Capitulo 20 El Relató De Una Teigu
El sonido de una taza de porcelana estrellándose contra el suelo rompió la tranquilidad de la sala, seguido por un agudo grito de Mine.
"¡¿Qué demonios fue eso?!". Exclamó, sobresaltada. Su brazo herido y aún vendado se tensó mientras retrocedía instintivamente. Con su otra mano, temblorosa, dónde antes había sosteniendo su cafe. Ahora, señaló a Leone... o más bien, a la jarra que la rubia sostenía con calma.
Pero Leone no reaccionó ante el grito. Ni siquiera parecía haber notado el escándalo. Simplemente inclinó su jarra una última vez y bebió el contenido con una satisfacción evidente. Unos segundos después, la bajó con un suspiro placentero.
"Guau... estaba deliciosa". Dijo con una sonrisa contenta y un ligero sonrojo en sus mejillas.
El silencio momentáneo fue roto por la confusión de Lubbock. "¿Cómo es esto posible?". Preguntó, incrédulo. Sus manos se alzaron en un gesto de desconcierto mientras miraba la jarra vacía con el ceño fruncido.
"¡No lo sé!. ¡Y eso es lo que quiero averiguar!". Gritó Mine, su frustración y molestia crecía con cada segundo que pasaba sin una explicación lógica.
Sheele, con su expresión serena, apoyó un dedo en su mejilla, pensativa. "Tal vez... fue un truco". Sugirió, mirando al techo como si tratara de recordar algo similar.
"¡Ningún truco puede hacer eso, Sheele!". Replicó Mine, girándose bruscamente hacia su compañera. Aunque no tenía intención de gritarle, su irritación y frustración era tan evidente que no podía evitar hacerlo.
Leone, ajena a la tensión en el aire, se encogió de hombros con su habitual actitud despreocupada. "Sea lo que sea, me gustó ese truco". Comentó, relamiéndose los labios para saborear los últimos vestigios de la bebida misteriosa.
Akame, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, observó con seriedad. Su mano descansaba sobre la empuñadura de Murasame, lista para cualquier eventualidad. "Leone, ¿Cómo sabía?". Preguntó con voz neutra, pero con un destello de precaución en sus ojos.
"Estaba buenísima". Respondió la rubia sin titubear, sosteniendo su jarra vacía con anhelo. "Me gustaría otra".
Mine la miró con horror. "¡¿Cómo puedes decir eso?!". Exclamó, sintiendo una mezcla de disgusto e incredulidad. "Es más, ¿Cómo demonios se te ocurrió beber eso en primer lugar? ¡Podría ser peligroso!. ¡Podría haber estado envenenado, maldita sea!"
Leone soltó una carcajada. "No veo el problema. Cerveza es cerveza". Replicó con total naturalidad. "Además, fue Tatsumi quien me la sirvió. No creo que haya nada malo en ello."
La mención de Tatsumi hizo que Mine girara bruscamente la cabeza hacia él. Sus ojos se clavaron en el joven de cabello castaño y de ojos esmeralda, quien permanecía tranquilo, sosteniendo su espada en una mano y una taza en la otra. Su sonrisa aunque era serena, y no mostraba ni arrogancia, ni burla. Pero para Mine, parecía casi una provocación intencionada.
Y no solo ella lo miraba. Todos los presentes ahora fijaban su atención en él, con expresiones que oscilaban entre la confusión y la intriga. Sin embargo, a diferencia de Mine, ellos no estaban dispuestos a hacer lo que ella tenía en mente hacer.
Tatsumi, por su parte, se mantuvo firme, sin rastro de nerviosismo. Simplemente esperó, con calma y tranquilidad. Cosa que no fue bien visto por la pelirosada.
Mine frunció el ceño, su paciencia agotándose. "¡Habla!". Le ordenó con firmeza.
Tatsumi ladeó la cabeza, mostrando una leve expresión de desconcierto. "¿Disculpa?".
La irritación de la francotiradora creció exponencialmente, ante esa sola acción. "¡Habla de eso!". Exigió, señalando con vehemencia la jarra vacía en manos de Leone. "Dinos, ¿Cómo demonios sucedió éso?".
Tatsumi abrió la boca para responder, pero en ese momento, escuchó la voz de Onyx resonar en su mente. Instintivamente, dirigió la mirada hacia la espada, observando su hoja con atención.
Su acción no pasó desapercibida. El resto del grupo intercambió miradas de asombro y preocupación. Tras lo ocurrido antes con la espada, su curiosidad solo había aumentado. Sin embargo, Mine no compartía ese sentimiento. Para ella, lo que acababa de hacer Tatsumi era imperdonable.
"¡Oye!. ¡¿Me estás ignorando?!". Mine rugió con ira, sintiendo que una vena estaba a punto de estallar.
Pero Tatsumi solo la ignoró y mantuvo su mirada en la espada por unos segundos más, su semblante tornándose serio. Su expresión paso a una de casi fría. Finalmente, después de unos segundos, asintió levemente y suspiró.
"Entiendo". Murmuró en voz baja.
Al alzar nuevamente la vista, se encontró con los ojos enfurecidos de Mine.
"¿Y bien?". Insistió ella, cruzando los brazos con impaciencia.
El joven le dedicó una expresión algo avergonzada. "Lo siento, Mine. No puedo decirlo".
El silencio que siguió fue como la calma antes de una tormenta.
"¿Qué has dicho?". Susurró la francotiradora, sus ojos oscureciéndose con una peligrosa mezcla de ira y frustración.
"Que no puedo hacer éso. De hecho, es mejor que...". Pero antes de que Tatsumi pudiera terminar su frase o reaccionar, Mine lo agarró bruscamente de la camisa y lo atrajo hacia ella con una fuerza sorprendente para alguien de su tamaño. Al hacer éso, el castaño se tambaleó un poco, mientras se le cayo la tasa que sostenía al suelo, ocasionando que esta se rompiera. Al estar tan cerca del rostro de Mine, el joven pudo ver completamente que este mostraba un encendido de furia, que estaba a escasos centímetros del de él. Y parecía estar apunto de estallar.
"Escucha, tienes tres segundos para hablar y decirnos toda la verdad". Amenazó con voz baja, pero llena de veneno. "O si no, juro por los dioses que te haré escupir la verdad a golpes, ¿Me entendiste?".
Tatsumi abrió los ojos con un brillo de alarma, pero no por la amenaza en sí, sino por algo más peligroso. Lo que iba a pasar si Mine hacía éso. Y eso se mostraba, en su espada, Onyx, que comenzaba a brillar con una luz tenue pero intensa. Era como estuviera alertando de que iba hacer algo. Pero nadie más parecía notarlo, todos estaban demasiado centrados en la discusión del castaño y la pelirosada. Nadie lo estaba viendo. Nadie, excepto... una persona.
Una voz firme y autoritaria resonó en la sala.
"¡Mine, suéltalo ahora mismo!".
Todos giraron la cabeza al instante, como si el aire mismo se hubiera congelado. La líder de Night Raid, Najenda, permanecía sentada en su asiento, con su semblante pétreo y su mirada afilada como un cuchillo. La frialdad en su rostro solo se intensificó tras presenciar el destello de energía que emanó de la espada de Tatsumi. Había observado todo, cada mínimo detalle, y su intuición le decía que algo peligroso estaba por ocurrir.
"Mine, suéltalo". Ordenó con voz firme, su ojo sano clavado en la joven de cabello rosado. Sin embargo, durante un fugaz instante, su atención se desvió hacia la espada de Tatsumi, que aún desprendía un resplandor tenue pero inquietante.
"¡Pero, Jefa...!". Mine intentó protestar, su enojo aún latente.
"¡He dicho ahora!". Najenda alzó la voz, y esta vez había algo en su tono. Una preocupación genuina.
Mine apretó los dientes, pero finalmente soltó a Tatsumi con un bufido. El joven, liberado, se recompuso y se acomodó la ropa, sacudiéndose el polvo y las gotas de café de su camisa blanca. "Gracias, Jefa". Dijo con una sonrisa, intentando aligerar la tensión.
Pero Najenda no compartió su sonrisa. Su mirada seguía fija en Tatsumi y su espada. Era una mirada analítica, inquisitiva, casi depredadora. Como si estuviera analizando al castaño y al arma en sus manos. Y entonces, su voz cortó el aire con una frialdad implacable.
"Tatsumi...". Pronunció lentamente, cada sílaba cargada de autoridad. "Dime ahora mismo qué significa todo esto. ¿Cómo es que esa...?". Se detuvo un instante, buscando la palabra adecuada. "Esa arma ...". Su tono reflejaba desconfianza, como si no estuviera segura de que 'arma' fuera la definición correcta. Pero apartó esos pensamientos y prosiguió. "Explícate. ¿Qué es exactamente esa espada y cómo es posible que haya hecho lo que acabamos de ver?". Sus manos se posaron firmemente en los reposabrazos de su asiento, su mirada volviéndose aún más afilada. "Y te lo advierto, Tatsumi". Su tono bajó, pero adquirió un filo peligroso. "Por tu bien, por el respeto que te tenemos y por la confianza que hemos depositado en ti... más te vale ser completamente honesto".
El mensaje era claro. Najenda le estaba dando la oportunidad de hablar, pero si se negaba o mentía, las consecuencias no serían leves. Ni buenas.
Tatsumi lo entendió al instante. Sabía que si ocultaba la verdad ahora, todo podría torcerse, no solo para él, sino también para Onyx. Y él... no estaba dispuesto a arriesgar a su Teigu por éso.
Respiró hondo, preparándose para hablar. Pero justo cuando iba a responder, una voz resonó en su mente. Sus ojos se dirigieron automáticamente a la espada en su mano, la duda reflejada en su rostro. Un instante después, esa duda se transformó en asombro y después en compresión.
Todos lo notaron. Najenda y Akame intercambiaron miradas, pero decidieron esperar. Solo el joven de cabello castaño podía romper ese silencio tenso.
Finalmente, Tatsumi alzó la vista y encaró a su líder con seriedad absoluta.
Najenda lo observó con dureza. "¿Y bien?". presionó.
El joven tomó aire y respondió con voz firme, pero serena. "Lo siento, Jefa...". La expectativa en la sala se disparó. "Pero me temo que no puedo darle una respuesta a su petición".
El silencio que siguió fue ensordecedor.
Todos quedaron en shock. Nadie se lo esperaba. La tensión en el aire se volvió casi insoportable, como una tormenta a punto de estallar.
Najenda escuchó la respuesta de Tatsumi y, por primera vez en mucho tiempo, sintió una auténtica sorpresa. Desde que lo conoció, el joven siempre había seguido órdenes sin cuestionarlas. Incluso con su petición de no matar, él cumplía con cada misión con una determinación inquebrantable. Pero ahora, cuando ella le exigía la verdad con la autoridad de una líder, ¿Él se negaba?. Éso era impensable. No solo la contrariaba, sino que la hacía sentir algo inesperado. Desconfianza.
Había depositado su confianza en Tatsumi, lo había acogido en Night Raid, le había brindado su protección. Incluso, aceptó y respetó su decisión sobre no matar a los enemigos. Y ahora, con esa negativa, era como si él le dijera que no confiaba en ella en absoluto. Aquello la hirió más de lo que estaba dispuesta a admitir. Pero... más allá de los sentimientos personales, Najenda entendía que esto iba más allá de una simple negativa. Él ocultaba algo, algo grande, algo que podía poner en riesgo a todo el equipo. Y si Tatsumi no confiaba en ellos lo suficiente como para compartir la verdad. Entonces, ¿Cómo podían confiar en él?.
Apretó sus puños y clavó su mirada en el joven, tratando de analizarlo. Algo en su interior le advertía que debía manejar esto con sumo cuidado.
Su ojo cambió se dirección y se dirigió hacía otra cosa. La espada. ¡Ahí estaba la clave!.
Desde el primer momento en que Tatsumi habló de la llamada Teigu número 49, Najenda había sentido que algo no encajaba. Y cuando le pidió a Akame que investigara en los archivos del Ejército Revolucionario sobre esa Teigu, esperaba encontrar algo, cualquier mención sobre el arma, cualquier pista que confirmará lo dicho por él castaño. Pero no había nada. Ningún registro. Ninguna referencia. Era como si nunca hubiera existido. Y eso la inquietaba más de lo que le gustaría admitir. Las Teigus eran armas legendarias, su historia eran conocidas y documentadas. Cualquier persona, incluso personas que no estaban en la capital, sabían sobre ellas y como eran algunas. Y, sin embargo, esta "espada", que tenía frente ante ellos, que podía ser una Teigu, parecía un fantasma, un enigma fuera de lugar.
Si realmente era un Teigu, entonces, ¿Por qué no había información sobre ella?. ¿Cómo era posible que nadie en el Imperio, ni en el Ejército Revolucionario, supiera de su existencia?. Era un misterio que la atormentaba desde hace días, y estaba segura de que Tatsumi tenía las respuestas. Y si él no estaba dispuesto a darlas, entonces tendría que obligarlo. Aunque ella no quisiera hacerlo, lo tendría que hacer.
Respiró hondo, preparando una respuesta aún más dura, dispuesta a utilizar todo el peso de su autoridad para hacer que hablara.
Pero antes de que pudiera hacerlo, Tatsumi rompió el silencio. "Jefa, yo no podré responder esa pregunta". Su voz era firme, sin rastro de miedo o vacilación. Sus ojos se movieron hacia la espada en su mano, y luego la levantó, con la hoja apuntando hacia arriba. "Pero él sí".
Najenda frunció el ceño, su ojo se entrecerraron. "¿Él...?". Repitió con incredulidad y sin entender mucho de que estaba hablando.
Pero pronto... lo entendería.
Y entonces, de la gema que estaba en el pomo de la espada comenzó a brillar. Y algo comenzó a suceder.
El brillo en la gema de la espada que sostenía Tatsumi comenzó como un pequeño destello, casi imperceptible. Pero en cuestión de segundos, ese tenue resplandor empezó a crecer, expandiéndose como una llama alimentada por un viento invisible, envolviendo toda la espada con una luz vibrante.
Tatsumi observó el fenómeno con una expresión serena, casi con satisfacción. Pero los demás miembros de Night Raid no compartían su calma. Sus ojos se abrieron con asombro e incertidumbre mientras miraban el arma. Algo en ella les generaba una sensación indescriptible. No era solo el resplandor… Sino... que de ese resplandor, se podía sentir como una presencia.
De pronto, Tatsumi hizo algo impensable. Soltó la espada.
Najenda entrecerró el ojo, lista para ver el arma caer al suelo con un sonido metálico. Pero eso nunca ocurrió. En lugar de desplomarse, la espada quedó suspendida en el aire, flotando con una quietud antinatural. No se movía, ni temblaba, simplemente permanecía ahí, desafiando la lógica y la gravedad misma.
"¿Qué demonios…?". Lubbock fue el primero en reaccionar, su voz temblando por la incredulidad.
"Está... flotando...". Dijo Sheele con la misma expresión de asombro, su habitual confusión reemplazada por una genuina sorpresa.
"No puede ser...". Mine apretó su puño, tratando de procesar lo que estaba viendo.
"Esto es... increíble". Leone habló, a diferencia del resto, ella tenía una sonrisa en su rostro, su mirada reflejaba más fascinación que temor.
Akame, la más reservada de todos, permaneció en silencio. Sin embargo, sus ojos rojos se mantuvieron fijos en la espada, su mano todavía aferrada con fuerza al mango de Murasame. Su instinto le decía que aquello no era normal, que estaba más allá de cualquier Teigu que hubieran visto antes. Y... se podía decir... que estaba en lo cierto.
Najenda, por su parte, seguía en completo silencio. Su mente trataba de darle sentido a lo que veía, pero por más que lo intentaba, no encontraba una explicación. A lo largo de su vida, había presenciado el poder de múltiples Teigus, armas con habilidades sorprendentes y letales… pero jamás había visto una que flotara por su cuenta. Y aún más inquietante era el resplandor que ahora emanaba de la gema de la espada. Algo en su interior le advertía que esto no era todo, que algo más estaba a punto de suceder.
Su única mano "real" se cerró en un puño, y su mirada se dirigió a Tatsumi, quien seguía observando la espada con una calma absoluta.
"Tatsumi...". Su voz fue firme, pero había una ligera sombra de inquietud en ella. "¿Qué demonios está pasando?".
El joven desvió la mirada hacia ella y, en lugar de responder de inmediato, simplemente le dedicó una leve sonrisa, tranquila, casi reconfortante.
"Ya lo verá, Jefa.". Sus palabras salieron con una seguridad absoluta. "Solo, espere...".
Najenda frunció el ceño. "¿Esperar?. ¿Esperar, qué...?". Pensó ella.
Pero antes de que pudiera exigirle una respuesta, sintió algo. Algo que hizo que su ojo restante se fijará en la espada flotante.
El resplandor en la gema de esta dejó de expandirse. Y por un momento, la luz pareció estabilizarse. Todos vieron éso y un suspiro de alivio se escapó de la boca de más de uno en la sala. Tal vez todo había terminado...
O eso pensaban.
Sin previo aviso, la energía dentro de la gema comenzó a vibrar. Y una fracción de segundo después, una explosión de luz estalló desde la espada, liberando una onda expansiva de color blanco que se expandió en todas direcciones con una velocidad imposible.
Nadie pudo reaccionar a tiempo. No hubo advertencias, ni tiempo para prepararse. La onda los golpeó a todos sin excepción. No era un golpe físico, sino algo más profundo… casi espiritual. Era como si esa energía los atravesara por completo, metiéndose en cada rincón de sus cuerpos y... mentes.
Pero la onda no se detuvo ahí solamente.
Esta salió de la sala de reuniones, recorriendo cada pasillo, cada habitación, cada rincón oculto de la base. Hasta salir hacía el bosque, pero no se detuvo. Cubrió cada árbol del bosque, cada arbusto, cada lago y cada río en kilómetros a la redonda. Y aún así, siguió expandiéndose.
Solo se detuvo cuando alcanzó las murallas del Imperio.
Y entonces, cuando finalmente tocó las murallas de la capital imperial. Ocurrió algo. Como si el mismo tiempo se hubiera reiniciado, la energía comenzó a retroceder con la misma rapidez con la que había salido. En cuestión de segundos, la luz regresó a la espada, que aún flotaba en el centro de la sala, completamente intacta.
Los miembros de Night Raid permanecían en sus lugares, inmóviles, con la respiración entrecortada y la mente llena de preguntas sin respuesta. Sus cuerpos todavía de pie, temblaban por la energía que sintieron cuando esa onda expansiva los tocó.
Pero solo una pregunta dominaba la mente de todos en ese momento. "¿Qué demonios acababan de presenciar?".
El silencio en la sala de reuniones luego de la onda expansiva, era denso. Como si el aire mismo estuviera cargado con la energía de lo que acababan de presenciar.
Mine fue la primera en romperlo. "¿Qué demonios fue eso?". Preguntó, su voz temblorosa por la confusión. Su mirada se movía rápidamente de un lado a otro, como si intentara encontrar alguna explicación lógica a lo que acababa de ocurrir.
"No lo sé...". Murmuró Sheele. Su mano temblorosa se posó sobre su frente mientras una punzada de dolor la atravesaba. "Pero mi cabeza… me duele".
"No eres la única, amiga...". Leone gruñó, presionando sus sienes con ambas manos. Para ella, la sensación era como una jaqueca brutal, parecida a la que le quedaba después de una borrachera descomunal. Pero esta vez, ni siquiera el poder regenerativo de su Teigu, Lionel, parecía aliviarla. Algo punzante y profundo le perforaba la mente, como si le hubieran incrustado un taladro en el cráneo.
"Qué extraño...". Lubbock frunció el ceño, observando a sus compañeros. A diferencia de ellos, él no sentía un dolor tan intenso. Solo una leve punzada en la cabeza que desapareció casi al instante.
Akame, con su mano todavía aferrada a Murasame, permanecía en silencio, sus ojos analizando cada una de las reacciones de sus compañeros. Ella también había sentido la onda expansiva, pero no parecía haberle afectado tanto… o al menos, no de manera perceptible. "¿Están bien?". Preguntó la pelinegra, su voz era tranquila pero impregnada de preocupación genuina.
"Espera...". Murmuró Leone, pestañeando varias veces. Poco a poco, la presión en su cabeza comenzó a disminuir hasta desvanecerse por completo. "Sí… gracias a los dioses, ya pasó".
"¿Qué pasó?". Preguntó Lubbock, mirándola con el ceño fruncido.
"Algo apareció en nuestras cabezas… era insoportable". Explicó Sheele, soltando un suspiro de alivio. "Era como si algo estuviera perforando mi mente, pero ahora se ha ido".
"¿En serio?". Lubbock se cruzó de brazos, visiblemente intrigado. "Yo apenas sentí algo".
"Qué raro…". Murmuró Mine, todavía desconfiada. "¿Cómo es posible que algunos sintiéramos tanto dolor y otros casi nada?".
"No tengo idea". respondió Leone, su tono ahora más firme. "Pero sea lo que sea, no me gustó nada".
Mine suspiró y se cruzó de brazos. "Bueno… al menos ya pasó". Dijo ya más tranquila.
Y entonces, cuando ya todo parecía tranquilo. Una voz resonó en la habitación.
"Hola, asesinos de Night Raid".
El efecto de escuchar esa voz, fue inmediato.
Los cuerpos de todos se tensaron y sus miradas se dispararon en todas direcciones, buscando al dueño de esa voz.
"¡¿Quién dijo eso?!". Exclamó Mine, dándose la vuelta rápidamente, saco la pistola que escondía en sus ropas, la tomó en su mano preparada para disparar.
"No lo sé…". Murmuró Sheele, todavía sentada, sus ojos recorriendo la habitación con desconcierto. "Pero no recuerdo haber oído esa voz antes".
"Sea quien sea, debe estar cerca". Añadió Lubbock, flexionando los dedos dentro de sus guantes. La fina red de hilos de su Teigu, Cross Tail, comenzó a moverse con sutileza, lista para atrapar cualquier amenaza.
"¿Un enemigo infiltrado?". Preguntó Leone, sus ojos brillando con emoción. Su cuerpo se tensó, y en un instante, activó su Teigu. Su forma bestial emergió, sus garras listas para destrozar a quienquiera que se hubiera atrevido a invadir su base.
Mine ya estaba en posición, su pistola apuntando a todas direcciones. "Tenemos que movernos. Si hay un intruso, puede que no esté solo".
Mientras todos se preparaban para la batalla, Akame permanecía inmóvil. Sus ojos no se movían de un punto en particular.
Leone lo notó y se acercó rápidamente. "¡Akame!. ¿Qué haces parada ahí?. ¡Tenemos que actuar!". Ella le dijo tratando de hacer que se mueva.
Pero la pelinegra no la miró. En cambio, pronunció una sola palabra. "La Jefa."
Leone parpadeó. Confundida, giró la cabeza siguiendo la dirección de la mirada de Akame. Y entonces lo entendió.
Najenda seguía sentada en su silla, sin haberse movido ni un solo centímetro desde que la voz resonó en la sala. Su rostro permanecía serio, su único ojo clavado en un punto fijo. No había pánico en su expresión, ni tensión en sus músculos.
Ella sabía algo. Y Leone, al ver ésto, relajó lentamente su postura y su cuerpo comenzó a destransformarse. Los demás, todavía en alerta, no entendieron su reacción.
"¡¿Qué hacen?!. ¡No es momento de quedarse quietas!". Exclamó Mine, todavía con el dedo en el gatillo. "¡Si hay un intruso, tenemos que eliminarlo antes de que... !".
"Mine". La voz de Lubbock la interrumpió.
Ella giró la cabeza bruscamente hacia él, molesta, pero cuando lo vio, se dio cuenta de que ya no estaba en posición de ataque. Tanto él como Sheele habían notado lo mismo que Leone y Akame. Sus miradas estaban fijas en Najenda.
Mine frunció el ceño. "¿Por qué demonios están viendo a la Jefa?. ¡Tenemos un enemigo aquí, maldita sea!". Pero nadie le respondió.
Y mientras la pelirosada seguía ahí todavía parada con su pistola. De repente, un escalofrío recorrió la espalda de la pelirrosa. Y en ese momento, comprendió algo.
Esa voz...
No era burlona, ni amenazante. No sonaba como alguien arrogante buscando provocarles, ni como un enemigo tratando de jugar con sus mentes.
Era tranquila. Directa. Pero… había algo más. No sonaba completamente humana.
Había un matiz en su tono, algo metálico, como un eco robótico en el fondo de cada palabra. La sensación de incomodidad en el aire se intensificó.
Mine tragó saliva y se giró para ver a su líder. "Jefa…". Su voz sonó más baja de lo que quería.
Pero Najenda no respondió.
Seguía inmóvil, con su único ojo fijo en un punto específico de la habitación. Su expresión permanecía neutra, pero había algo en su mirada... una intensidad contenida, como si estuviera evaluando una situación que ya comprendía mejor que los demás.
El resto del grupo también se percató de ello.
Y... lentamente, casi como un reflejo instintivo, sus cabezas comenzaron a girar en la misma dirección que la mirada de su líder. No sabían exactamente qué esperaban encontrar, pero algo dentro de ellos les decía que allí, justo donde Najenda estaba mirando, estaba la clave de todo esto.
Y entonces, lo vieron.
Suspiraron. Trataron de convencerse de que sus ojos les estaban jugando una mala pasada. Pero no... estaba ahí, flotando en el aire, en el centro exacto de la habitación.
La espada.
La misma espada que tenía una la hoja plateada, de un filo pulido oscuro y con su empuñadura marrón oscura, junto con una gema en su mango, levitaba como si una fuerza invisible la sostuviera. No se tambaleaba, no caía, no parecía siquiera afectada por la gravedad. Solo estaba allí, flotando con una presencia imposible de ignorar.
Y el aire se volvió más pesado.
Las pupilas de Mine se dilataron. Sus dedos se aferraron con más fuerza a su arma, aunque no estaba segura de por qué. Lubbock tragó saliva y dio un paso atrás sin darse cuenta. Sheele, normalmente tranquila ante casi cualquier situación, tenía los ojos muy abiertos. Leone dejó escapar un leve gruñido, su instinto de bestia gritándole que algo estaba terriblemente fuera de lo común. Akame, en cambio, no se movió.
Y en medio de esa tensión, la voz volvió a escucharse. Pero esta vez… todos lo sabían. Sabían exactamente de dónde venía. De la espada.
"Mucho gusto conocerlos en persona, miembros de Night Raid".
El sonido de la voz llenó la habitación como un eco elegante y refinado. No era fría, ni amenazante, pero sí firme, con una presencia que exigía ser escuchada.
Mine sintió un escalofrío recorrerle la espalda. "No... no puede ser...". Susurró.
Pero la espada continuó.
"Antes que nada, permítanme presentarme como corresponde". La voz adquirió un tono más imponente. "¡Mi nombre es Onyx: Ultimate Protection!. Soy la Teigu número 49. Y es un honor, al fin, presentarme ante ustedes".
Silencio absoluto. Nadie se atrevió a hablar. Nadie podía.
Incluso Najenda, que normalmente se mantenía impasible ante cualquier revelación, tenía una expresión de sorpresa genuina. Su ojo brillaba con incredulidad, como si tratara de procesar lo que acababa de escuchar.
Una Teigu.
Una Teigu... que hablaba.
El concepto era imposible.
Las Teigus eran poderosas, sí, pero nunca antes se había conocido una que tuviera consciencia propia e independiente. Y menos, una que pudiera comunicarse por sí misma y sin ayuda. Y sin un Portador.
"¿Una Teigu... parlante?". Lubbock finalmente rompió el silencio. Su voz apenas era un murmullo.
"Eso es... imposible". Murmuró Akame, sin apartar los ojos de la espada.
"¡¿Esto es una broma, cierto?!. ¡Las Teigu no hablan!". Exclamó Mine, dando un paso atrás, aún con su arma lista para disparar.
"Pero... lo está haciendo". Respondió Sheele, su voz más calmada pero no menos impactada.
"¿Cómo puede ser esto posible...?". Leone gruñó, su instinto de lucha batallando contra el puro desconcierto de la situación.
Pero antes de que alguien pudiera hacer más preguntas, una leve risa se escuchó en la habitación. Una risa llena de alegría. Todos voltearon de inmediato. Y allí, con los brazos cruzados y una gran sonrisa en el rostro, estaba Tatsumi.
No tenía miedo. No estaba sorprendido. No. Él estaba feliz.
"Por fin...". Pensó para sí mismo, sintiendo una calidez dentro de su pecho. Por fin, después de tanto tiempo, Onyx se había dado a conocer ante todos. Y eso lo hacía sentir increíblemente feliz.
Tatsumi avanzó con paso firme hacia el centro de la habitación. Todos lo observaron en completo silencio, sus miradas cargadas de desconcierto. Nadie se atrevía a moverse.
El castaño se detuvo junto a la espada flotante, con una expresión de tranquilidad absoluta. Y entonces, habló.
"Bueno, tengo que admitirlo... esa fue una presentación bastante, 'impresionante', ¿No crees, Onyx?".
Sus palabras no iban dirigidas a sus compañeros. Sino, a la espada. El arma flotante pareció inclinarse levemente hacia adelante, como si asentara con la cabeza.
"Sí, Portador". Respondió la voz de Onyx, con un tono mucho más relajado y amigable que antes. "Le dije que todo estaría bien si lo hacíamos a mi modo".
Tatsumi dejó escapar una risa ligera. "Sí, lo veo". Cruzó los brazos y ladeó la cabeza, fingiendo un tono pensativo. "Pero... creo que te excediste un poco. Digo, ¿De verdad era necesario lo de la onda expansiva que lanzaste?".
Onyx pareció vibrar suavemente en el aire antes de responder. "Tal vez, puede que eso no haya sido necesario... pero quería asegurarme de que mi presentación fuera "inolvidable"". El tono del Teigu se volvió más firme, casi solemne. "Debía marcar nuestra 'diferencia', si sabe a lo que me refiero, ¿No?".
Tatsumi suspiró, aunque su sonrisa no desapareció. "Sí, sí... entiendo a qué te refieres".
Mientras el joven hablaba con la espada, los demás miembros de Night Raid seguían inmóviles, observando la escena con una mezcla de asombro y absoluta incredulidad.
No era solo el hecho de que la espada estuviera hablando. Era el hecho de que Tatsumi... hablaba con éso como si fuera lo más normal del mundo. Como si no fuera una revelación imposible. Como si no estuviera ocurriendo algo que desafiaba toda lógica.
Su conversación fluía con una naturalidad inquietante. Su tono era relajado, sin una pizca de duda o confusión. Era como si ambos estuvieran hablando como si fueran grandes amigos.
Y eso… eso era lo que más los perturbaba.
Porque si Tatsumi hablaba con esa arma de esta manera… significaba que esto no era algo nuevo para él. Significaba que lo había sabido desde hace mucho. Pero, eso era imposible. No había forma de que él... .Y entonces, sus mentes hicieron Click.
Recordaron. Recordaron... aquel día. Aquel día en el que Tatsumi, con una voz llena de determinación y un brillo extraño en los ojos, les había dicho que poseía una Teigu.
Lo recordaron claramente. Y... También... recordaron cómo lo ignoraron. Cómo no le creyeron. Como lo tacharon de un loco. Un sentimiento de culpa y vergüenza apareció en sus pechos, por haber hecho éso. Pero... aunque lo que habían hecho, eso era justificado. Porque, para ellos, era imposible que Tatsumi tuviera un arma imperial sin que ellos lo supieran.
Pero ahora… ahora lo estaban viendo con sus propios ojos. Que se habían equivocado. Que se habían confiado. No solo Tatsumi tenía una Teigu. Sino... que su Teigu... podía hablar.
El concepto era tan absurdo que les resultaba difícil de procesar. El silencio se prolongó… hasta que una voz rompió la tensión.
"Entonces… era verdad". Todos giraron la cabeza de inmediato. Y vieron que la voz... era de Najenda. Su líder seguía sentada, pero ahora su expresión ya no era de incredulidad pura. Era de comprensión. De resignación.
"Todo lo que decías... era verdad". Su voz sonó más baja, como si acabara de aceptar algo que llevaba tiempo negándose a creer.
Llevó una mano a su frente, frotándola suavemente, tratando de aclarar sus pensamientos.
Tatsumi la observó con una expresión más suave. No había orgullo en su mirada, ni resentimiento por no haber sido creído antes. Solo una ligera tristeza. Tristeza por ver así... a su líder. Najenda.
"Sí, Jefa". Su voz fue tranquila, pero cargada de significado. "Todo lo que dije era verdad".
Najenda levantó la vista y observó al joven con una mezcla de emociones en su mirada. Había aceptación, resignación… y una ligera pizca de disculpa.
Tatsumi la sostuvo con la misma suavidad en su expresión. No había resentimiento en sus ojos, ni orgullo por haber tenido razón. Solo la comprensión de que, al final, la verdad siempre sale a la luz.
Un sonido leve de pasos rompió el silencio.
Akame avanzó un paso a la vez. "Tenías razón". Su voz fue tranquila, pero en su tono se notaba algo más... ¿Felicidad?. Como si le alegrara que Tatsumi hubiera tenido razón.
El castaño la miró y le sonrió con calidez. "Sí, como te lo había dicho ese día". Ambos se dedicaron una breve pero significativa sonrisa. Un gesto simple, pero lleno de confianza y respeto mutuo.
Desde su posición flotante, Onyx parecía irradiar satisfacción al presenciar aquello. Y no era el único. Los demás también los observaban, aunque con distintas reacciones.
"Ejem...". Una tos fingida atrajo la atención del grupo. "Este momento es lindo y todo, pero…". Dijo Leone, su tono mantenía su usual despreocupación, aunque en su expresión se notaba cierta seriedad. "Tatsumi, creo que nos debes muchas explicaciones, ¿No crees?".
Tatsumi parpadeó, saliendo del trance momentáneo, y se giró con una sonrisa nerviosa mientras se rascaba la nuca. "Sí… supongo que sí".
Tomó aire antes de hablar, tratando de organizar sus palabras. "Bueno… como pueden ver...". Levantó la mano y apuntó a la espada flotante. "Este es Onyx. Mi Teigu… mi compañero… y mi amigo". Su voz transmitía respeto y un orgullo genuino.
"Y es la Teigu número 49".
El silencio se instaló por un momento mientras todos procesaban la información. Sus miradas seguían clavadas en la espada, todavía tratando de asimilar lo que acababan de presenciar.
Y entonces, Onyx decidió hablar. "Es un placer conocerlos a todos". Su tono fue deliberadamente amigable, pero aún mantenía ese aire de elegancia y firmeza.
Leone fue la primera en reaccionar. "Pues… qué bien". Ella habló. Su voz sonaba extrañamente precavida, como si todavía estuviera procesando el hecho de estar conversando con un arma. "Es un gusto conocerte, Onyx. Mi nombre es... ".
"No es necesario que diga más, Portadora del Teigu Lionel". Él la interrumpió de forma cortés, pero firme. "Se quién es usted".
Leone se quedó en silencio, sorprendida.
Onyx giró levemente en el aire, como si estuviera observando a cada uno de los presentes. "Al igual que sé quién es usted, también conozco al resto de ustedes y se algunas cosas más de ustedes."
Lubbock arqueó una ceja. "¿En serio?". Había cierta inseguridad en su tono, aunque trataba de sonar relajado. "¿Y qué es exactamente lo que sabes de nosotros?".
"Pues…". El tono de Onyx se volvió más juguetón, al mismo tiempo que se giraba a 'ver' a Lubbock. "Portador del Teigu Cross Tail".
Lubbock sintió un escalofrío recorrer su espalda, al sentir como esa espada lo llamaba.
"Conozco sus nombres. Conozco sus habilidades. Sé qué Teigu posee cada uno de ustedes. Y…". Onyx hizo una breve pausa, disfrutando el suspenso. "También sé cómo terminaron uniéndose a Night Raid".
Lubbock abrió la boca, sorprendido.
Onyx vibró levemente en el aire, casi como si sonriera. "¿Quiere que continúe?". Su tono era descaradamente burlón.
Tatsumi, que había estado observando toda la escena. Y tuvo que hacer un esfuerzo para no soltar una carcajada. Lubbock tenía una expresión tan incrédula que resultaba difícil no reírse. Pero mientras algunos encontraban la situación divertida, otros no la tomaban con la misma ligereza.
"¡¿Cómo demonios sabés eso?!". La voz de Mine cortó el aire como un látigo. Su voz era más aún grito brusco, cargado de desconfianza y enojo.
Todos se giraron hacia ella.
La pelirrosa estaba de pie, con su brazo tenso y la mirada afilada, clavada en la espada flotante.
Tatsumi se le quedó viendo, sorprendido por su reacción. Pero fue Onyx quien la observó con especial atención. Y no parecía muy... complacido.
"¡Te hice una pregunta!". La voz de Mine se elevó aún más. "¡¿Cómo sabes todo eso?!". Su tono era una mezcla de incredulidad, desconfianza… y algo más.
Sheele, que hasta ahora había permanecido en silencio, intentó acercarse en su silla de ruedas. "Mine…". Su voz era suave, conciliadora. "Tranquila. No hay razón para ponernos así. Seguramente hay una explicación para esto y... ".
"No, Sheele". Mine la cortó sin apartar la vista de Onyx. "Necesitamos respuestas. ¿Cómo rayos esta Teigu puede saber todo eso de nosotros?". Sus ojos se posaron en Tatsumi por un breve instante. "No todos nosotros le dijimos a Tatsumi sobre nuestras Teigus y tampoco sobre nuestros pasados. Así que él no pudo haberle contado a ésa cosa". Volvió a fijar la mirada en Onyx, con más intensidad. "Así que… ¿Qué tienes que decir al respecto?". Ella le pregunto enojada. "¡Vamos!. ¡Respóndeme!".
Silencio.
Tatsumi sintió cómo la tensión en la habitación se volvía aún más densa. Mine estaba molesta… no, más que eso. Estaba asustada. Y en sus ojos, lo estaba mostrando. Y él lo entendió. En sus ojos no solo había enojo, sino también algo más profundo. El miedo. El miedo a lo desconocido. El miedo a algo que no comprendía. A algo nuevo. Algo fuera de su control o comprensión.
Tatsumi comprendió esa reacción.
Pero Onyx… No parecía compartir su mismo pensamiento. Ya que, lentamente, de manera casi imperceptible, la espada comenzó a moverse. Acercándose a Mine. Y mientras lo hacía su aura cambió. La sala entera pareció volverse más pesada, como si la propia presencia del Teigu estuviera ejerciendo presión sobre los demás.
Onyx se detuvo justo frente a Mine.
La pelirrosa sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero se mantuvo firme, sin apartar la mirada de la espada flotante.
Entonces, Onyx habló. "Escuché, Portadora del Teigu Pumpkin". Su voz era profunda y serena, pero había algo más en ella… algo afilado, como una cuchilla deslizándose suavemente por la piel. "Antes de cuestionar a alguien… o... a algo, que usted considere una amenaza para usted o para su equipo… le recomiendo que primero se asegure de no ser víctima de su propio miedo y su irá". La pausa que hizo fue breve, pero cargada de significado. "De lo contrario…". Onyx la observó con un brillo enigmático en su gema. "Podría ocurrirle algo muy malo a usted".
Apenas dijo esas palabras, todo el aire a su alrededor pareció tensarse.
Mine abrió los ojos con sorpresa. ¿Acaso, la estaba amenazando?. Su puño sano se apretó con fuerza. La furia comenzó a hervir dentro de ella, mezclada con una creciente sensación de inquietud.
Todos los demás observaban la escena en silencio. Pero para ellos, las palabras de Onyx no sonaban como una amenaza, sino más bien como una advertencia. O mejor dicho, un consejo. Y eso se debía, a la actitud de la pelirosada. Todos lo sabían. Mine era muy impulsiva. Y a veces, esa impulsividad la llevaba a tomar decisiones apresuradas.
Pero ella no lo veía así. Para Mine, la idea de que una Teigu, una simple arma, la estuviera poniendo a prueba y hablándole de esa forma tan fría, pero directa. Era algo inaceptable. "¿Quien... te creés?". Dijo ella en su mente.
Y justo cuando abrió la boca para gritarle y empezar una pelea con la espada flotante, la voz de Najenda resonó con firmeza. "Tatsumi, Onyx, vengan aquí". El tono de la líder no admitía discusión.
Tatsumi se volteó, la miró, la escuchó y asintió. Rápidamente se volteó hacia su Teigu. "¡Onyx, vamos!". Dijo el castaño.
Onyx, que aún flotaba frente a Mine, no se movió de inmediato. Se mantuvo en su sitio unos segundos más, como si analizara su expresión, como si estuviera asegurándose de que sus palabras hubieran dejado una marca en ella.
Y solo entonces, con un leve movimiento, flotó junto a su portador. "Como ordene, Portador".
Mine los observó alejarse, sintiendo como una ira latente aparecía en su pecho. Sus labios se apretaron en una línea delgada mientras miraba la figura de la espada. Su mente estaba expresando lo que sentí ahora mismo. "No me agradas". Ese pensamiento cruzó su mente con fuerza, casi como si lo estuviera diciendo en voz alta.
Pero justo cuando terminó de decirlo y pensarlo… Una voz, fría y metálica, apareció y resonó en su mente, era como si la hubiera escuchado y estuviera respondiendo a su pequeño comentario. "El sentimiento es mutuo".
"¿Qué…?". Dijo Mine, sus ojos abriéndose por el miedo y asombro, al escuchar esa voz en su mente.
La pelirosada sintió su cuerpo estremecerse. Su corazón dio un brinco, y sus ojos se abrieron de par en par. Se giró bruscamente hacia todos lados, buscando el origen de esa voz.
Pero no había nadie cerca. Los demás miembros de Night Raid la miraron con curiosidad, sin entender su reacción.
A la distancia, Onyx dejó escapar una leve carcajada. Una risa baja y discreta. Que no fue escuchada por nadie. Excepto, Tatsumi. El joven miró de reojo a su Teigu y comprendió al instante lo que acababa de hacer. Y aunque, normalmente lo habría reprendido por ello… Esta vez. Y solo esta vez, decidió no decir nada. Porque, en el fondo, una parte, una pequeña parte de él, pensaba que Mine… realmente... se lo merecía.
Najenda observó con atención cada uno de los movimientos de Tatsumi y… Onyx, mientras se acercaban a ella. Aunque ya había aceptado la existencia de esta misteriosa Teigu y la veracidad de las palabras del castaño, aún no podía decir que se sentía del todo cómoda con la situación.
Era un arma diferente a cualquier otra que hubiera visto o estudiado. No solo por el hecho de que flotaba por sí misma, sino por la extraña sensación que transmitía al estar cerca. No era como las otras Teigus. Había algo en Onyx que la hacía sentir que no estaba frente a un simple objeto… sino frente a una entidad con voluntad propia.
Najenda intentó adoptar una postura firme, su experiencia en combate, en sus años de general para el imperio, le habían enseñado a mantener la compostura en cualquier situación, pero su incomodidad era evidente en la rigidez de sus hombros y en la manera en comp su ojo analizaban cada movimiento de la espada flotante. Finalmente, Tatsumi y Onyx se detuvieron frente a ella.
"Sí, Jefa". Habló Tatsumi con respeto. "¿Qué necesita?".
Najenda estaba a punto de responderle, pero antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, la voz de Onyx resonó en el aire. "Ella quiere saber sobre mí. Mi historia, mis habilidades… y el por qué no hay ningún registro de mi existencia". Las palabras de Onyx la tomaron por sorpresa.
Najenda lo miró con los ojos bien abiertos. "¿Cómo…?". Preguntó frunciendo el ceño sorprendida. "¿Cómo lo supiste?".
Pero antes de que pudiera obtener una respuesta clara, Onyx habló de nuevo con una calma inquietante. "No se preocupe por eso, Líder de Night Raid". Dijo, habiendo un matiz de cortesía en su tono, pero también algo más… algo que la hacía sentir como si él supiera más de lo que estaba dispuesto a revelar. "Si desea conocer sobre mis habilidades y mi origen, estaré encantado de explicarlo…". Onyx hizo una pausa antes de continuar. "O mejor aún… se lo mostraré".
Sin decir más, la espada flotante se giró lentamente hacia Tatsumi.
El joven la miró y parpadeó por un segundo antes de asentir con una leve sonrisa, como si acabara de recibir un mensaje silencioso.
Najenda los observó con el ceño fruncido. "¿Que esta pasando?". Pensó, aún más desconcertada al notar que ambos parecían estar comunicándose sin siquiera pronunciar palabra.
Pero antes de que pudiera hacer preguntas, Tatsumi se giró de nuevo hacia ella. "Disculpe un momento, Jefa". Dijo con una sonrisa amigable antes de darse la vuelta y alejarse con Onyx.
Najenda, aún con la confusión reflejada en su rostro, los siguió con la mirada. Para su sorpresa, Tatsumi avanzó hasta el centro del lugar y se detuvo allí. Con un movimiento firme, tomó a Onyx con ambas manos y, sin dudarlo, la clavó con fuerza en el suelo.
El sonido metálico atravesando el suelo de la habitación, resonó en el aire. El repentino sonido llamó la atención de todos los demás, quienes detuvieron lo que estaban haciendo y voltearon hacia él con expresión de asombro.
"¿Qué están haciendo?". Murmuró Leone en voz baja.
Lubbock cruzó los brazos, inclinando la cabeza con curiosidad. "No lo sé… pero parece que va hacer algo".
Los demás también los vieron y comenzaron a acercarse.
Najenda mantuvo la mirada fija en Tatsumi, esperando a ver cuál sería el propósito de todo esto. Y entonces, sucedió. Una luz blanca y resplandeciente comenzó a emanar de la espada. El resplandor creció rápidamente, envolviendo todo el cuerpo de Tatsumi en una brillante aura que parecía casi etérea. No era un brillo común. Era algo puro. Como si su esencia estuviera siendo amplificada, como si su propio ser, estuviera alcanzando un nuevo estado.
La luz se extendió en ondas suaves, iluminando los rostros asombrados de los miembros de Night Raid.
Akame sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
Sheele, aún en su silla de ruedas, entrecerró los ojos, tratando de comprender qué era lo que estaba viendo.
Leone tragó saliva, sin poder apartar la vista de la escena.
"Esto…es...". Susurró Mine, con los ojos abiertos de par en par.
"... Asombro". Agregó Lubbock, también viendo con los ojos abiertos.
El asombro en los rostros de los miembros de Night Raid aún no se desvanecía. Siguió así, hasta que algo inesperado sucedió.
Encima de Tatsumi, la energía que lo rodeaba comenzó a fluctuar, concentrándose en un solo punto sobre su cabeza. En cuestión de segundos, esa energía tomó forma, expandiéndose hasta convertirse en lo que podía describirse como una ventana o una pantalla de luz, nítida y translúcida.
El aire que vibraba era como una presencia desconocida para cualquier persona. Y todos los presentes lo notaron de inmediato. Los ojos de Akame, Najenda, Sheele, Leone, Lubbock y Mine se clavaron en aquella misteriosa manifestación. Era algo nunca antes visto. No era solo un despliegue o una concentración de poder. Era algo más. Una revelación. Y justo cuando todos estaban completamente enfocados en aquella pantalla de energía, la voz de Onyx resonó en el aire, profunda y solemne.
"Todos, por favor...". Su tono era suave, pero firme, lo suficientemente imponente como para captar la atención de todos. "Presten atención a lo que están por ver...". Apenas terminó de hablar, en el interior de la pantalla comenzaron a formarse imágenes. Sombras al principio. Destellos de luz, figuras borrosas que lentamente tomaban forma. "Les contaré sobre mí… y mi origen". Onyx dijo finalmente.
Las palabras del Teigu dejaron un silencio absoluto entre los presentes. Najenda entrecerró su ojo, su expresión endureciéndose. Akame, siempre calmada, sintió una extraña inquietud en su pecho. Sheele, aún en su silla de ruedas, ladeó la cabeza con curiosidad. Leone y Lubbock se miraron fugazmente antes de volver la vista a la pantalla. Mine, aunque todavía desconfiaba de Onyx, no pudo evitar sentir una punzada de curiosidad.
La idea de escuchar el origen de una Teigu, contado por la propia Teigu, era algo inconcebible. Ellos conocían historias sobre la creación de los Teigus. Antiguos relatos transmitidos de generación en generación, algunos escritos en libros polvorientos o contados por hombres, mujeres y ancianos que alguna vez tuvieron contacto con aquellas armas legendarias. Pero jamás, en toda la historia, habían oído una narración contada directamente de la misma fuente. Jamás habían tenido la oportunidad de escuchar a una Teigu hablar de sí misma. Y ahora, estaban a punto de presenciar algo único.
La sensación de anticipación flotaba en el ambiente, como si el mundo entero contuviera la respiración. Tatsumi observó la reacción de sus compañeros y sintió una leve sonrisa formarse en su rostro.
Todavía rodeado por la energía de Onyx, sintiendo su calor, su poder. No necesitó decir nada en voz alta. Su conexión con Onyx iba más allá de las palabras. Así que, con una leve inclinación de la cabeza y un pensamiento claro en su mente, le dio la señal.
"Adelante, amigo".
Onyx permaneció en silencio por un momento tras recibir la señal de su portador. No era simplemente contar una historia; debía elegir cuidadosamente sus palabras, asegurarse de que fueran las adecuadas. Y cuando finalmente encontró la mejor manera de expresarlas, su voz resonó con fuerza y claridad.
"Mi historia comienza hace más de mil años, en los días del Primer Imperio, fundado por el primer Emperador". Las imágenes en la pantalla de energía comenzaron a cambiar, manifestándose en sincronía con sus palabras. Lo que apareció ante los ojos de todos los presentes era un Imperio muy distinto al que conocían.
Calles más estrechas. Edificios más bajos, aunque imponentes. Gente vestida con ropajes arcaicos, distintos a los del Imperio actual. La muralla que lo rodeaba parecía menos extensa, pero aun así majestuosa.
Najenda entrecerró los ojos, analizando cada detalle. Akame observaba en completo silencio, su expresión impenetrable. Leone dió un silbó por lo bajo. Lubbock y Mine miraron asombro evidente en sus ojos. Y Tatsumi, aunque ya conocía la historia por relatos que Onyx le había dicho, quedó completamente fascinado al poder ver las imágenes tomar forma ante él.
Onyx continuó su historia. "En aquel tiempo, El Primer Emperador gobernaba con una autoridad absoluta, su voluntad era ley. Era un hombre firme, pero justo. Aunque su gobierno pudiera parecer severo en ciertos momentos, poseía un corazón noble… Valiente. Honesto. Compasivo. Y, sobre todo, benevolente". Las imágenes cambiaron nuevamente. Ahora, en la pantalla de luz apareció la figura del Primer Emperador.
Un hombre de porte imponente, alto y de mirada penetrante. Su armadura gris plateado reflejaba el brillo de está, y sobre su cabeza descansaba una majestuosa corona. A su lado, atada a su cintura, llevaba una espada enfundada. Su presencia transmitía un aire de grandeza y poder inigualable.
Los miembros de Night Raid no pudieron evitar sorprenderse. Verlo así, con tanta claridad, como si estuviera vivo frente a ellos, era algo que ninguno esperaba.
Onyx hizo una breve pausa antes de continuar. "Pero apesar de como gobernaba. El Emperador sabía que el tiempo no perdona a nadie. Tarde o temprano, su vida llegaría a su fin… Pero su deber de proteger al Imperio y a su gente debía continuar. No podía permitir que el orden que había construido se derrumbara tras su muerte. Así que tomó una decisión". Las imágenes se distorsionaron y cambiaron nuevamente. Ahora, en la pantalla, comenzaron a aparecer distintos objetos. Armas de todo tipo, objetos, accesorios, todos con un diseño y aspecto, muy extraños.
"Mandó a crear...". Antes de que pudiera terminar su frase, una voz interrumpió su relato.
"Las Teigus". Akame había hablado de manera automática, sin darse cuenta de que interrumpía la historia.
El silencio cayó sobre el grupo por un instante.
Akame misma se percató de lo que hizo, pero antes de que pudiera disculparse, Onyx respondió, con un tono que denotaba aprobación. "Exacto, Akame". Su voz no llevaba rastro de molestia, sino de reconocimiento. "El Primer Emperador mandó a forjar las Teigus. Bien dicho".
Luego, Onyx giró levemente su hoja todavía clavada en el suelo, como si mirara a los demás. "Y… estoy seguro de que todos aquí saben cuántas fueron creadas, ¿Verdad?". Les pregunto al resto del equipo.
Lubbock fue el primero en responder, con una seriedad poco común en él. "Fueron cuarenta y ocho".
Onyx se inclinó levemente hacia adelante en señal de aprobación. "Correcto, Portador del Teigu Cross Tail. Cuarenta y ocho Teigus fueron creadas con materiales extraordinarios, extraídos de bestias peligrosas y de tecnología avanzada, siglos por delante de su tiempo. Armas capaces de cambiar el curso de una batalla, de decidir el destino de un reino". La Teigu anunció con orgullo.
Hubo un breve silencio después de decir éso.
Y entonces, Leone frunció el ceño y cruzó los brazos, decidió hablar. "Si ya tenía cuarenta y ocho Teigus… ¿Para qué necesitaría una más?".
Su tono reflejaba confusión, pero en realidad había dado voz a la pregunta que todos se hacían en sus mentes. El Emperador ya tenía un arsenal de armas imbuidas con habilidades inigualables. ¿Por qué molestarse en forjar otra?.
Y ante esa pregunta Onyx respondió sin titubeos. "La compatibilidad".
La palabra quedó flotando en el aire. Todos los miembros de Night Raid intercambiaron miradas.
"¿Compatibilidad?". Repitió Najenda con interés.
Onyx continuó, con un tono más profundo, como si estuviera a punto de revelar algo crucial. "Como ya saben la mayoría de ustedes. Las Teigus, aunque eran poderosas, tenían una debilidad muy peculiar…". Las imágenes en la pantalla volvieron a cambiar. Ahora mostraban a varios guerreros empuñando distintos Teigus, pero en ciertas imágenes, algunos de ellos caían al suelo, sin poder soportar el poder del arma en sus manos. "No cualquiera podía usarlas. La compatibilidad entre un usuario y una Teigu era algo que no podía forzarse. Si alguien sin la afinidad o el conocimiento correcto, intentaba utilizar una, ya sea que tenga buenas intenciones, o no… la persona, lamentablemente, sería destruido por el propio poder de las Teigus".
Las imágenes mostraron a varios guerreros colapsando, sus cuerpos retorciéndose de dolor mientras la energía de las Teigus los consumía. Tatsumi al ver éso, sintió un escalofrío recorrer su espalda. El había escuchado sobre eso antes. En el bosque, cuando conoció a Onyx. El le contó. Si una persona no era compatible con una Teigu… la consecuencia más probable... era... la muerte.
Onyx prosiguió con su relató. "El Emperador al descubrir ésto. Sabía que ésto era un problema muy grave. Si solo ciertos individuos podían manejar estas armas, ¿Qué pasaría si las personas correctas no estaban disponibles en el momento de una crisis?. ¿Qué pasaría si un enemigo formidable aparecía y nadie con la afinidad correcta podía empuñar una Teigu para hacerle frente?".
Ante ésas preguntas, el aire se volvió aún más pesado del que ya estaba.
"Para evitar que aquella debilidad, aquel error, condenara al Imperio y a las personas que vivían en él, se creó una última Teigu". Las imágenes en la pantalla volvieron a cambiar. Esta vez, mostraron una habitación iluminada por luces frías y artificiales. En su centro, rodeada por un grupo de científicos e investigadores con rostros tensos y miradas calculadoras, se encontraba una gran cápsula de cristal reforzado. Dentro de ella, reposaba una esfera plateada de aspecto inofensivo, casi ordinario. Sin embargo, todos en la habitación sabían que aquella cosa, lejos de ser común, era un arma. Un arma viva. Una Teigu. O, mejor dicho, una Teigu consciente.
A pesar de su forma actual, todos excepto Tatsumi, comprendieron su verdadera naturaleza. Para ellos, su auténtica esencia no era aquella espada en las manos del castaño, sino era aquella esfera blanca dentro de esa cápsula. Un objeto que pese a su apariencia. Era en realidad un arma. Una que no necesitaba compatibilidad. Una que no requería pruebas de sangre o linaje. Una que elegiría a su usuario, por voluntad propia.
Una arma llamada... Onyx: Ultimate Protection. La Teigu Número 49.
Najenda se inclinó ligeramente hacia adelante en su asiento, su rostro ahora reflejando una mezcla de comprensión y gravedad. Finalmente, todas las piezas del rompecabezas encajaban en su mente. "Ahora, lo entiendo todo". Murmuró con seriedad. Sus dudas y preguntas comenzaron a disiparse, dejándole una sola pregunta en su mente. Sus ojos se posaron en la espada que Tatsumi aún sostenía, mientras las imágenes en la pantalla seguían desplegándose con un resplandor brillante. "Eres una Teigu". Su afirmación fue firme, casi desafiante, pero no estaba dirigida a Tatsumi. Sino, directamente... a Onyx.
"Eres una Teigu con la capacidad de ser compatible con cualquier persona, sin importar quién sea, ¿Verdad?".
Hubo un breve silencio antes de que una voz clara y serena respondiera, resonando en la sala como si emergiera del mismo aire.
"Sí, líder de Night Raid". Confirmó Onyx. "Se puede decir que sí".
Najenda asintió, en parte satisfecha con la respuesta, y en parte aún sumida en sus propios pensamientos. Sacó una pequeña caja metálica de su uniforme negro, extrajo un cigarro y lo encendió con su encendedor un movimiento preciso. Mientras aspiraba un poco, para después dar la primera bocanada de humo que se disipaba en el aire, sus ojos se entrecerraron con una pregunta que aún flotaba en su mente.
"Entonces... si eres una Teigu... y puedes hablar...". Hizo una pausa breve, como si estuviera organizando sus pensamientos antes de continuar. "Podrías respóndeme algo".
Onyx, intentando sonar amigable y accesible para todos los demás, respondió con calma. "Por supuesto. Cualquier pregunta que tenga, la responderé con sinceridad".
La Teigu deseaba establecer una buena relación con ellos, tanto por propia voluntad como por la influencia que Tatsumi tenía sobre él. No obstante, en su intento de ser accesible y amigable, cometió un error. No se percató de la pregunta que Najenda estaba a punto de hacerle. Si hubiera estado atento, si hubiera leído su mente como lo había hecho antes con ella y con la francotiradora de Night Raid, se habría preparado mejor... Pero no lo hizo. No leyó su mente, y por ello no anticipó lo que venía.
"Dime...". Najenda tomó otra bocanada de humo antes de continuar, su voz firme pero cargada de un matiz inquisitivo. "¿Por qué no hay registro de ti en el Imperio?. ¿Por qué nadie conoce de tu existencia?".
Onyx al escuchar éso, sintió algo removerse dentro de él. Algo que no le gustaba sentir para nada. Pero Najenda no notó ésto... y siguió hablando.
"En otras palabras…". Ella dijo, dejando escapar lentamente el humo de su boca. "¿Por qué no estuviste junto a las demás Teigus en todo este tiempo?".
La pregunta impactó a Onyx como una descarga eléctrica. La Teigu sintió cómo una oleada de emociones turbulentas se alzaba en su interior. Aquella pregunta, aquel simple cuestionamiento, había tocado una herida oculta. Un recuerdo que había enterrado. Un pasado que intentaba olvidar. Uno... que había creado... desde que vio eso, aquella noche.
Si Onyx hubiera estado alerta, habría podido responder con serenidad, con una justificación fría y calculada. Pero no lo estaba. Y por ello, no pudo evitar que esas emociones se filtraran en una acción inmediata.
De repente, la pantalla de energía que flotaba sobre Tatsumi se apagó. No hubo una transición lenta. No hubo advertencias. Solo se desvaneció, de manera brusca y fría, como si nunca hubiera estado ahí. Al igual, que la energía que rodeaba al castaño también desapareció, retirándose rápidamente de su cuerpo y volviendo a la espada sin dejar rastro.
El cambio fue tan abrupto que todos los presentes quedaron en shock.
"¿Qué demonios pasó?". Leone fue la primera en romper el silencio, su rostro reflejaba asombro como confusión.
"No tengo idea". Lubbock respondió, también sorprendido por ver a la Teigu reaccionar así. Pero su mirada cambió y fue directamente al castaño. "Tatsumi, ¿Qué fue eso?".
Tatsumi, aún sosteniendo a Onyx, alzó la vista. Sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y algo más… preocupación. "No lo sé…". Respondió él. Su voz sonaba apagada, casi distante.
Mine, con una expresión de desconfianza, se cruzó de brazos. "¿Cómo que no lo sabes?. Es tu Teigu, ¿No?. ¿Qué fue lo que le pasó?". Ella pregunto.
Pero Tatsumi no respondió de inmediato. En lugar de eso, bajó la mirada hacia Onyx. Lentamente, se inclinó y lo levanto del suelo con ambas manos, sosteniéndolo con cuidado. Sus dedos se aferraron con firmeza a la empuñadura de la espada, como si intentara transmitirle algo. "Onyx…". Dijo en un susurro.
Pero la manera en la que lo dijo… Era como si su voz contuviera un dolor silencioso. Como si lo que acababa de suceder no lo hubiera sorprendido únicamente, sino que también le hubiera dolido.
Akame y Sheele intercambiaron miradas. Ambas entendieron al instante que algo no estaba bien.
Algo había afectado a Onyx. Tal vez Tatsumi no sabía exactamente qué, pero sí podía sentirlo.
Los demás también empezaron a darse cuenta. La sensación que flotaba en la sala ya no era de simple incomodidad o extrañeza, como la primera vez que el castaño le habló sobre Onyx. Ahora, era diferente. Había algo más pesado en el aire. Algo que hacía que incluso los más escépticos sintieran una punzada de compresión y lastima por el castaño.
Najenda, observando la escena con atención, mientras tomaba una calada de su cigarro de manera tranquila. Aunque no lo diría en voz alta, la imagen frente a ella le provocó una sensación extraña de preocupación. Pero no por Onyx. Sino por Tatsumi.
Había visto muchas veces a soldados aferrarse a sus armas, llamarlas compañeras de batalla, tratarlas con respeto. Pero lo que estaba viendo en ese momento… Era algo distinto. No era un soldado protegiendo un arma. Era un amigo preocupándose por otro. Y en ese momento. En ése preciso momento, Najenda tomó una decisión.
Apoyó un codo en el brazo de su silla y con un tono más firme, pero comprensivo, habló. "La reunión ha terminado".
Todos giraron hacia ella, sorprendidos por la declaración repentina. Pero cuando vieron su expresión, entendieron que no era momento de seguir cuestionando.
Mine apretó los labios, como si quisiera decir algo más, pero decidió guardárselo. Leone miró a Tatsumi de reojo antes de suspirar y asentir. Akame simplemente observó en silencio. Y Sheele y Lubbock, solo se quedaron callados.
Uno a uno, los miembros de Night Raid comenzaron a retirarse, dejando la conversación sin más palabras o preguntas.
Al menos, por ahora.
Tatsumi también lo escuchó. Y cuando lo hizo, lo entendió de inmediato. Aún sosteniendo a Onyx con ambas manos, levantó la vista y miró a Najenda con gratitud en los ojos. "Gracias."
Fue una simple palabra. Pero Najenda la recibió con un leve asentimiento, sin decir nada más. Solo exhaló otra bocanada de humo, mientras se levantaba de su asiento y antes de salir de la habitación, añadió algo.
"Tatsumi, puedes irte".
Y con esas palabras, la reunión llegó a su fin.
Base de Night Raid - 17:30 pm. (Habitación de Tatsumi)
Tatsumi estaba sentado en su cama. Su cuerpo permanecía inmóvil, pero su expresión lo decía todo. Preocupación. Tristeza. Frustración. Las emociones se mezclaban en su rostro mientras sus brazos rodeaban con cuidado a Onyx, sosteniéndolo con una delicadeza inusual, como si temiera que pudiera romperse en cualquier momento. No lo veía como un arma. No lo veía como una simple Teigu. Lo abrazaba como si fuera un amigo herido.
"Onyx, ya estamos solos". Su voz era baja, suave, casi un susurro.
Pero su compañero no respondió.
Desde que Najenda había hecho esas preguntas, Onyx no había dicho ni una sola palabra. El silencio era frío. Un frío familiar. Porque Tatsumi ya había experimentado esto antes. Le recordó aquel día en que sintió el Dolor De Onyx, por primera vez, cuando entró en su gema y escuchó su sufrimiento en carne propia.
Un sufrimiento tan profundo… Tan oscuro... Tan desgarrador…
El castaño apretó los dientes y reforzó su abrazo. No podía soportar verlo así. "Estoy aquí, Onyx. No tienes que cargar con esto solo". Él le dijo, recordándole las mismas palabras que le dijo aquella vez.
Por un momento, el silencio continuó, pesado, opresivo. Pero entonces... Finalmente lo escuchó.
Una voz quebrada. Temblorosa. Llena de dolor.
"Lo siento…"
Un susurro. Un lamento.
Tatsumi sintió su corazón encogerse.
"Lo siento mucho…".
Y entonces, el llanto comenzó. No era un llanto humano. No eran lágrimas físicas. Pero el dolor en su voz era inconfundible. Profundo. Oscuro. Desgarrador.
Tatsumi no dijo nada más. No había palabras que pudieran aliviar ese sufrimiento. Así que, en lugar de hablar, se acostó en su cama, aún sosteniendo a Onyx entre sus brazos. No iba a soltarlo. Y Onyx lo sintió. Y lo entendió.
Desde la gema de la espada, tentáculos de energía surgieron, envolviendo el cuerpo de Tatsumi con una calidez reconfortante. Una muestra silenciosa de aceptación.
Tatsumi bajó la mirada y, con una ternura casi fraternal, acarició la gema de la espada con la yema de sus dedos. "Descansa, Onyx".
Dio un último toque a la gema antes de cerrar los ojos. Y poco a poco, el sueño los envolvió a ambos.
Pero... Sin embargo…
Mientras la luz del atardecer entraba por la ventana, bañando la habitación en un tono anaranjado, algo quedó expuesto a la tenue iluminación.
La gema de Onyx. Está. Estaba... negra. Y... con una grieta enorme recorriéndola. Era como si... si la aparición es ésto en la gema... significará algo...
Como si reflejara su sufrimiento interno. Como si algo dentro de él… Se estuviera rompiendo. Algo que... ya roto... podría... en un futuro… podría ser muy... mortal.
En algún lugar lejos de la capital imperial - 17:30 pm. (Pueblo de Tensui)
El viento soplaba suavemente, arrastrando el aroma metálico de la sangre. El pueblo, que alguna vez estuvo lleno de vida, ahora era un cementerio al aire libre.
Las calles estaban teñidas de rojo. Cuerpos sin vida se apilaban en cada rincón. Y en la cima de una de esas macabras montañas de cadáveres, una joven tarareaba una melodía alegre mientras limpiaba meticulosamente su espada.
La escena era surreal. La imagen de una chica de apariencia juvenil, balanceando las piernas de manera juguetona mientras reposaba sobre los restos de decenas de personas masacradas.
Y su expresión… No era la de alguien atormentado por la culpa. No era la de alguien consciente de la atrocidad que acababa de cometer. Era la de alguien disfrutándolo.
"Jugar con los cuerpos humanos es muy divertido". Dijo entre risas. En sus manos tenía una bolsa llena de galletas que estaba comiendo, mientras sus ojos oscuros observaban el atardecer con una inocencia perturbadora.
Debajo de la pila de cadáveres, un grupo de soldados con uniformes oscuros y máscaras de metal trabajaba con eficiencia.
"Asegúrense de apilar todos los cuerpos". Ordenó una mujer del grupo. "Los quemaremos para no dejar evidencia."
Otro soldado, más despreocupado, chasqueó la lengua mientras revisaba los bolsillos de un cadáver. "¿Realmente estaría mal vender sus bienes en el mercado negro?. Al final, cumplimos con la misión, ¿No?".
El primero lo fulminó con la mirada, pero no respondió.
Porque, al final del día…
Todos ellos sabían que la capital haría lo que quisiera con las pertenencias de los muertos. Esto no era una simple masacre. Sino, simplemente... era un negocio.
Uno de los soldados se apartó del grupo y miró hacia la pila de cadáveres, donde la joven seguía tranquilamente comiendo una galleta.
"¡Kurome!". Gritó, tratando de llamar su atención. "¡Te ha llegado un mensaje!. ¡Necesitas volver a la capital!".
La joven, aún masticando, ladeó la cabeza con curiosidad. "¿Yo?".
"Así es". Respondió el soldado.
Kurome mordió otra galleta y se puso de pie, sacudiéndose el polvo de la falda con calma. "¿Y qué quieren ahora?". Preguntó sin mucha importancia.
"No estoy seguro, pero parece que tiene algo que ver con una selección especial. Algo sobre elegir entre seis personas".
Otro soldado, aún trabajando, intervino con desinterés. "Escuché rumores sobre un nuevo grupo que se está formando en la capital".
La información hizo que Kurome arqueara una ceja.
Interesante. "Un nuevo grupo, ¿eh?". Pensó para sí misma. Su mirada se perdió en el horizonte, donde el sol comenzaba a ocultarse. Y mientras la última luz del atardecer iluminaba su rostro, una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Su mente viajó a un recuerdo distante…
Y con voz suave, casi nostálgica, susurró. "Parece que te veré muy pronto… mi querida hermana".
Y con esas palabras, la oscuridad se tragó el último vestigio de luz de ese pobre pueblo masacrado.
¡Hola a todos!. Aquí les traigo un nuevo capítulo de esta historia, y créanme cuando les digo que las cosas están comenzando a tomar un rumbo inesperado.
Como pudieron ver en éste capítulo, la verdad sobre Onyx finalmente salió a la luz ante los asesinos de Night Raid. Y, como era de esperarse, las reacciones fueron tan variadas como intensas. Algunos quedaron sorprendidos, otros confundidos, y unos cuantos aún guardan ciertas dudas. Pero, al menos, algo ha cambiado. Ya no es Tatsumi de quien está bajo sospecha… sino Onyx.
Esta revelación marcará un antes y un después en la relación entre Tatsumi y Night Raid. Y aunque en este capítulo apenas vimos un atisbo de ello, en los próximos se explorará con mayor profundidad. Habrá momentos de tensión, de incertidumbre, pero también... y esto se los aseguro... momentos muy cómicos y sorprendentes.
Ahora, pasemos a otro tema que sé que ha generado mucha curiosidad entre ustedes. Los posibles emparejamientos de Tatsumi.
He leído sus comentarios sobre (Najenda x Tatsumi x Esdeath), y quiero ser completamente honesto con ustedes. Cuando introduje esa dinámica en la historia, no lo hice con la intención de establecer un romance definido. Sin embargo, al ver su interés en los comentarios, no descarto que algo pueda desarrollarse en el futuro. ¿Será Najenda? ¿Será Esdeath?. ¿O será alguien más?. Solo el tiempo lo dirá.
Lo que sí puedo adelantarles es que, en este capítulo, tuvieron un pequeño vistazo a los pensamientos y sentimientos que Najenda tiene sobre Tatsumi y, de alguna manera, a lo que él siente por su líder. Si algo llegará a suceder entre ellos, eso se descubrirá con el más adelante.
Por otro lado, el próximo capítulo estará centrado en algo que sé que muchos esperan con ansias: Los poderes de Onyx y sus transformaciones.
Créame, será épico. Lo que viene cambiará por completo la percepción que tienen sobre esta Teigu. Habrá acción, revelaciones y momentos que los dejarán con la boca abierta.
Así que, si les ha gustado esta historia, no olviden seguirla, añadirla a favoritos para no perderse futuras actualizaciones y, por supuesto, compartir sus opiniones en los comentarios. Me encantaría saber qué piensan de este capítulo y qué teorías tienen sobre lo que se viene.
¡Nos vemos en el próximo capítulo!. ¡Cuídense mucho!.
