One Piece NO ME PERTENECE. Solo hago esto para su entretenimiento y mi diversión.


Chapter 2.0: Incluso con su sombra


Zoro estaba seguro de que Thriller Bark, con todo y que era un lugar espeluznante para cualquier persona normal, para Robin debía ser una especie de acontecimiento fascinante. Asumía que por todo lo que había pasado a lo largo de su vida, desarrolló un humor por demás negro y lúgubre, sin contar con su curiosidad mórbida y directa. Aun así, sabía que era bastante reservada y decorosa cuando se trataba de cosas sin sentido.

―Olvídalo, no me avergonzaré de esa manera. ― dijo durante la batalla contra el zombie de Luffy. Aunque fue parte de aquella "iniciativa", Zoro se sintió orgulloso al verla tan aterradora demostrando su punto. Casi siempre, seguía la corriente de la situación, no preguntaba, solo lo hacía. Al parecer, ese era su límite y no dio su brazo a torcer, a pesar de las insistencias. Eso le gustaba. Ese carácter férreo y determinado que dejaba ver cuando se enojaba y peleaba.

El simple hecho de haber sobrevivido por tanto tiempo, apoyaba la idea de que nunca fue ni será una chica, corrección, mujer débil. Como el futuro mejor espadachín de todos los tiempos, necesitaba a una guerrera a su lado, que supiese defenderlo de sí mismo. Zoro Roronoa era consciente de que no era un tipo fácil de tratar: era bruto, temperamental y bastante testarudo. Era un hombre intimidante y sabía que su compañera no podía ser de mentalidad débil. Tenía que guardarle las espaldas ante sus acciones temerarias. Parte de él se encontraba conforme con tener una red de brazos permanentes para amortiguar sus estrepitosas caídas.

Aún seguía resistiéndose al hecho de que le gustaba. Lo consideraba una debilidad amar tanto a alguien. Ya fue suficiente aceptar lo importante que eran sus nakamas para él. Considerar a alguien a un nivel más profundo que aquello, era inconcebible. Pero no podía negar que no tenía forma de controlarlo. Cada día era una odisea disimular, especialmente, ante los atuendos que estaba utilizando últimamente, gracias a la bruja de Nami y sus salidas de compras. Recorría disimuladamente el cuerpo de la pelinegra ante el condenado vestido púrpura que le quedaba como un guante. Los encajes en el pecho y al final del bolado, eran una cruel tentación, sin contar con las medias que se sujetaban a un punto que no era visible dentro del vestuario. Y qué decir de las botas…

La combinación de su frustración por haber perdido su sombra, las intensas batallas y la tensión sexual que le generaba su compañera con su osado atuendo estaban haciendo mecha en su autocontrol. Cuando ella perdió su sombra fue de lo más desesperante que experimentó en mucho tiempo. Una cosa era que él se quemara vivo; no podía permitir que eso le pasara a ella o a cualquiera de sus nakama. Incluso, cuando el sol se hizo presente y lo enfrentó como todo un hombre con lo poco que las llamas le dejaban pensar, le enfurecía mas el hecho de que ella se estuviese carbonizando.

― ¡Robin! ― escuchó como Nami gritaba a todo pulmón antes de que todo…volviera a la normalidad. Parpadeó un par de veces ante el mundo que volvía a aparecer ante sus ojos. Observó sus manos, tocó su cabeza, comprobando que estaba en una pieza. Miró a sus compañeros y sintió el alivio generalizado de que las llamas ya no consumen a la mitad de la tripulación.

―De verdad, pensé que nos iríamos al cielo. ― fue el comentario de Robin a su lado. Los que fueron a rescatar a los "cobardes" terminaron perdiendo su sombra, casi no lo cuentan y él no pudo hacer mucho. Giró hacia Robin, quien observaba a los demás a la distancia. La tomó del brazo, sin obtener resistencia. Se detuvieron en una de las habitaciones a medio destruir donde quedaba en pie un pilar que les brindaba privacidad de ojos curiosos. ― ¿Por qué estamos aquí, kenshi-san? ― él tampoco estaba muy seguro de por qué el impulso primitivo que le carcomía, pero la realización de que casi no la cuentan y no había podido comprobar el placer de Robin en toda su extensión era lo único que registraba su machista mente en el momento. Pero claro, no lo diría directamente, debía disimular.

― ¿Por qué viniste a pelear con ese atuendo? ― de todo lo que estaba esperando que dijera, eso no estaba en las posibilidades.

―Después de todo lo que hemos pasado, ¿tu queja es sobre mi vestuario?

―También por perder tu sombra.

―Tú perdiste la tuya primero que yo. ― rebatió triunfante. ― Ahora bien, ¿me apartaste para hablar de cosas sin sentido? ― Zoro sabía que su comportamiento era errático y quería atribuírselo a todas las emociones y frustraciones que había experimentado en tan poco tiempo. Puede que no fuese el mejor momento, pero necesitaba desahogar el fiasco que acababan de vivir. Hizo que retrocediera hasta tenerla contra la pared. ― Como te encanta colocarme en esta posición…Debo decir que bastante insegura, dado los destrozos que…

― ¿Y eso qué importa ahora? ― Robin entendió el mensaje cuando sintió el bulto en el pantalón del espadachín.

― ¿No crees que es muy arriesgado? Los demás no están…― Se recriminaba internamente por utilizar una excusa tan poco elaborada y, sobre todo, por dejar que los besos en el cuello le impidieran resistirse como debería. De su boca debió salir un rotundo "no". Estaban a punto de romper la última frontera, en la peor situación posible.

― Seremos rápidos y…silenciosos. ― respondió, antes de reclamar sus labios y dirigir sus manos hacia el sur, levantando el vestido y sonriendo triunfante cuando encontró el elástico que sostenía las dichosas medias. Aun entrelazado con el beso, se escabulló entre la ropa interior de su nakama, logrando un gemido de sorpresa por parte de la arqueóloga. No era lo que tenía en mente inicialmente, pero al no ser el mejor momento, tenían que ir directo al grano. Cuando estuvo lo suficientemente lista, gracias a la acción de sus dedos, sonrió satisfecho. No tenían tiempo de desvestirse; solo apartar lo necesario.

― Vaya… ¿ni siquiera preguntarás por mi consentimiento? ― la sonrisa macabra de la arqueóloga hizo que el propio Zoro le enviara una sonrisa de superioridad mientras apartaba su pantalón y ropa interior del camino.

― ¿Quiere decir que no quieres?

― No he dicho eso…― fue lo último que pudo decir antes de que Zoro apartase la barrera que protegía su sexo y así, vestidos para quien pudiese encontrarlos en el acto, Zoro concretó la unión, sorprendiéndose ante el quejido de dolor que escapó de la arqueóloga cuando aferró sus manos a su cintura. Se quedó inmóvil, utilizando autocontrol que desconocía tenía hasta ese momento. Robin aferró sus brazos al cuello del espadachín, dejando salir un largo suspiro.

― ¿Quién te hizo eso?

― Tu zombie me hizo pasar un muy mal rato. ― El espadachín sintió una oleada de culpa invadirle. Estaba tan cegado por el deseo que no reparó en las heridas que podían tener en sus cuerpos. Para que no pudiese disimularlo era porque el golpe fue significativo.

―Me lo hubieses dicho, habría sido más…gentil.

― No veo el punto ni que haga diferencia. Estoy bien. Muévete…

Como dijo, una mujer fuerte…le encantaba. Admitía que aquello lo excitó sobremanera ante lo tosco que sonó el comando de la joven mujer a la que poseía en cuerpo. Fue una orden que decidió acatar, sabiendo que no tenían mucho tiempo y podría reprocharle después. Tomó una de sus piernas e hizo que le rodeara la cintura para tener más acceso y disfrute. Por supuesto que funcionó tanto que tuvo que morderse el labio para apaciguar el gruñido gutural que traicioneramente le sorprendió. Si esa era la sensación al tener prisas, ¿cómo sería si la tuviese totalmente a su merced, explorando su cuerpo totalmente desnudo, con calma, tocando donde quisiese, deleitándose con lo que la ropa ocultaba, pero que su silueta siempre había dado a entender?

Podía escuchar los gemidos apagados de su acompañante. Levantó la vista para encontrarse con el rostro de su amante. Por fin, fue capaz de romper su imperturbable expresión. La imagen frente a él, era mucho más satisfactoria de lo que su imaginación alguna vez pudo recrear. Porque sí, la lujuria cubría sus facciones, pero había algo más sutil en sus ojos mientras se acercaban al orgasmo. Brillaban, con el orgullo de saberse deseada por un hombre, de sentir el placer de la mano de alguien, que él asumía, confiaba sin medida. Se sentía honrado de tan solo pensar aquello, por lo que, tomó la otra pierna de la arqueóloga e hizo que le rodeara por completo, aumentando la sujeción de la mujer contra el muro. La embistió, con todo lo que tenía, orgulloso de escucharla responder a la estimulación.

― Zoro…

― No te hagas de rogar, Robin…vamos…― porque él estaba en su límite y se negaba a ser el primero en llegar. Las uñas de la arqueóloga se clavaron en su espalda a través de su ropa, haciendo que el espadachín sonriera con esa mueca tan característica de él. Apresuró el paso, embistió aún con más vehemencia y se felicitó cuando la vio cubrirse desesperadamente la boca con una de sus manos. Él le siguió poco después. La paz que sentían en esos segundos donde intentaban recuperar la compostura fue novedosa para ambos.

Habían traspasado toda barrera posible; los compañeros no se besaban, no se acariciaban de manera no-inocente y por supuesto, no tenían sexo. Lo peor era que ambos no se atrevían a llamarlo "sexo" pues había algo más. Algo más profundo y poderoso que los mantenía mirándose a los ojos, como si esperaran que ese sentimiento hablase por sí solo. Para sorpresa de Zoro, fue Robin la que inició el beso y él no lo detuvo. Incluso si lo quisieran negar, aquello no fue algo aleatorio. Lo sabían, y les preocupaba.

― ¡Zoro!

― ¡Robin! ― el llamado de sus compañeros rompió el encanto. Se observaron por unos segundos antes de separarse y comenzar a acomodarse las ropas para disimular lo que acababan de hacer. Chopper apareció cuando ya se encontraban presentables, por lo que, cual fuese la conversación que necesitaban tener, tendría que esperar.