Al día siguiente la rubia llegó molesta a la escuela y se dejó caer en su puesto.

–Helga... –Comenzó Phoebe.

–Ahora no–dijo la chica, sin quitarse los audífonos.

Los sonidos estridentes en su cabeza, eran lo único que la contenían.

Durante la clase, apenas levantó el rostro. Era consciente de que su actitud mantenía en una especie de alerta al resto de la clase. Mejor así.

Cuando sonó el timbre del descanso se puso de pie, con las manos en los bolsillos.

–Sígueme–Casi le ladró a Phoebe.

Al llegar a la puerta volteó para ver a los chicos.

–¿Tengo que enviarles un telegrama o qué?–Añadió frunciendo el ceño.–. Muévanse

Gerald la siguió solo por acompañar a Phoebe. Arnold no sabía cómo disculparse, así que fue tras ellos con incomodidad. Los llevó directo al salón de último año de preparatoria.

–Pataki, ¡qué tal! Oye, todavía no tengo tu encargo... –dijo el chico.

–Lo sé. Te traje nuevos clientes, están interesados en ver tu mercancía–Contestó ella, mirándolos de reojo.

Caminaron hasta el fondo del lugar, pasando nerviosos los pupitres, evadiendo las miradas inquisitivas de los mayores.

–¡Hola chicos! Vengan a ver–dijo el muchacho con entusiasmo.

Phoebe tomó la mano de Gerald y se acercó asustada. Si realmente eran drogas, estarían en problemas. Arnold los siguió por inercia.

–Pueden revisar tranquilos, avísenme si algo es de su interés–Añadió el chico, abriendo un bolso.

Una enorme variedad de discos con etiquetas de mala calidad y algunos escritos con marcador permanente. Eso era, música, como dijo Helga, no precisamente legal.

–Oh... –Phoebe pareció relajarse.

–Bueno ¿Qué están buscando?–dijo el chico y luego comenzó a mencionar estilos y bandas.

Por las molestias, tanto Arnold como Gerald le compraron un disco cada uno.

–Gracias, Steve–dijo Helga–. Entonces ¿el lunes?

–Sí, el lunes te paso tus copias–dijo el chico.

–Hasta entonces–Se despidió la chica, dirigiéndose a la salida del salón.

Sus amigos la siguieron en silencio hasta el final de otro pasillo, donde Helga se aseguró de que no hubiera más gente antes de confrontarlos.

–¿Contentos?–dijo, con furia contenida.

–Yo... –Comenzó a decir Phoebe–lamento...

–No me importa–Interrumpió.

–¡Helga!–Intentó regañarla Gerald.

–¡No! ¡Ya basta! Desconfían tanto de mí, que en lugar de preguntar directamente qué me pasaba, hicieron ese loco plan para vigilarme. Y, noticias, soy la reina de los planes locos, así que, les podría dar una lista de todo lo que hicieron mal. Ah, y Arnoldo, la próxima vez que espíes a alguien, procura tener los ojos bien abiertos, porque no todos son tan misericordiosos como yo

–¿A qué te refieres?–El chico la miró asustado.– ¿T-tú... me viste?

–Por supuesto que te vi, parecías un cachorro asustado–Medio sonrió con desprecio.–. Y no, Pheebs, no te mentí. No he encontrado nada que me vuelva tan loca como el mantecado, pero estoy tratando de probar–Al ver la sonrisa del moreno entendió cómo podía sonar lo que acababa de decir.–. Y no, Gerald–Agregó–, esto no es una metáfora sobre que me gusten las chicas

–¡No he dicho nada!–Se defendió el aludido.

–Recuerdo lo que conversamos en las montañas, Geraldo, no soy idiota. Ahora dejen de seguirme, quiero estar sola

Ajustó sus audífonos, les dio la espalda y caminó sin rumbo específico. Cuando dio la vuelta en otro pasillo Arnold la alcanzó.

–Helga, lo siento–dijo intentando tomarla del brazo, pero ella se soltó con un gesto brusco, al tiempo que volteaba a verlo y ponía sus audífonos en su cuello.

–No, no lo sientes–Se cruzó de brazos, mirándolo hacia abajo, lo cual, con la altura extra que tenía no era difícil.–. En tu estúpida cabeza de balón crees que haces lo correcto al involucrarte en la vida de otras personas, como si pudieras arreglar mágicamente los problemas de todos, pero la verdad es, Arnoldo, que mis problemas están más allá de tus capacidades, no puedes arreglarme y no quiero que lo hagas. Déjame en paz

–Pero...

–Pero nada

La chica volteó para irse.

–Helga, espera... –Insistió Arnold.

–Ya tuviste suficientes advertencias

Se hizo tronar los dedos y sin pensarlo regresó sobre sus pasos, golpeando a Arnold en la cara, no de forma que pudiera lastimarlo seriamente, al menos físicamente, pero sí lo suficiente para que doliera, tanto en su rostro como en el orgullo.

Arnold se quedó en el suelo, con una mirada de sorpresa, mientras su mano cubría su mejilla.

Helga ajustó otra vez sus audífonos, le dio play al disco y caminó por el pasillo con las manos en los bolsillos, directo al salón. Cuando llegó tomó sus cosas y fue a sentarse al puesto aún vacío de Brainy, lejos de sus amigos, detalle que el resto de sus compañeros comentó por lo bajo según pudo notar.

Phoebe entró intentando ahogar los pucheros y Gerald se sentó con ella para contenerla. Arnold entró al salón cubriendo su rostro y mirando el suelo, pero en cuanto se sentó el golpe en su mejilla fue evidente.

–¿Qué te pasó, Arnold?–dijo Sid, acercándose.

–Nada–Respondió el chico.

–Pero, Arnold–Se involucró Stinky–. Parece que te hubieran golpeado

–¿Eso es cierto?–dijo Lila– ¿Alguien te lastimó?

–No es eso–dijo el chico, no quería meter a Helga en problemas–. Solo me caí

–Te caíste en mi puño–dijo Helga desde atrás y todo el grupo volteo a verla–. Sí, campirana, fui yo

Incluso si la suspendían o la castigaban, no era importante.

–¡Eso está mal, Helga!–La regañó Lila.

–Pregúntale que hizo para merecerlo ¿O crees que sigo repartiendo golpes gratuitamente?

–De ti, Helga–Comenzó a decir Harold.

–¿Quieres arriesgarte a hacerme enfadar?–Levantó su ceja.–Porque ya estoy bastante molesta

–No puedo creerlo–Comentó Rhonda.

–¡Ya basta!–dijo Arnold–Sí, me lo merecía–La miró.–. Tú, ganas, Helga, te dejaré en paz

–Al fin

Ella levantó los brazos como si alabara un milagro, luego los puso tras su cabeza, con suficiencia.

–Arnold, no tienes por qué defenderla–dijo Lila.

–Sí, todos sabemos cómo es Helga–Añadió Sid.

–Bueno–Intervino Gerald.–, aunque no me agrada lo que hizo, creo que Helga tuvo sus razones

El silencio fue unánime. Si el moreno no defendía a Arnold, realmente hizo algo que merecía la reacción de Helga. ¿Qué podría haber sido? Era Arnold, ¿podía hacer algo malo?

En ese instante el profesor entró al salón y la mayoría se regresó a sus puestos, murmurando.

–¡Por dios, Shortman! ¿Qué te pasó?–dijo.

–Me caí–Repitió.–. Simplemente caí mal–Enfatizó, mirando alrededor.

–Ve a la enfermería a que te pongan hielo

–Está bien–El chico se levantó.

–Profesor, ¿puedo acompañarlo?–dijo Lila, levantando la mano.

–Que amable de su parte, señorita Sawyer. Sí, acompáñelo

Lila se puso de pie y siguió a Arnold fuera del salón.

–Bueno, chicos, ¿En dónde nos quedamos en la última clase?

El hombre sacó el libro y comenzó la lección.


...~...


En cuanto Arnold y Lila se alejaron del salón lo suficiente, la chica no pudo guardar silencio.

–No creo que hayas hecho algo tan malo como para merecer un golpe... nadie debería ser golpeado–dijo ella.

–No importa, Lila

–¿Puedo saber qué ocurrió?

–Preferiría no hablar de eso

–Comprendo

Siguieron su camino en silencio y cuando llegaron a la enfermería, la tía de Sheena recibió a los chicos y revisó a Arnold. Le pasó una bolsa de hielo envuelta en un paño para bajar la hinchazón, preguntando sobre el accidente. En cuanto él lo explicó la mujer lo miró con sospecha.

–Tu historia tiene sentido solo si caíste sobre un puño, así que...

–Si le digo la verdad, la persona que lo hizo se meterá en problemas y fue mi culpa

–¿Te metiste en su camino mientras boxeaba?

–No

–Entonces NO es tu culpa–La mujer tomó una silla y se sentó frente a él.–. Escucha, Arnold, si una persona te lastima, es su culpa. Sé que eres un buen chico e intentas ser considerado con los demás, pero proteger a un abusador no está bien. ¿Entiendes?

–Pero yo...

–Lila, ¿sabes quién lo hizo?

–Cielos, yo...–Miró a Arnold, quien la miraba con un ruego. La chica cerró los ojos.–. Lo sé, toda la clase lo sabe–Miró a la enfermera–, porque confesó haberlo hecho, así que tarde o temprano se va a enterar igual–Miró a su amigo.–. Lo siento, Arnold, pero tengo que hacer lo correcto

–Lo entiendo, Lila, pero no tienes que hacerlo, se enfadará contigo–El chico miró a la enfermera.–. Fue Helga Pataki, pero me lo busqué...

–Arnold, no

–Sí. En verdad fue mi culpa. Llevo un tiempo molestándola...–Cerró los ojos–, más bien hostigándola... y ella ya me había dicho varias veces que la dejara en paz y no hice caso

–¿Eso es cierto?–dijo Lila.

–Sí, desde que volvimos del receso de invierno que me pidió que dejara de meterme en sus asuntos y yo he seguido haciéndolo una y otra vez, creo que simplemente llegó a su límite...

–Pero es Helga

–¡Lo sé!–Miró a la enfermera.–. Sé que está mal y que no es forma de resolver las cosas, pero fui yo quien lo provocó. Por favor, no quiero meterla en problemas

–Está bien, pero si se repite, reportaré los dos incidentes y quedará en su historial–Miró a Lila.–. Y si él no quiere venir, me vienes a contar ¿entendido?

–Sí–Respondieron ambos.


...~...


En clase, Helga se mantuvo al fondo del salón, solo haciendo caso al maestro. Las miradas de miedo, duda y curiosidad se alternaban y podía sentirlas sobre ella. El día iba a ser eterno así, pero al menos tenía su música y su mente para escapar.

Arnold regresó con la mejilla menos hinchada y tras él entró Lila, que la miró con molestia, a lo que Helga solo levantó un lado de su ceja. Estaba segura de que la habían delatado; entre los dos había una eterna competencia de quién era más bueno, puro y santo.

«Estúpida campirana»

A penas sonó el timbre, Phoebe salió sin siquiera mirarla. Helga sabía que tenía que hablar con ella, pero no quería hacerlo, no así, estaba demasiado enfadad y solo la lastimaría más.

Frustrada, ajustó sus audífonos y se recostó en la silla, pegando el respaldo a la pared, jugando a hacer equilibrio.

Gerald le dirigió una mirada asesina a la rubia antes de seguir a Phoebe, pero regresó unos minutos más tarde y habló con Sheena, quien de inmediato salió el salón. Luego el chico fue a sentarse junto a Arnold, poniéndole la mano en el hombro.

Cuando sonó la campana, vio a Phoebe entrar rodeada por Sheena, Rhonda y Nadine, las tres la miraron con molestia, pero Helga sabía que eran solo suposiciones, porque su amiga no habría dicho nada. Aun así, saber que ella era la culpable de esos ojos hinchados dolía.

Al almuerzo Helga no soportó más las miradas y murmullos. Salió del salón para esconderse a la azotea. Abrió la puerta que daba al techo solo para que entrara algo de aire. La bloqueó con su mochila y se sentó a la sombra de la escalera. El calor comenzaba a insinuar el verano, junto con las vacaciones que se aproximaban. Otro verano ¿Qué haría ese verano?


...~...


–¿Cómo estás, Phoebe?–Quiso saber el rubio, cuando se sentaron a almorzar.

–Mejor que esta mañana–Sonrió con tristeza.–. Gracias por preguntar. ¿Y qué hay de ti?–Miró su rostro.–. Se ve menos hinchado

–Todavía duele un poco

–Amigo, creo que no te pegó ni con la mitad de su fuerza–Comentó Gerald examinando el rostro de su amigo–. No debiste seguirla, la hiciste enfadar

–Lo sé–dijo el chico.

–Déjala en paz

–Eso haré–Suspiró mirando su bandeja.–. Al final todas nuestras sospechas fueron equivocadas

–No todas, viejo. En verdad empezó a salir con alguien

–Pero no era ninguno de los tipos que pensamos...

–Solo nos queda descartar al resto de los chicos de preparatoria, por suerte no debemos investigar a las chicas

–Bueno, Helga lo descartó–Comentó Phoebe.–. Aunque si era una buena razón para que fuera un secreto

–¿En serio pensaste que salía con una chica?– dijo Arnold, jugando distraído con su comida mientras miraba a su amigo.

–Sí–Contestó Gerald comiendo un poco de su almuerzo.– ¿Qué tendría de malo?

–Nada, pero ¿por qué? Digo, es Helga

Gerald lo miró y luego estalló en una carcajada.

–Por lo que pasó con Valentina–Ae encogió de hombros.

–¿Valentina? ¿Qué tiene que ver ella?

–Por favor, como si no te hubiera dado celos todo lo que ella consiguió acercarse a Helga en menos de una semana

–¿Celos?–Miró su comida solo por mirar algo.–. Oh...

Parecía que hubiera caído en cuenta de algo. La pareja intercambió una mirada de mutua comprensión antes de reír. Arnold los miró y también dejó escapar una risa. Por alguna razón todo se volvió más tranquilo y cómodo.


...~...


Al volver a clases Phoebe seguía con una mezcla de sentimientos. Aunque Helga consideraba que no le había mentido, era solo un tecnicismo y lo importante era que no había confiado en ella y se preguntaba por qué.

Sabía que su amiga no iba a escucharla y no iba a forzarla, pero tampoco quería quedarse con todo eso dentro. Durante la clase, eligió con cuidado cómo explicarle todo lo que pensaba y lo escribió en la última hoja de su cuaderno.

Miró su escrito y reflexionó un momento. Si tanto su sospecha como la de Gerald estaban equivocada, la otra opción era que saliera con alguien que le avergonzara, así que la alternativa que quedaba era... que fuera uno de los fenómenos... y de todos ellos... ¿Cómo pudo ser tan tonta? La miró un segundo y Helga encontró su mirada. ¡Claro! Si estaba en lo correcto, entonces tenía que ser él... y si era así... todo cobraba sentido. Las ausencias de su amiga, sus desapariciones, que justamente esa semana no se vieran.

–Y antes que termine la clase–dijo el profesor– ¿Quién puede llevarle la tarea a Brainy?

–Yo iré–dijo Helga casi de inmediato. Poniéndose de pie para ir a recoger la carpeta.

–Es muy amable de tu parte, Helga–dijo el profesor–. Te lo agradezco

–Como sea

Regresó a su puesto con la misma apatía de siempre.

Phoebe entonces no dudo de su conclusión. Hizo una última nota en su carta, arrancó la hoja del cuaderno y la dobló, lista para entregarla. En cuanto sonó el timbre se levantó de un salto para atajar a Helga y pasarle la carta.

–Puedes leerlo cuando estés lista, no te insistiré hasta que quieras hablar conmigo. Solo, por favor, recíbelo–le dijo, mirando el suelo mientras estiraba el papel delante de ella.

Helga no se movió durante unos segundos, mientras la mayoría de la clase salía a prisa, porque, Cristo, era viernes, todos querían irse. De pronto solo quedaban ellas y Gerald. Aunque sabía que Arnold estaba afuera.

–Danos dos minutos, Gerald

–Ni loco

–Por favor

–No

–Ok–Se encogió de hombros–. Esto será incómodo

Tomó la carta, abrazando a Phoebe.

–Eres mi mejor amiga–le dijo al oído–y siempre he podido contar contigo. Quería decirte cuando estuviera lista, todavía no lo estoy, pero estoy segura que ya lo sabes, porque eres la persona más inteligente de esta ciudad y nadie me conoce como tú. Solo, por favor, no digas nada. Y Phoebe... lo siento... en serio lo siento

Se apartó y pasó junto a ella, despidiéndose de Gerald con un gesto y al salir evitó mirar a Arnold.

La asiática dentro del salón estaba paralizada y al borde de las lágrimas. En cuanto la vio tan alterada, Gerald se dirigió a la puerta.

–Maldición, Pataki–dijo cerrando los puños, dispuesto a confrontarla, pero Phoebe lo sujetó.

–No hizo nada malo–dijo la chica, derramando lágrimas.

–¡¿Cómo no?! ¡Mira cómo estás! ¿Qué te dijo?

–Nada malo... lo prometo... Gerald... yo... yo me equivoqué

–¿Cómo es que se sale con la suya? Golpea a Arnold, te hace llorar y de algún modo ella es la víctima ¡Vaya mierda!

–¡No lo entiendes, Gerald! Helga... –Un sollozo ahogó su voz antes que pudiera continuar.–. Helga se disculpó... ella nunca se disculpa... a menos que sea algo importante

–¿Por eso estás llorando?

Phoebe asintió.

–Su disculpa me pone muy contenta–Sonrió con sinceridad, sin dejar de derramar lágrimas.

Gerald la observó y luego movió la cabeza de lado a lado.

–Sabes que esto está mal, ¿no?–le dijo el chico a su novia.

–¿Qué quieres decir?

–Tenemos mucho de qué hablar sobre amistades sanas, bebé, pero me alegra que se haya disculpado contigo–Se calmó y le limpió los ojos con un gesto dulce, para luego darle un beso cálido.–. Vamos por helado ¿sí?

–Me parece bien

Gerald se asomó al pasillo.

–Hermano ¿quieres ir por un helado?

–Preferiría otra cosa. No quiero ir a Slausen's hoy–dijo el chico.

–¿Bebé?–dijo el chico, mirando a su novia.

–Sí, vamos a cualquier otro lado, este día fue intenso–Luego miró a Arnold.–. Siento haberte involucrado en esto–dijo la chica.

–Es mi culpa... como dije, Helga ya me había advertido que dejara de meterme en su vida

Salieron de la escuela, intentando decidir a dónde ir a comer.


...~...


Cuando Helga llegó a casa de Brainy, estaba más tranquila, incluso contenta. Ahora que conocía el camino, le tomó menos tiempo que la última vez. Tocó la puerta y esta vez fue él quien la recibió, besándola mientras la abrazaba.

–Hola, tonto–dijo ella en un susurro, cuando él se apartó–. Parece que te sientes mejor

El chico asintió, rozándole la nariz con la de él.

–¿Quieres salir?–dijo él.

Esta vez fue Helga quien asintió.

–Pero antes–dijo, tomando su mochila para sacar la tarea y pasársela.

–Gracias

El chico se apartó para llevar las hojas en su habitación y al regresar le entregó su cuaderno de matemáticas, el cual la chica guardó de inmediato.

–Mamá, papá, voy a salir–Informó.

–Está bien–dijo su padre–. Vuelve antes de media noche

–Sí–dijo cerrando la puerta, tomando la mano de la chica, para comenzar a caminar.

–¿O qué? ¿Después de las doce se pierde el hechizo?–Bromeó ella.– ¿Te conviertes en un ratón? ¿un perro?

–O en un hombre lobo–dijo él en broma, levantando las cejas.

–¿Eso no debería ser en luna llena?

–¿Y qué luna hay hoy?

Helga se quedó pensando.

–Rayos, me atrapaste –dijo con una risita–, no lo sé ¿Entonces te volverás un animal salvaje?

–Tal vez

–Tendré que domesticarte

Ella lo abrazó, apoyando sus antebrazos en los hombros del chico, mientras él la sujetaba por la cintura. Helga le acarició la nuca y acercó sus labios lentamente, pero sin llegar a besarlo, solo quedándose ahí, dejando que suaves roces se alternaran con su respiración.

–Te extrañé, tonto–dijo la chica.

–Y yo a ti–respondió él, sin dejar de mirar sus ojos.

Helga le acarició un lado del cuello, para luego delinear su mentón y su oreja. De pronto el chico le sujetó la mano con la que lo acariciaba con más firmeza de la que era necesaria, lo que le provocó un cálido cosquilleo a la chica. Luego él besó su muñeca, rasgando suavemente su piel con sus dientes, para después besar su palma varias veces y cada uno de sus dedos. Con suavidad cambió la forma en que tomaba su mano, para besarla en el dorso, de forma gentil, para luego sujetarla fuertemente por la cintura y besar sus labios con intensidad, un beso largo y lento que poco a poco la ahogaba.

Cuando él apartó su boca, ella apenas podía mirarlo a los ojos.

–¿Q-qué pasó con el tímido fenómeno?–dijo Helga, jugando– ¿Y quién eres tú?

–Soy el mismo fenómeno, pero feliz de poder tenerte en mis brazos

–Ok, esto ya es muy cursi

Helga intentó alejarse, pero él la sujetó con fuerza y la volvió a besar.

–Bueno... uno más–dijo ella cuando él la soltó, siendo quien lo besaba esta vez, para luego apartarse–. Deberíamos ir a otro lugar... seguimos en tu calle... ¿no te incomoda que... tus padres... nos vean?

El chico negó, pero decidió caminar tomando su mano.

–¿Tus padres saben que salimos?

Brainy asintió.

–¿Lo sabían... antes que viniera?

Negó.

–Oh... lo siento

–Está bien

–Oye

–¿Sí?

–¿Alguna vez le hablaste a tu madre de mí?

–No lo creo ¿por qué?

–Cuando vine el otro día... me pareció que ella sabía de mí

–No quiero hablar de eso –Miró el cielo, pensativo.–, pero te lo enseñaré algún día

–Está bien–Helga sonrió un poco nerviosa.–. Entonces ¿a dónde quieres ir?

–¿Podría ser a nuestro lugar?

–Puede ser, pero es viernes... y me di cuenta que nunca tuvimos una cita... excepto el baile después de la boda, si eso cuenta... ¿quieres ir al cine?

–¿En serio?

–Sí, vamos... hay una nueva película de terror que quiero ver

–Está bien–Sonrió.

Caminaron de la mano hasta que llegaron a un sector más concurrido. Se soltaron, pensando que podrían encontrarse con alguien de la escuela. Llegaron al lugar sin contratiempo, Helga compró las entradas y se puso a la fila para comprar dulces y soda.

Disfrutaron la película, compartiendo palomitas, riendo de los malos efectos especiales y odiando los ruidos estridentes y gritos tras silencios que intentaban provocar un terror artificial. En otras palabras, una pésima película, pero lo pasaron bien. Brainy de vez en cuando se atrevió a tomar su mano y se dieron uno que otro beso.

Fue ella quien acompañó al chico de regreso a casa, argumentando que aún debía cuidarse. A Brainy le costó aceptar al principio, pero solo por costumbre, porque ¿Qué podía pasarle a ella camino a casa? Después de todo era Helga G. Pataki.

Acordaron verse en "su lugar" a la hora de siempre, los dos días siguientes.


...~...


Al llegar a casa ella cenó con sus padres, más por el esfuerzo que había puesto Miriam que por el hambre. Celebraban que Bob tenía un nuevo trabajo y estaba de mejor humor. La chica se preguntó si esta vez duraría.

Ya a solas en su habitación decidió leer el mensaje de su amiga. Se sentó a su escritorio, encendió la lámpara y desdobló la hoja con una sensación que le oprimía el pecho.


»Querida Helga,

Sé que estás molesta conmigo y probablemente no querrás aceptar mis disculpas, pero en verdad lo siento y mucho.

Siempre me he preocupado por ti y he tratado de ayudarte, pensaba que me confiabas todos tus secretos, pero olvidé que era tu derecho conservarlos si querías.

Desde lo que pasó en las montañas has estado orbitando el grupo de forma irregular, a veces parecías estar bien y otras terriblemente mal. Y cuando estás mal, haces locuras, lo he visto muchas veces para no pensar lo peor.

Realmente me asusté imaginando que podías estar en problemas. Sé que debí hablar contigo sobre lo que pensaba y que fue un error involucrar a los chicos.

Lamento que no resultaran las cosas con Arnold. Siempre soñé con ver ese final feliz.

Espero que con quien sea que hayas decidido estar, te quiera como eres, te cuide y te haga sonreír.

Prometo ser paciente y espero que puedas perdonarme pronto.

Sin importar lo que pase, no olvides que puedes contar conmigo si llegas a necesitarlo.

Con cariño

Phoebe.

Pd. Creo que adiviné tu secreto. Es B, ¿cierto?«


–Estúpida Phoebe –dijo Helga.

Decidió escribirle de vuelta.


»Querida Phoebe,

Siento ser una idiota.

Gracias por ser mi amiga...

...«


–Muy bien, Helga, tu peor escrito en años

Arrugó la hoja para lanzarla a la basura. Miró el papel en blanco. Ya no estaba molesta con su amiga. ¿Qué le podía responder?

Cerró los ojos un momento, estirando sus brazos mientras se echaba hacia atrás en la silla. Respiró profundo y lo volvió a intentar.


»Querida Phoebe,

Gracias por tu carta. Aprecio mucho que seas mi amiga y aguantes mis locuras.

Lamento haber traicionado tu confianza escondiendo algo así de la única persona que debí saber que lo entendería. Realmente no merezco tu amistad.

Agradezco que te hayas preocupado tanto como para pedirle ayuda a tu chico. Sé que Gerald te quiere mucho y haría lo que fuera por ti, me agrada que incluso sabiendo lo peligrosa que puedo llegar a ser se haya arriesgado, tiene mi respeto. Y respecto a Arnoldo, bueno, ellos siempre andan juntos, era inevitable que terminara involucrado también.

Me apena un poco entender que, a pesar de todo lo que creí avanzar con la doctora Bliss, aún soy una persona inaccesible y difícil, incluso para ti, que eres con quien mejor me llevo. Intentaré trabajar...

«


«No, quita "Intentaré", debería decir...»


»

...trabajar-é en ello.

¿Perdonas a tu loca amiga por callarse sus secretos más profundos por miedo?

Con cariño, Helga

Pd. Eres, como siempre, una genio.«

«Esto está mejor»

Sacó su cuaderno de matemática para guardar la nota ahí. Entonces encontró una hoja suelta doblada a la mitad, tenía su nombre por fuera, dentro un poema. Lo leyó, sonrió y lo guardó en el mismo libro donde había guardado la rosa, ahora seca. Era dulce y extraño que alguien escribiera sobre ella y no al revés. Debía agradecerle a Brainy por eso.


...~...


NOTAS:

¿Cómo creen que escribe Brainy?
Ya casi termina este año escolar para nuestros protagonistas ;D

Próximo episodio: El valor de tu amistad