Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y toda su banda.
28. ... Cuando Olvidas la Contraseña.
Yoma miró en completo silencio la pantalla de su computadora, acababa de prender la máquina y ya le estaba haciendo preguntas imposibles, específicamente, pedía la contraseña de inicio.
Aunque era un hombre mayor, a Yoma le gustaba considerar que no era un hombre ignorante en cuanto a las nuevas tecnologías se refería; tenía un celular que usaba diariamente para ver películas, hablar con su hijo, hacer listas de compra y de vez en cuando se descargaba algún juego que le llamaba la atención. Sabía lo que hacía cuando tenía frente a él algún aparato electrónico, incluso le gustaba presumir de que era mejor manejando esos aparatos que su esposa, pero había una sola cosa con la que siempre tenía problemas.
Algo que su esposa siempre le echaba en cara cuando él se burlaba de ella y de su confusión con todos los botones que tenía el nuevo horno de microondas: las contraseñas.
Mirando la pantalla de inicio, Yoma mantuvo su mirada fija en el pequeño rectángulo en blanco donde se suponía que debía escribir la contraseña, como si con eso fuera a recordarla de inmediato.
—Podría ser… —murmuró, procediendo a comenzar a escribir— el nombre de mi autor favorito.
Al terminar de escribir el nombre de Shakespeare, Yoma presionó la tecla Enter, sintiéndose frustrado al notar como se le negaba el acceso.
—¿Entonces?
Decidido a averiguar la contraseña, Yoma comenzó a probar todo tipo de combinaciones, con todo tipo de cosas que se le venían a la mente. Su personaje de ficción favorito, su comida favorita, su fragancia favorita, su estilo de sombrero favorito, su obra de teatro favorita, película favorita, el nombre de su primera mascota…
Posterior a una infructuosa hora, Yoma gruñó fastidiado, sin tener ni idea de cuál era su contraseña y cómo podía acceder a su computadora sin necesidad de ella. ¿Por qué le había puesto una contraseña a su computadora si sabía que no era bueno recordar contraseñas? Ese era un misterio sobre el cual no quería pensar en ese momento, por completo concentrado en recordar su contraseña.
Para su suerte, justo en ese momento, su esposa estaba entrando en la sala de estar, preparada para encender la televisión y buscar una buena película.
—Partita —dijo, llamando la atención de la mujer, quien no lo miró por estar concentrada en la pantalla pero hizo un sonido indicándole que lo estaba escuchando—, ¿de casualidad no te dije cuál es la contraseña de mi computadora?
—¿Otra vez la olvidaste?
—Oh, vamos, no te enojes conmigo y dime.
Youma vio a su esposa sonreír de lado, probablemente burlándose de él; sin embargo, no tardó en apiadarse y voltear a verlo con una expresión divertida.
—Es el nombre de tus nietos, anciano.
Al escucharla, Yoma se quedó en silencio, sin saber de qué estaba hablando la mujer, hasta que lo recordó. Tenma no tenía hijos, claro, incluso se negaba a adoptar aludiendo que su esposo tenía un trabajo que los mantenía ocupados todo el tiempo, por lo que el matrimonio se había visto en la obligación de adoptar a los sobrinos de Alone como sus nietos.
Era cierto, esos castaños hasta le decían abuelo, el mayor incluso le había comprado su computadora y le había enseñado a usarla.
Recordando, Youma regresó su atención a su máquina, puso sus manos sobre el teclado y se congeló.
¿Y cómo se llamaban esos chicos?
