro!— Exclamó Junpei— Nuestra banda es increíble.
—¿A ver?— Preguntó la castaña— ¿Puedo comprobarlo?
Takuya tomó su guitara: —¡Pues claro!
Fue así como se dispusieron a tocar.
(NA: Recomiendo escuchar la canción porque es buenísima "Violetta - Más que una amistad")
(Más que una amistad - Violetta)
Todos: Tengamos más
Que una amistad
Este verano seamos algo mas
Tengamos más
Que una amistad
Este verano seamos algo mas
Takuya: Recuerdo aquel verano sin igual
Fue el mejor año quisiera volverlo a vivir
Bajo el sol
En la aplaya, el calor disfrutando, divirtiendonos
Daisuke: Tu estabas ahí
Tomoki: Te vi sonreir
Takuya: Y sin dudarlo te invite a salir
Ken: Todavía hoy
Tus palabras yo
No puedo olvidar.
Todos: Tengamos más
Que una amistad
Este verano seamos algo más
Tengamos más
Que una amistad
Este verano seamos algo más
Aquel dia no olvido
Frente al mar me dijo:
Tengamos más
Que una amistad
Tengamos, ten-tengamos más
Damar aplaudió suavemente al escuchar la canción.
—¡Vaya, vaya! Verdaderamente Ryo no mentía.
—¿Te gustó?— Preguntó Takuya.
—¡Me encantó!—Respondió Damar.
Daisuke sonrió: —Nos alegra escuchar eso.
—Siempre buscamos nuevos oyentes.—Habló Tomoki.
—Ya eres nueva, esperamos contar con tu apoyo.—Agregó Takuya.
—¡Oh! No lo duden.—Musitó Damar— ¡Amó la buena música!
Ryo alzó una ceja: —¿Amar?—Preguntó— Querrás decir ¡adorar!
¿Adorar?
El Akiyama señaló a la castaña—Esta chica tiene un fanatismo por la música, igual, o peor que Takuya.
—¿De verdad?— Preguntó el Kanbara.
—No seas exagerado.— Damar le habló a Ryo.
El Akiyama rodó los ojos: —Jamás pensé que te avergonzarías de eso.
—No me avergüenzo.—Respondió la castaña— Amo la música. Pero tampoco es para que digas que soy una fanática. ¿Qué van a pensar tus amigos de mi?
Daisuke rió: —No te preocupes.
Ken depositó su mano en el hombro de Takuya—Aquí tenemos un aficionado al máximo.
—¿Enserio?—Preguntó Damar.
Los chicos asintieron.
Takuya simplemente rodó los ojos divertido. No iba a negarlo. Pero tampoco a admitirlo. "Aficionado" sonaba como algo pasajero. Para él ¡la música era su vida!
Pero no iba a hablar de él en esos momentos. Quería conocer a la chica nueva.
Takuya señaló su guitarra.
—¿Tocas algún instrumento?
Damar asintió.
—¿Sabes guitarra?
La chica movió su cabeza: —Algo sé.
—¿De verdad?— Preguntó Takuya.
—¿Guitarra? No creo...Pero piano sí...—Corrigió Ryo— Ella toca increíble el piano desde pequeña.
—¿Enserio?— Preguntaron Daisuke, Tomoki y Ken sorprendidos.
—Pues...—La chica sonrió— Un poco...—Comentó antes de tomar la guitarra de Takuya— Mi madre me enseñó.—Declaró— Pero te vas a sorprender Ryo. Últimamente mejoré mi técnica en la guitarra.
—¿A sí?
La castaña asintió.
Todos la observaron curiosos y Damar tomó asiento en una banca.
—Si me equivoco ¡ignórenlo!— Rogó antes de tocar.
Los chicos asintieron.
(Hay un cuento - Margarita)
Damar: Hay un cuento
que me trajo un día el viento.
Que me enseña a reír, me da ganas de vivir.
Donde la hadas existen y no hay corazones tristes.
Y en Abril surcan flores de colores mi jardín.
Surcan flores de colores mi jardín.
Hay un cuento
Donde vive un sentimiento
Que nunca va a morir
Que se queda junto a mí
Donde no llegan las penas
Donde solo hay gente buena, y es así
Es un cuento que podemos compartir
Es un cuento que podemos compartir
Haz que tu cuento valga la pena
Haz de tus sueños la ilusión
Y que se asome la primavera
En las calles de tu corazón
Haz que tu ángel nunca se vaya
Que cuide el niño que hay en vos
Y cuando crezcas, nunca lo pierdas
Porque perderás tu corazón
Los chicos escucharon atentos.
—¡Wow! Buena canción...—Musitó Takuya.
—Gracias.—Respondió Damar.
—Y que linda voz.—Agregó Daisuke.
La chica sonrió aun más: —Gracias.
—Veo que los años pasan, pasan y pasan, y tú sigues con ese talento innato.—Comentó Ryo.
—¿Innato?— Musitó Damar— Yo diría que obsesivo y cliché.
Ken alzó una ceja: —¿Obsesivo y cliché?
La castaña asintió—Eso decían mis vecinos, porque no les gustaba que a horas tan tardes de la noche me pusiera a cantar.
Takuya alzó una ceja—¡Vaya! Esa historia me parece conocida...— Comentó.
—No me sorprende, solo a ti se te ocurre cantar a mitad de la noche con teclado o karaoke a mil.—Musitó el Akiyama, pero al segundo recordó algo— ¡Espera! No eres la única...—Dirigió su mirada hacia el Kanbara— Aquí tenemos uno que es similar.
—¿A sí?— Musitó Damar.
Los chicos de la banda asintieron:
—Por culpa de este chico tuvimos una multa por ruidos molestos dos meses.—Junpei señaló a Takuya.
—¡Oye! No fue solo mi culpa.—Exclamó el moreno— Ustedes también estaban ahí.
—Pero ¡durmiendo!—Musitó Tomoki.
—Tú fuiste el único que se quedó tocando hasta las tres de la mañana.—Declaró Ken.
Daisuke asintió.
Damar observaba con atención la conversación que se estaba desarrollando a su alrededor. No podía evitar sonreír ante las bromas y comentarios de los chicos de la banda. A pesar de que había escuchado muchas historias sobre ellos, esta era la primera vez que estaba compartiendo un momento tan cercano con todos. Su actitud relajada y su forma de interactuar con tanta familiaridad la hacían sentir que, en realidad, se conocían mucho mejor de lo que ella imaginaba.
—¿De verdad te multaron por ruidos molestos? —preguntó Damar, entre divertida y sorprendida, mirando a Takuya, que parecía avergonzado por la situación.
—Sí, pero no fue solo mi culpa. —Takuya se defendió, alzando las manos como si intentara justificar lo que había pasado. —Yo estaba practicando, pero los demás... Bueno, ellos estaban ahí, pero ni siquiera me avisaron que ya era demasiado tarde.
—¿No te avisaron? —preguntó Damar con una ceja levantada, como si ya se estuviera imaginando lo que venía.
—No, prefirieron dormir, y claro... —Takuya sonrió de forma traviesa. —Yo estaba inspirado, ¿qué podía hacer? Los vecinos se enojaron.
Ryo, que había estado observando con atención desde el otro lado, se rió de la situación. —A veces las inspiraciones no tienen horario, pero bueno, no esperes que la policía lo entienda, ¿no?
—Créeme, lo sé muy bien.— Damar rodó los ojos— Si te sirve de ayuda. Mis hermanos y yo estamos acostumbrados al ruido...—Le habló a Takuya— Así que no tendrás reclamos de nuestra parte.
—Es bueno saberlo.—Musitó el moreno con una sonrisa— Si es así, entonces, seremos muy buenos vecinos.
Damar rió—Ojalá así sea.
La conversación era agradable, los chicos evidentemente estaban a gusto con la conocida de Ryo. Y todo iba bien en esa conversación, sin embargo, todo se interrumpió cuando al lugar llegó un chico, quien al ver al grupo no dudó en gritar el nombre de la chica.
—¡Damar!
La chica al escuchar su nombre volteo y al ver al chico movió su mano en señal de saludo: —Hermano.
Fue así como el chico se acercó.
—Damar ¿dónde estabas?— Habló el castaño de ojos cafés.
—Disculpa, Takato, me distraje unos momentos.—Respondió la chica.
—¿Por qué no contestaste mis llamadas?— Preguntó el chico.
—Se me descargó el celular.—Contestó Damar.
—¡Muy mal!—Exclamó Takato.
—¡Hey! No regañes a la niña por favor.—Musitó Ryo.
Takato dirigió su mirada hacia el Akiyama— ¡Vaya, vaya! Debí imaginar que estaría contigo.
Fue así como el Akiyama con el chico castaño chocaron puños en señal de saludo.
—¡Mira, Takato! Ryo me acabó de presentar a sus amigos.—Declaró Damar.
Takato dirigió su mirada hacia los chicos.
—Veo instrumentos, veo cinco chicos...—Enumeró en voz alta y luego dirigió su mirada hacia Ryo— ¿Ellos no son los chicos de la banda de cual nos hablaste?
—Efectivamente ellos son.—Respondió el Akiyama y dirigió su mirada hacia la banda— Chicos, quiero presentarles a un amigo, Takato, hermano de Damar.
Takuya, Daisuke, Tomoki, Ken y Junpei observaron al chico.
—¡Hola!—Lo saludaron.
—Ellos son, Takuya, Daisuke, Tomoki, Ken y Junpei.—Ryo señaló a cada uno— Miembros de la Fire Band.
—Es un gusto conocerlos.—Comentó Takato.
—Igualmente.—Respondió Takuya—Supongo que, si eres hermano de ella, también eres mi nuevo vecino ¿no?
Takato alzó una ceja: —¿Vecino?
Damar asintió— Sí, vecino, él fue uno de los chicos con el cual tropecé ayer cuando nos estábamos mudando. ¿Recuerdas que te lo comenté?
—Sí, lo recuerdo.
—Él vive en el departamento veinte ¿no?
Takuya asintió: —Sí, ahí vivo.—Declaró— Por si necesitan ayuda, no duden en ir.—Repitió lo mismo de ayer— Mi prima y yo estamos atentos a cualquier cosa que suceda al rededor, sobre todo cuando son nuevos.
—Muchas gracias, de verdad, aunque no lo creas. Te cobraremos la palabra.—Comentó Takato.
Damar asintió.
—Bueno, si alguien tan linda como tú va a ir a molestar, entonces ve seguido.—Junpei musitó.
Y todos los chicos de la banda lo fulminaron con la mirada. Tomoki sin piedad golpeo con su codo las costillas del manager de la banda dejándolo sin aire.
—Disculpen lo que él dijo.—Musitó Takuya— Lamentablemente, tiende a hablar más de la cuenta.
—No te preocupes.—Declaró Damar—Siempre hay alguien así en un grupo de amigos.
—Exacto.—Respondió el Kanbara.
¡Bip, bip!
Justo en ese minuto el móvil de alguien sonó y todos buscaron entre sus bolsillos sus móviles esperando no ser el autor de ese sonido.
Finalmente, fue Takato quien habló.
—Damar...Taiki nos dice que nos apuremos...la cena está lista...—Musitó mientras observaba su smartphone.
La chica asintió y dirigió su mirada hacia el Akiyama— Ryo, con mis hermanos queremos invitarte a cenar, ¿vienes?
—¡Claro!— Exclamó Ryo.
—Bueno, bueno, entonces vamos...—Declaró Damar tomando del brazo a su hermano—Chicos, les robaré a su ingeniero de sonido ¿no les molesta o sí?
—No, claro que no.—Respondió Takuya.
—El ensayo estaba terminando.—Musitó Tomoki— Así que ¡puede irse!
—Bueno.—Comentó la castaña con alegría— Entonces ¡me lo llevo!— Agarró a Ryo del brazo— Fue un gusto conocerlos chicos.
—Igualmente.—Musitó Tomoki.
—Ojalá nos veamos más seguido.—Respondió Takuya.
Damar le dedicó una sonrisa: —Es seguro que nos volveremos a ver, vecino.—Le guiñó el ojo.
Takuya se ruborizó ante esto y sus amigos observaron esto con impresión.
—Adiós chicos.—Musitó Ryo antes de voltear e irse.
—Adiós.— Prácticamente Ken fue el único que respondió.
Fue así como Ryo se alejó con Takato y Damar de ese lugar. Cuando ya estuvieron lejos los compañeros de banda de Takuya interés evidente, conteniendo las risas mientras intercambiaban miradas cómplices.
—¿Vecino?—preguntó Junpei en tono burlón, dándole un leve codazo a Takuya—. Vaya, vaya, no sabíamos que tenías una vecina tan simpática.
—Cállate.—replicó Takuya, desviando la mirada para ocultar su creciente sonrojo—. No es para tanto.
—Claro que sí lo es.—intervino Junpei, intentando contener la risa.
—Es bastante linda la chica.—Comentó Ken.
—Podrías conseguirte el número.— Murmuró Daisuke— ¡A no! Verdad que, Takuya está enamorado en la rubia del barrio alto.
—¡Claro que no!— Exclamó Takuya.
—No tienes porque negarlo. Nosotros sabemos que Izumi te encanta.
—No.—Respondió el Kanbara— Claro que no.
—Entonces ¿por qué te colocas tan nervioso cuando hablamos de ella?—Musitó Daisuke.
—Y sonríes mucho cuando ella está cerca.—Agregó Tomoki.
—¡Yo siempre sonrío!— Musitó Takuya.
—Pero con Izumi es mayor.—Declaró Junpei.
Takuya movió: —¡Basta! Dejen de hablar estupideces.—Regañó— Y-y...mejor...—Comenzó a guardar su guitarra— Me voy. Es tarde.
La oficina estaba impregnada de una tensión palpable, como si el aire se hubiera vuelto más denso en los últimos minutos. Kousei estaba de pie frente a su hijo, con las manos firmemente entrelazadas a su espalda. Su rostro estaba marcado por la ira y la frustración, pero lo que más molestaba a Kouji era la decepción que parecía reflejar cada palabra que su padre pronunciaba.
—¡No puedo creerlo! —exclamó Kousei, dando un paso hacia adelante, haciendo que Kouji retrocediera levemente, sin saber si lo hacía por respeto o por miedo—. ¡¿Cómo, rayos, permitiste que esto ocurriera?! ¿Cómo puedes tener una adicción con las malditas drogas, Kouji?
Kouji lo miró sin decir nada, su rostro casi vacío de expresión. De alguna manera, siempre había sabido que este momento llegaría, pero no estaba preparado para la rabia contenida de su padre. Kousei lo observó, como si buscara algo, alguna chispa de arrepentimiento o de comprensión en los ojos de su hijo, pero lo único que vio fue indiferencia.
—¿¡Cómo se te ocurre!? —continuó Kousei, apretando los dientes—. ¡Un chico como tú no necesita caer tan bajo! ¡Es... es una humillación!
Kouji finalmente habló, su voz baja pero cargada de sarcasmo.
—¿Y cómo te enteraste de todo esto? —preguntó, levantando una ceja, su tono desafiante.
Kousei lo miró, la incredulidad en su mirada. Un parpadeo de silencio llenó la habitación, antes de que él respondiera con frialdad.
—¡No importa cómo me enteré! ¡Eso no es lo que me preocupa, Kouji! —Kousei dio otro paso hacia él, el enojo evidente en su postura—. Lo que no puedo entender es cómo... cómo llegaste a esto. ¿Cómo permitiste que las drogas te controlaran? ¿Cómo te dejaste arrastrar hasta este punto?
Kouji apretó la mandíbula, la rabia comenzaba a burbujear en su interior. No podía soportar la superioridad de su padre, como si él tuviera derecho a juzgarlo.
—¿Te molesta tanto? —preguntó, su tono ahora cargado de resentimiento—. ¿Te molesta que haya caído en eso?
Kousei frunció el ceño, claramente confundido por la actitud de su hijo.
—¡Por supuesto que me molesta! —gritó—. ¡Eres el heredero de la familia Minamoto! Con esto ensucias nuestro nombre.
Kouji rodó los ojos.
Como siempre, su padre solo preocupado por su nombre y su estatus.
—¡No puedo creer que estés desperdiciando todo! ¡Tu futuro! ¡Tu vida! ¿Qué pensabas, Kouji? ¿Qué serías el gran hijo que siempre soñé tener y terminarías con un vicio como este?
Kouji lo miró fijamente, su voz ahora más firme, casi hiriente.
—Sé que no soy el hijo que esperabas. —Dejó escapar una risa amarga—. Pero, ¿sabes qué más? Tú tampoco eres quien para criticarme. Con lo pésimo padre que eres.
—¡No estamos hablando de mi!— Exclamó— Estamos hablando de tu maldita adicción.
Kouji, sin perder el hilo de la conversación, continuó:
—Tú vendes esas malditas cosas, ¿recuerdas? Las mismas que me metieron en todo esto. —Su voz era un veneno de resentimiento, y Kousei no pudo evitar tensarse ante las palabras de su hijo. Había oído las quejas, las acusaciones, pero siempre las había ignorado. No le importaba lo que pensaran de él, pero ahora, al escuchar a Kouji decirlo tan directamente, las palabras tuvieron un peso que no pudo ignorar—. Tú eres el primero en meterme en este mundo, ¿y ahora vienes a gritarme por caer en él?
Kousei respiró profundamente, intentando controlar la rabia que se acumulaba en su pecho.
—Eso no tiene nada que ver con esto. —La voz de Kousei era baja, pero autoritaria. La mirada que le lanzó a Kouji estaba llena de desesperación—. Nosotros vendemos para tener dinero. No para que arruines tu vida.
Era gracioso que lo dijera, después de todo, él, Kousei, su propio padre ¡le arruinó la vida!
—Y, para variar, estas arruinando tu relación con Izumi.
Kouji movió la cabeza.
Eso era lo que menos le importaba
—¿Y qué?
—¿Cómo que, y qué?— Preguntó Kousei— Tú bien sabes que significa eso.
Sí, lo sabía. Si terminaba con Izumi todo por lo que él había luchado...se iría a la basura.
—¡No puedes seguir así! ¡Tienes que arreglar las cosas con Izumi, por lo menos! ¡¿No ves lo que está pasando?! ¡¿Acaso quieres que todo termine por esta estupidez!?
Kouji no dijo nada al principio, sus ojos fijos en el suelo. La verdad era que estaba cansado ¡cansado de fingir! No le importaba lo que pasara con él, ni con Izumi, ni con nada. Solo quería que su padre dejara de presionarlo, de hacerle sentir que no era suficiente, que nunca lo sería.
—No quiero arreglar nada con Izumi. —Respondió finalmente, su tono firme pero vacío.
—¿Perdón?— Preguntó Kousei— ¿Escuché bien? Dijiste que ¿no quieres arreglar las cosas con ella?
Kouji se mordió el labio inferior.
—Estoy con ella porque tú me lo exiges. Porque si no lo hago, me arruinas la vida. ¿Sabes qué? Ya me cansé.
Kousei lo miró, la furia y la desesperación finalmente explotando en su rostro. Dio un paso hacia Kouji, pero esta vez no era una advertencia, sino un mandato.
—¿Y qué? ¿Vas a dejarla?
Eso era lo que más quería hacer.
—Respóndeme ¿vas a dejarla?
Kouji se mordió el labio inferior.
—Recuerda que, si dejas a Izumi, nuestro trato se rompe.—Musitó Kousei.
"Su trato"
Ese que lo ataba tanto a él como a Tomoko.
—Dime ¿enserio quieres perder nuestro trato?— Musitó Kousei— Porque si es así ¡lo hacemos! Y tu madre, Tomoko, se queda sin su tratamiento, medicinas y clínica.
Kouji apretó su puño ante esto. La imagen de su madre, Tomoko, vino al instante a su mente. Verla ahí en su cama...casi muerta...sin tratamiento era algo que...le destrozaba el corazón.
—Recuerda Kouji, con mi dinero e influencia, le he traído el mejor tratamiento.—Declaró Kousei— Dime ¿enserio te atreverías a dejarla sin su tratamiento?
El menor simplemente quedó en silencio.
—Recuerda que nuestro trato conlleva dos partes.—Habló el mayor— Una es tu madre, y la otra parte conlleva el bienestar de es esa chica que...
—¡No la menciones!— Exclamó Kouji.
Kousei simplemente sonrió: —¿Qué? ¿Te duele recordarla verdad?
El oji-azul observó a su padre con frialdad.
—Dime ¿enserio serías capaz de dejar a tu madre sin tratamiento y obligar a esa chica que tanto quieres a vivir una vida sirviendo a los hombres?
¡No, por favor, no!
Tan solo pensar en eso su ser se llenaba de ira. Y miedo. Mucho miedo.
—Estar con Izumi es algo pequeño, a cambio del bienestar de esas personas que dices querer.—Comentó Kousei— Dime ¿enserio las arriesgarías?
Kouji cerró sus ojos. No se imaginaba una vida con Izumi...no la amaba...y también era injusto para Izumi estar con él...pero ella quiso que así fuera...por eso a él no le dejaron opción.
Kousei sonrió con orgullo—Ya lo sabía.
El rostro de su hijo lo decía todo.
—¡Escúchame bien, Kouji! ¡No puedes dejar que esta relación termine! No podemos permitir que todo se derrumbe por una estupidez. ¡Regrésate a la realidad! ¡Agarra las riendas de tu vida! ¡Arregla esto con Izumi, o no sé qué más pueda hacer por ti!
Kouji lo miró fijamente, sin responder de inmediato. La rabia burbujeaba en su interior, pero no quería ceder. No quería ser el hijo perfecto, no quería ser lo que su padre quería que fuera. Pero no tenía opción.
BethANDCourt: Jajaja Había que recordar la razón del odio a Satomi. Sí, trató horrible a Hikari. ¡Muy horrible! Pero es parte de su desarrollo. Satomi es una bruja. Las personas nunca aprenden. Satomi morirá sin aprender nada. Hikari es demasiado buena para esa gente. Sobre Damar. Ya empezaron las teorías jajaja bueno, yo solo diré que la he traído para ayudar a Rika, creo que necesita una amiga. Pero ya veremos si tiene otro papel jsjsjs Un pequeño dato es que Damar tendrá las mismas vibras de Takuya en temas de ánimo. Ojalá les guste. Entiendo que esperaras que Izumi terminara con Kouji, pero ocurrió lo que tú dices, Izumi cree que Kouji necesita ayuda y por eso no le terminó. No obstante, falta poco, Kouji está cayendo del pedestal de Izumi y pronto Izumi se dará cuenta que Mimi tiene razón "Kouji no es un príncipe azul" Takeru apoya a Kouji porque es consciente de todas las cargas que lleva, lamentablemente. Sobre Kiriha, estoy de acuerdo, es increíble, sin duda, calmado para responder. Jajaja ¡Sí! Nene es igualita a Yamato. ¡Sí! Taiki y Takato estarán en esta historia. Aunque serán personajes bastante planos. Con uno que otro momento. Pero si estarán. Gracias por leer mi historia. ¡Gracias por tu comentario! Espero que sigas leyendo y comentando. Te mando un gran abrazo.
