CAPÍTULO I

Hace tiempo atrás, en una pequeña población en medio del bosque, una mujer llamada Amelia vivía felizmente y sola en una pequeña casa de madera. Desde pequeña, ella era amigable con las personas y con los Pokémon, siempre se divertía jugando con ellos cuando era una niña, pero al crecer perdió aquel sentimiento. La mujer siempre ayudaba a otros para solucionar sus problemas. Se sentía muy contenta cuando hacía una buena acción a los demás.

Asistió a una escuela en la cual estuvo varios años y aprendió varias materias. Se esforzó mucho para conseguir las mejores calificaciones de su clase. A cierta edad, un poco más grande, le ofrecieron la oportunidad de realizar un viaje con un Pokémon como su acompañante; sin embargo, ella, en cambio, decidió continuar con sus estudios. Cuando salió del colegio, Amelia fue a una universidad a estudiar medicina. Ella supo cómo cuidar y curar los Pokémon enfermos o con algún estado grave. Después de graduarse, siendo una adulta joven, ya era el momento de independizarse y vivir por sí misma.

Luego de decidirse entre tantos y diversos lugares, ella escogió un pueblo rodeado de árboles siempre verdes. El poblado estaba a unos kilómetros al este de una carretera, la cual tenía rutas dirigidas hacia el norte y hacia el sur. La población estaba un poco hundida respecto a sus confines.

Amelia pudo comprarse una casa ahí y una camioneta para trasladarse. Le gustaba mucho la naturaleza, por lo que vivir rodeada por un entorno natural fue una buena idea, además tenía varios árboles de bayas y plantas en su patio. Para ganarse la vida, vendía en su casa y al lado de la carretera las bayas y remedios que hacía con sus propias manos. Había pasado unos años desde que llegó al pueblo. Conoció mucha gente y a sus vecinos. La comunidad en donde residía era muy unida y amigable con las personas y los Pokémon que habitaban en el bosque.

La mujer se levantaba temprano para ir a desayunar y para ver cómo estaban sus plantaciones. A veces se metían Pokémon al terreno y le robaban las bayas y las plantas, pero cuando estaba de buen humor les ofrecía comida a los que pasaban por ahí. Cuando ella veía las bayas estaban lo suficientemente maduras las ponía en su camioneta, también ponía sus remedios caseros y preparaciones que hacía con las bayas para luego marcharse hacia la carretera. Le gustaba mucho su trabajo, se sentía bien el hecho de ser la ayuda para los Pokémon hambrientos y enfermos.

Se ponía por horas y horas para vender sus productos naturales, una que otra persona se detenía de su viaje para conseguir alguna medicina o algo para comer. Cuando llegaba la noche, la mujer se devolvía a su casa para dormir, y así se repetía el ciclo. En su tiempo libre le gustaba recorrer por varios lugares, como campos, praderas con diversos ecosistemas. Le encantaba ver los atardeceres, dormir y despertar en la mañana sobre el pasto.

Ella era muy solitaria y no tenía problemas con eso. Desde cuando se mudó, nunca tuvo la necesidad de tener a alguien a su lado. Por aquellos días le gustaba vivir sola y sin mayores complicaciones, aunque a veces se ponía melancólica por la tremenda soledad en su vida, hasta que el destino le dio un giro inesperado.

Hubo una noche con mucha lluvia. Estaba completamente oscuro, no se veían los árboles ni el suelo. En el camino de tierra que unía la población con la carretera, andaba Amelia en su camioneta. Llevaba puesta un impermeable y unas botas para no mojarse.

Ella viajaba con cierta incertidumbre. No tenía la radio prendida, lo único que escuchaba era las gotas estrellándose contra el vehículo. Las luces estaban encendidas, podía ver el lodoso camino y los árboles que estaban a un costado.

Era raro tener que hacer negocios por la noche, hace rato atrás ella recibió una llamada de un señor que quería un remedio para un Pokémon en mal estado y que, según él, era una emergencia. Al parecer lo tenía en su casa y era muy tarde para llevarlo a un Centro Pokémon. No tuvo de otra que contactarse con Amelia la cual vendía remedios caseros. Lo que no sabía era la ubicación de la casa, el sujeto solo le dijo que viniera por el camino que se dirigía hacia la carretera. Todo el trayecto estaba compuesto de árboles a los costados, no había señales de que hubiera una residencia cerca.

Amelia estuvo andando por unos minutos hasta que divisó una persona a lo lejos en el costado derecho. Tenía un impermeable negro y un paraguas abierto para resguardarse la lluvia, además tenía una linterna encendida. Le iba a preguntar sobre la dirección de la vivienda. Se acercó y bajó la ventanilla derecha.

—Hola —habló ella—, buenas noches y disculpa por molestar, pero... ¿me podrías decir si hay alguna casa cerca de aquí? Un señor me dijo que había una casa por este camino para entregarle un medicamento.

—Buenas noches, señorita. Yo soy el hombre que la llamó.

—Ah, entonces aquí está su pedido, señor.

Le entregó una bolsa con la medicina, y él le pasó el dinero.

—Muchas gracias —dijo amablemente el señor.

—De nada.

Luego de eso Amelia se dio vuelta para volver a su domicilio, mientras que el sujeto entró hacia su terreno. En el camino, ella estaba pensando en ir a acostarse en su abrigadora cama cuando llegase a su casa, estaba muy cansada.

Pero apareció algo en frente de ella a unos metros más adelante:

Era un Pokémon tirado en medio del camino.

Cuando la mujer se acercó notó que era un Snivy. Sorprendida de su presencia, detuvo el vehículo para mirarlo por un momento: no parecía moverse de ahí. Tenía que hacer algo, podría estar herido. Se bajó de la camioneta y fue tras el Pokémon. Ella pensó en un primer momento que estaba inconsciente, pero de pronto comenzó a abrir un poco los ojos. Estaba helado y temblando de frío. Viéndolo con detenimiento podría observar que era un Snivy hembra. La lluvia se ponía cada vez más intensa, no tuvo de otra que llevárselo a su casa para que no muriera de frío.

Amelia lo llevó en brazos hacia el vehículo y lo puso en el asiento del copiloto. Luego fue a su asiento detrás del volante y partieron. En el trayecto miraba de reojo a Snivy. La mujer estaba preocupada, se preguntó qué hacía un Pokémon salvaje en la intemperie en medio de la lluvia y del frío. Algo no estaba bien.

Pasó un rato y llegaron por fin a la vivienda. Se bajó del vehículo, lo cargó con sus brazos y lo llevó para adentro.

Ahí, ella lo puso sobre de un sillón. Por lo menos se podía ver que respiraba, pero débil. La examinó: tenía un gran moretón en la cara, pero nada muy grave. Dedujo que se había agotado y su cuerpo resistió hasta que llegó al camino de tierra.

No podía hacer mucho. Amelia estaba cansada. Pensó que talvez recuperaría su energía al siguiente día. Antes de irse a acostarse sacó una manta abrigadora del armario y lo puso sobre Snivy para que no pasara frío. Se fue a su cuarto a cambiarse de ropa y se puso su pijama. La mujer se acostó sobre la cama y comenzó a dormirse con la idea de que el Pokémon estaría bien, y que se hubiese recuperado por completo el día siguiente.

Pasaron varias horas hasta que llegó el amanecer. El sol salía de las montañas para iluminar y calentar el ambiente. Amelia se despertó y salió de su cama para vestirse con su ropa de trabajo. La siguiente tarea era saber cómo estaba Snivy después de rescatarla del frío y de la lluvia. Ella salió del dormitorio y se dirigió a donde estaba el Pokémon. Pensó que seguía estando dormida, pero la vio despierta. La mujer dijo:

—Oh, veo que despertaste.

—¿Sni…snivy?, ¿Snivy?

—Si quieres saber que pasó, yo te encontré en medio del camino en pésimo estado y muy helada. Te llevé a mi casa para que no murieras de frío. Por lo que vi tú no tienes lesiones muy graves, solo estabas cansada. Debes tener hambre, te traeré unas bayas.

Inmediatamente salió al patio para recoger algunas bayas. Amelia escogió las bayas más adecuadas que daban más energía al ser consumidas y las más llenadoras. Después de tomar algunas con sus manos, entró a la casa para dirigirse a Snivy. No importaba si no ganaba nada con ayudar a otro, pero eso le hacía sentir bien. La mujer regresó con comida.

—Toma, están muy ricas y te harán sentir bien.

Snivy las aceptó y se los comió poco a poco tomándolos con sus pequeños brazos. Amelia estuvo pensando sobre el Pokémon por un momento, era demasiado pequeña para cuidarse por sí sola, era simplemente un bebé. A lo mejor era perteneciente a una familia.

Se preguntó después: ¿por qué estaba sola?, ¿acaso fue abandonado por ellos? No lo tenía muy claro. Una vez que terminó de comer, la serpiente hierba estaba satisfecha y con energía. La mujer dijo:

—Bien, ya te alimentaste y ya estás mejor. Emm... ¿por qué no buscamos a tu familia? Ellos deben estar preocupados por tu ausencia, ¿qué te parece?

—¡Snivy! —expresó con alegría. Realmente quería reencontrarse con su familia.

—Muy bien, entonces vamos a mi camioneta.

Ambas salieron de la casa y se dirigieron hacia el vehículo. La mujer le dijo que se suba por el asiento del copiloto, ella sabía que no entendía que eran las partes de la camioneta, pero con solo abrir esa puerta y señalar que la dejaba entrar fue más que suficiente. Se subió y se sentó. La mujer encendió el motor y partieron hacia el camino a la carretera.

Tenía en sus recuerdos el lugar donde la encontró. Se fueron a ese sector del camino de tierra y se bajaron del medio de transporte. Recordaba que Snivy tenía su cabeza apuntando hacia el sur, por lo que deducía que su familia debe estar en la mitad norte del bosque.

—¿Qué tal si entramos juntas?

—Vy —El Pokémon asintió.

Ellas ingresaron al bosque. Estuvieron caminando por varios minutos entremedio de los árboles, no había alguna señal de la familia de Snivy. Tenía que buscar con mayor profundidad.

—Deben estar cerca —murmuraba la mujer.

Pasaron otros minutos marchando por el bosque y no los veía por ninguna parte, hasta que vieron algo a lo lejos. Eran cuerpos de unos Pokémon verdes distintos al color de los árboles. Se acercaron para saber lo que eran. Las dos estaban expectantes de que fueran la familia de Snivy.

Por fin los encontró, se trataba de un Serperior y dos Servine, pero hubo algo terrible.

Ellos tenían muchas heridas profundas y de gravedad, además de signos de derramamiento de sangre.

Estaban muertos.

Ambas se quedaron impactadas al ver la escena, Amelia no lo podía creer. Snivy se acercó a ellos.

—¿Snivy?, ¿sni? —dijo el Pokémon preocupado.

Trató de mover a un Servine con sus brazos

—¿Snivy, sni snivy?

No reaccionaba. Fue hacia el otro Servine.

—Vy… Snivy, Snivy sni.

No había reacción alguna. Finalmente fue hacia Serperior.

—Snivy… ¡Snivy! ¡Snivy vy, Snivy!

No despertaba. Ninguno de ellos se había movido ni había abierto los ojos. No los veía respirar. Trató de moverlos con sus bracitos, pero no reaccionaban no importaba cuando lo intentara. No había caso.

—¿Sni... vy...?

Estaba extremadamente triste, empezó a llorar a cántaros. Amelia quedó observando y sintiendo pena por el momento: un Pokémon, aún un bebé, llorando por sus familiares muertos. Debió ser muy duro ver algo así de chocante en su corta vida. ¿Qué va a ser de ella si no era capaz de sobrevivir sola al ambiente natural? Necesitaba de alguien que la cuide. Segundos después, Amelia se acercó al desconsolado Snivy y lo tomó en sus brazos. Dejó de sollozar cuando la mujer la abrazó.

—Descuida —dijo ella descorazonada—, desde ahora yo te voy a cuidar. No te dejaré sola, jamás. Te lo prometo.

Unas lágrimas salieron de sus ojos.

—Vámonos a casa.

Amelia con el Pokémon en sus brazos se marcharon del lugar. Se quedaron observando los cuerpos antes de irse a la camioneta y después a la vivienda. Fue un momento muy impactante y amargo para su corta y temprana edad, que posiblemente lo olvidaría cuando crezca y pasen los años, pero para Amelia no lo será. Siempre será un fuerte hecho que ella presenció.

Desde aquel trágico acontecimiento, la mujer decidió cuidar a la Snivy huérfana. No sabía que había pasado con su familia, era como si un cazador los había matado con muchos disparos y cuchilladas, pero no se llevaron los cuerpos, era raro. Se dijo a sí misma que cuando sea lo suficientemente grande para cuidarse por sí sola, la dejaría libre, pero se le olvidó con el tiempo

Los primeros días de cuidado fueron difíciles, casi todo el día estaba lamentando y llorando por la muerte de su querida familia. Era muy triste escuchar sus llantos. Amelia la trataba de confortarla como ella podía, hasta ella misma sentía bastante pena por la situación que estaba pasando el Pokémon. Le recordaba de cierta forma a sus padres, que ya no estaban presentes.

Amelia hizo una cama especialmente para ella cerca de la suya. Hacer que ella se duerma fue complicado, no paraba de sollozar. Pensaba que estaba traumatizada por la brutal escena de su familia muerta. Estuvo pensando en lo que podía hacer hasta que se le ocurrió una idea. Le arrulló una canción de cuna mientras la mecía con sus brazos. Snivy, al escucharla, poco a poco se iba tranquilizando hasta que finalmente se dormía. Su tranquilidad no duraba toda la noche, porque a veces el Pokémon serpiente hierba se despertaba de repente en la noche asustada y volvía a sollozar. Amelia se despertaba y trataba de calmarla para que se volviera a dormir. Pensaba la tipo planta que tenía fuertes pesadillas por las noches.

La tristeza de Snivy era tal que a veces se reusaba a comer y beber. Empezó a desnutrirse y a descompensarse de a poco. La hoja de su cola se estaba marchitando y su cuerpo cambiaba a un tono café. Si seguía así, ella iba a perecer tarde o temprano. Amelia seguía apenada por el duro momento que el Pokémon estaba pasando. No era fácil perder a tus seres queridos, y más aún a temprana edad; sin embargo, la mujer hizo lo mejor posible para que Snivy se sintiera mejor.

Eso continuó así por un tiempo, pero más adelante se dio cuenta que iba progresando poco a poco. Snivy dejaba de llorar y comenzaba a ser más amistosa con Amelia. Pasó el tiempo y las cosas empezaron a mejorar.

El Pokémon se estaba alimentando con regularidad y a salir a tomar sol, su piel volvió a su color natural y mejoró su estado anímico. Ya estaba conciliando el sueño fácilmente y dormía con más tranquilidad, y a veces le gustaba dormir junto con su dueña porque la quería bastante. Le gustaba cuando ponía su cabecita sobre la cómoda almohada y sentir el calor de las sábanas. La veía sentirse mucho mejor.

Empezó a ayudar en sus tareas diarias de la casa y de su trabajo, anteriormente solo se quedaba mirando lo que la mujer hacía. Le ayudaba a trasladar la mercadería a la camioneta con sus vainas.

Poco a poco se iban haciendo más amigas con el pasar de los días. Se levantaban muy temprano para ir a trabajar. Amelia tenía que recoger las bayas y llevarlas a su camioneta. El Pokémon serpiente hierba la ayudaba utilizando sus cepas para tomar y transportar la mercadería. También hacían mermeladas y remedios. Ellas las cocinaban con sus propias manos y los envasaban en recipientes de vidrio.

Una vez tenían los productos listos, los llevaban a la camioneta para luego irse a la carretera. Las dos se quedaban horas y horas en el mismo lugar intentando vender las mercancías, aunque el sol estuviese golpeándolos con su insoportable calor. Era siempre agradable conocer a los viajeros que querían comprar remedios para posibles malestares, o mermeladas y bayas para el consumo diario.

Una vez que terminaba el día cuando el sol se escondía, las dos regresaban contentas con las ganancias para la casa. Exhaustas, ellas se iban a dormir juntas a la cama, para comenzar un nuevo día con las mejores ganas.

Disfrutaban mucho la compañía del otro, siempre estaban muy unidas. Despertaban juntas, comían juntas, viajaban y trabajaban en pareja y se acostaban a la misma hora. Snivy tenía su propia cama, pero a veces ella quería dormir con Amelia en su cama, para estar acompañada a gusto.

Cuando tenían tiempo libre, les gustaba pasear por los campos abiertos en vehículo. Recorrían las praderas casi todo el día, les encantaba andar con el cálido sol en las tardes, ver los hermosos atardeceres, dormir en el pasto con la luna en el cielo y despertar observando los amaneceres. Todo lo hacían juntas.

Amelia jamás pensó que tener compañía en su vida fuera una excelente idea, ¿por qué no lo había pensado antes? Su vida dio un giro importante para bien, ambas vivían felices sus vidas. Esto duró por un par de años.