OBLIGACIONES DE PRINCESA
De Siddharta Creed
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Capítulo 30 - EPÍLOGO
El viento ondeaba los cabellos lilas del futuro rey del imperio saiyajin, molestándole cada vez que giraba el rostro para ver hacia los lados. Dejó de maldecir a la liga rota, después de todo, sucedía casi siempre que se transformaba en la evolución del súper saiyajin, era algo a lo que debía acostumbrarse si quería continuar mejorando sus habilidades. Era eso, o cortarse el cabello, y no le agradaba el corte que llevó en la infancia, sentía que lo hacía verse menos agresivo.
—¡Vegeta! —llamó a su primogénito —continuemos por aquella zona —señaló hacia un grupo de gruesos árboles que databan desde antes de la época de los tsufuruyines.
El niño asintió sonriente, haciendo que el pecho del heredero se llenara de calidez. Su hijo tenía tanto de ella, comenzando por el negro azabache del cabello, la sonrisa amable y el carácter alegre; si no fuese por la mirada, parecería más hijo de ella, que de él, y no le molestaba, al contrario, amaba que así fuese. Amaba a la familia que estaba construyendo con su princesa Pan, que por el momento tenía cuatro integrantes; él, Pan, Vegeta VI y su hermana menor Kauli, nombrada en honor a la madre del rey, una saiyajin de carácter fuerte, la culpable de la obstinación orgullosa del monarca, pues poseía más de ella en actitud, que de su progenitor, del que había heredado el aspecto físico.
Se abrieron camino entre el follaje, aún conservaba la humedad de la pasada tormenta, todo olía a moho y vegetación.
—Padre —señaló el pequeño Vegeta— allá, detrás de aquella roca.
—Creo que no es una roca cualquiera —sonrió levitando hasta el lugar, seguido por el crío de ocho años—. Como sospeché, es la base de un muro —aseguró entusiasmado.
—Ya no hay paredes ni techos —dijo el pequeño con decepción.
—Pero aquí debe ser, tal vez los sótanos se encuentren en pie —revolvió el cabello extraño del menor, que era lacio, pero no como el de Pan y él, sino algo crespo, pero no tanto como el de un saiyajin de raza pura.
Los ojos de Vegeta VI se iluminaron, ambos tenían pocos meses explorando las zonas donde viejas historias cantaban de enfrentamientos anteriores a la invasión saiyajin, buscaban restos de lo que antes fue la civilización tsufuru. Al príncipe heredero siempre le interesó esa extinta cultura, cuyos habitantes se aferraron hasta final sin rendirse, algo que admiraba de ellos, y por eso mismo, se esmeraba en mantener vivo su recuerdo.
A Trunks le faltaban pocos años para recibir el collar de gobernante, las obligaciones del príncipe se habían duplicado desde hacía poco más de un año, sin embargo, procuraba tener tiempo libre para su mujer e hijos, sin éxito la mayoría del tiempo, lo que terminaba cobrándole factura en su estado de ánimo, ocasionando discusiones con su mujer, en las que ella terminaba decidiendo ir a dormir a la alcoba contigua, la que le correspondía por el hecho de ser su mujer, pero que no utilizaba desde que mudó todas sus pertenencias a la principal, la del heredero.
Esas situaciones le irritaban mucho más de lo que parecía, su orgullo le impedía demostrarlo de la misma manera en la que Pan expresaba sus sentires, por mucho que la amara, no lograba soltarse por completo. Se suponía que esa exploración la harían los cuatro juntos, pero Pan decidió llevar a su hija menor a casa de la abuela Milk, donde prepararían postres el resto del día, viviendo experiencias terrícolas que no podían tener en el palacio. Al hijo mayor no lo llevó, debido a que tenía lecciones que él mismo se negó a saltarse, muy parecido en eso a su padre.
El futuro monarca suspiró con frustración, al fin tenía un poco de tiempo libre, y no podía disfrutarlo a su lado, al menos el pequeño se encontraba más que feliz, pues no había tenido oportunidad de convivir con él en las pasadas semanas.
Esperaba que todo volviese a la normalidad una vez que asumiera su cargo, y más que nada, esperaba que terminara el conflicto entre dos poderosas facciones del cuadrante que se encontraban envueltas en una guerra que no llevaba a nada. Extrañamente, el rey Vegeta se mantenía al margen, respetando los conflictos ajenos, pero observando con atención, negándose a prestar ayuda, pues mantenía relaciones comerciales con ambos planetas, que, por cierto, no pertenecían a su imperio. El conflicto escalaba, lejos de disminuir, lo que provocaba tensiones entre los miembros de la organización intergaláctica, situación que desgastaba a Trunks, pues al acercarse su coronación, aumentaban sus deberes, restándole tiempo libre.
La exploración tuvo que cancelarse, pues de pronto comenzó a llover de manera copiosa, como si la naturaleza misma estuviese empeñada en sabotear al príncipe heredero.
—Regresamos después, ya sabemos dónde comenzar a buscar —dijo Trunks, elevándose entre las copas de los árboles. Entrecerró los ojos, enfocándose en la energía de Pan; continuaba en casa de su abuela. Suspiró y retornó la vista hacia su vástago, dedicándole una tierna sonrisa antes de despegar hacia el palacio, que se encontraba muy lejos de allí.
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Los panecillos reposaban dentro de la canasta, cada utensilio empleado para su preparación se encontraba limpio y en su respectivo cajón. Era hora de marcharse.
Pan tomó de la mano a su hija y salió hacia el pórtico, se le había hecho muy tarde.
«Ve con tu hombre», dijo su abuela Milk, cerrándole un ojo de manera cómplice. La mujer mayor siempre tenía las palabras correctas para hacerla sentir mejor, y ahora que su cabeza mostraba más canas, le resultaba difícil no tomar en cuenta sus consejos de sabia mujer.
«La luna de miel termina en cualquier momento, la mía fue muy breve. Tú tienes suerte de que haya durado más tiempo, pero llega un momento en el que, el romance pasa a segundo término, para enfocarse en la familia, en el proyecto de vida. No olvides que además, el príncipe ya tenía un compromiso, es tu obligación ser un apoyo. ¿No crees que ya tiene suficientes problemas?»
Las palabras de la mujer mayor resonaban en su cabeza, haciéndola sentir ridícula e infantil, pues desde un principio supo a qué se enfrentaba al regresar con él, ya había tenido el cargo de princesa del imperio saiyajin, conocía los protocolos, estaba familiarizada con los deberes que tendría que cumplir, lo conocía a él, sabía qué esperar entre sus sábanas, tenía la seguridad de que estaría bien entre sus brazos, que él merecía una segunda oportunidad. No obstante, en el fondo siempre tuvo miedo, el cual se disipó en cuanto supo que él también la amaba, entonces, dejó de dudar, de meditar respecto al extenuante trabajo que tendría como princesa. Embelesada e ilusionada como una adolescente.
Al poco tiempo llegó el primer hijo, criado y amamantado por ella, en vez de permanecer los primeros cuatro años en una incubadora, como dictaba la tradición saiyajin.
«¿Estás segura que quieres cuidar de él personalmente?», le preguntó Trunks cuanto recién nació su bebé, mientras los médicos esperaban la orden para llevarlo a la incubadora.
«Tú y yo fuimos amamantados por nuestras madres, quiero hacerlo también. No quiero verlo sumergido en ese líquido espeso, como si fuese una conserva», se aferró al pequeño híbrido, llenándolo de su calor maternal.
«Bien, daré la orden de que cancelen los preparativos para la incubadora», se alejó después de besarla con discreción, no podía darse el lujo de mostrarse cariñoso frente a terceros.
Con un heredero varón, las obligaciones de ambos se incrementaron poco a poco, golpeando en la realidad de la híbrida, quien veía esfumarse sus sueños románticos. Amaba a su hombre, le deseaba con el mismo ardor de cuando se unieron en definitivo, por eso mismo lo extrañaba, y en el fondo, a veces odiaba su título noble.
Acompañó a la pequeña hasta su habitación, le ayudó a tomar un baño, le puso la pijama y le contó un cuento terrícola antes de acostarse a su lado con las luces apagadas. Una vez que tuvo la certeza de que la niña dormía, se dispuso a visitar la habitación de su hijo mayor, al que no había visto desde el mediodía.
Saludó amablemente a los guardias que custodiaban el pasillo, como siempre solía hacerlo con los empleados del palacio, giró la perilla y entró procurando no hacer ruido, el pequeño híbrido ya dormía.
«Trunks», sintió el olor de su hombre en el lugar, tenía poco de haberse retirado. Una punzada en el pecho le invadió; no lo había visto en el pasillo, lo que significaba que él se saltó visitar a la pequeña, cuando tenía el hábito de visitarlos a ambos, sin importar cuál cansado estuviese, o la hora a la que hubiese terminado los deberes de ese día.
Pan apretó su pecho con una mano, temía que la magia se hubiese esfumado sin dar aviso, por mucho que su abuela insistiera en asegurar que eso no pasaría, al menos, no con ellos dos.
Se dirigió a su alcoba, después de cerrar la puerta con cuidado para no despertar al menor, no era muy tarde, aun se encontraban iluminados la mayoría de los pasillos, sin embargo, la habitación principal del heredero se encontraba en penumbras, por lo que supuso que dormía, algo extraño en él, quien solía tener una maratónica rutina hasta muy tarde, al menos en los últimos meses.
Quiso pasar de largo hacia el baño, pero la voz del híbrido llamándola la detuvo. Enfocó la vista y lo vio, sentado en un sillón personal, al lado del escritorio donde a veces solía trabajar, especialmente leer documentos que debía revisar a conciencia.
—Creí que dormías —se acercó, sacándose el calzado y dejándolo al lado del mueble de madera.
—Es temprano, ven —apuntó a sus piernas. Pan notó que bebía, tenía una botella al lado de una copa. Dudó por un par de segundos, pero la curiosidad y ganas de recibir su calor la movieron a sentarse sobre las piernas del heredero.
—¿Empeoró la situación con la parte sur del cuadrante?
—Temo que no podremos impedir la guerra. Al menos lo intentamos —se encogió de hombros con fastidio—. Pero no quiero hablar de eso, me tiene arto toda esa mierda diplomática.
—La paz está en riesgo, me dijo la reina que el rey quiere atacar y destruir a los involucrados.
—Y estoy de acuerdo con mi padre, pero ya no estamos en los tiempos de Freezer, el precio a pagar sería muy caro. Cambiemos de tema —la abrazó, pegándola a su cuerpo.
—¿De qué quieres hablar?
—De nosotros —el corazón le dolió al notar cómo cambiaba la expresión en el rostro de Pan—. Tal parece que fallé, cuando dije que no te arrepentirías —musitó con decepción.
—No me arrepiento.
—Tus ojos dicen lo contrario, dudas —apretó su agarre de manera posesiva.
—No es por ti —suspiró, abrazándolo por el cuello—, ¿qué pasará cuando seas rey? Apenas convivimos…
—No me esperaste hoy. Me escapé para darles un tiempo y no estabas —le reprochó serio.
—Pudiste ir a buscarme —murmuró apenada. Sabía bien que su actuar había sido infantil, pero estaba cansada de quedar plantada en las anteriores ocasiones.
—¿Para que me trataras distante en frente de tu abuela? Tienes días así, alejándote, ni siquiera has querido follar —escupió nivelando el tono. Tenía días queriendo hablar con ella, frustrado porque sus deberes se interponían en sus planes, y cuando llegaba a ella, ya se encontraba dormida, negándose a seguirle el juego en sus avances sexuales.
Los reproches de su hombre la molestaron, pero las palabras de su abuela fueron más fuertes que su indignación, en lugar de levantarse a la fuerza y alejarse, como en efecto, lo había hecho los días pasados, decidió hablar, aprovechando que él se encontraba en la mejor disposición.
Buscó enojo en sus facciones, pero solo encontró sus espesas cejas arrugadas, algo común en él, con la diferencia que su mirada se encontraba calmada, o más bien, cansada.
—Yo también te he notado distante —murmuró Pan.
—No quiero esto, no quiero volver a perderte —apretó su agarre contra el cálido cuerpo de su mujer, haciéndole cosquillas en el cuello con el hálito que despedía al acercarse a su piel.
—Yo tampoco, ya tuve suficiente con haber creído que morías en aquella estúpida batalla —comenzó a jugar con una hebra de cabello que caía por la frente del príncipe—. Pensé tanto en ti, en lo que pudiste haber sentido cuando rompiste nuestra unión, en el dolor que cargaste en silencio por más de diez años, en lo que pudimos ser en ese entonces.
—Tal parece que haga lo que haga, siempre termino dañándote —se lamentó, acariciándole la espalda en un toque dulce—. Te dejé por mucho tiempo con un crío pequeño, tiempo en el que ni siquiera me acordé de ustedes dos.
—No fue tu culpa haber perdido la memoria —musitó en un hilo de voz. Olvidó de pronto el enojo de los días anteriores, más que enojo, frustración. Sabía lo mucho que dolía perderlo, tal vez por eso mismo se había vuelto tan sensible ante la sola idea de considerarlo.
—Yo tomé la decisión de ir a esa batalla, de correr el riesgo. Por culpa de eso sufriste por muchos meses —la voz le tembló de coraje. A veces se odiaba por haber hecho lo que le correspondía, en vez de huir, abortar la misión que casi lo mata. Esa noche se perdieron miles de vidas, él se perdió los primeros pasos de su primogénito, las primeras palabras, pero al final, millones de vidas se salvaron gracias a esa batalla. Solía consolarse con eso—. Nunca debí pedirte que regresaras a mi lado —musitó.
Pan se acurrucó en el hombro del príncipe, apretando su abrazo.
—Nunca vuelvas a decir eso, mucho menos cuando tenemos dos hijos…
—Los que apenas puedo ver —se lamentó con voz grave—. Te debo una disculpa.
—No, yo te debo una —susurró aun recargada a él—. He sido muy egoísta, creí que te habías cansando de la vida en pareja.
El príncipe movió la cabeza para verla a la cara. —¡¿Qué?! —preguntó negando con la cabeza.
—Cancelaste todos nuestros entrenamientos hace semanas, apenas te veo y, cuando llegabas tarde y me tocabas yo… creí que era tu cuerpo el que necesitaba un poco de placer —confesó avergonzada, levantando la cabeza para enfrentarlo a los ojos.
—Cancelé los entrenamientos porque a esa hora hemos tenido las reuniones con la patrulla galáctica y los representantes del cuadrante, apenas he podido entrenar la mitad de lo que acostumbraba. Entreno con mi padre, porque hemos tenido el mismo horario de trabajo —respondió con indignación, arrugando más el ceño—. Cometí un error, no imaginé que te afectaría tanto mi cargo.
—No mal interpretes mis palabras, Trunks, jamás me arrepentiré —acunó el rostro de su hombre entre sus manos—. Mucho menos cuando tengo dos hijos tuyos.
—Es por ellos dos que me esfuerzo en evitar que el conflicto escale, no quiero que hereden ruinas, que terminen desplazados como nuestros ancestros, vagando de planeta en planeta, consumidos por los errores de sus antecesores —los labios de Pan lo distraían, tentándolo a tomarlos. Sin embargo, logró vencer la tentación airoso, pues hubiese sido inapropiado, considerando la situación en ese momento. No recordaba la última vez que había probado sus labios, tal vez hacía dos días, o tres. La extrañaba demasiado.
—Soportaré tu ausencia cuando debas acudir a batalla, siempre y cuando tenga certeza de que regresaras —afirmó Pan.
—Y si no regreso, deberás demostrar tu fortaleza, criarlos como lo hiciste con Vegeta cuando todos me dieron por muerto —entrelazó la mano derecha con la izquierda de Pan, apretó su agarre al verla dubitativa—. Pase lo que pase, siempre buscaré la manera de regresar.
—Podrías volver a olvidarnos.
—Eso no sucederá de nuevo, lo sé.
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Los conflictos entre planetas no cesaron, a pesar de que el imperio saiyajin, en conjunto con la patrulla galáctica y sus aliados, lograron mantener una frágil paz. De vez en cuando no dejaba de surgir una que otra rencilla, manteniendo ocupado al ejército saiyajin, especialmente contra invasores del cuadrante vecino, del que no se sabía mucho, pues se encontraba bastante lejano, pero según los informantes, tenía unos cuantos planetas con seres muy poderosos, tanto, que podían llegar a rivalizar con Freezer, según decían, fueron los que terminaron expulsando al antiguo emperador y a su padre, eliminando a gran parte de seres de su especie. Sin embargo, los deberes del príncipe tuvieron un respiro, que le ayudó a reforzar el vínculo con su mujer y herederos.
Ambos sabían que el camino que tenían por delante se encontraba repleto de espinas, que, muy probable terminarían arañados, golpeados y heridos, pero mientras no soltaran la mano del otro, sin duda sobrevivirían.
—Hay mucho bullicio —comentó Pan, nerviosa por el histórico evento que se avecinaba.
—¿Te asusta? —preguntó Trunks, revisando que su capa estuviese bien extendida. Para esa ocasión en especial, utilizaba otra capa diferente, una más larga, que arrastraba en el piso como una cascada de color rojo, representando la sangre derramada por los guerreros pasados, que, de ahora en adelante, recargaría sobre sus hombros.
—Es mucha responsabilidad —se acercó para ayudarle a acomodar la pesada tela rojiza—. Pero confío en ti.
—No conozco a nadie más preparado para el cargo —opinó el rey Vegeta, sonriendo de medio lado al hijo del que estaba tan orgulloso. Asintió hacia su mujer, dando con esa simple acción, la orden para caminar hacia el templo donde se llevaría a cabo el cambio de cargo, donde Trunks entraría como príncipe heredero, y saldría como el monarca Vegeta V, líder del imperio saiyajin, protector de los aliados, comenzando una nueva aventura, con diferentes obligaciones, conflictos y dichas, en los que Pan siempre le acompañó de la mano, apoyó y amó, hasta que la vida le consumió en la vejez.
FIN
Ahora sí termina, espero se hayan dado cuenta de una trama que no he abordado, esa pertenece a la secuela, llamada OBLIGACIONES DE PRÍNCIPE, por lo que ya tienen un spoiler de un evento que sucedió cuando el primogénito de ambos era un bebé.
No olviden dejar un comentario, los estaré leyendo, muchas gracias por llegar hasta aquí.
