XIII. La maldición de El amante de Lady Chatterley. Cosas de primerizos.
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"Y si, tras la excitante intimidad de aquellas discusiones vívidas y profundas, la cosa del sexo se hacía más o menos inevitable, qué se le iba a hacer. Marcaba el final de un capítulo."
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Barrio Kotobuki, Tokio.
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El niño que tenía a lo sumo dos años estaba jugando con unos cubos de plástico más gastados que la misma duela del departamento que olía raro; estaba sentado muy quietecito y sin hacer ruido en el piso de lo que se podía decir que era una sala de estar, casi vacía, adornada con algunas cajas por aquí y por allá.
No entendía bien por qué siempre que su padre llegaba con alguien le pedía se quedara ahí y que no hiciera ruido, debía portarse bien.
No comprendía.
Simplemente le contemplaba con sus ojos verdes y por respuesta recibía una breve caricia sobre la cabeza con la manaza de su padre, desordenaba sus ya desordenados cabellos negros como el azabache.
Había llevado a otra mujer, sólo que esta se veía más joven que las otras.
—Y entonces, ¿este es tu hijo? —Dijo la voz de ella.
—Sí —contestó Toji con tono cansino.
—Vaya, pues enhorabuena, no me habías dicho que tenías un hijo, entre otras cosas que no me dijiste —fue el reclamo velado de la mujer—, por ejemplo, cuál es tu tipo de mujer…
—Pfff…
—¿Qué, no me lo puedes decir?
—Da igual, y entonces…
—No vine aquí contigo para acostarme, si eso es lo que pretendes. Tengo interés en las Ataduras Celestiales, como tú —la voz de ella de pronto sonó autoritaria, aunque era mucho menos alta que él, tenía bastante fuerza física por si se le ocurría pasarse de listo.
—¿Ah no? Toda la cháchara absurda de ese día en el restaurante, ¿no era que querías follar? —La voz de él denotaba su sarcasmo infinito.
—No, ya te lo dije. Mi interés es académico, no de tipo sexual…
—¡Oh, vamos! No me salgas ahora con que no tienes ni el más mínimo interés. Te aseguro que puedo satisfacerte más que cualquiera de tus estúpidos compañeros de la puñetera escuela de hechiceros…
Dicho lo cual se relamió los labios lujuriosamente, tocando con la punta de la lengua la cicatriz que tenía en la boca, como un gato. Ella, ella simplemente se rio.
—Quítate la blusa, déjame lamerlas… —susurró lascivamente mientras se acercaba a ella pretendiendo tocarle los senos.
—No. Ayúdame con lo que te dije y lo otro, veremos… además, me pone un poco los pelos de punta que tu hijo esté ahí tirado en la sala y sin atender…
Dicho lo cual Yuki Tsukumo salió de la habitación y caminó hacia donde estaba sentado el niño. Se colocó en cuclillas y acarició su rostro, aún era un bebé, sus ojos inteligentes se clavaron en los de ella.
Podía sentir que tenía energía, casi lo olía, aunque aún era muy pequeño, eso también era interesante, los Zen'in tenían dos ejemplares magníficos: un hombre veloz y fuerte con la Atadura Celestial y un bebé que eventualmente, por lo que percibía, también sería un as bajo la manga.
—¿Cómo te llamas?
—Por supuesto que no te va a contestar, se llama Megumi…
—Vaya, que nombre tan mono tienes —dijo ella dirigiéndose al niño, ignorando al padre.
—Bueno, vámonos ya entonces…
—¿Y el niño?
—Ya vendrán en un rato más por él.
—¿Una niñera?
—Algo así —obvió decirle que más bien llegaría la otra mujer con la que vivía en ese lugar.
—¿Me ayudarás? —Inquirió poniéndose en pie, dudando sobre si realmente era buena idea dejar a ese pobre niño solo.
—Si te bajas las bragas y me dejas echar un vistazo… mejor aún, si me dejas pasar la lengua por ahí…
—Eres un asco…
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Midtown Tower, Tokio.
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La velocidad a la que iban cayendo era vertiginosa, la risa descontrolada de Satoru inundaba todo en aquella caída libre, estaba en trance fluctuando entre euforia y locura, trataba de alcanzarlo aunque iba metros más abajo que él.
—¡Satoru!
—¿Qué pasa, Suguru? ¿No vas a liberar a tu shikigami?
—¡NO!
—Bien, entonces seguiremos cayendo, ya veremos si logramos frenar un poco antes de caer al suelo…
—¡Maldita sea! —No tenía más tiempo para seguir pensando, entre concentrarse para tratar de frenar su propia caída y alcanzar al otro, acabó por extender la mano e invocar a la criatura en cuestión.
De la palma de sus manos, entre sus dedos, pareció abrirse un pequeño portal del que emergió la mantarraya y a toda velocidad planeó para detenerlo. Una vez que lo tuvo sobre su lomo, siguió planeando hacia abajo hasta que alcanzó a Satoru y lo pescó del brazo para hacerlo subir.
Sentados juntos sobre aquella maldición siguieron planeando, metros antes de llegar al piso volvieron a elevarse por encima de los edificios.
—¡Esto es genial! ¡Estamos como en una alfombra voladora!
—¡Eres un grandísimo idiota!
—¡Oh vamos! No te tomes todo a la tremenda, ha sido un gran ejercicio para…
Lo siguiente fue que Suguru le dio con el puño en su cabezota esponjada.
—No puedes negar que ha sido divertido, ahora, vamos volando a la escuela —sugirió sobándose la cabeza.
—Ni hablar, es más, tú te bajas aquí —acto seguido bajó a la criatura a medio camino de la escuela y, a un par de metros del suelo, empujó a Satoru para que cayera.
Lo cual evidentemente no pasó y solo bajó con delicadeza suspendido hasta poner los pies en la tierra.
Suguru bajó después y procedió a encerrar nuevamente a la maldición.
Le dedicó una mirada de soslayo con los ojos empequeñecidos y empezó a caminar por el camino boscoso hacia la escuela.
—Oye, ¿por qué vas con cara de estar oliendo algo desagradable?
—Porque haces muchas tonterías —murmuró caminando aprisa.
Su compañero corrió en medio de la risa boba y lo alcanzó para colgarse de su brazo.
—¡Ay ya! Vamos, no fue tan malo, no te enojes, anda —gimoteó.
—Tú no entiendes, ¿verdad? Todo se te va en jugar.
—La verdad, me gusta jugar contigo… de hecho me gustaría jugar más contigo —hizo sonar ese "más" con cierto tono, que nada tenía que ver con el inocente significado.
—En fin, entre todo esto ya es de noche —para desconsuelo del otro, pareció no haber captado su insinuación.
—No entendiste o te haces…
—¿El qué?
—Nada —hizo un puchero—, oye, cuando estabas en la escuela esa y no me hacías caso, ¿salías con chicas… o chicos?
Suguru se volvió hacia su compañero frunciendo el ceño sin entender muy bien de qué iba eso.
—Sí te hacía caso, siempre te contestaba los mensajes y correos, además…
—¡Mentira! Te tardabas como si de una bula papal se tratara, estabas ocupado supongo.
—Claro que no, pero no podía contestar con la velocidad a la que tu lanzabas mensajes, y sí, de vez en cuando llegué a salir con alguien… ¿por qué quieres saber eso?
—¿Ves? Estabas ocupado con alguien más que no era yo, yo estaba encerrado y solo en el Clan Gojo —recriminó con un mohín de fastidio.
El otro se detuvo y se volvió hacia él, le daban ganas de tomarlo por los hombros y agitarlo hasta sacarle de la albina cabeza sus ideas trágicas y chantajistas.
—No me olvidé de ti nunca, ¿por qué sigues con eso?
—Bueno ya, ahora que estás aquí, eres mío…
—Otra vez la misma cosa… te he dicho muchas veces que no soy un objeto para tu diversión y…
Se vio interrumpido cuando Satoru dio un paso hacia él para eliminar la distancia entre ambos, lo cual no era raro, siempre invadía su espacio personal.
—Un día serás mío… y sabes bien a qué me refiero ¡Te haré mi mujer! —Expresó alegre y convencido de la estupenda idea que le había soltado.
Suguru se quedó boquiabierto. El momento que se había vuelto tenso entre los dos, acabó por volverse una chabacanería con aquella tontería que le había soltado.
Terminó por soltar una sonora carcajada.
—No jodas, ni siquiera sabes qué es eso, Satoru… —dio la vuelta y siguió caminando cuesta arriba.
—Claro que sé, idiota.
—No, no lo sabes, sólo estás repitiendo las cosas que escuchas de los doramas que ve Shoko —era tan evidente la ironía de su parte que Satoru acabó por enfurruñarse.
—No es verdad, por supuesto que sé de lo que hablo —no, no sabía, pero no lo admitiría—, y te haré mi mujer…
—¿Cómo? ¿Cómo lo harás?
—¡Pues así!
—Así ¿cómo?
Al final acabaron riendo los dos mientras llegaban a la escuela. Satoru estuvo rodeando la falta de conocimiento con respuestas vagas. Suguru no pudo evitar en pensar… bueno, la realidad es que ya no quería pensar, porque al final ellos dos eran amigos, sólo eso… los mejores amigos… ¿o no?
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Tokyo Radio FM 96
I don't wanna be alone tonight (alone tonight)
It's pretty clear that I'm not over you (over you, over you)
I'm still thinking 'bout the things you do (things you do)
So I don't wanna be alone tonight, alone tonight, alone tonight
Can you light the fire? (light the fire, light the fire)
I need somebody who can take control (take control)
I know exactly what I need to do
'Cause I don't wanna be alone tonight, alone tonight, alone tonight.
Dancing with a stranger, Sam Smith & Normani Kordei.
