Buenas aquí les dejo una adaptación de un libro que me gusto, los personajes de inuyasha no me pertenecen si no a "Rumiko" ni la historia ni los personajes del libro sino a "Shelby" espero que les guste
Asesino de brujas
Libro 1
La bruja blanca
(poco a poco, el pájaro construye su nido)
Cap.22
El Invitado De Honor
Kag
El rey Ino no organizó un baile en la víspera del día de San Nicolás para iniciar un fin de semana de celebraciones. Y para homenajear a Inuyasha. Por lo visto, se sentía en deuda con Inuyasha por haber salvado el pellejo de su familia cuando las brujas habían atacado. Aunque yo no me había quedado para ver el despliegue del caos, no me cabía la menor duda de que mi marido había actuado de modo…heroico.
Sin embargo, era extraño celebrar la victoria de Inuyasha cuando su fracaso hubiera resuelto mi dilema. Si el rey y sus hijos hubieran muerto, no hubiera habido motivos para que yo muriera también.
Mi garganta habría apreciado mucho su fracaso.
Inuyasha sacudió la cabeza con exasperación cuando Gogo entró al cuarto sin llamar a la puerta, con un vestido blanco de gasa envuelto en su brazo. Con su mejor chaqueta de Chasseur sobre su hombro, suspiró e inclinó el cuerpo para colocarme un mechón detrás de la oreja a modo de despedida.
-Debo reunirme con el arzobispo. -Se detuvo en la puerta, la comisura de su boca subió en una sonrisa torcida. El entusiasmo bailo en sus ojos dorados como la apuesta del sol. A pesar de mis reservas, no pude evitarlo; le devolví la sonrisa-. Volveré en breve.
Gogo alzó el vestido para que lo apreciara después de que él se marcha.
-Estarás divina con esto.
-Estoy divina con cualquier cosa.
Ella sonrió y me guiño un ojo.
-Esa es la actitud. -Lo lanzo a la cama y me obligó a tomar asiento en la silla del escritorio para deslizar sus dedos por mi cabello. Me estremecí al recordar los dedos de inuyasha-. Los sacerdotes han permitido que asista al baile porque soy amiga tuya y cercana a tu esposo. -Tomó un cepillo de su túnica con un brillo decidido en los ojos-. Ahora, es momento de peinarte.
La fulminé con la mirada y me aparté.
-No lo creo.
Nunca me cepillaba el pelo. Era una de las pocas reglas que seguía y no veía la necesidad de comenzar a romperla. Además, a Inuyasha le gustaba mi cabello. Desde que le había pedido que lo trenzara, parecía pensar que podía tocarlo cada vez que fuera posible.
No lo había corregido porque… bueno, sencillamente no lo había hecho.
-Ah, claro que sí. -Me empujó de nuevo para que tomara asiento en la silla y atacó mi cabello como si la ofendiera personalmente. Cuando intenté apartarme, me golpeó la cabeza con el cepillo-. ¡Quédate quieta! ¡Hay que quitar esos nudos!
Dos horas después, me miré en el espejo. El vestido, hecho con seda blanca delgada, se ceñía a mi torso antes de abrirse elegantemente en mis rodillas, suaves y simple. Unos pétalos delicados y unos cristales plateados cubrían la tela trasparente de la espalda.
Gogo había recogido mi pelo a la altura de mi nuca para exhibir el bordado elaborado. También había insistido en curar el resto de mis magulladuras.
Otra cinta de terciopelo cubría mi cicatriz.
Tenía… buen aspecto.
Gogo estaba de pie a mis espaldas, acicalando su propio reflejo por encima de mi hombro. Un vestido negro ceñido acentuaba sus curvas. El cuello alto y las mangas ajustadas sumaban a su atractivo, y había recogido sus rizos obstinados en un moño elegante. La miré con una punzada familiar de celos. Yo no llenaba tan bien mi vestido.
Suavizó el rojo de sus labios con un dedo y frotó entre sí.
-parecemos salidas del Bellerose. Enju estaría orgullosa.
- ¿se supone que eso es un insulto? -Metí la mano en mi vestido para elevar mis pechos, apretando los hombros y frunciendo el ceño ante los resultados-. Esas cortesanas son tan guapas que las personas pagan para estar con ellas.
Hojo entró poco después a la habitación. Se había recortado la mata de rizos y se los había apartado del rostro, lo que enfatizaba sus pómulos pronunciados y su piel impoluta. Su nuevo estilo lo hacía parecer… mayor. Miré las líneas largas de su cuerpo, el corte afilado de su mandíbula la curva llena de su boca, con gusto renovado.
Él abrió los ojos en par en par al ver a Gogo. No lo culpaba. Su vestido era muy distinto a la túnica gigante de curandera que vestía normalmente.
- ¡Mademoiselle Perrot! Está…em, está muy…muy bien. -Ella alzó las cejas, divertida-. Es decir, em… -Sacudió la cabeza rápido y lo intentó de nuevo-. Inuyasha, em… el capitán Diggory… Quería que te dijera… es decir, no a usted sino a Kag, que…
-Santo cielos, Hojo. -Sonreí mientras él apartaba la vista. Parpadeó rápido, aturdido, como si alguien le hubiera golpeado la cabeza-. Me siento un poco insultada.
Pero él no escuchaba. Sus ojos habían vuelto a Gogo, que caminaba hacia él con una sonrisa felina. Ella inclinó la cabeza a un lado como si contemplara un ratón particularmente apetitoso. Él tragó con dificultad.
-Tú también estás muy bien. -Caminó en círculos a su alrededor, observándolo, deslizando un dedo por su pecho. Él se puso rígido-. No sabía que eras tan apuesto debajo de todo ese pelo.
- ¿Necesitas algo, Hojo? -Señalé la habitación moviendo el brazo junto al busto impresionante de Gogo-. ¿O has venido solo a admirar la decoración del lugar?
El tosió, sus ojos brillaban con determinación cuando abrió de nuevo la boca.
-El capitán Diggory pidió que te escoltara hasta el castillo. El arzobispo insistió en ir con él. También puedo escoltarla a usted, mademoiselle Perrot.
-Creo que me gustaría. -Gogo deslizo un brazo sobre el de él y yo comencé a reír a carcajadas ante la mirada alarmada en su rostro. Cada músculo en el cuerpo de Hojo estaba tenso: incluso sus párpados. Era extraordinario-. Y por favor, llámame Brie.
Él tuvo mucho cuidado de tocar lo menos posible a Gogo mientras bajábamos la escalera, pero Gogo se tomó la molestia de complicarle la tarea. Los Chasseurs que habían sido obligados a permanecer allí nos miraron descaradamente al pasar. Gogo le guiño un ojo.
-Por qué no darles un espectáculo -susurre.
Gogo sonrió traviesa y pellizcó el trasero de Hojo como respuesta. El gritó y saltó adelante antes de girarse y mirar con desconfianza mientras los guardias reían a nuestras espaldas.
-No ha sido gracioso.
No estaba de acuerdo.
-:-
Antiguo y sin ornamentos, el castillo de Cesarine era una fortaleza apropiada para su ciudad. No presumía de contrafuertes intrincados o capitales, ni poesía ventanas o arcos. Se cernía sobre nosotros mientras nos uníamos a la multitud de carruajes que ya estaban en la línea de recepción, con el sol tiñendo la piedra de luz roja sangrienta. Los árboles del patio, altos y angostos, como lanzar apuñalando el cielo, colaboraban con la imagen lúgubre.
Esperamos durante lo que parecieron horas antes de que un lacayo con el uniforme de Lyon se aproximara a nuestro carruaje. Hojo bajó a saludarlo, le susurró algo al oído y el hombre abrió los ojos de par en par. Tomó mi mano con rapidez.
- ¡Madame Diggory! El capitán Diggory espera ansioso su llegada.
-Como debe ser. -Gogo no esperó a que el lacayo la ayudara a bajar. Hojo intentó con torpeza tomar su codo, pero ella también lo aparto-. Estoy ansiosa por ver si este Chasseur es tan complaciente en público como lo es en privado.
El lacayo parecía atónito, pero no dijo nada. Hojo gruñó en voz baja.
-Por favor, mesdames, vayan a la antesala -dijo el lacayo-. El heraldo las anunciará como corresponde.
Me detuve en seco.
- ¿Anunciarnos como corresponde? Pero ni tengo títulos.
-Si, madame, pero su esposo es el invitado de honor. El rey ha insistido en tratarlo como parte de la realeza esta noche.
-Algo potencialmente problemático -susurró Gogo mientras Hojo tiraba de ambas para obligarnos a avanzar.
Sin duda era problemático. Y no de la clase de problemas divertidos. No tenía intención de que anunciaran mi llegada en una sala llena de extraños. Era imposible saber quién podía estar allí observando. Había aprendido mi lección con Yuka. No era necesario repetir la situación.
Observé mi entorno, buscando una entrada discreta. Sin embargo, en un baile realizado en honor a mi esposo, no tenía cómo permanecer desapercibida… en especial con aquel vestido ridículamente trasparente. Maldije cuando cada ojo en la sala se giró hacia nosotros cuando pasamos. La silueta pecaminosa de Gogo no ayudaba. Los aristócratas vestidos con prendas caras merodeaban por la antesala, oscura y deprimente como el exterior. Como una prisión
Con velas centellando en candelabros dorados y guirnaldas de hojas perennes y acebo envueltas sobre las puertas. Creo que incluso vi muérdagos.
Hojo giró el cuello para encontrar el heraldo.
-Allí está. -señaló a un hombre bajo y rechoncho que tenía una peluca y un pergamino y estaba de pie junto a un arco impotente. La música y las risas salían del cuarto contiguo. Otro sirviente apareció para llevarse nuestras capas. Aunque me aferré a la mía durante un segundo demasiado largo, el sirviente logró quitármela de las manos. Sintiéndome desnuda, lo observé desaparecer con impotencia.
Sin embargo, cuando Hojo me llevo hacia el heraldo, me hundí en mis talones.
-No me anunciaréis.
-Pero el lacayo ha dicho…
Me liberé de su mano.
- ¡No me importa lo que haya dicho el lacayo!
-Kag, el rey ha insistido en que…
-Queridos. -Gogo sonrió ampliamente y entrelazo sus brazos con los nuestros-. No vamos a montar una escena, ¿no?
Respirando hondo, me obligué a sonreír ante los aristócratas que escuchaban a hurtadillas.
-Entraré por allí -le informé a Hojo apretando los dientes, señalando el extremo de la antesala por la que los sirvientes entraban y salían de un par de puertas secundarias más pequeñas.
-Kag -comenzó a decir él, pero yo ya estaba a mitad de camino hacia las puertas. Gogo se apresuró a seguirme y dejó atrás a Hojo.
El salón de baile era más grande y espléndido que la antesala.
Los candelabros de hierro colgaban de las vigas del techo y el suelo de madera resplandecía bajo la luz de las velas. Los músicos tocaban en tono festivo en un rincón junto a un pino enorme. Algunos invitados bailaban, aunque la mayoría caminaba por el perímetro de la sala, bebiendo champan y adulando a la familia real. A juzgar por las voces altas y arrastradas de los aristócratas más cercanos habían bebido champan durante horas.
-Si, las hermanas Olde, eso es lo que Oí…
- ¡Han viajado hasta Amandine para actuar! Mi primo dice que son brillantes.
- ¿El domingo has dicho?
-Después de misa. Qué manera más adecuada de terminar el fin de semana. El arzobispo merece el honor de…
Resoplando, pase entre ellos y entre en la sala. Cualquier persona que usara en la misma oración las palabras el arzobispo merece el honor no merecía mi atención. Observé el mar de chaquetas azules y vestidos brillantes en busaca de Inuyasha, y vi su cabello plateado en un extremo alejado del salón de baile. Un grupo de admiradoras lo rodeaban. La joven que sujetaba su brazo llamó particularmente mi atención.
Esperándome ansioso, una mierda.
Incluso de lejos se notaba que la mujer era hermosa: delicada y femenina; su piel de porcelana y su cabello negro brillaban bajo la luz se las velas. Se sacudía con risa genuina ante algo que inuyasha acababa de decir. La incomodidad invadió mi cuerpo.
Solo podía ser una persona.
Una ensoñación aburrida, dócil y asquerosamente inconveniente.
Gogo siguió mi mirada y arrugo la nariz con desagrado cuando vio a inuyasha y a la belleza de pelo negro.
-Por favor, dime que no es quien creo que es.
-Te buscaré luego. -Mis ojos nunca abandonaron el rostro de inuyasha. Gogo sabía que era mejor no seguirme esta vez.
Acababa de bajar al salón de baile cuando otro hombre se interpuso en mi camino. Aunque nunca lo había visto tan cerca, reconocí su tez de color café claro y sus ojos abultados de inmediato.
Llevaba el cabello arreglado a la perfección y portaba más diamantes en su corona que los que había en la bóveda de Tremblay.
Miroku Lyon.
Maldición. No tenía tiempo para esa mierda. Aunque era probable que esa estúpida hundiera más profundamente sus garras en mi esposo, haciendo que él recordara sus hermosos labios, su sonrisa, sus ojos, su risa…
-Qué vestido más impresionante. -Su mirada recorrió mi cuerpo con pereza y sonrió, alzando una ceja.
-Su Alteza. -Hice una reverencia, reprimiendo títulos honoríficos más apropiados. Él apreció mis pechos cuando me incliné y me enderecé de inmediato. Maldito pervertido.
-Tu nombre. -No era una pregunta.
-Madame Diggory, su Alteza.
Amplió la sonrisa satisfecho.
- ¿Madame Diggory? Como… ¿Madame Inuyasha Diggory?
-La misma.
Lanzo la cabeza hacia atrás y se rio. Los aristócratas cercanos se detuvieron y me miraron con interés renovado.
-Oh, lo he oído todo sobre ti. -sus ojos índigos brillaron de alegría-. Dime, ¿Cómo has engañado exactamente a nuestro querido capitán para que contrajera matrimonio contigo? He oído los rumores, claro, pero todos tienen sus propias teorías.
Felizmente me habría roto otro dedo para romperle una de sus extremidades.
-Ningún truco, Su Alteza -dije con dulzura-. Estamos enamorados.
Su sonrisa desapareció y curvo levemente los labios.
-Que desgracia.
En aquel instante, la multitud se movió y Inuyasha y sus admiradoras quedaron expuestos. La mujer de cabello negro alzó la mano para quitar algo de un mechón de Inuyasha. Mi sangre hervía. El príncipe alzó las cejas mientras seguía mi mirada.
-Amor, ¿eh? -se acercó más y sentí su aliento cálido en mi oído-. ¿Deberíamos darle celos?
-No. Gracias -repliqué -. Su Alteza.
-Llámame Miroku. -Su sonrisa se volvió malvada mientras se apartaba. Pasé a su lado a toda prisa, pero él sujetó mi mano y beso mi palma en el último momento. Resistí el deseo de romperle los dedos-. Búscame si cambias de opinión. Tú y yo nos divertiremos juntos.
Con una última mirada penetrante se marchó y le guiño un ojo a una de las mujeres que merodeaban. Lo fulmine con la vista un instante antes de dirigirme hacia Inuyasha.
Pero él y Kikyo no estaban.
Continuara…
Pd: Si estaba pensando en adaptar los otros libros x), solo depende si les gusta el final de este, y me digan si quieren que continue con el 2 libro en los Reviews, gracia por sus comentarios xD
(22/41)
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