Capítulo 3: ¿Enamorada?
– Oye, Sasuke… Hace poco Sakura me acompañó con la unidad médica a visitar la construcción de los hospitales en el País de las olas, y uno de los médicos provisionales se interesó mucho en ella, ¡de veras! Le pidió sus datos de referencia e incluso intentó acercarse para obtener una residencia aquí, en la aldea. Quería conocerla más, ¡habló conmigo al respecto!
Sasuke frunció el ceño. Naruto sabía que era muy poco tolerante a las emociones fuertes, entre ellas los celos, y para ello construía una armadura impenetrable de sarcasmo y frialdad… Pero si se lo estaba diciendo, es porque era importante.
– ¿Qué quieres que diga? Si a ella no le importó a mí tampoco.
– Lo que quiero decir es que Sakura es una mujer bonita y, para luces de todos, soltera. Tal vez deberías pasearte más por aquí, ya sabes, enviar más cartas, hacer las paces con la tecnología y conseguir un teléfono…
– Para que me rastreen, ¿no? Tú sabes por qué estoy en misión. No puedo simplemente regresar caminando a casa todas las noches, aunque quisiera… Lo sabes bien, tonto.
– Ya va, pero no estoy hablando de eso… Tal vez darle un regalo, o una carta de vez en cuando, ¡eso es algo muy bonito! A veces Hinata todavía me escribe cartas y sigue siendo muy emocionante leer lo que siente por mí. Yo le doy regalos, cosas que me recuerdan a ella y sé que eso la hace feliz, ¡de veras!
Sasuke torció la boca y Naruto le sonrió.
– Tu relación no es de mi incumbencia, ni la mía es de la tuya. Métete en tus asuntos, Naruto.
El rubio se encogió de hombros mientras recogía los papeles del escritorio. Sasuke se quedó parado a mitad de la oficina. El tarado creía que conseguía algo restregándole su plenitud conyugal y su familia cercana.
– Como digas, miedosito.
Naruto salió de la oficina y Sasuke se quedó pensando un rato. ¿Realmente alguien podría introducirse en el corazón de Sakura? Recordó cuando, años atrás, había sentido el mismo temor de perderla ante alguien más, de que otra persona disfrutara de la primavera de su esposa… Esa vez le había dado un anillo, y aunque sabía que Sakura realmente lo amaba, en el fondo sabía que ella podría conseguir a alguien que realmente la mereciera.
Alguien que le diera una cama cálida y una presencia incondicional.
Caminó pensando en eso hasta llegar a la entrada de su casa. Su casa… Tan distante pero tan conocida. Cada vez que veía la entrada una sensación dulce recorría su cuerpo. Estaba en la propiedad de los Uchiha, todavía recordaba cuando comenzó la construcción y él le había pedido a Sakura que utilizara el emblema de su clan para que todos supieran que seguían ahí, que no habían podido destrozar el legado de su familia y que habían renacido del fuego…
– Llegué a casa.
Sakura estaba en el comedor estudiando, como siempre. Sasuke se preguntaba si en algún momento los libros de Konoha dejarían de bastar para satisfacer la ambición intelectual de su esposa y se recordó comprarle algún libro interesante que encontrara en su siguiente viaje. Todavía tenía la bata puesta, así que debía haber estado en el hospital no hace mucho tiempo.
– Sasuke – lo llamó con sorpresa. Luego le sonrió. – Me alegra mucho verte. Sarada está dormida, pero podría despertarla…
– No, deja que duerma. Estaré aquí todo el día de mañana.
Sus ojos verdes se iluminaron.
– ¿Quieres cenar? Estaba a punto de pedir algo a domicilio.
– Claro.
Sakura hizo la llamada. Conocía perfectamente la orden de su esposo, después de todos los restaurantes y pequeños locales que visitaron cuando viajaron juntos por años. Sasuke miró fijamente su mano, que jugueteaba con un mechón de su cabello rosa mientras hablaba por teléfono, desprovista del anillo. Sabía que no podía permitirse usarlo por su trabajo, pero no pudo evitar sentirse confundido.
Maldito Naruto con su voz convincente.
– Sakura…
Ella colgó. Sasuke se acercó a ella, juntando sus rostros lo suficiente para que bastara mover los labios para besarse.
– Te… Te quiero preguntar algo.
Ella asintió. Todavía se ponía nerviosa al tenerlo tan cerca.
– ¿Sigues enamorada de mí?
Sakura se quedó en completo silencio. Luego río un poco, sonrojada.
– ¡Pero Sasuke! ¿Cómo…?
– Responde, por favor.
Sakura le acarició la cabeza, comenzando desde el cabello y terminando en la barbilla.
– Desde siempre. ¿Cómo no voy a estar enamorada de ti?
El Uchiha suspiró. Juntó su frente con la de la pelirrosa y sin decir más, le dio el beso que había estado guardando para ella desde hacía tantas noches en las que él también se sentía vacío.
