Capítulo 12: Mi enfermedad

Cuando Bandit abrió los ojos, la habitación apenas estaba brillantemente iluminada, lo que significaba que pronto tendría que despertar a sus hijas; aunque esta mañana parecía distinta a la habitual. Le dolía todo el cuerpo y se sentía pesado, nada fuera de lo común teniendo en cuenta que anoche estuvo lidiando en hacer que las niñas se durmieran. Accedió a jugar con ellas a un nuevo juego que inventaron con el objetivo de que cedieran ante su orden. Después de eso, las pequeñas tuvieron una video llamada con su madre en la que él no participó. Ella le había pedido por mensaje que le dejara hablar a solas con ellas. Él aceptó con gusto, ya que quería descansar después de tan exhausto juego, aunque esperaba poder platicar con ella luego. Sin embargo, tras la finalización de la video llamada, ella le avisó por mensajes que debía ir al trabajo urgente y que no estaba segura si al día siguiente podría comunicarse con ellos, aunque de todas formas también se lo hizo saber a las niñas y ellas entendieron. Él se alivió por eso y al mismo tiempo se lamentó por la poca comunicación con su esposa. De todas formas, no quiso darle demasiadas vueltas al asunto y se fue a dormir ya teniendo esa extraña sensación en su cuerpo.

El Heeler azul sacó las piernas de la cama y se puso de pie, solo para que un mareo lo inundara. Definitivamente no se sentía de la mejor manera. Estaba cansado y un poco débil. No pensó mucho en eso, solo suponía que se estaba esforzando demasiado. Decidió darse una ducha rápida, creyendo que eso le ayudaría a espabilarse. Caminó hacia el baño. Cada paso es más lento, con su visión duplicada y su cuerpo casi golpeando el suelo. Con mucho esfuerzo, se las arregla para llegar a la bañadera. El chorro de agua caliente envió una ola de desesperación sobre su cuerpo. Se siente aliviado, aunque su extraño dolor corporal no desaparece del todo. Cuando terminó y salió del baño, se preparó para abandonar su habitación. Sin embargo, otro mareo lo golpea. Logra evitar caer al suelo cuando se sostiene del borde de la cama. Se dispuso a sentarse y cabalgar la ola de mareo que lo estaba inundando lentamente. Ahora siente un dolor de cabeza mortal que viene acompañado de terribles escalofríos y dolor de garganta. Intenta alcanzar su teléfono para ver la hora y accidentalmente lo deja caer porque su mano está temblando tanto que no puede mantener las cosas.

—"Bizcochos…", maldice, "¿Qué me pasa?"

Intenta ponerse de pie, pero el temblor que sube por sus piernas dice que no, lo que hace que casi se resbale. Afortunadamente, pudo agarrar bien las sábanas para que lo sostuviera lo suficiente como para no caerse bruscamente. Trató de ignorar esos extraños sentimientos que atribuía a la fatiga o el cansancio. Estaba decidido a ir a la cocina como fuera. Se levantó y caminó a trompicones por el pasillo. Dio varios ruidos sordos que resonaron por toda la casa al punto que despertó a sus hijas. Bluey fue la primera en levantarse para averiguar el origen de esos extraños estruendos, solo para encontrar a su padre apoyado en una de las paredes.

—"¿Papá? ¿Estás bien...?", sus ojos estaban muy abiertos por la preocupación.

Bandit miró a su hija, sintiendo la preocupación que irradiaba de ella.

—"Sí, Bluey… Estoy bien… Estoy bien", responde somnoliento.

—"¡Papá, estás pálido!", exclama ella.

Bandit se miró a sí mismo.

—"Hmm... No.…", intentó negar con una voz algo apagada. "Solo estoy algo cansado. Eso es todo".

Con eso, Bandit intentó ponerse de pie y seguir su camino. Sin embargo, su vista se nubló. Otro mareo lo golpeó. Todo se volvió negro.

Bandit gime, despertándose con sábanas suaves y un golpe en su cabeza. "Eh, ¿Dónde estoy? ¿Qué pasó?", pregunta, frotándose los ojos somnolientos.

—"Te derrumbaste", dice suavemente una voz a su derecha.

Él intenta sentarse para ver quién es, cuando dos manos finas lo empujan hacia abajo y tiran de la manta hacia arriba.

—"¿Wendy?", pronuncia, aún con dificultad en su vista, pero creyendo reconocer la voz y manos de aquella persona.

—"Sí, soy yo…", confirma sus sospechas. "No te esfuerces mucho, ¿Quieres?"

—"¿Dónde están… las niñas?", dice entrecortado y esta vez notando un objeto en su boca.

—"Están bien. No te preocupes", asegura ella.

—"Listo, deme el termómetro", ordenó un corgi con uniforme de enfermero que se encontraba a su izquierda. "38.5… Definitivamente tiene la temperatura alta", informa luego de verlo.

—"¿Qué?", suelta Bandit sorprendido.

—"¿Es una gripe?", pregunta Wendy.

—"Yo más bien diría un resfriado", contestó el enfermero, "¿Sabe cómo pudo contraerlo?", pregunta mirando a Bandit.

—"No, yo…", intenta responder, pero solo termina tosiendo repetidamente.

—"Está bien. Descuide. No es necesario que responda"

—"¿Tiene alguna recomendación?", pregunta la chow-chow.

—"Podría tomar pastillas, pero sentirá el alivio por un momento", apercibió. "Requiere estar bajo la supervisión de un médico. Nunca se sabe. La temperatura tan alta puede ser un riesgo para su salud, sobre todo en esta época del año", advirtió para volver a mirar a Bandit, "¿Alguien puede cuidar de usted?"

—"Yo…", nuevamente intentó responder, pero Wendy le interrumpió.

—"Yo me encargaré de eso", dijo con firmeza mientras el Heeler azul abrió sus ojos como platos.

—"Si empeora, llame inmediatamente a la ambulancia…", indicó para, acto seguido, anotar algo en un papel y entregárselo a Wendy. "Le dejo aquí esta receta. Debe conseguir esta medicina. Si para mañana sigue son esa fiebre, debe ir al hospital ¿Entendido?"

La chow-chow asintió.

—"Déjeme acompañarlo hasta la salida", se ofreció Wendy y abandonó la habitación con el enfermero.

Bandit intentaba procesar toda esta confusa y desafortunada situación. Para ser honesto, rara vez se enfermaba, por lo que era entendible que en este momento las cosas no pintaban muy bien para él. Siempre fue sensible y susceptible de contagiarse de algo cuando alguien a su alrededor estaba enfermo. Para colmo de males, su esposa no estaba y tenía que cuidar a sus hijas. Era agravante. Intentó levantarse, temblando, sus piernas se sentían como gelatina, su estómago se retorcía y se revolvía. Estaba ardiendo, el sudor le corría por las sienes. Fracasó en los primeros intentos, pero finalmente logró ponerse de pie, cerrando los ojos y tratando de calmar su estómago por pura fuerza de voluntad.

—"¿¡Qué crees que estás haciendo!?", gritó alguien que hizo sobresaltar al Heeler azul.

—"We… Wendy…", pronuncia apenas al reconocer a su vecina.

—"¡Regresa ahora mismo a la cama!", ordenó, señalando.

—"Pero yo…"

—"¡Pero nada!", exclamó para, acto seguido, empujarlo hasta la cama y acomodarlo.

El Heeler azul se asombró un poco. A veces olvidaba la fuerza de su vecina.

—"¡Eso no es necesario!", estalló después de recuperar el aliento, con la voz áspera.

—"¡Claro que sí!", espetó ella mientras terminaba de taparlo. "Ya oíste al enfermero".

—"¿Cómo entró a mi casa? Y… ¿Dónde están las niñas?", pregunta finalmente.

—"Ellas me dijeron que te habías desmayado en el pasillo", informó ante la mirada angustiante de su vecino. "Judo y yo nos las topamos cuando estábamos llegando a casa y nos avisaron de lo que te pasó", informó, "Así que vinimos rápidamente y llamé a emergencias".

—"Oh…", suelta, sorprendido, "Pero… ¿Cómo terminé aquí?"

—"Yo me encargué de eso", aseguró con mirada pícara.

Bandit tragó saliva. Definitivamente no era consciente de la fuerza de su vecina.

—"Y… ¿Dónde están Bluey y Bingo?"

—"Están afuera con Judo", señaló, "Estaban muy preocupadas por ti, pero las convencí de que te encontrabas bien y solo necesitabas descansar"

Bandit hizo una mueca. "Hiciste bien. Es mejor que no vengan aquí…", suspiró, "No quiero contagiarlas".

—"Entiendo…", asintió en respuesta. "Me aseguraré de que no entren…"

—"Tú también deberías irte…", dice, interrumpiendo.

Wendy arqueó una ceja. "¿Estás hablando en serio?"

—"Es… lo mejor…", resopla, cabizbajo. "Tampoco quiero contagiarte"

La chow-chow se cruzó de brazos.

—"Bandit, no pienso irme de esta casa y dejarte en ese estado"

—"Bueno… podrías… Podrías cuidar de las niñas", sugirió más como un pedido. "Me harías un favor con eso"

—"¿Y tú?"

El Heeler azul suspiró. "Solo déjame aquí"

—"¡Ni hablar!", exclamó, "Si crees que te dejaré solo estás completamente equivocado"

A pesar de su visión algo borrosa, el Heeler azul podía sentir la mirada juzgadora de su vecina.

—"Wendy, no te arriesgues…"

—"Oh, no te preocupes", interrumpió, haciendo un gesto con la mano. "He estado tan sana y me he cuidado mucho por años que ninguna enfermedad se me acerca. Yo no les temo a los gérmenes, ellos me temen a mí", se rió suavemente.

Aquel comentario no hizo más que parecer indiferente al Heeler azul. La chow-chow presentía que algo extraño le pasaba, y no era producto del resfriado.

—"Oye, ¿Qué te pasa?", pregunta ella con cierta preocupación. "¿Estás molesto conmigo?"

—"No digas tonterías", dice él un poco cansado y tosiendo, "Vete. Estaré bien"

Wendy lo mira preocupada y comenta un poco tímidamente: "Creo que me estás ocultando algo".

El Heeler suspira y trata de respirar hondo, para no perder la paciencia con su amiga. Sabe que ella tiene buenas intenciones, pero a veces puede resultar irritante cuando quiere convencerle de hacer algo contra su voluntad. Ella parecía realmente preocupada y sabe que su preocupación no desaparecerá hasta que se asegure de que él esté mejor. Por dentro, la seria preocupación en su tono hizo que su corazón se derritiera. Aun así, no quería que estuviera cerca de él. En lugar de responderle, intenta salir de la cama, acto que provoca que la chow-chow lo mire acusadoramente. Él la ignora, un resfriado tonto no iba a detenerlo.

—"¿Estás bien?", le pregunta ella, "Te ves rojo".

—"No es nada de lo que debas preocuparte", su voz tembló un poco al pronunciar la última palabra.

Mintió: Su boca se sentía como si estuviera llena de grava caliente y húmeda. Su lengua era gruesa y pesada como plomo en su boca y cuando intenta sentarse, una ola de dolor agonizante descendió por su cabeza.

—"Sólo... solo vete. No puedo...", suspiró, tratando de controlar sus emociones. "No puedes ayudarme en este momento".

La chow-chow se quedó sin palabras. Cierto era que su vecino no siempre estaba compartiendo sus emociones, pero solía hablarle de sus sentimientos. Era algo que ella siempre había encontrado agradable, pero ahora estaba frustrada porque no le decía nada.

—"No, no, dime qué pasa. Soy tu amiga, ¡Tu mejor amiga incluso! Si no puedes decírmelo, ¿Entonces a quién más?". La pregunta era retórica, pero el Heeler azul no pudo detener su respuesta, tal y como sospechaba.

—"Estoy bien, solo será un minuto…". Levanta la mano mientras se orienta. Traga saliva y exhala, expulsando con ello toda su enfermedad, o eso es lo que le gusta pensar. Lo hace sentir un poco mejor, así que se pone de pie, y ni siquiera se dio cuenta de que se había inclinado.

—"Está bien, si vas a ser tan terco, al menos déjame ayudarte", insiste.

—"Te agradezco, pero no estás obligada a hacer este trabajo desagradable…". Bandit pudo ver la exasperación en el rostro de su vecina ante su testarudez mientras intentaba caminar.

Finalmente, harta, ella lo empuja nuevamente hacia la cama y presiona su cuerpo con el colchón. Él permanece inmóvil, contemplando la mirada molesta de su vecina. Dios, se veía hermosa incluso cuando está enojada. ¿La vida para ella es una sesión de fotos todos los días?

—"¡Bandit, te estás quemando!", sus manos están en la garganta de su vecino, despertándolo de su neblina mareada.

—"Eh, oh... Lo siento, solo… me siento un poco mareado, eso es todo", dice, sacudiendo la cabeza, lo que lo hace marear más.

—"Es todo. Voy a ayudarte y no hay discusión", dice tajantemente.

El Heeler azul finalmente cede a regañadientes, no queriendo hacer una escena peor de la que estaba ocurriendo en ese momento. La chow-chow se alegró. Estaba decidida a que era su trabajo hacer algo al respecto.

MIENTRAS TANTO

Dolon supo que algo andaba mal cuando llegó a casa de su amigo y, antes de que pudiera entrar, alguien abrió la puerta bruscamente. Una mujer, vistiendo uniforme, salió a toda prisa mientras se cubría la cara, dejando escuchar un sollozo. Tan pronto como el Aussiepoo entró en la oficina, vio a su amigo hablando agresivamente por teléfono para luego colgar con tosquedad.

Richard suspiró, frotándose la frente y reclinándose en su flamante silla giratoria. Estaba teniendo un día estresante. Era su primera semana de trabajo sin su asistente personal. Él creía que podía manejar la situación por su cuenta de momento, pero todo era un auténtico despiporre. Acababa de terminar un caso, lo que significaba papeleo. Montones y montones de papeleo. Su teléfono no paró de sonar en toda la mañana. No había logrado ponerse en contacto con cierta gente que necesitaba y, para colmo, aún debía encargarse de recoger unas cosas.

El chow-chow de traje terminó su café y suspiró mientras tiraba el vaso vacío a la basura. Su amigo se le cercó.

—"¿Qué onda, escamonda?", se presentó con la mejor de las energías.

Richard levantó la vista y vio a su amigo sonriendo.

—"Dolon…", pronunció Richard con la mayor delicadeza que pudo. Empezaba a sentirse muy frustrado.

—"¿Necesitas otra recarga?"

Richard negó con la cabeza. "Ya me he tomado cinco tazas de café"

—"¿¡Cinco!?", sus ojos se abrieron como platos.

Richard asintió levemente. "Si sigo así creo que terminaré con una jaqueca infernal"

—"¿Quieres que te vaya a buscar alguna medicina?"

Richard negó con la cabeza. "Ya tomé algunos medicamentos"

—"Bueno, deberías descansar un poco…"

—"Nada de eso", interrumpió, "¿Cómo pretendes que descanse cuando aún no he terminado ni la mitad de trabajo?" se quejó, y Dolon probablemente diría que Richard parecía que estaba a punto de hacer un berrinche.

—"Ahh… ¿Debería preguntar por esa mujer que estuvo aquí?", soltó, intentando cambiar de tema.

—"Vino para el puesto", informó, "Tenía buenas referencias, pero estaba embarazada…"

—"Ohh… Pero…"

—"Necesito gente que trabaje, no que se dedique a la crianza", volvió a interrumpirle con cierta molestia en su voz. "No pienso contratarla para tenerla unos meses y luego darle baja por maternidad"

—"Bueno… Si cambias de opinión, sabes que siempre podrás…", intentó decir con ánimo, pero su amigo lo interrumpió por tercera vez.

—"Olvídalo, Dolon. No pienso recontratar a Samantha. Ya tomé la decisión", fue su tajante respuesta.

—"Oye, no es por ofender, pero ya has entrevistado a varias chicas y ninguna te convence", cuestionó.

—"Es que cada una era peor que la otra…", contestó mientras iba enumerando, "Una ni siquiera había terminado la secundaria, tres aún eran estudiantes, dos no tenían estudios universitarios y la última… no tuvo mejor idea que venir con sus hijos"

—"¿Te refieres a Jabba the Hutt?"

—"Sí, esa misma…", hizo un ruido desdeñoso.

—"Oye, puedo entender la última, pero ¿No te parece que estás pidiendo mucho para el puesto?", volvió a cuestionar.

—"Por favor, Dolon, no pido más que lo razonable", hizo un gesto con la mano. "Una mujer mayor de edad, con estudios completos, alguna carrera universitaria, experiencia y de preferencia que no se encuentre criando hijos ni transitando un embarazo… ¿Eso es mucho pedir?"

Dolon miró a su amigo con incredulidad durante unos segundos de silencio mutuo.

—"Samantha no tenía experiencia cuando la contrataste", le recordó.

—"Sí, así es", asintió levemente, "Pero su currículum era bastante bueno y en ese momento estaba en una situación de emergencia, así que no podía dejarla pasar. Realmente no me equivoqué al contratarla ya que…", sacude la cabeza rápidamente al reaccionar. "Eso ya no importa…"

Richard suspiró por lo que parecía ser la 290992 vez de hoy.

Dolon ojeó por un momento el escritorio de su amigo y notó una hoja que le llamó bastante la atención: estaba en letra cursiva y parecía haber sido escrita a mano.

—"¿Qué es esto?", pregunta al aire mientras agarra la hoja.

—"¡Oye! ¡Devuélveme eso!", replica molesto, intentando recuperarla.

Dolon recita en voz alta lo escrito en la hoja:

"Cada vez que suspiro siempre pienso en ¿Por qué?

El mundo es un tanque luchando contra mí

Lanzando sus misiles cuando estoy desarmado.

Mis hombros pesan como portadores de malas noticias

Días malos y tormentas también

Sigo el sendero, por la cuerda iracunda cuyo bálsamo de nailon me quema

Donde la vista chisporrotea en mis párpados.

Al igual que las plantas, no prosperamos bien en ciertos climas

Pero le escupimos a la vida en la cara antes que vernos marchitarnos"

Dolon se rió entre dientes mientras Richard le lanzaba una mirada nociva.

—"¿Otra vez volviste a escribir a poemas?", preguntó con un toque de humor.

—"¡No son poemas! ¡Son mis desvaríos!", aclaró, con una irritabilidad inusual que se reflejaba en su voz, mientras le quitaba la hoja.

—"Creí que ya no hacías eso"

—"Por supuesto que no, pero últimamente siento que lo necesito. Me ayuda a… relajarme un poco"

—"Como tú digas, ortigas".

El chow-chow de traje resopló y volvió de nuevo detrás de su lado del escritorio. Se reclinó en la silla de su oficina, la cual chirriaba por años de uso constante.

—"Oye, sé que no es de mi incumbencia, pero… ¿Ya resolviste el problema más importante?"

Richard arqueó una ceja. "¿Cuál problema más importante?"

—"La pequeña Ju-ju", le recordó.

—"Ah, eso", hizo un gesto con la mano, "No te preocupes, claro que lo tengo solucionado"

—"¿En serio? ¿Cómo?"

—"Está enojada, y la entiendo. Dejaré que se quede unos días con su madre y, cuando no aguante más ese entorno, volverá conmigo"

Dolon se mostró ceñudo. "¿Estás seguro de que funcionará así?"

—"Por supuesto", asintió, seguro de sus palabras. "Además, muy pronto será su cumpleaños y si quiere algo deberá venir a mí para comprárselo"

—"Pero… ¿Qué pasará si decide no venir? Y… ¿Si decide no hacer su cumpleaños?", cuestionó, "¿No has pensado la posibilidad de que ella decida no regresar?"

Richard reflexionó por un momento. "Tienes razón, Dolon… No es de tu incumbencia", fue su fría respuesta.

El teléfono sonó. Como si no tuviera suficiente con lo que lidiar, ya tenía tres llamadas perdidas, cinco mensajes nuevos y dos mensajes de voz nuevos. "¿Diga?", manifestó atendiendo y su cara se transformó. El Aussiepoo presenció la reacción de su amigo, parecía que sea quien fuera la otra persona detrás de la línea, no le caía para nada bien. Su rostro denotaba un gran disgusto, mezclado con ira y rechazo.

Richard no habló luego de atender, solo colgó de manera abrupta y respirando entrecortadamente. Dolon estaba seguro de que habría destrozado el teléfono.

—"Era ella…", dice Richard al aire, con una voz algo apagada y un rostro inexpresivo.

—"¿Samantha?"

—"No, ELLA"

—"Oh… Esa ella", suelta, entendiendo el énfasis en esa última palabra.

—"Sí, esa ella", resopló, "Esperaba no tener que topármela"

—"Si quieres puedo ayudarte con las llamadas"

—"Aprecio tu oferta, pero no es necesario", disintió con una mirada comprensible. "Estoy seguro de que muy pronto encontraré a alguien que se ocupe de todo esto"

—"Y… ¿Cómo harás con las cosas que necesitas?"

—"Ya lo tengo solventado. Le pedí a Adam que se encargue"

—"¿¡Se lo pediste a Adam!?", exclamó atónito.

—"Sí, me pareció una buena idea. Él estaba cansado de su trabajo de escritorio y quería algo más movido, así que le di este puesto temporal"

—"Pero… ¿Recuerdas lo que pasó la última vez que le diste ese puesto a Adam?"

—"Por supuesto, pero ya ha pasado mucho tiempo y ha aprendido bastante", dijo con convicción. "Te aseguro que ahora él es más atento, serio y responsable…"

La puerta de la oficina se abre de golpe y entra un perro landseer, vistiendo un mono de trabajo azul oscuro. Sudaba y respiraba constantemente.

—"Richard… ya…", jadea, "Ya me encargué de… de comprobar el…. El terreno para… la construcción y… también conseguí… conseguí los materiales que faltaban"

—"Excelente trabajo, Adam. Ahora pon atención, tal vez quieras escribir esto…"

—"No hace falta", hizo un gesto con la mano, "lo recordaré, tengo buena memoria"

—"De acuerdo, si lo prefieres así, entonces te dictaré…", se aclara la garganta, "Necesito que vayas a la biblioteca y verifiques la información que tengan de los libros de Keynes, excepto los publicados en 1919 y 1936, esos los tengo aquí"

—"No hay problema, regresaré…"

—"Aún no he terminado", interrumpe para luego continuar hablando. "Debes pasar por una tienda a recoger un tablero de malaquita que encargué. El dueño solo estará hasta las tres de la tarde, así que tendrás que darte prisa"

—"Pero…"

—"Por otra parte, haré una reestructuración en el piso 20 de la oficina. Ya hay una cita con una diseñadora de interiores: Capeka Cowaleczko. La elegí porque me gusta su diseño retro vintage de los noventa. Tendrás que recogerla del aeropuerto y llevarla directamente al trabajo. Llegará en una hora. Procura ser puntual, no le gusta esperar mucho"

—"Bueno…"

—"También necesitaré que pases por la galería de arte del centro y te fijes si aún conversan un cuadro de Alex Colville. Es de un caballo y un tren. Me gustó mucho y quiero tenerlo en la oficina. Así que avísame para que pueda enviarte el dinero"

—"Ehh…"

—"Además de eso, me vendría bien escuchar algo que me relaje un poco después de tanto bullicio. 'El Aprendiz De Brujo' de Paul Dukas estará bien… Pero prefiero la dirigida por Pierre Monteux. Si es posible en formato vinilo".

—"…"

—"Y, por cierto, tengo hambre, me apetece algún tentempié. Mi paladar es un poco exquisito, así que quiero que te dirijas al restaurante 'Wasabi' y me traigas unos mochis. Son unos pastelitos rellenos cocinados al vapor y elaborados con arroz glutinoso. ¿Alguna duda?"

—"Ahh… ¿Eres chino?"

—"… No, ¿Por qué?"

—"Entonces… ¿Por qué pides comida china?"

Dolon se llevó las manos a la boca, intentando reprimir un ataque de risa, mientras que Richard hizo un facepalm a la vez que resoplaba.

—"En primer lugar, el mochi es japonés, y, en segundo lugar, también me gusta la pizza y no soy italiano", declaró molesto. "¿Acaso tú no comes pizza?"

—"Bueno… sí"

—"Y ¿Eres italiano?"

—"Tengo descendencia italiana…"

—"¡Silencio!", vociferó, "¡Ve a hacer lo que te dije!"

—"Sí, solo… eh… ¿Podrías repetir… la parte del medio?"

El landsser se estremeció al ver la mirada iracunda de su jefe

—"No importa, lo recordaré…" dijo, mientras se retiraba a toda prisa.

—"Sí, se nota que ha aprendido bastante", dijo Dolon burlonamente.

—"¡Cállate!", replicó Richard.

MAS TARDE

La luz de media tarde se filtraba a través de las ventanas cubiertas y una mancha de luz solar cubría las piernas dormidas del Heeler azul. El polvo se filtraba en el brillante haz. Tenía una mano metida bajo la mejilla y la boca entreabierta. Estaba pálido. Su rostro se arrugó, luego su pecho se contrajo. Jadeó y tosió para despertarse. Cuando se incorporó, una tela cayó desde su frente hasta su regazo. Una vez que logró algún tipo de control, descubrió que alguien le había puesto un paño húmedo en la frente.

—"¿Qué hora es?", gira la cabeza y trata de buscar su teléfono con los ojos entrecerrados y la visión todavía un poco borrosa.

—"Son las tres de la tarde", responde alguien a su lado.

La chow-chow había acercado silenciosamente una silla al costado de la cama y permanecía ahí sentada, casi a su lado.

—"¿W… Wendy?", él gruñó y luego se frotó la garganta. "¿Eres tú?"

—"Mhm…", asiente mientras agarra el paño y lo lava en un cubo a los pies de la cama. Él se asombra cuando ella le limpia el cuello y se lo vuelve a colocar en la cabeza.

—"¿Te quedaste aquí conmigo todo el tiempo?", le pregunta, con el corazón latiendo rápido de repente.

—"Bueno, tuve que volver corriendo luego de jugar un poco a la granja y devolver a los animales, pero sí, ¿Por qué?", respondió con un toque de humor.

—"Es solo que...", siente que sus palabras se le atascan en la garganta. "Yo…"

Su fiebre simplemente no ha bajado en absoluto. Una tos seca le duele y le produce calambres en todo el cuerpo. Cuando la chow-chow escuchó las arcadas y las respiraciones inestables de su vecino, le dolió el corazón. Se inclinó un poco y colocó una mano en su hombro para consolarlo.

—"Oye, no te esfuerces, ¿Quieres?", dijo con un tono comprensivo en su voz.

Ella se quedó allí mirándole hasta que las arcadas se calmaron. Él hunde la nariz en la almohada, se estira, gimotea irritado y todavía cansado, y se da vuelta.

—"Bandit…"

—"¿Mmm…?", grazna. Su voz es tan ronca que apenas se escucha.

—"¿Cómo te sientes?"

—"Por favor...", Fue todo lo que salió de la boca del Heeler azul. Volvió a gimotear y se acurrucó sobre sí mismo. Le dolía el cuerpo. Le dolía la cabeza. Le dolía la garganta. Le dolía el estómago. Se sintió fatal. Sentía demasiado calor.

—"Mira…", se inclinó a su costado un momento para alcanzar una bolsa, "Te traje lo que recomendó el enfermero"

Bandit frunció un poco el ceño con los ojos entrecerrados.

—"¿Dónde…?"

—"Lo compré en la farmacia", respondió sin darle tiempo a terminar. "Tuve que llevar a las niñas por helado y aproveché en ir allá… Aunque no me sentía bien dejándote solo", dijo con cierto lamento.

—"Oh…"

La chow-chow sacó de la bolsa una caja que contenía lo que parecía ser un jarabe. Una vez que lo preparó, se lo alcanzó a su vecino. Él logró levantarse un poco para recibirlo, pero apenas lo tocó con sus labios hizo una mueca y lo rechazó.

—"¡Bandit! ¡Por favor bébelo!", le gritó.

—"¡Es asqueroso!", se quejó.

—"Bueno, ¿Qué esperabas? ¿Un sabor a frambuesa o frutas tropicales?", comentó con una risa fácil.

El Heeler azul permaneció en silencio, primero con una expresión en blanco, y luego observó a su vecina juzgadoramente.

—"Inténtalo", instó ella. "Por favor".

El Heeler azul le sacó la lengua, negándose a hacerlo. Se vieron el uno al otro, luchando por resistir el impulso de poner los ojos en blanco. Él parecía ser mucho más infantil cuando estaba enfermo, pero a la chow-chow le parecía adorable de cualquier manera. Se quedaron callados hasta que él soltó un gran estornudo.

—"Te daré algo si lo haces", eso pareció llamar la atención de su vecino. "Te cocinaré unos panecillos de banana con chocolate, ¿Tenemos un trato?".

Con una sonrisa amistosa ya radiante, el Heeler azul cedió ante su pedido. La chow-chow se rió de la cara que puso su vecino cuando se tragó la medicina. Luego se rió aún más cuando él intentó mirarla por reírse.

El Heeler azul habló después de soltar un par de toses roncas, "Espero que no estés tratando de envenenarme…"

—"Shh. No estoy tratando de envenenarte", se tomó el comentario con humor. "Por cierto…"

El Heeler azul observó cómo su vecina se giraba para llenar un vaso con agua de una jarra que había dejado en su mesita de noche.

—"También tienes que tomar esto", dijo mientras le mostraba el vaso junto con un par de píldoras.

Él miró el contenido y dudó por un momento, pero de todas formas no objetó nada y accedió a consumirlo en silencio. Ella dejó caer las píldoras en la mano de su vecino y luego observó cómo las tragaba rápidamente con agua. Le costó un poco digerirlas a diferencia del jarabe.

Una vez terminado aquello, en lugar de permanecer en la silla, la chow-chow puso su peso en el extremo de la cama de su vecino y se apoyó contra el poste. Tocó los dedos del Heeler, los envolvió lentamente y los acarició.

—"Deberías descansar…", le sugirió, con una sonrisa comprensiva.

Él la observó, respiró hondo, giró su mano y sostuvo la de su vecina con fuerza.

—"¿No puedo…? ¿No puedo levantarme un rato?", intentó pedir con una voz débil.

—"No, Bandit", meneó la cabeza. "No puedes"

Inmediatamente levantó la otra mano cuando él abrió la boca para protestar.

—"Tienes que dormir un poco más", continuó ella. "Yo me encargaré de todo. Tú no tendrás que preocuparte por nada".

El Heeler azul parpadeó.

—"Si luego estás mejor tal vez podríamos...", apretó los dientes y esperó no arrepentirse de sus siguientes palabras. "Podríamos ver algo juntos".

Bandit se atragantó y Wendy esperó pacientemente a que el ataque de tos desapareciera por sí solo. Él se agarró el pecho y se quedó boquiabierto. Cuando pudo volver a hablar, su voz era un chillido.

—"Te refieres… a alguna serie o película?", preguntó con interés.

La chow-chow reflexionó. Luego asintió tímidamente.

Con un grito ahogado, Bandit se cubrió los ojos con su mano libre y luego la agitó en dirección a su vecina hasta que se percató de su reacción.

—"Lo siento… Lo siento... No estaba… Eso es solo que… las fiebres me ponen sentimental", se rascó la cabeza con frustración, sintiéndose angustiado por no poder expresar sus pensamientos adecuadamente.

Ella exhaló un suspiro. Cuando vio la expresión de aflicción en el rostro de su vecino, se rió un poco.

—"... No te avergüences. Eso es exactamente lo que los amigos hacen"

Ella esperó, pero él no dijo nada por unos segundos mientras la miraba.

—"Oh, tienes razón... sobre todo ahora que estoy agonizando", soltó en tono zumbón.

—"No estás agonizando", amonestó ella.

—"Bueno, se siente como si lo estuviera", espetó él, secándose los ojos y luego frotándose el pecho.

La chow-chow lo miró escrutadoramente y suspiró ante su dramatismo.

Tuvieron un minuto de charla afable. Bandit interrumpió con preguntas, toses y, un poco más tarde, para su vergüenza, bostezos implacables.

—"Lo siento, lo siento mucho", murmuró, después de la quinta vez, con la boca tapada por la palma de la mano, "No me estás aburriendo, Wendy, lo prometo".

Con los ojos cerrados, intentó levantarse bruscamente... una y otra vez... antes de que la chow-chow tomara medidas al respecto. Se inclinó hacia adelante y le dio un suave empujón al pecho de su vecino hacia la almohada.

—"Duerme", ordenó.

—"Pero...", Bandit luchó, frotándose los ojos como un niño.

—"Duerme", volvió a decir, firme. Levantó las mantas hasta la barbilla de su vecino. "Duerme, ¿De acuerdo?", respondió reuniendo toda la paciencia que puede.

Wendy estaba ahora ocupada en volver a mojar la tela desechada en la palangana junto a la cama. El agua estaba tibia, no fría, pero supuso que era mejor que nada.

—"... ¿Volverás?"

—"Por supuesto. No iré a ninguna parte", dijo, honestamente.

La chow-chow exprimió el exceso de agua del paño y lo puso sobre la frente del macho azul, tapándole los ojos. Él suspiró y se estremeció. Extendió una mano y agarró débilmente el brazo de su vecina.

—"Gracias... Que hayas hecho esto… significa que...", se detuvo, lo intentó de nuevo. "W…Wendy…", murmuró, "Eres… demasiado amable".

Ella negó con la cabeza, "Estás enfermo, así que te estoy ayudando".

El cuerpo del Heeler azul tembló, "P…pero esto no es agradable. ¿Por qué me estás ayudando?"

—"Eso es lo que hacen los amigos", respondió, dibujando círculos en la mano de su vecino.

Finalmente sonrió por primera vez en la mañana. Era una sonrisa pequeña pero cálida y brillante que siempre estaba dispuesta a ver.

—"Wendy…"

—"Bandit…"

—"P…por favor…", Bandit resopló, "Has que se detenga".

—"Ojalá pudiera…", dijo, sin dejar de acariciar su mano, "ojalá pudiera".

Eso es todo lo que la chow-chow pudo decir. Ella no podía evitarlo y él lo sabía. Nada podía ayudarlo. Solo tenía que aguantar y sufrir de momento.

Wendy sintió el lento pulso de Bandit a través de sus dedos demasiado calientes. El macho suspiró suavemente y cayó con un soplo. El Heeler azul estaba profundamente dormido. Bien.

La chow-chow colocó suavemente la mano a su lado y le dio un beso en la palma.

—"Hmm", le retumbó a la figura dormida. "Que te mejores, Bandido"

MAS TARDE

Wendy estaba en la cocina mirando el refrigerador. Afortunadamente, Bandit era bueno manteniendo su electrodoméstico abastecido. Ella no era una chef talentosa, pero era lo suficientemente competente como para hacer un puñado de cosas.

Mientras las niñas estaban dibujando en la terraza, la chow-chow aprovechó para cortar verduras en cubitos y preparar un caldo. Bluey pronto se acercó a la ventana.

—"¿Qué cocinas, Wendy?", preguntó la cachorrita con curiosidad.

—"Una sopa especial…", respondió ella sin mirarla.

—"¿Sopa especial?"

La chow-chow asintió. "Mi madre siempre solía preparar esta sopa cuando alguien se enfermaba y una vez cuando fui mayor le pedí que me enseñara la receta"

—"¿Esa sopa curará a papá?"

La chow-chow suspiró. "Espero que sí…"

—"¿Ya podemos verlo?"

—"Aún no"

—"Y ¿Cuándo podremos verlo?"

—"Cuando se mejore un poco"

—"¿En serio no podemos verlo ahora?"

Wendy negó con la cabeza.

—"¿Por qué no?"

—"Bluey, ya te lo expliqué…", respondió aún sin mirarla, "él necesita descansar"

—"Y ¿No ha descansado mucho ya?", trató de cuestionar.

—"No lo suficiente", aseguró.

—"¿Qué pasa si intento verlo?", inquirió.

—"Bueno… es probable que te enfermes también"

—"¿De veras?"

Wendy asintió.

—"Pues… no me importaría enfermarme si me quedo en cama con él", comentó segura de sus palabras.

Wendy sonrió un poco ante su respuesta y esta vez volteó a verla.

—"Bluey, tú eres pequeña y estás de vacaciones. Deberías aprovechar al máximo esa oportunidad mientras puedas. O… ¿Acaso es buena idea pasarse el verano en cama?"

La cachorrita azul reflexionó por un momento. "Bueno… no".

—"¿Lo ves? Por eso no deberías arriesgarte a algo que pueda arruinar tus vacaciones"

—"Sí, pero… es aburrido sin papá", intentó justificar.

Wendy se cruzó se brazos y ladeó la cabeza. "¿Estás diciendo que yo soy aburrida?"

Bluey se rió un poco. "No. Tú eres divertida. Es solo que papá es MUY divertido", contestó, "Papá siempre hace que todos los juegos que hacemos sean divertidos", declaró con una sonrisa. "Con papá la pasamos genial"

Wendy se sonrió ante su respuesta.

—"Sí, tu padre es genial…"

La chow-chow volteó un momento para revolver la sopa. Solo faltaban unos minutos para que estuviera lista.

—"Oye, Wendy…", pronunció bluey después de un breve rato silencioso.

—"Dime"

—"¿Tú y papá son amigos?"

Aquella pregunta sorprendió un poco a la chow-chow, aunque de todas maneras no llegó a sobresaltarla.

—"Sí, por supuesto que lo somos", respondió sin mirarla.

—"¿Qué tan amigos?", sondeó.

—"Pues… Supongo que muy amigos", contestó aún sin mirarla.

—"¿Muy-muy-muy-muy-muy-muy-muy amigos?", inquirió Bingo, apareciendo de la nada.

—"Sí, se podría decir que sí", dijo para luego voltear. "¿A qué se debe esa pregunta?"

—"Es que Bingo y yo lo sabemos todo", respondió Bluey con cierta altivez en su tono.

Wendy arqueó una ceja. "¿Lo saben todo?"

Bluey y Bingo asintieron al mismo tiempo.

—"Y… ¿Qué es lo que saben?", preguntó extrañada.

Ambas cachorritas agitaron sus cabezas mientras hacían gestos con sus manos.

—"Es un secreto", respondió Bluey.

—"¿Un secreto?", preguntó con curiosidad.

—"Así es", exclamó Bingo. "No podemos decirlo porque ya no sería un secreto".

—"Entiendo…", dijo al aire.

Una vez que la sopa estuvo lista, Wendy se dirigió a la habitación de su vecino. Al abrir la puerta silenciosamente, grande fue su sorpresa al encontrarlo sentado en la cama, con la almohada cubriéndola la cabeza. Balbuceaba unas palabras. No parecía estar delirando por la fiebre, más bien se veía como si recreara alguna escena de una película, cosa que fue confirmada por un diálogo que supo reconocer.

—"Ah…", pronunció para hacer notar su presencia.

El Heeler azul se estremece y vuelve la cabeza hacia el origen de esa voz que conoce demasiado bien. La conmoción es clara en su rostro, con la boca bien abierta. Parecía incapaz de procesar las imágenes que tenía delante. Su vecina lo miraba extrañamente mientras sostenía una bandeja con un plato de sopa, así como otras guarniciones que no puede distinguir. Hizo un puchero como un niño y miró hacia otro lado. Wendy intentó no reírse un poco ante eso.

Bandit se aclara la garganta. Todavía le duele, pero habla de todos modos, "Yo… siento que hayas visto eso..."

—"Um…" intenta romper el silencio, entrando a la habitación. "Te traje algo de comer. Espero que esto no esté ni muy caliente ni tan malo"

—"Gracias, pero… No tengo hambre". Mintió, en realidad su apetito no se encontraba por ninguna parte después de que su salud empeoró. Él sabe que la única forma de recuperarse es comiendo adecuadamente, pero su estómago no cooperaba ante el contacto de la comida. "Puedes dejar la bandeja allí…", sugirió más como un intento de orden.

Cerrando la puerta detrás, la chow-chow se acerca a la cama.

—"Bandit, tienes que comer algo. Y por tu bien, más te vale que lo hagas o me veré obligada a usar la fuerza", declaró, sorprendiendo a su vecino. Era tan dura y honesta como siempre. "¿Puedo sentarte?"

Aún avergonzado por haber sido sorprendido hablando solo, simplemente deja que ella se siente en silencio en su cama.

—"¿Eh?", dirige su mirada a su vecina, quien parece estar haciendo todo lo posible para simplemente no reírse de su cara. "¿Qué es tan gracioso?"

—"Ah... es sólo que..." coloca la bandeja en su regazo. "Supongo que siempre llego en el momento equivocado. Eso me pareció gracioso".

El Heeler azul siente que le arde la cara y ya no sabe si eso se debe a la fiebre. Tampoco sabe si el sentimiento de nerviosismo nacido en su cuerpo se refleja en su rostro.

—"¿Cómo está tu fiebre?", pregunta después de un breve silencio.

—"No he comprobado…"

De manera inesperada, la chow-chow colocó una mano preocupada sobre la pálida frente de su vecino. Sus manos están calientes, tal vez porque haber estado sosteniendo la bandeja con comida caliente. Es gentil con su tacto, a pesar de su gran figura y sus intimidantes dedos finos pero fuertes. No duda en su acción, al contrario, es muy directa y asertiva. La sensación de la mano de la chow-chow en su frente es un gesto muy mundano, pero aun así hace que su corazón dé un vuelco. Esto es totalmente opuesto a su habitual evasión, y no puede negar que lo tomó por sorpresa.

—"Bueno, parece que ha bajado un poco...", declara, sonriente, retirando su mano.

—"Vaya… ¿Quién lo diría?", suelta en respuesta.

—"¿Te duele el cuerpo?"

—"Pues… me duele de vez en cuando".

—"Sé que no has estado comiendo, así que me saltaré esa pregunta", piensa por momento. "Hmmm... ¿Dolores de cabeza?"

Él dudó por un momento. "… Ehh… A veces".

—"¿Has estado bebiendo agua, al menos?"

—"…", él la mira fijamente.

Wendy endereza su espalda ante la repentina mirada de su contraparte. "Estoy preguntando demasiadas cosas, ¿No es así?", suspiró cabizbaja. "Lo lamento".

Bandit sacude la cabeza para tranquilizarla. " . No es eso. Es solo que…", decide agarrar los utensilios de la bandeja. "Parece que estoy hablando con una doctora".

—"Ah... ¿Es eso?", ella se ríe. "Bueno, es solo que… las niñas están muy preocupadas por ti, y ya que no pueden enfermarse, estoy tratando de reunir toda la información para contárselas más tarde", dice en tono zumbón.

Bandit no se lo cree. "Sabes que puedo oler cuando mientes", bromea.

Para ser honesto, el sentido del olfato del Heeler azul es bastante débil debido al resfrío que contrajo, por lo que realmente no puede oler nada de su amiga. Aun así, hay algo que es fácil de leer, y esas son las verdaderas intenciones de su vecina, que siempre quedan claras en su rostro y sus gestos.

—"Está bien, está bien. Me atrapaste", confiesa con una sonrisa. "Yo también estoy muy preocupada".

—"¿Mmm? ¡No te escuché!", él sonríe.

—"¡Solo come tu comida!", ordenó. "No me iré hasta que te comas todo, ¿Vale?"

Bandit obedeció el pedido de Wendy. Él se disponía a comer, pero ella pidió alimentarlo, algo que en principio se negó rotundamente. Sin embargo, tras varias insistencias, terminó aceptando más como un intento de distraerse de los grandes ojos de cachorro que ella le estaba dando ahora.

Por un rato, el Heeler azul se sintió incómodo ante el hecho de que su vecina le diera de comer. No estaba inválido, ni débil y tampoco era un niño, aunque su comportamiento en algunas ocasiones parecía la de uno, pero era capaz de cumplir cualquier absurdidad con tal de contentar a la gente que le importaba. Ver el rostro de satisfacción y deleite de su vecina le hizo dar una tranquilidad que no podía explicar.

Charlaron durante un buen rato. No saben cuándo ni dónde, pero de alguna manera crearon una conexión y sus conversaciones ya no son tan incómodas. Ambos no pueden dejar de lado la sonrisa que se hace más grande en el rostro del otro.

—"¡Ya te dije que se va a sacrificar!"

—"Eso es estúpido, ¡¿Por qué ella haría algo como eso?!"

—"¡No lo sé! ¡Solo sé que es AMOR!"

Actualmente ambos estaban viendo una película en la computadora portátil de Bandit en su regazo, mientras él estaba cubierto con una manta, solo su cabeza sobresalía, haciéndolo verse más adorable. Eran casi las once de la noche. Wendy había logrado hacer que las niñas se durmieran, permitiéndoles hacer una pijamada, algo que le favoreció ya que su Judo podía dormir en el cuarto de las hijas de su vecino y así no tendrían que abandonar la casa. Luego de eso, la chow-chow se había encargado de darle al Heeler azul la segunda dosis en el día. Esperaba que se durmiera, pero terminaron quedándose despiertos para ver un maratón de películas juntos.

Bandit era muy consciente del hecho de que rara vez lograba ver completa alguna de las películas que él y Chilli elegían. Las únicas que habían visto hasta el final eran las que veían juntos de forma remota. Con ella en trabajo y ambas niñas quedándose en la casa, era bastante difícil que pudieran terminar algo que empezaron.

Esta noche, Wendy estaba a su lado. Ella no lo estaba tocando. Bueno, técnicamente, sus cuerpos se tocaban, pero las manos de la chow-chow estaban flácidas en su propio regazo.

Pasaron unos 15 minutos de la tercera película. Wendy apoyó suavemente su cabeza contra la de Bandit, quien no se percató en ningún momento de la posición en la que estaba su vecina, quizás porque estaba más concentrado en la película que en otra cosa.

Ella levantaba la vista cada pocos minutos para revisar a Bandit. Poco a poco fue acurrucándose más en él, quedándose pegados el uno al otro. Ella era consciente de que muy probablemente podría enfermarse al día siguiente, Pero ¿Lo merecía al estar junto su amigo? El contacto estaba empezando a hacer que su cerebro se confundiera.

Pasaron otros diez o quince minutos más de la película antes de que Wendy sintiera un ligero movimiento a su lado. Bandit no levantó la cabeza ni las manos, pero todo su cuerpo pareció temblar, sólo una vez, bruscamente. Wendy levantó una mano hacia la parte posterior de la cabeza de su vecino, sintiendo sus instintos protectores activarse. Se encontró mirando al Heeler azul, quien dormía pacíficamente, solo que su pecho se movía ligeramente mientras respiraba con calma.

Wendy levantó las manos, las colocó sobre el pecho desnudo de su vecino y lo exploró al igual que sus hombros. Su piel se sentía cálida bajo sus dedos y parecía sorprendentemente suave y uniforme a pesar de su condición. Una de sus manos se posó sobre su corazón y pudo sentirlo latir a un ritmo fuerte y constante que la calmó y la hizo sonreír.

La otra mano se dirigió a su cuello y alrededor de él, donde sintió suave su cabellera. Dejó que sus dedos jugaran un poco antes de deslizar su mano un poco más arriba sobre su mandíbula. Cuando sus dedos llegaron a su barbilla, procedió con cuidado y suavemente dejó que sus dedos rozaran sus labios. Finalmente, su mano se posó en su mejilla, donde dibujó pequeños círculos con el pulgar, completamente relajada y perdida en este sentimiento.

Bandit se movió y ella retiró las manos por reflejo. Él bostezó un poco antes de abrir lentamente los ojos somnolientos.

—"¿Por qué te detuviste?", él le sonrió.

—"¿E… Estabas despierto?", preguntó tímidamente.

—"Hmhm…", musitó en respuesta.

Wendy se sonrojó y apartó la mirada de él.

—"Por favor… continua", añadió, con una suave melodía en su voz.

Con un poco de timidez, la chow-chow se acercó al Heeler azul. Acarició lentamente su espalda, lo que lo hizo temblar. Él se relajó contra su cuerpo. Ella abrazaba la calidez y su propio olor que la hacían sentir como... en casa.

—"Te amo…", soltó.

El corazón de la chow-chow dio un vuelco, permaneciendo en silencio un buen rato. Ella respira pesadamente. Siente que su cara empieza a enrojecerse. Nunca miró a su vecino con tanta intensidad. Tan pronto como dijo eso, muchas cosas pasaron por su cabeza. Pero una cosa fue constante: una gran sonrisa de felicidad empezaba a formarse en su rostro.

—"Chilli… te amo"

Su cara se vuelve consternada. Respira con dificultad, su corazón se detiene. Fue entonces cuando comprobó que su vecino se había quedado dormido, roncando silenciosamente. Probablemente estuvo balbuceando entre sueño.

La chow-chow se levantó de la cama y luego corrió hacia el baño. Se apoyó en el lavabo. Se escuchó un fuerte sollozo y unas lágrimas comenzaron a brotar de su rostro.

La luz dorada de la mañana que entraba por detrás de las cortinas despertó al Heeler azul de su sueño. Parpadeó ante la luz, tomándose un momento para adaptarse antes de que su cerebro alcanzara a su cuerpo y estuviera completamente despierto. Esta vez sus ojos se abrieron sin ninguna dificultad.

Bandit se despertó sin dolor de cabeza, sin sentir la necesidad de toser o estornudar… Aunque aún tenía un pequeño dolor en sus músculos. Bueno, dos de tres no estaba mal. El dolor corporal era más fácil de tratar. Al menos estaba agradecido de poder pensar de nuevo.

Su estómago gruñó ligeramente y con suerte podría comer algo de comida. Se preguntó qué habría disponible para el desayuno. Algo simple sonaba muy bien. Se conformaba con una tostada o un plátano. Aunque en realidad no quería levantarse de la cama. No sabía si era debido a que pasó gran parte del día anterior en ella, pero la sentía tan suave y cálida. Por un momento pensó que estaría bien desayunar en la cama.

Unas risas interrumpieron su hilo de pensamiento. Parecían provenir del patio. Fue ahí cuando se percató que había alguien apoyado en la barandilla del balcón. Esta vez le era mucho más fácil poder identificar. Se levantó y salió al balcón. Su vecina estaba de pie, observando a las niñas mientras sostenía una taza de chocolate caliente en sus manos.

—"Buenos días", le susurró Bandit, apenas audible. Su voz era baja y atontada. No es un tono desagradable en absoluto.

Los ojos de la chow-chow se iluminaron cuando vio que su vecino estaba despierto.

—"¡Bandit! ¡Buenos días!", exclamó alegre mientras lo abrazaba. "Estaba empezando a preocuparme por ti. ¿Cómo te sientes? Seguro mejor, ¿Verdad?"

El Heeler azul asintió. "Mejor que anoche, seguro", afirmó. "De hecho, me siento tan bien que hasta podría arrancar un árbol sin problemas", aseguraba mientras hacía poses con sus bíceps, provocando la risa de su vecina.

—"Es genial escucharlo, porque te tengo una sorpresa…"

La chow-chow señaló una bandeja con comida y bebidas que había dejado en una mesa que sacó al balcón, junto con dos sillas. El Heeler azul se sorprendió y al mismo tiempo se dio cuenta después de ver el vaso de jugo de naranja de lo sediento que estaba. Rápidamente se sentó y empezó a comer como si no hubiera un mañana.

—"Mmmm… manjar", murmuraba mientras daba grandes mordiscos a los panecillos. Eran agradable y sencillos, pero también abundantes.

Ella se deleitaba con aquella escena. Estaba alegre al ver que su amigo y vecino se encontraba en mejor estado que la noche anterior.

—"Por cierto, ¿Qué hora es?", pregunta él, con la boca llena.

—"No lo sé…", respondió, frunciendo los hombros y levantando los brazos. "Supongo que más de las diez".

—"¿En serio?", arqueó las cejas mientras tragaba, "¿Tanto dormí?"

Wendy mostró una sonrisa burlona y preguntó: "¿Querías seguir invernando?"

Bandit le lanzó una mirada juguetona. "Al menos tendría días libres y fáciles".

Ella se rió entre dientes.

—"Ven, siéntate conmigo", pidió él.

No necesitaba que se lo dijeran dos veces antes de sentarse a su lado. Se acomodó en su silla y pronto su mirada volvía a la gran vista que ofrecía el balcón. "Es hermoso, ¿No?", preguntó en voz baja.

Bandit asintió en acuerdo y tomó un sorbo de su jugo de naranja. "Apuesto a que también tienes una gran vista desde tu casa", bromeó.

—"Es cierto…", asintió. "Aunque en otra casa supe tener una buena vista del mar…", su rostro empezaba a decaer, "Es curioso como algo bello a veces puede ser un mal recuerdo", declaró con angustia.

—"Shh, no pensemos en eso ahora", dijo suavemente mientras le sujetaba la mano.

Wendy sonrió y murmuró: "Está bien".

Estuvieron unos minutos sin decirse nada. Lo único que se escuchaba de fondo eran las risas y gritos de las niñas. La chow-chow finalmente se dignó en hablar.

—"¿Sabes que mañana es el día en que suelo hacer largas caminatas con Judo?", le recordó. "Podríamos ir todos juntos… si estás mejor… y si te apetece", sugirió tímidamente".

—"Sí, me gusta esa idea"

Wendy parpadeó constantemente. "¿De verdad?"

Bandit asintió. "Después de lo de ayer, me vendría bien salir un rato". Ella sonrió ante su respuesta. "Luego podríamos ir a desayunar a la ciudad. Creo que vi un lugar de crepes en el centro".

Una sonrisa apareció en sus labios. Le encantaban los momentos tiernos como éste con su amigo, en los que podía imaginar que eran las dos únicas personas en el mundo. La llenó de una especie de calidez que nunca había podido encontrar en ningún otro lugar con nadie más.

Ambos apartaron la mirada un momento. A lo lejos podían ver a las niñas jugando. Bandit se percató de un detalle que no había notado antes.

—"Oye, el patio está más limpio".

Wendy asintió. "Ayer le pedí a las niñas que me ayudaran a limpiarlo".

—"¿¡Qué hiciste qué?", reaccionó perplejo.

—"¿Qué tiene de malo?"

Bandit rodó sus ojos. "Wendy, no tenías que hacer eso"

—"Pero lo hice", responde rotundamente. "También pude limpiar el resto de tu casa, tirar la basura, lavar los platos y guardar todo…"

—"Wendy…", la interrumpe, "Aprecio de verdad que me hayas ayudado con mi resfriado y las niñas, pero… No era necesario lo de la limpieza"

—"¿Por qué no?", tomó un sorbo de su taza, "Tú me ayudaste mucho estos días y quería devolverte el favor"

—"Sí, pero… Siento que todo esto es demasiado", confiesa, apenado.

—"No, al contrario…", le acaricia el dorso de la mano, "Todo lo que tú hiciste es algo que no creo que pueda llegar a pagarte nunca".

No esperaba en absoluto aquella respuesta. De todos sus conocidos, de todos sus amigos, estaba casi completamente seguro de que Wendy sería la última persona con la que acudiría si tenía una emergencia. Sin embargo, el hecho de que haya sido ella quien lo ayudara lo hace increíblemente feliz desde el fondo de su corazón y le agradece profundamente que haya tomado la iniciativa. No dudaba de lo agradable que era. Podía sentirlo, en lo más profundo de su ser podía sentir cómo su corazón era amable y afectuoso, a pesar de que parecía protegido por gruesas capas exteriores.

Estuvieron un buen rato mirándose sin decir nada, hasta que Wendy decidió hacer una pregunta algo incómoda.

—"¿Recuerdas… lo que pasó anoche?", preguntó, arrastrando sus palabras.

—"¿Anoche?"

Ella asintió mientras hacía una mueca.

—"Anoche…", trató de recordar y, en un momento, se llevó las manos en la cabeza. "¡Es cierto!", se acercó a ella. "Discúlpame, por favor".

—"¿Lo… lo recuerdas?", preguntó algo asombrada.

Bandit asintió. "Sí, perdóname…", decía con cara de arrepentimiento. "Me quedé dormido y no terminamos de ver la saga 'Die Difficulty'".

Wendy se mostró algo extrañada. "Ah… ¿No recuerdas nada más?"

—"¿Pasó algo más?", preguntó él, curioso.

—"¡No-no-no!", agitó las manos mientras sacudía su cabeza rápidamente. "Era eso mismo", dijo, con una sonrisa forzada.

—"Bueno… La verdad no es lo único de lo que debería disculparme…", declaró, sorprendiendo a su vecina. "¿Recuerdas cuando me preguntaste si te estaba ocultando algo? Bueno… la verdad es que…", suspiró, "Realmente no quería que me cuidaras por miedo a contagiarte. Si te llegaba a pasar algo malo por mi culpa, yo…", suspira cabizbajo, "Yo nunca me lo perdonaría"

Aquella confesión hizo que el corazón de la chow-chow se acelerara.

—"Lo lamento, no volverá a suceder… Porque espero no volver a enfermarme", dijo medio en broma, "Pero entiendo si estás molesta por eso"

Wendy le lanza una mirada. "Es exactamente por eso que tengo que molestarme… ¿Quién sabe lo que terminarías sin mí?", lo reprende en broma.

El Heeler azul levantó una ceja. Casi nunca podía mantener la cara seria por mucho tiempo. Después de unos segundos, comenzó a reírse: "¿Entonces vas quedarte hoy también?"

Wendy asintió. "Por supuesto. Después de todo, aún necesitas ayuda"

—"Sí, es cierto… Pero puedo encargarme de la cena… Creo que aún recuerdo como freír un huevo", bromeó y ambos se rieron.

—"¿Cómo haces eso?", murmuró ella.

—"¿Qué cosa?"

—"Hacerme sentir así de bien"

—"¿Qué puedo decir?", puso las manos detrás de su cabeza, bien relajado. "Creo que es un don con el que nací".

Ella reprimió una risa de asombro. "Eres increíble".

—"Soy honesto".

—"Honestamente increíble", reiteró ella mientras le dibujaba círculos en el dorso de su mano con el pulgar. "Espera, ¿Sabes lo que realmente eres?"

—"¿Qué soy yo?", preguntó curioso.

Wendy no respondió de inmediato, simplemente siguió acariciando la mano de su vecino de una manera que fuera reconfortante, mientras él seguía esperando la respuesta.

—"Eres un increíble amigo", declaró.

Aquellas palabras hicieron sonreír al Heeler azul. No era la primera vez que las escuchaba, pero recibirlas de su vecina tuvieron otro tipo de impacto en él.

Bandit desvió su mirada un momento para notar el libro que estaba en la silla de su vecina, el cual no parecía ser de su casa.

—"¿Qué es eso?", preguntó, señalando el libro.

—"Es un libro de Alice Walker", respondió ella mientras se lo mostraba. "Lo traje de mi casa. Necesitaba algo para leer y… bueno… me decidí por este", pone una sonrisa. "Lo elegí porque tiene mi poema favorito de ella"

—"¿Podrías decírmelo?", pidió, interesado.

Wendy asintió y, acto seguido, recitó dicho poema.

—"Aprendí a no preocuparme del amor, sino a honrar su llegada con todo el corazón, a conocer el ímpetu de mis sentimientos que fluyen e inundan como el agua. El origen parece ser alguna fuente inextinguible dentro de nuestra dualidad interna. El nuevo rostro que giró hacia ti, nadie más lo ha visto nunca"