PARTE 37 El Guante que Desafía
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El instinto de batalla de Byleth se activó al momento de ver que la mano de la Arzobispa iba justo a ella y saltó hacia atrás mientras empuñaba su daga. Rhea sonrió y su gesto calmado ahora tenía un tono tétrico. La joven mercenaria nunca había sido atacada por una sensación de peligro tan grande, tan sobrecogedora, era como ver una poderosa tormenta de la que no se podía escapar. Estaba apretando tan fuerte su daga que sus nudillos se tornaron blancos.
"Oh, pequeña, no tengas miedo. Comprendo que estés confundida, pero te aseguro que esto es lo mejor para todos", para mi, pensó Rhea, rodeando a Byleth como un lobo a su presa.
La mercenaria miraba velozmente sus alrededores, las ventanas más cercanas iban directo al abismo, pero quizá podría sostenerse de alguna saliente y no matarse en su intento de huir. Ir directo a la puerta era tentador, pero el peligro que representaba la Arzobispa era palpable. Su corazón retumbaba dentro de su pecho de manera dolorosa.
"Tengo que irme, no quiero pelear con usted, déjeme ir", pidió Byleth con la voz tensa.
"No temas", repitió Rhea con una calma que para nada calmaba. "Sólo quiero que sepas que estás destinada a un papel mucho más grande y significativo que ser una profesora o una asesora en el Imperio", la mujer no dejaba de sonreír. "Tus padres vivieron aquí en Garreg Mach, tu madre tenía una misión importante para la que lamentablemente no estuvo lista... Pero tú sí".
Un brillo depredador en los ojos de Rhea provocó un escalofrío en Byleth, haciéndola sentirse acorralada como nunca antes. Ni siquiera enfrentando a una enorme bestia errante se había sentido tan... ¿Asustada? Sí, esa era la palabra. Tragó saliva sin darse cuenta.
"Es hora de que tengas el honor de cumplir el más grande papel de la historia de todo Fódlan, pequeña", dijo Rhea con visible alegría y de nuevo trató de alcanzar a Byleth con una mano, pero ésta la evadió. "No temas, no es algo de lo que debas asustarte".
Byleth frunció el ceño, estaba acorralada y tenía dos opciones: rendirse o pelear.
El Azote Sombrío no se rendía.
Sin pensarlo, Byleth comenzó a atacar a la Arzobispa con su daga, pero en ese momento se sentía como un pequeño gato tratando de arañar a un enorme lobo rojo. Sus ataques con la daga eran bloqueados, sus puñetazos, patadas y ataques mágicos rebotaban en ella como si estuviera hecha de piedra. ¿Qué clase de poder tenía esa mujer? Byleth pronto se dio cuenta que no era rival para la Arzobispa.
Por su lado, Rhea parecía divertida ante los ataques de Byleth. Podía sentir su fuerza, algunos de esos golpes dolieron, clara muestra de su poder y vitalidad, ¡y vaya que su magia era buena! Seguramente mejoró sus habilidades mágicas durante ese año gracias a los entrenamientos y misiones. ¡Byleth era perfecta! Al ver que ésta trataba de correr a la salida, la sujetó por el abrigo con tanta firmeza que incluso sujetó su armadura y blusa interior, con tanta rapidez que le impidió cualquier tipo de escape.
Byleth sintió como Rhea la levantaba por todo lo alto como si de un animalillo se tratase y vio que tenía algo en su otra mano, una esfera de color grisáceo. Y lo siguiente que sintió fue un golpe en el pecho y una presión que le robó el aliento como si hubiera recibido un brutal puñetazo en el estómago. No pudo ni gritar, mucho menos ante la abrasante y ardiente sensación que le estaba envolviendo el pecho.
"¡SUELTA A BYLETH!"
Eso fue lo que la mercenaria alcanzó a escuchar antes de que todo se pusiera negro.
Catherine y Shamir no sabían qué hacer. Seteth estaba vuelto loco, Alois entró en pánico y Flayn no salía de su estado de confusión luego de que ellas les informaron lo sucedido en la Torre de la Diosa. Aquellos que alcanzaron a ver al dragón blanco volando alrededor de Garreg Mach, pobladores locales y soldados, interpretaron aquello como un milagro de la Diosa, una señal de que ese día de graduación sería uno muy especial y que la Diosa estaba al pendiente de ellos, de todos, mandando a su más hermosa y poderosa mensajera.
No que Seteth y su gente tuvieran que hacer mucho para encubrir el asunto, la fe (y la idolatría) de la gente de la zona y de la Orden habían hecho casi todo el trabajo de encubrir la inesperada transformación de Rhea. ellos mismos apoyaron la historia. Los pobladores que habitaban en los alrededores y todos los que vivían y trabajaban en Garreg Mach estaban eufóricos, incluso aquellos que no vieron a la Furia Blanca pero que escucharon a los que sí.
Flayn fue a ver a Seteth a su oficina.
"Hermano", Flayn no podía evitar sentir preocupación luego de que la Arzobispa no hubiera salido del Sagrado Sepulcro, el sitio más escondido y protegido de Garreg Mach, ubicado en las profundidades y a donde Rhea podía acceder porque ella sabía cómo abrir los intrincados sistemas de acceso. Seteth también, por cierto. "Es el cuarto día que no hemos visto a Lady Rhea".
Seteth no sabía qué decir, el personal del Monasterio también se notaba preocupado por la ausencia de la Arzobispa y la única excusa que les podía dar era que tenía que hacer un rezo especial a solas luego de la milagrosa aparición de la Furia Blanca. Tampoco le ayudaba el hecho de que Catherine y Shamir le miraran con sospecha ante el obvio encubrimiento del evento.
"Iré a ver si ya terminó el asunto que la tiene tan ocupada", fue lo único que dijo Seteth antes de ir al Sepulcro Sagrado tan rápido como pudo pero sin perder la compostura por mucho que quisiera correr.
A medio camino fue interceptado por Shamir y Catherine.
"Tengo un poco de prisa, si me permiten..."
"Iremos contigo", exigió Catherine con seriedad y una mano en la empuñadura de su Filo del Trueno.
"Catherine, no tengo tiempo de..."
"Seteth, vimos a Byleth con un hoyo en el pecho y realmente no puedes esperar que finjamos que no pasó nada", Shamir tenía los brazos cruzados y le lanzaba su mirada más fría. "Queremos ver cómo se encuentra".
El Consejero se masajeó las sienes, se sentía a punto de sufrir una jaqueca. Ellas hasta el momento estaban siendo lo suficientemente profesionales, incluso lograron calmar a los alumnos y hacer que se retiraran de la Torre sin mayor escándalo. Era normal que se estuvieran preguntando muchas cosas, sobre todo después del encierro de la Arzobispa luego de prácticamente secuestrar a Byleth.
"Queremos verla", dijo la Galerna con firmeza y no se refería a Rhea.
"De acuerdo, síganme", Seteth cedió y siguió caminando con prisa, las guerreras detrás de él. "Espero seguir contando con su discreción en cuanto a lo que sea que encontremos allá abajo".
Ambas asintieron en silencio. Necesitaban ver que Byleth estuviera bien.
Los tres llegaron al Sepulcro Sagrado, un sitio que ni siquiera Catherine conoció en sus tiempos de estudiante. La amplia visión de más tumbas en fila se mostró ante las guerreras apenas llegaron a su destino, Seteth, sin embargo, miró a uno de los extremos del sitio donde se levantaba una alta escalinata con un trono de roca en la cima. Y entonces los tres vieron algo que no esperaban.
Rhea tenía sus manos juntas como si hubiera estado rezando hasta hacía poco, miraba al alto trono y ahí se encontraba una esfera brillante color verde con una forma similar a un huevo. Seteth se alarmó, Catherine y Shamir no sabían qué pensar. No podían ver a Byleth por ningún lado.
"Rhea, dime qué estás haciendo, por favor. ¿Dónde está Byleth?" Preguntó un alarmado Seteth.
"Ella está bien, lo que no sé es porqué tomó esa forma", respondió Rhea sin dejar de mirar la extraña esfera. "Se supone que ella tiene el cuerpo perfecto, el Corazón reaccionó bien. Puedo sentir el poder pulsando desde dentro pero... No entiendo qué pasa".
"Su Excelencia", la voz de Catherine sonaba tensa. "¿Esa cosa es Byleth?"
"Oh, son ustedes", la Arzobispa al fin volteó un poco y vio a las guerreras, le regaló una sonrisa a ambas. "Sí, Byleth está en esa especie de esfera de energía. Supongo que debe estar acoplándose al enorme poder que se está mezclando con su esencia de vida y su cuerpo físico", no tardó en volver a ver la esfera. "Tengo que seguir vigilante".
Shamir no dejaba de ver la esfera, era similar a un huevo extraño, pero con todo y que no podía apartar su mirada de la extraña escena del trono, pudo percibir a alguien cerca de la entrada: Flayn. Flayn los siguió en secreto y tampoco podía dejar de ver el Trono. Shamir no estaba segura de si ella ya conocía el sitio o no.
"¿Qué hiciste con Byleth?" Preguntó Seteth. "Dímelo, por favor".
Rhea negó por lo bajo, seguía extrañada por lo sucedido, pero antes de poder responder, Catherine se adelantó, envalentonada por lo raro de la situación. "Puedo sentir un Emblema en esa cosa, Lady Rhea", dijo, señalando el extraño huevo. "Un Emblema que no puedo reconocer". Por supuesto, no agregó que la princesa de Adrestia tenía ese mismo Emblema.
Rhea asintió a la Galerna. "Tiene un Emblema único. No puedo darles más detalles porque no sé qué está pasando, no salió como esperaba pero puedo sentir el poder pulsante dentro de la esfera".
Shamir no decía nada y tampoco mostraba ninguna emoción en su rostro, una mercenaria profesional en toda regla. En verdad le sorprendía la naturalidad y calma con la que Rhea se movía en esa bizarra situación. ¡Byleth estaba dentro de esa especie de huevo y ahora tenía un Emblema! ¿Qué tipo de seres raros habitaban en Fódlan? La arquera aún trataba de sopesar que la Arzobispa se había transformado en el enorme dragón de las leyendas que tanto se repetían en el continente.
¿Pero qué tanto podía vivir una leyenda que se supone apareció hace varios cientos de años?
La arquera sólo pasó su mano por el arco que colgaba de su espalda. El arco de Byleth. Espero que los alumnos no vayan a hacer una locura, no hasta saber lo que la Arzobispa tenía planeado con Byleth... Ni siquiera estaba segura de que podrían hacer con ese extraño huevo, estaba en una zona de difícil acceso en el Monasterio y a saber si era seguro tocarlo o moverlo.
~o~
"¡BYLETH!" Sonó la voz desgarrada de Edelgard mientras miraba a la ventana. La Furia Blanca desapareció de vista y Edelgard estuvo a nada de salir corriendo pero Shamir la detuvo por los hombros con firmeza.
Con una firmeza que logró que la princesa de Adrestia regresara a sus cabales.
"Necesitas calmarte", dijo Shamir con voz fría y seria. "Todos necesitan calmarse".
"¡No puedes pedirme que me calme cuando... cuando...!" Edelgard apretó los puños. "¡Ella se llevó a nuestra profesora!"
"Sir Shamir, la Arzobispa le hizo algo a nuestra profesora y se la llevó", Dimitri ya estaba al tanto de que Rhea era un dragón, pero verla, aunque fuera de manera lejana, lo tenía sobrepasado. Por si le quedaba alguna duda, confirmó que todo lo que Edelgard le contó era verdad. "¡Se la llevó!" Gritó el príncipe.
"No entiendo cómo puedes pedir que estemos en calma cuando ella tenía su mano en el pecho de la profe y estaba sangrando", Claude sonaba tenso, la voz apenas le salía de la garganta y aún no entendía cómo no había caído al suelo luego de semejante escena, sus piernas temblaban y nadie podía culparlo.
"Escuchen a Shamir", dijo Catherine con firmeza y fue a recoger algo del suelo, la daga de Byleth. Se acercó y le mostró la filosa arma a los alumnos. "Ustedes y nosotras conocemos la fuerza de Byleth, ella peleó como pueden darse cuenta, pero no pudo hacer nada... ¿De verdad pretenden enfrentar a Lady Rhea?"
Edelgard tensó la quijada, sentía que los ojos le ardían, que toda ella ardía por la ira. "¡No crean que pueden detenernos! ¡Iré a rescatar a nuestra profesora!"
Antes de que la princesa pudiera gritarles más, lo siguiente que vio fue una daga justo frente a su nariz. De hecho Shamir le estaba apuntando con la daga de Byleth, Shamir fue tan rápida que le quitó el arma a Catherine en menos de un parpadeo. La arquera le miraba con frialdad, su acción decía más que mil palabras, pero Shamir sí tenía que decirle algo a la princesa. Y se lo dijo en dagdano.
"Si arman un escándalo ahora mismo, todos sabemos que la Iglesia encontrará la manera de encubrirlo y ustedes quedarán en ridículo, y si se arma un problema muy grande quizá no puedan recuperar a Byleth", dijo la Arquera, notando la desesperación en los ojos de la princesa. Le entregó la daga. "Yo estaré al tanto de ella. Váyanse de aquí, si a ustedes les pasa algo malo, Byleth se volverá loca cuando regrese y se entere".
La Galerna, el Príncipe y el futuro Archiduque por supuesto que no entendieron lo que dijo Shamir, pero Edelgard entendió perfectamente bien, apretó los ojos y asintió. "De acuerdo". Sabía que en ese momento no tenía la fuerza física ni mágica para enfrentar personalmente a la Arzobispa, ni mucho menos el Imperio estaba listo para organizar y sopesar una guerra abierta contra la Iglesia de Seiros.
La orgullosa princesa de Adrestia tendría que escapar junto con Dimitri y Claude.
"De acuerdo", respondió Edelgard ya en fodlandés y enseguida miró a sus acompañantes. "Vámonos".
"Edel..."
"Edelgard, ¿crees que...?"
"No podemos hacer nada ahora mismo", y a ella misma le dolía incluso de manera física decir eso, sentía su cabeza a punto de reventar y su corazón golpeando contra su pecho de manera dolorosa. "Dima, Claude, vámonos".
Dimitri fue el primero en asentir y sujetar a Edelgard de la mano, porque pudo notar que ella era incapaz de poner un pie delante del otro aún después de varios segundos de pedir que se fueran de ahí. Claude no estaba mejor, seguía mirando el charco de abundante sangre en el suelo, la sangre de Byleth, la sangre de una Byleth que era alguien poderosa e invencible para ellos, pero que quedó totalmente a merced de la Arzobispa Rhea. El príncipe sujetó al arquero por el brazo para obligarlo a moverse también.
Saber que no podían hacer nada en ese momento era tan frustrante…
"¿Edie, crees que la profe Bylie esté bien?" Preguntó una preocupada Dorothea ni bien se reunieron para la junta semanal.
¡Todas las Águilas estaban preocupadas por la suerte de su profesora! Pero luego de escuchar que el poderoso Azote Sombrío quedó reducido a nada por Rhea, incluso los feroces deseos de Caspar de ir a rescatar a su profesora se esfumaron. Tampoco sabían a dónde se habían llevado a Byleth ni qué había sido de ella, pero una cosa sí era segura.
"Rhea la necesita viva, así que nuestra profesora debe estar sana y salva", dijo Edelgard con voz tensa.
Habían pasado tres semanas desde la graduación, dos semanas desde que su padre finalmente le puso la corona del Águila Bicéfala con ambas manos y, con ella, el título de Emperatriz de Adrestia. Desde entonces, Edelgard había estado trabajando mano a mano con todas las Águilas para poner en orden el Imperio antes de organizar nada más; todas las Águilas, incluida Dorothea. La cantante había decidido quedarse y ayudar a su amiga con el trabajo de mejorar las condiciones de vida de los plebeyos, la cantante no quería que más hijos sin crestas terminaran mascando suelas de zapatos para apaciguar el hambre. Edelgard puso como primer ejemplo de sus reformas a Dorothea Arnault y a Shez en las posiciones de Asesora Imperial y Comandante de la Armada Mercenaria de Enbarr respectivamente.
A mencionar que el Conde Varley fue destituido de su puesto el mismo día que el grupo arribó a la capital del Imperio y lo primero que hizo fue ir a gritarle a Bernadetta al verla sola, esperando que ya hubiera aprendido a ser alguien útil y obediente para desposar a un noble sin que lo dejara en ridículo con sus extraños comportamientos. Alegó que la Diosa detestaba a las chicas inútiles como ella.
Pero el Conde perdió el color del rostro al ver que Bernadetta rápidamente era escudada por la entonces princesa Edelgard. Intentó justificarse, decir que lo que hacía era por el bien de los Varley, pero Edelgard lo destituyó de su puesto en ese mismo instante y lo dejó vacante hasta que ella encontrara a una persona adecuada para liderar la Fe de la gente de Adrestia. Por supuesto, Edelgard puso a la madre de Bernadetta a salvo y con suficientes recursos para tener una vida cómoda. Esa mujer era tan víctima de su marido como lo fue su propia hija.
"¿Puedo entregar mi reporte e irme?" Preguntó un adormilado Linhardt, llevaba noches enteras investigando en el más exclusivo y secreto archivo Imperial sobre la Furia Blanca para tratar de adivinar los planes que podría tener Rhea para Byleth.
También le interesaba cómo pudo imbuirle a su profesora un Emblema como si nada, porque eso querría decir que podrían hacer algo respecto al segundo Emblema de Edelgard y Lysithea. Sí, ya todas las Águilas estaban al tanto de la guerra que su ahora Emperatriz quería lanzar contra la Iglesia de Seiros, y también ya sabían sobre las Serpientes de las Tinieblas.
"Tenemos mucho trabajo por hacer si queremos llevar a cabo lo que ordenaste". Por supuesto que también le preocupaba la suerte de su profesora, pero tenía sus maneras de demostrarlo.
Shez puso una mano en el hombro de Dorothea, tratando de calmarla. "Sabemos que la Profe es un hueso duro de roer, confiemos en ella".
Dorothea simplemente asintió y Edelgard retomó la palabra.
"Un resumen oral nos serviría mucho, Linhardt".
"De acuerdo", el sanador bostezó. "Lamentablemente no he hecho muchos avances y esa chica violenta", Linhardt hablaba de Kronya, "me dijo que en los libros que conservaron de las Serpientes no viene una manera segura de poder quitar el segundo emblema".
"¿A qué te refieres con eso?" Preguntó Hubert, arqueando una ceja.
"Se describe que la manera más directa es drenar la sangre del sujeto casi por completo y hacer una transfusión de sangre nueva, sangre viva, pero el riesgo es que las transfusiones no son siempre seguras y puede matar al sujeto".
El sólo recordar que justamente así fue, que ellos drenaban su sangre para ponerle una sangre nueva que ardía hizo que Edelgard apretara un poco más sus manos.
"Puede haber una taza de éxito más alta si se usa sangre que tenga el mismo emblema original que el sujeto. Entre menos diluido esté el poder del Emblema, mejor", agregó Linhardt y hasta ese momento la Emperatriz soltó una risa seca.
"Y todos aquí sabemos de dónde surgió el Emblema de Seiros", dijo Edelgard al darse cuenta de la ironía.
"No creo que ella te vaya a dar de su sangre luego de que le declares la guerra", murmuró Bernadetta con tono nervioso.
"Por supuesto, ese es el método que ellos tienen registrado, es muy riesgoso incluso con la sangre correcta, pero sé que debe haber otro método", dijo Linhardt y luego suspiró de manera pesada. "Me vendría bien la ayuda del Profesor Hanneman..."
Lamentablemente, el profesor Hanneman estaba en Garreg Mach.
"Sigue investigando en los otros libros, por favor", dijo Edelgard. "Muchas gracias, puedes retirarte".
El sanador asintió y se retiró de la sala de juntas.
El resto de los reportes indicaban un buen trabajo en la misión de comenzar a estabilizar primero el Imperio y armar al ejército, también tenían que lidiar con incómodos Nobles que, por supuesto, no pensaban ceder el poder tan fácilmente. Muchos de ellos ni siquiera tomaban en serio a Edelgard, pero ésta poco a poco se imponía ante ellos con ayuda de sus compañeros, aliados y la creciente simpatía del pueblo. Por otro lado, Edelgard tendría una reunión con el abuelo de Petra en unas semanas para hacer oficial el tratado de paz, la liberación de las islas del vasallaje y la petición formal de alianza.
Las Águilas tenían mucho por hacer, e incluso con eso, Edelgard se daba el tiempo de intercambiar correspondencia con Dimitri y Claude. Y también de extrañar a Byleth apenas estaba a solas en sus aposentos. Junto a su cama tenía la espada, la daga y el resto de los objetos personales de Byleth que se habían quedado esperando por su dueña en la carroza. El arco seguía en poder de Shamir. Edelgard, sin duda alguna, confiaba en Shamir.
Lamentablemente, el no tener noticia alguna de su profesora aún después de esas semanas hacía que la princesa sintiera una molesta desesperación y desasosiego crecer en su pecho, el no saber qué era lo que Rhea deseaba de Byleth la tenía asustada, y mucho. El pecho le pesaba, la idea de que no pudo hacer nada por ayudarla aún le carcomía la cabeza y el recordar lo feliz que estaba Byleth por ir a Enbarr, y conocer los sitios favoritos de la princesa, hacían que ésta sintiera sus ojos arder por lágrimas que no salían pero que sí quemaban.
"Byleth..." La Emperatriz no podía dormir, así que decidió dar un paseo por los jardines privados del castillo, sitios que aún estaban cargados de recuerdos de sus hermanos y que ella pensaba complementar con paseos y pláticas con su profesora... Pero su profesora no estaba.
"¿No puedes dormir?" Preguntó una voz de repente, haciéndola respingar por la sorpresa.
Se trataba de Shez.
"No, tengo mucho trabajo y muchas cosas en qué pensar", respondió la princesa, agradeciendo la presencia de Shez. "¿Y tú?"
La mercenaria sonrió. "Tampoco, me preocupa mucho la profe, ya casi es una Luna entera, las clases ya comenzaron en Garreg Mach otra vez, no sabemos a quién pusieron de profesor nuevo luego de que Jeritza renunció..." Su voz se quebró con sus siguientes palabras, "y aún no tenemos noticias de ella". Shez suspiró de manera pesada. "Si no la hubiéramos dejado sola con la Arzobispa, esto no habría pasado..." Se lamentó.
Edelgard sabía que Monica se culpaba por lo mismo.
"No pensamos que esto fuera a suceder, incluso Byleth creyó que Rhea ya no tenía ningún interés en ella... Nos confiamos..." Murmuró la Emperatriz. "Me confié..."
Ambas suspiraron, pero Shez fue la primera en sonreír. "Como bien dijiste, ella la necesita con vida, aún tenemos oportunidad de rescatarla".
"Me sentiría más tranquila si supiéramos cómo se encuentra", murmuró Edelgard, dejando caer un poco su fachada de fuerte y confiable líder para dejar ver a la chica enamorada, enamorada y asustada por la suerte de la persona amada. Los espías de Hubert en el Monasterio hasta el momento no habían podido encontrar pista alguna de Byleth.
"Encontraremos la manera, ya verás que..." Pero Shez no pudo terminar de hablar, una sensación de alerta la hizo cubrir a Edelgard con su cuerpo mientras miraba a los altos muros que rodeaban esa zona en especial. Había alguien ahí.
Edelgard también se puso alerta, pero lo que ambas vieron fue una brillante flecha metálica clavarse en el césped a un par de pasos de la Emperatriz. Debido a la oscuridad, ninguna podía ver quién disparó la flecha peligrosamente cerca de ellas, pero sí pudieron ver que la flecha tenía una nota atada.
Shez cubrió a Edelgard mientras ésta desataba la nota para revisarla... La nota estaba en dagdano, ¡se trataba de Shamir! No podía ser nadie más. Pero el contenido de la nota realmente sorprendió a Edelgard.
[No vengan a Garreg Mach, la Arzobispa está furiosa porque dice que alguien se metió al Monasterio a robar algo importante del Mausoleo y no está nada contenta.]
¿Algo del Mausoleo...?
Oh, Edelgard pronto supo a qué se refería Shamir: La Espada del Creador.
[Byleth está en la zona más profunda del Monasterio, el Sepulcro Sagrado. Quiero pensar que ella está bien, el problema es que tiene ésta forma.]
Y seguido de esas palabras, había un (muy buen) dibujo de un trono de piedra que tenía encima algo que parecía un ¿huevo? Sí, eso era un huevo, uno muy grande. Había pequeñas anotaciones indicando el color verdoso y brillante que despedía la esfera.
[Alois, Catherine, Flayn, Seteth y yo tenemos permitido visitarla, Rhea dice que quizá escuchar voces conocidas la ayuden a despertar y nos asegura que ella está viva y a salvo, también menciona que "eso" no salió como ella esperaba. No pude tocar la cosa en la que se transformó Byleth, está demasiado caliente.]
Edelgard no podía creer lo que estaba leyendo y viendo... ¿Qué, en nombre de la Diosa, tenían pensado hacer Rhea con su profesora? Sí, estaba lo suficientemente horrorizada como para clamar en nombre de la Diosa.
[Les haré saber si cambia algo. Cuiden la flecha, es de Byleth y debo devolverlas todas.]
Y justo ahí terminaba la misiva.
Edelgard no sabía si sentirse asustada, aliviada, ansiosa o todo junto. Le dejó ver la nota a Shez, ella también sabía dagdano después de todo. Y la reacción de Shez fue más escandalosa a comparación del silencioso pánico de la Emperatriz.
"¡¿Qué rayos...?! ¿Acaso esa loca quiere cocinar viva a la profe?"
"Mañana les haremos saber a todos sobre ésta nota", dijo Edelgard con seriedad.
"Si Hubert se entera que alguien disparó una flecha cerca de tus botas, se volverá loco y va a amonestar a los guardias", comentó la mercenaria con anticipada pena por esos pobres soldados.
"Shamir es una de las mejores en la Orden, es normal que sepa moverse... Y me alegra mucho que estemos en buenos términos con ella", fue todo lo que dijo Edelgard. "Todo gracias a nuestra profesora", la Emperatriz sonrió por lo bajo, recordando cómo Shamir fue quien los tranquilizó y los animó a irse antes de cometer alguna tontería que les costaría caro.
"Apenas terminemos de trabajar aquí, estaremos listos para rescatar a la profe", declaró Shez con una recuperada sonrisa.
"Es el plan", dijo Edelgard, contagiada de los ánimos de su amiga.
"Además, ¿qué tanto nos puede tomar terminar de estabilizar y pacificar el Imperio, eh?" Fue la animada pregunta al aire de la Comandante.
~o~
"Soy un demonio", respondió Byleth a la pregunta de ese ser con forma humana, por instinto buscó cualquiera de sus armas pero no tenía ninguna, ni siquiera su daga.
"El sentido del humor no te falta por lo que veo", murmuró la jovencita, claramente molesta. "Veo que no te enseñaron modales. Dime tu nombre, Demonio".
Byleth apretó los labios, pero esa chica tenía una presencia que parecía apoderarse de todo ese espacio.
"Responde o tomaré control de tu cuerpo y no tendrás el honor de que te lo agradezca por nombre", dijo la desconocida chica de repente.
La mercenaria se alarmó, esa amenaza no parecía gratuita. "Byleth", respondió al fin sin abandonar su posición de combate. "¿Qué quieres decir con tomar mi cuerpo? ¿Dónde estamos? ¿Quién eres tú?"
"Haces muchas preguntas… El guante no le pregunta nada a la mano..."
Byleth tensó la quijada, lista para pelear, pero eso sólo hizo reír a la chica por unos segundos antes de ponerse seria.
"Mereces al menos saber lo que te espera, te lo debo, hace mucho que no hablo con nadie", la chica comenzó a bajar por la escalinata del trono, le resultó casi cómico que Byleth se mantuviera firme en su sitio y con los puños preparados. "Soy Sothis, se me conoce como el Comienzo y soy la Madre Creadora de ésta tierra que, espero, aún se llame Fódlan".
Byleth no tardó en entender el verdadero peso de esas palabras... ¿Acaso ese Ser era al que todos en Fódlan adoraban? No sabía el nombre de la Diosa a decir verdad, sólo leyó los preceptos de Seiros y uno de ellos claramente indicaba que no se debía decir el nombre de la Diosa en vano.
"Respecto a tus otras preguntas, estás ante mi trono. Puedes sentarte en él si quieres, pero apenas lo hagas, tu cuerpo será mío para usar. También podría tomarlo por la fuerza, después de todo no tienes el poder para resistirte".
Esas palabras alarmaron a Byleth y comenzó a atacar a Sothis con sus puños, pero ella la evadía, se notaba divertida y lo estuvo los primeros segundos hasta desaparecer ante Byleth y reaparecer detrás de ella. La pelea siguió un poco más, si es que eso podía ser llamado pelea, hasta que Sothis tuvo suficiente y con un golpe lanzó lejos a la chica.
"¡Rhea te puso en mi cuerpo!" Reclamó Byleth mientras la Diosa subía a su trono una vez más.
"No sé quién es Rhea, pero sí sé que si estás aquí en el mismo espacio que yo, es porque ambas estamos dentro de tu cuerpo, así que es cuestión de tiempo para que yo lo use".
"No lo permitiré".
"¿Ah, no? Pondremos a prueba eso, Demonio".
El poder de Sothis se volvió pesado, obligando a Byleth a quedar en una rodilla mientras sopesaba la aplastante sensación, como si la enorme zarpa de una bestia salvaje tratara de dejarla contra el suelo. Byleth resistía, no perdía de vista a Sothis.
"Oh, eres fuerte..."
"No obtendrás mi cuerpo... Tengo muchas cosas por hacer... Tengo que ir con mis alumnos a Enbarr, tengo que ayudarlos con muchas cosas... Tengo que estar con Edelgard..."
Sothis rió. No pensaba admitir que el espíritu de la chica era fuerte incluso en ese escenario donde no tenía ventaja alguna.
"Lo siento, Demonio, pero tu cuerpo será mío", dijo la Diosa, acomodándose perezosamente en su trono. "Tomaré una siesta, no me despiertes".
Byleth se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, no estaba contenta y se le notaba. Primero, no pudo defenderse ante Rhea, y ahora había sido burlada ¡por una diosa! Bueno, era obvio si estaba hablando de una Diosa, pero la idea de que dicha Diosa fuera a usar su cuerpo como un guante rápidamente la hizo pensar en las Serpientes... Aquellos que vistieron la piel de Tomas el bibliotecario y la piel del tío de Edelgard, aquellos que casi vistieron la piel de Monica...
Obviamente Rhea la quería para ser el nuevo cuerpo de la Diosa en el trono...
Semejante revelación hizo que se diera cuenta de algo y rápidamente buscara el diario de su padre en su abrigo. No lo tenía, tampoco su propio diario. Al parecer, llegó ahí dentro sólo con su ropa. Estaba casi segura de que su madre también fue preparada para ser el cuerpo de la Diosa y falló, por eso su padre vio que Rhea le sacaba algo del pecho, y lo que le sacó del pecho a su madre fue lo mismo que le clavó en el pecho a ella.
La joven mercenaria apretó los ojos y los puños. No podía permitir algo así, ese era su cuerpo, era su vida, ella no era un guante para la Diosa que abandonó a Edelgard en esos calabozos, una Diosa a la que Marianne siempre rezaba por una paz que seguía sin encontrar... Una Diosa sorda a la gente que oraba, vivía y mataba en su nombre.
¿La Diosa dijo que estaban dentro de su cuerpo, verdad? Bien, entonces aún tenía una pequeña ventaja. Tenía que hacerse más fuerte, porque no pretendía perder ante Rhea una vez más.
Comenzó a quitarse la ropa hasta quedar sólo en sus shorts y camiseta negra y, sin más, comenzó a practicar golpes y ataques. No pensaba quedarse quieta y contemplando a la Diosa dormir. Tenía que estar fuerte.
Byleth no podía percibir el paso del tiempo ahí donde estaba. No sentía hambre, tampoco sed, no tenía necesidad de dormir y, al parecer, no experimentaba ningún cansancio, por lo que siguió haciendo ejercicio sin detenerse. Temía que, en caso de descuidarse un sólo instante, Sothis tomaría la ventaja.
El silencio le dolía en los oídos. No poder estar con sus alumnos, con Edelgard, le pesaba en el pecho. Seguramente estaban preocupados por ella.
"Hubert cumple años el día 17 de la Luna Arbórea, le gusta el café. Ferdinand cumple años el día 30 de la Luna Arborea, le gusta el té..." Murmuraba Byleth en baja voz, recordando que estaban muy cerca de la Luna Arbórea y no podría festejar el cumpleaños de Hubert. Quedó en hacerle una fiesta. "Annette cumple años el día 9 de la Luna del Arpa, le conseguiré ese tomo mágico que quería..."
Comenzó a listar a sus alumnos, sus cumpleaños, lo que les gustaba y lo que quería regalarles. Y repitió esa misma lista de manera incesante mientras entrenaba y soltaba golpes al aire. Byleth no lo percataba, pero Sothis abría los ojos a veces para ver lo que hacía y escuchar todo lo que decía, para enseguida dormir otra vez.
CONTINUARÁ...
