Desde su punto de vista, todo se veía hermoso; las luces colgantes que decoraban el lugar, los grandes jarrones con rosas rojas por todo el alrededor, la improvisada mesa, para dos, que lograba discernir a la distancia, hasta el clima estaba cooperando para que fuera una velada inolvidable. Sin embargo, lo más perfecto de todo era que estaba acompañada por el amor verdadero, agarrada de su mano para toda la vida, y es que cuando se ama, de la manera en la que ellos lo hacían, muy pocas cosas importaban.

Por unos largos años, su confidente más cercana había sido la soledad, no era mucha la gente en la que podía confiar abiertamente, siempre pensaba que sería juzgada o que sentirían lástima por su situación. Llegó a creer que si se aislaba, yéndose lejos de su pesadumbre, conseguiría sobrellevar su pérdida de una mejor manera.

Cuando él se fué, cometiendo un error de los grandes, la más grande de las faltas que había tenido en su vida, abandonó a su familia. Quiso ahorrarles dolor, en cambio no lo consiguió, hiriéndolos con su ausencia.

Vivir en la ignorancia, el no ser partícipe de lo que realmente pasaba, eso casi la destroza. Bien dicen que son las cosas que vives lo que te hacen fuerte, pero ella nunca deseó tener tal fortaleza. Entre tantas emociones, llegó a sentir mucha furia con él y algunas veces hasta con sigo misma, una rabia que a gritos le decía víveme, siénteme, déjame ser quien domine tu vida, nos tante a eso, ella no lo aceptó, jamás endureció su alma ni se permitió odiarlo. Aún así, nunca consideró que la de ellos eran dos historias iguales, que ambos sufrían por no estar junto al otro, amándose sin importar el tiempo ni la distancia. La gran diferencia siendo que él había tomado una decisión y ella vivía en la calamidad de estar encerrada en una vida que parecía estar terminada. Aunque, en realidad no lo estaba.

Así tan de repente como un día se marchó, regresó. En el momento que volvió a ella, no era el mismo hombre confidente y seguro de sí mismo. Siempre recordaría su comportamiento, él no esperaba ser bien recibido por ella o por sus hijos, no pretendió ser bienvenido en su propia casa. Gracias al paso de los años y a todo el daño que les había causado, lo que él menos creía era que su familia le abriría, nuevamente, la puerta de sus vidas. En su rostro vió tantas cosas, derrota, arrepentimiento, desconsuelo, dolor, una tristeza que igualaba la suya. Cuando finalmente volvieron a entenderse, no hicieron falta tantas palabras, muchas cosas la hablaron con miradas. Aquellos ojos azules, que tanto había extrañado, le suplicaron: "escucha a tu corazón y dime que aún me amas." Sus orbes café le respondieron: "escucha atento, quiero decirte que te amo y volveré junto a ti."

En el mundo existen amores extraños, el de ellos era uno de esos, por ese motivo vivía agradecido con la mujer que le apretaba la mano, con la vida, con Dios, con el universo. Nunca se cansaría de hacérselo saber, diciéndoselo con palabras, demostrándoselo con acciones, enseñándoselo con su cuerpo. Por eso se había asegurado de que todo quedara perfecto, cada mínimo detalle debía estar a la altura de su esposa, siempre.

"¿Estás nerviosa?" Le preguntó, sonriéndole y mirándola desde la esquina de su ojo. Ambos caminaban, alejándose de su casa para acercarse a la puesta del sol en uno de los espacios más hermosos en sus jardines.

"Un poco," le confesó, apretando su mano una vez más. Esa noche celebraban su primer aniversario después de muchos años, se sentía como si fuera el primero desde siempre.

"Yo también," admitió, jalandola un poco para pegarla más a él.

"Franco, esto es maravilloso. Te quedó espectacular," expresó completamente asombrada cuando se aproximaron lo suficiente.

Todo el entorno estaba lleno de velas, cubiertas por esferas de cristal. Un sendero de pétalos les habría camino desde las orillas del jardín hasta el centro, la mesa vestía un mantel prístinamente blanco, adornada por una simple rosa roja, el cuadro era completado por el sonido hipnotizante de la naturaleza. Encontrándose más cerca, pudo apreciar esos detalles que hacían de aquel lugar un mágico paraíso.

"Tuve ayuda," reconoció, tomándola de la cintura, dándole una vuelta de ciento ochenta grados para que viera a la joven que les saludaba con una sonrisa brillante desde la lejanía, cerca de la casa. "Gaby me ayudó bastante."

"Claro. Tu cómplice," le dijo riendo. Amaba ver lo feliz que los dos hacían a su hija, quien saltando de alegría entró de regreso a la casa.

"No, mi aliada," le corrigió, volteandola hacía él para mirarla a los ojos. "Tu eres mi única cómplice, mi compañera de vida."

"Y tú siempre sabes que decir," le dijo, poniendo la mano sobre su cuello, logrando que inclinara su cabeza. Se besaron con dulzura, en poco tiempo la suavidad de aquel beso desapareció y solo la falsa tos del mesero, que los acompañaría, los sacó de su burbuja.

"¿Me regalas un baile?" Le preguntó su esposo después de haber terminado el postre.

"No hay música, mi amor," observó.

"Claro, ¿Cómo pude haber olvidado la música?" Preguntó, guiñandole un ojo mientras sacaba dos auriculares y le pasaba uno.

"Ya veo," dijo divertida, agarrando el auricular. "Todo fríamente calculado, ¿Eh?" Una sonrisa se dibujó sobre su rostro, iluminando sus ojos.

"Sara, quiero que todo sea perfecto, te mereces eso y más." Ella simplemente le otorgó su mano para el baile y él la tomó dichoso.

Ambos se pusieron de pie para bailar, ella se recostó del hombro de su esposo y él envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo, reproduciendo la canción que ella alguna vez le dedicó y que desde ese entonces se había convertido en una de sus canciones favoritas.

"Te acordaste," susurró ella al escuchar la melodía inicial de su canción.

"Por supuesto, mi amor," le aseguró, comenzando a moverse lentamente, balanceándose al compás del ritmo que sentían. Inclinó su cabeza, depositando un delicado beso sobre la cabellera castaña de su esposa, luego la abrazó más fuerte y con el título de la canción que bailaban le profesó su amor: "siempre Te Amaré."


Nota: ¿Será que notaste los titulos de canciones de Laura Pausini a lo largo de la historia?