CAPÍTULO V

Era su primera vez que entraba al bosque desde que se mudó a la pequeña población. Cuando Amelia era una niña, cuando vivía con sus padres, le gustaba ir de campamento con ellos. Disfrutaban del aire fresco, el sonido de la naturaleza y de los Pokémon pájaros. Era agradable ese ambiente que contrastaba con lo que estaba viviendo en aquel día después del desastre.

Estuvo caminando entremedio de los árboles por horas. Ella esperaba tener suerte para encontrar a su Pokémon cerca del poblado. Pensaba que después del desastre volvería al pueblo para reencontrarse con su dueña, pero no sabía con certeza si eso iba a pasar.

La mujer se encontró en su camino ramas en el suelo, árboles caídos, piedritas, rocas grandes, algunas elevaciones y depresiones de tierra, incluso un río y algunas simas que casi cayó por no mirar bien; sin embargo, no había alguna señal de su Snivy ni de otros Pokémon a su alrededor. Todo parecía estar desierto de seres vivos.

A ratos la mujer gritaba el nombre de su Pokémon para que llamara su atención, pero solo había silencio. La niebla cada vez se ponía más densa, que no le permitía ver hacia donde caminaba. Tenía que caminar con cuidado, si daba un paso en falso podría costarle la vida. No sabía lo que le preparaba por adelante.

Inesperadamente, Amelia se escuchó algo a su mano izquierda.

—¿Qué fue eso?

Se trataba de un grito a la distancia. Fue a averiguar qué era, tuvo la esperanza que fuera su Snivy. Fue caminando, pero los gritos se hacían más fuertes y desgarradores, por lo que tuvo que correr. Al cabo de unos segundos llegó en donde se emitían los griteríos. Estaba a unos metros de un Mightyena atacando a un Eevee. Este estaba muy herido y sollozando. Parecía que lo quería matar a mordiscos. Ella no podía quedarse escondida y ver cómo el Pokémon descuartizaba al pequeño. Tenía que hacer algo para detenerlo. Amelia se acercó y gritó:

—¡Deja a ese Eevee en paz!

El Pokémon mordisco se dio cuenta de su presencia y dejó a Eevee a un lado para empezar a gruñirle a Amelia.

—Oye, tranquilo. No es para que te enojes —poniéndose nerviosa.

Colocó sus manos hacia adelante y retrocedió un poco para calmarlo, pero Mightyena seguía agresivo con ella. Estaba gruñendo muy fuerte y a punto de agredirla. Cuando el Pokémon intentó atacarla, ella dio un fuerte grito y huyó de ahí. Este comenzó a perseguirla.

Corrió lo más rápido posible, pero el Pokémon mordisco le pisaba los talones. Repentinamente se puso delante ella y Amelia se fue corriendo en otra dirección. Cuando miró para atrás para ver si continuaba persiguiéndola, tropezó con un tronco de un árbol y se cayó al suelo. Le dolió un poco, pero volvió a pararse y siguió a toda prisa. Ella se movió entre los árboles y se escabulló para perder de vista a Mightyena.

Estando escondida, trató de pensar un plan. Tenía mucho miedo en ese momento. Se dio cuenta que tenía su pistola, lo que podría espantarlo con un solo disparo al aire. En ese instante el Pokémon la encontró. Ella salió del escondite de un salto y sacó su arma de fuego.

—¡Atrás! —gritó Amelia con fuerza.

Disparó hacia arriba para atemorizarlo, pero el Pokémon de tipo siniestro no se inmutó, siguió intentando atacarla. Ella dio un esquivo hacia el lado derecho y casi pierde el equilibrio del salto. La pistola no funcionó, pero recordó que tenía la espada en su espalda. Pero antes intentó dialogar con el Pokémon.

—Escúchame, por favor. Yo no quiero hacerte daño. Aléjate de mí ahora o…

En ese momento se acercó a ella y casi la muerde. Amelia lanzó un grito y se echó para atrás, casi se cae otra vez. Pensó que ya no tenía otra opción. Desenvainó el arma, lo tomó con las dos manos y comenzó a abanicarlo de un lado a otro para mantener la distancia. Parecía que se le escapaba o se le caía de sus manos. No estaba preparada para manejar un arma como una espada

—¡Te dije que te alejaras! —dijo ella con autoridad.

Mightyena intentaba acercarse, pero la espada se lo impedía. El Pokémon aún seguía gruñéndola. No estaba segura si atacarlo sería una buena idea, tenía que intentarlo. Tenía temor de que no funcionase.

Amelia levantó el arma blanca y lo puso sobre su hombro derecho; estaba vulnerable en ese instante. Mightyena aprovechó ese momento y se acercó rápidamente para atacarla. Cuando vio que el Pokémon se movió, ella bajó el arma con gran velocidad y le dio un fuerte espadazo en la cabeza, pero con la parte que no estaba afilada. Luego de recibir el golpe, el Pokémon se acobardó y salió huyendo de la mujer hacia una dirección desconocida.

—¡Y no vuelvas! —exclamó enojada.

Su corazón estaba palpitando muy fuerte en su pecho y jadeaba con mucha fuerza. Nunca le había tocado una experiencia de estar tan cerca del peligro, por suerte salió ilesa.

La mujer trató de tranquilizarse por unos largos segundos. Se acordó después que todas las acciones que ella hizo eran para salvar a un Eevee salvaje. Ella tenía que devolverse para saber si se encontraba bien, por fortuna recordaba el trayecto que realizó.

Le tomó unos minutos en regresar al lugar en donde lo encontró, pero el Pokémon no estaba presente por alguna razón que desconocía.

—¡¿Eevee?! ¡¿En dónde estás?! ¡¿Eevee?!

Silencio absoluto. Se preguntó en dónde podría encontrarse. A lo mejor, se había ido para evitar que ese Mightyena no lo volviera a atacar. De seguro estaba en un lugar fuera del peligro. En primer lugar, ella intentó ir a buscarlo, pero vino hacia la mente el objetivo de la expedición. Perdió bastante tiempo en ese desvío. Tenía que enfocarse de nuevo. Siguió con su camino mientras la niebla se disipaba poco a poco.