CAPÍTULO VEINTEUNAVO

Lily Evans se dejó caer sobre su cama con un suspiro profundo, sintiendo cómo el peso del par de días que llevaba en casa se acumulaba en cada músculo de su cuerpo. Había sido unos días de jornadas agotadoras, llena de recados interminables y tareas que parecían no tener fin. Llevaba apenas unos pocos días en casa, pero el tiempo se arrastraba con una lentitud exasperante y tortuosa, como si cada hora se hubiera convertido en una eternidad, le parecía casi un mes desde que había llegado.

La boda de Tuney, se había convertido en el epicentro del universo de su casa y todo giraba a su alrededor, la lista de preparativos era interminable, y Lily y su madre apenas habían logrado tachar quince cosas de esta en los últimos días. Entre ellas, estaba el momento en que Lily había tenido que probarse el vestido que tendría que llevar. No era la dama de honor, pero Petunia le había invitado a formar parte de la boda, y eso significaba más de lo que Lily hubiera podido expresar, sabiendo el estado al que su relación con su hermana actualmente. Pero eso implicaba que la pelirroja tendría que llevar el vestido que Petunia había elegido para todas sus acompañantes, un vestido que, por cierto, no era precisamente del gusto de Lily, pero eso era lo de menos, lo importante era que Tuney estuviera contenta, o al menos eso intentaba recordarse a sí misma.

Mientras yacía en la cama, repasando mentalmente las mil cosas que aún quedaban por hacer: recados para Petunia, ayudar a su madre con la compra, preparar algunas cosas para sus clases..., el cansancio finalmente la venció, sus párpados se cerraron pesadamente, y el sueño la envolvió en un abrazo cálido y reconfortante. No supo cuánto tiempo había pasado cuando un sonido insistente la sacó de su letargo. Al principio, creyó que era parte de sus sueños, un repiqueteo lejano que se mezclaba con imágenes difusas. Pero el ruido persistió, cada vez más claro, hasta que Lily abrió los ojos, desorientada. La habitación estaba iluminada con unos preciosos tonos naranjas cortesía del atardecer y las nubes que cubrían el cielo..

Fue entonces cuando sus ojos verdes, aún nublados por el sueño, se fijaron en la fuente del sonido. En la ventana, una preciosa lechuza de tonos parduzcos golpeaba el cristal con su pico, como si estuviera impaciente por entrar. Lily se incorporó de un salto, frotándose los ojos.

- ¡Perdón, perdón, ahora voy! -Murmuró todavía medio dormida.

Se acercó a la ventana y la abrió con cuidado, la lechuza entró zumbando como si llevara una misión de vida o muerte, y se dejó caer dramáticamente sobre la cama, con las patas hacia arriba. Lily no pudo evitar reírse ante la escena.

- Vaya, parece que has tenido un viaje agotador -dijo, acercándose para desatar la carta que la lechuza llevaba atada a una de sus patas, sino fuera imposible la adolescente juraría que la lechuza la había fulminado con la mirada.

Con movimientos delicados y pidiendo perdón de nuevo al animal, Lily levantó al ave y la colocó sobre un jersey arrugado que había dejado encima de la mesa de trabajo la noche anterior. La lechuza ululó suavemente agradecida, y cerró los ojos exhausta.

Lily volvió su atención a la carta que sostenía en sus manos. No reconocía la letra de inmediato, aunque algo en ella le resultaba vagamente familiar. Con una mezcla de curiosidad y emoción, rompió el sello del sobre y desdobló el pergamino. Sus ojos recorrieron rápidamente las palabras:

Pops,

Espero que las cosas por casa no estén yendo tan terriblemente mal como temías. Por aquí no te has perdido mucha cosa: unos cuantos juegos de snap explosivo, un par de partidos de quidditch improvisados y alguna merienda épica delante del fuego. Ya sabes que los elfos siempre se esfuerzan más durante las vacaciones en los banquetes, así que sí, créeme, han sido épicas. Y sí, espero darte envidia con esto.

Sirius.

Lily se quedó mirando la carta y notó cómo una sonrisa involuntaria se asomaba en sus labios. Claro que la carta tenia que ser de Sirius, solo él podía escribir algo así, en ese tono desenfadado tan suyo y provocándola un poquito. Siempre buscando sacarla de quicio, pero al mismo tiempo resultándole inexplicablemente gracioso. Aunque la había pillado por sorpresa, no podía negar que la carta le había alegrado el día. Después de todo, Sirius era su amigo, y a pesar de su capacidad para exasperar y su tendencia a meterse en líos, se habían vuelto muy cercanos en los últimos meses. Quizás era la fascinación del moreno por todas las cosas muggle, o la forma en que conseguía hacerla reír incluso cuando no quería, pero Lily estaba agradecida de tener a Black en su vida.

Sin embargo, la sorpresa seguía ahí. ¿Por qué le había escrito? No era como si no se fueran a ver en un mes. Lily solo pasaría diez días fuera de Hogwarts en vez de las dos semanas de vacaciones, aunque técnicamente nadie lo sabía, solo lo había hablado con McGonagall y su madre y ninguna de las dos había puesto pegas al respecto. Tal vez Sirius simplemente estaba aburrido, y había decidido escribirle para pincharla. O quizás, solo quizás, le había escrito porque genuinamente quería saber cómo estaba, aunque Lily lo dudaba.

La carta, sin embargo, era una distracción bien recibida. Lily estaba convencida de que los diez días en casa hubieran sido agotadores sino llega a ser por esa carta, apenas llevaba dos y ya lo habían sido. Entre los preparativos interminables de la boda de Petunia, las constantes discusiones con su hermana y tener que aguantar al insufrible prometido de Tuney, Lily sentía que cada minuto en casa era una prueba de paciencia. Petunia no perdía oportunidad de criticar cada cosa que Lily hacía mal y de recordarle que debía ocultar su status de bicho raro delante de Vernon, quién con su aire de superioridad y sus comentarios despectivos sobre cualquier tema no hacía más que empeorar las cosas.

La carta de Sirius era como un soplo de aire fresco en medio de todo ese caos. Le recordaba que, en algún lugar, existía un mundo donde no tenía que fingir ser alguien que no era, donde no tenía que justificar su existencia ni sus habilidades. Lily se preguntó si debiera contarle a Sirius sobre su plan de regresar a Hogwarts antes de lo esperado, después de todo, él era de los pocos que podía entender lo que significaba escapar de un entorno que te hacía sentir como un extraño en tu propia casa. Pero, por ahora, decidió guardarse esa información, preferiría que no corriera la voz y mucho menos a que la noticia llegara a oídos de Potter, por algún motivo que no quería explorar.

El ruido de una puerta de coche cerrándose la sacó de sus pensamientos. La pelirroja se acercó a la ventana y vio a su madre bajarse de su destartalado vehículo, con aspecto cansado, y dirigirse hacia el maletero. Con un suspiro, Lily guardó la carta en uno de los bolsillos traseros de sus vaqueros. Miró a la lechuza, que parecía haberse quedado dormida sobre el jersey, y abrió la ventana por si el ave quería irse antes de que ella volviera a subir.

Mientras caminaba, no pudo evitar pensar en cómo respondería a Sirius. No era como si tuviera que darle muchas vueltas; después de todo, eran amigos, y eso lo hacía todo más fácil. Aunque, por supuesto, no le diría que le había dado envidia, eso sería darle demasiado crédito.


Heather miró alrededor, sus ojos recorriendo las paredes azules llenas de posters de quidditch, fotos y premios, las estanterías repletas de libros y algún que adornaban la habitación de su hermano mayor, muy distinta a su habitación en la torre de gryffindor. Habían pasado unos días desde que las vacaciones de pascua comenzaron y desde aquella fatídica conversación con Adam. Desde entonces, la trigueña no había abandonado la habitación de su hermano, más que para escaparse sigilosamente a las cocinas en busca de algo de comida. Sabía que sus amigas estaban preocupadas por ella, Marvin se lo había dicho, pero Heather se negaba a salir. ¿Cómo podía hacerlo? Si se encontraba con Adam, tendría que volver a hablar del tema, y no quería mencionarlo nunca más. Quizás, si se quedaba en el cuarto de Marvin hasta junio, podría evitar la conversación por completo.

Pero antes de hacer eso, tendría que llevar a cabo unos cuantos cambios. Marvin no tenía un tocadiscos encantado que funcionara dentro del castillo, y Heather dudaba que pudiera sobrevivir tres meses sin escuchar música o que pudiera hacer funcionar uno sin la ayuda de Lily. La pelirroja era un prodigio en encantamientos, y Heather no tenía ni la mitad de su talento, sin ayuda de la prefecta jamás hubiera conseguido que su tocadiscos funcionara en Hogwarts. La habitación de Marvin tampoco tenía un rincón mágico en el que descansar como la de su cuarto, ni una cocina o ropa adecuada para ella, lo cual hacía inviable su plan de atrincherarse ahí los próximos 3 meses. Por ahora Heather, se las había arreglado robando camisetas de su hermano que le quedaban enormes, y transformando la ropa interior de él en la suya propia, cosa que no iba a negar que le había dado un poco de asco al principio pero cuando una esta desesperada poco puede hacer. Sin embargo, estaba claro que la trigueña no podía seguir así. Además, Heather dudaba que, después de seis años de compartir cuarto con amigos, ahora que Marvin había conseguido una habitación propia como privilegio de ser el Premio Anual, le interesara compartirla con ella. Aunque, había que admitir que su hermano había demostrado una paciencia admirable con ella ese año.

Heather estaba sumida en esos pensamientos, rebuscando distraídamente un libro con el que entretenerse en la estantería que no notó cuando la puerta se abrió de repente. Perdida en sus pensamientos la chica no se inmutó. Pero cuando escuchó más de una voz, se giró sorprendida, solo para encontrarse de frente con Marvin, Edward y Luke Corner. Los tres, águilas de séptimo año, entraban riendo y hablando de sus cosas, con energía despreocupada que tanto caracterizaba.

Pero los dos últimos se detuvieron en seco cuando la vieron, los ojos verdosos de Heather volaron a los azules de Edward, quién parecía no salir de su asombro. Por su parte Luke, también se había quedó paralizado, pero solo tardó unos segundos en reaccionar antes de hacer un tímido gesto con la mano, como sino supiera como reaccionar al ver a la hermana y la exnovia de sus amigos con tan solo una camiseta cubriéndole lo justo y necesario. De los tres, solo Marvin pareció no inmutarse, como si la presencia de su hermana en su cuarto fuera lo más normal del mundo.

- ¡Ey Heath! -Dijo Marvin con naturalidad arrojando su capa sobre la cama. -¿Sigues aquí? Pensé que habrías salido a buscar algo de aire fresco, o comida.

Heather se quedó boquiabierta, sin saber qué decir. Edward y Luke intercambiaron una mirada incómoda, pero Marvin continuó como si nada, sacando un paquete de dulces de su bolsillo y ofreciéndoselos a su hermana.

- ¿Quieres? Son de Honeydukes -dijo, ignorando por completo la tensión que se respiraba en el aire.

Heather, sintiendo que el suelo se movía bajo sus pies, agarró el libro que había estado hojeando y lo apretó contra su pecho, como si fuera un escudo. No sabía si sentirse aliviada de que Marvin no la hubiera echado de la habitación o mortificada por la presencia de Edward. Este último, después de unos segundos de silencio incómodo, finalmente habló.

- Hola, Heather -dijo con una voz que intentaba sonar casual pero que no lograba ocultar del todo la incomodidad.

- Hola -respondió ella, con un tono más seco de lo que pretendía.

Luke, tal vez intentando aliviar la tensión, se aclaró la garganta y dijo.

- Bueno, eh... Marvin, ¿vamos a organizar ese torneo o qué?

Marvin asintió todavía con la boca llena de dulces, y cogiendo un set de snap explosivo, una caja de gobstones y una libreta salió por la puerta seguido de cerca por Luke, dejando a Heather y Edward solos en la habitación.


Lily se llevó un buen susto al entrar en su habitación aquella noche, lista para irse a dormir cuanto antes. El inesperado ulular de una lechuza la hizo dar un respingo; estaba segura de que el ave había partido horas atrás. Pero no, ahí seguía, observándola con sus grandes ojos brillantes.

Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras se acercaba al animal, acariciando suavemente su plumaje. Luego, rebuscó en su cajón hasta encontrar una pequeña bolsa de golosinas para lechuzas, que siempre guardaba para cuando sus amigas le escribían. Con cuidado, volcó unas cuantas sobre la mesa, ofreciéndoselas a su visitante.

La pelirroja sacó la carta la cual parecía quemar contra el bolsillo trasero de su pantalón, y la releyó pensando en que debía responder, y fue ahí cuando sintió un dolor agudo en su mano. Con un grito soltó el papel y miró con furia al pájaro, quien la miraba con inocencia en sus grandes ojos marrones a pesar de haberle clavado su afilado pico en la mano un segundo atrás. Lily fulminó al pájaro, el cual inclinó su cabeza hacía a un lado, como si no entendiera porque la chica estaba tan enfadada.

La pelirroja estaba dispuesta a echar a la lechuza a la fuerza hasta que reparó en la parte de atrás de la carta, la cual no había leido.

Pdt.: Puede que le haya dicho a Aithusa que te muerda hasta que me respondas, cuidado puede ser un poco protectora.

Cualquier tipo de sentimiento cálido que Lily pudo tener al recibir la carta había desaparecido, mirando la palabra mordazmente como si estas fueran Black mismo, la pelirroja agarró un pequeño trozo de pergamino de uno de sus cajones y con un bolígrafo escribió una respuesta rápida.

Black,

Eres una persona horrible ¡Tu lechuza me acaba de morder! Además, no deberías entrometerte en asuntos ajenos, es de mala educación.

L.E.E.

Pdt: ¿Qué clase de nombre es ese?

Satisfecha con su corta respuesta y saboreando su pequeña venganza, sabiendo que frustraría al cazador haber recibido una contestación tan escueta y sin respuesta a su pregunta sobre como estaban siendo sus días por casa, Lily sonrió y dobló la carta antes de atarla a la lechuza, la cual ululó antes de partir con un batir de alas vigoroso, totalmente recuperada de su viaje.


Marlene había huido de la sala común de ravenclaw después de la cena. Todos los años, durante las vacaciones de Pascua, las águilas organizaban un torneo de juegos de mesa por parejas. Normalmente, McKinnon participaba sin pensarlo dos veces aprovechando la oportunidad para pasar más tiempo con sus compañeros de casa. Aunque se llevaba bien con ellos, no eran tan cercana como sus mejores amigos de gryffindor, pero ese año no le apetecía nada. Por lo general, Marlene formaba pareja con Mikeila Ackerley, su amiga y compañera de habitación y equipo, o que Edward Turpin si a Ackerley le apetecía emparejarse con su novio, sin embargo ese año era diferente, después de lo ocurrido en el partido contra slytherin, y sabiendo que a pesar de todo Mikeila sí podría seguir jugando, a diferencia de ella, a Marlene no le apetecía participar y menos con Mikeila o Edward. Mckinnon no estaba de humor para fingir normalidad.

Así que, en lugar de quedarse en su sala común, había decidido vagar por el castillo. Había dejado a Pandora sola con los demás Ravenclaw, segura de que la chica no tendría problemas para disfrutar del torneo sin ella. Fue entonces cuando, en uno de esos pasillos silenciosos, se topó con Adam Robins, el adolescente estaba sentado frente a un tapiz que narraba la epopeya de un joven campesino contra un dragón, Adam tenía la espalda apoyada contra la pared y la cabeza apoyada sobre sus rodillas. Marlene no sabía mucho sobre el chico, más allá de que compartían algunos amigos en común. Robins y ella no eran cercanos, pero cuando lo vio sentado en ese pasillo con una expresión tan rota no pudo ignorarlo. Con un gesto amable, se acercó y tomó asiento a su lado, haciéndose notar de antemano para no sorprenderlo.

Adam no hizo ningún gesto de reconocer su presencia, lo cual empezó a preocupar a Marlene. El silencio entre ellos se extendió hasta que, finalmente él rompió el hielo.

- ¿Qué haces aquí? ¿No es el torneo anual de las águilas hoy?

Marlene asintió con la cabeza, evitando su mirada.

- Sí, pero no me apetecía estar allí. Ahora mismo no estoy sintiendo mucho el espíritu ravenclaw.

Adam, quién aún no había apartado su mirada del tapiz, desvió los ojos para clavarlos en Marlene.

- ¿Todo bien en tu casa? -Marlene asintió, pero el insistió. -Las cosas no están muy bien fuera del castillo, y eso puede repercutir dentro de las casas, si alguien...

- Nadie me ha dicho nada por ser amiga de hijos de muggles o la hija y/o hermana de notables traidores a la sangre si es lo que estas preguntando -cortó ella en tono suave.

Robins se encogió de hombros ligeramente.

- Me alegro, porque no me gustaría ser quién estuviera en tu contra en ese debate.

Marlene sonrió al chico.

- Yo tampoco. -El chico volvió a desviar su mirada al tapiz, mientras la rubia le observaba de reojo. -¿Y tú? ¿Qué haces aquí solo? -Preguntó con cautela.

Él negó con la cabeza casi de inmediato, como si hubiera sido más un impulso que otra cosa.

- No lo sé -dijo con resignación -creo que esconderme.

- ¿Esconderte?

- Si.

Marlene no iba a insistir, si Robins quería contarle algo era cosa suya, y ella no tenía porqué inmiscuirse. Una persona más cotilla como Lang o Hudgens hubieran insistido, pero Mckinnon no era así.

- ¿De verdad no sabes por qué me escondo? ¿No has oído nada?

Confundida el águila negó con la cabeza. Adam pareció aliviado, aunque no del todo, y eso hizo que a Marlene le picara la curiosidad, pero sus buenos modales ganaban a las ganas de tenía de saber qué había pasado.

- Me alegra que no lo sepas.

No dio más explicaciones y Marlene decidió no presionarlo. En lugar de eso, se limitó a asentir y quedarse a su lado en silencio.

- Entiendo que no quieras ir al torneo, a mi tampoco me apetece estar en mi sala común, rodeado de gente feliz y llena de energía.

- Justo -estuvo de acuerdo ella, sintiendo que las palabras del chico resonaban en su propio estado de ánimo.

Permanecieron así un rato, en una compañía tranquila y cómoda, era raro, antes de esta vez, Marlene no recordaba haber pasado más de 5 minutos a solas con Robins, pero no se sentía incómoda. De normal, Mckinnon hubiera buscado a Lily o a James para que la animaran, pero la primera se había vuelto a casa y el segundo le parecía demasiado enérgico para esta ocasión. Además, ver a James implicaba pensar en quidditch inevitablemente, desde: las innumerables veces que habían jugado juntos, hasta cómo habían aprendido a volar a la vez, o el sin fin de carreras que habían hecho. Y Marlene no quería pensar en eso.

Como si lo hubiera invocado con sus ideas, James apareció por la esquina del pasillo. El chico estaba guardando algo en el bolsillo de su túnica mientras se acercaba a ellos con una sonrisa despreocupada.

- Ahí estás -dijo, mirando a Adam. -He venido a obligarte a jugar un partido de quidditch con Angie y conmigo. Y no hay réplicas que valgan, no sé que te pasa, pero esto te tiene que animar, y claramente necesitas motivación.

Robins soltó un gruñido indicando que no estaba muy conforme con la idea, pero Potter ya se había parado frente a él y le daba golpecitos en los pies con sus propios pies. Marlene fijó sus ojos azueles en el león, y no pudo evitar que una risa sarcástica resonara en su cabeza ¿acaso ahora podía invocar actos con sólo pensarlos?

- ¡Venga! -Gritó el azabache volviendo su atención hacia Mckinnon, dejó caer su cabeza ligeramente hacía la derecha -¿y a ti qué te pasa?

La rubia negó con la cabeza mientras decía un suave nada.

- ¿En serio que ocurre en este castillo? -Exclamó Potter -¿por qué ha decidido estar todo el mundo deprimido?

Marlene rio ligeramente divertida, esta vez en voz alta, mientras un pequeño brillo aparecia en su mirada. Y Adam volvió a suspirar cómo si hubiera escuchado esas palabras doscientas veces en los últimos días. Los ojos avellanas de James se entrecerraron clavándose en el águila.

- No te rías Mckinnon, ahora por graciosa tu también juegas, haremos un 2 contra 2. Tampoco tienes opción.

Marlene dudó por un momento, hacía apenas dos minutos estaba pensando que lo que menos le apetecía era ver a James para no pensar en quidditch, y acto seguido ahí estaba el azabache precisamente proponiéndole jugar al quidditch. Potter no lo sabía, pero lo que le ocurría era precisamente eso, que no podía jugar al quidditch nunca más, aunque el mendimago le había dado permiso para jugar con amigos. Con un suspiro resignado, y sabiendo que en el fondo le sentaría bien no ahogarse en un vaso de agua, Marlene asintió.

- Vale, me apunto.

Adam la miró traicionado, antes de clavar su mirada lentamente en su capitán quién ahora portaba una sonrisa en el rostro. El castaño sopesando sus ideas acabó tomando una decisión, miró a James con intensidad.

- ¿Un partido? -Potter asintió, -¿al mejor de 10?

- 21 -refutó Potter.

- 15 -contratacó el castaño.

James lo sopesó unos segundos antes de decir.

- Venga 15.

- Esta oscuro -objeto el castaño.

- Somos magos -replicó el azabache.

Adam lo evaluó unos segundos con la mirada antes de asentir.

- Acepto -finalizó la conversación.

Robins se levantó de un saltó y se giró a la rubia a quien le tendió una mano, Marlene agradecida tomó la mano del chico, y los dos adolescentes, siguieron a Potter por los pasillos, pensando que por muy ml que estuvieran hacía unos minutos jugar al quidditch con James siempre era divertido.


Cuando Lily se despertó la mañana del sábado no estaba preparada para otro largo día de recados para la boda de su hermana. La pelirroja miró el reloj que descansaba sobre su mesita de noche y se planteó seriamente la posibilidad de fingir que se había quedado dormida para no hacer los encargos, pero no funcionaria, no con su madre. Si su padre siguiera vivo y estuviese ahí probablemente le hubiera permitido saltarse todo eso, pero Dalhia jamás lo permitiría.

Remoloneando se dio la vuelta entre sus sábanas, aunque ya estaban en abril el tiempo en Cokeworth no era piadoso y la cama de Lily estaba calentita, la prefecta no quería salir. Sin embargo, parecía que alguien tenía otros planes, un ulular un poco estridente atrajo la mirada esmeralda de la adolescente. La cual se posó sobre la misma lechuza que había enviado hacía no tantas horas de vuelta a Hogwarts.

Suspirando Lily se levantó y abrió la ventana, la lechuza más cariñosa que la ultima vez entró y frotó su cabeza contra el dorso de la mano de la pelirroja, una sonrisa involuntaria se le formó en los labios. Con cautela, Evans desató la carta la dejó a un lado, y acercó al ave un bol con agua y unas pocas golosinas lechuciles más. El animal encantado ululó y dando saltitos se colocó al lado de los dos objetos.

Lily procedió a abrir y leer la carta.

Pops,

Prefiero el término 'escucha selectiva', y tu respuesta ha sido muy corta, ¿ahora quién está siendo maleducada?

Sirius.

Pdt: Es de James, el fue quién la bautizó.

Evans dejó escapar una carcajada incrédula por la desfachatez del adolescente, pero esta enseguida murió en sus labios al leer a quién pertenecía la lechuza. Sus ojos esmeraldas abandonaron el papel y se clavaron en el ave, que bebía feliz del cuenco sin sentirse observada o juzgada por la adolescente. El animal era verdaderamente bonito, Lily sinti...

Black,

¿Escucha selectiva? Sirius eres mejor que eso, invéntate alguna excusa creíble para tu personalidad tremendamente entrometida.

L.E.E.

Pdt: que sea de Potter explica porqué le gusta molestarme.

Satisfecha con su respuesta y sabiendo que una vez más Sirius se molestaría porque aún no le había dado respuesta a sus preguntas, Lily ató la carta a la lechuza procurando mantenerse alejada de su pico recordando bien como le había picado la última vez, y dejando la ventana abierta bajó a desayunar de buen humor.


Mary por millonésima vez esa semana se encontraba parada delante de la entrada de la sala común de ravenclaw, la castaña había ido hasta allí en busca de su mejor amiga. Le había costado un tiempo averiguar donde estaba, pero al final había conseguido que el hermano pequeño de Heather cantara, sin embargo a pesar de saber desde hacía un par de días que su amiga estaba ahí aún no había conseguido verla.

Había tenido que preguntar a los merodeadores dónde quedaba la sala común de ravenclaw, lo había evitado por todos los medios y estos habían sido su último recurso, pero es que la castaña no estaba dispuesta a acudir a ellos a menos que le fuera la vida en ello, y bueno después de una semana de no ver a Heather, le iba la vida en ello. Como si quisiera añadir a su irritación actual el pajarraco de delante de ella volvió a hablar 'Me ves en el presente pero solo existo en el pasado ¿qué soy?'

Mary bufó indignada, y se cruzó de brazos, ¿por qué los ravenclaw tenían que ser tan raros? ¿Acaso no podían tener una contraseña como las casas normales?

- Ya te he dicho que no lo sé -le gritó frustrada a la aldaba, para añadir por lo bajo -estúpido pomo.

La castaña estaba a punto de rendirse y sentarse en el suelo frente a la puerta cuando esta se abrió, y por ella salieron dos chicas una que Macdonald conocía y otra que se le hacía familiar.

- ¿Mary? ¿Qué haces aquí? -Preguntó Charity, la novia de Peter.

- ¡Oh gracias a Dios Charity, vuestro estúpido pomo no me deja pasar!

Las dos águilas se miraron cortadas antes de que Burbage respondiera lo más amable que pudo.

- Bueno es lo que tiene que hacer.

- Lo sé, lo sé -estuvo de acuerdo la castaña -pero necesito ver a Heather y sé que está en el cuarto de Marvin, en cuanto pueda os prometo que conseguiré llevarme a Heather a mi casa. Ahora, ¿me dejáis pasar?

Las dos se miraron y se encogieron de hombros antes de hacerse a un lado, sin miramientos e ignorando todos los ojos en ella Macdonald avanzó por la sala común de las águilas y subió directa las escaleras a la habitación privada de Marvin. Mary había estado un par de veces ese curso ahí cuando Heather estaba muy mal, intentando animarla con sus hermanos o aunque fuera durmiendo los cuatro.

La castaña llamó a la puerta y no esperando respuesta entró.

Entró sin pensar en que estaba en la habitación de un adolescente hormonado, entró sin pensar que escena se podía encontrar. Pero para suerte suya la habitación estaba vacía excepto por la trigueña sentada en el alfeizar interior de la ventana intentando leer un libro.

- ¿Mary? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado? -Cuestionó la trigueña sorprendida.

- No es mi culpa que hayas desaparecido de la faz de la tierra. -Heather la miró con reproche pero no objetó nada porque sabía que su amiga tenía razón.

- Perdón, solo necesito unos días.

Macdonald observó a su amiga con ojo crítico, había estado muy enfada con su repentina desaparición, preocupada por cualquier posible recaída acerca de lo de Lissy, pero no era así. Heather estaba duchada, tenía el pelo limpio y llevaba ropa de Marvin que le quedaba bien aunque un poco demasiado grande.

- Estaba preocupada -replicó Mary -y ya te he dado unos días. ¿Vas a decirme qué te pasa?

Jorkins estuvo dudando si contárselo o no, pero acabo cediendo, sabiendo que a ella también le venía bien hablarlo. Y la trigueña puso al día a la hija de muggles. Mientras hablaba Heather no pudo evitar pensar en el buen público que era Mary. La adolescente reaccionaba y se indignaba cuando tocaba, dejaba escapar suspiros en los momentos clave y jadeaba en el momento exacto.

- ¿Entonces Adam te ha confesado como se siente? -Preguntó -pensé que nunca lo diría.

- ¿Tú lo sabías? -Cuestionó Heather con los ojos repletos de lágrimas, Mary asintió.

- Heather cariño, la única que no lo sabías eras tú, -la castaña tomó la mano de su amiga entre las suyas propias. -Esta enamorado de ti desde que os hicisteis amigos en tercero.

Jorkins negó con la cabeza rápidamente mientras decía que no.

- Heather no tiene sentido que lo niegues si...

- ¡Pero el no lo ha dicho! -La interrumpió -no lo ha llegado a decir.

- ¡Porque tu no le has dejado! Eso no quita que él no sien...

- ¡Para! -Grito la trigueña, -no quiero oírlo.

- Vale -se resignó Mary -pero cuando vuelva Lily hablaras con ella, Evans es mucho mejor que yo con estas cosas y tu tienes que estar preparada.

Las dos se quedaron en silencio unos segundos, mirándose a los ojos.

- ¿Crees que las cosas podrán ser como antes? -Preguntó Heather con un toque de esperanza, intentando que no se le cayeran las lágrimas.

Mary la abrazó fuerte contra sí y le acarició el pelo con suavidad.

- No lo sé cariño -le dijo en un susurro -pero siempre me tendrás a mi.

Heather dejó escapar un sollozo, no quería perder a Adam, probablemente era lo más doloroso que había vivido hasta el momento, y así de claro se lo había dejado a Mary.

Jorkins lloró más fuerte aún y ahí se quedaron, hasta que Marvin volvió al cuarto.


Marlene no recordaba la última vez que se había divertido tanto; era como si hubiera retrocedido en el tiempo y volviera a tener cinco años. Desde que James la había 'obligado' a jugar aquel partido de quidditch unos días atrás, la semana entera se había convertido en un torbellino de planes improvisados con los merodeadores, Pandora, Angelina, Robins y Reginald Cattermole.

Era una sensación familiar, casi nostálgica. Como volver a aquellos años despreocupados de la infancia, cuando su vida giraba en torno a bromas inofensivas y partidos de quidditch improvisados. Aunque esta vez, había un pequeño matiz distinto: de vez en cuando, sí que estudiaban. No tanto como lo harían si Lily estuviera allí, sin duda ella no les habría dejado escapar tan fácilmente, pero al menos Remus sacaba a relucir su lado responsable y conseguía que se concentraran un rato. Un rato que nunca llegaba a las dos horas claro, pero algo era algo.

Sin embargo, nada de eso importaba ahora. Sentirse libre, sin complicaciones, solo siendo Marlene… eso era justo lo que necesitaba en aquel descanso de Pascua.

Y a decir verdad, no era la única que parecía beneficiarse de la distracción. Adam también lo estaba disfrutando, aunque Marlene sabía que no estaba del todo bien, el Robins con el que estaba pasando mucho tiempo era muy diferente al taciturno chico que se había encontrado frente a ese tapiz. Mckinnon no podía asegurarlo con certeza, pero tenía una sospecha que había cobrado aún más fuerza unos días atrás, cuando intentó hablar con Heather y la trigueña se negó siquiera a abrir la puerta del cuarto de su hermano, insistiendo en que estaba bien solo cansada.

Marlene corría por los pasillos del castillo, completamente inmersa en la gincana que los merodeadores habían organizado. O más bien, que Peter había planeado con meticuloso detalle junto con su novia, aunque ninguno de los dos participara activamente en el juego. Gracias al esfuerzo de la pareja, a la colaboración de los elfos y hasta de algunos profesores, los participantes debían superar distintos desafíos, ya fuera en solitario o en pareja para alcanzar el 'tesoro final'.

A Marlene le había tocado ir con James, y no podía estar más encantada, le recordaba a cuando eran niños, y no existían complicaciones como Sirius y los merodeadores, o el desprecio de Lily hacía James. Solo eran ellos dos, mejores amigos de la infancia sin que el mundo se interpusiera.

Caminaban aún riendo de la última prueba, en la que Marlene había sido 'encerrada' en una caja mágica insonorizada en la sala de profesores. Flitwick le había susurrado una palabra antes de sellarla y ella había tenido que interpretarla con gestos hasta que James la adivinara, momento en el que la caja se abrió sola.

- ¿Cómo iba a saber que eras un grindylow con cojera? -Se quejó James entre risas todavía recuperándose de la prueba.

- Era evidente, Jamie -Marlene rodó los ojos pero no pudo evitar que la risa le ganara.

- Sí, claro, pues las caras de McGonagall, Sprout y Flitwick no opinaban lo mismo -añadió James, imitando de forma exagerada los gestos torpes que ella había hecho durante la mímica.

Marlene soltó una carcajada, sin preocupaciones, sin segundas intenciones. Y entonces, al doblar la esquina se encontraron de golpe con Celine Cosmello. La risa de Mckinnon no se apagó de golpe, pero sí cambió. Se suavizó, como si su cuerpo se diera cuenta antes que ella de que algo había cambiado en el ambiente.

James notó la tensión al instante, pero en lugar de intervenir cruzó los brazos divertido y decidió disfrutar del espectáculo.

- Hola Celine -saludó Marlene con una media sonrisa, intentando sonar despreocupada.

- Hola, McKinnon -respondió la slytherin con ese tono tranquilo y ligeramente provocador que siempre usaba con ella.

Marlene sintió que se le secaba la boca. ¿Por qué tenía que mirarla así? Con ese aire de que sabía algo que ella aún no entendía.

- Este es James Potter, uno de mis mejores amigos.

- Encantado -sonrió el chico.

- ¿Qué haces por aquí? -Preguntó la rubia intentando sonar casual.

- Oh, ya sabes… disfrutando del castillo sin el escándalo habitual de los gryffindor. Pero veo que eso es imposible -replicó Celine con una sonrisita divertida, echando una mirada de reojo a James.

James alzó las cejas entretenido, no pareció ofendido en absoluto al contrario al adolescente le parecía que aquello se estaba poniendo interesante.

- Es que sin ellos esto sería un lugar muy aburrido -respondió Marlene con un tono que intentaba ser ligero, pero que de alguna forma, sonó más como un desafío.

Celine inclinó levemente la cabeza, como si estuviera evaluándola.

- Tal vez. Aunque dudo que eso aplique a ti McKinnon, por un lado eres un águila y por otro, pareces saber entretenerte sin depender de ellos.

Marlene sintió que el calor subía a sus mejillas. ¿Eso era un cumplido? ¿O una provocación? ¿O las dos cosas?

James a su lado, parecía estar presenciando un partido de quidditch particularmente emocionante. De hecho, Marlene estaba segura de que si hubiera tenido unas palomitas, se las estaría comiendo.

- No sé como de cierto es eso -contestó la rubia sintiendo aún el calor en sus mejillas -ahora mismo estamos enfrascados en una fiera competición.

- ¿Competición? -Pregunto Cosmello arqueando una de sus perfectas cejas mediterráneas.

- Si, una gincana.

- ¿Una gincana? -Celine dejó escapar una leve risa nasal, entre escéptica y entretenida.

- Oh, no te equivoques -intervino James con una de sus sonrisas traviesas que quitaba la respiración, -esto es una yincana de alto nivel. Ha sido meticulosamente organizada, con el apoyo de elfos domésticos, varios profesores e incluso algunos tramposos profesionales.

Las dos chicas se rieron ante la respuesta.

- Y con un premio final incluido -añadió Marlene retomando su papel y cruzándose de brazos con fingida seriedad. -Así que, si vas a menospreciarla, al menos hazlo con conocimiento de causa.

Celine ladeó la cabeza, observando a Marlene con esa expresión entre calculadora y divertida que descolocaba a la rubia por completo.

- No dudo de tu… entrega en la competencia, McKinnon. Aunque la verdad lo que me intriga saber es si eres mejor en esto o en otros… juegos.

Marlene sintió como enrojecía con furia, James a su lado dejó escapar una risa que pronto reprimió, formando un sonido ahogado en su garganta.

- Supongo que solo hay una manera de averiguarlo, ¿no? -Respondió la rubia con una sonrisa confiada, aunque por dentro sentía un torbellino de nervios.

Celine le sostuvo la mirada unos segundos más, luego se encogió de hombros con indiferencia fingida.

- Tal vez algún día lo descubra, pero hoy no -dijo con calma, y sin más la slytherin se giró sobre sus talones para seguir su camino. -No os entretengo más, no vaya a ser que perdáis.

Celine sonrió apenas y, tras un último vistazo a la rubia se giró sobre sus talones.

- Nos vemos McKinnon, -dejó unos segundos antes de añadir hacía James educadamente -Potter.

- Sí… nos vemos -respondió Marlene un poco más tarde de lo que habría querido.

Justo antes de que la slytherin terminara de desaparecer por el pasillo, el azabache se paró sobre sus puntas y gritó a pleno pulmón.

- Ha sido un placer -recibiendo un codazo de Marlene en las costillas.

Celine se giró al oírlo, dedicando una sonrisa ladina al dúo y con eso, desapareció definitivamente. James tardó exactamente tres segundos en explotar.

Cuando ya no había sombra de la chica, el adolescente dejó escapar un silbido bajo.

- Bueno, bueno, bueno… -canturreó mirándola con una expresión demasiado divertida.

- No -dijo Marlene de inmediato sin mirarlo siquiera.

- ¿Cómo que no? Si ni siquiera he dicho nada.

- Sé lo que vas a decir y no.

- Marlene… -James le lanzó una mirada de falsa compasión. -Eso ha sido el coqueteo más descarado que he visto en mi vida! ¡Merlín, estoy sin palabras!

- ¡No hay nada! ¡No ha sido nada!

- Ajá, claro. Y yo soy el elfo doméstico de los Avery.

- ¡James!

- 'Otros juegos', dice… 'Otros juegos' -James la miró con una expresión de pura fascinación. -¿Qué significa eso, McKinnon?

- ¿De verdad quieres saber cómo se me dan otros juegos? -Cuestionó la rubia con una ceja alzada y tono sugerente.

Potter puso cara de pánico y después de asco.

- No gracias -declaró el chico, antes de seguir. -Escucha, no soy ningún experto en ligoteo entre chicas, pero eso ha sido el flirteo más descarado que he visto en mi vida.

Marlene le golpeó el brazo, haciendo que James soltara una carcajada.

- ¡Cállate y corre antes de que nos pillen los demás! -Exclamó ella dándole un empujón en el hombro antes de echar a correr por el pasillo. -No querrás que gane el equipo de Sirius o Remus y tengas que aguantar sus egos! -Dijo ella alejándose rápidamente de él.

Pero James no se movió de inmediato. Se quedó mirándola un momento con esa expresión de hermano mayor que conocía tan bien.

- Oye Lenne -la llamó al fin, con voz más relajada.

Marlene se giró todavía con el ceño fruncido, pero curioso por el uso del apelativo cariñoso que el chico solía usar cuando eran niños.

- ¿Qué?

James sonrió.

- Solo digo que lo pienses, y que no te vas a librar de esto, McKinnon. En algún momento lo hablaremos.

Y con eso, echó a correr detrás de ella, sin darle oportunidad de responder. De todas formas Marlene no contestó, en parte porque estaba ocupada corriendo y en parte porque, aunque no quisiera admitirlo… también quería averiguar qué significaba todo aquello.


Era sábado por la noche, y varios slytherins de los últimos años estaban reunidos en un aula abandonada cerca de su sala común con ventanas que daban al lago y dejaban entrar la luz de la luna, dando un color verdoso a los presentes en el aula. El ambiente en la sala estaba cargado de tensión, no era la tensión del miedo ni del descontento, sino una expectación pesada, de un tema que llevaba flotando en el aire desde hacía unas cuantas semanas y mantenía a todos en vilo. Regulus sentado encima de una mesa con la espalda apoyada en la pared y jugando con su varita entre sus dedos de la mano izquierda, tamborileaba los dedos de la mano derecha sobre la manera de la mesa con impaciencia contenida.

- Las instrucciones son claras -dijo con un tono frío y medido, dirigiéndose a Avery y Snape. -Como os dije en la última reunión tenéis hasta finales de abril, para cumplir vuestra prueba. Si no lo hacéis, Bellatrix elegirá por vosotros.

El sonido del viento contra el cristal fue lo único que se escuchó por unos segundos, esparcidos por el aula los demás slytherins escuchaban con atención. Mulciber, Rowle y Macnair intercambiaban miradas, interesados en el destino de sus compañeros.

Avery suspiró y se pasó una mano por el pelo, frustrado.

- No es que no quiera hacerlo, es que no sé quién me da más asco -bufó. -No sé si quiero que las consecuencias de mi prueba las sufra un sangre sucia o un traidor a la sangre.

Mulciber soltó una risa seca.

- Escoge a los dos y deja que el destino decida -comentó golpeando a su amigo en el brazo.

- No es un juego, Mulciber -intervino Regulus su tono severo. -Cada uno elige cómo demostrar su valía, pero lo que no podemos hacer es perder tiempo. No se trata solo de demostrar que sois dignos de la causa… sino de demostrar vuestra lealtad.

Rowle asintió con aprobación desde su rincón, Macnair que hasta entonces se había limitado a escuchar, apoyó los codos en las rodillas y habló con su voz grave.

- Si Black tiene razón, ahora que nosotros -señaló a Mulciber, Macnair y así mismo -ya hemos pasado la primera parte y nos aseguramos de hacerlo bien con lo que venga, este verano podremos ser marcados, incluso esos de vosotros que volváis a Hogwarts en septiembre.

El silencio que siguió fue pesado, era el primer recordatorio tangible de lo que significaba todo esto, la prueba no era el final solo el comienzo de lo que vendría.

- Yo ya he decidido -dijo Snape de repente su voz cortante.

Todas las miradas se volvieron hacia él, la luz de la luna proyectaba sombras afiladas en su rostro.

- Será un merodeador.

Avery chasqueó la lengua, y Mulciber soltó una risa despectiva.

- Obvio, pero ¿cuál?

Snape apretó los labios con desdén.

- No es una vendetta personal contra ellos sabes.

- Snape todo lo tuyo contra los merodeadores es una vendetta personal -replicó Rowle con una risa, haciendo que los demás slytherin presentes también rieran.

- Lo que sea -ignoró el chico a Rowle.

- La pregunta sigue sin tener respuesta ¿quién sería? -Quiso saber Black.

- No Pettigrew. Por mucho que me parezca patético, es insignificante, ni siquiera se merece que le preste atención.

Mulciber arqueó una ceja.

- ¿Entonces cuál? ¿Potter?

Una vez más se escucharon risas.

- Evidentemente es Potter -estuvo de acuerdo Rowle.

El rostro de Snape se crispó por un instante.

- No -dijo demasiado rápido. -No será Potter.

Regulus lo observó con una mirada que no dejaba escapar nada, pero no dijo nada al respecto.

- ¿No? -Cuestionó Macnair.

- No lo sé.

- Bueno, sea quien sea, no os retraséis -recordó con tono de advertencia Regulus. -No queréis que Bella elija por vosotros.

Avery gruñó indeciso mientras que Snape se quedó en silencio con la mandíbula tensa.

La realidad es que a pesar de lo que Severus había dicho la decisión ya estaba tomada. Pero aún quedaba lo más difícil, llevarla a cabo.


Lily estaba contaba los días para volver a Hogwarts, no es que no disfrutara el tiempo con su madre, pero su hermana estaba logrando sacarla de quicio con cada comentario mordaz, y el prometido de Tuney… bueno, cada día le caía peor. Para colmo, como Vernon aún no sabía que era una bruja, y hablar sobre su vida escolar por lo tanto estaba vetado. Haciendo que las conversaciones en casa se volvieran cada vez más insoportables y solo trataran de un tema la boda de Petunia.

Además, llevaba días con un enfado sordo que no sabía si Hogwarts aliviaría o solo empeoraría. Por suerte, su correspondencia con Sirius le había dado un respiro entre la monotonía. Esa misma mañana había recibido otra carta suya, llena de bromas y comentarios descarados que, aunque no lo admitiría en voz alta, le sacaban una sonrisa.

Extrajo la carta del bolsillo de su pantalón y la volvió a leer, con una sonrisa dibujándose en su rostro.

Pops,

No necesito excusas para ser yo, soy demasiado increíble para eso. Por otro lado debes admitir que mi personalidad entrometida es lo que ha hecho que tu aburrida correspondencia sea mucho más interesante.

Como sigues sin responder mi pregunta asumo que la estancia en tu casa es extremadamente tediosa. Por el contrario, yo he sufrido una humillación sin parangón, aún no supero la derrota del sábado. Angelina y yo somos un dúo legendario, ¿cómo es posible que perdiéramos la gincana ante Meadowes y Remus?

Sirius.

Lily sonrió divertida, aunque las cartas del moreno habían resultado refrescantes, ni siquiera estas lograban desviar su mente de lo que realmente la atormentaba.

Severus Snape.

Hacía casi un año que su amistad se había roto, y aunque Lily había intentado seguir adelante, olvidar a alguien que había sido parte de su vida durante tanto tiempo era más difícil de lo que habría querido admitir. Pero ahora… ahora todo se sentía aún peor.

Porque Severus le había mentido. Y no sobre cualquier cosa.

El fin de semana, mientras hacía recados, Lily se había topado con Eileen Snape.

Su ex-amigo le había hecho creer que su madre estaba muriendo de cáncer. Le había pintado una imagen desgarradora, una tragedia que ella, con su propio pasado no podía ignorar. Pero ahí estaba la señora Snape, con buena salud y sin rastro de enfermedad. Y cuando Lily, atónita, le preguntó sobre su estado, la mujer pareció tan sorprendida como ella. Un instante después, su expresión cambió, como si de repente lo entendiera, e intentó fingir que sí había estado enferma. Pero era demasiado tarde.

Lily sintió cómo se le revolvía el estómago. ¿Cómo alguien podía ser tan cruel y mentir sobre algo así? El padre de la pelirroja había muerto de mesotelioma, un cáncer de pulmón muy agresivo hacía poco más de dos años. Sev, había estado con ella a lo largo del proceso e incluso había vuelto con ella a casa para el entierro y el funeral, y saber que Snape había usado algo tan delicado como una enfermedad terminal para manipularla era una puñalada más profunda que cualquier insulto dicho frente a todo el colegio.

Apenas había logrado reponerse de la sorpresa y la ira la invadió como un tsunami, la reacción de la señora Snape tampoco había ayudado. La hija de muggles estaba segura de que Eileen sabía cuál había sido el origen de la pelea entre Lily y Severus, y cuáles eran las tendencias políticas de su hijo, y que por eso la señora Snape se había atrevido a mentir en nombre de su hijo.

Fuera como fuera, Lily tenía que parar. Tenía que dejar de pensar en Snape, en cómo este la había tratado de manipular, pero sobre todo tenía que dejar de llamarle Sev, aunque los viejos hábitos son difíciles de romper.

El caso es que la pelirroja tenía que tomar una decisión sobre que hacer cuando regresara al castillo. ¿Confrontarlo? ¿Ignorarlo para siempre? ¿Hacerle saber que su mentira había sido destapada? ¿O simplemente fingir que nunca había existido en su vida?

No tenía respuestas, solo una rabia amarga que no la dejaba en paz.

Jugueteó con la carta de Sirius que seguía entre sus dedos, Lily estaba acurrucada en la vieja butaca de su padre con las piernas recogidas bajo su pijama. En la televisión se retransmitía un viejo capítulo de Doctor Who llenando la estancia con un ruido blanco reconfortante, que incentivaba su flujo incesante de pensamientos. Su madre tejía en el sofá de al lado, sus agujas entrechocando suavemente creando un ritmo pausado, casi hipnótico.

- ¿Qué pasa mi rayo de sol? -Preguntó de repente, su voz llena de ternura.

Lily parpadeó, sorprendida, hacía mucho que no escuchaba ese apodo.

- Hace tiempo que nadie me llamas así -murmuró.

- Lo sé -su madre sonrió sin apartar la vista de lo que estaba tejiendo. -Lo echaba de menos.

- De verdad eras su rayo de sol.

Lily sintió cómo un nudo se formaba en su garganta. Inspiró profundamente, tratando de disipar las lágrimas que amenazaban con asomar. Su padre era quién había escogido su segundo nombre, Eilidh en honor a sus raíces escocesas, y solía decirlo con ese brillo especial en los ojos como si ella de verdad pudiera iluminar el mundo con su mera existencia. Y ahora... ahora solo quedaban recuerdos, que aún dolían más de lo que quería admitir.

- ¿De quién es esa carta con la que estás jugando? -Preguntó su madre de repente su mirada curiosa.

Lily bajó la vista al pergamino que llevaba minutos doblando y desdoblando entre sus dedos.

- De un compañero de clase -respondió aún sonando distraída.

Su madre ladeó la cabeza con un gesto inquisitivo.

- ¿Solo un compañero?

Lily se rio ante la insinuación de su madre y lo cotilla que era.

- Sí, mamá.

- ¿Y quién es?

- Sirius Black.

Hubo una pausa, y entonces su madre soltó una carcajada suave.

- Espera, espera… ¿No era ese uno de los dos chicos que te volvían loca?

Lily resopló.

- Ajá.

- ¿Y ahora es tu amigo?

- Eso parece.

- Vaya… mi pequeño rayo de sol está creciendo.

- Mamá… -protestó Lily, pero no pudo evitar sonreír.

Su madre la observó con calidez, con ese brillo en los ojos que tenía cada vez que veía a Lily cambiar, crecer, convertirse en alguien más fuerte. Aunque la pelirroja se parecía a su madre físicamente, había heredado su carácter y humor de su padre, y Dalhia no paraba de recordárselo.

- ¿Y qué dice Sirius en su carta? -Preguntó con fingida casualidad, volviendo a concentrarse en lo que estaba tejiendo.

Lily giró la carta entre sus dedos.

- Oh, ya sabes… lo típico en él. Sarcasmo, bromas, quejas… se ha pasado medio pergamino lamentándose porque perdió la gincana del sábado.

- ¿Gincana? -Su madre alzó la vista con una ceja arqueada. -¿Tenéis de esas en Hogwarts?

- No, es la primera vez que escucho acerca de una, pero supongo que si alguien tuviera que organizar algo así serían los merodeadores.

- ¿Merodeadores?

- Es el grupo de amigos de Sirius.

- ¿Por qué los llaman así?

- Porque se pasan el día merodeando por ahí, gastando bromas y haciendo travesuras y estupideces supongo.

Dalhia Evans asintió.

- ¿Y Sirius no soporta perder?

Lily rio.

- No, para nada. Lo detesta.

- Entonces seguro que te ha escrito un ensayo de quejas y excusas.

- Exacto, pero Sirius siempre se queja.

La risa de su madre fue ligera, pero en su tono había algo más, algo genuino. Luego, tras un instante de silencio, añadió con suavidad.

- Me alegra que tengas buenos amigos Lily. Amigos que te hacen reír incluso cuando no quieres.

Lily bajó la mirada de nuevo a la carta, sus dedos recorriendo los bordes del pergamino. Su madre no sabía lo mucho que necesitaba esa risa últimamente, no sabía lo cerca que estaba de romperse.

- Sí, mamá -murmuró, su voz apenas un susurro. -A mí también.

Esa noche antes de dormir Lily se aseguró de responder a la carta de Sirius y enviarla con Aithusa.

Black,

No todos necesitamos reafirmarnos constantemente, pero supongo que no todos podemos ser tú.

Mi estancia en casa está yendo bien, gracias por tu preocupación desinteresada (nótese el sarcasmo.) Aunque si lo que querías era compasión por tu humillación, te aseguro que no has acudido a la persona indicada, me ha encantado leer acerca de tu derrotada.

L.E.E.


Heather estaba tumbada en el suelo de la habitación de Marvin, con los ojos fijos en el falso techo estrellado. Aquellas estrellas titilantes, aunque falsas, la transportaban a aquella fatídica noche que aún pesaba en su pecho. Había pasado poco más de una semana desde entonces, pero el eco de aquella velada seguía persiguiéndola en la quietud de la habitación de color azul en vez de escarlata.

El sonido de la puerta abriéndose la sacó de su ensimismamiento. Marvin entró con un sándwich envuelto en servilletas en una mano y un trozo de pastel de chocolate en la otra, el ravenclaw suspiró antes de dejarse caer a su lado, acomodándose boca arriba para compartir su visión del cielo artificial. Heather al contrario se incorporó agradecida para no ahogarse con la comida que ahora tenía en las manos.

Estuvieron unos minutos en silencio, la trigueña jugando con el sándwich y el pastel y Marvin mirando al cielo.

- Creo que he dormido más contigo este año que en toda nuestra vida -rompió el chico el silencio con una media sonrisa.

Heather soltó una risa suave.

- Supongo que tienes razón, ha sido un año raro.

- Y tanto, no puedo creer que esté llegando a su fin, y que en nada me gradúe.

Marvin siguió observando el falso cielo con su ceño ligeramente fruncido en una leve expresión de preocupación. Heather notando el gesto y preguntó.

- ¿Estás bien?

Su hermano tardó unos segundos en responder.

- Sí… Solo pensaba en cómo ha cambiado todo desde que llegamos a King Cross al principio del año.

Heather inspiró hondo, dejando que el aire se llenara de recuerdos.

- Lissy estaba viva, Voldemort no era una amenaza real, Hogwarts era un lugar seguro y neutral, el Ministerio tenía principios, tú y yo apenas habíamos compartido cama, ravenclaw era la favorita para la copa de quidditch… -enumeró sin que su voz temblara al mencionar a Lissy, aquel progreso le sorprendió.

Marvin soltó una risa baja.

- Tú salías con Edward.

Heather asintió con una sonrisa nostálgica.

- Eso también.

- ¿Sabes? Durante mucho tiempo pensé que os casaríais y tendríais hijos, Eddie sería mi cuñado y tendría un monton de sobrinos medio rubios con ojos verdes de los cuales sería el tio favorito. Nunca imaginé que podríais romper.

- Pero si odiabas que saliera con él.

Marvin se encogió de hombros.

- Al principio, sí. Cuando estaba en cuarto y tú en tercero, me enfadaba que uno de mis mejores amigos saliera con mi hermana pequeña, luego se me pasó, habéis estado juntos durante 4 años -rodó los ojos cómo si lo que dijera fuera evidente.

Heather lo miró con curiosidad.

- ¿Quieres que vuelva con él?

Marvin se encogió de hombros.

- No, si no es lo que quieres. Los dos estáis bien sin el otro, así que me da igual. Nunca me contaste por qué rompiste con él.

- Nunca me preguntaste por qué lo dejamos.

- Shitty brother.

Heather asintió con firmeza vacilando a su hermano mayor.

- Tu lo has dicho, no yo.

- ¡Ey! A que te echo de mi cuarto -fingió indignarse el chico.

Heather rio y se encogió de hombros antes de retomar la conversación.

- Siempre voy a querer a Edward. Fue mi primer todo: mi primera cita, mi primer beso, mi primer amor, mi primera vez…

- ¡Heather! -Se quejó Marvin, llevándose una mano a la cara. -No necesito esas imágenes en mi cabeza -murmuró entre dientes.

- Pero -continuó ella ignorándolo, aunque el tono divertido de su voz la delataba, -al final éramos más amigos que pareja. Estábamos cómodos, pasábamos el rato juntos, pero estábamos juntos por estarlo… y por tener sexo con alguien claro -vaciló ella.

- ¡Heather! -Marvin volvió a protestar, ahora con una risa exasperada.

- Vale, vale, era broma... más o menos. -Los ojos exasperados del águila se desviaron del techo y se clavaron en ella entrecerrándose con 'molestia', la trigueña negó con la cabeza divertida. -El caso es que hacía tiempo que Edward y yo no nos gustábamos de esa manera.

Marvin la miró de reojo.

- ¿Alguna vez te gustó de verdad?

Heather frunció el ceño.

- ¿A qué viene eso? ¡Claro que sí!

Marvin volvió a encogerse de hombros, como si su pregunta no tuviera demasiada importancia. Heather entrecerró los ojos, analizándolo.

- Ridícula pregunta.

- Lo que sea -contestó él.

El silencio se instaló entre ellos por unos segundos, Heather quería insistir, preguntarle a qué había venido eso, ella había estado enamorada de Edward durante mucho tiempo ¿no? ¡Si! se dijo a sí misma, aunque no se había comportado para nada, como lo hacía Mary con Shafiq, Alice con Frank, James con Lily o incluso Lily con Benjy. Heather sacudió la cabeza sacando esas ideas de su mente.

- Al principio de vuestra ruptura, Edward se volvió un poco loco. No entendía a qué venía, y cuando empezaste a entrenar con Potter, pensó que había algo entre vosotros -retomó la conversación el chico, Heather bufó. -Pero era evidente que no, Potter solo tiene ojos para Evans -remató Marvin.

- James ya no…

- Ni lo intentes, puede que la mitad de Hogwarts se crea esa mierda de que Potter ha superado a Evans, pero yo no.

- ¿Y por qué?

- Uno sabe cuando alguien está enamorado de otra persona.

- ¿Ah, sí? -Heather levantó una ceja con diversión. -¿Desde cuándo eres experto en relaciones? Has tenido un total de cero.

- No soy un experto, pero tengo ojos -dijo Marvin, con una sonrisa ladina. -Además, James Potter es fácil de leer, suele pasar cuando te gusta alguien.

Heather lo miró con diversión y un poco sorprendida también.

- ¿James? ¿En serio?

Su hermano se encogió de hombros, sin perder la sonrisa.

- No me casaría con él, pero desde luego que me lo follaría. Tiene un polvazo.

Heather soltó una carcajada sincera.

- No sabía que te gustaban los chicos. Siempre asumí que no tenías novia porque no te interesaba el romance en general.

Marvin se encogió de hombros, parecía que no le había molestado nada el comentario de su hermana pequeña.

- Sarcástico, ¿verdad?

- ¿Qué se asuma la heterosexualidad? -Preguntó ella, viendo cómo Marvin asentía. -Supongo, aunque ha decir verdad tampoco te he visto nunca interesado en nadie.

- He tenido algún ligue aquí y allá, pero nunca nada serio.

Heather chasqueó la lengua y con tono repipi añadió.

- Marvin, el Premio Anual teniendo rollos de una noche en los cuartos de las escobas del castillo. ¡Escandaloso! -Bromeó.

Su hermano rodó los ojos.

- Mejor que follando en el cuarto de tu novio con todos sus compañeros.

Heather sintió cómo se le subían los colores y se atragantó con su propia saliva.

- ¿Lo sabías?

Marvin la miró con diversión.

- Por favor. Había veces que ni echabais las cortinas ni poníais un hechizo silenciador... -Heather no sabía donde meterse, el calor que emanaba su cuello y mejillas la llevó a abanicarse, el prefecto la miro de reojo antes de añadir -tendrás que pagarme el psicólogo.

Heather abrió la boca, sin palabras, y Marvin se echó a reír sin control, y por primera vez en un tiempo Heather también. La trigueña sin estar segura como continuar la conversación, desenvolvió el sándwich y empezó a comérselo despacio. Estuvieron así un rato hasta que el mayor rompió el silencio nuevamente.

- ¿Sabes qué necesitamos? -Preguntó de repente Marvin incorporándose para sentarse.

- Ilumíname -respondió Heather, aún insegura por su última conversación.

- Salir de este cuarto. Vamos a Hogsmeade, a distraernos un rato, nos tomamos unas cervezas de mantequilla y hacemos algo que no sea hablar de exnovios y como mi hermana pequeña es una guarra...

Heather le golpeo ligeramente en el brazo mientras el se reía, per lo miró considerando la propuesta. Finalmente, sonrió.

- Vale, pero pagas tú.

- Ni en sueños -rio Marvin, poniéndose de pie y extendiéndole la mano para ayudarla a levantarse -llevas una semana viviendo de mi como una sanguijuela.

Heather tomó la mano y le sacó la lengua de manera infantil, la trigueña por primera vez en días sintió que el mundo fuera de aquella habitación no era tan aterrador. Al menos hasta que su hermano añadió.

- Y quizá de camino a Hogsmeade me cuentes por qué estas escondiéndote en mi cuarto. Creo que he sido paciente, pero llevas 8 días durmiendo conmigo y no parece que esto se vaya a solucionar, así que va siendo hora de que me des una explicación, eso o te vuelves a la torre de gryffindor.

La adolescente suspiró sabiendo que su hermano tenía razón, pero la verdad es que ya se le había hecho muy duro contarle todo a Heather, no se imaginaba contándoselo a Marvin también. Una parte de su conversación con su hermano resonó en su cabeza otra vez en replay. '¿Alguna vez te gustó de verdad?' había preguntado el chico, y si... ¡no vayas ahí! le grito su propia mente, Heather sacudió la cabeza y tomando la capa que le ofrecía Marvin le siguió fuera de su habitación.


Mary terminó su interpretación de Dancing Queen con una última nota vibrante, recibiendo una ovación entusiasta de sus amigos. Entre aplausos y silbidos, la castaña hizo un par de reverencias exageradas, lanzó un par de besos y guiñó varias veces un ojo a aquellos curiosos que miraban a los adolescentes, antes de tomar la mano que Remus le ofrecía y saltar grácilmente de la mesa.

A pesar de ser un día entre semana, esa noche Las Tres Escobas estaba al abarrote, un ambiente vibrante se percibía en el aire. Los Merodeadores habían decidido escabullirse del castillo e ir al pueblo a emborracharse y pasárselo bien un rato aprovechando que estaban de vacaciones, y habían llevado consigo a Adam quién últimamente parecía uno más, a Macdonald cuyo novio como prefecto responsable estaba ocupado patrullando los pasillos de Hogwarts en esos instantes, y a Marlene siempre lista para cualquier tipo de travesura con sus chicos.

Rosmerta apareció ante ellos con rapidez, su atractiva sonrisa iluminando su rostro mientras su curvilínea figura rebotaba arriba y abajo al ritmo de sus pasos, siguiendo la energía de la bullicio taberna.

- Chicos, una cosa es que os escapéis del castillo y yo haga la vista gorda, pero otra es que montéis un escándalo -reprendió con suavidad, aunque su tono reflejaba más diversión que verdadero reproche.

- Lo sentimos Rosmerta -se disculpó James con ojos de corderito y una de esas sonrisas encantadoras que solía sacarlo de problemas con profesores y chicas por igual.

Sirius, con su descaro habitual, le hizo un gesto ligeramente indecente indicándole que se tomara un descanso y se uniera a ellos. Rosmerta le dedicó un guiño pícaro antes de negar con la cabeza y volver tras la barra.

- Un día de estos lo conseguirás Canuto -se burló Remus mientras le palmeaba el homrbo en señal de apoyo.

- Por supuesto -respondió él con fingida confianza, llevándose una mano al pecho. -Soy Sirius Black, en algún momento toda mujer ha estado o va a estar enamorada de mi.

- Claro que sí -rio James chocando su jarra con la de Remus.

Las carcajadas no se hicieron esperar en la mesa, ante la clara indignación de Sirius y el vacile de sus amigos. Una vez dejaron de meterse con Black, el grupo retomó la conversación entre bromas y tragos de hidromiel, cerveza de mantequilla y en algunos casos whisky de fuego, el ambiente cálido y animado de la taberna envolviéndolos en una burbuja de libertad. Por una noche, Hogwarts y sus responsabilidades parecían tan lejanos como los problemas que los esperaban al día siguiente.

- Bueno ¿a quién le toca? -Preguntó Peter aún con la sonrisa bailando en sus labios.

- Creo que le tocaba a Black ahora -respondió Adam.

- No quiero.

- ¿Qué? ¿Por qué? -Cuestionó James sorprendido.

- Me he aburrido, ¡cambiemos de juego!

- De eso nada Black, si yo he hecho el ridículo delante de todo el pueblo, tú también -sentenció Mary sacudiendo su castaña melena.

- Yo también prefiero cambiar -apoyó Remus tímidamente.

Sirius sonrió a su amigo mientras le pasaba un brazo por los hombros. Mary quiso protestar, pero parecía que el grupo había llegado a un consenso y la decisión ya estaba tomada.

- ¿A qué quereis jugar entonces?

- 10 dedos.

- ¡Uh Black no seas guarro! -Exclamó Mary, haciendo que todos menos Sirius estallaran de la risa.

- ¡No esa clase Macdonald! -Se quejo Sirius pero una leve sonrisa se vislumbraba en sus labios. La castaña le guiñó un ojo descaradamente.

- Tengo una idea -Remus no esperó a que nadie dijera nada.

El castaño rápidamente se levantó y se acercó a la barra, donde cruzó unas palabras con Mercurio quién asintiendo desapareció detras de la barra en busca de algo.

- ¡Si quieres mañana nos la explicas! -Le gritó Sirius, Lupin desde la barra le hizo un gesto grosero con la mano escandalizando a unas señoras cerca de él.

Los adolescentes de la mesa se rieron del prefecto viendo como este se ruborizaba y se disculpaba torpemente con las señoras. Por suerte, Mercurio llego en ese instante con algo que le entregó al chico y dándole una excusa para huir de las miradas prejuiciosas que les estaban mandado las señoras.

Cuando Remus llegó a la mesa, apoyó un mazo de cartas sobre ella con firmeza, James con curiosidad tomó la baraja y le dio la vuelta, los ojos avellana del azabache se abrieron de golpe cuando vio las cartas.

- ¿Son cartas muggle?

Remus asintió.

- A ver, -Mary le arrancó el mazo sin miramientos observando ella misma las cartas -¡a laaaa! -Se emocionó.

- He pensado que podríamos jugar al anillo de juego -dijo el licántropo.

Una sonrisa se dibujo en los labios de la chica.

- Me gusta como piensas Lupin -la chica levantó su jarra de mantequilla y la chocó contra la del prefecto.

- ¿Qué es eso? -Inquiero Adam curioso.

- El mejor juego del mundo, es perfecto para esta noche -replicó Mary con una sonrisa -y os prometo que será legendario.

Sirius alzó una ceja con interés, mientras James y Marlene intercambiaban miradas divertidas. Peter, por su parte, suspiró con resignación ya anticipando el desastre que se avecinaba.

- Qué alguien explique las normas -dijo Pettigrew inclinándose hacia adelante.

- Consiste en beber, pero con reglas.

- Siempre hay reglas -murmuró Adam, apoyando la barbilla en una mano.

Mary despejó el centro de la mesa, mientras Remus empezaba a colocar las cartas boca abajo en círculo alrededor de una copa en el centro, los demás suponían que ese era el anillo de fuego.

- Suena peligroso -dijo Sirius cruzándose de brazos, con un brillo en sus ojos.

- Solo si tienes mala suerte -replicó Mary con un guiño. -Cada uno de nosotros, por turnos, tomará una carta y tendrá que seguir la regla correspondiente.

- ¿Y qué reglas son esas? -Preguntó James con interés.

Mary se aclaró la garganta y comenzó a enumerarlas con una teatralidad exagerada.

- Si sacas un As, es cascada, es decir todos empiezan a beber cuando lo haga la persona que sacó la carta y nadie puede detenerse hasta que lo haga el primero.

- Me gusta cómo suena eso -comentó Sirius con una sonrisa traviesa.

- Si sacas un dos, tú eliges quién bebe. Si sacas un tres, bebes tú -continuó Mary. -Un cuatro, las chicas beben; un cinco, los chicos beben.

- Sexista, pero justo -bromeó Marlene.

- Ahora bien, si sacas un seis, hay que tocar el suelo, y el último en hacerlo bebe. Con un siete, la gente juega a levantar la mano, pero nosotros haremos otra cosa, sin enseñar los dientes y con los brazos como un t-rex diremos la palabra hipogrifo por turnos en el sentido de las agujas del reloj, si quieres saltar a alguien gruñirás una vez y si quieres cambiar de sentido dos, al primero que se le vean los dientes ha perdido.

- Esto ya suena a entrenamiento físico -vaciló Adam entre risas, imaginándose lo que acababa de describir Mary..

- Con un ocho, -continuó la castaña -eliges a un compañero, y cada vez que uno beba, el otro también debe hacerlo.

Sirius sonrió de lado y le dio un codazo a Remus.

- ¿Preparado para ser mi compañero, Lunático?

Remus puso los ojos en blanco, pero no dijo que no.

- El nueve es rima -siguió Mary. -Quien saque la carta dice una palabra y los demás deben rimar con ella. Si alguien falla, bebe.

- Eso va a ser fácil -dijo Peter con confianza.

- No cantes victoria, Colagusano -se burló James. -Te trabas hasta al decir tu propio nombre.

Peter le sacó la lengua.

- Con un diez, se elige una categoría y los demás deben nombrar algo de esa categoría quien se quede sin ideas o repita, bebe.

- Fácil -dijo Marlene con una sonrisa. -Solo tengo que preguntar por nombres de duende famosos y todos caeréis en la primera ronda.

- No seas cruel, Mckinnon -se rio James.

- Con una Jota, -continuó Mary -quien la saque puede inventar una nueva regla que se mantiene hasta el final del juego. Puede ser cualquier cosa, desde hablar en tercera persona hasta no poder decir nombres.

- Oh, eso es genial -dijo Sirius con emoción. -Me aseguraré de poner algo ridículo.

- La Reina es preguntas. Quien saca la carta debe hacer preguntas a los demás si alguien responde en lugar de devolver otra pregunta, bebe.

- Eso suena caótico -comentó Adam.

- Y el Rey… ah, el Rey. Cada vez que alguien saque un Rey, debe verter un poco de su bebida en la copa central. Quien saque el cuarto Rey… -Mary hizo una pausa dramática, observando la expectación en los rostros de sus amigos -debe beber el contenido de la copa.

- ¿Y si está mezclado con cosas horribles? -Preguntó Peter con una mueca.

- Bueno, esa es la gracia -respondió Remus con inocencia fingida.

El grupo estalló en risas, James se frotó las manos con emoción.

- Me encanta, vamos a jugar.

- Pero con una condición —-intervino Black, mirando a todos con seriedad. -Si en algún momento alguien se siente mal o quiere parar, se bebe la copa del centro y a joderse, ¿de acuerdo?

Hubo risas a lo largo de la mesa y varios asentimientos.

- Bien, bien, -dijo Mary barajando las cartas. -¡Que empiece el juego!

Y con eso, el primer jugador sacó una carta del círculo, dando inicio a lo que, sin duda, sería una noche inolvidable. Llevaban ya media partida y el alcohol empezaba a notarse en los jóvenes, cuando la puerta del local se abrió. Al principió ninguno se inmutó, pero de repente Remus empalideció al levantar la mirada.

- Oh, mierda -murmuró hundiéndose un poco en su asiento.

- ¿Qué? -Preguntó Mary, siguiendo su línea de visión.

Los hermanos Jorkins acababan de entrar en el local mano a mano, y los ojos del mayor rápidamente recayeron en ellos. Sus ojos verdes se fijaron en Remus primero, para luego pasar a James y Marlene, y acabar en Mary con la intensidad de alguien que estaba a punto de lanzar una reprimenda.

- Lupin -llamó el cruzándose de brazos.

El grupo contuvo la respiración, Remus sonrió con el gesto tambaleándose en sus labios, pero Mary que conocía esa mirada en el hermano mayor de su mejor amiga negó con la cabeza.

- Te va a caer una buena.

- Siempre hay margen para la persuasión, querida McDonald -susurró James antes de empujar al prefecto para que se pusiera en pie y se acercara a los hermanos Jorkins. -¿Qué tal, Jorkins? He extrañado las reuniones de prefectos, que pena que no haya durante vacaciones.

El premio anual puso los ojos en blanco.

- Ni lo intentes. ¿Sabes cuántos puntos os quitarán cuando se enteren de esto?

- Bueno, eso depende… -Remus que aunque era menor que Marvin era más alto, se inclinó un poco hacia el. -¿Se lo vas a decir a Filch Flitwick o McGonagall? Porque si es Filch, podemos inventar algo. Si es Flitwick quizá demuestre compasión pero si es McGonagall… -hizo una pausa teatral. -Bueno, entonces definitivamente estamos jodidos.

Marvin dejó escapar un suspiro exasperado, pero el atisbo de una sonrisa traicionera jugó en sus labios.

- No podéis hacer lo que querais solo porque estemos de vacaciones -dijo ahora dirigiéndose a todo el grupo, aunque su tono carecía de verdadera dureza.

- Ah, ¿no? -Vaciló viendo por donde iban los tiros mas relajado ante la actitud de Jorkins. -Entonces, ¿qué sugieres, Premio Anual? ¿Qué nos entreguemos a la autoridad?

Marvin se cruzó de brazos y lo miró con la cabeza ladeada, como si lo estuviera evaluando.

- No, sugiero que compres otra ronda. Si vamos a ser castigados, al menos que valga la pena, ¿verdad Heath?

El grupo estalló en risas, mientras Heather asentía y Remus triunfante volvió a la mesa levantando su jarra grito.

- ¡Rosmerta, otra ronda para todos! Paga James -añadió golpeando a su amigo en el brazo.

Potter intento quejarse, pero su grito quedo ahogado por los alaridos de de felicidad de sus compañeros. Mientras los hermanos Jorkins tomaban asiento uno al lado de otro, y Heather y Adam intentaban por todos los medios evitar mirarse el uno al otro, Rosmerta trajo una ronda nueva para todo el mundo y Mary procedió a explicar anillo de fuego por segunda vez. Como había dicho Marvin, la noche aún no terminaba, y si iban a meterse en problemas, al menos lo harían a lo grande.


Detrás de un tapiz polvoriento, en uno de los muchos recovecos secretos de Hogwarts, cuatro figuras estaban reunidas compartiendo tragos de whisky de fuego y conversaciones en voz baja. Mulciber, Avery, Rowle y Macnair parecían cómodos en su escondite, lejos de las miradas curiosas de profesores o prefectos.

En unos meses los tres primeros tomarían sus EXTASIS y se graduarían de Hogwarts, mientras que el último se lamentaba porque aún le quedara un año dentro del castillo, rodeado de traidores y sangre sucias.

- Teneis contactos en el Ministerio -señaló Rowle, encogiéndose de hombros. -Si quisieras, podrías tener un puesto allí en cuestión de días.

- Sí, pero ¿quiero eso? -Avery giró la botella entre sus dedos, pensativo. -¿Es mejor fingir que nos integramos en esta sociedad podrida antes de que el Señor Tenebroso la moldee a su gusto?

Mulciber asintió lentamente, comprendiendo el dilema.

- No podemos tomar una decisión apresurada -dijo. -Algunos han cometido el error de ser demasiado evidentes… y han acabado muertos o en Azkaban.

Por su parte, Macnair soltó un bufido desde su rincón.

- Tonterías. Creo que se puede hacer las dos cosas, yo al menos tengo claro qué haré. Solo me queda un año en este maldito castillo y en cuanto salga de aquí me dedicaré a lo mío. Este verano haré prácticas en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, y si todo sale bien cuando salga de aquí me ofrecerán un puesto.

Los demás rieron.

- ¿Así que planeas pasar el resto de tu vida tratando con criaturas asquerosas? -Preguntó Rowle con diversión.

- Es un buen comienzo -respondió Macnair con una sonrisa siniestra -aunque espero estar en el área de exterminio.

Mulciber sonriendo se llevó la botella a los labios y luego dirigió la mirada a Avery, quién se la devolvió con un toque de fastidio en sus ojos.

- Entonces, Pollux, ¿por qué aún no has hecho la prueba?

El silencio se instaló por un segundo en el grupo, tras la pregunta realiza por Macnair que se quedó flotando en el aire, pero Avery no apartó la mirada.

- Ya lo expliqué el otro día -respondió finalmente. -No es que tenga dudas… es que aún no he decidido quién merece ser mi víctima. Hay demasiada gente en este colegio que me da asco.

Los otros tres rieron entre dientes.

- Supongo que tienes razón -concedió Macnair. -Solo que, desde fuera, parece que estás dudando.

Avery dejó escapar una risa fría.

- ¿Dudando? -Repitió, con sus ojos azules clavados en Macnair.

Mulciber intervino antes de que la conversación tomara otro rumbo.

- No digas tonterías, Walden. Avery no duda, solo es un perfeccionista le gusta hacer las cosas bien.

- Sí, deberías verlo en clase. Aunque no lo parezca, es un empollón -se burló Rowle.

- ¿En serio? -Macnair arqueó una ceja, divertido.

- Solo Jorkins podría competir con él -respondió Mulciber con una sonrisa torcida.

Las carcajadas se extendieron entre el grupo mientras Avery tomaba otro trago.

- Algunos habéis hecho cosas tan impresionantes que es difícil igualarlo -comentó, palmeando el brazo de Rowle con fingida envidia.

Mulciber sonrió con autosuficiencia.

- Sí… Cherish aún no tiene ni idea de lo que pasó.

El comentario desató una nueva ola de risas.

- Tengo que admitirlo, Angus -dijo Rowle con una sonrisa. -Nadie pensó que ni tu, ni nadie fuera capaz de algo así… pero lo hiciste.

- Sí, y si hubiese sido alguno de nosotros, yo habría apostado por Snape. Ese tío es… espeluznante.

La conversación continuó con los Slytherins intercambiando comentarios sobre sus aspiraciones, sueños oscuros y burlas hacia otros estudiantes, en especial Severus Snape y Regulus Black.

- ¿Cómo puede un maldito crio creerse tan importante? -Escupió Avery.

- Bueno es el único de nosotros que porta la marca -intentó defender Rowle.

- Solo porta la marca por su familia -observó Mulciber -si su hermano no fuera un asqueroso traidor a la sangre que se codea con sangre sucias, mestizos y demás, sería él quien portara la marca en vez de Regulus.

- Supongo que... -consintió Macnair, pero sus palabras se desvanecieron cuando un ruido repentino les puso en alerta.

Los cuatro se tensaron al escuchar voces y pasos fuera del tapiz. Rowle se movió sigilosamente y espió a través de la rendija, una sonrisa apareció en su rostro.

- Son dos gryffindors de sexto -informó en voz baja. -Robins y Macdonald, y parecen... borrachos.

Los ojos de los Slytherins brillaron con malicia mientras se acercaban a la rendija para escuchar mejor la conversación.

- ¿Y qué se supone que tengo que hacer, Mary?

- No lo sé, Adam, pero eso no.

- ¡Una mierda! -Exclamó el chico, claramente frustrado. -No he hecho nada malo. Si Heather no puede manejarlo, no es mi problema.

Los Slytherins intercambiaron miradas intrigadas.

- Joder, Mary, tengo 17 años y he estado enamorado de ella desde los 13. Por fin se lo he dicho… y ¿crees que este era el resultado que quería? ¿Qué no me dejara terminar ni una puta frase? ¿Qué mi mejor amiga no sea ni capaz de mirarme a la cara?

- Adam… -intentó decir Mary con suavidad.

- ¡No! Estoy harto. No voy a ir detrás de Heather, ni a pedir disculpas por expresar lo que siento. Si no quiere hablarme, es su problema, no el mío.

- Adam, entiendo cómo te sientes, pero ¿de verdad crees que esta es la mejor manera…?

Mary se detuvo en seco. Había sentido un cambio en el ambiente, un escalofrío recorriendo su espalda. Se giró lentamente… y palideció.

Frente a ellos, emergiendo de la oscuridad del pasillo, estaban Avery, Mulciber, Rowle y Macnair. La sonrisa de Avery era pura crueldad.

- Chicos -murmuró con satisfacción, -creo que ya sé cómo voy a cumplir mi reto.

Mary sintió que el aire se volvía pesado, sus dedos se crisparon alrededor de su varita. Mulciber dio un paso al frente, sus ojos brillando con una diversión oscura.

- Vaya Macdonald, nos volvemos a encontrar.

Mary lo miró con furia.

- ¿Sigues obsesionado conmigo después de un año? Qué patético.

Mulciber entrecerró los ojos, su expresión oscureciéndose. Mary no esperó más, sacó su varita rápidamente, pero no fue lo suficientemente rápida para evitar los dos hechizos que lanzaron en su dirección. La varita de Macdonald voló por el aire y chocó contra la pared. Adam intentó hacer lo mismo, pero su reacción ralentizada por el alcohol en su sangre lo hizo aún más vulnerable.

Los Slytherins atacaron.

- Crucio.

Mary sintió como si un millón de cuchillas ardientes se clavaran en cada parte de su cuerpo. Cayó al suelo con un grito desgarrador, su cuerpo convulsionando mientras la risa de Avery llenaba el pasillo.

- ¡Basta! -Rugió Adam abalanzándose sobre Avery.

Pero Mulciber se giró hacia él con una mueca de asco, a la par que Rowle y Macnair le golpeaban con dos hechizos distintos.

- Por enamorarte de una mestiza amante de traidores -escupió Mulciber mientras se acercaba hacía el y le daba un puñetazo en la zara rompiéndole el labio.

Entonces un destello de luz golpeó a Adam, y él también cayó de rodillas su cuerpo retorciéndose de dolor bajo la maldición de tortura.

Los Slytherins disfrutaron de la escena por un rato, deleitándose con los gritos y la desesperación de sus víctimas. Pero entonces, un ruido en la lejanía los hizo reaccionar.

- ¡Alguien viene! -Advirtió Rowle.

Avery chasqueó la lengua irritado de que su diversión se hubiera acabado tan pronto. Se acercó a los dos gryffindors que estaban tumbados en el suelo, prácticamente inconscientes por el dolor de la maldición cruciatus y otras varias maldiciones.

- No existe lugar para sangre sucias o traidores a la sangre en nuestro mundo, recordad eso.

- Obliviate -susurró Rowle apuntando a sus cabeza.

El hechizo impactó en la mente de Mary y Adam, borrando de su memoria no la tortura, sino los responsables de la misma. Sus cuerpos, magullados y cubiertos de cortes, se desplomaron en el suelo en posiciones antinaturales.

Los slytherins intercambiaron una última mirada antes de desaparecer en la penumbra, deslizando sus varitas entre sus túnicas. El pasillo quedó en un silencio inquietante… hasta que un sonido de pasos apresurados rompió la quietud.

- ¡Merlín! -La voz alarmada de James Potter resonó al girar la esquina y encontrar la escena.

Las sonrisas congeladas en las caras de Sirius, Remus y Peter quienes llegaban tras él, reflejaban el horror que todos sentían. Los cuatro se detuvieron en seco al ver los cuerpos de Mary y Adam en el suelo.

- Joder… -susurró Sirius, arrodillándose junto a Mary. Su rostro, normalmente despreocupado, estaba tenso.

Remus ya estaba revisando a Adam, tocándole la muñeca en busca de su pulso.

- Están vivos -dijo con alivio, pero su expresión ensombrecida al ver las heridas en sus rostros y brazos.

- ¿Qué demonios les ha pasado? -Preguntó Peter con voz temblorosa -apenas se han ido 10 minutos antes que nosotros.

James no respondió de inmediato. Sus ojos oscuros recorrieron el pasillo, su mandíbula apretada con furia contenida.

- Esto es magia oscura -gruñó Sirius, observando los cortes en la piel de Mary.

Hubo un momento de silencio antes de que James se pusiera de pie de golpe.

- Tenemos que llevarlos a la enfermería, luego averiguaremos quién hizo esto… y les haremos pagar. Alguno de nosotros debería ir en busca de McGonagall o Dumbledore.

- ¿Pero no nos meteremos en un lio por habernos escapado? -Preguntó el rubio.

- ¿De verdad crees que eso es lo importante ahora Pete? -Cuestionó James con la mandíbula tensa.

- No por supuesto que no -estuvo de acuerdo Pettigrew.

Sirius y Peter fueron en busca de su jefa de casa, mientras que Remus y Potter llevaban a Mary y Adam a la enfermería.


Lily saltó del tren al andén de Hogsmeade, dejando escapar un suspiro de alivio. Volver a Hogwarts siempre se sentía como regresar a casa, incluso en medio de la fría noche de ese miércoles 13 de Abril. Aún tenía hasta el lunes antes de que retomaran las clases, pero había preferido adelantar su regreso y pasar unos días libres en el castillo, rodeada de sus amigos, sonaba infinitamente mejor que la tensión de su hogar.

Aquel mismo día, la pelirroja había estado en Londres con su madre y su hermana. A pesar de las diferencias entre ella y Tuney, había sido una mañana agradable: compras de último minuto para la boda, pruebas de vestidos y, por supuesto, el imponente vestido de novia de Petunia, tan perfecto y elegante como su dueña. Sin embargo, la armonía no duró, su última conversación con Petunia había sido tensa. Su hermana había decidido que era el momento de contarle a Vernon la verdad sobre la condición de la pelirroja de bruja, y aunque Lily sabía que Petunia debía hacerlo antes de que se casarán, no podía evitar la punzada de angustia al imaginar la reacción del prometido de su hermana. Con suerte, pensó con amargura, tal vez la boda no llegara a celebrarse nunca.

Sacudió la cabeza para alejar aquel pensamiento y aspiró el fresco aire escocés. La mezcla de tierra húmeda, flores silvestres y leña quemada llenó sus pulmones mientras sus ojos se alzaban hacia el cielo despejado y estrellado. Sin perder más tiempo, comenzó a caminar hacia el castillo, su mente alternando entre pensamientos sobre Petunia y Vernon, la breve y extrañamente distante carta de Sirius, y las ganas de reencontrarse con sus amigos.

El trayecto hasta el castillo se le hizo corto y agradable, al llegar notó que todavía había estudiantes en el gran comedor, pero ninguno de los rostros familiares que buscaba. Sin detenerse a comer, subió apresurada a la torre de gryffindor con la emoción burbujeando en su pecho.

Al cruzar el retrato de la Dama Gorda, encontró a sus amigos reunidos frente al fuego. Peter, Heather y Mary ocupaban el sofá del centro que daba la espalda a la entrada, mientras que Remus y James, estaban en las butacas de la izquierda y Adam y Angie en las de la derecha, Sirius por su parte estaba sentado en el suelo justo delante del fuego frente a Peter, Mary y Heather. Varias bandejas de comida, probablemente robadas de las cocinas, estaban repartidas entre ellos. Sin pensarlo, Lily corrió hacia Mary y la abrazó por detrás.

El grito ahogado de su amiga la hizo soltarse de inmediato.

- ¿Qué? -Preguntó Lily, abriendo los ojos con sorpresa.

Cuando Mary se giró para mirarla, le sonrió como si nada, pero los cortes en su mejilla derecha y la palidez en su rostro hablaban por sí solos. Algo no iba bien.

- Hola, Lils -dijo la castaña con su habitual dulzura.

- Mare, ¿qué te ha pasado?

Antes de que Mary pudiera responder, Adam soltó una risa amarga desde su butaca.

- Estaría bien saberlo -murmuró con sarcasmo.

Lily desvió la mirada hacia él y sintió un vuelco en el estómago. El ojo derecho de Adam estaba hinchado con un moratón oscuro, y la mitad de su rostro izquierdo estaba cubierto por un feo hematoma. Su labio inferior tenía un corte seco y mal cicatrizado.

- ¿Y a ti? -Preguntó la pelirroja abriendo más los ojos y frunciendo el ceño ligeramente, su tono oscilando entre la preocupación y la incredulidad.

- Tranquila, Lils, ya estamos bien -intervino Mary con suavidad. -Madame Pomfrey nos ha remendado perfectamente bien, aunque vamos a estar unos días con agujetas. ¿Qué tal han ido tus vacaciones?

Todavía aturdida, Lily dejó que Mary la guiara hasta el suelo, donde Sirius le ofreció un plato con comida y una sonrisa tranquilizadora.

- Supongo que bien -respondió, aunque su mente seguía intentado atar cabos.

Mientras comían, compartieron anécdotas de sus vacaciones, pero la conversación inevitablemente derivó hacia lo que había ocurrido la noche anterior. Lily sintió su garganta cerrarse al escuchar lo que sus amigos habían vivido. Su mirada se nubló con lágrimas contenidas que se negó a derramar. De repente la pelirroja, sintió la mano de Sirius posarse sobre la suya, firme y ofreciéndole un silencioso apoyo.

Mary, siempre la más confiada y segura de sí misma de todas sus amigas, intentó esgrimir una sonrisa que tembló levemente al hablar.

- Bueno, no todo tenía que ser malo -añadió con un guiño en dirección a Adam.

Los ojos marrones del chico se desviaron fugazmente hacia Heather, quien le sonrió con dulzura.

- No, no todo -murmuró él.

Y con eso, la conversación sobre el ataque llegó a su fin. Dejando a muchos de los presentes más confusos que al inicio, pero con un sentimiento de pesadumbre en su pecho. Era una forma amarga de acabar las vacaciones de Pascua.


¡Hola buenas!

He eliminado y resubido los dos capítulos anteriores porque algunos de vosotros me habéis enviado mensajes diciendo que no podíais verlos, espero que con eso se haya solucionado. Aquí tenéis el capítulo siguiente, espero que os guste y que no haya problemas para leerlo esta vez.

Quería agradecer y dedicar este capítulo a todos los que me habéis enviado mensajes, habéis seguido mi historia y demás. En especial a Paula y 322claurs vuestros reviews motivan mucho a seguir escribiendo.

Por otro lado, añadir que agradezco el interés que muchos habéis expresado por mensaje privado en convertir mi historia en arte visual, pero personalmente no estoy interesada en invertir en ello. Quien desee hacerlo es bienvenido, aunque preferiría que me informara.

Ya sabéis si vais fallos o tenéis cualquier pregunta, no dudéis en decirmelo. Espero no tardar con los siguientes caps.

Gracias por pasaros y leer, se agradece,

B.