IV. La maldición de Orgullo y Prejuicio. El tiempo es relativo.

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"Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia."

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—¡¿Por qué cojones te tienes que ir?! —Gritó fuera de sí el joven blanquísimo, golpeándose las piernas con los puños, para mayor drama a la escena, rojo como tomate.

Ciertamente después de varios años, y donde ahora Satoru tenía doce años igual que Suguru, no había cambiado mucho, seguía teniendo aquellos arranques de ira.

—Porque me mudaré, Satoru, ya te lo había explicado… y pues…

—¡No jodas! ¿Cómo que por el trabajo de tu padre? ¡Yo lo puedo contratar! ¿Qué tipo de trabajo tiene?

—Satoru…

—¡Satoru nada! ¿A dónde te largas? ¿Cuánto tiempo? ¡Qué diablos! —Gritoneó como si fuera el dueño indiscutible del otro niño.

—Nos volveremos a encontrar, en unos años, en la escuela de Hechicería, pero hasta entonces…

—¿Y yo qué hago hasta entonces? ¡Al demonio yo! ¿Verdad?

Se negaba a confesar que estaba tan habituado a su presencia que no sabría qué hacer sin él, para discutir, pelear, reír, jugar… ¡Era como si le hubiesen dado un poco de normalidad y ahora se la quitaban sin más!

Suguru metió la mano en uno de los bolsillos del pantalón, la dejó ahí apretando los dedos alrededor de algo que llevaba escondido, dudando en si debía dárselo o no, porque ciertamente para las contestaciones que estaba teniendo, pues… al final acabó sacándolo.

Le extendió la mano, llevaba dos pequeñas pulseras hechas de una delgada línea de tela, dos idénticas… Satoru detuvo por un momento su diatriba dramática, observó frunciendo las cejas.

Sabía de dónde habían venido ¡Lo recordaba perfecto! Era la misma tela de una yukata que él le había regalado cuando eran niños, una preciosa yukata cara, literal hecha a su medida.

—Espero que no te moleste, saqué una línea de tela muy pequeña del dobladillo del ruedo, prácticamente quedó intacta la prenda… —se disculpó.

—No, por supuesto… vaya… —balbuceó tomando rápidamente una de ellas, la tela era de un brocado precioso, oscuro, y en aquella fina línea de la pulsera, parecía que era un bordado minúsculo—, la usaré, pero no creas que esto disculpa que me dejes botado aquí…

Suguru rio y se colocó la suya en la misma muñeca que el otro, la izquierda.

—Es algo grande, pero… supongo que en unos años, cuando nos volvamos a ver, apenas te quedará.

—Gracias —por toda respuesta farfulló el escueto "gracias" y lo apretujó en un abrazo mientras le tiraba del cabello para fastidiarlo—, será mucho tiempo, pero bueno, no hay más que pueda hacer, ¿verdad?

—No. El tiempo pasará rápido.

"Lo dices tú, que al final acabarás en otro lado, con otros amigos, en otros lugares, y yo me pudriré de aburrición aquí, solo", pensó mezquinamente.

Satoru contó los días, las noches, las semanas, los meses… finalmente los años y, aunque seguían escribiéndose por mensajes en el móvil, por correos, no era lo mismo. Y pasó lo que siempre pasaba en esas relaciones a distancia, cada vez los mensajes eran más espaciados unos de otros.

Se preguntaba si Suguru pensaba aunque fuese un poco en él, si recordaba que lo había dejado ahí como perro esperando a que su dueño volviera, cada día, esperando simplemente que atravesara la puerta.

Conoció el dolor de la añoranza, de separarse de lo que hasta entonces había sido su ancla al mundo real, colmado de tinieblas.

Siguió entrenando con ahínco, siguió volviéndose más fuerte, todo lo fuerte que podía a sus ahora quince años, siguió estudiando solo, con tutores, era el mejor en todo lo que hacía, pero con todo esto, no era capaz de llenar sus venas de vida, todavía no.

Se frustraba al respecto.

Quizás lo único no frustrante, bueno un poco sí, fueron todos los cambios hormonales en su cuerpo adolescente, lo que le pasaba en las madrugadas mientras dormía… y despertaba con un mástil firme entre las piernas. Normal. Pero fastidioso.

La primera vez se asustó, pensó que algo estaba mal con él, que se estaba muriendo o algo así; después descubrió que eso se sentía… medio bien, descubrió mediante los libros y el bendito internet que era común y luego quiso averiguar qué utilidades tenía eso que le pasaba… Se dio la espantada de su vida cuando vio aquellos videos de… bueno, parecían francas agresiones… acabó por cerrar la computadora y sentirse un pervertido de la peor calaña.

Un día se toqueteó. Se sentía bien, muy bien, en especial cuando notó ese hueco de aire que subía por su entrepierna hacia el vientre y luego a todo el cuerpo; se tuvo que colocar una almohada encima porque ya se imaginaba que si alguien escucha sus gemidos, entraría corriendo la mitad del personal de la casa Gojo pensando que alguien quería matarlo… cuando en realidad él se estaba matando a pajas.

La vida adolescente le pasaba por encima en solitud.

Finalmente llegó el día. Estaba sobreexcitado porque, aparte de hacer las maletas para irse a vivir solo, bueno a una escuela, pero sin la vigilancia de todos, lo vería, al fin. ¡Después de tres largos años que se sintieron como treinta!

Corrió a subir él mismo sus maletas al auto del profesor Masamichi, literal las aventó.

—¿Cuándo llega Suguru? —Fue su primera pregunta, no preguntó dónde estaba la escuela ni cómo era, sólo preguntó por su amigo.

—Bueno, pues llegará una semana después que tú —respondió pensando que al final sí había sido una cosa buena el que Satoru fuera socializado.

—¿Tanto tiempo? ¿Pues qué cojones hace? ¿No salió ya de la otra escuela? —gimoteó.

—Sí, pero pasará unos días en su casa… de todas formas, la otra chica que estará en el mismo curso que ustedes ya llegó, así que podrás conocerla, sólo son tres en primer año.

—¿Una chica más? —Preguntó con interés, no por otra cosa, simplemente porque no recordó que en las escuelas solía haber más de dos alumnos—, estoy seguro de que se llevarán muy bien los tres.

—¿En serio? Bueno… veremos…

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Tokyo Radio FM 96

Girl, you'll be a woman soon

I love you so much, can't count all the ways

I've died for you girl and all they can say is

"He's not your kind"

They never get tired of putting me down

And I'll never know when I come around

What I'm gonna find

Don't let them make up your mind

Don't you know

Girl, you'll be a woman son (…)

Girl, you'll be a woman son, Urge Overkill