Capítulo 9: Confesiones y celos

El trayecto en auto transcurría en un silencio tenso.Kogamantenía la vista en la carretera, mientrasKagomemiraba por la ventana, aún procesando lo que había sucedido en el parque.

¿Por qué tuve que decir algo tan tonto? Ahora la situación se siente más incómoda…

Queriendo aliviar el ambiente,Kagomesuspiró y decidió hablar.

Kagome:—Koga, quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que necesites. Si alguna vez te sientes solo o quieres invitarme a comer, siempre estaré para ti. Siempre tendrás una amiga en mí.

Kogagiró el rostro levemente hacia ella, con una mirada triste. No era lo que quería escuchar. No después de haberse atrevido a confesarle sus sentimientos.

Sin notar su expresión,Kagomeañadió en un intento de animarlo:

Kagome:—Intentaré buscar la forma de que me gustes.

Kogaabrió los ojos sorprendido, y sin poder evitarlo, sonrió.Por lo menos eso es un poco de esperanza…

Mientras tanto, en casa,Inuyashaestaba impaciente. Se había pasado toda la noche caminando de un lado a otro, encendiendo la televisión solo para apagarla un minuto después. Finalmente, cuando escuchó el motor de un auto acercarse, se apresuró a la ventana.

¡Por fin!

Pero en cuanto vio que el auto deKogadoblaba en su calle, reaccionó de inmediato. Como un relámpago, corrió hacia adentro y se dejó caer sobre la mesa del comedor, fingiendo estar medio dormido.

Afuera,Kogaestacionó el auto frente a la casa.Kagomenotó que las luces estaban encendidas y frunció el ceño.

Kagome:—Qué raro… Pensé que Inuyasha saldría esta noche.

Koga:—Parece que no.

Kagome:—¿Quieres pasar un momento?

Koganegó con la cabeza y, en cambio, se inclinó un poco hacia ella.

Koga:—No, mejor no.

Antes de queKagomepudiera preguntar por qué, sintió los labios deKogarozar su mejilla en un beso de despedida.

Kagomeparpadeó sorprendida, pero no dijo nada. Salió del auto y caminó hacia la puerta, sintiendo todavía el leve cosquilleo en su piel.

Al entrar, encontró aInuyasharecostado sobre la mesa, con la cabeza apoyada en los brazos. Cuando oyó la puerta, fingió despertarse lentamente.

Inuyasha:—Mmm… escuché un auto. ¿Era Koga el que te trajo?

Kagome:—Sí.

Inuyashase desperezó lentamente, tratando de verse desinteresado.

Inuyasha:—¿Y para qué quería verte? ¿Te despidió?

Kagomelo miró con el ceño fruncido.

Kagome:—¿Cómo que si me despidió? No. ¡Era su cumpleaños!

Inuyashalevantó una ceja.

Inuyasha:—¿Cumpleaños? ¿Desde cuándo?

Kagome:—¡Hoy! Si son amigos desde hace tiempo, ¿cómo es que no lo sabías?

Inuyashabufó con desdén.

Inuyasha:—Tú ni siquiera te acuerdas de tu propio cumpleaños.

Kagomepuso los ojos en blanco.

Kagome:—Los amigos deben recordar esas cosas para que nos lo digan cuando se acerque la fecha.

Inuyasha:—Bah… ¿y qué importa que fuera su cumpleaños?

Kagomesuspiró.

Kagome:—Importa porque no tiene a su familia cerca, ni a muchos amigos en la ciudad. Por eso me invitó a mí, para no pasar su cumpleaños solo.

Inuyashachasqueó la lengua.

Inuyasha:—Ajá. ¿Y solo cenaron?

Sin esperar respuesta, tomó un vaso y empezó a beber agua.

Kagome:—Ah, bueno… también me pidió que me enamorara de él.

La reacción deInuyashafue instantánea.

Inuyasha:—¡¿QUÉ?!

Justo en el momento en que aún tenía agua en la boca, la escupió violentamente y comenzó a toser y ahogarse.Kagome se apresuró a darle palmaditas en la espalda.

Kagome:—¡¿Estás bien?!

Inuyashalogró recuperar el aliento y la miró con los ojos muy abiertos.

Inuyasha:—¿Y qué le dijiste?

Kagomese encogió de hombros con total naturalidad.

Kagome:—¿Qué más? Que lo intentaría.

Inuyasha:—¡¿QUÉEEE?!

Se puso de pie de un salto, claramente alterado.

Kagometrató de mantener una expresión seria, pero estaba disfrutando demasiado su reacción.

Kagome:—Koga me dijo que lo hago sonreír, que se siente feliz a mi lado y que siempre estará ahí para mí.

Inuyashaapretó los puños y frunció el ceño.

Inuyasha:—¿Y?

Kagome:—Y también me dijo que tú no me valoras. Tal vez para ti solo soy una olla express, pero para otros… soy un regalo.

Inuyashaentrecerró los ojos, conteniendo el enojo.

Inuyasha:—Tsk…

Kagomele sonrió dulcemente.

Kagome:—Por cierto, ¿ya cenaste?

Inuyashabufó, cruzándose de brazos.

Inuyasha:—No. ¡Así que apúrate y hazme algo de comer!

Kagomese levantó tranquilamente y se dirigió a la cocina. En cuanto estuvo fuera de la vista deInuyasha, una sonrisa traviesa se formó en su rostro y dejó escapar una pequeña risa.

Ja, ja… ¡no puede ocultarlo! Está celoso…

Esa noche,Inuyashano pudo dormir. Por más que lo intentaba, las palabras deKagomeresonaban en su cabeza.

" Me pidió que me enamorara de él"

Los celos lo consumían. La idea deKogacortejando aKagomele revolvía el estómago, pero también sabía que no podía hacer nada al respecto. Él mismo se había impuesto una barrera.

Le hice una promesa a Kikyo… No puedo romperla.

Aun así, cada vez que cerraba los ojos, la imagen deKogasonriéndole aKagomeaparecía en su mente, atormentándolo hasta que el amanecer llegó.

A la mañana siguiente,Inuyashatenía una sesión fotográfica programada. Su trabajo como actor y modelo exigía estas promociones constantemente. Con el ceño fruncido y un humor de perros, posaba frente a las cámaras mientras el equipo de producción se movía a su alrededor.

Entre las luces y flashes, vio una figura familiar entrar al set.Koga.

El lobo avanzó con su característico aire confiado y fue recibido porKaede, quien le sonrió con amabilidad.

Kaede:—Koga, qué sorpresa verte por aquí.

Koga:—Pasaba cerca y quise saludarte. ¿Cómo va la película de Inuyasha?

Kaedesuspiró, su rostro reflejando cierta preocupación.

Kaede:—No ha tenido la audiencia que esperábamos. Nos faltó publicidad.

Koga:—Si necesitan ayuda con eso, puedo encargarme. No sería la primera vez que levanto un proyecto con buena estrategia de mercadeo.

Desde su lugar en el set,Inuyashaobservaba la escena con una mirada cargada de celos y resentimiento.¿Por qué siempre tiene que meterse en mi camino?

Como si sintiera su mirada,Kogagiró el rostro hacia él y, con una media sonrisa, lo llamó con un gesto de la mano.

Koga:—Vamos, toma un descanso.

En una sala contigua al estudio, les sirvieron café.Inuyashatomó el suyo con desgana, manteniendo la vista baja mientras revolvía la bebida sin razón aparente. Quería mantenerse tranquilo, pero su humor no ayudaba.

Inuyasha:— Cómo le está yendo a Kagome en su trabajo?

Kogaasintió, dando un sorbo a su café.

Koga:—Está avanzando rápido. Tiene bastante talento, solo necesita ser pulida.

Inuyashatrató de parecer indiferente.

Inuyasha:—Me agrada escuchar eso. Ah, por cierto, Kagome me dijo que fue tu cumpleaños. Supongo que debería disculparme por no acordarme.

Kogase encogió de hombros.

Koga:—No te preocupes, yo tampoco sé cuándo es el tuyo.

Hubo un breve silencio antes de queInuyashadejara la taza sobre la mesa y lo mirara fijamente.

Inuyasha:—Mira, no me importa que salgas con Kagome como amigos, pero cosas como esas deberían mencionarse entre nosotros. No quiero malinterpretaciones.

Kogalevantó una ceja con diversión.

Koga:—¿A qué te refieres?

Inuyasha:—Kagome no es como las otras chicas con las que sales. No entiendo por qué estás interesado en ella, pero más te vale no jugar con sus sentimientos.

Kogadejó su taza en la mesa con un leveclanky lo miró fijamente.

Koga:—Oh… No sabía que estabas interesado en alguien que no fuera Kikyo.

Inuyashasintió que le habían dado un golpe directo al estómago.

Inuyasha:—¿Qué?

Kogasonrió de lado, pero no era una sonrisa de burla, sino de alguien que sabía exactamente lo que estaba haciendo.

Koga:—Sé lo que quisiste decir con "no jugar con sus sentimientos", pero déjame aclararte algo. Yo nunca jugué con los sentimientos de Kikyo.

Inuyashaapretó los dientes.

Koga:—No quiero explicarme, ni hacerte entender mi punto de vista. Tampoco tengo deseos de disculparme porque no me siento mal por la situación.

Inuyashalo miró con los puños apretados.

Koga:—Pero te daré un consejo, amigo…

Se inclinó un poco hacia él, como si fuera a decirle un secreto.

Koga:—De ahora en adelante, no titubees… y no me des oportunidades.

Sin esperar respuesta,Kogase puso de pie y salió de la sala con pasos firmes.

Inuyashase quedó en su lugar, con los ojos vidriosos y la mandíbula tensa.

No me des oportunidades…

Sabía exactamente a qué se refería.

Kagome.

La cena transcurría en aparente tranquilidad.Kagomecomía con calma, ajena al torbellino de pensamientos que atormentaban aInuyasha.

"No me des oportunidades…"

Las palabras deKogaseguían resonando en su mente como una advertencia. Lo conocía bien, sabía que el lobo no hablaba en vano. Y lo peor de todo era que tenía razón.

Sin darse cuenta, sus ojos se desviaron haciaKagome, quien masticaba despreocupadamente, disfrutando su comida sin imaginar lo que pasaba por su cabeza. Algo dentro de él ardió con fuerza. No podía permitirlo.

Inuyasha:—Kagome.

Ella levantó la vista con curiosidad, aún con los palillos en la mano.

Kagome:—¿Mmm? ¿Qué pasa?

Inuyashadejó su plato en la mesa y se inclinó ligeramente hacia ella, apoyando los codos en la superficie.

Inuyasha:—Quería decirte algo… SobreKoga.

Kagomeparpadeó, algo confundida.

Kagome:—¿Koga? ¿Qué pasa con él?

Inuyashacruzó los brazos con aire despreocupado, pero su tono tenía una falsa ligereza.

Inuyasha:—Solo quiero que sepas queKogasiempre ha sido muy popular con las mujeres. Es su especialidad. Siempre las trata muy bien… Todas piensan que son especiales para él.

Kagomeladeó la cabeza.

Kagome:—¿Y eso qué tiene que ver conmigo?

Inuyashatomó un sorbo de su bebida, como si no le importara demasiado la conversación, pero su mirada la mantenía fija enKagome.

Inuyasha:—Digo… Que siKogate trata bien, no te hagas ideas raras. No te enamores de él pensando que eres diferente, porque la verdad es que él es así con todas.

Kagomedejó sus palillos en la mesa y lo miró con incredulidad.

Kagome:—¿Disculpa?

Inuyashase encogió de hombros.

Inuyasha:—Tú eres una chica que no sabe cómo pensamos los hombres. Solo te estoy dando un consejo. No te vayas a emocionar creyendo que le gustas solo porque es bueno contigo.

Kagomeparpadeó, sin poder creer lo que estaba escuchando.

Kagome:—No sé de dónde viene todo esto, peroKogay yo solo somos amigos. Además… ¿no recuerdas que todos piensan que soy tu esposa?Kogalo sabe perfectamente, él no intentaría nada más.

Inuyashaentrecerró los ojos. Recordó las palabras deKoga, la seguridad con la que había hablado.

"No titubees… y no me des oportunidades."

Inuyashabajó la mirada, sintiendo un leve ardor en el pecho. Se quedó en silencio unos segundos, luego respiró hondo y la miró nuevamente, con una expresión mucho más seria.

Inuyasha:—Solo… ten cuidado.

Kagomefrunció el ceño, notando que su tono había cambiado.

Kagome:—¿Cuidado con qué?

Inuyashaapartó la vista, como si no quisiera admitir lo que iba a decir.

Inuyasha:—Tienes… esa habilidad.

Kagome:—¿Eh?

Inuyashala miró con algo de frustración y luego desvió la vista nuevamente.

Inuyasha:—De hacer que los demás se sientan bien.

Kagomeabrió la boca para responder, pero no supo qué decir.

Había algo en su voz, en la forma en que lo dijo, que la desconcertó por completo.

Inuyasha, sintiéndose demasiado expuesto, cambió de tema de inmediato. Se aclaró la garganta y trató de sonar más como él mismo.

Inuyasha:—Por eso… No te emociones demasiado. Yo nunca regalaría mi olla express, ¿entiendes? Así que compórtate.

Se puso de pie y salió de la cocina, dejándola completamente confundida.

Kagomese quedó mirando la puerta por donde había salido.

Kagome:—¿Olla express…?

No tenía idea de qué acababa de pasar. Pero por alguna razón, su corazón latía más rápido de lo normal.

Inuyashaestaba en la sala, con los brazos cruzados y la vista clavada en la televisión, aunque en realidad no estaba prestando atención a lo que veía. Su mente seguía atrapada en la conversación de la cena.

"Tienes la habilidad de hacer sentir bien a los demás…"

Sacudió la cabeza, molesto consigo mismo por haber dicho algo así en voz alta. No tenía que haberlo hecho. Ahora seguroKagomepensaría que él estaba actuando raro.

Justo en ese momento,Kagomeapareció en la sala.

Kagome:—Inuyasha…

Él no apartó la vista de la pantalla.

Inuyasha:—¿Qué quieres?

Kagome:—Estaba pensando… ¿Podemos invitar aKogaa comer a casa?

El mando de la televisión cayó de sus manos.

Inuyasha:—¡¿Qué?!

Kagomecontinuó como si no hubiera notado su reacción exagerada.

Kagome:—Siempre está solo y me siento mal por él. Además, él siempre me lleva a comer, así que sería lindo retribuirle un poco.

Inuyashasintió cómo su sangre hervía.

Inuyasha:—¡¿Y por qué demonios lo invitarías aquí?! ¡Te invita a comer a ti no a mi!

Kagomelo miró con el ceño fruncido.

Inuyashagruñó, poniéndose de pie.

Inuyasha:—¡Esa no es tu casa para que andes invitando a quien se te dé la gana!

Dicho eso, se giró y se fue directo a su habitación, cerrando la puerta de golpe.

A la mañana siguiente,Inuyashase miraba en el espejo mientras terminaba de acomodarse el cabello. Se sentía más tranquilo después de una noche de descanso, pero entonces una idea cruzó su mente.

"Si Kagome quiere invitar aKoga, que lo haga… Pero yo haré que no quiera volver nunca más."

Su reflejo le devolvió una sonrisa satisfecha.

Bajó las escaleras con confianza y vio aKagometrabajando en la computadora. Se acercó a ella con una expresión despreocupada.

Inuyasha:—Oye.

Kagomelevantó la vista.

Kagome:—¿Qué pasa?

Inuyasha:—He decidido que invitaré aKogaa comer hoy.

Los ojos deKagomebrillaron con emoción.

Kagome:—¡¿En serio?!

Inuyasha:—Sí. Pero ya que tú querías la cena, entonces prepárala. Y de paso, limpia toda la casa.

La sonrisa deKagomese desvaneció.

Kagome:—¡¿Qué?! ¡Pero no tengo suficiente tiempo para hacer todo eso!

Inuyashaencogió los hombros.

Inuyasha:—Deja de quejarte. Esto es algo que querías, ¿no?

Y sin esperar respuesta, salió de la casa con una sonrisa de satisfacción.

Kagomesuspiró mientras miraba alrededor. No solo tenía que cocinar, sino que también debía asegurarse de que todo estuviera impecable.

"¿Por qué Inuyasha es así? ¡Siempre me mete en problemas!"

No tenía suficiente comida para hacer algo especial, así que después de pensarlo un momento, decidió hacer una llamada.

Marcó a la casa de losTakahashi, y la persona que contestó fueIzayoi, la madre deInuyasha.

Izayoi:—¿Kagome? Qué sorpresa recibir tu llamada. ¿Cómo estás, querida?

Kagome:—Señora Izayoi, en realidad necesito un favor…

Le explicó la situación y la madre deInuyashano tardó en responder con dulzura.

Izayoi:—No te preocupes, querida. Justamente tengo comida preparada. Le pediré al chofer que la lleve a la casa.

Kagomesintió una calidez en el pecho.

Kagome:—Muchas gracias… En serio, esto significa mucho para mí.

Colgó con una sonrisa. Aunque la situación conInuyashaera complicada, no podía evitar sentirse feliz de haber encontrado una familia en medio de todo esto.

CuandoInuyasharegresó a casa, fue recibido por un delicioso aroma que le recordó a su infancia. Frunció el ceño y caminó hacia la cocina.

Al llegar, se encontró con una imagen que le hizo detenerse en seco.

Kagomeestaba alistando la mesa, moviéndose al ritmo de la música que sonaba en su teléfono. Llevaba un vestido rosa de tirantes que se ceñía ligeramente a su figura y que terminaba un poco arriba de las rodillas. Su cabello estaba recogido en una coleta alta, con algunos mechones rizados enmarcando su rostro.

Inuyashase quedó mirándola, completamente embelesado.

"¿Desde cuándo… se ve tan hermosa?"

Su mirada bajó hasta sus piernas y luego subió de nuevo a su rostro iluminado por la alegría. Sus movimientos eran lentos, casi hipnóticos, y por primera vez en mucho tiempo sintió un calor diferente en su cuerpo, uno que no tenía nada que ver con el enojo.

Pero entonces, como si un balde de agua fría cayera sobre él, su mente le gritó:

"¡Se arregló así paraKoga!"

Los celos explotaron dentro de él.

Se aclaró la garganta con fuerza.

Kagomepegó un pequeño grito y se giró con la mano en el pecho.

Kagome:—¡Inuyasha! No me asustes así.

Inuyashase acercó con los brazos cruzados y la miró de arriba abajo con el ceño fruncido.

Inuyasha:—Espero que la comida sea comestible.

Kagomerodó los ojos.

Kagome:—No me molestes. Y para que sepas, la hizo tu madre.

Los ojos deInuyashase abrieron con sorpresa.

"Así que por eso olía tan familiar…"

Pero en lugar de admitir que le gustaba, simplemente se giró y murmuró algo ininteligible.

Durante la cena,Inuyashaaprovechó un momento para acercar su pie y tocar el deKagomepor debajo de la mesa. Cuando ella lo miró confundida, él se inclinó ligeramente y susurró:

Inuyasha:—Cuando haga esto, quiero que hagas lo siguiente.

Entonces, para sorpresa deKagome,Inuyashahizo una mueca exagerada y fingió estar a punto de vomitar.

Kagomelo miró horrorizada.

Kagome:—¿Qué rayos estás haciendo?

Inuyashase encogió de hombros con una sonrisa traviesa.

Inuyasha:—No lo cuestiones. Solo hazlo.

Y sin más explicaciones, salió de la cocina dejando aKagomecon una mezcla de confusión y sospecha.

"¿Qué está tramando ahora…?"

Koga transitaba por las calles cercanas a la casa de Inuyasha y Kagome. Desde la mañana, Inuyasha lo había llamado para invitarlo a comer, una propuesta que, en circunstancias normales, habría rechazado sin dudarlo. Pero la curiosidad lo carcomía. ¿Cómo serían esos dos cuando no había cámaras alrededor?

Mientras manejaba distraídamente, una figura conocida llamó su atención en la acera. Era Sango, caminando en la misma dirección en la que él se dirigía. Sin pensarlo, desaceleró y se detuvo a su lado.

Koga:—¡Hey, Sango! ¿Vas a la casa de Kagome?

Sango, al reconocerlo, le sonrió y se inclinó un poco para verlo dentro del auto.

Sango:—Sí, ¿y tú?

Koga:—Igual. Súbete, te llevo.

Sango no vio razón para negarse y se subió al asiento del copiloto.

Koga:—Entonces… ¿de dónde conoces a Kagome?

Sango suspiró con un dejo de nostalgia mientras miraba por la ventana.

Sango:—Nos conocemos desde la secundaria. Cuando sus padres murieron en un accidente, yo estuve ahí para ella. Fue un momento muy duro… La casa en la que vive ahora solía ser de ella. Siempre estuvo muy sola.

Koga frunció el ceño con interés. Esa parte no la conocía.

Koga:—¿La casa era suya? ¿Entonces cómo terminó siendo de Inuyasha?

Sango abrió la boca para responder y, sin darse cuenta, soltó más de lo que debía.

Sango:—Bueno… Ahora la casa es de Inuyasha… Si no fuera por eso, Kagome no habría tenido que firmar ese contrato matrimonial para recuperarla…

Koga giró la cabeza rápidamente, sus ojos entrecerrándose en confusión y sospecha.

Koga:—¿Qué dijiste?

Sango parpadeó varias veces, dándose cuenta demasiado tarde de su error. Se llevó ambas manos a la boca, maldiciéndose internamente.

Sango:—¡Nada! ¡No dije nada!

Koga:—No, no, no. Dijiste "contrato matrimonial". ¿De qué estás hablando?

Sango sintió su pulso acelerarse. No podía creer lo tonta que había sido.

Sango:—¡Ah, mira qué rápido llegamos! ¡Wow, ni lo sentí! ¡Gracias por el aventón, Koga!

Koga frunció el ceño aún más al ver cómo Sango prácticamente saltaba del auto con una urgencia sospechosa. Antes de que pudiera insistir en su pregunta, Sango se apresuró a la puerta de Kagome y tocó con energía.

Kagome abrió la puerta y, al ver a su amiga, le sonrió con sorpresa.

Kagome:—¿Sango? ¿Qué haces aquí?

Sango, con los nervios a flor de piel, le extendió un recipiente con galletas y sonrió forzadamente.

Sango:—¡Toma! ¡Son galletas! ¡Caseras! ¡Bueno, no tanto! ¡Son de una panadería! ¡Pero son ricas!

Kagome frunció el ceño y tomó el recipiente con extrañeza.

Kagome:—Eh… Gracias… ¿Pero por qué pareces tan…?

Sango:—¡Me tengo que ir! ¡Nos vemos luego, Kagome!

Kagome apenas tuvo tiempo de procesar lo que pasaba antes de que Sango se diera media vuelta y se alejara corriendo a toda velocidad, dejándola con más dudas que respuestas.

Fue entonces cuando Koga llegó a la entrada y Kagome volvió su atención hacia él. Le sonrió y abrió más la puerta.

Kagome:—Bueno… supongo que tú sí te quedas. Pasa, Koga.

Koga le sostuvo la mirada por un momento antes de esbozar una media sonrisa y entrar. Pero en su cabeza, la conversación con Sango seguía repitiéndose una y otra vez.

"¿Contrato matrimonial?"

Dentro de la casa, los tres estaban sentados a la mesa. Inuyasha y Kagome compartían el mismo lado, mientras que Koga estaba frente a ellos. Kagome, con una sonrisa tímida, se disculpó por la simpleza de la comida.

Kagome:—Lo siento, Koga. Me hubiera gustado hacer algo más especial, pero…

Inuyasha(interrumpiéndola con una sonrisa burlona): —No te preocupes, Koga. Mi querida esposa apenas está aprendiendo a cocinar. Hay que tenerle paciencia.

Kagome le dirigió una mirada fulminante, pero Koga, siempre amable, sonrió con sinceridad.

Koga:—No te preocupes, Kagome. Todo está delicioso. Gracias por invitarme.

Inuyasha chasqueó la lengua con diversión y se inclinó hacia Kagome, pasándole un brazo por los hombros y atrayéndola contra él.

Inuyasha:—Tendrá mucho tiempo para mejorar. Después de todo, estaremos juntos mucho tiempo… ¿Verdad, cariño?

Kagome parpadeó varias veces, completamente confundida. ¿Desde cuándo Inuyasha era tan… "afectuoso"?

Koga, por su parte, apenas escuchaba las palabras de Inuyasha. Su mente seguía atrapada en lo que Sango le había dicho."Contrato matrimonial", resonaba en su cabeza. ¿Todo esto era solo una fachada?

Koga miró a Kagome fijamente antes de preguntar, con aparente casualidad:

Koga:—Por cierto, Kagome… esta casa, ¿es tuya?

Kagome abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, Inuyasha se adelantó, con una sonrisa demasiado confiada.

Inuyasha:—Por supuesto que sí. Su padre la hizo con mucho cariño. Arriba está su habitación… y también la de nuestros futuros hijos.

Kagome sintió un escalofrío al escuchar esas palabras salir de la boca de Inuyasha. Lo miró de reojo, cada vez más confundida y molesta por su actitud extrañamente posesiva. Mientras tanto, Koga apretó ligeramente los labios, notando cada pequeño detalle de la interacción.

La cena continuó con Inuyasha siendo exageradamente atento con Kagome. Le servía más comida, le acomodaba el cabello detrás de la oreja, le hablaba con un tono dulce que no le era natural. Kagome, cada vez más incómoda, solo le lanzaba miradas furtivas, preguntándose qué diablos le pasaba.

Finalmente, Koga dejó sus cubiertos a un lado y suspiró.

Koga:—Bueno, fue una gran cena, pero tengo asuntos pendientes. Debo irme.

Se puso de pie y caminó hacia donde había dejado su saco. Mientras le daba la espalda a la pareja, Inuyasha le hizo señas a Kagome, moviendo las manos con desesperación. Kagome frunció el ceño, sin entender qué quería.

Inuyasha le susurró con los labios: "¡Hazlo!"

Kagome suspiró, ya harta de los juegos de Inuyasha. Sin entender bien el propósito, hizo lo que le había pedido y fingió tener náuseas, llevándose la mano al estómago y cubriéndose la boca.

Fue en ese momento que Inuyasha exclamó con emoción fingida:

Inuyasha:—¡Kagome! Hace días que te sientes así… ¡Debe ser que ya estás embarazada! ¡Qué felicidad!

Koga giró de inmediato, mirándolos con sorpresa. Kagome se quedó petrificada en su lugar, sintiendo cómo el calor subía a su rostro.

Kagome:—¿¡Qué!?

Pero antes de que pudiera reaccionar, Inuyasha ya la tenía abrazada con fuerza, presionándola contra él como si estuviera emocionado por la "noticia".

Koga los miró por un momento, sin poder leer del todo la situación. Finalmente, solo asintió y esbozó una leve sonrisa.

Koga:—Felicidades.

Se despidió con calma y salió por la puerta, sin notar cómo Inuyasha seguía con el brazo firmemente posado sobre los hombros de Kagome, incluso cuando Koga ya no estaba en la casa.

Cuando finalmente cerraron la puerta, Kagome se separó bruscamente de Inuyasha y lo fulminó con la mirada.

Kagome:—¡¿Qué diablos fue todo eso?! ¡¿Por qué le dijiste que estaba embarazada?!

Inuyasha sonrió con autosuficiencia, cruzándose de brazos.

Inuyasha:—Ahora sabrá a quién le pertenece esta olla express.

Kagome frunció el ceño con incredulidad.

Kagome:—¿¡Qué dijiste!?

Inuyasha parpadeó y luego se giró hacia otro lado.

Inuyasha:—Nada.

Kagome apretó los puños, ya al borde de la paciencia.

Kagome:—¡Claro que dijiste algo! ¡Te escuché! ¡Y déjate de rodeos! ¡Todo el tiempo te comportaste como un idiota celoso!

Inuyasha se giró rápidamente para enfrentarla, con una expresión de molestia.

Inuyasha:—¡No digas tonterías! ¿Celoso? ¡Por ti? ¡Ja! No me hagas reír.

Kagome entrecerró los ojos y cruzó los brazos.

Kagome:—Ajá. Claro.

Inuyasha:—Tch… ¡Eres solo un pollo! ¡No podrías despertar celos en mí ni aunque lo intentaras!

Kagome sintió un tic en la ceja y cerró los ojos, contando hasta tres para no perder la compostura. Inuyasha, como siempre, sabía exactamente cómo encenderle la mecha.

Inuyasha:—Deja de hablar de tonterías y mejor ponte a lavar los platos.

Dicho eso, se dio media vuelta y se marchó a su habitación, dejando a Kagome temblando de rabia en medio de la sala.

Kagome respiró hondo, tratando de calmarse, pero solo logró apretar los puños con más fuerza.

Kagome:—¡Idiota!

Koga se encontraba en su departamento, recién salido de la ducha. Con el cabello aún húmedo, se dejó caer sobre el sofá con una toalla alrededor del cuello. La sensación del agua caliente había sido liberadora, pero su mente seguía inquieta. No podía dejar de pensar en la cena, en la actitud de Inuyasha y, sobre todo, en lo que Sango le había dicho sin querer. Algo no cuadraba.

"¿Contrato matrimonial?"

Kagome no parecía infeliz, pero tampoco se veía completamente cómoda con Inuyasha. Había algo en la forma en que interactuaban que no terminaba de encajar.

Koga suspiró, tomó su teléfono y marcó un número. Tras un par de tonos, alguien respondió.

Koga:—Perdón por llamar tan tarde, pero necesito un favor.

Voz al otro lado de la línea:—¿Un favor? ¿De qué se trata?

Koga apoyó un codo en su rodilla y se frotó el puente de la nariz.

Koga:—Necesito que investigues algo para mí. Es importante.

Voz:—…Entiendo. Enviaré la información en cuanto la tenga.

Koga:—Gracias.

Cortó la llamada y apoyó la cabeza en el respaldo del sofá. No sabía exactamente qué esperaba encontrar, pero su intuición le decía que había algo que no le estaban contando. Y estaba decidido a descubrirlo.

A la mañana siguiente, en la casa de Inuyasha y Kagome…

Inuyasha despertó de mejor humor de lo habitual. Se desperezó con una sonrisa autosuficiente, disfrutando del silencio de la casa. Bajó al jardín, donde se acomodó en una silla con los brazos cruzados detrás de la cabeza, dejando que el sol le diera de lleno en la cara.

La noche anterior había sido un éxito. Koga se había ido con una idea clara en la cabeza: Kagome era su esposa y estaban esperando un hijo. Aunque era mentira, eso no importaba. Lo único que importaba era que Koga se alejara.

Su sonrisa se ensanchó al recordar la expresión de Koga al enterarse del "embarazo".

"Ja. A ver si ahora sigue con sus jueguitos."

Kagome salió al jardín en ese momento, con los brazos cruzados y una ceja levantada. Había notado su buen humor desde que se despertó, y eso solo la hacía sospechar.

Kagome:—Buenos días…¿Por qué estás tan feliz?

Inuyasha la miró de reojo y sonrió aún más.

Inuyasha:—¿Yo? Por nada en especial.

Kagome no le creyó ni por un segundo, pero tampoco insistió. En su lugar, se sentó a su lado y empezó a revisar unos documentos en su regazo. Inuyasha la observó con curiosidad y finalmente preguntó:

Inuyasha:—¿Y qué vas a hacer hoy?

Kagome, distraída, no levantó la vista de sus papeles.

Kagome:—Voy a la oficina de Koga a entregar mi sinopsis.

El buen humor de Inuyasha desapareció en un instante. Su sonrisa se desvaneció y su mandíbula se tensó.

Inuyasha:—¿¡Qué!?

Kagome levantó la vista con tranquilidad.

Kagome:—Voy a la oficina de Koga. Lo dije muy claro.

Inuyasha frunció el ceño y se cruzó de brazos.

Inuyasha:—Pues termina rápido.No quiero que pases todo el día ahí. Quiero que comamos juntos.

Kagome lo miró con diversión. Su reacción le había dejado claro algo que antes solo sospechaba:Inuyasha estaba celoso.

Pero él no había terminado aún. Antes de que Kagome pudiera responder, se inclinó hacia ella y le dio un beso en la mejilla. No fue un beso tierno, sino torpe y un poco tosco. Luego, con un tono claramente despectivo, añadió:

Inuyasha:—Te veo más tarde,cariño.

Kagome lo observó alejarse con el ceño fruncido. Pero en cuanto él desapareció dentro de la casa, no pudo evitar que una sonrisa traviesa se formara en sus labios.

"Así que esto es lo que pasa cuando se pone celoso..."

Kagome llegó a la oficina de Koga con una energía radiante, como siempre. En una mano llevaba la carpeta con su sinopsis y en la otra, una pequeña bolsa con algunos dulces que había comprado de camino. Sabía que Koga solía trabajar mucho y pensó que un pequeño detalle no estaría de más.

Tocó la puerta con los nudillos y esperó. No hubo respuesta.

"¿Estará ocupado?"

Dudó por un segundo, pero luego decidió entrar. Abrió la puerta con su habitual alegría y sonrió al ver a Koga sentado en su escritorio, concentrado en unos papeles.

Kagome:—¡Koga! ¡Buenos días! ¡Te traje mi sinopsis y también unos dulces! Dicen que el azúcar ayuda a pensar mejor, ¿sabías?

Koga no levantó la vista. Su expresión era seria, y su voz, ronca y distante.

Koga:—Déjala sobre la mesa y vete.

Kagome parpadeó, sorprendida. Su sonrisa se desvaneció poco a poco.

Kagome:—¿Eh?

Koga:—Escuchaste lo que dije.

Kagome sintió un pequeño nudo en el estómago. Nunca la había tratado así. Koga siempre había sido amable con ella, bromista, incluso un poco coqueto. Pero en este momento, ni siquiera le dirigía la mirada. Su semblante era frío, distante. Algo no estaba bien.

Dejó la carpeta con cuidado sobre la mesa y respiró hondo.

Kagome:—Bueno… entonces me voy. Nos vemos después.

Se giró para salir, pero justo cuando estaba por abrir la puerta, la voz de Koga la detuvo.

Koga:—No te entiendo.

Kagome se quedó quieta, con la mano en la manija de la puerta. Su corazón latió un poco más rápido.

Koga:—Estoy tratando de averiguar qué hacer contigo… pero por ahora, vete. Hablaremos después.

Kagome sintió un escalofrío. Koga seguía sin mirarla, pero sus palabras eran lo suficientemente pesadas para hacerla sentir incómoda. Algo en su tono… era diferente. Casi como si estuviera enojado con ella.

Sin decir nada más, Kagome salió de la oficina y cerró la puerta detrás de ella. Mientras caminaba por el pasillo, frunció el ceño. ¿Qué significaba todo eso? ¿Por qué Koga se veía tan serio? ¿Por qué no podía ni mirarla a los ojos?

"¿Habrá pasado algo?"

Dentro de la oficina, Koga se quedó inmóvil, con la mirada fija en los papeles frente a él, aunque en realidad no los estaba leyendo. Escuchó el sonido de la puerta cerrándose y suspiró, pasándose una mano por el cabello.

"¿Por qué firmaste ese contrato, Kagome?"

Su mente no dejaba de dar vueltas. La información que había recibido anoche lo había dejado completamente descolocado. Parte de él quería enfrentar a Kagome de inmediato, exigirle respuestas. Pero otra parte… otra parte le decía que tal vez, solo tal vez, ella no tenía otra opción.

"Si realmente lo hizo solo por la casa… ¿qué tan desesperada estaba?"

En ese momento, su teléfono sonó, sacándolo de sus pensamientos. Miró la pantalla. "Kikyo".

Tomó el teléfono y contestó.

Koga:—¿Kikyo?

Kikyo:—Hola, Koga. ¿Estás ocupado?

Koga:—No, dime.

Kikyo:—Quería saber si podemos vernos hoy para almorzar. Necesito hablar contigo de algo importante.

Koga sintió que el día se volvía cada vez más extraño. Primero Kagome, ahora Kikyo.

Koga:—Está bien. Dime dónde y a qué hora.

Kikyo:—Te enviaré la ubicación. Gracias, Koga.

Koga cortó la llamada y dejó el teléfono sobre el escritorio, pensativo.

"¿Ahora qué quiere Kikyo?"

Koga llegó al restaurante con paso seguro, aunque por dentro estaba lleno de dudas. No sabía exactamente qué quería Kikyo, pero por la seriedad en su voz cuando lo llamó, supuso que era algo importante.

Al entrar, la vio sentada en una mesa junto a la ventana. Su largo cabello negro caía perfectamente sobre sus hombros, y su expresión era tranquila, aunque había algo en su mirada que parecía distinto… una especie de resignación.

Kikyo levantó la vista y le sonrió suavemente cuando lo vio acercarse.

Koga:—Hola.

Kikyo:—Llegaste puntual.

Koga:—No soy del tipo que hace esperar a las personas… —se sentó frente a ella y la miró con cierta curiosidad—. ¿De qué querías hablar?

Kikyo no respondió de inmediato. En su lugar, sacó una pequeña caja de terciopelo y se la tendió a Koga.

Kikyo:—Feliz cumpleaños atrasado.

Koga parpadeó, sorprendido. Miró la caja por unos segundos antes de tomarla y abrirla. Dentro había un reloj elegante, con su nombre grabado en la parte trasera.

Koga esbozó una sonrisa leve.

Koga:—Gracias… pero, Kikyo… creo que deberíamos dejar esto por la paz.

Kikyo levantó una mano, deteniéndolo antes de que pudiera decir más.

Kikyo:—No hables. Esta vez, solo escúchame.

Koga cerró la boca y asintió, curioso y un poco inquieto por la seriedad en su voz.

Kikyo:—Quería verte para agradecerte… por todo lo que has hecho por mí desde que éramos niños. Siempre estuviste ahí, cuidándome, apoyándome, incluso cuando no te lo pedía. Y lo valoro más de lo que imaginas.

Koga la observó en silencio. Su corazón latía con fuerza.

Kikyo:—Sé que siempre dudaste de mis sentimientos, que pensaste que solo era un capricho o que jugaba contigo. Pero no fue así, Koga. Yo te amé de verdad.

Koga bajó la mirada, sintiendo un nudo en el estómago. Quiso responder, pero ella no le dio oportunidad.

Kikyo:—Sin embargo… —hizo una pausa, respirando hondo antes de continuar— …ya es hora de dejarte ir.

Koga levantó la vista rápidamente, con el ceño fruncido.

Kikyo:—Te amo, pero debo amarme más a mí misma. Debo proteger mi corazón. No puedo seguir viviendo de la esperanza que sin querer me das.

Koga sintió su garganta apretarse. No sabía qué decir. Durante años había estado atrapado en esta dinámica con Kikyo… entre quererla, rechazarla, dudar de ella. Ahora, ella estaba rompiendo el ciclo.

Kikyo le dedicó una última sonrisa, aunque sus ojos brillaban con tristeza.

Kikyo:—Gracias por todo, Koga. Sé feliz.

Y antes de que él pudiera reaccionar, se inclinó hacia él y le dio un abrazo. Un abrazo largo, cálido… y definitivo.

Koga cerró los ojos y apretó los labios. Levantó una mano y dudó por un segundo antes de corresponder al abrazo. No podía negar que algo dentro de él dolía, pero al mismo tiempo… sentía un peso menos en el pecho.

Cuando Kikyo se separó, tomó su bolso y sin mirar atrás, se marchó del restaurante. Koga la vio alejarse hasta que desapareció por la puerta.

Luego bajó la vista hacia el reloj en su mano, y suspiró pesadamente.

"Adiós, Kikyo."

Kagome miró la pantalla de su teléfono. El mensaje de Inuyasha era claro: le había enviado la dirección de un restaurante elegante y le pidió que se adelantara, que la vería ahí cuando terminara la firma de autógrafos.

Kagome suspiró y miró a su alrededor cuando llegó. Era un lugar lujoso, con una iluminación tenue y una atmósfera sofisticada. Se acercó al anfitrión y mencionó el nombre de Inuyasha.

Kagome:—Tengo una reservación a nombre de Inuyasha.

El anfitrión revisó la lista y asintió con cortesía.

Anfitrión:—Por supuesto, señorita. Sígame, por favor.

La llevaron a una mesa junto a una ventana con una vista espectacular de la ciudad. Kagome se sentó y miró su reloj. Inuyasha aún no llegaba, pero era comprensible, todavía tenía que atender a sus fans.

Pidió un vaso de agua y esperó, jugando con la servilleta entre sus dedos.

Mientras tanto, Inuyasha terminaba su firma de autógrafos cuando su teléfono vibró en su bolsillo. Lo sacó y vio el nombre en la pantalla.

"Kikyo."

Con el ceño levemente fruncido, contestó.

Inuyasha:—¿Sí?

Kikyo:—Inuyasha… ¿puedes venir? No quiero estar sola.

Su voz sonaba extrañamente apagada. Inuyasha sintió un pequeño peso en el pecho, como un reflejo automático. No podía ignorarla.

Inuyasha:—Te veré en el bar de siempre.

Miroku, que estaba a su lado, levantó una ceja al escuchar eso.

Miroku:—¿No que ibas a cenar con Kagome?

Inuyasha:—No tardaré. Solo veré a Kikyo un rato.

Miroku:—Kaede me pidió que te vigilara… así que voy contigo.

Inuyasha rodó los ojos, pero no discutió. Sabía que cuando Kaede daba una orden, no había forma de escapar de ella.

En el bar, Kikyo ya los esperaba en una mesa apartada. Su expresión era diferente a otras veces. No tenía esa seguridad ni ese aire de superioridad que solía mostrar. En su lugar, parecía… vulnerable.

Inuyasha se sentó frente a ella, mientras Miroku se ubicaba en una mesa cercana, fingiendo estar distraído pero escuchando con atención.

Kikyo bebió un sorbo de su copa antes de mirarlo fijamente.

Kikyo:—Acabo de despedirme de Koga.

Inuyasha la observó en silencio. No sabía si debía decir algo, así que solo esperó a que continuara.

Kikyo:—Siempre pensé que seríamos él y yo. Soñé con casarme con él, con formar una familia, con tener un hogar juntos. Pero todo fue una ilusión… una esperanza que al final no sirvió de nada.

Su voz tembló y, sin poder evitarlo, las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. Inuyasha la miró sorprendido. Nunca la había visto llorar así.

Instintivamente, se inclinó hacia ella y la abrazó contra su pecho.

Inuyasha:—Kikyo…

Kikyo cerró los ojos y apretó los labios, aferrándose un momento a su camisa, buscando consuelo en él.

Miroku, desde su mesa, vio toda la escena y apretó los puños. No podía creer que Inuyasha estuviera haciendo esto cuando tenía a Kagome esperándolo en otro lugar. Se levantó con molestia y fue al baño. Desde ahí, sacó su teléfono y marcó a Kagome.

Kagome seguía en la mesa del restaurante, moviendo la pierna con impaciencia, cuando su teléfono sonó. Al ver el nombre de Miroku en la pantalla, sintió un mal presentimiento.

Kagome:—¿Miroku? ¿Qué pasa?

Miroku (molesto):—Tienes que venir al bar. Inuyasha está aquí con Kikyo, abrazándola como si fuera el amor de su vida.

Kagome parpadeó sorprendida y su pecho se sintió extraño, pero rápidamente recuperó la compostura.

Kagome:—No iré.

Miroku:—¡¿Qué?! ¿Pero no escuchaste lo que te dije?

Kagome:—Sé que Inuyasha vendrá. Él me dijo que nos veríamos aquí, así que lo esperaré.

Miroku no podía creer lo tranquila que sonaba. Apretó el teléfono entre sus dedos.

Miroku:—Kagome…

Kagome:—No hagas esto más grande, Miroku. Nos vemos luego.

Y sin más, le colgó.

Miroku miró la pantalla de su teléfono, incrédulo.

"¿Cómo puede estar tan segura…?"

Regresó al bar, pero cuando llegó a la mesa, Inuyasha y Kikyo ya no estaban.

El auto se detuvo frente a la casa de Kikyo. Ella no se movió de inmediato. Miró por la ventana, sus ojos reflejaban un vacío que Inuyasha no supo cómo llenar.

Kikyo:—No quiero estar sola, Inuyasha.

Su voz fue apenas un susurro, pero caló hondo en él. Bajó la mirada, sintiendo un peso en el pecho. No podía simplemente dejarla así.

Inuyasha:—...Está bien.

Kikyo suspiró aliviada, como si ese "está bien" fuera lo único que la sostenía en ese momento. Ambos entraron a su casa en silencio. El ambiente estaba cargado de melancolía.

Inuyasha la llevó hasta su dormitorio. Kikyo se sentó en la cama con movimientos pesados. Él se inclinó para quitarle los zapatos con cuidado y la ayudó a acostarse. Luego tomó la manta y la arropó con suavidad.

Inuyasha:—Necesitas dormir.

Kikyo lo miró a los ojos, sus pupilas brillaban con un rastro de lágrimas secas.

Kikyo:—¿Te quedarás conmigo hasta que me duerma?

Inuyasha asintió en silencio. Se sentó en una silla junto a la cama y observó su respiración volverse más tranquila. Sintió una punzada en el pecho. Era un sentimiento de deuda, de nostalgia... pero también de resignación.

Kagome miraba la vela encendida sobre la mesa. La cera derretida había formado un pequeño charco alrededor de la base, como si simbolizara el tiempo que había pasado desde que llegó.

El restaurante, que en un principio estaba lleno de risas y conversaciones, ahora estaba casi vacío. Solo quedaban unos cuantos empleados terminando de recoger.

Un mesero se acercó con una expresión apenada.

Mesero:—Disculpe, señorita… estamos por cerrar.

Kagome sintió un nudo en la garganta. Tragó saliva con dificultad, forzando una sonrisa para no derrumbarse frente a él.

Kagome:—Oh… claro, lo siento.

Se levantó con movimientos lentos, como si aún esperara que Inuyasha apareciera en cualquier momento diciendo que todo había sido un error. Pero no lo hizo. No vendría.

Salió del restaurante con pasos pesados. Afuera, la ciudad seguía con su ritmo normal, indiferente a su decepción. Se subió a un taxi y apoyó la cabeza contra la ventana. La tristeza la envolvió como una manta fría.

Abrió la puerta de la casa y la oscuridad la recibió. Solo el tenue brillo de la luna iluminaba el interior.

Estaba enojada. No solo con Inuyasha, sino consigo misma.

"¿Por qué lo esperé tanto?"

Se dejó caer en la mesa y tomó un ramen instantáneo. Sus manos temblaban mientras lo preparaba. Se sentó a comer, pero con cada bocado, las lágrimas comenzaron a caer silenciosas. Su enojo, su decepción, todo se mezclaba con la sensación de vacío.

Después de cenar, caminó por la casa sin rumbo, como un alma en pena. Miró por la ventana esperando ver a Inuyasha llegar, pero la noche avanzaba y él no aparecía.

Finalmente, vencida por el agotamiento, se dejó caer en el sillón. Se abrazó a sí misma y cerró los ojos con la misma ropa de ayer. Su último pensamiento antes de dormir fue una promesa silenciosa:

"No volveré a esperarlo."

La mañana llegó, pero el vacío en la casa seguía ahí. Kagome despertó en el sillón con el cuerpo adolorido. Se incorporó lentamente, dándose cuenta de que la puerta seguía cerrada. Él aún no había llegado.

Pero entonces, la cerradura sonó.

La puerta se abrió y Inuyasha entró, con una expresión relajada, como si nada hubiera pasado. Apenas vio a Kagome sentada en el sillón, sonrió con su típica actitud arrogante.

Inuyasha:—Vaya, por fin te levantas temprano sin que tenga que arrastrarte de la cama.

Kagome no respondió de inmediato. Solo lo miró fijamente. Pero no con enojo… no con tristeza… sino con algo peor: con una mirada vacía.

Esa mirada hizo que Inuyasha sintiera un leve escalofrío. Algo no estaba bien. Entonces lo recordó.

"La cena."

Su sonrisa se desvaneció y la incomodidad se hizo presente en su rostro.

Inuyasha:—Ayer… ¿me esperaste mucho?

Kagome dejó escapar una risa amarga y desvió la mirada. Tardó en responder, como si estuviera reuniendo fuerzas para hablar.

Kagome:—¿Por qué siempre eres así?

Inuyasha frunció el ceño.

Inuyasha:—¿De qué hablas?

Kagome apretó los puños y lo miró con furia contenida.

Kagome:—¿Piensas que soy una idiota? ¿Por qué haces esperar a la gente de esa manera?

Inuyasha, sintiendo la tensión en el aire, trató de suavizar la situación… a su manera.

Inuyasha:—Si esperaste tanto, debiste haberte ido. ¿Esperaste tontamente otra vez?

Kagome sintió un dolor punzante en el pecho. Sus ojos ardieron con lágrimas contenidas.

Kagome:—¿Soy la tonta? No, Inuyasha. El tonto eres tú.

Inuyasha entrecerró los ojos, sorprendido por la dureza de su voz.

Kagome:—Si te gusta Kikyo, ¿por qué no se lo dices de una vez?

El estómago de Inuyasha se contrajo. No esperaba esa pregunta directa.

Inuyasha:—¿Qué…?

Kagome lo miró con el dolor acumulado en su pecho transformándose en palabras.

Kagome:—Sé que estás enamorado de ella. Y ni siquiera tienes el valor de admitirlo.

Inuyasha sintió cómo su paciencia se rompía en mil pedazos. Su orgullo, su ira, todo explotó.

Inuyasha:—¡No hables de lo que no sabes! ¿A ti qué demonios te importa?

Kagome lo fulminó con la mirada, lágrimas desbordándose de sus ojos.

Kagome:—¿Qué quién soy yo?

Su voz tembló, pero no dejó de mirarlo con furia y dolor.

Inuyasha:—¡Sí! ¿Quién te crees que eres? ¿De verdad piensas que eres mi esposa? ¿Por qué te metes en mis asuntos?

Kagome sintió como si la hubieran apuñalado. Pero no retrocedió.

Kagome:—Lo sé. Sé que no somos nada. Pero dime, ¿por qué haces todo tan difícil?

Las lágrimas caían sin control ahora.

Kagome:—Anoche te esperé… esperé hasta que el restaurante cerró. Luego te esperé en casa… preocupada por si algo te había pasado. Y luego esperé toda la noche. ¿Por qué siempre tengo que esperarte?

El silencio se hizo pesado. Inuyasha sintió un nudo en la garganta, pero su orgullo aún hablaba por él.

Inuyasha:—¿Y quién te dijo que tenías que esperarme? Tu no eres nada para mi.

Kagome lo miró con los ojos llenos de tristeza y decepción.

Kagome:—Tienes razón. No volveré a esperarte nunca más. Y de ahora en adelante tu también serás nada para mi.

Las palabras fueron como un golpe directo al corazón de Inuyasha. Se sintió mareado, como si le hubieran arrancado el suelo bajo los pies.

Kagome tomó su bolso y salió de la casa sin mirar atrás. Inuyasha sintió un impulso de correr tras ella, de decirle que nada de lo que dijo era cierto… pero su orgullo y la promesa que le hizo a Kikyo lo encadenaron al suelo.

Y la dejó ir.

Kagome caminaba sin rumbo, con la mirada fija en el suelo, sintiendo el peso de sus propias palabras. No sabía cuánto había avanzado ni cuánto tiempo llevaba fuera, pero la tristeza la ahogaba más que la tormenta que pronto se desataría en el cielo. Sin darse cuenta, llegó a un parque y se sentó en una banca solitaria. Sus manos temblaban mientras recordaba cada momento con Inuyasha. Todos los instantes en los que él la había hecho reír, los besos que habían compartido —besos que para ella fueron reales—, las noches en las que lo había sentido tan cercano y vulnerable, y las pocas veces en las que creyó que quizás… él también sentía algo por ella.

Pero nada de eso importaba ahora. Porque al final, ella solo era una molestia más en su vida.

Inuyashaestaba en casa, inquieto.

No podía estar tranquilo. Caminaba de un lado a otro, mirando constantemente el reloj. Ya había pasado demasiado tiempo desde que Kagome salió. Su teléfono permanecía en silencio, sin una sola notificación de ella. La preocupación lo estaba consumiendo y, cuando la primera gota de lluvia golpeó la ventana, sintió como si su corazón se encogiera.

Inuyasha: —¿Dónde estás, Kagome…?—susurró para sí mismo antes de tomar su paraguas y salir en su búsqueda.

Recorrió la playa cercana, pensando que tal vez ella había ido a despejarse allí. Pero no estaba. Fue a la parada del autobús, esperando verla sentada, esperando a que el agua corriera por la carretera para que pudiera regresar. Pero tampoco estaba allí.

La tormenta arreció, las calles se volvieron un caos y la preocupación en su pecho se convirtió en desesperación. Regresó a casa, con la esperanza de que Kagome lo llamara, de que al menos le pidiera que la fuera a buscar.

Kagome, en cambio, seguía en el parque, refugiándose en una vieja cabina telefónica abandonada. Su ropa estaba empapada, su cabello pegado a su rostro, y su corazón… roto. Sintió la lluvia mezclarse con las lágrimas que no podía controlar. Sus dedos entumecidos marcaron un número en su teléfono sin pensarlo demasiado. La voz al otro lado respondió de inmediato.

Koga: —¿Kagome?

Kagome cerró los ojos al escuchar su voz, aliviada de que él estuviera allí.

Kagome: —Koga… ¿puedes venir por mí?

Minutos después, un auto negro se detuvo frente a la cabina telefónica. Koga bajó con un paraguas y corrió hacia ella. Su expresión dura y seria se suavizó en cuanto la vio. Kagome, empapada, con los ojos vidriosos y una sonrisa débil en el rostro, lo miró con alivio.

Kagome: —Gracias por venir…

Koga no dijo nada, solo la cubrió con el paraguas y la guió hasta el auto. Dentro del vehículo, encendió la calefacción y le pasó una toalla.

Koga: —¿Qué pasó? ¿Por qué estabas aquí sola?

Kagome negó con la cabeza, abrazándose a sí misma.

Kagome: —No quiero hablar de eso ahora…

Koga la miró unos segundos y, sin hacer más preguntas, condujo hasta su departamento.

Koga vivía en un lugar espacioso, elegante, sin adornos innecesarios. Un reflejo perfecto de su personalidad. Kagome entró y sintió el calor inmediato del ambiente contrastando con su piel helada. Se frotó los brazos y Koga, después de buscar en su armario, le entregó una camisa limpia.

Koga: —Cámbiate antes de que te enfermes. Usa el baño de visitas.

Kagome tomó la prenda y se sonrojó levemente.

Kagome: —Gracias…

Cuando salió del baño, con la camisa de Koga puesta, el aire en la habitación cambió. Koga la miró fijamente. No podía negar que Kagome era una mujer hermosa, pero había algo más en ella. Algo que le hacía querer cuidarla, protegerla… hacerla suya.

Kagome se dejó caer en el sofá y suspiró.

Kagome: —Gracias de nuevo, Koga. No sabía a quién más acudir…

Koga se cruzó de brazos y la miró con una media sonrisa.

Koga: —Me sorprende que pensaras en mí después de lo de ayer…

Kagome lo imitó, cruzándose de brazos y fingiendo un tono serio.

Kagome: —"No te entiendo, Kagome. Aún estoy tratando de averiguar qué hacer contigo. Pero por ahora, vete."

Koga soltó una risa.

Koga: —Vaya, ¿así de frío soné?

Kagome asintió con dramatismo.

Kagome: —Sí. Fue horrible.

Koga negó con la cabeza, sonriendo.

Koga: —Voy a prepararte un té. Espérame aquí.*

Kagome asintió y se acurrucó en el sillón, sintiendo el peso del cansancio caer sobre ella. Antes de que Koga regresara, ya estaba profundamente dormida.

Koga la encontró así, con su respiración pausada y un rastro de lágrimas secas en su mejilla. Se acercó lentamente, la tomó en brazos con delicadeza y la llevó hasta su habitación. La recostó en la cama y la arropó con suavidad. Se quedó observándola por un momento. Lentamente, levantó una mano y le limpió una lágrima con el pulgar.

Koga: —No sé qué hacer contigo, Kagome…

Susurró, antes de salir de la habitación, dejando que descansara.

Inuyashaestaba en casa, más inquieto que nunca.

Había marcado el número de Kagome varias veces, pero ella no respondía. Cada minuto que pasaba sin saber de ella lo hacía sentir peor. Finalmente, su teléfono sonó. Contestó de inmediato.

Inuyasha: —¡¿Kagome?!

Koga: —No, soy yo.

Inuyasha sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Inuyasha: —¿Koga? ¿Por qué demonios me llamas tú?

Koga: —Quería avisarte que Kagome está conmigo. Pensé que te gustaría saberlo, para que no te preocuparas.

Inuyasha apretó el teléfono con fuerza.

Inuyasha: —¿Por qué no me llamó ella?

Koga: —Está dormida.

Un silencio pesado se instaló entre ellos. Inuyasha sintió un extraño vacío en el pecho.

Inuyasha: —Voy a buscarla.

Koga: —No es necesario. Cuando despierte, la llevaré a casa.*

Inuyasha iba a replicar cuando Koga habló de nuevo, con un tono completamente diferente, cargado de intención.

Koga: —Ah, por cierto… ya lo pensé bien.

Inuyasha sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

Koga: —He decidido quitarte a Kagome.*

La llamada terminó.

Inuyasha se quedó inmóvil, con el teléfono aún en su mano. Su mundo se vino abajo con esas palabras. Un sentimiento desconocido, rabia, miedo… desesperación, se apoderó de él. Porque, por primera vez, entendió que Kagome realmente podría alejarse de él… para siempre.