Buenas aquí les dejo una adaptación de un libro que me gusto, los personajes de inuyasha no me pertenecen si no a "Rumiko" ni la historia ni los personajes del libro sino a "Shelby" espero que les guste
Asesino de brujas
Libro 1
La bruja blanca
(poco a poco, el pájaro construye su nido)
Cap.20
Dolor De Alma
Kag
Me desperté con un paño fresco en la frente. Parpadeando a regañadientes, permití que mis ojos se aclimataran a la oscuridad parcial. La luz de la luna bañaba el cuarto de plata, iluminando una silueta agazapada en la silla junto a mi cama. Aunque la luna desteñía su cabello plateado, era imposible confundirlo.
Inuyasha
Tenía la frente apoyada contra el borde del colchón, sin llegar a tocar mi cadera. Sus dedos yacían a centímetros de los míos. Mi corazón se contrajo con dolor. Seguramente me había estado dando la mano antes de quedarse dormido.
No sabía cómo me sentía al respecto.
Toque con vacilación su cabello y luche contra la desesperación en mi pecho. Él había quemado a Yuka. No: yo había quemado a Yuka. Había sabido que el haría. Había sabido que el la mataría. Lo había querido.
Aparte la mano, asqueada de mí misma. Asqueada de inuyasha. Por un instante, había olvidado por que estaba allí. Quien era. Quien era él.
Una bruja y un cazador de brujas unidos en sagrado matrimonio. Solo había un final posible para semejante historia: una hoguera y una cerilla. Me maldije por ser tan estúpida, por haberme permitido acercarme demasiado.
Una mano toco mi brazo. Me giré y vi a inuyasha mirándome. La barba incipiente ensombrecía su mandíbula y las ojeras coloreaban sus ojos, como si no hubiera dormido en mucho tiempo.
-Estas despierta -susurro.
-Si.
Suspiro aliviado y cerró los ojos mientras apretaba despacio mi mano.
-Gracias a Dios.
Después de un segundo de vacilación, le devolví el apretón.
- ¿Qué ha ocurrido?
-Te desmayaste. -Trago con dificultad y abrió los ojos. Estaban llenos de sufrimiento-. Hojo corrió en busca de mademoiselle Perrot. No sabía que hacer, dijo que… gritabas. Que no podía hacer que te detuvieras. Mademoiselle Perrot tampoco pudo calmarte. -Acaricio sin pensar mi mano, mirándola sin verla realmente.
-Cuando llegue, estabas… enferma. Muy enferma. Gritabas cuando te tocaban. Solo te detuviste cuando yo… -Se aclaro la garganta y aparto la vista, su nuez subió y bajo -. Luego, te… paralizaste. Creímos que habías muerto. Pero no lo hiciste.
Mir su mano sobre la mía.
-No, no lo hice.
-Te he alimentado con trozos de hielo y las criadas han cambiado las sábanas cada hora para mantenerte cómoda.
Ante sus palabras, note la humedad en mi camisón y en las sábanas. Mi piel también estaba pegajosa de sudor. Debía de tener un aspecto terrible.
- ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
-Tres días.
Gruñí, me incorpore y me frote la cara sudada.
-Mierda.
- ¿Esto ha ocurrido antes? -Observo mi rostro mientras yo apartaba las sábanas y temblaba por el frio aire nocturno.
-Claro que no. -Aunque intente mantener la calma, las palabras salieron abruptas y el endureció la expresión.
-Hojo cree que ha sido por la quema. Dice que te aconsejo no mirar.
La quema. No era más que eso para inuyasha. Su mundo no había quedado envuelto en llamas ante esa hoguera. Él no había traicionado a los suyos. La furia se encendió de nuevo en mi estómago. Probablemente, ni siquiera sabía en nombre de Yuka.
Fui al cuarto del baño, negándome a mirarlo a los ojos.
-Rara vez hago lo que me dicen.
Mi furia ardió más cuando inuyasha me siguió.
- ¿Por qué? ¿Por qué mirabas si te hacia tanto daño?
Abrí el grifo y observé el agua correr y llenar la tina.
-Porque la matamos. Lo mínimo que podíamos hacer era observar cómo sucedía. Se merecía eso al menos.
-Hojo dijo que llorabas.
-Es cierto.
-Solo era una bruja. Kagome.
-Ella -rugí, girándome-, ella era una bruja… y una persona.
Se llamaba Yuka y nosotros la quemamos.
-las brujas no son personas- dijo el con impaciencia-. Esa es una fantasía infantil. Tampoco son haditas que visten flores y bailan bajo la luna llena. Son demonios. Has visto la enfermería. Son malévolas. Te harán daño si tienen la oportunidad de hacerlo. -sacudió una mano agitada en el aire y me fulmino con la mirada-. Merecen la hoguera.
Me sujete a la bañera con la mano para no hacer algo de lo que me arrepentiría. Necesitaba lanzar mi furia contra él. Necesitaba rodear su garganta con las manos y sacudirlo… para que entrara en razón. Sentí la tentación de cortarme el brazo de nuevo, para que pudiera ver la sangre que fluía allí. La sangre que era del mismo color que la suya.
- ¿Y si yo fuera una bruja, inuyasha? -pregunte en voz baja-. ¿Merecería ir a la hoguera?
Cerré el grifo y un silencio absoluto lleno el cuarto. Sentía sus ojos en mi espalda… cautelosos, evaluando.
-Si -dijo con cuidado-. Si fueras una bruja.
La pregunta tacita flotaba en el aire entre los dos. Lo mire a los ojos por encima del hombro, desafiándolo a que preguntara. Rogando que no lo hiciera. Rogando que lo hiciera. Insegura de como respondería si preguntaba.
Un segundo largo paso mientras intercambiábamos miradas. Al final, cuando fue evidente que no preguntaría o que no podía hacerlo, mire el agua y susurre:
-Los dos merecemos la hoguera por lo que le hemos hecho.
Se aclaro la garganta, incomodo con el nuevo rumbo de la conversación.
-Kag…
-Déjame sola. Necesito tiempo.
No discutió y no lo observe marcharse. Cuando cerró la puerta, me metí en el agua caliente. Echaba humo, casi hervía, pero de todas formas era una caricia fresca comparada con la hoguera. Me deslice a través de la superficie, recordando la agonía de las llamas sobre mi piel.
Había pasado años ocultándome de la Dame des Sorcieres. Mi madre. Había hecho cosas terribles para protegerme, para garantizar mi supervivencia. Porque más allá de todo, eso es lo que hacía: sobrevivía.
Pero ¿a qué precio?
Había reaccionado instintivamente con Yuka. Había sido su vida o la mía. El modo de proceder me había parecido claro. Solo había una opción. Pero… Yuka había sido una de las mías. Una bruja. No quería mi muerte… solo liberarse de la persecución que -fastidiaba a los nuestros.
Por desgracia, ambas cosas eran excluyentes. Pensé en su cuerpo, en el viento llevándose sus cenizas…y en las otras cenizas que habían sido desparramadas con el transcurso de los años.
Pensé en Monsieur Bernard, pudriéndose en una cama en el piso superior, y en todos los otros que habían esperado morir atormentados. Tanto brujas como personas, era lo mismo. Todos inocentes. Todos culpables.
Todos muertos.
Pero yo no.
Cuando tenía dieciséis años, mi madre había intentado sacrificarme: era su única hija. Incluso antes de mi concepción, Tsubaki había visto un patrón que ninguna Dame des Sorcieres había visto antes. Había estado dispuesta a hacer lo que ninguna de sus predecesoras jamás había soñado: matar su linaje. Con mi muerte, el linaje del rey también habría muerto. Todos sus herederos, legítimos y bastardos, habrían dejado de respirar conmigo. Una vida para terminar con cien años de persecución. Una vida para terminar el reinado tirano de los Lyon.
Pero mi madre no solo quería matar al rey. Ella quería hacerle daño. Destruirlo. Aun podía ver su patrón en el altar, resplandeciendo en torno a mi corazón y expandiéndose en la oscuridad. Hacia los hijos del rey. Las brujas planeaban atacar en medio de su angustia. Planeaban aniquilar lo que quedaba de la familia real… y a todos lo que le siguieran.
Emergí del agua en busca de aire.
Durante años me había mentido a mí misma, convencida de que había huido del altar porque no podía acabar con vidas inocentes. Sin embargo, allí estaba con sangre inocente en mis manos.
Era una cobarde.
El dolor de aquella revelación fue más allá de mi piel sensible, más allá de la agonía de las llamas, esta vez, había dañado algo importante. Algo irreversible. Dolía en lo más profundo de mi ser.
Asesina de brujas.
Por primera vez en mi vida, me pregunte si había tomado la decisión correcta.
-:-
Gogo vino a verme más tarde ese día, tenía la cara seria cuando tomo asiento a mi lado en la cama. Hojo demostró un interés excesivo en los botones de su abrigo.
- ¿Cómo te encuentras? -Alzo una mano para acariciar mi cabello. Ante su tacto, mis emociones retorcidas salieron de nuevo a la superficie. Una lagrima escapo y rodo por mi mejilla. La limpie, frunciendo el ceño.
-Como el infierno.
-pensábamos que te habíamos perdido.
-Eso hubiera deseado.
Detuvo su mano.
-No digas eso. Solo te duele el alma. Eso es todo. Nada que unos pasteles glaseados no puedan solucionar.
Abrí los ojos de par en par.
- ¿Me duele el alma?
-Es parecido a un dolor de cabeza o de estómago, pero mucho peor. Solía experimentarlo cuando vivía con mi tía. -Aparto suavemente el cabello de mi rostro e inclino el torso hacia adelante para limpiar otra lagrima en mi mejilla-. No ha sido tu culpa. Kag. Has hecho lo que debías hacer.
Me mire las manos un largo instante.
-Entonces, ¿Por qué me siento como una gran mierda?
-Por qué eres buena persona. Se que nunca es bonito arrebatar una vida, pero Yuka te ha obligado a hacerlo. Nadie puede culparte.
-Estoy segura de que Yuka pensaría de forma distinta.
-Yuka tomo su decisión cuando deposito su fe en tu madre.
Escogió mal. Lo único que puedes hacer ahora es seguir adelante.
¿O no? -Movió la cabeza hacia Hojo, quien se sonrojo en la esquina del cuarto. Aparte con rapidez la mirada.
Él lo sabía, por supuesto. Había olido la magia. Sin embargo, yo estaba viva. Mis lagrimas llenaron mis ojos. Basta, ordene. Por supuesto que no te ha delatado. Es el único hombre decente en esa torre.
Debería darte vergüenza pensar lo contrario.
Con un nudo en la garganta, toque el anillo de Midoriko, incapaz de mirar a nadie a los ojos.
-Debo advertirte -continuo Gogo- de que el reino aclama a Inuyasha como héroe. Ha sido la primera quema en meses y con el clima actual, bueno… Ha sido una celebración. El Rey Ino no a invitado a Inuyasha a cenar con él, pero Inuyasha se ha negado. -Ante mi expresión interrogante, ella frunció los labios con desaprobación-. No ha querido dejarte.
De pronto, sentí demasiado calor y aparte las sábanas a patadas.
-No ha habido nada heroico en la que ha hecho.
Ella y Hojo intercambiaron una mirada.
-Como su esposa -dijo ella con cautela-, se espera que pienses lo contrario.
La mire.
-Escucha, Kag. -enderezo la espalda y emitió un suspiro impaciente-. Solo estoy cuidándote. Han oído tus gritos durante la ejecución. Muchas personas están muy interesadas en por que la quema de una bruja he hecho que tuvieras un brote de histeria… incluso el rey. Inuyasha ha acabado aceptando su invitación esta noche para tranquilizarlo. Debes tener cuidado. Todos estarán vigilándote. -poso con rapidez la mirada en Hojo-. Y sabes que la hoguera no es solo para brujas. Los simpatizantes de las brujas pueden tener un destino similar.
Mi corazón se detuvo mientras los miraba.
-Ay, Dios. Vosotros…
-Nosotros tres -Susurro Hojo-. Olvidas a Inuyasha. El también ardera.
-Él ha asesinado a Yuka.
Hojo miro sus propias botas y trago con dificultad.
-El piensa que Yuka era un demonio. Todos lo piensan. El… intentaba protegerte, kag.
Sacudí la cabeza, las lágrimas furiosas amenazaban con caer de nuevo.
-pero está equivocado. No todas las brujas son malvadas.
-sé que tú lo crees- dijo Hojo en voz baja-, pero no puedes obligar a Inuyasha a creerlo. -Finalmente alzo la vista y sus ojos de color café contenían una tristeza profunda; una tristeza que alguien de su edad jamás debería haber experimentado-. Hay algunas cosas que no pueden cambiarse con palabras. Es necesario ver algunas cosas para creerlas. Es necesario sentirlas.
El camino hacia la puerta, pero no vacilo y me miro por encima de su hombro.
-Espero que encontréis el modo de seguir adelante juntos. Él es una buena persona y… tú también lo eres.
Lo observe marcharse en silencio, desesperada por preguntar como… ¿Cómo era posible que una bruja y un cazador de brujas hallaran un modo de seguir adelante juntos? ¿Cómo podría amarlo alguna vez?
Sin embargo, Hojo tenía razón en una cosa. No podía responsabilizar por completo a Inuyasha por lo que había ocurrido con Yuka.
El realmente creía que las brujas eran malignas. Esa creencia era tan parte de el cómo su cabello plateado o su altura colosal.
No, la muerte de Yuka no recaía en las manos de Inuyasha.
Recaía en las mías.
-:-
Antes de que Inuyasha regresara esa noche, Sali de la cama y me arrastre hasta su escritorio. Mi piel escocia y ardía al curarse, recordándome las llamas, pero mis extremidades eran algo distinto. Sentía los músculos y los huesos más rígidos, más pesados, como si fuera a arrastrarme por el suelo. Cada paso hasta el escritorio era una lucha. El sudor cubría mi frente y enredaba el cabello en mi nuca.
Gogo había dicho que la fiebre continuaría. Esperaba que terminara pronto.
Me derrumbé en la silla y abrí el cajón del escritorio con los últimos restos de energía. La Biblia desgastada de Inuyasha aun yacía dentro. Con dedos temblorosos, abrí y comencé a leer, o al menos lo intenté. Su caligrafía abarrotada cubría cada centímetro de los márgenes estrechos. Aunque acerque las páginas delgadas como seda a mi nariz, no podía centrar la atención en la escritura sin que se me nublara la vista.
Lance el libro dentro del escritorio de nuevo con un suspiro contrariado.
Probar que las brujas no eran inherentemente malvadas sería más difícil de lo que esperaba. Pero había ideado un plan después de que Gogo y Hojo se marcharan esa tarde. Si había podido convencer a Hojo de que no éramos malvadas, quizás también era posible hacerlo con Inuyasha. Para lograrlo, necesitaba comprender su ideología. Necesitaba comprenderlo a él. Maldiciendo en voz baja, me puse de pie otra vez, preparándome para descender al infierno.
Tenía que visitar la biblioteca.
Media hora después, empuje la puerta del calabozo, una ráfaga de aire frio toco mi piel pegajosa y suspire aliviada. El pasillo estaba tranquilo. La mayoría de los Chasseurs dormía y el resto estaba ocupando haciendo… lo que fuera que hacían. Protegiendo a la familia real. Protegiendo a los culpables. Quemando inocentes.
Sin embargo, cuando llegue a la biblioteca, abrieron la puerta de la sala del consejo y el arzobispo salió con calma, lamiendo de sus dedos algo que parecía glaseado. En su otra mano, tenía un pastel a medio comer.
Mierda. Antes de que pudiera colocarme el anillo de Midoriko en mi boca para desaparecer, él se giró y me vio. Ambos nos quedamos paralizados con la mano a medio camino hacia la boca, igual de ridículos, pero él se recuperó primero y oculto el pastel detrás de la espalda a toda prisa. Un poco de glaseado permaneció en la punta de su nariz.
- ¡Kagome! ¿Qué… que haces aquí? – sacudió la cabeza ante mi expresión atónita y se aclaró la garganta antes de que erguirse en toda su insignificante altura-. Esta es un área restringida. Debo pedirte que te marches de inmediato.
-Lo siento, yo… -Aparte la vista y mire a cualquier cosa que no fuera su nariz-. Quería pedir prestada una Biblia.
El me miro como si me hubiera crecido cuernos… Algo irónico, dada mi petición.
- ¿Una qué?
- ¿Eso es un… pastel? -Inhale profundamente la canela y la vainilla y aparte un mechón de cabello sudoroso de mi frente. A pesar de la fiebre, la saliva invadió mi boca. Hubiera reconocido ese aroma en cualquier parte. Era mi aroma. ¿Qué diablos hacia el con un pastel? No pertenecía a aquel lugar oscuro y lúgubre.
-Suficientes preguntas impertinentes. -Frunció el ceño y se limpió los dedos sobre su túnica a escondidas-. Si de veras quieres una Biblia, lo cual dudo, por supuesto que te daré una, siempre y cuando vuelvas directamente a tu habitación. -A regañadientes, sus ojos inspeccionaron mi rostro: la piel pálida, la sien sudada, los ojos ensombrecidos. Suavizo su expresión-. Deberías estar en la cama, Kagome. Tu cuerpo necesita tiempo para… -Sacudió una vez más la cabeza, deteniéndose, como si no estuviera seguro de que bicho le había picado. Empatizaba con el-. No te muevas.
Paso a mi lado hacia la biblioteca y volvió un momento después.
-Toma. -Coloco un libro antiguo y polvoriento en mis manos.
El glaseado mancho el lomo y la cubierta-. Asegúrate de cuidarlo como corresponde. Es la palabra de Dios.
Deslice mi mano sobre la encuadernación de cuero, dibujando líneas en el polvo glaseado.
-Gracias. Lo devolveré cuando termine.
-No es necesario. -se aclaró la garganta de nuevo, frunciendo el ceño y colocando las manos detrás de la espalda. Parecía tan incomodo como yo-. Es tuyo. Considéralo un regalo.
Un regalo. Las palabras hicieron que un rayo de insatisfacción recorriera mi cuerpo y me impacto la extrañeza de la situación. El arzobispo, ocultando el glaseado en sus dedos. Yo, aferrando la Biblia contra mi pecho.
-Bien. Bueno, debo de irme…
-Claro. Yo también debo de irme….
Nos separamos asintiendo con la cabeza del mismo modo incomodo.
-:-
Esa noche, Inuyasha abrió la puerta del cuarto en silencio. Lance la Biblia debajo de su cama y lo salude con un "¡Hola!" culpable.
- ¡Kag! - por poco lo mato de un susto. Tal vez incluso lo Oi maldecir. Con los ojos abiertos de par en par, lanzo su chaqueta sobre el escritorio y se aproximó con cautela-. Es tarde. ¿Qué haces despierta?
-No podía dormir. -Mis dientes tintineaban y hundí más el cuerpo bajo la manta en la que me había envuelto.
El me toco la frente con la mano.
-Estas ardiendo. ¿Has ido a la enfermería?
-Brie dijo que la fiebre duraría unos días.
Cuando avanzo para tomar asiento a mi lado en la cama, me puse de pie y abandoné mi manta. Mis músculos protestaron ante el movimiento repentino e hice una mueca de dolor, temblando. El suspiro y también se puso de pie.
-Lo siento. Por favor, siéntate. Necesitaba descansar.
-No, necesito quitarme todo este pelo de mi cuello. Me está volviendo loca. -Inexplicablemente furiosa, aparte los mechones molestos de mi piel sensible-. Pero mis brazos resultan tan… pesados… -Un bostezo eclipso el resto de mis palabras y mis brazos cayeron. Me hundí de nuevo en la cama-. Parece imposible levantarlos.
Él se rio.
- ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
-Puedes trenzármelo.
La risa murió abruptamente.
- ¿Quieres que… haga qué?
-Trénzalo. Por favor. -Me miro. Lo mire-. Puedo enseñarte. Es fácil.
-Dudo mucho que lo sea.
-Por favor. No puedo dormir con el pelo en contacto con mi piel.
Era cierto. Entre las escrituras, la fiebre y la falta de sueño, mi mente deliraba. Cada roce de mi cabello contra la piel era una agonía… algo entre el frio y el dolor, entre el cosquilleo y la molestia.
Trago con dificultad y paso a mi lado. Un escalofrió agradable recorrió mi columna ante su presencia, su cercanía. Su calor. Emitió un suspiro resignado.
-Dime que hacer.
Resistí la necesidad de apoyarme en él.
-Divídelo en tres secciones.
Vacilo antes de tomar mi cabello con dureza entre las manos.
La piel de mis brazos de erizo mientras el deslizaba los dedos a través de los mechones.
- ¿Ahora qué?
-Ahora, toma uno de los mechones externos y crúzalo sobre el del medio.
- ¿Qué?
- ¿Tengo que repetirlo todo?
-Es imposible hacer esto -susurro, intentando en vano mantener los mechones separados. Se rindió segundos después y empezó de nuevo-. Tu cabello en más grueso que la cola de un caballo.
-Mmm. -Bostece de nuevo-. ¿Eso es un cumplido, Chass?
Después de varios intentos, logro realizar el primer paso con éxito.
- ¿Ahora qué?
-Ahora, el otro lado. Crúzalo sobre el medio. Asegúrate de que quede ajustado.
Gruño por lo bajo en su garganta y un escalofrío diferente recorrió mi cuerpo.
-Tiene un aspecto terrible.
Deje caer mi cabeza hacia adelante, disfrutando de la sensación de sus dedos en mi cuello. Mi piel no protesto como la había hecho antes. En cambio, pareció entibiarse bajo su tacto. Derretirse. Cerré los ojos.
-Háblame.
- ¿Sobre qué?
- ¿Cómo llegaste a ser capitán?
No respondió durante un largo instante.
- ¿Estás segura de que quieres saberlo?
-Si.
-Pocos meses después de unirme a los Chasseurs, encontré una manada de loup garou fuera de la ciudad. Los matamos.
Aunque ninguna bruja podía decir que era amiga de un hombre lobo, mi corazón se contrajo con dolor ante su pragmatismo. Su tono no tenía remordimiento o emoción: era simplemente un hecho. Frio, infértil e improbable como un mar congelado. Bankotsu lo habría llamado verdad.
Incapaz de reunir energía para continuar la conversación, suspire fuerte y nos sumimos en el silencio. El siguió trenzando mi cabello. Sus movimientos eran más rápidos a medida que ganaba confianza. Sus dedos eran ágiles. Habilidosos. Sin embargo, percibió la tensión en mis hombros y con voz suave pregunto:
- ¿Cómo termino la trenza?
-Hay un cordel de cuero en la mesita de noche.
La rodeó varias veces con el cordel antes de atarla con un nudo pulcro. Al menos, asumía que era pulcro. Cada aspecto de Inuyasha era preciso, certero, cada color en su lugar. Nunca preso de la indecisión, veía el mundo en blanco y negro, sin sufrir lo grisáceo y desordenado del medio. La ceniza y el humo. El miedo y la duda.
Mis colores.
-Kag, yo… -Deslizo los dedos por mi trenza y un escalofrío fresco recorrió mi piel. Cuando me gire para mirarlo, dejo caer su mano y retrocedió, negándose a mirarme a los ojos-. Has preguntado.
-Lo se.
Sin decir otra palabra, entro al cuarto de baño y cerró la puerta.
Continuara…
Pd: Feliz año nuevo :) les traigo el primer capítulo del año espero que les guste y gracias por sus comentarios xD nos vemos para el otro jueves
(20/41)
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